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El casamentero del santuario por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Aquí está el primer capítulo. Espero que les guste

El Cid de Capricornio caminaba junto a algunos de sus compañeros dorados por uno de los bosques más frondosos de la región hacia un lago en especial, donde se decía vivían unas criaturas místicas que devoraban hombres. Cuando el Patriarca recibió esa noticia decidió enviar a algunos de sus Santos de Oro a investigar. El peliverde estaba de acuerdo en eso, pero no era necesario enviar a tantos, sobre todo con el peligro de los espectros aún al acecho.

“¿Ya llegamos?” preguntó Kardia por milésima vez, mordisqueando ruidosamente una de sus enormes manzanas rojas.

“Todavía no” respondió Aldebarán de Tauro, mirando de reojo al último miembro de la compañía, Asmita de Virgo, que se mantenía silencioso. Desde el incidente con Aspros la tensión entre ellos dos se incrementó a niveles extremos y el dorado de Capricornio comenzaba a temer que no tuviera nada que ver con la religión del rubio.

“Ah… ¿por qué teníamos que venir todos? O mejor aún ¿por qué yo?” se quejó el escorpión, metiendo la mano en su costal de manzanas para sacar una nueva.

“Porque el Patriarca dijo que te haría bien un cambio de ambiente, tal vez para que cerraras la boca y comenzaras a comportarte” dijo el taurino.

“Llegamos” anunció El Cid, deteniéndose a las orillas de un lago cuyas aguas brillaban como si estuvieran encantadas. Era demasiado misterioso y bello, siniestro de alguna manera y atrayente de otra.

“Bien, terminemos con esto de una vez” dijo Escorpio, dejando sus frutas de lado y preparándose para la batalla.

“¿Qué es eso?” preguntó Tauro, señalando uno de los bordes del cuerpo de agua, donde se veía una silueta humana. De repente la bruma comenzó a ascender y todos sintieron como si fueran transportados a distintos sitios.

“Mierda” maldijo Capricornio, buscando con la mirada a sus compañeros.

“Hola… amor mío” dijo una voz a sus espaldas. Volteó y vio a una bella mujer parada sobre el agua, cuyos ojos parecían querer devorarlo.

“¿Quién eres?” inquirió él, levantando Excalibur para atacarla.

“Soy… quien tú quieras” dijo ella, tomando agua del lago y rociándola al aire. Se formó una cortina de bruma y cuando se aclaró quien estaba ahí parado era…

“Sísifo” lo reconoció El Cid. El otro le sonrió con esa bondadosa y amable sonrisa que aceleraba su corazón cada vez que lo veía.

“Sí, aquí estoy, amigo” dijo el griego, invitándolo a hundirse en sus brazos. “He venido a decirte que… te amo” esas eran las palabras que el portador de la espada sagrada había esperado oír por mucho tiempo de aquel que tenía en frente… su mente se nubló y quiso abrazarlo y besarlo como tantas veces soñó… hasta que vio sus ojos. No estaban llenos de la habitual luz que poseían, más bien eran oscuros y malvados.

“¿No deberías estar entrenando a Regulus?” preguntó para ganar tiempo mientras su mente se aclaraba.

“¿Quién?” dijo el otro confundido.

“Tu sobrino, el próximo Leo. ¿No deberías estar haciéndote cargo de él?” siguió Capricornio, poniéndose de nuevo en pose de combate. Ese definitivamente no era Sísifo, su amado nunca tendría una mirada como esa. Y no había abandonado el santuario, se quedó para entrenar con el cachorro de león. Lo sabía porque los espió poco antes de partir hacia el lago. Sagitario definitivamente no podía estar ahí.

“Ah, él… pensé que no debe interferir en el camino de nuestro amor, así que ahora soy todo tuyo” dijo la criatura con la forma de su amigo, relamiéndose los labios. “Anda, Cid, bésame”

“No… porque tú no eres Sísifo. Podrás haber adoptado su forma, pero nunca tendrás lo que él tiene en su corazón, demonio” dijo el dorado, levantando su brazo.

“Maldito” dijo el monstruo, mostrando sus garras y colmillos, aún conservando la apariencia del arquero.

“Esta espada ha sido afilada especialmente para proteger a la persona que amo y cuando llegue el momento… tal vez salvarle” dijo él. “Te atreviste a tomar su forma para tratar de engañarme, no te perdonaré esa afrenta. ¡EXCALIBUR!”

“¡ARGH!” la criatura volvió a su forma femenina para morir, mostrándose cómo su cuerpo se disolvía en el agua.

“Tonta, no me podrás engañar con una ilusión barata como esa. Si quieres tomar su forma al menos deberías copiar su mirada…” dijo El Cid, evocando la imagen del verdadero santo dorado de Sagitario. De repente la mujer comenzó a reír como una desquiciada. “¿Qué es tan divertido?”

“Tú… te has salvado… y con eso crees que terminará… no… mis otros yo… eliminarán a tus compañeros” tosió ella, desafiante. “Más bien… el amor los matará”

“Ellos no aman a nadie” dijo muy seguro.

“Si no fuera… así… no hubieran… podido entrar al agua” sonrió ella. “Todos… guardan un secreto… y perecerán por ello”

“Maldita sea” dijo el dorado, dejando a la criatura morir sola. Veía cómo el agua alrededor suyo se evaporaba rápidamente, tal vez porque su fuente estaba muerta. Siguió corriendo hasta que divisó dos siluetas humanas entre la bruma, eran Kardia y “¿Dégel?” de repente lo entendió, otra de las criaturas había tomado la forma de Acuario para tentar a Escorpio y arrastrarlo hacia la muerte. “¡No le creas, Kardia! ¡No es Dégel!”

“Lo sé ¡Aguja Escarlata!” le respondió el otro dorado e instantáneamente la figura fue atravesada y comenzó a morir y evaporarse.

“¿Cómo lo supiste?” preguntó El Cid.

“Fue demasiado melosa conmigo y… Dégel no es así. Él sabe cómo ser bueno conmigo, pero no es tan… pegajoso. No sé si me explico…”

“¿Estás saliendo con Acuario?” inquirió el caprino impresionado. Jamás creyó que ese par acabarían juntos.

“Oye, yo no te critico cada vez que se te cae la baba por Sísifo” dijo el artrópodo a la defensiva, riéndose de la cara de sorpresa de su compañero. “¿Qué? ¿Pensabas que nadie se había dado cuenta? Hasta Regulus está preguntando cuando invitas a salir a su tío”

“Dime que Sísifo no tiene ni idea” pidió el español, rojo de la vergüenza. Hasta un niñito había adivinado su secreto.

“Es el único en toda la orden que no tiene ni idea” le aseguró el otro dorado.

“Y… sobre tú y Dégel… no diré nada”

“¡Como si hiciera falta callarlo! ¡Hasta Albafica sabía, con lo retraído que es!” se rió el escorpión dorado, haciendo que el otro se sonrojara.

“¿Y Acuario está de acuerdo con eso?”

“No lo sé y al mocoso no le importó su opinión cuando entró en Escorpio quién sabe para qué en mitad de la noche e interrumpió…” comenzó a quejarse Kardia en voz alta.

“¡Detalles! ¡No quiero saber los detalles!” gritó el otro, rojo como un tomate. “¿Y qué tiene que ver Leo en esto?”

“¡Fue él quien salió corriendo y gritando por las doce casas: ¡Kardia y Dégel, sentados en un árbol besándose!!!!!!!!!!!!!!!!!!!” dijo imitando la voz del niño.

“Debí haber estado en una misión en ese momento, sino no hay manera de que no haya escuchado eso” dijo El Cid.

“Huh… creo que estamos olvidando algo” dijo el escorpio, cruzándose de brazos cuando miró a sus pies y vio a la aún agónica criatura.

“¡La misión!” recordó el español, avergonzado de haberse desconcentrado por culpa de los cotilleos.

“Dudo que Aldebarán tenga novia y Asmita es Asmita. Tú y yo somos los únicos que corremos peligro aquí” dijo Kardia confiado.

“Todos tienen un secreto” recitó El Cid y ambos caballeros dorados partieron. En medio de la húmeda tierra se encontraron con la imponente figura del caballero de Tauro y otra… muy conocida. “No puede ser” dijo el peliverde incrédulo.

“¿En serio? ¿Aspros el traidor?” preguntó el escorpión incrédulo.

“¿Chicos?” les preguntó el enorme toro, apartando por unos minutos los ojos de la criatura que personificaba al que tanto amaba y había perdido por su ambición.

“Ahora sabemos por qué le tienes tanto resentimiento a Asmita. Es culpa de ese traidor” dijo el peliazul, señalando con su larga uña al fallecido Géminis.

“No les creas, amor” dijo Aspros fingidamente. “Tú sabes que yo no he traicionado a nadie, todo lo que pasó fue culpa de Virgo. Debí hacerte caso, ese tipo no era de fiar”

“¡Oh, por favor! ¡Reacciona, Aldebarán! ¡Ese no es Aspros, él está muerto! ¡Nos traicionó a todos! ¡Y el Patriarca estaba ahí, no fue culpa de Asmita!” gritó el peliverde, tratando de sacar a su compañero del trance.

“Aunque esa cosa está haciendo una buena imitación, incluso es igual de melodramática que él” soltó el Escorpio, recordando un poco al verdadero.

“Aspros… no era así. Él no era malo, todo tuvo que ser culpa de ese hereje…” comenzó el gran toro.

“Sí, así fue. Ven, abrázame e iremos al santuario a aclararlo todo” pidió Aspros, abriendo los brazos, invitándolo a hundirse en él.

“Esto no está funcionando, está demasiado embelesado con la idea de recuperarlo” dijo El Cid, levantando el brazo para atacar. Kardia lo sujetó.

“Tengo una mejor idea” luego el peliazul se volteó hacia el falso Géminis. “Si de verdad eres Aspros podrás recordar el nombre de todos tus compañeros, incluido tu hermano, en orden”

“Yo… ah” parecía que la criatura no podía extraer todos los detalles de la mente de su víctima. El peliverde captó la idea y siguió.

“Vamos, dilos. Aspros nunca los hubiera olvidado” dijo en tono burlón el portador de la espada sagrada. “¿No lo crees, Aldebarán?”

“Sí, es cierto” dijo el taurino, despertando poco a poco del ensueño y comenzando a ver las diferencias entre este espectro y el verdadero Géminis.

“Yo… no…” la aparición supo que se había condenado y sacó sus colmillos. “Malditos”

“Debí saber que era demasiado bueno para ser real. ¡Gran Cuerno!” atacó el enorme santo dorado y la criatura quedó tendida en el suelo.

“Perfecto, ahora vamos a por Asmita” dijo El Cid, señalando a la única parte del lago que seguía teniendo agua y bruma.

“Déjalo, tal vez ese ni siquiera es él. De seguro no pudo entrar por tener el corazón tan seco como el desierto del Sahara” murmuró Aldebarán.

“O tal vez es tu rival en el amor” dijo Kardia, señalando las siluetas que ahora podían ver entre la bruma. Una era del rubio y otra… la acababan de ver morir otra vez. “¿Aspros de verdad era tan popular?”

“¿Cómo se atreve?” se puso rojo Aldebarán.

“Tal vez… lo que pasó cuando Aspros intentó convertirse en Patriarca fue un crimen pasional. ¿Crees que Géminis lo rechazó?” preguntó el español, mirando a su compañero. Asmita era el caballero dorado más difícil de engañar, sus sentidos y ceguera debieron decirle hace mucho que esa ilusión era falsa... “¿Por qué no se mueve?”

“No sé, hay que averiguarlo” dijo el guardián de la octava casa, casi arrastrando a los otros dos hacia el rubio. Ahí, en medio del claro, estaba parado Asmita, escuchando a ese espejismo hablar.

“Yo ya te he perdonado por lo que pasó” fueron las palabras pronunciadas con una voz ronca que no se parecía en nada a la de Géminis.

“¡Reacciona, Virgo! ¡Ese no es Aspros! ¡Él nunca te perdonaría por haber provocado su muerte!” gritó Aldebarán, un poco molesto con la figura por haber dicho tal barbaridad y bastante con el rubio por creérsela.

“Tiene razón, no lo soy. Ni Aspros, ni su sombra. Soy yo, libre, como me querías sentir” dijo la criatura, extendiendo su mano derecha y tomando la del dorado delante suyo. Inmediatamente la puso en su rostro. “Soy yo, sin mascaras finalmente”

“Máscaras… sombras… ¡Eso es!” gritó El Cid al entenderlo. “¡No es Aspros a quien está imitando, es a su hermano! ¡El segundo!”

“¿Cómo diablos se llamaba?” intentó recordar Kardia.

“Deuteros” murmuró Asmita. Los otros tres lo escucharon.

“¡Esa cosa no es Deuteros, Virgo! ¡Él está en Kanon! ¡Se desligó del Santuario tras la muerte de su gemelo!” dijo el escorpión dorado.

“Déjalo, morirá feliz…”

“¡Aldebarán!” le gritaron los otros dos.

“¡Está bien! ¡Eh, Virgo, sé que quieres que tu amado segundo te perdone por hacerle matar a su hermano ese día, pero sé realista, jamás lo hará!”

“Mejor déjanos las cosas a nosotros” lo calló Kadia. “¡Eh! ¡Asmita! ¿Quieres tocar esa piel falsa en lugar del verdadero rostro de tu amor?”

“No los escuches. ¿Hace cuánto deseas verme? ¿Hace cuánto que tus viajes fuera de tu cuerpo se centran sólo en mí, aún cuanto sabes que tus súplicas de perdón caen en oídos sordos? Ahora estoy aquí y no es necesario escucharte, ya te perdoné por todo”

“Este tipo… está completamente loco por Géminis… y desesperado” dijo El Cid. “Y yo que pensé que había perdido la cabeza por Sísifo”

“Y que lo digas… ni siquiera Dégel, que me lee poesía todas las semanas, hace eso” dijo el octavo guardián, con pavor en el rostro.

“¿Eso… realmente funciona?” preguntó Aldebarán, perplejo.

“Si quieres asustar, sí” respondió el caprino. “Con más razón, ¿crees que Deuteros se te va a acercar con esas tendencias? Más bien va a salir corriendo”

“Como Sísifo cuando se dé cuenta de que lo estás siguiendo a todas partes”

“Cállate, Kardia. Volviendo a eso…”

“No se preocupen, ya sé… que nunca seré perdonado. Quería creer esta ilusión, pero… prefiero al Deuteros real ¡TESORO DEL CIELO!” después de ese ataque, lo que quedaba del lago se evaporó misteriosamente y sólo quedaron los cuatro dorados parados en medio del frondoso bosque.

“Se acabó” dijo El Cid, mirando a los otros. Aldebarán parecía bien, al igual que Kardia, pero Asmita lloraba en silencio. Al parecer las cicatrices que dejó aquella noche de traición no se habían curado aún. “Asmita…”

“No me digas nada, recibí lo que merezco”

Notas finales:

Espero sus reviews. La comedia vendrá después, e sla primera que escribo así que no sé hacerlo muy bien, aunque sean comentarios malos escribanme!


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