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Zombie por Touoka

[Reviews - 24]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del capitulo:

Quiero empezar agradeciendo los reviews a pesar de que los capítulos sean cortos, les juro que intento que sean lo más largos posible pero estoy en mi según semestre se preparatoria y no me da tanto tiempo. Escribiré todo lo que pueda en los fines de semana n.n

 

gracias por sus comentarios, en serio me hacen feliz:')

 

disfruten el capítulo <3

 
 
 
 
Siguió comiendo. Los ojos de la chica se iluminaron como nunca antes creyendo ciegamente en las palabras de Sebastian.
 
-Y entonces, si existe tal lugar, ¿por qué estabas buscando entre los cadáveres de la gran plaza de Londres?– preguntó Ciel esta vez.
 
-Estoy buscando a alguien, tenía la esperanza de que ésta persona siguiera con vida pero después de días yo...– dejó caer la cuchara en el cuenco y bajó la mirada.– perdí la esperanza
 
-¿Quién es esa persona?
 
-Es una persona especial para mí.– Ciel vio un objeto brillante que colgaba de una fina cadena alrededor del cuello de Sebastian: un anillo. Esa persona era su esposa.
 
Se llevó la mano al pecho donde él al igual que Sebastian llevaba colgado el último objeto que podía recordarle a su familia. El anillo de su padre. 
 
-Lo lamento.– dijo Lizzy en un susurro.
 
-No importa, esa persona es la más lista que conozco. No puede morir tan fácil. ¿Tienen algo de beber?
 
La rubia se levantó y fue corriendo por un vaso de agua para dárselo a Sebastian quién lo recibió gustoso. Platicaron por un par de horas hasta que Claude le hizo señales a Ciel para que fueran a un lugar apartado y éste le obedeció.
 
-No esperas que lo adoptemos como un cachorro perdido, ¿o sí?– soltó de una vez. 
 
-Ahora que sabemos que el refugio es real no tenemos porqué seguir aquí, además ese hombre pude guiarnos.
 
-No confío en él. Tiene algo que no me... Convence. Esa historia por la que salió de Escocia parece más que inventada. Podría ser un psicópata.– dijo aún más impaciente.
 
-Un idiota no lo dudo pero no es para tanto. Mira, descansemos por hoy, mañana hablamos sobre irnos de aquí o quedarnos.– dio la vuelta para salir cuando Claude lo tomó del brazo para hacerlo girar, tomar su nuca y acercar sus labios a los de él. 
 
Entonces Ciel se alejó antes de que pudiera besarle.
 
-No intentes hacerme cambiar de opinión con eso.– y se fue.
 
Se acomodó junto con Lizzy mientras le ofrecía alojo al moreno por una noche, mañana hablarían sobre irse. Tenía un montón de preguntas pero no era el momento. Claude se hizo cargo de cerrar todo para después acostarse un poco más alejado del grupo.
 
-Ciel.– le susurró Lizzy entre la oscuridad.– Estoy emocionada.
 
-Me alegra.– se acercó a ella para oír mejor.
 
-¿Crees que podríamos llegar? Con Sebastian parece tan cerca...– se quedó callada y Ciel pudo distinguir su sonrisa.- Prométeme que lograremos llegar.– le extendió su dedo meñique y Ciel lo enredó con el suyo.
 
-Juro que te llevaré ahí.
 
-Gracias...– y se quedó dormida.
 
 
**
 
 
 
-¡Maldición!– dio un pequeño grito cuando se enredó el pie con un antiguo cable de electricidad.
 
Ciel abrió sus ojos lentamente para ver a Sebastian que salía del lugar. Se levantó rápidamente para seguirlo, no podía irse. Aunque odiarla admitirlo, él era su única salvación.
 
-¿Podría saber a dónde vas?– le preguntó a sus espaldas, el frío entró por debajo de la camisa de Ciel, están afuera del edificio y ya estaban bastante lejos del lugar donde dejó a sus amigos sin protección.
 
-Deja de seguirme. Tengo que irme, no tengo tiempo de jugar a los cobardes.
 
-¡Por eso mismo no puedes irte!
 
-No puedo llevarlos conmigo, porque, déjame decirte que yo no tengo ninguna intención de volver a ese lugar.– la cadena de dorada volvió a brillar con la luz de la luna. Era verdad, tenía que irse.
 
-Pero...
 
Entonces se escuchó un ruido. Varios ruidos.
 
Gemidos y alaridos. Ciel más que nadie distinguía esos ruidos. Eran zombies. Y estaban cerca. De repente algo vino a su mente y le cayó como un balde de agua fría: Lizzy.
 
Se dio la vuelta y comenzó a correr.
 
 
**
 
 
Sus pasos se vieron acelerados por un grito femenino. Estaban arriba, ¿cómo es que pudieron subir tan rápido? Además no entendía cómo pudo ser tan idiota como para haberlos dejado así como así. Entonces recordó que no había sellado la entrada por correr detrás de Sebastian. Qué estúpido, no dejaba de maldecirse a sí mismo en su mente.
 
-¡Espera!– Sebastian agarró al menor de la camisa y lo jaló hacia sí.– ¿qué esperas lograr con esto? 
 
-¡Suéltame! ¡Tengo que ir! ¡Tengo que salvar..!
 
-No pienses que encontrarás a alguien vivo allí dentro.
 
-¡Tengo que tratar! ¿Qué no entiendes? Ella...– por su mente pasaron un montón de desagradables escenas imaginando a su amiga siendo asesinada por zombies.– No puede... Morir.
 
Las calientes lágrimas cayeron por sus mejillas cuando sintió un golpe sordo en la parte trasera de la nuca y perdió la conciencia. 
 
 
**
 
 
En su sueño se veía a sí mismo cuando tenía ocho años. Una edad difícil para él. Las paredes se le hacían enormes y frías, y si a eso le sumaban la ausencia de sus padres era una pesadilla viva. No quería estar ahí, el niño que veía tenía la cara demacrada. Mentiría si dijera que su infancia estuvo llena de amor y atención cuando lo único que recibía eran un montón de presentes que terminaban destrozados por él y posteriormente enterrados en el jardín.
 
El Ciel de ocho años estaba sentado en su cama con las sabanas completamente blancas y tendidas a la perfección, oía los gritos de sus padres al pelear y apretaba los puños con cada golpe que su padre le daba a su madre. Luego escuchó el azote de la puerta. Su padre lo había abandonado. Justo como lo hizo la ultima vez. Sin una sonrisa, como si llevara una gran culpa consigo. El pequeño se levantó de la cama y camino por el pasillo lleno de artefactos valiosos que jamás le dejaban tocar. Aferrándose a la lisa pared color índigo. Sus pasos eran cortos y silenciosos por los calcetines blancos que portaba. Hasta que llegó a la habitación de sus padres donde se encontraba su madre en el suelo con una jeringa en la mano. Debatiéndose entre inyectarse o no. 
 
-¿Mamá?– preguntó el niño asomándose apenas por el marco de la puerta. 
 
-Oh, Ciel.– ocultó la jeringa entre los pliegues de su vestido rosado y corrió hacia su hijo.
 
-¿Dónde está papá?– detonó con voz infantil.
 
-Bueno, papá...– embozó una sonrisa fingida. Cosa que Ciel no lo había notado hasta ese momento.– está trabajando. Ahora mismo está en algo muy importante y no volverá en un tiempo. Por cierto ya casi cumples años y como siempre te tiene un regalo. Toma.– debajo de la cama sacó una caja de color beige con un listón rojo vivo. 
 
Una sonrisa se dibuja en su rostro al ver que dentro de la caja se encontraba un carro de juguete. Parecía ser de colección, como muchos de los vehículos a escala que le había regalado en cada uno de sus cumpleaños. Esta vez era un Maverick color amarillo.
 
-Ahora ven, vamos por un helado. 
 
Ese juguete terminaría enterrado bajo la tierra del jardín antes de las ocho.
 
 
**
 
 
 
Tenía la sensación de ser cargado como un costal de patatas y un pequeño mareo. Estaba incómodo y su cuerpo completamente pegado al pecho de un chico. 
 
-Despierta, bella princesa.– era la voz de Sebastian quien le cargaba.
 
-¿Sebastian..? ¿Dónde estamos?– éste detuvo su paso y bajó al menor.
 
-Lejos. Lo más lejos que pude llegar contigo en brazos.
 
Se llevó la mano a la frente y recordó la razón de su jaqueca: Lizzy.
 
-¡Tú!– tomó de las solapas al pelinegro y lo derribó.– ¡¿por qué hiciste eso?! ¡No tenías derecho! 
 
-¿No tenía derecho de salvarte la vida? Vaya, esperaba un "gracias, Sebastian." Y lo que pasara después...– rió ligeramente– eso sería parte tuya.– su arrogancia le hizo enojar aún más al chico. Le dio una bofetada bastante fuerte para callarlo.
 
-Eres una molestia. Vamos a estar juntos por un tiempo así que más vale que nos llevemos bien. 
 
-¿Juntos? ¿Tú y yo? Antes muerto.– se levantó y comenzó a caminar sin esperar a que Sebastian dijera algo.
 
 
**
 
 
Pasaron las horas y Ciel no dejaba de dar vueltas, creyó haber pasado el mismo edificio al menos cuatro veces, ¿desde cuándo Londres era tan pequeña? Ni siquiera parecía ser Londres, no tenía idea de dónde estaba. Los edificios le asfixiaban y daban vueltas, tenía seca la garganta y no dejaba de odiar a Sebastian profundamente. Se ocultó en un callejón debido a la oscuridad, las bestias usaban a la noche para cazar y Ciel no tenía la fuerza suficiente como para pelear contra una de esas cosas. Cayó dormido recargado en un contenedor de basura. 
 
 
 
Gotas de agua cayeron por su frente. Estaba fría y un poco viscosa. No era lluvia. Vislumbro a un zombie justo enfrente de él, desesperado, buscó su arma la que solía guardar el la hebilla de su cinturón. No estaba. 
 
-"Mierda."– cerró los ojos con la esperanza de volver a ver a Lizzy o a su madre en el otro lado. 
 
Y un disparo limpio atravesó el cráneo del zombie. 
 
-¿Que haces ahí sin hacer nada?– no era la voz de Sebastian, ni la de Claude. Tampoco reconoció a esa persona. Cubría su rostro con una capucha. Pero pudo ver la sonrisa que embozaba.– toma.– le dio un arma.– Y cuídalo bien, es un poco testarudo.– desapareció antes de que pudiera preguntar algo.
 
Enterró otra bala en medio de los ojos del zombie que se aproximaba.
 
-¡Ciel!– Sebastian estaba en el extremo del callejón cubierto en sangre, jadeaba y tenía la ropa bastante desarreglada. Había tenido que hacer lucha para llegar hasta allí.– eres un idiota, estúpido, pequeña rata, mocoso...– con pasos largos llegó hasta él.– ¡me tenías preocupado!
 
-Yo... Él...– apuntó con la mano temblorosa al fondo del callejón donde aquel chico había ido.
 
-Eres una tortura.– susurró y con fuerza tomó de la nuca a Ciel para atraerlo hacia sí para dejar que sus labios se encontraran con los de él. Un beso que no se vio interrumpido por la lluvia que comenzaba a caer.
 
 
Notas finales:

Dejen esos bellos reviews *-*


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