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Castigo por Allen Walker

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Notas del fanfic:

Me inspiré en el drama que hubo hace algunos días sobre varias autoras plagiadas, para escribir un fic donde la generación de los milagros y Kagami fueran una especie de ejército que aplicara diversos castigos físicos a la plagiadora con algunas parejas yaoi implícitas. Sin más que decir, espero que les guste~

Notas del capitulo:

Bienvenidos a este nuevo fanfic, los personajes no me pertenecen  son del gran Fujimaki Tadatoshi, sólo los tomé prestados para crear esta historia~ Sin más, espero que la disfruten~

¿Alguna vez has pensado en el esfuerzo que ponen las personas cuando hacen algo? Por ejemplo, cuando escriben un libro, una historia, un cuento; o cuando pintan una obra de arte, hacen una escultura, entre otras muchas actividades. ¿No? Entonces déjame que te cuente la siguiente historia:


Había una vez un autor, que con todo su empeño e imaginación, logró crear una historia, la cual le costó sangre, sudor y lágrimas, sólo por expresarlo de alguna manera. Esa persona tomó los personajes de alguien más, pero hizo el debido comentario de que dichos personajes no le pertenecían y sólo los tomaba para escribir sin fines de lucro, con el único fin de entretenerse y, de paso, entretener a otros que tuvieran sus gustos.


Publicó su historia en internet, recibiendo comentarios positivos, felicitaciones, buenas estadísticas en cuestión de lecturas, etc. En fin, todo iba muy bien, o eso parece ¿No? Pues la verdad no. La vida no es tan fácil ni complaciente, claro que no. Otra persona, aprovechándose de la obra ya creada, se le hizo fácil copiarla y subirla a otra página, sin darle el crédito de la trama al autor o el crédito de los personajes a su creador. Duró algún tiempo sin ser descubierto el plagio, pero esa no fue la única historia y autor plagiados, todos los que estaban en esa cuenta ¡Eran plagios!


El autor del que estábamos hablando en el principio, démosle el nombre de X., para preservar su anonimato, tenía cuenta en la página donde el plagiador había subido su historia y las de otros autores. Un día, navegando en ella, encontró su propia historia bajo el nombre de otra persona ¡Infamia terrible! No pudo más que alterarse y quejarse con sus amigos y amigas, al borde de la desesperación.


Sus amigos entendieron su frustración, ayudándola a averiguar sobre la plagiadora, para reportarla, dejarle mensajes sobre el plagio, etc. Claro que el hecho de haber sido víctima de plagio no es nada divertido ni fácil de superar, quedan ciertas marcas en las personas que lo sufren y si ellos mismos son quiénes lo descubren, es aún más difícil de olvidar. Lo que la plagiadora, llamada I. de ahora en adelante, no sabía, es que X. contaba con un ejército poderoso de su lado, el cual la defendería de semejante humillación. Conozcámoslos.


El nombre de su grupo era “Kiseki no Sedai” en su lenguaje natal, mejor conocidos como “Generación Milagrosa”. Esta estaba integrada por 5, mejor dicho 6, miembros y uno que más tarde alcanzó el mismo título que ellos. Sus nombres eran: Akashi Seijirou, el líder indiscutible, mejor conocido como el emperador absoluto; Midorima Shintarou, el segundo al mando; Murasakibara Atsushi, el más leal al emperador; Aomine Daiki, el más rápido y fuerte de todos, excepto el emperador; Kise Ryota, el experto en imitar las técnicas de sus enemigos; Kuroko Tetsuya, el sexto miembro, conocido como el chico fantasma por su falta de presencia, haciéndolo más peligroso de lo que aparentaba; y Kagami Taiga, el chico que alcanzó el mismo nivel que ellos y posteriormente se les unió.


En cuanto los anteriormente mencionados se enteraron del engaño que había sufrido X., pusieron manos a la obra para encontrar a I. Lo que ellos no sabían, excepto Midorima, muy aficionado a la adivinación, es que el destino tiene formas muy curiosas de ayudar a los inocentes y castigar a los culpables. Mientras I. estaba un día en su casa, en el baño con problemas de estómago, uno de sus aparatos hizo corto circuito, comenzando así un incendio. Los bomberos fueron rápidamente avisados por los vecinos en cuanto vieron el tamaño de las llamaradas y el humo que salía de la casa. Kagami Taiga, además de ser parte del ejército GM (Generación Milagrosa), trabajaba como bombero, siendo llamado precisamente para atender el caso. Se bajó rápidamente del camión, tomó la manguera y un hacha, la cual colocó en su espalda por si la llegara a necesitar, y se acercó a la casa en llamas.


Derribó hábilmente la puerta de una patada, entrando en la casa con la manguera abierta, rociando todo a su paso, para tratar de contener y amainar el incendio, cuando escuchó como I. pedía ayuda desde el baño. Se dirigió rápidamente a la puerta y la tumbó igual que la de la entrada, encontrándose con la chica sentada en la taza, algo pálida y débil. La obligó a ponerse en pie rápido y acomodarse la ropa, para después rociarla de pies a cabeza con agua helada y una presión impresionante. La chica gritó por la sorpresa, gritos que después se convirtieron en balbuceos porque el agua no le permitía gritar sin ahogarse.


-Lo siento, es para poder sacarla sin que se queme- Se excusó el pelirrojo de cejas particulares, para después guiarla hacia la puerta. Pero su camino no fue tan fácil, en varias ocasiones Kagami tuvo que recurrir a su hacha para abrirse camino, destrozando aún más la casa ya bastante dañada por el incendio. Ya fuera, la chica fue atendida por una ambulancia mientras los bomberos, incluyendo al pelirrojo, terminaban de apagar el incendio. Una vez que las llamas cesaron, se pudo observar que la casa había sido reducida prácticamente a cenizas.


Después de terminar su horario de trabajo, Kagami fue a reportarse con el resto del GM, contando lo sucedido y que ya había encontrado a la responsable del crimen hacia X. Además, contó su pequeño castigo hacia ella, noticia que fue muy bien recibida por todos, aunque agregaron que no había sido suficientemente severo, pero al menos fue inteligente en no hacer nada de lo que lo pudieran demandar.


-Gracias a la información de Taiga, ya tenemos los datos del aspecto y posible ubicación de I. Ahora hay que elaborar nuestro plan de ataque- Habló Akashi, como líder de GM que era. –Tetsuya, tienes la misión de implantar esto en las pertenencias de esa chica- Le dio un rastreador del tamaño de un grano de arroz –Lo puedes poner en su bolsa, pero preferiría que se lo inyectaras, para que quedara bajo su piel y así poderla localizar siempre- Agregó el líder.


-Sí, Akashi-kun- Tomó el rastreador y lo guardó con cuidado en una bolsa de plástico junto con una jeringa. Salió inmediatamente el peliceleste en la dirección que había sido proporcionada por el tigre pelirrojo, cumpliendo su cometido inmediatamente.


-Bien, el rastreador ya está en posición-nanodayo- Dijo Midorima, mientras mostraba en la pantalla el parpadeo de un punto rojo. –Kuroko ya viene de regreso- Agregó, mientras veía el punto de Kuroko que se acercaba al cuartel GM.


-Muy bien, entonces, Shintarou, necesito que encuentres pruebas contundentes del plagio de X., no podemos mandar a Daiki y su unidad a arrestarla de manera “legal” sin pruebas- Le ordenó Akashi a Midorima, el cuál inmediatamente se puso manos a la obra.


-Encontré la fecha y hora en que fueron publicadas por X. e I., también que la historia de X. menciona que no es dueña de los personajes y que los tomó únicamente para escribir sin lucrar, mientras que I. no puso nada de eso.- Respondió Midorima, imprimiendo los reportes sobre las pruebas, entregándole una copia a cada uno de los presentes.


-Excelente. Ryota, con esto ya tienes con que proceder para presentar la demanda contra I. en favor de X. por el plagio de su historia. Procura convencer al juez de que manden a alguien para custodiarla. Shintarou se encargará de que la unidad asignada sea la de Daiki.- Le extendió la tarjeta con la dirección del juez del distrito, cosa que Kise tomó rápidamente y se marchó, para cumplir con su cometido.


Pasaron unas cuantas horas hasta que finalmente fue aprobada la orden de aprehensión y, gracias a las conexiones de Akashi con el gobierno por las empresas que manejaba, fue llamado Aomine junto con Murasakibara para que la arrestaran. Llegaron a donde I. se encontraba, bajándose inmediatamente de la patrulla y entrando en el lugar.


-Señorita I., queda arrestada bajo los cargos de plagio y uso inadecuado de propiedad intelectual que no le pertenecen- Dijo Aomine mientras Murasakibara esposaba a la chica y la conducía al vehículo, resistiéndose un poco pero sin poder hacer nada contra el gigante pelimorado. –Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga será usado en su contra…- Le recitó el peliazul lo clásico que se dice en un arresto, para después subirse ambos a la patrulla y llevarla a la comisaría, la cual se encontraba en el cuartel de GM. Murasakibara y Aomine escoltaron a la señorita a su celda, siendo el más alto el que se quedó como guardia, mientras Aomine esperaba órdenes de Akashi.


Al día siguiente, hubo un juicio, donde se presentaron todos lo de GM, X. e I. Murasakibara y Aomine eran los guardias, el pelimorado de I., mientras que Aomine era el guardia de la corte. Kise estaba sentado en la misma mesa que X., siendo el defensor, mientras en la otra mesa se encontraba I. con un abogado del estado, y el resto de GM estaban como testigos. El pelirrubio mostró las pruebas, e hizo un pequeño interrogatorio a la acusada, negando ella el plagio y afirmando descaradamente ser la autora de las historias, aun teniendo en frente a X. y a otras autoras en el público. Y no se limitó sólo a negar su culpabilidad, sino que, además, agregó que los que la acusaban eran los verdaderos plagiadores, pero que la culpaban a ella porque tenían envidia.


Gracias a las pruebas recolectadas por Midorima y presentadas por Kise, finalmente se dictó sentencia, siendo I. declarada como culpable y puesta a disposición de GM, ya que había sido un juicio militar, estando ellos encargados de administrar los castigos apropiados durante el lapso de una semana, un día por cada miembro de la unidad GM, cada castigo teniendo la duración mínima de media hora y máxima medio día. I. fue conducida a su celda, donde fue encerrada. Recibió sus comidas por una pequeña ranura que había en la parte inferior de la puerta de hierro, y, cuando todo estaba oscuro, se quedó dormida en su camastro.


-Día 1. Oficial a cargo del castigo: Kagami Taiga. Castigo: Tormento del agua.-


Se despertó temprano I., con los rayos del sol entrando por una pequeña rendija, que fungía como ventana, a su celda, iluminándola de manera muy tenue. A pesar de que afuera ya era de día, dentro de su “habitación”, estaba sumida en una oscuridad relativa, impidiéndole calcular el tiempo que había transcurrido. Así estaba, levantándose de la cama, cuando un oficial con un distintivo cabello rojo oscuro, cejas extrañas y su uniforme de oficial, ingresó en su celda, le esposó las manos y la guío hasta otra habitación.


En dicha habitación se encontraba una camilla, una pequeña toalla sobre la misma, así como una manguera, la cual estaba llenando un bote grande. Kagami la recostó a la fuerza en la camilla, acomodándole las esposas de tal forma que quedara esposada por debajo de la misma. Después, el pelirrojo tomó la toalla y la colocó sobre el rostro de I., quien estaba intrigada por lo que pasaba.


-Si querías estar conmigo sólo tenías que pedirlo, lindura~- Habló a través de la tela I., coqueteando descaradamente con el oficial sin tener ninguna idea de lo que pasaba  en realidad a su alrededor.


-Nunca me acostaría con alguien como tú, las personas de tu clase me dan asco, es más, me repugnan.- Le contestó muy enojado el pelirrojo, dejando sorprendida a la chica. –Además, para qué estaría contigo si yo ya soy feliz con alguien- Concluyó el chico, mientras a su mente venía la cara sonriente y sonrojada de su amado peliceleste.


Dejando rápidamente de lado su ensoñación, tomó un cubo de agua del bote donde se encontraba la manguera y lo vació sin piedad sobre la boca de la joven, mientras le tapaba la nariz, forzándola a tragarse el agua, ahogándola sin remordimiento. Dejó pasar unos breves instantes, dejando que se recuperara levemente la muchacha.


-Eso te ganas por robar ideas que no son tuyas- Le recriminó el oficial mientras de nueva cuenta repetía su anterior acción, viendo con placer como su estómago se hinchaba a medida de que le echaba más cubos de agua. Repitió esa acción unas diez veces, que era el máximo establecido para esa tortura, ya que no quería matarla, sólo hacerla sufrir.


El tormento duró dos horas aproximadamente, dejando a la joven con el estómago bastante hinchado y boqueando en busca de aire, ya que aún no podía recuperar la respiración. En esas condiciones Kagami la condujo de regreso a su celda, quitándole las esposas y encerrándola nuevamente, donde tardó un buen rato en recuperar la normalidad de su respiración, aunque con una profunda huella de temor y horror, de la que no se recuperaría jamás.


-Día 2. Oficial a cargo del castigo: Kise Ryouta. Castigo: Electroshocks.-


Al día siguiente, se levantó sudando y con un palpitar frenético en su pecho, su corazón estaba muy agitado por la pesadilla que acaba de tener. En ella recordaba vívidamente el castigo que había recibido el día anterior, ahogándose no sólo con el agua, sino también en el terror y la desesperación que invadían su alma y su corazón. Poco sabía que cada día los castigos serían peores.


Apenas se estaba recuperando del mal sueño, aún enredada en las hebras de tan horrible despertar como si de una telaraña se tratase, cuando la puerta de su celda se abrió, revelando la presencia de un rubio modelo. Se abrió paso hasta ella, tomándola de las muñecas y esposándola, para posteriormente sacarla y guiarla a la misma habitación del día anterior. Una vez en ella, no pudo evitar estremecerse de horror y espanto al recordar los sucesos de ayer, los cuales fueron tan horribles, que habían dejado una huella en su subconsciente, reviviendo todo mientras dormía. El rubio modelo también era un oficial, cosa que extrañó un poco a I., pues pensó que simplemente la escoltaba y esperaban al verdadero ejecutor del castigo.


Fue esposada nuevamente como ayer, quedando sus brazos casi tocándose por debajo de la camilla, sin poder moverlos. Se preguntaba qué clase de castigo tendría hoy, esperando que no fuera lo mismo que ayer, aunque no vio nada de lo que se había usado para ello ahí. Lo que sí pudo ver fue una curiosa máquina que emitía un particular y curioso zumbido, como si estuviera viva.


-Ahora es mi turno de divertirme contigo, señorita ladrona~- Canturreó Kise, como si se tratara de una simple reunión de amigos para jugar y divertirse. El tono y la forma en que se expresó el rubio le puso los vellos de punta, estremeciéndose de miedo ante la ignorancia de lo que iba a sufrir hoy.


-¿Q-qué me vas a hacer?- Tartamudeó I., muerta de ansiedad y desesperación, quería ser libre, poder irse de ahí, que ya no hubiera más castigos… Pobre de ella, así estaba ya y apenas le iban a aplicar el segundo de siete castigos.


-¿Te gusta mi máquina? Te sentirás electrizada cuando la veas funcionar~- Se rio de su propio juego de palabras mientras tomaba un par de planchas de hierro, era un desfibrilador. Después de asegurarse que estuviera suficientemente cargada, dejó momentáneamente en su lugar las planchas, para así descubrir un poco el pecho de la chica. No quería verla, pues al rubio solo le interesaba el moreno peliazul, pero era necesario para poder divertirse con I. –Aquí vamos~- Canturreó otra vez, mientras tomaba nuevamente las planchas en sus manos y aplicándolas en la piel desnuda del pecho de la chica.


Una corriente eléctrica recorrió la columna vertebral de I., haciendo que su cuerpo se arqueara de manera antinatural en la camilla, provocando que aparte del horrible dolor que sentía por los electroshock, también se lastimara los brazos, casi dislocándose los hombros. La misma acción se repitió varias veces en el transcurso de algunas horas, con intervalos de algunos minutos de descanso entre cada repetición, para evitar así que le diera un ataque. Al final de la sesión fue conducida casi a rastras de vuelta a su celda, donde se quedó prácticamente inmóvil en su cama, con algunos espasmos y temblores tanto por el terror mental así como por el mismo castigo.


-Día 3. Oficial a cargo del castigo: Kuroko Tetsuya. Castigo: Latigazos.-


Después de pasar una noche horrible entre temblores, espasmos e interrupciones súbitas a su sueño por el terror que la invadía, fue despertada esta vez por un oficial, al que, cuando lo vio, pensó que era un fantasma, quedándose muda y petrificada de la impresión. Kuroko, con su típica cara inexpresiva, simplemente se limitó a esposarla y conducirla a una nueva habitación, adecuada para el castigo que pensaba imponerle.


Esta vez, la habitación a donde I. había sido conducida, era una amplia celda casi vacía, contando sólo con un pequeño poste con dos aros de hierro, cuyo fin desconocía, pero no tardaría mucho en ser disipada su ignorancia. El peliceleste la jaló de las esposas hasta llegar frente a dicho poste, haciendo que se arrodillara, para después quitarle la parte superior de su ropa, dejando la espalda descubierta, además acomodarle las esposas, de forma que la cadena pasaba en ambos aros, dejándola inmovilizada en esa posición.


-Muy bien, es mi turno- Dijo con voz inexpresiva el oficial que parecía una sombra, mientras sacaba un látigo del interior de su saco. Lo desplegó hábilmente con un pequeño movimiento de su muñeca, haciéndolo chascar contra el piso, resonando el sonido como un pistoletazo en la casi vacía habitación.


-N-no, por favor, t-tenga piedad de mi- Rogaba con lágrimas en los ojos la chica, mientras temblaba, aterrada del inexpresivo chico, así como de su látigo.


-Debiste haberlo pensado mejor antes de dedicarte a robar un trabajo que no te pertenece y coquetear con mi pareja- La calló Kuroko mientras le daba el primer latigazo en la espalda a la vez que pensaba en como coqueteó descaradamente con su pelirrojo de cejas distintivas, dejando una larga y roja marca en esa delicada piel. La chica soltó un grito de dolor, mientras derramaba lágrimas, corriendo estas por sus mejillas y terminando en el piso de la celda.


Volvió a mover su látigo, una y otra vez, dejando marcas en esa piel tan linda, abriéndola poco a poco, haciendo que no sólo sus lágrimas, sino también parte de su sangre, se derramara en el piso. El total de los latigazos fueron cerca de 30, ya que se desmayó por agotamiento, dolor y pérdida de sangre. Fue solo entonces que el oficial peliceleste la regresó a su celda, llamó al doctor para que la curara y se retiró, dejándola sola e inconsciente en su celda después de su castigo que duró más de un par de horas.


-Día 4. Oficial a cargo del castigo: Midorima Shintarou. Castigo: Péndulo.-


Después de una noche tranquila por los sedantes que le proporcionaron para curar sus heridas, se despertó algo confundida y mareada, efecto secundario de los mismos, así como con ligeras punzadas de dolor cada vez que hacía algún movimiento con los brazos o la espalda, donde reposaban sus heridas ya vendadas, nada había requerido sutura, afortunadamente.


Apenas se había despejado un poco, entró un oficial con distintivo cabello verde, ojos del mismo color y lentes, además de los dedos de su mano izquierda vendados. La esposó en silencio y la condujo en silencio con firmeza a otra habitación. La nueva estancia era de cielos elevados, dando una sensación de vacío impresionante, contando solamente con una especie de dispositivo para colgar algo en medio del techo. Dicho dispositivo estaba conformado por una cadena que terminaba en un gancho, y esa cadena era controlada por una polea para bajarla y subirla.


Se había quedado quieta, observando el dispositivo, cuando la cadena empieza a bajar por obra de cierto pelinegro con ojo de halcón, quedando el gancho en la mano de Midorima, mientras con la otra mano tomaba la cadena que unía las esposas. Dejó el gancho momentáneamente, para poder quitarle las esposas a I., amarrando sus muñecas juntas con una cuerda por la parte de enfrente de su cuerpo. Volvió a tomar el gancho y atoró bien la cuerda en el mismo, asegurándose que no se fuera a zafar.


Lentamente, la polea comenzó a elevar el gancho mientras Takao observaba ansioso a su amado tsundere, separándose poco a poco del suelo los pies de la prisionera, asustándose ante su castigo cada vez más cercano. Una vez que estuvo su cara a la altura de su verdugo, este la empujó por un costado, haciendo que la cadena se moviera de lado a lado, cada vez más fuerte, como un péndulo, de ahí el nombre del castigo.


Soltó un gemido de dolor que resonó en toda la sala, haciendo eco en las paredes desnudas, mientras sentía como poco a poco se le luxaban las articulaciones de los brazos y hombros. Ese dolor se sumó al de las lesiones de días anteriores, sobre todo las heridas de los latigazos de ayer, que se estaban volviendo a abrir, haciendo que sangraran de nuevo, cayendo algunas gotas al piso. Los gritos continuaron resonando en la habitación con ligeras variaciones, aumentando el volumen cuando una nueva articulación se separaba, hasta que terminó jadeando y con la voz ronca de tanto gritar. Esto duró hasta que Midorima notó como se le empezaban a cerrar los ojos por el cansancio y el dolor ocasionados por el castigo, siendo inmediatamente bajada y llevada a su celda, donde la trataron nuevamente y la abandonaron hasta su siguiente castigo.


-Día 5. Oficial a cargo del castigo: Aomine Daiki. Castigo: Golpes.-


Se despertó con los rayos del sol cayendo directamente sobre sus ojos. Quiso mover uno de sus brazos para taparse con una mano, pero estos se encontraban vendados y muy adoloridos, casi inmóviles, debido al castigo del día anterior. Cada vez que hacía un pequeño movimiento, soltaba un gemido de dolor, desistiendo de inmediato del amago. Así se encontraba, aún recostada en el camastro, cuando llegó su nuevo verdugo. Esta vez era un oficial alto, moreno y de cabello azul, con aspecto más intimidante que los anteriores. La levantó sin ninguna delicadeza, para luego esposarla, haciendo que durante el proceso, I. soltara varios gemidos de dolor.


Aomine la condujo, de manera un poco ruda, a lo que parecía ser una sala de entrenamiento o gimnasio, habiendo diversos aparatos para ello, incluyendo un ring en una de las esquinas. A ese lugar la guio el peliazul, quedando ambos dentro. Kise, como ayudante del oficial, le proporcionó a cada uno un par de guantes de box, para después ponerse como referi. Una vez que ambos se los pusieron, el pelirrubio indicó que la “pelea” (el castigo, en realidad) podía comenzar.


Inmediatamente Aomine se puso en guardia y comenzó a atacar a I., dejando embobado a Kise con la gracia y rapidez de sus movimientos, mientras I. no podía hacer nada más que tratar de cubrir su cuerpo con sus adoloridos brazos de los golpes del moreno, cosa que no estaba resultando ser muy efectivo. El peliazul no podía dejar de pensar que mientras más rápido acabaran los rounds, en menos tiempo podría irse a estar con su rubio. Al final solo hubo 6 rounds, quedando noqueada I., además de llena de moretones tanto en la parte superior de su cuerpo como en sus piernas, estos últimos debido a las numerosas caídas que tuvo.


Una vez finalizado el castigo, fue llevada por los hombros e inconsciente de regreso a su celda, dejándola en su camastro, donde descansó hasta el día siguiente, para su penúltimo castigo a cargo del gigante devora dulces.


-Día 6. Oficial a cargo del castigo: Murasakibara Atsushi. Castigo: Quemaduras.-


Y así pasó una noche más para I., encerrada en su celda mientras pasaba otra mala noche llena de dolor y sufrimiento. Llegó una vez más la mañana, trayendo consigo la desesperación y ansiedad, deseando, anhelando con toda su alma que los castigos terminaran pronto. Estaba sumergida en su deprimente espiral de pensamientos, cuando llegó un titán, no, un muy alto oficial de cabello morado y apariencia aburrida mientras devoraba dulces sin compasión.


Murasakibara entró a la celda, la esposó y la guio hacia una conocida sala, donde había recibido su primer castigo. Fue esposada a la camilla como la vez anterior, quedando inmovilizada. El oficial tomó un recipiente lleno de un líquido oscuro con aroma muy dulce. Este se encontraba en una pequeña estufa, la cual se encontraba ubicada en un costado de la cama, bastante cerca, pudiendo percibir el calor que desprendía esta.


-Caramelo- pensó I., reconociendo el aroma, sonriendo internamente al pensar que su castigo sería hartarse de ese dulce, creyendo que sería pan comido (o, en este caso, caramelo), ya que amaba los postres.


…O eso creyó hasta que vio al gigantesco oficial retirando su pantalón, dejando al descubierto sus piernas, no pudiendo evitar sonrojarse ante el “atrevimiento” del pelimorado.


-Si querías ver mis piernas, me lo hubieras pedido~- Le dijo, juguetona I., a pesar de haber sido castigada anteriormente por su coquetería, aún no había aprendido a mantenerse callada. Lo que I. no sabía, es que, en realidad, el castigo consistiría en el caramelo siendo derramado sobre la piel de sus piernas, previamente descubiertas.


-No me gustas, no eres dulce- Le contestó Murasakibara, mientras ponía una cara de asco impresionante. –Aka-chin es el único que me interesa- Concluyó, mientras un nada distinguible sonrojo aparecía en sus mejillas al pensar en el dulce sabor de la piel y esencia de su querido pelirrojo con ojos heterocromáticos.


Sacudió su cabeza para despejar su mente de su querido Aka-chin y concentrase en el castigo. Volvió a tomar la bandeja con sus enguantadas manos, la cual había dejado en la estufa momentáneamente en lo que le quitaba el pantalón, para comenzar a derramar el caliente caramelo sobre la delicada piel de la chica. Esta soltó un alarido de dolor al sentir la dolorosa quemadura, le ardía la piel hasta lo más profundo de su alma. Pero eso no era todo, el pelimorado dejó la bandeja con el caramelo sobre la estufa y tomó un trozo de tela que había dispuesto previamente junto a la camilla, colocándolo sobre el caramelo, para después retirar la tira de un jalón, como si de una depilación se tratase. La piel se separó en algunas partes, adherida al retazo de tela, dejando parte de la capa interna de la piel expuesta.


Atsushi saboreó sus labios, deseaba tanto comer ese caramelo, pero su querido pelirrojo le había ordenado aplicar el castigo adecuadamente, ya que una persona como I., no debía quedar impune de sus crímenes. Repitió el procedimiento hasta que terminó de cubrir las piernas con el caramelo y su correspondiente tirón con la tela y algo de piel adherida a ella. Las piernas de la joven, que antes eran suaves, delicadas y apetecibles (para la mayoría de los chicos, menos para él, cuyas piernas resultaban desagradables, prefería 100% las de Aka-chin), ahora se encontraban en un estado deplorable y horrible a la vista, muy lastimadas, con quemaduras de diversos grados, así como heridas sangrantes producidas por la piel que se había separado de ahí, adherida a los trozos de tela.


Sonrió, contento, ante el resultado de su castigo, seguro que su querido con ojos heterocromáticos lo felicitaría y le daría alguna recompensa. En eso pensaba, cuando procedió a separar a I. de la camilla y llevarla casi a rastras hasta su celda, donde llamó al doctor para que la tratara, no podía permitir que se debilitara, todavía faltaba un castigo. Después del tratamiento, abandonó el lugar junto con el doctor, dejando así a I. sumergida en un pozo de dolor y desesperación.


-Día 7. Oficial a cargo del castigo: Akashi Seijurou. Castigo: Cortes múltiples.-


No había podido dormir en toda la noche, por culpa de dos situaciones que rondaban su mente. Una era que ese día sería su último castigo, lo cual la aliviaba en gran parte, sólo un día más y sería libre, la otra era el terror y las pesadillas que la embargaban, tanto por todas las situaciones vividas (las cuales nunca admitiría que se merecía, I. seguía pensando en ella como la inocente, la víctima de crueldad exagerada en inmerecida), así como el último castigo que le aguardaba, ya que cada castigo había sido pero que el anterior, no podía dejar de pensar en el horror que le aguardaba.


Estaba temblando, aterrorizada por el castigo del día y por el dolor que le producían las heridas, cuando llegó el oficial encargado. Al primer vistazo, no le causó nada de terror, sino más bien algo de alivio, al ver que se trataba de un pelirrojo de no muy alta estatura, además de parecer alguien bastante joven. Grave error, ya que cuando lo observó detenidamente, se estremeció, llena de pánico la observar la fría mirada de esos ojos heterocromáticos. Akashi se acercó de manera lenta y elegante, para después esposarla y guiarla a una sala que contaba con un poste en el centro, a donde fue esposada de brazos y piernas, quedando inmovilizada.


El pelirrojo dirigió su mano a la empuñadura la espada que portaba en un costado de su cadera, desenvainándola. Era una hermosa katana, delgada, flexible y fuerte, con filo en ambos lados de la hoja. La luz de una pequeña ventana se reflejó en la hoja de su katana, mientras el oficial la examinaba con adoración, observándola desde distintos ángulos, como si fuera su juguete favorito, cosa que no distaba mucho de la realidad. I. no podía dejar de mirar al pelirrojo, paralizada de terror, como cuando estás frente a algo que no quieres ver pero al mismo tiempo te tiene fascinado, sin poder apartar la mirada.


Después de un breve lapso, volvió a guardar su katana en su funda, dejando su uso para el final, para sacar unas tijeras de un bolsillo especial que es encontraba al lado de la espada, que pasaba desapercibido. Se acercó despacio a la chica, saboreando el momento, el terror reflejado en sus ojos era simplemente exquisito, lo enloquecía y quería más, quería verla sufrir, gritar, llorar de dolor, mientras le rogaba y le suplicaba que se detuviera, que tuviera piedad. No deseaba matarla, no ensuciaría sus manos con semejante escoria que no valía la pena, sólo verla retorcerse en agonía, deseando ella misma su muerte.


Recordaba lo que su novio Atsushi le había dicho, como le había coqueteado descaradamente, haciendo hervir su sangre, esa inmunda joven no solo había robado el trabajo de X., su protegida, sino que ahora se atrevía a coquetear con su pelimorado, y no solo con él, también con el novio de su querido Tetsuya, haciéndolo sufrir. Esa basura no merecía morir, según su perspectiva, sino que merecía sufrir y agonizar, la muerte sería algo demasiado benévolo para ella.


Con esos pensamientos rondando su mente, se acercó peligrosamente con sus amadas tijeras en la mano, rozando la piel de la chica, haciendo que se estremeciera de horror, moviéndose contra el poste, deseando escapar del castigo y de la mirada asesina y psicótica que tenía el pelirrojo en ese momento. Satisfecho con la reacción, procedió a encajar sus tijeras en el antebrazo izquierdo de la joven, provocando que un pequeño río de sangre saliera de la herida, descendiendo hasta su muñeca, cayendo unas gotas al piso, dándole un hermoso color carmesí.


La joven soltó un horroroso sonido de dolor mientras se retorcía, deseando que todo parara de una vez, no pudiendo articular nada con claridad ya que el terror le había quitado el habla. Akashi movió las tijeras dentro de la herida, profundizándola y haciéndola más grande, para después sacarlas lentamente y deslizarlas por encima de la piel del brazo, ascendiendo, dejando un camino de sangre carmesí. Así siguió el pelirrojo, volviendo a encajar las tijeras en diversas partes de las extremidades de I., porque si las encajaba en el torso seguro acabaría dañándole algún órgano, matándola y no deseaba eso, solo quería observar las deliciosas expresiones de dolor y agonía en su nada atractivo rostro mientras gritaba y gemía de dolor.


Después de haber dejado algunas heridas profundas y sangrantes, pero nada riesgoso para su vida, se aburrió de sus tijeras, limpiándolas con un pañuelo y guardándolas en su bolsillo correspondiente. I. no pudo evitar soltar un suspiro de alivio, pensando que el tormento (y sus días de castigo) por fin habían terminado, pero no le duró mucho el gusto, ya que vio con horror como volvía a desenvainar la espada, sintiendo poco después la punta de la katana pasearse por su piel, enviando un estremecimiento de pánico a todo su cuerpo.


El filo paseándose por la piel de la joven parecía una caricia, como si fuera el pétalo de una flor que se deslizara por ella con ternura y suavidad, como si fuera algo totalmente inofensivo. Pronto ese filo comenzó a hacer diversos cortes en esa piel que antes acariciaba, nada profundo ni peligroso, pero eran heridas al fin y al cabo. Esos cortes no tardaron en sangrar, enrojeciendo la pálida piel, quedando de un hermoso tono escarlata, acentuando dicha palidez. Akashi no podía evitar querer ver más de ese hermoso color sangre, haciendo más y más cortes, hasta que llegó al corte número 100, el cual, según su costumbre, era el límite, de otra forma la prisionera podría morir. Enfundó su katana con una sonrisa psicópata en el rostro, esa sangre derramándose en el piso, manchando esa delicada piel le otorgaba una satisfacción muy parecida al éxtasis.


Desató a la prisionera, la esposó y la guio de vuelta a su celda, prácticamente inconsciente. Fue atendida por el médico y la dejaron descansar, esa sería la última noche que pasaría ahí. Las pesadillas de esa noche estuvieron inundadas de sangre, dolor y unos fríos ojos heterocromáticos, aterrorizándola sin poder defenderse, haciendo desear a I. que jamás hubiera robado el trabajo de otros.


Al día siguiente, I. se levantó como zombie, ojeras horribles por los días que llevaba sin poder dormir bien por culpa de las pesadillas, con medio cuerpo vendado y el resto herido con quemaduras, cortes superficiales o moretones. Al final fue escoltada por Aomine y Murasakibara, los responsables de su arresto, sacándola del cuartel de GM con los ojos vendados y siendo metida dentro de un vehículo. Pasó todo el trayecto a oscuras, sintiendo solamente como era transportada hacia un lugar que ignoraba. Finalmente el auto se detuvo y la bajaron, quitándole la venda y mostrando que estaba en la sala de la corte. Ahí la llamaron para hacer su juramento que jamás volvería a cometer el mismo delito y fue liberada.


La experiencia la hizo reflexionar a la fuerza, reformándola y dejándola con traumas que impedirían que recayera. I. se prometió a si misma que jamás cometería otro crimen, no deseaba volver a pasar la misma situación o una similar. Tardó meses en poder sanar físicamente por completo, y otros meses más en poder reintegrarse a la sociedad de manera aceptable, después de sobrellevar algo de tratamiento psicológico.


La conclusión de esta historia es que todo crimen tiene su Castigo, de una manera u otra, y aunque parece que muchos se salen con la suya, algún día les tocará. 

Notas finales:

Estuvo bastante loco esto, espero que les haya gustado el capítulo, se acepta cualquier comentario, crítica, tomatazos, amenazas (?).  Y por último, gracias a Starfugaz Fire, mi novio, Sora-chan, Tamalito-chan, Sao-chan y Fran por apoyarme leyéndolo y haciéndome sus observaciones~ Este fic está dedicado a mi amiga Joha porque ella fue una de las autora plagiadas y a Sao-chan por ayudarme con mis dudas sobre ciertas partes del fic~

 

Sin más comentarios, saludos y nos vemos~ 

 

 

 

Allen Walker.


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