Una. Dos. Tres. Cuatro cuadras, ¿a dónde se dirigía aquel sujeto? Por detrás parecía ser un humano y su andar lo confirmaba, pero eso no hacía que Ciel dejara de apuntarle con su arma a sus espaldas. Ocultándose sigilosamente logró seguirlo hasta un parque donde vio al sujeto que buscaba entre los cadáveres, parecía buscar a alguien en especial pero en su rostro desconcertado algo no iba bien. Ciel se ocultó detrás de un árbol asegurando que estuviera despejado. El hombre estuvo apunto de dar la vuelta cuando...
-Anda, sal de ahí. Podemos hablar si quieres.– el ojiazul se petrificó al instante, ¿cómo le había visto? Jamás se volteó a sus espaldas. Salió de su escondite con el arma apuntando a su pecho. El hombre iba vestido con un traje algo gastado, chaleco abierto y camisa blanca desabotonada dos botones. Tenía un par de perforaciones en el cartílago derecho, cabello oscuro y ojos carmesíes.
-Dame todas tus armas.– le ordenó.
-Me llamo Sebastian...
-¡Ahora!– exclamó apuntando con más fuerza mientras se acercaba.
-De acuerdo, de acuerdo.– de su chaleco sacó una navaja algo gastada para extendérsela al menor.
-No juegues conmigo.– amenazó creyendo que sólo era una broma.
-No lo hago. Esa es mi arma. Hace mucho que no hablo con otro humano y esta no era la clase de conversación que esperaba tener después de tanto tiempo.– se rió al mismo tiempo que Ciel bajaba su arma y tomaba la navaja con algo de brusquedad.
-¿De qué te sirve esto?
-Puede ser bastante útil si sabes usarla, niño.
Sebastian pudo ver al chico disgustado por su comentario y sonrió, se acercó a él y con la mano bajó el arma que le apuntaba.
-Ahora, fue un gusto conocerte, pequeño quién jamás me dijo su nombre.– se despidió de él dando vuelta para regresar a su tarea. Buscarlo.
-¡Espera!– corrió detrás de él. Ese hombre era la única persona que había visto además de Claude y Lizzy, tenía que saber algo que Ciel no.– ¿de dónde vienes? ¿Cómo es que llegaste hasta acá ileso? ¿Sabes algo del refugio en Escocia? ¡Hey!
-¡Detente! Me vuelves loco. Invítame algo de comer y puede que te responda.– garantizó.
-¿Pero sabes algo?
-Yo estuve ahí, niño.
Sin más remedio para conseguir lo que quería, lo guió de vuelta a su "hogar".
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-Es increíble lo callado que puedes ser al mismo tiempo que eres molesto.– dijo Sebastian en tono de burla mientras subían las escaleras eléctricas disfuncionales del edificio.– Además no me vendría mal saber tu nombre, es molesto llamarte niño todo el tiempo.
-Ciel. Ahora solo hay algo que deberías decir.
-¿Tengo hambre?
-Idiota.
Entraron a la habitación donde estaban Claude y Lizzy preparando el almuerzo y todo se quedó en silencio cuando estos vieron al hombre que acompañaba a Ciel.
-¿Qué fue lo que pasó a...?– Claude había abierto la boca para hablar pero Ciel lo calló rápidamente.
-No era uno de ellos. Pero sabe algo.– dijo mientras pasaba rápidamente a su lado para quitarse el armamento de encima.
-Creí que habíamos hablado de eso.– susurró a espaldas del ojiazul.
-Oye, tranquilo.– le dijo con una pequeña sonrisa.– No creo que vaya a matarnos o algo por el estilo. Y si es así...– le mostró el arma que tenía asegurada en la hebilla del cinturón.– sería todo un honor plantarle una bala entre los ojos.
Chasqueó la lengua con disgusto y se volteó hacia el tal Sebastian, o, según Ciel, así se llamaba. Platicaba alegremente con Lizzy, casi había olvidado la sonrisa de la joven hasta que él llegó. Ciel le tendió al ojicarmesi un plato con lo que parecía ser una especie de guiso con otra cosa que no tenía ni buen color ni buen sabor, pero era comestible.
-¿Vienes de afuera, Sebastian?– le preguntó Claude mientras se sentaba con los demás a almorzar.
-De Escocia.– respondió con la boca llena de comida como un animal.
-Supongo que del supuesto refugio que ahí hay, ¿no es así?
-Sip.