Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dentro de tí por Tae Neko

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

He aquí el segundo capítulo remasterizado. Espero que les guste.

-Su hijo presenta un cuadro gripal. La razón por la cual los medicamentos no le hacen efecto, puede ser porque no son lo suficientemente fuertes. O tal vez usted le ha dado de aquella medicina con demasiada regularidad, y ya no le surte efecto. Pruebe con esta, la recomiendo altamente.- Dije mientras revisaba el cajón de mi escritorio. Saqué un frasco de pastillas, y se lo di a tu madre.- Una en la mañana y una en la noche. Se le pasará.- Dije con tonalidad amable.

- Gracias, doctor.- Dijo la madre devolviéndome el gesto

- Venga en 15 días, para ver cómo va el proceso curativo.- Dije, pensando en que volvería a verte, a tocarte, a revisarte. Una sensación extraña recorrió mi cuerpo, era algo que no sentía desde hace mucho, pero, por alguna razón, terminó manifestándose como una picara sonrisa.

- Muy bien, doctor, muchas gracias.- Dijo tu madre mientras se levantaba de la silla, y te llamaba con la mano, para poder irse a casa.

-Gracias, doctor.- dijiste con una pequeña sonrisa y con un ligero tono rojo en tus mejillas. Ah, aquella vocecita tuya me había liberar dopamina. El carmesí que se expande en tus mejillas ahora, es bastante parecido al de aquel día. Dime, Taemin ¿Te estás sonrojando?

- No hay de que.- dije acariciando tus cabellos castaños con mi mano. Lo bueno de ser pediatra, es que aquel acto de afecto frente a los niños extraños, está bien visto por las familias, puesto que lo reconocen como una buena entrega al trabajo, sin embargo, ambos sabemos que aquella vez no fue solo un cliché de oficina, fue un acto al cual no me pude resistir. Empezaste a reír  tontamente, y con tus rojas mejillas fuiste corriendo con tu madre la cual ya se había adelantado.

“Taemin…” pensé, mientras el silencio de la sala me abrazaba por completo. Aquel rechinar de la puerta, al cerrarse, daba fin e inicio a algo, a algo que, yo no sabía muy bien. Algo conocido y tan nuevo al mismo tiempo. Un despertar, libertad.
Y mientras la puerta separaba lo que quedaba de distancia entre nosotros, no pude evitar mirar los datos de tu cartilla, suspirando, y esperando por el siguiente paciente.

-Buenos días, doctor. Vengo por la cita de las 3.- Dijo otra señora, la cual traía a su hija. Levanté la mirada.

-Ah, sí, claro señora, pase.- Dije, haciendo un gesto para que entrasen. Si bien, Taemin, ya habías partido ido con tu madre, pero para mí aun estabas presente. Sentado en la camilla, parado en la balanza, sentado junto a tu madre. Presente en todo el consultorio. Tal vez desnudo tras el biombo. Aún sentía el calor de tus cabellos en mi mano, tú cálido y esbelto cuerpo pegado al estetoscopio. Aún veía esos tiernos ojos tuyos, que me miraban intrigados; y tus mejillas color carmesí, las cuales me gustaría explorar exhaustivamente ¿Qué habrá dentro de ti, Taemin? ¿Aquello será tan excitante como esto? ¿Cuántas sorpresas guardarás bajo ese manto blanco al que todos llaman piel?

Las horas en el hospital pasaban incontablemente, mas nunca cesaban. Cada día aquí era un día menos de vida. Las horas son largas y los relojes se detienen, pero ese día fue diferente, pues me la pase todo el día pensándote el resto de aquella pequeña eternidad. Aún así no hubiera querido, no podría sacarte de mi mente, pues ya te habías apoderado de ella; Y, si bien es vital no distraerse en un trabajo, como es el mío, no pude evitar sentirme como una colegiala frente a su joven anhelado. Actué torpemente ese día, me sentía avergonzado por mi incompetencia. Pero las horas que hacían falta eran sólo 2, y aquello era manejable.

Llegue a casa. Mi primera, y mejor idea, fue ir a tomar un baño, para despejar la mente de las cosas sucedidas en aquel día. Sin embargo, puedo asegurarte que no funcionó. Es cierto, sí despejé la mente de distintas banalidades, pero solo para tener la mente más clara al cavilar ante ti. Yo tenía un estribillo: Tiene 12 años, Minho. Pero esas palabras sólo salían de mi boca, para ir a parar en un espacio incognoscible por mis sentidos y quedarse perdidas en algún lugar muy lejos de mi alcance auditivo. Hacía caso omiso a mis palabras, es cierto, pero las repetía para limpiar mi conciencia y probarme a mí mismo, que tenía algo de control en el asunto, pero ambos sabemos que no fue así como sucedió.

Entré en la ducha, para poder despejar la mente, pues esa extraña sensación que estabas provocando en mí, estaba matándome. Sensaciones, sensaciones que no lograba reconocer, sensaciones molestas, sensaciones que me hacían fruncir el ceño.

Abrí el agua para ducharme, las gotas de agua caían en mi rostro como frías puñaladas de culpa, y me hacían recordar a esa fría noche bajo la lluvia, en la cual inició la purga, cuya causa me era aún borrosa. Miles de recuerdos atravesaron mi mente, pero siempre todo se bloqueaban en el mismo lugar. No era raro, ya me había sucedido antes, por lo que, simplemente, hice caso omiso (como solía hace ante tal suceso).
 Agarre una toalla, para secarme al salir de la ducha. Me la puse en la cabeza, y con el torso desnudo me mire al espejo. Había estudiado la anatomía humana, está de más decir, pero nunca había cavilado frente a las diferencias de un cuerpo adulto y uno joven, como lo hice ese día. Tenía la imagen de tu cuerpo en mi mente como una fotografía adherida a mis ojos. Visualicé tu delgado torso: los brazos, casi escuálidos; tu abdomen, completamente plano; tu cuello, tan delgado. En comparación a mi cuerpo, diría que eres mi completa antítesis. Pero no era mi cuerpo lo importante ahora, sino el por qué te visualizaba en el espejo, junto a mí. Posé mi mano sobre ti, mas no volví a sentir tus suaves cabellos largos. Era increíble, solo habían pasado unas horas y ya ansiaba verte otra vez. Se podía decir, que estaba extrañándote.

Vestí ropas de dormir y me dispuse a hacer la cena, siempre tuve un gusto hacia la cocina. El hecho de cortar los ingredientes, es casi como tener un bisturí en la mano, y operar cual cirujano a su paciente. Te soy sincero, yo lo considero un arte ¿O tal vez un placer? Bueno, muy tarde para cavilar ante eso.
Te cuento algo curioso, Taemin. Cada vez que me encuentro a punto de verter los ingredientes en la freidora, un impulso empieza a incomodarme. Siento estas incontrolables ganas de meter una mano en la freidora y sentir aquel agudo dolor caliente recorrer mi piel y llegar hasta mis huesos, mas cada vez que estoy a punto de cometer este –insano, bajo el punto de vista de muchos-  acto, empiezo a reír y me retracto. Nunca entendí el impulso de la risa. No, no lo digo para señalar una “demencia” así como lo hace la gente joven de hoy en día, tan solo es una acotación.

Me dispuse a disfrutar de la cena que preparé. Es muy triste, a pesar esta afición por la cocina, nunca pude disfrutar de una sabrosa cena preparada por mí mismo. Es algo bastante frustrante, era algo bastante frustrante, pero desde la última vez que nos preparé algo, me atrevo a decir que el gusto en mis comidas ha mejorado considerablemente. Creo que es gracias a ti, desde que te conocí, diste más gusto a mi vida. Tal vez más tarde nos vuelva a preparar algo, cuando termine mi relato de cumpleaños.

Termine de comer, lave los platos, alimente al gato y por ultimo procedí a lavar mis dientes. Ya me encontraba  reposando en mi cama, en mi habitación. Ya dispuesto a dormir. El hecho de descansar  fue un privilegio que no me pude dar, puesto que miles de pensamientos recorrían mi cabeza en esos momentos. Otro día de insomnio, de eso estaba seguro pero ya no era por trabajo, ni por preocupaciones personales, no, nada de eso. Era por ti, Taemin.

2, 3 horas pensando en ti. Moría de sueño, pero no podía dormir. Te imaginaba tendido en mi cama, a mi lado, desnudo. Dejando a la vista tu esbelto cuerpo, desde tu bello rostro -rostro de niña- , hasta tus torneadas y suaves piernas. En todo mi delirio, me imaginaba encima de ti, besando tu cuello suavemente, y mordiendo tu piel cual hambrienta bestia devorando un cervatillo. Lamiendo tu abdomen y jugando con tu pequeño miembro. Tú me mirabas con inocentes ojos, de los cuales caían saladas y tibias lágrimas, mientras que tu boca expresaba una sonrisa. Te besé y tú continuaste el beso. Me abrazaste y te susurre unas palabras, las cuales, no puedo recordar. Cuando menos me había dado cuenta, me había despertado de aquel sueño, con una erección muy notable. “Es un niño”, pensé, “No quiero lastimarlo” pensé…

¿O si?

Notas finales:

Espero que les haya gustado.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).