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Please don't take away my sunshine por Yuusei Suzuki

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Notas del fanfic:

¡Hey! Ya llegué aquí para un nuevo fic MidoAka.Ya sé,ya sé "¿Porqué cañas haces nuevos fics si no actualizas los otros? *le avientan el lucky ítem del día*" pero es que...Ahh...Este MidoAka salió el sábado de mi mente cuando estaba enojada porque nadie me echaba rol y me subestimaban por el MidoAka así que dije "¡Oh! Ya me harté de que crean que mi Akashicchi es una perra y Bakao un pan de Oha Asa *insertar carita enojada*" y aparte tenía problemas y ¡Bam! Salió un precioso one-shot que al pasarlo al formato "bueno" que es este...Ahmmm...Se me alargó un poco-Un buen-y ahora será como de tres capis c:

En fin...Quienes siguen "El renacer de los milagros" esta semana ya actualizo porque ya ¡Perdonen! pero me han salido inconvenientes y agh,no queda más que hacerlos pero espero mañana ya subir el capi,bebés.

Ahora,sin más,espero les guste ¡Gracias por leer!

Por cierto~ Hay mención de M-preg y KnB no me pertenece a mí sino a Fujimaki Tadatoshi

Era un soleado día en Japón, resplandeciente por ser un día otoñal sin un ápice de oscuridad o nubosidad en el horizonte. El día perfecto para la familia Midorima que vivía en la mansión Akashi.

—Mmh…Shintarou—Dijo el pelirrojo mientras se despertaba por la luz que entraba del ventanal—No te levantes, la servidumbre hará el desayuno—Susurró Akashi a su marido, el cual trataba de levantarse pero no podía por el abrazo que le daba su esposo.

—Pero debo ver que le hagan bien el desayuno a Hanabi, nanodayo—Contestó el de cabellos verdes tratando de ubicar sus lentes palpando el buro color caoba donde reposaba una foto de su boda hace casi dos años con Akashi Seijuurou, el despertador, su celular y sus lentes.

—Está bien—Suspiró el de ojos rojos despertando y dejando que su marido se levantara—Mientras tanto iré a bañarme y a elegir la ropa de los tres, recuerda que hoy celebraremos que Hanabi cumple nueve meses. Ya invité a todos…Hasta a Takao—Eso último el pelirrojo lo dijo con recelo y molestia, desde preparatoria no le agradaba ese tipo por haberle quitado a su esposo unos meses aunque después volvieron juntos-como siempre debieron estar-, desde entonces Takao lo miraba con molestia y se le insinuaba en exceso a su marido pero no podía hacer nada, era su mejor amigo y aunque pasó por su mente el mandarlo a desaparecer, la simple imagen de Midorima llorando por la irritante presencia del azabache lo destrozaría.

—Me alegra que lo toleres, nanodayo—El de cabellos verdes hizo su cabello para atrás y después de darle un suave beso al pelirrojo, bajó a la cocina para supervisar que la papilla de su bebé se hiciera con el orden perfecto que él mandaba y con los ingredientes que él había dicho.

Shintarou era un padre sobreprotector, quería que su bebé tuviera de todo y que no le faltara nada aunque claro, eso era prácticamente imposible porque su madre era la cabeza del gran imperio Akashi y su padre el jefe de cirujanos en el hospital de Tokio, decir que el niño dormía en una cuna de oro era poco, pero aún así, Shintarou no quería que a su bebé le faltara nada y al ser doctor, llevaba una dieta que le recomendó Izuki, el mejor nutriólogo del hospital, por ese motivo el de cabellos verdes se levantaba a las seis en punto para bajar a vigilar a los cocineros de que hicieran un buen trabajo con la comida de su hijo.

Akashi, por su parte, también era un padre estricto con el personal de la casa y demasiado cuidadoso con su hijo; él quería que su bebé tuviera la infancia que él nunca tuvo así que le solía comprar demasiadas cosas además de que casi siempre lo llevaba al trabajo, los días que tenía reunión o no podía llevar al bebé al trabajo, Midorima se lo llevaba y si él no podía, Kuroko siempre era la opción además el hecho de que su hijo conviviera con la pequeña pantera de casi un año de su mejor amigo le beneficiaba mucho.

El pelirrojo suspiró al ver su agenda del día, no podría llevar a su hijo al trabajo por tener una reunión de negocios demasiado importante que marcaría el trato definitivo con una cadena de hoteles multinacional pero a cambio, tendría desde las dos de la tarde libre para pasar con su hijo.

Seijuurou sonrió al ver que Kuroko le confirmaba el cuidado de su bebé en la mansión y de paso la asistencia y ayuda para adornar un poco el gran salón por la celebración del noveno mes del pequeño emperador de cabellos rojos y ojos verdes. El emperador se dio una ducha rápida y al salir, justamente escuchó el llanto de su pequeño hijo que le avisaba su despertar.

— ¡Yo voy! —Gritó el pelirrojo desde el baño al escuchar las pisadas de su marido que iba trotando para atender a su hijo. Al salir del baño y entrar a la habitación del bebé pudo ver como Hanabi era cargado por su padre dulcemente, el cual le sonreía y acariciaba sus cabellos—Te dije que yo iba.

—Lo siento pero yo estaba más cerca—Respondió el de ojo verde con una sonrisa, viendo como su bebé les sonreía a ambos y movía sus manos mientras con su boca trataba de articular una palabra.

—Veo que aún no puede hablar—Dijo Akashi al ver como su bebé se ponía rojo por no poder emitir más que balbuceos en vez de palabras—Tranquilo, Hanabi. Hablarás cuando puedas—El bebé negó al escuchar a su madre y siguió tratando de hablar pero solo se escuchaba el sonido que provoca un frasco de vidrio al ser abierto, enojando un poco más al pequeño emperador.

—Hola mami—Esa voz hizo reír un poco al pelirrojo mayor ya que era su esposo quien había hecho su voz aguda y hablaba cuando los labios de Hanabi se movían, contentando al pequeño de ojo verde que creía ya poder hablar y sonrojando al doctor por hacer eso.

—Hola Hanabi—Contestó Akashi entre suaves risas mientras le acariciaba la mejilla a su pequeño que lucía triunfal.

—Se parece a ti, nanodayo—Expresó Midorima con una media sonrisa al ver que el bebé dejaba de mover su boca y ahora solo movía sus manitas y daba ligeras patadas en los brazos de su padre.

—Por eso es tan buen hijo—Contestó Akashi con orgullo haciendo que el de cabellos verdes le robara un beso que el pelirrojo no tardó en contestar, separándose al escuchar los aplausos de su pequeño que reía al verlos juntos—Bien señorito, usted será bañado por mí mientras que su padre se arregla para ir al trabajo—El bebé se dejó cargar por el pelirrojo y sonrió al estar entre sus brazos.

Y de esta manera Akashi fue a bañar al pequeño pelirrojo en su tinita en forma de ballena, haciendo reír al bebé que tronaba burbujas y reía al ver como su mamá jugaba con el patito en su tina mientras que el doctor se vestía con una camisa negra con un par de rayas verdes, una corbata lisa color esmeralda bien ajustada a su cuello, nuevas vendas para su mano izquierda, su pantalón negro bien sin arruga alguna y un chaleco negro con un par de adornos rojos en vez de saco por ser final de verano además de sus calcetas negras con rombos verdes y rojos, sus zapatos lustrados y sus lentes totalmente limpios, dándole una imagen pulcra y de Adonis al doctor que traía a medio hospital de un ala hasta que le veían su llavero en forma de patito que era el lucky ítem del día para cáncer.

Akashi salió con el bebé en brazos y lo dejó en su cama, avisando a su esposo para que lo cambiara ya que él debía alistarse para la reunión de negocios.

—Mmh…Te ves muy formal, Shintarou ¿Acaso me engañas? —El doctor al escuchar esa afirmación de su esposo dio un respingo y volteó a verle, tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados.

—No, Seijuurou. Ve-Verás yo…Te-Tengo ci-cirugía y—El médico no pudo seguir porque vio como el pelirrojo se carcajeaba al ver tan nervioso a su marido.

—Era una broma, amor—Dijo entre risas el pelirrojo, haciendo que el alma del galeno volviera a su cuerpo ya que con el emperador uno nunca sabía si lo que decía era una broma o era algo serio—Ve a cambiar a Hanabi que se está enfriando—El doctor suspiró y sonrió suavemente mientras iba a la habitación de donde estaba su bebé acostado en su cuna, viendo como los balones de basketball sobre de él daban vueltas.

Akashi sonrió suavemente al ver la foto de su boda en el buro y comenzó a ponerse su traje con camisa blanca y corbata escarlata junto a un pequeño pañuelo color marrón y sus zapatos negros lustrados además de agarrar el lucky ítem de sagitario, no es que fuera seguidor de Oha Asa o siquiera creyente de los horóscopos pero desde que su esposo y él comenzaron a vivir juntos, éste tenía la manía de comprar los lucky ítem’s de ambos signos y qué decir de cuando se enteraron de que iban a tener un bebé, Shintarou compraba ya desde que Hanabi estaba en el vientre el lucky ítem del signo que más se acercaba a la fecha programada, la cual caía en el signo de escorpión.

Cuando Akashi terminó de cambiarse fue a la habitación de junto para ver como su pequeño balbuceaba y jugaba con una pequeña pelota de basketball mientras su padre le cepillaba el cabello con cariño. El pequeño vestía un short blanco con detalles rojos y una playera blanca de marinerito con los acabados en carmesí junto con unos zapatitos rojos.

—Listo, ahora solo te pongo tu sombrerito y terminamos, nanodayo—El de cabellos verdes agarró el sombrerito con un listón rojo rodeándole y se lo puso a su hijo, el cual rió y siguió jugando con su pequeño balón de basketball.

El pelirrojo se recargó en el marco de la puerta con una sonrisa y le tomó una foto a ambos jugando con el pequeño baloncito, haciendo que el bebé riera y que Shintarou sacara un par de sonrisas.

—Vamos a desayunar o se nos hará tarde—Shintarou antes de cargar a su hijo y llevarlo a la cocina le puso su lucky ítem en la playera, un pequeño pin en forma de patito, cosa que combinaba a la perfección con el atuendo del festejado.

Un par de minutos después, la pareja estaba dándole de desayunar a su pequeño bebé con cuidado a pesar de que llevaba puesto el babero. Una vez terminado el desayuno, Kuroko llegó a la mansión con su hijo en brazos; era un niño casi igual a Aomine a excepción de su tez blanca apiñonada semejante a la de Kagami-para pesar del moreno- y sus ojos azul celestes intensos.

—Ya sabes, si pasa algo llámame al celular directamente ¿Sí? —Kuroko asintió ante lo dicho por su amigo—Dispones de la servidumbre como se te dé la gana y si llora, dale su baloncito. Ya sabes dónde-

—Donde están los números de emergencia, si comienza a tener fiebre le doy tres gotitas de la medicina rosa. Darle de comer cada cuatro horas y hacer que se active intelectualmente al menos media hora además de darle su rana de peluche favorita si se pone inquieto a la hora de la siesta ¿Otra cosa, Akashi-kun? —Preguntó Kuroko con cierta diversión ya que esas eran las indicaciones que siempre le daba el pelirrojo antes de dejarlo con su hijo.

—Nada, Kuroko. Cumple con mis expectativas—El de ojo celeste sonrió y asintió, cerrando la puerta después de que el pequeño Hanabi se despidiera de sus padres con un afectuoso abrazo y luego se fuera gateando detrás del niño de cabellos azul oscuro que comenzaba a brincar y caminar rumbo a la mesita donde su madre había dejado crayones.

Una vez que Midorima dejó a su esposo en su empresa le dio un beso y partió al hospital pensando a qué hora iría a recoger el regalo que mandó a hacer a su hijo por su noveno mes de vida, seguramente mandaría a Izuki a comprarlo ya que últimamente nutriología no tenía un gran número de pacientes así que el chico tendría tiempo de sobra para ir a recoger por él la sorpresa.

Al llegar al hospital saludó a Momoi, quien era su secretaria y a Hyuuga junto a Kiyoshi, el cual el último molestaba al primero para que le ayudara a pensar acerca de qué cosa regalarle a Murasakibara por su aniversario de pareja.

—Momoi ¿Nada nuevo? —Preguntó el doctor antes de entrar a su consultorio a checar unas radiografías que tenía pendientes y comenzar a alistarse para la cirugía de corazón abierto que haría en un par de horas.

—No pero Takao-chan te ha llamado y dijo que estaría aquí en media hora para hablar contigo, Midorin—Contestó la de cabello rosa con una sonrisa al ver en su computadora el archivo—Por cierto, Himuro-chan canceló su cita porque tenía algo importante y no pudo reagendarla—Midorima gruñó suavemente al escuchar ese nombre, aún no le perdonaba el hecho de haber plantado a Murasakibara en el altar hace tres años pero era paciente y debía tratarlo aunque mereciera pagara por el dolor que el de cabellos morados sufrió.

—Bien, cuando llegue hazlo pasar, nanodayo—La joven asintió sonriendo y siguió viendo divertida como el castaño abrazaba al doctor Hyuuga mientras lloraba fingidamente para que le dijera que regalo podría comprarle a su pareja.

Después de unos minutos la puerta de su consultorio se abrió estrepitosamente y el azabache entró con una radiante sonrisa a ver a su mejor amigo-Y ex pareja- después de no haberse casi ni contactado por casi un año.

— ¡Shin-chan! —Exclamó Takao sonriendo al ver al doctor—Mi lindo Shin-chan ¿Cómo estás? —El de cabellos verdes apenas se levantó tuvo que volver a sentarse por el abrazo del de ojo azul que lo tumbó nuevamente en la silla.

—Oye, Bakao, quítate—El de cabello verde después de luchar unos dos minutos contra el asfixiante abrazo de su mejor amigo, logró quitárselo de encima y acomodarse su bata desacomodada.

—Lo siento pero te extrañaba mucho, Shin-chan. No sabes lo feo que fue estar sin saber nada de mi dulce tsundere durante un año—El doctor se sonrojó y desvió la mirada al escuchar eso, levantándose para ir a la pequeña cocina que tenía en su consultorio por una taza de café negro y una taza de té verde tibio—Espera, Sin-chan. Te ayudo, tú vete a sentar porque creo que desacomodé algo en tu escritorio—Midorima gruñó por lo bajo y fue molesto a su escritorio a ver qué papeles había desordenado ahora su mejor amigo y padrino de su bebé. Takao aprovechó de que el de ojo verde no miraba para verter rápidamente tres gotitas de un frasquito de vidrio que traía en su pantalón, diluyéndolo a la perfección hasta que no hubiera rastro alguno de él en el café del doctor.

—Con los años no cambias. Sigues siendo el mismo desorganizado de siempre, nanodayo—Takao rió y llevó las tazas al escritorio de su amigo, sonriendo al ver como el mayor tomaba plácidamente del café—Al menos te puedes mantener de los bartenders de las multinacionales que venden café. Te quedan deliciosos.

—Yo también te quiero Shin-chan—El doctor se sonrojó y desvió la mirada apenado sin sospechar que con media taza bastaba para poner en efecto el plan del azabache—Siempre te he querido y te consta—Midorima dejó su taza a casi nada de terminarse y miró al de cabello negro.

—Sabes que te quiero pero como amigo. Lo nuestro no-

—No funcionó—Contestó Takao de mala manera—Repítetelo hasta que te lo creas—Midorima agarró su taza y desvió la mirada, terminando el café que estaba en ella—Tú y yo éramos muy felices hasta que ese enano egocentrista, bastardo, hijo de-

— ¡Kazunari! —Gritó Midorima notablemente molesto—No dejaré que hables así de mi marido y si es lo único que tienes que decir, retírate—El azabache negó y sonrió nerviosamente.

—No, Shin-chan. Lo siento, lo siento, me dejé llevar—Kazunari sacó de su chaqueta una pequeña cajita y se la dio al mayor—Es para Hanabi-chan, se verá lindísimo con ese collar de halcón. Sé que lo he visto solo unas dos veces pero quise comprarle eso—Shintarou sonrió y lo guardó en su bata.

—Eres su padrino, puedes verlo cuando quieras, nanodayo—Contestó Midorima sonriendo—Iré por más café ¿Quieres? —El azabache negó y sacó su celular, esperando que al otro lado de la línea le contestaran.

—Cinco…Cuatro…Tres…Dos…—Un gruñido leve se escuchó—Uno…—Y un golpe sordo resonó en el consultorio— ¿Bueno? Sí, te mando la foto ahorita—Tomó su celular y le sacó un par de fotografías al de cabellos verdes que yacía en el suelo inconsciente y pálido, como si estuviera muerto—Te dije, Shin-chan. Tú y yo siempre debimos estar juntos.

Mientras tanto, en la gran mansión Akashi el pelirrojo apenas llegaba a ella después de una agotadora pero exitosa reunión de trabajo donde pactó un contrato con una cadena americana.

—Ah, Akashi-kun, bienvenido—Dijo Kuroko mientras cargaba a su hijo en un brazo y en el otro al pequeño pelirrojo que no dejaba de llorar—Creo que Hanabi-kun no quiere dormir—Akashi tomó a su hijo en brazos y lo acunó dulcemente.

—You are my sunshine, my only sunshine. You make me happy when skies are grey. You never know, dear, how much I love you—Cantó con voz dulce el pelirrojo mientras su bebé se acomodaba en sus brazos y se quedaba dormido—Please don’t take my sunshine away—Hanabi se quedó dormido en cuestión de segundos, dejando que Seijuurou le acostara en el sillón sobre sus mantitas y lo hiciera un bultito verde con ositos y cabellos rojos.

—Cantas muy bonito, Akashi-kun—El de ojos rojos rió con elegancia y negó, viendo como el pobre de Kuroko tenía que seguir arrullando a su hijo de un año porque no dejaba de llorar “Igual que Daiki” pensó el pelirrojo al ver al niño moverse como lombriz en los brazos de su amigo.

—Solo un día la escuché en la radio y comencé a cantarla inconscientemente entonces Hanabi se quedó dormido en los brazos de Shintarou—Kuroko por fin, después de haber arrullado a su pequeña pantera por media hora, hizo que el niño durmiera.

—Ojalá Hikaru-kun se durmiera tan rápido como Hanabi-kun—Murmuró Kuroko después de dejar a su hijo envuelto en sus mantas azul oscuro que se quitó en cuestión de segundos.

—Es hijo de Aomine ¿Qué esperabas, Kuroko? —El de ojo azul rió ante lo dicho por su amigo y tomó de su té que llevaba tomando desde la mañana pero un ruido algo fuerte en la cocina hizo que el pequeño de ojo azul celeste comenzara a llorar— ¿Está bien? ¿No tendrá algo? —Kuroko cargó a su hijo y comenzó a tocar su frente y sus mejillas.

—Hikaru-kun tiene temperatura…—El de cabello celeste rápidamente agarró su bolso donde tenía todas las cosas del bebé y cargó a su hijo preocupado—Akashi-kun, prometo volver en la tarde para la celebración de Hanabi-kun.

—No te preocupes, Kuroko. Es más importante la salud del niño pero ¿No quieres que lo lleve a la clínica con Shintarou? —El de ojo celeste negó y sonrió agradecidamente mientras Akashi le abría la puerta de su casa.

—No, iremos con Mitobe-senpai y Koganei-senpai; ellos son sus pediatras de cabecera pero gracias por la preocupación. Nos vemos al rato—Kuroko fue a su carro y salió rápidamente de la gran mansión rumbo al hospital para que vieran a su hijo, seguramente se había enfermado por haber comido paletas heladas con su inconsciente padre mientras llovía y ellos llevaban una playera ligerita y un short; ahora sí su esposo lo escucharía además de que dormiría en el sillón un mes o dos dependiendo de qué tan enfermo estuviera su bebé.


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