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Ojos sin Color por paunina12

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Notas del capitulo:

Nada que decir más que lamento la tardanza

Golpeó la puerta un par de veces, pero no recibió respuesta alguna. Caminó de vuelta a donde Mei-rin había estado limpiando, pero no la encontraba por ningún lado, ella era la única, junto con Tanaka y Sebastian que sabía done se guardaban todas las llaves de las diferentes habitaciones que había en toda la mansión. Al no encontrar a la chica, fue a una de las habitaciones de sus sirvientes a buscar a Tanaka, pero este tampoco apareció. Caminó por toda la mansión llamando a sus sirvientes, pero no recibía respuesta alguna. Al final llegó a el recibidor y decidió revisar los cajones de los muebles que estaban cerca.

Había una infinidad de llaves repartidas por todo el cajón, y todas eran muy diferentes, recordó que la cerradura de la habitación de Sebastian era muy antigua, así que tomó con sus manos las que le parecían más antiguas, que eran como 10 aproximadamente y con ellas camino nuevamente hacia la habitación del mayordomo, con prisa trató de encajarlas una por una, hasta que en el octavo intento pudo encontrar la correcta. Abrió la puerta y para su sorpresa su perfecto mayordomo…no estaba allí.

No pudo evitar enfadarse profundamente, ¿Dónde rayos se había ido todo el mundo? Lo habían dejado corriendo de un lado para otro como un idiota, y el único que podía explicarle lo que había pasado era su mayordomo, pero este también había desaparecido. Recordó entonces la promesa que habían hecho, Sebastian dejaría de ser su perfeto mayordomo por 24 horas y a las 3 am todo volvería a ser como antes.

Salió fuera de la mansión y pudo ver una figura vestida de negro a lo lejos, se acercó a ella cauteloso, y se encontró con la persona que más quería ver.

-¡Sebastian!- llamó a lo lejos sin recibir respuesta alguna.

-¡Sebastian!- volvió a repetir, mientras se acercaba a la figura.-Respóndeme.

Cuando se paró en frente de él notó que el demonio miraba a las rosas como si fuera lo único que existiera en ese inmenso lugar, se paró frente a él y aun así el azabache parecía no poder verle, así que lo rodeó, y se percató de que parecía una estatua, con algo de temor acercó su mano hacia la escultura y la tocó con la puta de sus dedos. En un instante unas plumas negras de cuervo aparecieron y cubrieron de negro todo el lugar, lo único que podía hacer era respirar con dificultad y ya estaba comenzando a ponerse nervioso, no quería que le diera un ataque de asma, así que comenzó a respirar pausadamente, contando hasta el numero 3 una y otra vez.

Algo bastante raro estaba ocurriendo, las plumas lo rodeaban y pudo escuchar una voz.

“ahora vas a ver qué hubiera pasado si no la hubieses salvado, es hora de que conozcas el lado oculto de esta historia. El mío”

De pronto todo comenzó a moverse en cámara rápida a su alrededor, el mayordomo le había pedido al shinigami Grell que le enseñase su registro cinemático al menor, y así poder manipular este mismo y mostrarle lo que hubiera sido de sus vidas si ella no hubiese salido con vida del ataque a la mansión del barón kelvin.

Ciel observaba estupefacto la imagen de sí mismo siendo cargado por su mayordomo, mientras veía a la chica que se había convertido en su esposa a punto de apuñarle llena de ira. Cerró los ojos como si el mismo fuera a recibir la herida, pero su propia y egoísta voz detuvo el ataque y lo dejó perplejo

- ¡Acaba con ella Sebastian, es una orden! -

-NOOO- gritó Ciel al ver como el demonio acababa con la vida de la mujer que tanto había amado.

Sintió una mano acariciar su espalda y se volteó rápidamente, perplejo observó al demonio, quién le tapó los ojos con su mano enguantada y lo tomó por la cintura. Trató de librarse y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, odiaba esa visión, y no podía evitar pensar que tipo de destino tan cruel era ese.

-Aunque duela, joven amo, esta no es más que la realidad.- dijo Sebastian.- Ahora permítame continuar mostrando lo que hubiese pasado si me hubiese elegido.

De repente Ciel se vio en su fiesta de 16 años, Todos bailaban al ritmo de la música, y como era de esperarse Doll no estaba entre los invitados. Por alguna razón sintió como si sus piernas lo controlaban, salió a tomar aire, y se encontró con su mayordomo. Era la misma situación que se repetía, solo que esta vez ya no era un adolescente, era un adulto en el cuerpo de un joven.

Sebastian se le acerco y estiró su brazo hacia Ciel, quien con un poco de dudas lo aceptó.

-No tienes idea de cuanto he esperado este momento…-Dijo Sebastian sonriendo, no recordaba la última vez que lo había visto poner esa mueca en su cara. Podría decirle que, aunque no fue su intención, copió la mueca en el rostro del contrario.

Aunque estaban bastante lejos de la mansión, la música resonaba con bastante fuerza y se escuchaba donde se encontraban ambos, en medio del jardín de rosas blancas. El demonio puso su mano en la cintura del contrario, y este trató de soltarlo con una orden, pero el ojirojo le recordó que hasta que no fueran las 3 de la mañana, no tenía que obedecer sus órdenes, dejándole en claro a su amo, que por primera vez haría lo que le diera en gana.

Empezaron a bailar lentamente con la música que ya se hallaba lejana, por algún motivo el demonio no lucía para nada nervioso, todo lo contrario, al menor, que trataba de respirar sin que se notara la incertidumbre que sentía. Una atmosfera comenzó a envolverlos, realmente extraña que no había sentido en toda su vida, era algo que le llenaba de vitalidad y sin quererlo lo hacía sonreír tímidamente. Pasaron de unos pasos cortos a dar vueltas de un lado hacia otro, so tomaban de las manos y se acercaban cada vez más al pecho del otro, casi como si sus corazones estuvieran tocándose a través de la ropa. Sebastian se alejó un poco y le acarició a mejilla y le quitó el parche.

-lamento tener que decirte esto una vez más, pero yo…realmente… lamento haber manchado tus hermosos ojos.

-…- el joven conde no respondió

-Creo que este es el momento de decir lo que ya sabes, ¿recuerdas? Lo que te dije después de que leyeras la carta de tu esposa. Yo, tengo que repetírtelo,  ha estado guardado en mi pecho por tanto tiempo que ahora me es imposible no soltarlo.

Ciel temía, estaba aterrado, ¿Podrían ser esas palabras significativas para el demonio? ¿o solo sería un simple juego de “conquista a tu amo” para él?

-Ciel, yo…- Una mano cubrió su boca para luego decir suavemente…-Si no lo sientes en verdad, no lo digas.

Sebastian quitó la pequeña mano de su boca y la alzó para darle un beso casto y delicado, haciendo que Ciel se sonrojara tiernamente. La escena era realmente triste y romántica a la vez, las dudas crecían dentro del humano y el miedo iba en aumento en el demonio, no soportaría ser rechazado otra vez.

Se fueron acercando poco a poco, sus respiraciones se acercaban y una vez más, el menor se apartó. -Esto no es correcto. -

Esto causó que el perfecto mayordomo, completamente nervioso lo tomara de ambos brazos y lo sacudiera.

-¿Qué es lo que te pasa? Me estoy entregando a ti dejando mi lado demoniaco a un lado, estoy dispuesto a hacer lo que sea por ti, TE AMO como nunca pensé que llegaría a amar, sin ti mi vida es miserable, pasé años completos envidiando la felicidad que te otorgaba esa mujer, y aun así esperé igual que un perro fiel hasta tener la oportunidad que ella quiso entregarme, yo romperé el contrato que pesa sobre ti, haría todo por estar junto a ti ¡¿Es que acaso no lo entiendes?! ¡sé que callé durante muchísimo tiempo, pero ahora te toca a ti! ¡¿Qué rayos sientes por mí?!

Ciel quedó en shock, nunca había visto a su mayordomo tan exaltado, sacudiéndole, y mucho menos diciendo la verdad que durante tantos años ambos trataron de ocultar, ¿de verdad amaba a ese hombre? ¿O era solamente un malentendido?  Él lo tenía claro desde hace tiempo, mucho antes de Doll, las miradas que le daba, todas aquellas noches que soñó en silencio con él.  Aunque no podía mentir y decir que Doll no había significado nada para él, pues sí que la había amado. Pero Sebastian era distinto, nunca salía de sus pensamientos, siempre estaba ahí, ya fuese concretamente a su lado o velando por su seguridad, es decir, ni siquiera le había hecho daño cuando acabó con su venganza. Siempre se había preguntado por qué no estaba muerto y ahora sabía la respuesta. Ahora, lo que quedaba era contestar.

-Yo, Sebastian…Yo también te amo, pero no puedo…no…puedo.-Ciel se mordía los labios para contener el llanto.

-¿Por qué no puedes estar conmigo? Ambos nos amamos, no existe nada que nos pueda separar.-Tomó las manos de su bocchan y le obligó a mirarle.

El menor ya no podía más y comenzó a sollozar.- ¿Cómo podre tener una vida feliz después de todo el daño que he causado? Ellos me atormentan todas las noche, veo a mis secuestradores y a mis víctimas, mis manos están manchadas, Sebastian. ¡No tengo derecho a ser feliz contigo!

-Sabes muy bien que eso no me interesa, soy un demonio, mi pecado más grande es existir y si voy a vivir pecando, solo quiero que sea contigo. Tomó el rostro del menor con suavidad y lo acercó a sus labios, siendo, por primera vez, Ciel quien o concretara y lo hiciese duradero, era un beso lleno de sentimientos que aclaraba las dudas de ambos, y ese beso les aseguraba que estarían juntos para siempre, tomados de las manos y tratando de alcanzar la felicidad uno al lado del otro.

Sebastian sonrió y como no ocurría hace años, sus ojos brillaron con intensidad, dando a entender que todas las cosas tristes habían quedado en el pasado y que esta se convertiría en una noche completamente nueva. Tomó a su amado de las manos e ingresaron a la fiesta, Ciel estaba asustado ¿Cómo los observarían todos si los veían entrar de la mano? Sebastian lo calmó diciéndole que aquel baile era una ilusión que él había fabricado solamente para ellos dos y bromeó diciendo que si la verdadera Elizabeth los hubiese visto entrando de la mano se habría desmayado, a lo que el menor asintió y sonrió. Diablos, como amaba a ese mocoso.

Se situaron en medio de la pista y comenzaron a bailar un vals que es cortaba la respiración, eran –en ese momento- el centro y espectáculo, en el que todos les aplaudían y las sonrisas estaban a flor de piel. Era la primera vez que Ciel bailaba tan bien y lo mejor era que lo hacía sin tener que usar ningún ridículo vestido, solo sentía la mano de Sebastian en su cadera, guiándole a cada paso, dándole vueltas y apretando contra su pecho.

No podía evitar sonreír como un idiota, aunque en realidad, ambos lo hacían. Dando vuelta tras vuelta, sin separase de los brazos del contrario, esos brazos donde habían encontrado el amor sincero que toda su vida habían buscado y que Ciel en un momento encontró. No podía dejar de agradecerle mentalmente a la que había sido su esposa, quien había muerto para que ellos fueran felices. Sus lágrimas corrían por sus mejillas, preocupando al mayordomo.

-¿por qué lloras?- preguntó suavemente este.

-Creo…que nunca había sido tan feliz en toda mi vida, gracias por esperar por mí, Sebastian. - respondió sonrojado el joven Phantomhive.

- Esperaría por ti toda la eternidad en caso de ser necesario.

Lo único que pasaba por la cabeza del conde, era que cuando volviesen a la realidad, tomaría al demonio y lo llenaría de besos y caricias, y, que desde ese día ambos le harían saber al contrario que lo mejor que pudo ocurrir, era que aquel ángel egoísta había preparado el camino para que ambos fueran felices.

 

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado, lo escribí con todo mio corazón y por ello apreciaría mucho que dejaran un comentario o review, ya que me motivan a seguir escribiendo y no saben lo gratificante y alentador que es que a alguien le uste lo que has hecho.
Espero que estén bien, les deseo un buen día, tarde o noche.


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