Ser un demonio de clase media puede llegar a hacer un poco estresante y tedioso si no te relacionas con las personas adecuadas. Por eso mis padres siempre obligaban a relacionarme con demonios que jamás había visto, para así obtener los mejores contratos.
Pero eso a mí no me importaba, yo sólo quería recorrer y descubrir el mundo humano, ver todo aquello que era considerado aburrido y de mal gusto para los demonios, pero vamos, a quien no le gustaría viajar y descubrir nuevas cosas cuando eres inmortal?
Pues a mí me parecía algo muy tentador, pero al parecer nadie estaba de acuerdo conmigo. Por lo que tenía que guardarme ese sueño. Pero aunque no quisiera aceptarlo, seguía todas las indicaciones de mis padres para poder hacerlos sentir orgullosos.
Me esforzaba al máximo para obtener los mejores contratos y soportaba a esas personas que carecían de sentido común; a pesar de que sacrifique muchas cosas por ellos, siempre había demonios mejores que yo. Y me hacían sentir como un inútil que los había defraudado. No podía entender que es lo que estaba mal conmigo, de alguna manera sentía que todo el fuerzo que estaba haciendo iba directo a la basura.
Ahora, me encontraba en el jardín de la mansión de un demonio de clase alta, que había obtenido su contrato número 300. Mis padres me obligaron a venir con la idea de que me hiciera amigo de él, creo que se llama Sebastián; Un tipo un poco soberbio y engreído, pero se notaba que estaba incómodo por tanta atención. Apenas llevaba una hora aquí y ya me quería ir, me sentía abrumado por la cantidad de personas que se habían reunido que necesitaba aire.
Salí y me senté en una banca. No sé cuánto tiempo pase ahí sentado perdido en mis pensamientos, hasta que escuche el llanto de lo que creí ser un niño, comencé a seguir el llanto hasta encontrar un portal que llevaba al mundo humano.
Alguien me estaba invocando.
Al atravesar el portal llegue a Londres, que era una de las ciudades que quería recorrer en su totalidad, con lentitud comencé a recorrer el Callejo en el que me encontraba hasta llegar al dueño del llanto. Estaba detrás de un enorme bote de basura en posición fetal.
-Que es lo que deseas- dije serio-
-Quien eres tú- pregunto mientras se limpiaba las lágrimas y se limpiaba la nariz con la manga del saco todo roto.
-Eso debería preguntar yo....ya que tú me invocaste- se agache a su altura y entonces vi bien sus ojos de una extraña mezcla de azul y azul cielo.
Sin duda fue lo primero que me cautivó de él.
-Que eres? -su voz salió en apenas un susurro-
Sólo sonreí por la inocencia del pequeño y esos hermosos ojos azules.....qué gran error.
Después de eso no recuerdo mucho, al principio sólo estábamos unidos por el contrato. Por lo que me había dicho él había perdido a su familia y un tío se estaba haciendo cargo de él, pero el muy bastardo lo tocaba de manera impropia para poder seguir viviendo en la mansión que era de sus padres.
Su primer objetivo era vengarse de su tío de una manera lenta y dolorosa. Algo muy maduro a mí gusto. Con el paso del tiempo, algo dentro de mí empezó a creer haciendo que cada vez que estuviera a su lado me sintiera nervioso y cuando sonreía pensaba que era lo más hermoso del mundo y por nada permitiría que deje de hacerlo.
Actualidad.
Claude se sentía tan patético al recordar parte de su pasado, sabía que tenía que dejar todo atrás y seguir a delante, pero simplemente no podía encontrar la manera correcta de hacerlo. Y estaba consciente de que había lastimado mucho al pequeño Conde, y estaba recibiendo un pequeño pago por eso.
Cuando decidió regresar a la mansión ya era de noche, por lo que suponía que estarían cenando al llegar. Pero al parecer se había equivocado, cuando llegó noto que las luz estaban apagadas, con lentitud ingresó a la cocina encontró a Sebastián sentado en una silla.
-Hasta que te dignas a venir- dijo molesto-
-Que haces aquí, creí que ya no querías volver a verme -dijo intentado que su voz sonara neutral y fingiendo seriedad.
-Ya deja de fingir. Por favor- se puso delante de él- no sé que haya pasado, pero tienes que dejarlo ir - la voz de Sebastián era suave, intentado trasmitir tranquilidad y apoyo-
-No es fácil- bajo la mirada- ya lo he intentado
- Pues síguelo intentando. No puedes seguir así -lo abrazo con las idea de que lo rechazaría al instante pero se llevó una gran sorpresa al sentir como el oji-miel correspondía.
Era tan nuevo ver esa faceta de Claude que no sabía qué hacer para ayudar. Los dos demonios ahora compartían algo más haciendo que su amistad se fortaleciera, se separaron después de unos minutos al escuchar la voz de Alois.
-Con que ahora vas detrás de Sebastián- dijo sorprendido-
-No es lo que piensas- el tono de voz de Sebastián era nervioso-
-Que? A caso ya te diste cuenta de que Ciel nunca te hará caso que ahora vas por Sebastián? -el pequeño conde se notaba molesto-
-Alois- empezó a decir Sebastián pero fue interrumpido por Claude-
-Eso no es de su incumbencia, amo -dijo Claude en tono burlón- en todo caso es mi vida y puedo hacer lo que quiera -con cada palabra se acercaba al pequeño, hasta estar frente a frente- considero que debería estar preocupado en su amante y no en el mío
Lo último de lo que fue consiente fue de como su rostro se giraba por la bofetada que le había dado Alois, al girar su rostro se encontró con la mirada furiosa del rubio y algo en su interior se comprimió de forma dolorosa.
-Alois puedo explicarlo- dijo Sebastián rompiendo el silencio que se había formado.
-Largo de mi casa! - grito enfurecido el pequeño haciendo que llegará corriendo Robert.
-Amor estás bien? -dijo mientras se ponía delante de él –
-Sólo has que ellos se vayan-susurro aferrado a su espalda- no los quiero ver- la voz de Alois sonaba dolida
-Ya escucharon, estúpidos mayordomos