Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Youngsters por KarmaTour

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hooooola! Este es mi primer original, espero que les guste.

[Capítulo 10 arriba, gracias por leer y comentar]

 

Tenía 13 años cuando conocí a Alonso. En realidad “conocer” es una palabra muy grande; solo estábamos más o menos conscientes  de nuestra mutua existencia en un salón de clases compartido con otras 38 almas.

Recuerdo haber estado muy impresionado cuando supe que le gustaba Placebo, primero, porque la mayoría de nuestros compañeros de clase se limitaba a escuchar insulsas canciones pop de moda, segundo, porque no era común que un chico de su edad escuchara música alternativa, mucho menos una banda tan fácilmente catalogable como “gay”.

Yo pasaba por una época oscura, propia de los primeros años de la adolescencia, me sentía solo, aislado, incomprendido, confundido. No tenía muchos amigos. Las cosas en casa no eran mucho mejores. Y por alguna razón, creí que él pasaba por lo mismo. Tal vez por la forma en que miraba, con esos ojos negros e inexpresivos que hacían contraste con su piel blanca, o por su vibra antisocial que hacía que incluso los chicos grunge de último año quisieran juntarse con él; fuera lo que fuera, algo me decía que él y yo no éramos distintos, y desde ese momento quise ser su amigo.

Para mi sorpresa las cosas se dieron por sí mismas. Un día después de una clase de música en la que todos tuvimos que cantar una canción a nuestra elección (él cantó algo de Placebo, yo una canción de una banda de rock poco conocida), se me acercó.

-Fuiste muy valiente.- Me dijo, mirándome con simpatía. No supe si lo dijo porque canté horriblemente mal, o por la canción que elegí (que incluía asesinatos y canibalismo), y no quise preguntar. Solo me limité a contestar que él lo había hecho muy bien, y que me gustaba mucho su canción.

Tras ese breve intercambio de palabras todo pasó rápido. De pronto teníamos 14 años y éramos los mejores amigos, compartíamos música, libros, y películas. Nos ocultábamos al final del salón, intentando embriagarnos con colonia, o aspirando jugo en polvo por la nariz, siempre riéndonos de la profesora de física y de nuestros compañeros.

Teníamos otras dos amigas, Francisca y Daniela, se sentaban frente a nosotros y compartían la mayor parte de nuestra idiotez. El grupo se cerraba con Camilo, un muchacho tímido y poca cosa, pero en general buena persona.

Alonso era un dibujante estupendo, pasaba horas completas llenando cuadernos con ilustraciones impresionantes. Durante unos meses se había obsesionado dibujando anime, personajes conocidos (según él, yo nunca supe de esas cosas) y otros de su autoría, todos perfectamente detallados, dignos de un profesional. Me gustaba mucho ver sus dibujos, y a él no le molestaba, así que me dejaba llevarme sus cuadernos a casa para calcarlos.

Una de esas tardes, revisando hojas y hojas de dibujos con grafito, me encontré con una página que llamó mi atención. Eran dos mujeres tocándose lascivamente,  Alonso al día siguiente me explicó que eso era Yuri, y que era su género favorito de manga.

-Pervertido, deberías avergonzarte.- Dije, revisando otros dibujos similares que me había alcanzado.

-¿Por qué? No tiene nada de malo, además es solo un dibujito. No es como que esté trayendo porno al colegio ni nada.

-Supongo que tienes razón…

-¿Te gusta?- Me sonreía, con complicidad. Su expresión me dio mucha risa, pero acabé aceptando que en realidad si me gustaba.- También he escrito algunas cosas.

-¿Cómo? ¿Historias de lesbianas?

-Deja de reírte, no seas estúpido Cristóbal.

-Perdón, perdón. No quise reírme de tus historias de lesbianas.

-Sigues riéndote, pero no importa, lee esto y después te ríes.-Con ceremoniosa seriedad me acercó unas hojas impresas por ambos lados. Creo que esa fue la primera vez que leí un “fanfic”, no recuerdo de qué serie trataba, pero lo importante era que las protagonistas follaban como locas en cada párrafo.

Cuando terminé la última página lo miré un poco confundido. Acababa de leer una historia de lesbianas, y me había encantado.  Seriamente. Incluso me había excitado un poco mientras leía (no es tan raro, en esa época todo me excitaba).

-Y… ¿vienes al colegio con estas cosas en tu mochila?

Solo se encogió de hombros, riéndose.

Ese fue el inicio de una etapa creativa bastante interesante, que solo compartíamos de vez en cuando con Camilo. Habíamos decidido escribir y dibujar (bueno, Alonso dibujaba y yo aportaba ideas) nuestra propia novela gráfica, que Alonso insistía en llamar Manga a pesar de mis advertencias sobre lo idiota que eso sonaba.

Mientras tanto, los días de colegio pasaban lentamente. Me encantaba ir a clases, porque sabía que me iba a encontrar con Alonso y pasaríamos la tarde riéndonos de alguna cosa bizarra que se nos ocurriera.

Las cosas comenzaron a cambiar cuando en mi casa se habló de “emigrar a Canadá”. Parecía algo bastante serio, ya estaban contactándose con unos parientes que vivían en Vancouver, y que estaban encantados con la idea de recibirnos. Cuando le conté al grupo tuve distintas reacciones. Las chicas estaban muy interesadas en averiguar si tendría que hablar inglés o francés, Camilo solo parecía muy asustado, y Alonso… Alonso solo me miró con una expresión extraña en el rostro, y cambió el tema.

Un día saliendo del colegio me pidió que lo acompañara a caminar. Solíamos tener largas caminatas por los alrededores del colegio cuando salíamos temprano, recorriendo distintas calles para detenernos siempre frente a una casa abandonada de aspecto lúgubre. Alonso decía que había algo “poético” en esa casa. Yo solo la encontraba bonita.

-Estoy saliendo con una chica. O sea, no saliendo SALIENDO, es mi vecina… y últimamente nos hemos estado viendo, o como sea.

-Eh… felicitaciones.- No tenía ganas de felicitarlo. De hecho no me había gustado en absoluto la noticia, creo que sentí envidia de que él pudiera conseguir una chica y yo no.

Nos quedamos en silencio un rato, sentados frente a la casa abandonada sin mirarnos. Cuando comenzó a oscurecer tomamos nuestras mochilas y nos fuimos, hablando de cualquier cosa sin volver a tocar el tema.

Entonces, mi mejor amigo tenía una novia (o lo que fuera), mientras yo tenía mi mano derecha como única compañía. Me preocupaba que las cosas cambiaran entre nosotros, como pasa en las películas cuando el protagonista elige a la chica por sobre sus amigos, pero nada de eso ocurrió. La vida siguió igual para nosotros, y eventualmente olvidé que alguna vez habíamos tenido esa conversación.

Estaba llegando el final del semestre y con él las vacaciones de invierno, Alonso y yo frecuentábamos el cementerio municipal como nuevo pasatiempo. Caminábamos entre las tumbas respirando el aroma, mezcla de flores secas con carne podrida, asombrándonos con los enormes mausoleos, y evitando a los otros visitantes. No hablábamos mucho, no había necesidad. Recorríamos todo y luego nos íbamos planeando el día en que fumaríamos nuestro primer cigarrillo (experiencia que queríamos probar lo más pronto posible).

No vi a nadie del grupo durante el resto de las vacaciones, viajé a una ciudad cercana y me quedé ahí. Era la casa de mi abuela, en una tranquila villa llena de gente de mi edad con la que podía salir y estar tranquilo sin preocuparme de la manía de mi madre con los horarios de llegada. Había un río cerca, así que durante las noches nos íbamos con algunas cervezas, riendo y charlando iluminados por la luz de las estrellas reflejada sobre el agua.

Una de esas noches conocí a Javiera, una bonita chica de ojos verdes que me volvió loco inmediatamente. Paseábamos de la mano en nuestras visitas al río, siempre un poco alejados del resto, pero no lo suficiente para quedarnos solos, porque ella era excepcionalmente tímida.

Tuve mi primer beso en una de esas noches frías en la villa, y poco tiempo después también fumé mi primer cigarrillo, acostado en el pasto mirando las estrellas. A pesar de la tos de principiante y las mil veces que tuve que lavarme las manos para quitar el olor, fue una experiencia mágica, que quise mantener en secreto un tiempo.

El asunto del primer cigarrillo era importante. Era una pequeña rebelión dentro de nuestras controladas vidas adolescentes, era algo de tipos duros, como James Dean o Kurt Cobain, casi una declaración de principios. O al menos de eso estábamos convencidos.

Naturalmente, cuando le conté a Alonso una vez de vuelta en casa, no le pareció tan fantástico.

-Traidor. Tienes que ayudarme a comprar un paquete de cigarrillos, si no lo vamos a hacer juntos lo mínimo que puedes hacer es ayudarme.

-Odio que estén TAN obsesionados con esto de los cigarros. ¿No saben qué dan cáncer? A penas tienen 14 años, se van a matar. –Intervino Daniela, con cara de pocos amigos. Últimamente había estado de pésimo humor, aparentemente porque Francisca había estado evitándola.

-¿Sigues así por lo de Fran?

-Cállate Cristóbal. Les estoy hablando súper en serio.

-Ya escuchaste Cristóbal, SÚPER en serio.-Bromeó Alonso sin despegar la vista del cuaderno en el que dibujaba.- ¿Dani? ¿Has pensado que a lo mejor te gusta Francisca y que por eso tienes estos síntomas histéricos?

Daniela y yo lo miramos un rato sin entender. A pesar de leer sobre lesbianas yo no estaba seguro de que existieran en la vida real, después de todo en nuestro pequeño colegio católico no se hablaba de esas cosas.

-Imbécil.-Y sin más, Daniela tomó sus cosas y fue a sentarse con otra de sus amigas, lejos de nosotros. Camilo seguía pasmado, mirando a Alonso como si acabara de sugerir que nuestra compañera en realidad era un travesti.

-Oye… no digas esas cosas… vas a hacerla sentir mal.-Murmuró, nervioso.

-Bah… no seas idiota. Es OBVIO que le gusta. Nadie es así de obsesivo con sus amigos, ni siquiera con sus mejores amigos. ¿Me has visto alguna vez haciendo un escándalo porque Cristóbal no quiere sentarse conmigo?

-Woah. Sí, en realidad es un poco raro.-Acepté, acomodándome en mi silla para poder mirar a Francisca que estaba sentada mucho más lejos de nosotros, con las chicas “populares” del salón.- Daniela sí actúa como una enferma a veces.

Camilo solo guardó silencio, frunciendo las cejas con preocupación. En ese momento pensé que estaba exagerando, porque en realidad no había nada malo con que una de nuestras amigas fuera una lesbiana enamorada.

De pronto todo tuvo sentido, las miradas, los enojos, el repentino mal humor, aquella “cercanía” entre ambas… Rápidamente lo entendimos, lo aceptamos, y decidimos no volver a hablar de eso.



***


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).