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You don't know my name por Darkkonggie

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Notas del fanfic:

Me encanta la temática de los ladrones y todo lo que tenga que ver con vulnerar la ley *^* Así que he intentado esto con mis pocos conocimientos sobre la materia en cuestión xD

Intentaré ser regular y actualizar todas las semanas, promise.

Mierda.

Había estado estudiando el museo durante semanas, rebuscado hasta dar con los planos antiguos de este para buscar la ruta perfecta de escape y estudiado los horarios de los guardias y sus costumbres hasta encontrar el momento perfecto.

¿Y todo su esfuerzo para qué?

Para que después de pasar la seguridad (tremendamente pobre, a decir verdad) que protegía el Ópalo de Cleopatra, este fuera una falsificación tan perfecta que si no conociese al fabricante, habría pasado por el real.

Alguien se le había adelantado.

Estaba seguro de que esa misma mañana cuando había estado en la sala en el horario de visitas para comprobar que todas las posibilidades que manejaba eran perfectamente viables, la gema era real.

Por lo que alguien había entrado en la sala aprovechando el bucle en la red que él había provocado, lo cual era extremadamente improbable porque había calculado el tiempo justo para entrar, burlarse de la seguridad de forma arrogante, cambiar la joya real por la falsificación y salir escopetado por el conducto de ventilación.

Tiempo que, por cierto, estaba empezando a agotarse.

 

El chico oculto en el conducto de ventilación observó atentamente como el joven ladrón se revolvía el pelo furiosamente, claramente sobrepasado por la situación, y soltó una risilla engreída.

El soplo que habían recibido de los contactos de Himchan había sido correcto por una vez, y había valido la pena seguir al joven heredero de los mundialmente famosos Moon (al menos en el submundo al que pertenecen todos aquellos a los que la ley se la trae floja) el cual, sin saberlo, había hecho todo el trabajo sucio por ellos.

Lo único que había tenido que hacer él era adelantarse al chico, darle el cambiazo y huir, pero había preferido quedarse a observar como el joven era engañado y capturado.

­—¡Judía! ¡¿Qué haces que todavía no estás aquí?!

La voz aguda de su compañera le sacó de sus ensoñamientos y, de paso, le perforó el tímpano dejándole medio sordo por unos instantes.

—Calla, Hyericles. Estoy observando como el cordero cae en la desesperación—susurró para evitar que el eco de su voz reverberara demasiado y alguien empezara a escuchar voces provenientes de los conductos de ventilación.

La chica, sentada en una cafetería dos manzanas más alejada del museo, chasqueo la lengua en desaprobación.

—Se te acaba el tiempo, ¿sabes? ¡Mueve tu culo y tráelo aquí ya!

El rubio sentado delante de ella se rió.

—Anda, pásamelo—estiró la mano en su dirección.

Ella gruñó, se quitó el intercomunicador de la oreja y se lo dio.

—Hey, soy Daehyun—la joven resopló mientras revisaba algo en su móvil—Deberías hacerla caso, tu integridad física y la mía dependen de ello…

La chica le oía parlotear alegremente como quien oye un ruido de fondo, mientras maldecía en voz baja unas siete generaciones de ladrones engreídos y tocapelotas.

De pronto, Daehyun empalideció considerablemente. La joven revisó el cronometro de su móvil, aún quedaban diez minutos para la desactivación del bucle, ¿qué estaría pasando al otro lado de la línea?

 

El joven estaba charlando alegremente con Daehyun cuando observó como el ladronzuelo de abajo cogía la vitrina que había estado protegiendo la joya y la tiraba al suelo.

—Daehyun, luego hablamos—y sin darle más explicaciones, se quitó el pequeño comunicador que llevaba en la oreja y lo rompió.

Esa era una de las reglas principales de su equipo. Si considerabas que había bastantes posibilidades de que te pillaran con las manos en la masa, debías de cortar todo tipo de contacto con el resto para no perjudicarles.

El chaval estaba loco.

Cualquier ladrón con dos dedos de frente sabía que aunque las cámaras no registraran nada raro, cualquier mínimo ruido podría alertar a los guardias de seguridad y que te pillasen no era muy bueno para el negocio, que digamos.

Ya tenía la joya y desde luego, él no estaba dispuesto a dejarse atrapar por culpa de un completo imbécil.

Se dispuso a reptar por el conducto de ventilación para escapar y volver con sus compañeros cuando observó que el otro ladrón empezaba a entrar al conducto.

—¡Oh! Así que todavía no te habías ido—sonrió peligrosamente el joven.

 

—Oye, ¿qué esta…?—Daehyun abrió mucho los ojos—¿Hongbin? ¡Hongbin!

Miró a su compañera consternado y se quitó el intercomunicador.

—Ha roto su comunicador, algo ha debido de pasar.

Ella se llevó las manos a la cabeza y se masajeó las sienes.

—Este imbécil…¿Se puede saber que dificultad había en conseguir la gema? Él mismo ha hecho cosas más difíciles—se levantó—Ahora solo podemos esperar y ver si vuelve. Voy a por algo de comer, ¿quieres algo?

Él suspiró.

—Un café, por favor.

La joven sonrió y asintió.

 

Dos horas, un café y unos cuantos bollos más tarde, Hongbin entró en la cafetería totalmente desaliñado y exhausto.

Se dejó caer pesadamente en una silla al lado de Daehyun y apoyó la frente sobre la lisa superficie de la mesa.

La chica le soltó una colleja.

—¡Ay! —Hongbin levantó la cabeza y se llevó una mano a la nuca—¡¿Se puede saber por qué narices has hecho eso, Hyericles?!

—Por imbécil—asintió ella—Desde que rompiste el auricular llevamos dos horas esperándote, yo ya tenía la ilusión de que te hubieran pillado y que nunca te volveríamos a ver.

Hongbin puso cara de ofendido.

—¡¿Eso es todo lo que te importa?! ¡¿Ni siquiera quieres saber lo que me ha pasado?!

—Pues sinceramente, no. Lo único que me importa es si tienes la gema o no.

Daehyun se rió.

—Eres demasiado dura con él, Hyeri. Que no te engañé su cara de jugadora de poker profesional—le confesó a Hongbin—No ha pasado un solo segundo en el que no haya estado preocupada por ti.

—¿En serio? —preguntó el joven, mirándola alucinado.

La joven les fulminó a ambos con la mirada.

—Y bien, ¿tienes la gema o no? —preguntó, ignorando la pregunta descaradamente.

Hongbin se frotó la nuca y desvió la mirada, nervioso.

—En cuanto a eso, verás… Te vas a reír…

 

El ladronzuelo seguía corriendo a pesar de que su perseguidor se había rendido hacía ya tiempo.

Al llegar a un descampado bastante alejado de la zona central, decidió darse el lujo de descansar unos segundos.

Se sentó en el suelo, apoyándose contra la reja metálica que lo rodeaba, pensando en la suerte que había tenido al toparse en su vía de escape con el ladrón que se le había adelantado.

Había planeado recuperar lo que era suyo allí mismo, pero el ruido de pisadas proveniente de la sala les había obligado a formar una tregua silenciosa hasta salir del museo.

Una vez ya fuera, habían buscado un lugar silencioso donde nadie pudiera acusarles de absolutamente nada para resolver su “pequeña disputa”. Todo esto sin dejar de vigilar las manos del contrario, claro está.

Ya descansado y con la gema en su bolsillo derecho, hubo de admitir que el otro joven no se defendía nada mal. De hecho, aún no estaba seguro de cómo había conseguido mangarle recuperar la joya. Lo único que recordaba era estar peleando con él (y estar pasando un mal rato, pero eso no tenía por qué saberlo nadie) e, inmediatamente después, ser perseguido por toda la ciudad con el reconfortante peso de la gema contra su muslo.

Ahora solo cabía permanecer oculto hasta que las cosas se tranquilizaran un poco, recuperar sus cosas y volver a casa con un pedrusco más.

Sacó el ópalo y lo colocó delante de sus ojos, contra el cielo estrellado.

Sip, esto se podía contar como otra operación exitosa.

 

Himchan miraba fijamente al joven sentado en seiza delante suya. Este tenía la cabeza agachada en señal de respeto y sumisión.

Finalmente decidió que parecía lo suficientemente arrepentido e hizo una seña a los jóvenes detrás de Hongbin para que lo ayudaran a levantarse.

Daehyun y Hyeri lo cogieron de los brazos y lo subieron sin ningún miramiento.

—Lo siento mucho, jefe—dijo Hongbin, aún sin levantar la cabeza—No sé cómo consiguió quitármela…

Himchan sonrió y suspiró a la vez.

—No pasa nada, estas cosas les pasan a todos, ¿no? —hizo un gesto con los dedos—Levanta tu cabeza como el orgulloso ladrón que eres, Binnie. Ya sabes que si estás aquí es por voluntad propia y que no me debes lealtad. A no ser claro, que quieras que Hyeri que collejee otra vez.

Esta sonrió e hizo una mueca cuando el joven levantó inmediatamente la cabeza al oír las palabras del mayor.

—Cachis…—Hyeri refunfuñó—Ya te pillaré cuando estés desprevenido…

Daehyun se rió, y los tres empezaron a bromear como si fueran hermanos y aunque no estuvieran conectados por sangre. Himchan realmente pensaba en ellos como hermanos. Después de todo, esta era su única familia. Por algún motivo u otro, ninguno tenía a donde ir y tanto tiempo juntos viajando a todas partes los había unido mucho.

Todos tenían sus secretos, como cualquier persona, pero estaba seguro de que si les preguntaba si dejarían su vida en manos de las personas que estaban en la sala en ese mismo momento, ellos le contestarían afirmativamente sin pensárselo dos veces.

Les sonrió cálidamente y dio dos palmadas, dando por terminada la charla.

—Supongo que ya seréis conscientes de ello, pero tenemos que recuperar la gema—les dijo, serio—Sin ella ya nos podemos despedir de vengar a nuestro cliente y si no lo hacemos… ya podéis despediros de este estilo de vida. Necesitamos destruir esos papeles para que los molestos agentes de la Interpol dejen de perseguirnos.

Daehyun sonrió abiertamente.

—No te preocupes, jefe. Yo me encargaré de Moon.

 

El detective Cha Hakyeon se bajó del coche de un mal humor evidente para cualquiera que le viera la cara.

No sólo había tenido que viajar apresuradamente el día anterior para revisar los sistemas de seguridad del museo que protegía el Ópalo de Cleopatra por el avistamiento en la ciudad del grupo de ladrones detrás del cual llevaba tres años, sino que, además de haber estado repasando los nuevos protocolos de seguridad él y su compañera mil y una veces con los guardias hasta las tantas, le habían despertado a las tres de la mañana (habiéndose acostado a la una) porque les habían robado la gema delante de las narices.

Avistó a su compañera tras el cordón de seguridad que había establecido la policía local y se acercó a pasos rápidos.

Sin dejar siquiera abrir la boca al policía encargado de que nadie  traspasara el cordón, le puso su placa en la nariz.

—Cha Hakyeon, Interpol. Tengo prisa, gracias—y pasó por debajo.

—Espere, no puedo dejarle pasar así como así…—y empezó a perseguirlo.

Una mujer joven que consultaba algo en unos papeles levantó la cabeza y exclamó:

—¡No se preocupe, es mi compañero!

Y volvió a sumergir la cabeza en los papeles.

Llegó hasta ella, estremeciéndose de frío.

—Minah—dijo—¿Desde cuando llevas aquí?

Esta se encogió de hombros.

—Desde que nos han llamado. Has tardado en llegar. ¿No se te despegaban las sábanas? —bromeó.

Hakyeon miró su reloj. Eran las cuatro. Ella llevaba ya una hora allí fuera, sin abrigo, esperándole y ni siquiera parecía notar el viento.

Tres años ya hacían desde que los habían puesto a trabajar juntos en el caso, y lo único que sabía de su compañera era que se llamaba Bang Minah, que era la mujer sin frío y comía por un regimiento y que había pedido el caso de los pseudo-ladrones específicamente.

Los llamaban los pseudo-ladrones porque no parecía que hubieran robado nada. La escena del robo aparecía tal y como la habían dejado antes de que ellos pasaran por allí, con las piezas de arte intactas. O eso parecía en el exterior. En realidad, después de un más que exhaustivo examen, las piezas eran falsificaciones. Falsificaciones majestuosas que en sí mismas eran obras de arte, pero falsificaciones, al fin y al cabo.

Tenían consciencia de que era un equipo, pero no sabían con seguridad de cuantas personas constaba ni nada, excepto la identidad del cabecilla, Kim Himchan. Bueno, “supuesto” cabecilla en realidad, porque solo sabían que estaba en las ciudades donde se producían los robos, pero nunca le habían llegado a coger con las manos en la masa.

Kim Himchan estaba fichado por haber estafado a varias galerías de arte bastante importantes y también decían que incluso había llegado a estafar a la C.I.A en la pubertad, pero nadie mencionaba eso. A ninguna agencia de inteligencia le gusta que se diga que fue engañada por un criajo de apenas quince años.

Aparte de esto, la identidad de estos “tocapelotas” (como había llegado a apodarlos Hakyeon cariñosamente con el paso del tiempo) seguía siendo un misterio.

—Minah, por teléfono dijiste que había algo raro. ¿Qué es? —preguntó.

Su compañera suspiró.

—Pasemos. Lo sabrás en cuanto lo veas.

Hakyeon asintió y la acompañó hacia el interior.

Minah le guió hasta la sala donde hubiera de estar la gema.

Y el detective se quedó paralizado en la entrada.

—¿Estás segura de que esto lo han hecho los pseudo-ladrones? —preguntó, alucinado—Yo sinceramente creo que esto lo ha hecho otra persona. No coincide para nada con su modus operandi.

Minah contempló la escena que estaba ante sus ojos. Su compañero estaba en lo cierto.

La vitrina, que una vez hubo de estar protegiendo la piedra, ahora se encontraba esparcida en fragmentos por toda la sala. La tapadera del conducto de ventilación estaba abollada y en la otra punta de la sala, como si alguien la hubiera quitado de su lugar y la hubiera lanzado con fuerza contra la pared contraria.

—Sí, estoy segura—le tendió una bolsa de pruebas con una piedra que a todas luces era la gema robada—Han encontrado esto tirado por el suelo. Ya lo he revisado, es una falsificación. Una tan buena como las que usan ellos.

Hakyeon observó la piedra y después, miró atentamente todos los detalles de la sala.

—¿Qué narices habrá pasado aquí?

 

Daehyun observó atentamente el apartamento donde aquel ladronzuelo impertinente se había instalado los últimos meses, preparándose para el golpe.

Estaba limpio y organizado aunque debía de haber salido con bastante prisa de allí, pues aún estaban unos planos del museo.

El joven sacudió la cabeza y chasqueó la lengua, divertido.

—No deberías dejar cosas que pueden incriminarte por medio. Cualquiera puede entrar y sumar dos más dos…

Siguió paseándose arriba y abajo, curioseando por todos lados, intentando conocer más sobre la persona que había vivido allí.

Daehyun miró su reloj.

Aún estaban todas sus cosas allí, incluyendo pasaportes falsos y dinero, por lo cual no tardaría mucho en volver. No si quería regresar a casa.

Decidió esperarle con las luces apagadas, bebiéndose su vino sentado en su sofá, cual película de mafiosos.

No tuvo que esperar mucho.

No había amanecido todavía cuando Daehyun oyó un juego de llaves tintineando.

Se abrió la puerta y alguien encendió la luz.

—Hola Jongup. Espero que hayas sido un niño bueno últimamente y que no hayas estado robando cosas que no te pertenecen.

Notas finales:

Bueno, ¿qué os ha parecido?

Espero que os haya gustado *-*

Juro que seré puntual y que actualizaré una vez por semana o así. Excepto la primera semana de Febrero que estaré en Galicia y como que será un poco difícil actualizar desde allí. xD

Me encantaría discutir o hablar sobre cualquier cosa que se os ocurra, ya sea del fic o de cualquier frikada. Estoy abierta a cualquiera que quiera charlar conmigo un rato, así que por aquí dejo mi twitter: @Ao_no_kyoki  (??)

Gracias por leer! Os saranjeo <3

Darkkonggie


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