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B'Shert por HokutoSexy

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2. LA LUZ Y LA OSCURIDAD

 

 

 

—De los dos Dióskouroi, era Cástor quien dominaba el arte de domar caballos, de cabalgarlos, y Pólux destacaba por la destreza que tenía para luchar cuerpo a cuerpo, su fuerza era formidable, no tenía parangón en toda la Hélade… —mencionó lacónico Egisto observando atentamente con esos ojos castaños tan fríos a los dos niños que le contemplaban en silencio.

 

Ambos pares de ojos azules estaban atentos mientras el mayor les mantenía en su campo de visión como un águila presta a atacar. Kanon se atajaba el sol que le daba casi de lleno en el rostro, con una mano, y Saga se mantenía inamovible en los restos de una columna, en dónde ambos estaban sentados.

 

—Ahora bien, eso significa que desde hace mucho tiempo, de aquellos dos que nacen bajo el auspicio de Géminis… uno destaca por su sensibilidad y capacidad de estrategia, y el otro por la fuerza y el poder… me pregunto: ¿Quién de los dos es el inteligente y quien el fuerte? —Inquirió con crueldad a los dos hermanos Stefanes que le miraban sorprendidos.

 

Ambos niños se volvieron el uno hacia el otro, se quedaron unos minutos en silencio sin saber qué contestar. Kanon bufó y entornó los ojos.

 

—Tal vez el repuesto, o sea Kanon, es el de la fuerza bruta… —observó Egisto riendo.

 

Por alguna razón que ambos hermanos desconocían él, el que se supone era su maestro siempre hacía ese tipo de comentarios… entendían que en algún punto en su vida, él mismo había perdido a su hermano gemelo en circunstancias escabrosas, se había ahorcado decían, y después, unos años después, su hermana también había corrido el mismo destino, sólo que a ella le encontraron desangrada en una bañera… estaba encinta, o eso era lo que decían…

 

Quizás todos aquellos hechos tan lamentables habían convertido a Egisto en un hombre que rayaba en lo… tétrico.

 

Pero en eso había tenido toda la maldita razón el Arconte de Géminis, en que Saga era Cástor, el estratega, y Kanon era Pólux, el de la fuerza… aunque a ellos aún no les quedara claro…

 

Egisto había enfermado, un cáncer mortal le estaba carcomiendo, situación de la que sólo Shion estaba enterado, y aun cuando le ofreció su ayuda él la rechazó. Simplemente le dijo que era momento de volver con su hermano, era el tiempo de dejar su mortalidad, rogar a Zeus, como lo hiciera Pólux, para que concediese el don de la inmortalidad a su hermano Cástor… así fue como Calcante, mucho tiempo atrás, se había sacrificado por él, para que Egisto viviera, tuviese el poder necesario y fuese capaz de transmitir ese poder hacia el siguiente…

 

Con el pasar de los días fue enfermando cada vez más. Atrás habían quedado los años en los que la fortaleza de su cuerpo y de su espíritu le mantenían en píe. Al menos Saga, hasta entonces, se había mantenido fiel a la orden y no tardaría mucho en ser el siguiente Arconte.

 

Saga, siempre mejor discípulo que Kanon… pero por desgracia poseedor de un corazón manipulable… Saga al que había heredado todos sus conocimientos, al que había llevado lejos del Santuario para entregarle su confianza, sus primeras armas… y para mostrarle otras cosas entre hombres…

 

Egisto sentía que pronto la vida se le escaparía de los labios y no quería morir sin hablarle de algo a Saga.

 

Se había incorporado con la poca fuerza que le quedaba, había caminado de Géminis hacia el templo del Sumo Sacerdote y de ahí… a la Biblioteca, se había sentado cómodamente bajo la misma viga en la que Calcante se había colgado.

 

—Maestro… —susurró la voz de Saga, quién se acercó cautelosamente hasta donde estaba el hombre de cabellos oscuros, con la mirada perdida entre mapas estelares y libros.

 

—Déjate de formalidades, chiquillo. Hay algo que quiero mostrarte… —ladeó el rostro para observar sus reacciones, una vez que Saga pasó esa primera evaluación, Egisto señaló el mapa que tenía extendido. —Las respuesta…

 

Dijo, como si con aquellas palabras se explicara todo. Absolutamente todo.

 

—No entiendo.

 

—Nunca entiendes —afirmó el maestro con una sonrisa tímida, como si de verdad le pareciera divertido ponerlo en aprietos—. Hace ya muchos años, cuando con trabajos podía leer y escribir, les conté a Kanon y a ti la historia de Cástor y Pólux, y del porqué de su castigo… el porqué de la maldición de los Géminis…

 

—Lo recuerdo.

 

—Y a lo largo de los siglos ha sido siempre así… desde ellos dos, pasando por Caín y Abel… y un sin número de protegidos por los Dióskouroi, hombres, mujeres, todos siempre cargando una tragedia a cuestas… los gemelos nunca pueden estar juntos, nunca… quiero que entiendas bien esto…

 

—¿A qué se refiere…? —Inquirió Saga a media voz.

 

—Cuando los hermanos de Helena fueron castigados por Atenea, por el crimen de su hermana, fueron destinados a no estar juntos, a morir uno delante del otro. Pólux rogó a Zeus que concediese la misma inmortalidad que él poseía a Cástor… Zeus aceptó, y así… ambos hermanos quedaron atados para siempre a estar entre la luz y la oscuridad, la mitad del tiempo eran Dioses, eran luz… y la otra mitad… eran mortales fallecidos en el reino de Hades, eran oscuridad…

 

—Pero…

 

—No me interrumpas, imbécil, estás viendo que con trabajos puedo mantener una conversación de más de treinta palabras seguidas… —le reprendió, y recordó a Leda, a su hermana, haciéndolo sentir estúpido cuando era un niño.

 

—Lo siento…

 

—Siempre ha sucedido, siempre han sido parte de la misma dualidad… no hay escapatoria Saga… además, hay algo más que me gustaría decirte… —a medida que iba pronunciando las palabras el aliento le faltaba, parecía quedarse cada vez más sin fuerzas—. Kanon, a diferencia tuya… es más fuerte… de los dos, elegí al que tenía el corazón más sabio, más puro, pero eso también es una fatalidad para ti mismo… llegará un punto en el que ambos tendrán que separar sus caminos… la luz y la oscuridad, y tal como ha venido pasando generación tras generación… uno deberás sacrificarse por el otro… siempre ha sido así…

 

—Lo cual no implica que…

 

—¿Qué sea malos? ¡Bah! Lo bueno, lo malo, tal vez no existe eso y son sólo juicios morales nuestros… —ironizó—. Es verdad que no todos han tenido que sufrir la misma separación, porque no en todos los tiempos se libran batallas definitivas, como el gran cataclismo contra Hades… mira en este mapa…

 

Saga observó el viejo mapa extendido en él había un sinfín de trazos sobre las estrellas, específicamente sobre el cinturón zodiacal, llamó su atención el trazo que había sobre Géminis.

 

—La lluvia de meteoros… las Gemínidas… —susurró.

 

—Así es, las Gemínidas, la clave está en Faetón, el asteroide padre de las Gemínidas… cada cierto periodo de tiempo Faetón surca los cielos, y cuando así lo hace… a lo largo de la historia de los nacidos bajo Géminis, es el punto marcado cuando los Dioscuros tienen que dividirse… siempre, invariablemente…

 

—Está por atravesar la casa de Géminis —afirmó Saga, clavando los ojos azules en aquel hombre.

 

—Lo está, por eso sé con certeza que tú y Kanon son los siguientes… no ha habido variación, cuando Faetón surca el cielo, es el momento… y así como Faetón cada vez se acerca más al sol, por ser en la mitología el hijo del dios Sol, Helios, los géminis siempre han estado cerca de los elementales de fuego, de los protectores fuego de Prometeo…

 

—En este tiempo la Guerra Santa se aproxima —afirmó el arcadio.

 

—Y con ella se cierra el círculo… los presagios se vuelven a cumplir, el Strategos, Shion, es un elemental de fuego, lo mismo que el siguiente… probablemente Sagitario o Leo, y la dualidad de ustedes dos, es cada vez más evidente…

 

Saga guardó un profundo silencio, sabía a qué se refería, lo sabía tan bien…

 

Kanon… era Kanon… cuando ellos dos, tiempo atrás, tuvieron un encuentro casual con dos de los guerreros de Hades, siendo ellos niños… Radamanthys y Aiacos… la impronta de Ares había sido sembrada en Kanon, y desde entonces permaneció ahí latente… mientras Saga había buscado la manera de traspasar esa impronta hacia su propio cuerpo para liberar a Kanon de esa carga. Tenía lógica que desde ese momento Egisto se hubiese dado cuenta y que tal como lo estaba viendo en el mapa… las cosas iban a suceder con espantosa puntualidad…

 

—Muy bonito… un cuento de niños muy bonito —replicó una voz detrás de ellos.

 

Era la voz de Kanon que había permanecido oculto hasta ese momento.

 

—Has tardado en salir de las sombras —arguyó Egisto.

 

—¿Y crees que nos vas a asustar con toda esa cháchara absurda? —Se burló el arcadio, el hermano de Saga.

 

—No pretendo hacerlo, son hechos, nada hay que se pueda hacer contra ello… y ya que estás aquí, supongo que al fin voy a descansar…

 

—¿De qué…? —Saga trató de completar la pregunta pero no fue necesario hacerlo, cuando se dio cuenta Kanon mantenía el cuello de Egisto apretado entre sus manos, él otro parecía entregarse con absoluta complacencia, como si aquel acto impío lo liberase al fin.

 

—¡Kanon! —Se escuchó a sí mismo gritando con una voz hueca, sin emoción.

 

Pero era tarde, para entonces la vida de Egisto se extinguía para siempre bajo las manos de Kanon, tal como estaba previsto… ahora ambos eran parte de esa perfecta dualidad, la suerte estaba echada. Se habían vuelto luz y oscuridad, pero la incógnita seguía siendo la misma: ¿Quién? Y ¿Hasta cuándo?

 

—Se cómo hacerlo… —farfulló Saga—, sé cómo cambiar al huésped…

 

—¿Y lo harás…? ¿A qué precio, Saga? —Pronunció con tranquilidad Kanon, acercándose por la espalda hacia su hermano, rodeándolo con ambos brazos.

 

—Al que sea necesario…

 

Fueron sus últimas palabras antes de levantarse y llevarse el mapa que estaba extendido en la mesa.

 


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