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Confesión. por Nayuki_Uchiha

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Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen a Haruichi Furudate-sensei.

Fic creado por y para fans, sin fines de lucro.

Notas del capitulo:

Holaaaaaaaaa~

Hoy les traigo un Ukai x Takeda, porque sinceramente, amo a esta pareja y no me resistí a escribir sobre ellos (además de que no hay mucho y la mayoría está en inglés).

Y son tan afsgafdgafgs *u*

Espero les guste~

Él es lindo. Y eso al principio te parecía raro, porque es un hombre y tú también, pero no podías evitar pensar que él era malditamente lindo. Todo en él es lindo. Su cabello suave, su piel blanca, su voz angelical, sus palabras amables, su estatura perfecta para que lo encierres en tus brazos, su mirada curiosa, la manera en que dice tu nombre y te sonríe. 
 
Claro que tú sabes que nada de eso va especialmente dirigido a ti. Las sonrisas son por cortesía y tu nombre va acompañado de formalidades. Te mira curioso porque sabe que tú tienes la respuesta a sus preguntas sobre el deporte. Pero a todos les habla de igual manera, a todos les sonríe igual, y a todos les regala dulces palabras de aliento. 
 
Y a ti te molesta. Te molesta que no vea que mueres por él, o que si lo ve, haga como si nada pasara. Te molesta que a todos les regale las mismas sonrisas que a ti, siendo que tú a él le sonríes como si de ello dependiera tu vida. Y es que actualmente, de ello depende. 
 
Esperas que sea la hora de las prácticas sólo para tener la oportunidad de verlo, aunque muchas veces no se aparece y te sientes decepcionado y estúpido. Como si él quisiera verte. Como si él fuera a dejar lo que sea que esté haciendo para pasarse por el gimnasio a saludar, siendo que a los chicos durante el día los ve por los pasillos o en su salón. 
 
Te alegras cada vez que pasa por el negocio, e intentas entablar conversación a pesar de que sabes que a veces lleva prisa. Tú quieres ser su motivo de llevar prisa, y el pensar que otra persona puede serlo, te cabrea. Cada vez que piensas en que otro hombre pueda estar abrazándolo y recibiendo sonrisas especiales, te cabreas de tal manera que golpeas a la pared. 
 
Celos. Sientes celos de algo que ni siquiera estás seguro de que exista. Porque el sensei nunca dio señales o confirmaciones de estar en pareja. Ni siquiera sabes si es gay, o si le gustan las mujeres. Y te cabrea el pensar en que tal vez te hagas tanto problema e ilusiones por alguien que quizás jamás te vaya a prestar ese tipo de atención por el simple hecho de que seas hombre.  Pero no puedes evitarlo. No puedes evitarlo porque sabes que todo intento de cambiar tus pensamientos será inútil. Estas hasta la médula colado por él y, lamentablemente, cuando algo se te mete tan a fondo en la cabeza, no hay manera buena de que se vaya.
 
Sabes que para dejar de pensar en él, vas a tener que verlo siendo feliz con alguien más. Vas a tener que escuchar sus palabras de rechazo, y vas a tener que dejar de verlo por un tiempo. Y tal vez ni eso funcione del todo.  Tal vez en el fondo siempre le quieras, porque nunca te sentiste tan así sobre alguien antes. 
 
Sabes que lo que sientes por él es diferente a lo que siempre habías sentido por tus novias. Nunca habías sentido esta desesperación respecto a otra persona, nunca este cariño o esta felicidad con tan solo verla. Y también te asusta. Te asusta porque quizás le quieras demasiado, y él no te quiera nada. Te asusta porque quizás rompa tu corazón como nadie jamás antes lo hizo, y no puedas repararte, aunque suene cursi.
 
Pero le quieres. Estás enamorado de él, no lo vas a negar. Y planeas ponerle fin a todo esto. Sí. Un final bueno o uno malo, no lo sabes. Pero un final. Vas a decirle. Vas a confesarle todo lo que sientes por él. Vas a decir en voz alta esa conversación que millones de veces has practicado en tu mente.
 
Vas a ir a buscarlo luego del entrenamiento, vas a  decirle que todo lo que estás por decir es en serio y que te escuche hasta que termines de hablar, y vas a soltar todo. Que lo quieres, que estás enamorado de él, que lo celas de cosas que ni siquiera sabes si existen, que lo celas de los alumnos, que mueres por él. Que te encanta todo de él, que cada vez que te sonríe no sabes si mueres o vives un poco más, y que te está volviendo loco. Que necesitas una respuesta. Necesitas que todo esto tenga un final o un comienzo, porque estás enloqueciendo, enloqueciendo de amor como jamás creíste que lo harías. 
 
Y entonces, un viernes te decides. Pasas demasiado tiempo frente al espejo haciéndote el mismo peinado de siempre, y finalmente teniendo los mismos resultados de siempre. Te pones perfume, y un conjunto deportivo que lavaste la noche anterior. Te miras en el espejo y dices “Yo puedo. Sólo es él. Tengo que ser positivo.” Y sales de tu casa rumbo a la escuela.
 
Entras al gimnasio, saludas a todos, y es recién ahí cuando piensas en que quizás él no aparezca. Porque no siempre acude a las prácticas, a veces está ocupado. O a veces sólo pasa a decir algo corto y luego se marcha. Y te golpeas mentalmente porque quizás tomaste tanto valor y te diste tantas palabras de aliento para nada, porque quizás él no se presente. Y te deprimes. Te deprimes porque será otro fin de semana sin verlo, y encima sin haberle confesado lo que tanto habías esperado por confesar. Y es en ese momento, cuando estás deprimiéndote y dando vagamente instrucciones a los alumnos, cuando su voz angelical se hace presente. 
 
-Hola a todos –dice con una sonrisa, y todos voltean a verlo y lo saludan desde la distancia. “Take-chan” lo llaman algunos, y tú mueres por llamarle así también-. Ukai-kun –saluda cuando está a tu lado, y por un momento jurarías que su sonrisa fue distinta a cuando se la dirigió a todos, fue especial, mejor, más feliz.
-Hola, sensei –lo saludas devolviéndole la sonrisa ahora de manera más alegre y él lo nota.
-¿Sucedió algo bueno? –ah, ahí está su mirada curiosa.
-Sucederá –respondes, y la curiosidad en su cara aumenta, pero te resistes. Te resistes a decirle todo allí nomás, te resistes a decirle que es lindo, te resistes a estrujarlo en tus brazos y decirle que lo quieres. 
 
La práctica transcurre de lo más normal, y a ti te entra el nerviosismo. ¿Lo harás? ¿Después de todo lo harás? ¿Y si te rechaza? ¿Tirarás por la borda todo esto –nada- que tienen ahora? ¿Por calmar tu mente? Sí lo harás. Tienes que hacerlo, sin importar las consecuencias. Tienes que hacerlo, porque ahora estás en un punto muerto en el que sólo escurres tu cerebro para intentar obtener respuestas que sólo él te puede dar.
 
Pero aún así te desesperas, y los nervios están consumiéndote a medida que pasan los minutos y la hora de la verdad se acerca. Y cómo no, con semejante cosa que va a pasar. 
 
Saludas a los alumnos, los felicitas por su esfuerzo y sus avances, y finalmente, se van todos. Miras por la puerta, y te aseguras de que todos hayan cruzado las rejas de la escuela y desaparezcan de la vista, y te volteas a Takeda-sensei. 
 
Él te mira curioso, y asumes que es por la manera en que mirabas a los alumnos irse, siendo que siempre te vas justo después de ellos.
 
-Tengo algo que hablar con usted, sensei –le dices de la manera más relajada que puedes, y sabes que aún así tu voz salió tensa. 
-Dime –te dice con su voz angelical y una sonrisa en su rostro, y tú lo sueltas.
 
A medida que hablas sientes como sus expresiones van cambiando. Al principio lucía sorprendido, luego incrédulo, y ahora luce sonrojado, nervioso y con una sonrisa tímida en los labios. Agradeces internamente que en ningún momento haya puesto cara de asco, desprecio o enfado, y por un momento piensas en que de igual manera puede rechazarte.  Finalmente, cuando terminas de hablar y te le quedas mirando esperando por su respuesta, habla. Dice las palabras que jamás te esperarías que dijera, y ahora el sorprendido y nervioso eres tú.
 
-Creí que nunca lo dirías, Keishin –dice con un sonrojo adornando sus mejillas y sus ojos sonriéndote. Te ruborizas, porque qué más puedes hacer, y te acercas a él. 
 
Se miran durante un momento, con sus caras a centímetros de distancia por la jodida diferencia de estaturas. Finalmente, te inclinas un poco, y lo besas.
 
Al principio se pone tenso, y al abrir un poco los ojos puedes comprobar que está totalmente ruborizado. Colocas tus manos en su cintura, y luego de un momento se relaja, te corresponde el beso, y rodea tu cuello con sus brazos. Permanecen allí, besándose, sonriendo entre beso y beso, hasta que sienten que un buen rato ha pasado. 
 
-T-tengo que ir a devolver la llave.. –dice él, todavía algo ruborizado, y asientes. 
 
Lo acompañas a dejar la llave en la sala de profesores, y toma su bolso. Pocos profesores quedan allí, y se están por ir. No sabes que hacer a continuación, pero no quieres dejarle ir. No ahora que finalmente le dijiste todo lo que sentías y te aceptó. Una idea cruza por tu mente e ilumina tu rostro, y cuando van saliendo del colegio, hablas, medio nervioso:
 
-Sensei ¿Tienes algo que hacer esta noche? –preguntas con una sonrisa en tu cara, y él se ruboriza un poco.
-N-no –dice-.
-¿Quieres venir a mi casa? –propones, ofreciéndole una mano que él toma. 
-Está bien –acepta, y luego agrega-. Y no me llames “sensei”, por favor. Siento que salgo con algún alumno o algo así.
Te lo piensas un rato, y hablas - ¿”Ittetsu” está mejor? –le preguntas.
-Sí –asiente algo sonrojado, y tú sonríes.
 
“Ittetsu” es mejor que “Take-chan”. Sus sonrojos, su mano y sus besos, son mejores que todas las sonrisas que pueda regalarle a los alumnos. 
 
Y tú no dejas de sonreír. 
 
Notas finales:

Bueeeeeeeeenis~~

¿Qué tal les pareció? Espero que les haya gustado *n*

¡Con un lindo rw me harían feliz! c:

Saludos, y gracias por leer.. ~*


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