Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Alucinación por Zhena HiK

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Kuroko no basket no me pertenece, por lo que sólo utilizo sus personajes para entretenimiento personal sin ánimos de lucro. 

 Agradecimiento especial: 

A Yukino Daiki por ayudarme con el beta y con ideas cuando creí ya no poder más. Y Makina Yagami que también me ayudó a aclarar de inicio la idea principal de la historia, así como su enorme apoyo moral mientras escribía. 

¡Gracias a las dos! 

Notas del capitulo:

Se supone que este fanfic debía estar arriba el día 25 de febrero, ya que era o es parte del mes AoKi <3 

¡Lo siento! En verdad quise hacerlo a tiempo como se debía, al final no pude, tengo demasiadas cosas y el semestre en la universidad no me ha dado respiro alguno para escribir con mayor antelación. 

Aún así, quiero compartir mi aporte para este evento, porque el AoKi es una de las parejas que más amo, y de hecho, la primera pareja que me enamoró de KnB, así que la tengo en mi corazón y era necesario poner mi granito de arena en este mes que declararon como: 

"Mes AoKi" 

 


Y lo que es peor... no sólo tardé, sino que excedí el límite máximo de palabras... ¡lo siento mil veces más! Me es imposible escribir poco, tanto así que tengo pensado escribir un epílogo pero eso será cuando la escuela me dé un respiro. 

A quien se atreva a leerlo, le agradecería me lo hiciera saber. 

—I—

Era viernes por la tarde y como era costumbre me dirigía hacia la cita semanal a la que no podía faltar. Al llegar al edificio de siempre, la recepcionista me saludó con la misma alegría de cada semana, parecía no tener problema alguno en su vida puesto que ese gesto alegre siempre pintaba su rostro. La saludé como era debido y ella me devolvió el saludo, avisándome que la doctora tardaría un poco en llegar ya que había sido atrapada por el tráfico vespertino y venía de cruzar la ciudad completa.

No importa realmente, la verdad es que nunca me había sentido con menos ganas de estar ahí que en esa ocasión.

Me senté en la sala de espera fuera del consultorio, la puerta con el número cinco pintado estaba cerrada y la observé por unos minutos que parecieron interminables, además de mi celular o alguna revista de la mesa de centro, no había nada con que poder entretenerme, así que traté de relajarme, había algo importante que debía hablar con mi psicóloga ese día, pero al mismo tiempo no estaba seguro de mencionarlo.

…Me sentía ansioso, nervioso y un poco desesperado. Mi pie golpeaba el suelo en repetidas veces como un tic nervioso, mis brazos cruzados sobre mi pecho a cada rato cambiaban de lugar, quedando a veces sobre mi regazo y otras tras mi cabeza sin encontrar un sitio indicado.

Tan absorto estaba en el silencio de aquella sala, que ni siquiera noté el tiempo que transcurrió hasta que un chico alto y moreno apareció por la puerta y se sentó en un sillón exactamente frente al mío. Lo observé mientras caminaba al sofá y cuando se dejó caer, su mirada encontró la mía y me sentí inquieto con esa sencilla acción y por ello desvié la vista hacia algún punto en la pared.

Saqué el celular para ver mi reloj cuando caí en cuenta de que si ya estaba un paciente más ahí, es que seguro mi hora estaba por terminar, ¿acaso no iba a llegar mi doctora cuando más la necesitaba?

Por alguna razón, la presencia de ese chico ahí me incomodaba y estaba a punto de ponerme de pie cuando escuché su ronca voz.

—Deberías relajarte un poco, me estás molestando.

No pude evitar endurecer mi gesto, apretando el ceño ante su expresión.

—¿Disculpa? —Pregunté sin creer que se estuviera dirigiendo a mí de esa manera, aunque considerando que era el único ahí además de él, era bastante obvio a quién le hablaba.

—Te he pedido que te relajes, tiemblas y te mueves demasiado. Eso molestaría a cualquiera.

—No me interesa si…

—Chicos, la doctora no podrá atenderles hoy —dijo la recepcionista interrumpiendo lo que estaba por decir cuando entró a la sala. Parecía angustiada pero antes de poder preguntar, fue el chico de cabello azul quien habló primero.

—¿He venido hasta acá sólo para eso? —Dijo de mala gana y luego se puso de pie, bostezando y estirándose con pereza—. Qué desperdicio de tiempo —se quejó.

La chica de recepción se apresuró en aclarar.

—Lo siento pero la doctora acaba de tener un accidente, no estoy segura de qué tan grave haya sido pero su esposo parecía preocupado cuando me avisó para cancelar las citas de ella.

Sentí que mi corazón se aceleraba al enterarme de eso, llevaba asistiendo con ella alrededor de un año y había aprendido a quererla, ella me había ayudado a salir de mi depresión y ahora… ¿esto? Sólo podía esperar que no fuese nada serio.

Me había puesto de pie tan rápido que sentí que las piernas me fallaron y caí irremediablemente en el sillón ante ello. Kaoru se asustó y el otro chico se me quedó mirando desde su lugar.

—Te traeré agua, Kise, ya vuelvo —avisó.

—¿Qué te sucede a ti? ¿Estás bien? —Escuché de pronto su voz más lejana y comencé a parpadear cada vez de forma más pesada—. No, no… ni se te ocurra —alcancé a oír su voz y luego uno de sus brazos alrededor de mi cintura y su otra mano dándome suaves golpes sobre una de mis mejillas—, Kise, idiota… no te desmayes aquí.

Cuando abrí los ojos lo primero que miré fueron unos azules que me observaban muy de cerca.

—Ya abrió los ojos, va a estar bien —dijo el chico al que ahora miraba— Vaya susto que nos has dado, ¿qué rayos pasa contigo? ¿Comiste algo hoy? —Cuestionó y yo sólo pude negar con la cabeza, no estaba contestando a su pregunta, sólo la moví por acto reflejo—. Entonces te llevaré a comer algo, son más de las seis de la tarde, no puedes andar en ayunas por ahí o puedes desmayarte como ahora, idiota.

Ante ese nuevo insulto, apreté los labios y entonces enfoqué mejor esos iris que parecían divertidos mirándome muy de cerca, fue entonces que noté la posición. Yo estaba recostado sobre el sillón largo y él se encontraba sentado a mi lado, inclinado hacia mí, quizás para ver mis reacciones cuando desperté.

Traté de incorporarme pero su mano sobre mi pecho empujándome de regreso al sillón me impidió realizar la acción que quería.

—¿Qué sucede? —Pregunté retirando su mano de mi pecho.

—Dime tú, ¿qué rayos te pasó?

—No lo sé, de pronto me sentí… extraño —confesé ya que no tenía la menor idea sobre lo que había sucedido—. Me iré a casa —dije deshaciéndome de su agarre y sentándome en el sillón de forma correcta, sacudí algo mi ropa y acomodé mi cabello antes de pararme ante la mirada atenta del chico y Kaoru, la recepcionista a quien apenas noté que también estaba ahí. Ella me miraba preocupada—. Estaré bien, gracias por todo… mantenme al tanto de la doctora, por favor —pedí y caminé a la salida con las manos en la bolsa. Sólo escuché que ella trataba de detenerme con algún “pero…” que no terminé de escuchar ya que caminé rápido.

—Eey, espera —escuché la voz gruesa del chico que estaba en el consultorio pero no me detuve, apreté el paso para ver si de esa manera comprendía que no deseaba hablar con él, pero lo que dijo me hizo detenerme—. Está bien, me quedaré con tu celular entonces… —me frené en seco y busqué en mis bolsillos sin éxito, entonces giré mi cuerpo y lo observé acercándose a mí.

Tenía una sonrisa divertida pintada en los labios y se acercaba a mí a paso lento, llevaba el maldito aparato en la mano mostrándolo como si fuese una especie de premio.

—Pensé que no ibas a detenerte —comentó.

—Sólo porque necesito mi celular —eliminé los pasos de distancia entre nosotros y estiré mi mano para tomar el aparato que desapareció de mi vista antes de que pudiera si quiera tocarlo—. No estoy para juegos, no sé quién eres o qué te pasa pero… necesito mi celular ahora.

—Eres bastante descortés con la persona que te brindó primeros auxilios mientras te desmayaste; pero te daré tu celular si me invitas a comer algo —avisó y yo sólo elevé una ceja.

—Recuerdo haber escuchado cuando desperté, que tú me ibas a llevar a comer… —mencioné sin poder evitar sonreír un poco.

—Dije que te llevaría a comer, pero tú invitas, andando, conozco un lugar por acá —habló, tomándome del brazo y prácticamente arrastrándome en su dirección.

No sabía por qué ahora me veía envuelto en esta situación, sentado frente a un chico del que no sé siquiera su nombre, él miraba la carta del menú con detenimiento y yo lo veía a él sin comprender lo que pasaba.

—Deja de mirarme, yo no soy parte del menú, así que por ahora tendrás que conformarte con lo que está aquí —dijo tocando el mencionado menú que tenía puesto sobre la mesa justo frente a mí. Me sonrojé un poco ante su respuesta y sólo pude tomar la carta y ocultarme tras ella antes de hablar.

—¿Por lo menos puedo enterarme de tu maldito nombre o ni siquiera eso? —Cuestioné apenas asomando los ojos por encima del menú. Sus orbes azules ya me miraban y parecía sonreír autosuficiente.

—Aomine Daiki.  ¿Tú eres Kise…?

—Kise Ryōta —me presenté.  

—Bien, Kise, ¿qué piensas pedir?

Y aquella ocasión fue la primera vez en mucho tiempo que tuve una interacción real con alguien que no fuese de las personas que ya eran parte de mi mundo cuando me sucedió… eso.

—II—

Tenía tanto tiempo sin hablar con personas fuera de mi familia, que no estaba seguro de cómo interactuar otra vez con el mundo real. Desde hacía poco más de un año, cuando estaba terminando mi primer año en la universidad, mantenía una relación con un chico, había sido difícil que mi madre y mis hermanas lo aceptaran debido a la naturaleza de mi sexualidad pero acabaron por comprenderme y aceptarlo.

Llevábamos dos años de relación, pero cuando entré a la universidad él cambió. Estaba decidido a no estudiar más, por lo que siguió en el mundo del modelaje que fue donde le conocí, sólo hice algunos trabajos en ese medio cuando estaba en preparatoria, nada importante; lo más relevante de aquello fue conocerle.

Cuando entré a la universidad él se volvió más celoso, parecía en todo momento estarme buscando, llamándome, enviándome mensajes hasta el punto de hacerme sentir acosado por mi propia pareja. Hablamos, él parecía paranoico ante cualquier persona que se me acercara y eso comenzó a molestarme.

Todo terminó cuando descubrí que él había estado consumiendo drogas que afectaron de tal manera su juicio que ahora parecía un loco al que perseguían, todo el tiempo estaba nervioso y miraba hacia atrás como si alguien lo estuviera siguiendo en todo momento. Al principio pensé que tendría algún otro tipo de problema y traté de ayudarlo hablando con él y haciéndole ver que estaba a su lado para lo que me necesitara, pero al darme cuenta de que eran drogas, intenté por todos los medios ayudarle, que entrara a rehabilitación, que aceptara su problema, pero nunca quiso… siempre negó tener un problema de adicción y aseguraba que cuando él quisiera podría dejarlo, sólo que no quería hacerlo.

Nunca pretendí llegar al punto de ponerle un ultimátum, pero así lo hice. Le di a elegir entre su vida en las drogas y nuestra relación, cuando fui a su casa a platicar sobre su decisión, me recibió más drogado que nunca. Ahí obtuve mi respuesta. Los días siguientes a ese me buscó con insistencia tratando de arreglar las cosas pero yo estaba harto, harto de sus desplantes y de estar preocupado por él todo el tiempo, pensando que podría pasarle algo gracias a su maldita adicción y que no quería ser parte de su vida cuando eso sucediera.

No pasó ni una semana cuando lo encontraron en su casa, se había dado un disparo en la cabeza. Cuando lo supe el tiempo se detuvo para mí, sentía la culpa carcomer cada fibra de mi cuerpo. Entré en shock ante la noticia y cuando pudieron traerme de regreso a la realidad lo único que deseaba era darle el adiós, pero ni siquiera pude pararme cerca del lugar donde lo enterraron porque su madre estaba muy molesta conmigo, aseguraba que yo tenía la culpa de lo que pasó, que él había decidido quitarse la vida después de haber terminado.

…Él se suicidó por mí, por mi culpa.

A partir de ese día entré en una depresión de la que fue difícil salir. Dejé la escuela por un semestre en el que mi madre se dio a la tarea de avisar a la universidad que estaría como baja temporal. Ella y mis dos hermanas se dedicaron a ayudarme como pudieron a salir de aquello.

Aunque tuve que asistir con una psicóloga ya que fue tanto lo que me hundí que sólo con ayuda profesional pude salir de ese agujero. Sólo cuando toqué fondo fue cuando acepté salir de mi habitación y buscar ayuda, comencé a soñarlo a diario, él se aparecía en mis sueños y me reclamaba por haberlo dejado, decía que me odiaba y que por mi causa ahora él estaba muerto y yo seguía disfrutando de la vida… que debía morir también para enmendar mi falta.

Traté en una ocasión de deshacerme de mi vida, no lo logré, mi hermana llegó a tiempo para evitarlo y el ver llorar a mis hermanas y mi madre por mí, me abrió los ojos. ¿Qué rayos estaba tratando de hacer? ¡Ellas me necesitaban! Estaba consumiéndome justo como él lo había hecho, estaba dejándome arrastrar a la muerte como él lo hizo y con ello llevaría a mi familia a sentirse tan miserable como yo me sentía ahora.

Yo no podía estar tan mal… Yo necesitaba recuperar mi vida, necesitaba salir de esa depresión y acepté tratarme por la que ahora era mi doctora. Ella y la chica que trabaja en recepción son las únicas personas nuevas con las que he hablado después de ese incidente. Ni siquiera en la escuela suelo mezclarme con otras personas, suelo hacer los trabajos yo solo y evitar el contacto con los demás.

…Todo hasta hace un par de días, ese día en que el otro paciente de la doctora se acercó y me habló, incluso fui a comer en su compañía y aunque de pronto me sentía algo asustado, también me hacía sentir molesto y le contestaba como a cualquiera con quien tuviese mucha confianza.

Pasé una buena tarde a su lado, en la primera interacción que tuve con él, parecía ser molesto y grosero, pero luego se relajó, quizás se asustó cuando me desmayé. Insistió tanto en acompañarme hasta mi casa para ver que llegara bien, que no pude quitármelo de encima hasta que le dejé que lo hiciera.

No sé qué sentir al respecto, me asusta tratar de convivir con otras personas de buenas a primeras, pero si con él todo estuvo bien, quizás podría intentar hablar con otros. Este semestre retomé mis estudios así que quizás ahí podría intentar ser menos solitario y hablar con alguien. Mi psicóloga ha estado diciéndome eso desde hace meses, que trate de convivir con las personas a mi alrededor, de involucrarme como antes lo hacía pero lo veo difícil.

No sé si pueda hacerlo, suena fácil pero…

De pronto el celular suena cuando estaba saliendo de mi última clase del día. Yo sólo pude saltar ya que no estaba acostumbrado, lo utilizaba mayormente para que mi madre estuviera cómoda, decía que para cualquier cosa que yo necesitara podría marcarle y, aunque ella no estaría molestándome a cada rato o ante cualquier tontería, quería saber que había un número al que podía localizarme y que eso la hacía sentir segura.

Observé con detenimiento el número que me marcaba y aunque no lo conocí, contesté tratando de sonar seguro.

—¿Diga?

—¿Cómo va todo, Kise? —La voz me sonó en extremo familiar, no estaba seguro de quién era exactamente pero era tan conocida que mi mano comenzó a temblar de manera sutil. El suspenso me ponía en extremo ansioso.

Me mantuve callado hasta que esa misma voz retomó la plática.

—¿Kise? Soy Aomine, ¿me recuerdas? —Escuchar su nombre conectó los cables en mi cerebro y comprendí que la voz era de él, sonaba algo distinta a través de la línea telefónica pero igual de gruesa.

—Ah vaya, no te reconocí, ¿qué sucede?, ¿cómo estás? —Hice una pausa y luego caí en cuenta de algo—, ¿cómo tienes mi número? —Quizás era una pregunta obvia, ya que olvidé mi celular cuando le conocí y tuvo que bajar a entregármelo.

—Cuando lo olvidaste aproveché para marcarme. Pensé que te darías cuenta ya que no borré el registro de la última llamada

—La verdad es que no utilizo mucho el celular —admití sin dar mucha explicación. Su voz me ponía nervioso, como creí, no estoy preparado para convivir con otra persona.

—¿Has sabido algo de la doctora Higurashi? —Su pregunta me hizo recordar que hoy había quedado en ir a verla al hospital.

—Rayos, olvidé que hoy iría a verla al hospital, gracias por recordármelo —y ante aquella frase, colgué y salí prácticamente corriendo de la universidad, escuchando que el celular volvió a sonar con insistencia pero no estaba listo para responder, no cuando sabía que era su número el que seguía intentando hablar conmigo.

—III—

—Me alegra que esté bien doctora, seguro que se recupera pronto —dije sonriendo, estaba contento de ver que estuviera a salvo y no fuese nada de gravedad lo que le sucedió.

—También me alegro de verla doctora, pensé que ya no lo contaría —una voz tras de mí resonó en la habitación del hospital y sólo giré a verle. Ahí estaba Aomine, traía consigo una rosa blanca que le entregó a la doctora y ésta sonrió y extendió sus brazos abrazándolo como pudo debido a su condición.

—Nada que unos meses de reposo no puedan mejorar, Daiki —mencionó ella con voz cansada pero divertida.

—Eres un grosero —le regañé mirándolo con un gesto de molestia. ¿Cómo le decía eso a la doctora?

—No te preocupes, Kise, conozco a este niño casi desde que nació y siempre ha sido así de insolente, no espero a que cambie —comentó riéndose y tomando entre su mano la de Aomine. Después ella se dirigió a él para preguntar algo—. Me dijo Kaoru que fuiste a visitarme el día que me accidenté, pensé que tendría que irte a buscar yo misma —regañó.

Por un momento me perdí, cuando él llegó al consultorio creí que sería un paciente más de ella, y ahora que los veía con tanta confianza comprendí que no podría ser, a pesar de que admiro y tengo un aprecio bastante grande por la doctora, quien me ha ayudado muchísimo a lo largo de este tiempo, nunca la he tratado con la familiaridad que lo hace él, y eso es porque supongo que no está permitido romper ese vínculo médico-paciente que tenemos.

—Sabes que estoy ocupado con la universidad, y tampoco estés exagerando porque no tenía tanto tiempo sin verte —comentó en respuesta al reclamo de la doctora—. ¿Qué fue lo que sucedió?

Me mantuve a la espera de que ella pudiera explicar lo que le pasó y así saber también cuán grave era lo que tenía, aunque al verla podía notar que por lo menos no era de vida o muerte.

—Hubo un accidente muy fuerte en la autopista de camino acá, traté de esquivar un camión que se volteó justo frente a mí y terminé saliéndome de la carretera, ahora tengo una pierna casi destrozada y un par de costillas rotas también, pero nada que unos cuantos meses en reposo y después algo de rehabilitación en la pierna no curen —admitió sonriendo, parecía convencida de lo que decía. Segundos después giró su vista hacia mí— Todo estará bien, Kise, no es lo convencional, pero si tú quieres puedo transferirte con otro médico, sólo con alguien que sea de mi entera confianza y si así lo deseas tú, claro, ya que parece que estaré fuera del juego durante algunos meses.

Abrí los ojos asustado, pensar en que otra persona conociera todo mi historial, en contarle a alguien más desde el inicio y… sólo pensar en eso me alteró y me puse de pie. Ella se apresuró a hablar.

—Tranquilo Kise, es sólo si tú quieres…

Cuando di un paso para atrás sentí el cuerpo de alguien más pegado al mío, y los fuertes brazos de éste mismo apretándome de los hombros mientras me susurraba algo al oído con una voz tranquilizadora.

—Ey, ey, ey… tranquilo, no te alteres —cerré los ojos y mi cuerpo se relajó cuando reconocí su voz. No sé en qué momento él rodeó la cama y se paró tras de mí, pero ahora las manos de Aomine me detenían por los hombros y su cuerpo me daba calor gracias a la cercanía.

No dije nada, sólo asentí haciéndole saber que me había tranquilizado al escucharle, cuando sentí sus manos deslizándose por mis brazos hasta tomar mis manos entre las suyas, entonces desperté de mi letargo y me alejé de él dando un paso al frente y girando para verle la cara.

Elevó ambas manos abiertas por completo, manteniéndolas a la altura de su pecho y mostrándome las palmas.

—Sólo trataba de que te relajaras

—Kise, ¿estás bien? —La voz de la doctora me hizo girarme hacia ella de nuevo.

—Sí, lo siento doctora, no era mi intención que…

—No te preocupes, estuvo mal de mi parte haber siquiera insinuado algo así, olvídalo, dame un poco de tiempo, por lo menos que pueda sentarme sin estar llena de calmantes y seguiremos viéndonos, ¿te parece?

Volví a mover mi cabeza de forma positiva.

—T-tengo que irme doctora… espero que pronto esté bien —después salí prácticamente corriendo de ahí.

Era la maldita segunda vez que miraba a este tipo y dejé que se me acercara, incluso me ayudó a calmarme una vez más. ¿Qué rayos me estaba sucediendo con él?

Salí de la habitación como si el mismo diablo estuviera persiguiéndome, no pude ni esperar por el elevador a pesar de estar en un quinto piso, preferí bajar por las escaleras ante el miedo de que él me alcanzara. No sabía si iba a tratar de seguirme o no, sólo sabía que tenía que alejarme.

 

—IV—

Apenas hace un mes del incidente con la doctora Higurashi, son cuatro sesiones que no he tenido debido a sus lesiones, y no me siento desesperado. Por lo menos no como creí que lo estaría sin su ayuda… el problema es la causa de ese extraño nivel de relajación.

—¿Te veré hoy saliendo de clases? —Leo el mensaje de texto que acaba de llegarme y sólo puedo sonreír algo desanimado, respondiendo de inmediato ante el cambio de planes.

Acabo de salir, el maestro de las últimas dos horas no llegó, creo que tendré que verte otro día —por alguna razón saber eso me ponía algo inquieto, quizás se debiera a que odiaba los cambios de planes tan repentinos cuando ya me había hecho a la idea de algo más. Sin embargo, no está en mí y sé que él tiene clase así que supongo que será mejor no verlo hasta mañana u algún otro día que tenga libre.

¿Y por qué no verte ahora? Estoy libre, camina a la cafetería central, te veo ahí donde siempre —normalmente le habría recriminado por querer faltar a clases y le hubiese rechazado, pero este último mes me he vuelto lo suficiente egoísta como para no prestarle importancia a ello e ignorar el asunto.

Necesito verlo.

Llegué rápido y me senté donde siempre, la cafetería central estaba a diez minutos caminando de la facultad en donde yo estaba estudiando, después del segundo encuentro que tuve con Aomine, el tercero fue precisamente aquí, habían pasado un par de días más desde el incidente en el hospital, ese día tenía libre un par de horas pero luego tenía una última clase así que decidí pasar el tiempo aquí donde había red de internet libre, pensé que quizás podría leer o ver algo.

Mi sorpresa fue mucha cuando le miré, no hice movimiento o ademán de querer saludarlo, sólo lo observé con detenimiento, casi en cámara lenta cuando él se acercó y se sentó frente a mí.

—Te fuiste muy rápido del hospital, pensaba invitarte a comer saliendo de ahí.

—Tenía cosas que hacer… —me excusé sin necesidad—. Además no te hubiera aceptado.

—¿Y qué tal ahora? ¿Me aceptarías?

Me mantuve callado y ante ello él sonrió y se puso de pie.

—No sé mucho sobre tus gustos, así que levanta tu trasero y acompáñame a elegir algo de comer —me miró desde arriba, yo obedecí tomando mis cosas y echándome la mochila al hombro, caminando a su lado y mirando los distintos locales con diferentes tipos de alimentos que ofrecían sus servicios en el área de cafetería de la universidad, no era en realidad muy aficionado a la comida que vendían ahí, cuando iba solía comer algo sencillo como un café y algún sándwich y se lo hice saber—. Por eso estás tan flacucho —me dijo picándome las costillas con un dedo.

—No, no hagas eso —regañé molesto aunque a él poco le importó, pasó su brazo sobre mi hombro y caminó así conmigo mientras buscábamos de nuevo una mesa que estuviese cerca de alguna toma de corriente para conectar mi ordenador portátil.

—¿Para qué quieres eso, tienes algún trabajo? —Cuestionó dándole una mordida a su sándwich mientras me miraba en espera de una respuesta.

—Tengo un par de horas libres, me disponía a ver algo para pasar el tiempo.

—Estás de suerte, yo también tengo libre, me quedaré para que me hagas compañía.

—No es nece... ¿qué? ¿Yo a ti?

—Sí, puedes entretenerme un rato, ¿no?

—Tampoco me estés usando de entretenimiento, mejor vete a buscar a tus amigos… —contesté fingiendo molestia. Aunque igual no lo estaba, al contrario, una sonrisa quería nacer en mí cuando él se ofreció de esa manera disimulada a pasar el rato conmigo.

Y fue en ese momento que me abrí a alguien como no lo había logrado hacer desde aquel incidente. Porque aunque no le conté esa parte oscura y dolorosa de mi pasado, pude contarle sobre mí y escuchar sobre su vida, le dije de mis hermanas, que vivo aún con ellas y mi madre, que trabajé en algún punto de mi vida como modelo y que ahora sólo me dedicaba al estudio, lo que más me agradó fue que no intentó preguntar o siquiera insinuar el tema de mi psicóloga, que fue en realidad donde le conocí y cualquier persona con un poco de curiosidad hubiese tratado de traer el tema a colación.

Pero no él.

Los siguientes encuentros fueron planeados, porque él comenzó a mandarme mensajes de texto diciéndome que estaba en la cafetería o que le avisara cuando tuviera algún tiempo libre.

Ahora, mientras lo esperaba tras leer su último mensaje, me senté y esperé por él, aproveché para mandar un mensaje a mi hermana ya que cuando decidí cancelar con Aomine, le había avisado a ella que estaba de camino a casa y suelen ser muy aprehensivas si no llego pronto cuando ya les he avisado que voy.

—¿A quién le mandas mensaje? —Preguntó una voz muy cerca de mi oído, logrando que me exaltara a tal grado que me puse de pie y le miré con los ojos muy abiertos. Mi celular salió volando en ese momento a un paradero desconocido, por lo menos hasta que logré enfocar las manos de Aomine que tras hacer malabares con el aparato, lo pudo atrapar.

—Eres un idiota.

—Y tú eres como un gatito asustadizo. Seguro que mandabas mensajes indebidos y por eso te asustaste tanto… veamos a quién le escribías —comentó mientras desbloqueaba el celular.

Me apresuré y traté de arrebatarlo de sus manos, pero él las elevó y caminó hacia atrás mientras yo intentaba por todos los medios quitárselo sin tener éxito.

—¡Daiki, dame ese celular! —Dije sin pensarlo, cerrando la boca cuando me di cuenta del modo tan confiado en que le llamé.

—Si me dices por qué te asustaste tanto, ¿hablabas con tu novia? —Cuestionó y el tema me tensó.

—No tengo novia —aclaré antes de que siguiera la conversación por ese sendero—, soy gay —mencioné. Sabía que quizás esa información era irrelevante, lo peor de todo es que quizás él fuese el típico macho que no se atreve a juntarse con algún homosexual por miedo a que los demás lo tachen de serlo también, pero el impulso y la tensión de que él hubiera insinuado que yo hablaba con una supuesta pareja, me sacó de mis cabales y terminé diciendo aquello, y aunque no lo había gritado, sé que pudo escucharlo a la perfección.

—Entonces, ¿estás saliendo con algún chico? —Su pregunta me sacó de mis pensamientos y sólo pude mirarlo con la duda tatuada en mi rostro, ya que esperé otro tipo de reacción, pero sólo había hecho esa pregunta.

—No, no estoy saliendo con nadie. No me interesan las relaciones —aclaré sin comprender del todo si esa aseveración era para convencerme a mí mismo sobre ello o como un comentario para él.

—¡Qué lástima que no te interese! —Tras decir eso me devolvió el celular y caminó de regreso a la mesa, en donde lo miré dejar sus cosas y sentarse justo frente al asiento que yo ocupaba hasta antes de que él llegara—. ¿Quieres comer algo o qué prefieres que hagamos?

Su cambio de tema repentino me hizo entender que no estaba interesado en continuar la conversación como la había dejado y para mí era mejor, no quería ni pretendía pensar demasiado en lo que dijo, no deseaba darle un sentido y entonces creer que quizás podría… no. No me importa lo que signifique su comentario.

—¿Qué materias estás saltándote para estar aquí? —Tras un rato de plática, seguía insistiendo en que casualmente las horas esas también las tenía libres, pero estaba casi seguro de que me estaba mintiendo, era demasiada casualidad para ser cierta.

—¡Ahomine! —El grito nos hizo girar la vista a ambos, un chico pelirrojo, tan alto como nosotros caminaba en dirección hacia la mesa donde nos encontrábamos sentados— ¡Ni creas que haremos la práctica por ti, así que mueve tu estúpido trasero y ven al laboratorio!

—No estés molestando Bakagami, estoy ocupado, ahora no puedo, ¿eres ciego o qué?

El fastidio en la voz de Aomine, y la molestia en la voz del otro lograban dar la impresión de que no se llevaban del todo bien, sin embargo, había algo en esa forma tan confiada y familiar en que se hablaban que no me gustó del todo.

—Si quieres que el profesor te vuelva a suspender entonces falta, pero no vengas lloriqueando para que te anote en el equipo —regañó una vez más el pelirrojo. Ese chico había pasado por completo de mí, creo que estaba tan concentrado en reclamarle sobre esa materia a Aomine que ni en el mapa me hacía.

—Ve a clase… yo de cualquier manera tenía que irme ya —mentí levantándome y comenzando a guardar rápido mis cosas.

—Ey rubio, lo siento, pero éste idiota de verdad estará en problemas si no se presenta hoy.

—¡Está bien, yo ya me iba!

—¡Tú no te vas, y tú deja de molestarme que yo sabré lo que hago!

—¡Vete al diablo, Ahomine!

Tras aquello el pelirrojo se alejó, yo le miré sólo por el rabillo del ojo pero parecía molesto.

—¡Te pregunté si estabas saltándote una clase y lo negaste! —Regañé terminando de guardar todo y colgando al hombro mi mochila para irme, él tomó mi bolso y lo jaló para evitar que siguiera mi camino.

—Es una hora, acompáñame y de ahí nos vamos al cine, ¿qué te parece?

—No creo que sea buena idea… tu amigo no parecía contento contigo y no quiero…

—¿Bakagami? Qué va… él y yo así nos llevamos siempre, pero es un buen amigo que sólo está preocupado, aunque si se lo repites a alguien más, negaré que dije tal cosa —comentó como si me amenazara.

—¿Así que… tengo algo con qué chantajearte? —Pregunté sólo siguiendo su juego.

—Podría ser… aunque será tu palabra contra la mía

—Y estoy seguro de que me creerán a mí, sobre todo si le digo eso a ese amigo tuyo —reí ante la idea y él me pasó el brazo por los hombros apretándome contra su cuerpo como si quisiera asfixiarme al aplastarme contra él. Yo no pude evitar aspirar su aroma cuando necesité oxígeno y respiré profundo, llenando mis pulmones del perfume que traía— ¡Tú ganas, tú ganas, no diré nada! —Dije zafándome de su agarre y caminando junto a él.

—Así está mejor, ahora acompáñame, será rápido y te presentaré a ese idiota de Bakagami, es bueno cuando lo conoces, es un buen tipo y…  —me miró ceñudo y guardó silencio.

—…Y déjame adivinar, no debo decirle a nadie, mucho menos a él lo que acabas de decir —dije siguiendo su juego.

La práctica en efecto fue sencilla, se trataba de unos circuitos electrónicos que involucraban cables, leds, algunas resistencias y otras cosas con las que no estaba familiarizado, en todo momento me mantuve ahí tratando de ser de utilidad, pude notar que Kagami y Aomine son buenos amigos aunque de principio no lo pareciera. Lo que más me sorprendió fue haber convivido toda la hora con ellos dos y que en ningún momento me hubiera sentido inquieto por estar con otras personas, había todo un grupo ahí, pero ese no era el problema, mi incomodidad no radicaba en las personas en sí, en que estuviesen a mi alrededor, sino en hablar con ellas y pensar que podrían preguntarme cosas.

Pero Kagami se parecía mucho a Aomine, eran amables y confiados, se comportaban conmigo como si tuvieran años conociéndome y eso me daba la confianza necesaria para ser yo mismo entre ellos. Su relación era algo parecida a amigos y al mismo tiempo rivales, porque competían incluso en ver quién armaría primero un estúpido circuito, o quién lograría acomodar los cables de manera paralela con mayor precisión y rapidez. Su relación de amigos era buena y se notaba a leguas…  

...Y fue eso lo que me mantuvo callado el resto de la tarde, salimos de la escuela y llegamos al cine como lo había propuesto, esa semana estaba en cartelera una película sobre un francotirador que había hecho historia y decidimos que esa veríamos ya que las otras que estaban presentando en su mayoría eran para niños o románticas, así que no había mucho de dónde elegir de cualquier modo.

—¿Qué te pasa? ¿No te gustó la película? —Una vez salimos él parecía otro, mucho más relajado mientras yo no había podido dejar de pensar en mil cosas que me estaban volviendo loco.

Me sentía culpable y estúpido. Y ambos sentimientos eran tan grandes que me daban miedo, no sabía lo que pudieran ocasionar pero estaba seguro que no sería nada bueno.

Esa noche Aomine traía carro y cuando estaba por subirme, sentí su cuerpo tras de mí, tan cerca que mi pecho quedó pegado al coche, el estacionamiento estaba repleto de automóviles así que nuestra cercanía estaba disimulada por la presencia de los demás autos.

—¿Qué… sucede Aomine? —Pregunté algo asustado de la cercanía.

—Eso mismo quiero preguntarte, desde la escuela estás demasiado callado, ¿en qué piensas?, ¿qué pasa?

Su cuerpo comenzó a presionarme por completo contra la dura corteza de su automóvil y yo sólo cerré los ojos, era lo peor que podía hacer a ello, dejarme llevar sólo cerrando los ojos y disfrutando de su cuerpo pegado al mío dejándome sentir por completo su calor. Apenas giré un poco mi cabeza para hablar, aunque no podía verle de frente por la posición, le miré de lado tratando de explicarme.

—Dame… dame espacio, Aomine… no sé de qué estás hablando, no estoy callado —negué. ¿Qué podía decirle? Creo que de ninguna manera sería apropiado decirle: “Creo que estoy comenzando a sentirme fuertemente atraído hacia ti y tu relación con ese pelirrojo me perturbó un poco, además de que ni siquiera sé si eres o no gay entre otros problemas que me causa esto…”

Sus manos sobre mi cintura girándome me hicieron despertar, ahora le tenía de frente, con su cuerpo inclinado sobre el mío dejándome sentir hasta el último músculo de sus abdominales pegados a los míos. Llevé mis manos por instinto a sus brazos tratando de separarlos, pero sólo sentí su rostro cerca del mío buscándome la mirada.

—No estoy callado, es sólo que no quiero… no quiero afectarte en tus clases o ser una mala influencia y… ese chico, tu amigo.

—Aah, es eso —tras aquella afirmación arrugué el entrecejo y le miré buscando una explicación a esa expresión.

—¿Qué significa eso? —Pregunté indignado.

—Bakagami y yo somos amigos nada más, y si te lo preguntas soy bisexual, aunque actualmente me gusta un chico rubio al que conocí hace poco, aunque hoy me dijo que no le interesa tener una relación, así que supongo me tocará esperar a que se sienta interesado.

—¡No digas eso! —Regañé cubriendo su boca con una mano, pero era tarde, había escuchado lo que no quería, peor aún, él subió una mano y apartó mi extremidad de sus labios y entonces se inclinó hasta chocarlos con los míos, se acercó a mí de manera lenta mientras me miraba a los ojos, dándome todo el tiempo para rechazarlo si es lo que deseaba hacer.

Pero no lo hice, al contrario, cerré mis ojos y disfruté sentir la suavidad de su boca pegada a la mía, sus labios se amoldaron a los míos presionándose sólo un poco, después fue su lengua la que buscó adentrarse, lamiendo la orilla de mi labio inferior como si lo estuviera delineando y yo abrí mi boca permitiéndole el paso a ella. Ahora su lengua se frotaba contra la mía, tenía tanto tiempo sin un contacto ni remotamente parecido, que su toque me estremeció.

Sus manos fuertes se recorrieron hacia mi espalda, manteniéndose firmes ahí para ajustar su cuerpo al mío en un abrazo posesivo, en tanto sus labios devoraban los míos, inclinando hacia un lado su cabeza para llevar más allá el beso, logrando profundizar la cercanía. Tanta fue mi entrega que llevé mis brazos hacia su cuello, enredándolos en éste para atraerlo más hacia mí.

La magia estaba entre nosotros, en los escalofríos que pensé que nunca volvería a sentir, en la emoción que se sentía en mi estómago sólo de estar besándolo ahora, sintiendo sus manos contra mi espalda haciéndome sentir como si fuese suyo y nada más. ¡En verdad lo estaba disfrutando demasiado!

Lo estás disfrutando demasiado”

Una voz en mi interior me sacó de aquella burbuja y con cuidado de no parecer grosero le separé. Llevé mi mano hacia mis labios y los toqué con la yema de los dedos.

—No, no estoy listo Aominecchi —dije añadiendo el mote cariñoso que sólo usaba para mis amigos muy cercanos, que en realidad ya eran pocos debido a mi escasa interacción con el mundo en el último periodo de mi vida.

—¿Aomine…cchi? —Preguntó extrañado—. Sí, ya sé que no te interesan las relaciones, ¿tiene algo que ver con tus visitas a la doctora Higurashi?

Me mantuve silencioso y después le empujé suave.

—Quiero irme a casa, te veo después —traté de apartarlo pero volvió a presionarme contra el carro pero ahora de manera más decidida y firme, como si estuviera molesto esta vez.

—No, no te vayas solo, te llevaré a casa, sólo disculpa mi falta de tacto, no pretendo que me cuentes aún la razón de por qué vas con ella. Pero me gustaría que me dijeses si tu comentario sobre las relaciones tiene algo que ver…

—Tiene todo que ver, por eso será mejor que yo… ya no… no soy buen material para una relación, Aominecchi, no me conoces y no sabes lo que yo…

—Quizás no sepa lo que pasó y qué te llevó a pensar eso, pero llevo tiempo mirándote cuando entraba ahí a la cafetería, te volviste mi café de las siete.

—¿De qué hablas?

—Todos los días iba a la misma hora a verte y mi pretexto era un café. Ahora por tu culpa debo tomar café múltiples ocasiones ya que me hice adicto, hazte responsable, ¿quieres?

Escucharlo decir que se volvió adicto gracias a mí fue como un choque, un conflicto interno ante el que no logré entender cómo reaccionar, negué con la cabeza y apreté las cejas como si quisiera unirlas en una sola.

—¡No digas estupideces, yo no tuve la culpa! —Creo que mi seriedad le asustó porque tomó mi rostro con ambas manos y me obligó a verle, yo traté desesperado de alejarlo— ¡Suéltame Aominecchi! ¡Yo no tuve la culpa, yo no te hice adicto… no puedes ser un adicto también! —Regañé golpeando su pecho tratando de alejarlo, mis ojos se llenaron de lágrimas que inútilmente traté de contener.

—¡Kise, Kise, cálmate, yo no quería decir eso! —Su voz parecía desesperada y entonces volvió a besarme, chocó sus labios contra los míos de forma brusca y sólo manteniéndolos ahí inmóviles, usándolos como una cinta que me impedía seguir hablando pero sin obligarme a moverme.

Fue mi propia voluntad, la que me llevó a deslizar mis manos hacia su espalda para abrazarlo, la que me hizo inclinar mi cabeza sólo un poco mientras buscaba profundizar el beso, encontrándome rápido con su lengua y comenzando un juego lento de roces entre ellas. Podía sentir sus manos limpiándome el hilo de lágrimas que corrieron por mis mejillas, antes de separarse y mirarme directo a los ojos.

—No sé qué dije, pero no traté de recordarte nada malo —dijo y asentí silencioso, sentía el nudo en mi garganta y preferí no hablar, sólo moví mi rostro hasta esconderlo en su cuello mientras lo abrazaba por debajo de los brazos.

Ni siquiera sé cuánto tiempo nos mantuvimos así, recargados contra el coche abrazados, yo aspiraba su aroma mientras él acariciaba mi espalda. Abrí los ojos cuando escuché sonar una alarma de un auto cerca de nosotros, entonces miré algo que me puso mal.

Ahí estaba él.

Me paralicé y apreté el cuerpo de Aomine con tanta fuerza que creo que con ello entendió que algo andaba mal conmigo.

—¿Qué sucede, Kise? —Su pregunta llevaba impresa la preocupación y fue por eso que me separé sin dejar de ver el mismo punto, pero él ya no estaba ahí— ¿Estás bien?

—Sí, es… vi… creí ver a… creí… yo —no sabía cómo explicar que acababa de ver a mi difunto ex novio ahí a unos cuantos carros de distancia, mirándonos molesto.

—¿Viste a alguien conocido? ¿Quieres que nos vayamos?

—Sí, por favor, sácame de aquí —le pedí desesperado.

 

—V—

No estaba listo para una relación, mucho menos ahora, y Aomine estaba consciente de ello, pero no por eso él se detenía de robarme besos cada vez que estaba muy cerca de mí. Solía hacerlo de manera discreta para que no nos viesen los demás, pero aún así yo le reclamaba por hacerlo ya que se suponía que él y yo éramos amigos únicamente.

Había pasado un mes desde el primer beso que nos diésemos en aquel estacionamiento. Aomine incluso había conocido a mi familia, un día que falté a clases porque me sentía con una migraña terrible, le avisé que no asistiría por ello y sin avisarme llegó hasta mi casa y preguntó por mí. Esa ocasión en casa sólo estaban mi hermana, la que me sigue en edad y mi madre, ambas insistieron en que no iban a dejarme solo.

—Buenos días, ¿podría hablar con Kise? —Yo estaba en la cocina, siendo obligado por mi madre a desayunar cuando escuché su voz y no pude evitar pararme de inmediato y caminar a prisa hacia la entrada.

—¿…Eres amigo de Ryōta?

—Sí, soy su…

—¡Amigo! —Me apresuré a aclarar llegando tras mi hermana y mirándolo que sonreía divertido— ¿Qué es tan gracioso? —Le pregunté, sintiendo la mirada de mi hermana sobre nosotros, parecía curiosa.

—¿Aparte de tu atuendo y tu cabello? —Preguntó.

—No tenías qué venir hasta acá si sólo querías burlarte de mi pijama —regañé sin invitarlo a pasar.

—Vine a saber cómo sigues, pero si te molesta mi presencia puedo irme —aclaró haciéndose la víctima.

—¡Nada de eso! —La voz de mi hermana se me adelantó. Por un momento olvidé que seguía a mi lado—, los amigos de mi hermano son bien recibidos aquí, Tairy Kise, ¡mucho gusto en conocerte!

—El gusto es mío, soy Aomine Daiki —ella le sonrió y después hizo ademán con una mano invitándolo a pasar.

—Kise no nos había contado de ti —regañó ella mirándome mientras yo cerraba la puerta y los seguía hacia la cocina.

—¿Nada? ¡Pensé que éramos amigos, Kise! —Y de nueva cuenta se hacía el buen amigo aquí frente a mi madre y hermana.

Ella le presentó a mi madre y por supuesto conociéndolas, sabía que se pondrían así de contentas de saber que tenía un amigo nuevo. No quise decirles porque estaba seguro que insistirían en querer conocerlo, además de que se darían cuenta de que siento una atracción por él… es por ello que no deseaba que viniera aún a mi casa, ya que a pesar de haberme traído varias veces, nunca había entrado.

—…Y, ¿vas con él en la escuela? —Preguntó mi hermana, recargando su cabeza sobre su mano y mirando a Aomine como si fuese una pieza interesante en algún museo. Le miré reprendiéndola por su actitud, la conozco demasiado y era obvio que ya estaba pensando mil cosas sobre él y yo juntos.

…Cosas para las que yo no me sentía preparado.

—Estoy en la universidad pero no en la misma carrera, lo conocí por casualidad —contó explicando que tenía poco de habernos conocido.

Y cuando pensé en ello, la verdad me cayó encima. ¿En serio teníamos tan poco tiempo conociéndonos?

Porque lo que ahora sentía por él era tan fuerte que pensar en que tenía poco más de un par de meses conociéndolo me parecía absurdo, incluso me hacía sentir como un adolescente que apenas tiene su primer enamoramiento y por eso cae ante la primera persona que le provoca algo.

¡Pero no era así! Él es… significa muchas cosas. Para mí representa mucho desde el momento en que permití que se me acercara, cuando me dejé arrastrar con él a comer a pesar de que no sabía ni siquiera su nombre. Porque ya muchos a lo largo de ese año habían intentado acercarse a mí, de manera romántica o amigable, pero no me era posible permitirles estar cerca y con él fue distinto. No hubo necesidad de nada, sólo se acercó y comenzó a hablar conmigo como si fuese alguien a quien tuviera años conociendo.

…Me gusta estar a su lado porque él no me mira como algo que está roto, como alguien que necesita reparación y cuidados excesivos. Porque desde que tuve éste problema mis amigos que ya me conocían desde antes se enteraron y sólo sintieron lástima por mí, cada vez que me miraban lo único que podía sentir era la pena que tenían de verme como estaba, hundido en esa depresión que me consumía.

Es por eso principalmente que no quiero que él lo sepa, no me gustaría ver en sus ojos la lástima reflejada cuando me mira. Sabe que algo pasó, aquella ocasión en que se dijo a sí mismo adicto al café por mi culpa, removió algunas fibras sensibles que no sabía que existían; y a pesar de ello, él no pareció cambiar su forma de tratarme, en ese momento se preocupó, pero nada cambió.

Soy una persona rota, alguien que no está seguro si enamorarse otra vez pueda terminar en algo positivo, no por la otra persona, sino por mí mismo y el mal que aparentemente hay en mí. Es por eso que a pesar de que sé que Aomine se siente atraído hacia mí, y yo me siento atraído hacia él… no permito que nada, más allá de esos besos que me ha robado, suceda entre nosotros.

—Debí advertirte que no vinieras, son demasiado curiosas —dije mientras miraba a mi madre y hermana de manera alternada— ¿Estarás un poco más aquí o ya tienes que irte? —Pregunté mirándolo.

—Tengo tiempo, a menos que estén ocupados o tengan planes —comentó dirigiéndose esta vez a ellas y no sólo a mí.

—Vamos arriba a mi habitación —comenté levantándome y caminando por delante de él. Mi hermana soltó una risita que no me gustó y escuché a mi madre callándola mientras Aomine me seguía de cerca por detrás.

Apenas cerré la puerta de mi habitación, sentí el cuerpo de Aomine empujarme contra ésta y robarme un beso rápido, antes de dejarme ahí e ir a arrojarse a la cama como si fuese suya.

—Está cómoda —comentó, después me recosté a su lado, con la distancia prudente para que no pensara que estoy insinuando algo más, incluso abracé una almohada mientras me mantenía sobre uno de mis costados para verlo de frente. Se movió de manera que estaba recostado sobre su lado izquierdo para verme de frente, y sólo le vi acercarse un poco, lo suficiente para que su brazo al estirarse pudiera tocar mi rostro, fue por ello que no le reclamé por su cercanía y sólo observé lo que hizo.

Recorrió con la yema de sus dedos mi rostro, sus ojos estaban fijos en el recorrido, pasando por encima de mis labios, los cuales separó pero no se detuvo ahí, continuó hasta la barbilla y después se deslizó por el cuello, el toque era suave y causaba un fuerte cosquilleo que me obligó a cerrar los ojos mientras lamía de manera inconsciente mis labios, sobre todo al sentir cómo ese par de yemas se convertía en la mano abierta tocando mi pecho y llegando hasta uno de mis pezones que se sensibilizó de más.

—N-no, Aominecchi… no estoy listo —él sonrió, se recargó en uno de sus brazos y después comenzó a besarme, robándome el aliento como solía hacerlo cada vez que me besaba, porque cuando lo hacía, su intensidad me dejaba deseando más de su toque, sus manos siempre calientes sobre mi piel me quemaban.

—¿No estás listo para qué? —Murmuró sobre mis labios, apenas separándose lo suficiente para entender lo que decía—. No estoy haciendo nada… descuida, sólo vine porque quería saber que estás bien —hizo una pausa en la que abrí los ojos y le miré—, me preocupas de verdad, quiero que seas mi pareja, Kise, quiero que seas mío.

—Aominecchi… yo, quería hablar de eso contigo… yo… —me senté alejándome de su toque, porque sabía que no podría rechazarlo cuando estaba así tan cerca. Me levanté de la cama y me alejé un par de pasos, notando que él se sentó en la orilla y me observó esperando a que continuara con lo que decía—, ya no quiero que nos veamos.

Y lo solté, así como lo había estado pensando, lo dije esperando que él me ayudara e hiciera lo que le pedía. Pero sólo le vi pararse y acercarse a mí, pasando sus manos por mi cintura y pegándome a él, su mirada era molesta.

—¡¿Por qué?!

—Su-suéltame por favor… Aominecchi…

—Sólo dime por qué —pidió bajando la voz y mirándome buscando una explicación que sé que le debo.

—Yo… yo no puedo, ya te lo dije, te dije que yo no soy un buen material para una relación, pasé por algo muy difícil que no puedo cerrar y…

—Dime qué pasó y yo trataré de ayudarte a cerrarlo, Kise… no me alejes de tu lado, sabes que entre nosotros hubo una conexión en cuando nos miramos, es la cosa más cursi que he dicho en mi vida pero es verdad, desde que te vi en la escuela hace meses yo…

—Pero, nos conocimos en el consultorio de la doctora Higurashi… ¿no?

—Ahí fue cuando nos hablamos, pero ya te había dicho que te convertiste en mi mejor pretexto para ir a la cafetería de la escuela, yo te observaba desde hace meses, nunca quise acercarme porque sentía que no era el momento, fue hasta ese día en el consultorio cuando no me alejaste de ti, vi algo que, no sé cómo explicar, sólo sé que no quería dejarte solo… no quiero hacerlo.

—Ao-mi-necchi, yo… me… me estoy volviendo loco —confesé alejándome de él y caminando de regreso hasta sentarme en la cama, él se paró frente a mí esperando quizás una explicación a lo que acababa de asegurar—. Casi desde que comenzaste a gustarme me sentí culpable, pero desde aquella ocasión en que nos besamos por primera vez he mirado a mi ex, a veces lo he visto siguiéndome en la escuela, al principio pensé que sólo había sido cosa de una vez debido a mi culpa, pero… se ha repetido más veces de las que me gustaría admitir, incluso escuché su voz diciéndome que no debería estar con alguien más… yo… yo no puedo estar contigo así, no quiero que estés con alguien como yo.

No lo pude evitar y rompí en un llanto silencioso, sólo sentí cuando él se acercó, mi rostro quedó a la altura de su estómago debido a la posición, yo seguía sentado sobre la cama y él sólo acariciaba mi cabello mientras yo me dedicaba a llorar.

—¿Ya hablaste de esto con alguien más, Kise? —Su voz era suave, a pesar de lo gruesa, parecía haber bajado un par de decibeles.

Negué con un movimiento de cabeza ya que el nudo en mi garganta no me dejaba hablar correctamente. Él no dijo nada por un rato más y entonces cuando me sentí un poco más tranquilo retomé lo que hablaba.

—La doctora no está del todo bien y… yo no quiero importunarla, no he podido hablar con ella y no sé qué hacer.

—¿Por qué no me cuentas mejor lo que pasó con él?

Y en ese instante me animé y abrí mis recuerdos a él, le conté todo lo que había pasado en mi relación y la manera tan terrible en que todo había terminado. Él, al igual que la doctora insistieron en que la decisión la tomó mi ex, que no debía sentir culpa por algo que no había estado en mis manos, Daiki se la pasó repitiéndome esa ocasión que él estaba mal, que seguro había estado tan drogado cuando eso pasó que ni siquiera se acordaba de mí en esos momentos, me dijo que las personas con adicciones llegan a un punto en el que entran en una depresión crónica debido a ese tipo de sustancias en el cuerpo.

Fue entonces cuando me contó que él había vivido algo parecido cuando estuvo en preparatoria, que su mejor amigo y él habían comenzado a fumar marihuana por curiosidad, y que debido a que a él siempre le gustó el deporte, no le tomó el gusto a eso y prefirió mantenerse sano en su afán por ser el mejor en lo que hacía. Mientras que su amigo siguió drogándose, al principio sólo fumaba, después la curiosidad le ganó y consiguió cocaína, pero no siempre tenía dinero para una droga tan cara y comenzó a experimentar entonces con algo más fuerte y más barato, más fácil de conseguir… crack.

Eso ocasionó que se volviera un adicto que dejó todo, la escuela, el deporte e incluso a sus amigos, Aomine le conocía desde niños y él sin importar nada, siguió consumiéndose hasta que un día, bajo la influencia de las drogas alucinó a su madre recriminándole por ser un mal hijo, que incluso él lo sabe porque estuvo presente cuando su amigo le gritaba a su madre imaginaria que dejara de decirle todo eso.

…él estuvo ahí cuando su amigo corrió y se arrojó por un puente.

—“No hubo nada que yo pudiera hacer, le miré consumirse en las drogas y después lo vi morir bajo el influjo de ellas. Sé lo que estás pasando, Kise, yo también me culpé, por no haberle detenido cuando aún era marihuana la que fumábamos, por no haberle advertido a tiempo a sus padres… por todo. Pero él no está, él decidió consumir su vida tan rápido como esos cigarros que se fumaba, piensa en ello y no consumas la tuya en recuerdos y culpas que no te corresponden”

A partir de ese día traté a toda costa de pensar en todo lo que había hablado ya con mi doctora, en poner real atención a lo que ella me había aconsejado, porque no importaba lo mucho que ella intentara ayudarme si yo no me ayudaba a mí mismo.

 

—VI—

No sabía qué era más difícil para mí, si el hecho de sentir esta culpa por sentirme tan atraído hacia Aomine, o darle un espacio dentro de mi vida, un espacio que no estaba seguro de que no fuese a lastimarse otra vez.

Había pasado medio año exactamente desde la primera vez que yo le conociera en el consultorio, mis citas con la doctora habían vuelto a ser semanales como antes, en verdad ponía todo mi empeño en mejorar, porque ahora que lo veo en retrospectiva, antes asistía esperando que ella pudiese hacer magia y con ello curarme, borrar todos mis malos recuerdos y que gracias a eso yo me sintiera mejor, volviendo a ser el mismo.

Pero ahora no es igual, he decidido mejorar, quiero salir por completo de esto. Quiero volver a ser yo mismo. Quiero poder aceptar ese cariño que Daiki me ofrece, pero a pesar de que también me siento atraído hacia él, y que me gusta estar a su lado, el miedo a vivir nuevamente una relación es muy grande, he soñado algunas veces que él se va, otra tantas le he soñado muerto y eso me aterra. No sé si podría volver a vivir algo así… mucho menos ahora.

Tras el día en que vino por primera vez a mi casa y conoció a mi familia, contarnos las experiencias más duras que habíamos vivido nos ayudó a unirnos más. Solíamos vernos más a menudo si es que eso era posible; en mi casa comenzaron a invitarlo a comer con nosotros los fines de semana y él, por supuesto, venía encantado. Me contó que vivía únicamente con su padre, ya que su madre había fallecido hace mucho, desde sus primeros años de vida y esa era la principal razón de que la doctora Higurashi —quien además, era prima de su padre—, fuese como una madre para él.

Mi madre y hermanas estaban encantadas con él, lo querían tanto que eran varias las ocasiones en que lo invitaban y después buscaban algún pretexto para irse.

Cierta tarde en que salimos temprano de la universidad, le invité a ver películas a mi casa; era contradictorio, porque deseaba pasar más tiempo con él y de igual manera me daba miedo enamorarme más, pensar en estar con él y entregarme por completo a una relación me daba pánico. Aún así decidí no alejarme.

Esa tarde llegamos a casa y no había nadie, subimos a mi habitación y ahí comenzamos a ver películas en el televisor que tenía frente a la cama, estábamos recargados en la cabecera de mi cama y poco a poco sentí cómo él iba quedándose dormido ya que su cabeza recargada en mi hombro comenzó a deslizarse a través de mi brazo hasta que le acomodé sobre mi regazo en una almohada. Mis dedos se encargaron de enredarse en su cabello comenzando a jugar con esas suaves y cortas hebras azules, le miré entonces con detenimiento mientras la película seguía avanzando y yo no me enteraba de lo que sucedía en ella, sólo podía dedicarme a mirar el rostro tranquilo de Aomine mientras dormía.

En ese momento llegó mi hermana Tairy, abrió la puerta llamándome cuando nos miró y le hice una seña para que se callara.

—¿Qué pasó? —Pregunté tratando de mantener en un nivel bajo mi voz.

Ella sonrió cómplice y después sacó de su bolsa su celular, acercándose para tomarnos una fotografía, yo traté de quitárselo sin moverme demasiado pero no lo logré, por lo que en las fotografías salí tratando de tapar el lente con mi mano, mientras Daiki se ve por completo relajado, dormido.

—Sólo quería ver si estabas en casa pero ya miré que tienes visita… ¡Ya dale el sí hermanito! —Y ante aquél diálogo salió corriendo— Cerraré la puerta con seguro por si acaso —luego me guiñó el ojo y se fue.

Sabía que sólo deseaban lo mejor para mí, sé que Aomine es bueno, ha estado conmigo por meses sin intentar nada, bueno, nada además de los besos que en algunas ocasiones me robaba. Aunque ya no estoy tan seguro que sean robados, no cuando en otra ocasión fui yo quien le besó.

Esa tarde en que se quedó dormido le acomodé y lo dejé ahí, bajé con mi familia para que no pensaran algo que no era y después regresé, la cena estaba lista y para eso subí, para despertarle y obligarlo a que bajara a cenar.

Me acerqué a la cama, la habitación estaba ahora oscura, me senté en la orilla y estiré mi brazo hasta tocar su cabello.

—Aominecchi, despierta, Aominecchi —llamé un par de veces, acariciando su rostro y cabello.

—¿Qué… pasó? —Preguntó despertando, apenas me acostumbré a la oscuridad pude verlo bien, la poca luz que había era la que entraba por la ventana y me sirvió para ver sus expresiones.

—Te quedaste dormido, la cena está preparada, vamos —me puse de pie y tomé su mano guiándolo. Él se sentó en la orilla de la cama y se estiró. Después me jaló hacia él y me abrazó por la cintura, dejando su cabeza en mi pecho.

—Lo siento, no quise quedarme dormido, es sólo que ayer no pude dormir bien…

—¿Todo está bien? —Pregunté, en verdad me preocupaba por él.

—Sí, todo está bien, sólo que mis vecinos tuvieron fiesta y la música era insoportable.

—Eres un tonto Aominecchi, eso deberías comenzar diciendo, así no me preocuparías primero —dije acariciando su cabello y pasando mis brazos sobre sus hombros para apretarlo mejor contra mi cuerpo.

—Kise, dame el sí… —pidió de pronto.

—Aominecchi, ya hemos hablado de esto, mejor vamos a cenar.

—Vas a terminar dándome el sí, yo sé que así será… Vamos, que de lo contrario pensarán que ya me dijiste que sí.

En realidad me alegra muchísimo que él sea tan aceptado en mi casa, que mi familia lo quiera tanto es bueno para mí, ya que no me hacen sentir marginado como cuando recién les dije que era gay. Ahora sé que esperan verme recuperado y al lado de Daiki, también me gustaría hacerlo, pero creo que todo tiene un proceso y seguramente estamos en él.

Era en realidad ridículo si me detenía a pensar con claridad, prácticamente Daiki era mi pareja. Nos veíamos muy seguido, pasaba por mí los días que podía saliendo de clases, y otros era yo quien se quedaba a esperarlo, había hecho amistad con su mejor amigo, aunque ninguno de los dos fuese a admitir tal título entre ellos, sé que era así. Kagami me caía bien, cuando le conocí comprendí que su amistad era eso, simple amistad y mis celos se vieron reducidos cuando empecé a tratarlo más.

Salíamos al cine, a comer, a veces sólo nos íbamos a caminar, incluso comenzamos una rutina de ejercicio cardiovascular. Trotábamos tres veces a la semana, regresando de la escuela en un parque cercano a mi casa. Eso sin mencionar que mis hermanas y mi madre lo aprobaban y que decían que él ya era como de la familia.

Lo único que no había pasado entre nosotros era el contacto físico. Sí, es verdad que nos besábamos de vez en cuando, pero en una infinidad de ocasiones me escabullí cuando sabía que me iba a dar un beso.

La primera vez que yo le besé se dio en mi casa, donde comenzamos a pasar mucho tiempo. Esa tarde le ayudaba con la clase de inglés, que a él no se le da bien, estábamos sentados frente a la mesita de piso que había en la sala, con libros y cuadernos abiertos haciendo nuestros deberes de la universidad, yo le explicaba la pronunciación de una frase en inglés cuando verlo tratando de hablar en ese idioma me hizo reír.

Él apretó el ceño, molesto como un niño pequeño cuando se burlan. Incluso cruzó sus brazos para hacer la escena aún más adorable aunque todo era parte de su momento fingido.

—Oh vamos… te ves increíble así, Aominecchi —dije terminando de reírme y mirándolo con detenimiento, él no hizo movimiento alguno, estoy seguro que fui yo quien se inclinó al frente, recargando mi mano sobre la mesa para darme  un mejor equilibrio antes de agarrar con la mano libre su cabeza y atraerla hacia mis labios, comenzando rápido un juego entre nuestras lenguas, así como la presión necesaria para que abriera más su boca y me dejara explorarla a mi gusto.

Era tanta mi necesidad, mi hambre de ese beso, que mi cuerpo se inclinó más y más hasta casi estar pegado al suyo, sentía sus manos tomando los costados de mi rostro para moverlo a su antojo, inclinándolo a uno y otro lado para así profundizar el contacto.

Nuestras respiraciones se agitaron, tanto que llevé mi mano hacia su pecho y la deslicé por éste cuando la puerta de la casa se abrió y mi madre se quedó congelada mirándonos, nos habíamos separado tan rápido que aunque ella no alcanzó a mirarnos besándonos, era obvio que algo habíamos estado haciendo y por eso nos alejamos con esa prisa.

Recuerdo que no sabía quién estaba más incómodo, si ella o nosotros. Al final terminamos riéndonos de esa situación pero no se volvió a repetir, yo no lo intenté y él tampoco. Él había hablado conmigo diciéndome que me daría mi espacio en cuando a ese tipo de cercanía, no quería que me sintiera presionado de alguna manera, pero me dejó en claro que en el momento en que yo sintiera deseos de acercarme a él, lo hiciera.

Había descubierto un poco de ese lado pervertido de Aomine, aunque estaba lejos de conocerlo al cien por ciento.

Mi culpa disminuyó y con ella mis alucinaciones se fueron por completo. La doctora me hizo entender que era mi propia mente jugando conmigo la que veía a esa persona, era mi cerebro el que se sentía culpable y creaba esas ilusiones para auto convencerse de que hacía mal estando con una persona que no fuese él.

Todo estaba en mí, y en mi deseo de salir adelante. Por ello una vez que la culpa fue yéndose, y que el amor que sentía por Daiki fue ganándole al miedo que tenía de entablar una nueva relación, me vi involucrado poco a poco con él y su vida personal como él lo había estado haciendo conmigo.

Su padre me conoció luego de que llegó de uno de sus largos viajes, le conocí cuando fuimos por él al aeropuerto y Aomine me lo presentó. Parecía un hombre bastante duro, daba la impresión de que en cualquier momento me diría algo malo, pero no era así, quizás el porte tan imponente era el que causaba esa errónea idea.

—Gracias por acompañarme, Ryōta —Aomine me dejó en mi casa esa noche luego de haber tenido una tarde amena al lado de su padre.

—¿Quieres pasar un rato? —Cuestioné, en realidad no deseaba que él se fuera, por eso hice esa pregunta.

—Debo ir a ayudar a mi padre con las maletas y esas cosas. Pero te veo mañana si estás libre —no pude evitar reírme ante su comentario.

—No lo sé, creo que otro chico me invitó a salir —dije divertido. Él apretó los labios y elevó una ceja, siendo esa toda su respuesta—. ¡Claro que estoy bromeando, Ahomine! —Dije imitando a su amigo pelirrojo—, te mereces que Kagami te llame así a veces…

—Tsk… sólo cállate, tú tienes la culpa por soltar esa clase de bromas de mal gusto.

—No pensé que pudieras creer algo así, es obvio que no salgo con nadie más, sabes que apenas estoy recuperando a mis antiguos amigos, los verdaderos… y no he hecho ningún nuevo amigo, sólo tú pero… eres más que… eso —admití y su sonrisa me encantó.

—¿Más que eso, huh? ¿Crees que pronto pueda ser, oficialmente… “más que eso”?

—Ya… ya hablamos de eso, Aominecchi —me acerqué a él y lo abracé por la cintura, escondiendo mi rostro en su cuello como tanto me gustaba para poder oler su perfume. Después giré mi rostro hacia arriba y tomé sus labios entre los míos, pegué mi cuerpo al suyo lo más que pude, incluso llevé mis manos hacia su nuca, envolviendo su cuello para atraerlo más a mí.

Sentí sus manos rápido reaccionar, rodeando mi cintura y atrayéndome hacia su cuerpo, el beso se volvió más profundo de lo que esperé en un principio, tanto que mi cuerpo se inclinó un poco hacia atrás por lo arrebatado y hambriento de aquel contacto, cada nuevo beso era más intenso que el anterior, más cargado de todo eso que ambos estábamos conteniendo por mi culpa, pero no quería precipitarme y arrepentirme después, o no pasar un momento especial a su lado por apresurarme.

Cuando corté el beso me mantuve cerca de sus labios.

—Pronto, lo prometo, dame un poco más de tiempo… —pedí.

—El que necesites, Kise.

Y como le dije esa vez, quizás no fue poco, para él incluso pudo haber sido demasiado, pero tras un par de meses más, de salidas frecuentes, de convivencias en familia, de presentarme a sus demás compañeros, de besos más y más largos, cargados de éxtasis, llegó el día en que le dije que sí.

Esa tarde estábamos en mi casa, como ya era costumbre, más específicamente en mi habitación. Hacía rato que oía el ruido de la televisión pero no prestaba atención a lo que el programa que veíamos decía. Y de la nada mi pensamiento se convirtió en voz alta.

—¿Recuerdas que te dije que faltaba poco?

Él permaneció callado unos segundos, quizás los mismos que tardó en conectar los cables y comprender de qué hablaba, entonces se recargó sobre uno de sus brazos para elevar un poco el torso de la cama y mirarme.

Se veía sorprendido y feliz.

—¡No estés bromeando! —Dijo— ¿Es en serio? —Preguntó entusiasmado.

Yo sonreí y asentí.

—Quiero que sea oficial —admití riéndome de su reacción, la cual sólo me dejaba saber lo mucho que en verdad él estaba deseando esto. Quizás tanto o más que yo.

—¡Sí que me hiciste esperar, Kise! Pero estoy seguro que vale la pena —confesó.

Yo elevé al igual que él un poco el torso y tomé sus labios, no me importó la posición o si hice que casi cayera sobre mí, sólo tiré de su playera y lo obligué a devolverme el beso. Dejando que nuestras lenguas jugaran una vez más, que se reconocieran y que trazaran su camino en la boca contraria. Entre tanto, por primera vez me atreví a llevar mi toque un poco más allá, sólo un poco…

—No te muevas —pedí entre besos.

Moví mis manos abiertas a través de sus pectorales, bajando por todo el pecho y llegando a sus abdominales, ahí aproveché para colar mi tacto bajo su ropa y poder sentir su piel sin nada que se atravesara entre mi toque y él.

—Esto no es justo… —comentó él, mantenía los ojos cerrados y se había dejado caer sobre la cama.

—Sólo estoy… investigando algo —dije riéndome un poco. Después volví a acercarme hasta tomar sus labios. Pero él estaba desesperado, tanto que su boca se apartó de la mía y se recorrió en besos húmedos a través de la piel de mi cuello; al mismo tiempo una de sus manos recorrió mi costado izquierdo y trató de colarse bajo mi ropa—. No, no aún, Aominecchi, por favor —comenté un poco asustado, sentándome en la cama, él separó sus manos de mi cuerpo de inmediato.

—Discúlpame, no fue mi intención

—Tranquilo, sólo, no estoy listo para… todo. Pero…

—Sshhh… no pasa nada, me dejé llevar también, llevemos esto lento.

—Siento si es mucho problema… yo en verdad creí que…

—No digas nada, Kise, ¿crees que si sólo fuera esto lo que me interesara de ti, aún estaría contigo? Vamos a ir a tu paso… ¿qué te parece si mejor vamos a avisarles de que ya es oficial? Tu hermana me matará si no vamos ahora, prometí que en cuanto me dieras el sí, iríamos a decirle.

Esa tarde fue cuando al final me decidí a intentarlo, cuando por fin me sentí listo. Mis hermanas y mi madre parecieron tomarlo muy bien, aunque era obvio.

 

—VII—

—¿Estás listo? ¡Llegaron por ti, Ryōta!

El grito de mi hermana resonó desde la parte baja de la casa y entonces me apresuré. Me detuve frente al espejo y respiré profundo, estaba a punto de hacer algo que me ponía nervioso, sumamente nervioso pero confiaba en que con ello podría cerrar ese ciclo que debí cerrar hace mucho tiempo.

Bajé casi dando saltos y llegué hasta donde Daiki estaba parado hablando con mi hermana, yo corrí hacia él y le tomé del rostro besándolo antes de saludar.

—Llegas puntual, Aominecchi —dije animado.

—Ahora resulta que eres muy amoroso, Ryōta —regañó mi hermana mayor a quien interrumpí mientras hablaba con mi Aomine.

—Yo siempre lo he sido, hermanita~ me ofende tu insinuación —comenté riendo un poco.

—Bien, ¿nos vamos? —Preguntó Daiki y yo asentí. Tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos, se despidió con un beso en la mejilla de mi hermana que era la única en casa en esos momentos y ella, deseándome mucha suerte porque estaba al tanto de lo que haría, me despidió.

Tras unos minutos dentro de su automóvil, él manejaba en silencio y yo miraba por la ventana, pensaba en todas las cosas que me gustaría decir, pero que sé que justo en el momento olvidaré y quizás no las diga.

—¿Estás listo para esto, Kise? ¿Estás seguro? —Su preocupación me enternece, yo sólo sonreí y le tomé la mano que llevaba libre.

—Estoy muy seguro, Aominecchi… sé que después de esto me sentiré mejor, aunque todos me han dicho que desde hace unos meses me ven diferente.

—¡Claro, porque estás conmigo! —Mencionaste y reíste ante lo dicho, después llevaste nuestras manos unidas hacia tus labios y besaste mi mano—. Estarás mejor, Kise… con esto se va a cerrar ese ciclo que debiste cerrar hace un par de años, eres muy fuerte, a mí me tomó más tiempo sanar del todo —confesó refiriéndose a lo que había sucedido con su amigo de la infancia.

—La doctora y tú me ayudaron muchísimo, Aominecchi, lo agradezco. Me ayudaste a salir definitivamente de ese maldito agujero en el que me metí.

Cuando llegamos al cementerio, él bajó primero y me alcanzó hasta tomarme de la mano, en la otra yo llevaba un ramo de flores. Suspiré de nueva cuenta sintiéndome nervioso y después caminamos en la dirección en que sabía que estaba su tumba. Cuando nos acercamos lo suficiente, él me jaló para que le mirara.

—Te daré tu privacidad, ¿bien? Pero aquí voy a estar para ti, Ryōta… aquí te espero —me dijo antes de darme un suave beso en los labios y permitir que continuara mi camino.

Apenas hace ya medio año atrás fue que acepté ser oficialmente su pareja, y en ese lapso de tiempo tan relativamente corto, han sido ellas, mis hermanas y mi madre, las que han notado ese cambio que poco a poco trae de regreso a la persona que fui antes de cualquier incidente, quizás quede una cicatriz ya que mis recuerdos no puedo borrarlos, pero aún así sé que a paso lento volví a ser yo. Retomé mis terapias con la doctora aunque cada vez son menos frecuentes, las citas son mensuales sólo para saber cómo sigo y para infundirme el valor de estar solo sin su ayuda, pues ella no puede estar eternamente conmigo.

También aprendí a no depender de Aomine, cuando lo conocí me volví dependiente de su presencia, porque me tranquilizaba a un grado increíble, pero hoy puedo presumir que soy yo mismo quien se siente bien estando a solas, que mis recuerdos ya no me atormentan, mi pasado lo he dejado ahí, en el pasado y ahora es mi presente y mi futuro con Daiki lo que me preocupa.

Me paré frente a su tumba y miré que estaba algo sucia, tenía muchas ramas secas que comencé a limpiar, después dejé sobre un florero de mármol que había ahí, las flores que llevaba para él.

—Sé que debí hacer esto hace tiempo, pero en aquel momento no pude hacerlo… lo siento —hice una pausa en la que tomé aire y tras soltarlo proseguí—. Hay miles de cosas que quisiera decirte, pero supongo que donde estés sabrás lo que he pasado, lo difícil que fue para mí dejarte atrás, lo que hiciste no estuvo bien, sabes que acabaste con tu vida al tomar esa mala decisión, pero eso no importa ahora, sólo vengo a darte el adiós que en su momento no te di —giré mi vista hacia Daiki, él me observaba desde lejos y le sonreí, devolviendo mi vista hacia la tumba frente a mí antes de continuar con mi monólogo—. Ahora estoy con él, se llama Daiki y es quien me ayudó a salir adelante, te agradezco a ti cada momento bueno que me diste y por lo malo… bueno, eso ya quedó atrás ¿no? Espero que donde sea que te encuentres ahora estés mejor y descansando en paz.

Caminé de regreso a Daiki, él se acercó a mí unos pasos estirando su mano en el aire para que la tomara, encantado lo hice y después le abracé.

—Te amo, gracias por acompañarme a hacer esto —dije sobre su oído, estrechándolo con fuerza mientras podía sentir sus manos apretándome contra su cuerpo.

—También te amo, Ryōta, me alegra que al fin puedas cerrar este ciclo, porque quiero que en mi tiempo contigo sólo seas para mí.

—Sabes que soy tuyo, Daiki… mis pensamientos sólo te pertenecen a ti.

Y al cerrar aquel momento de mi vida, sabía que podía ser feliz junto a él de forma plena, sin más remordimientos ni alucinaciones… sólo él y yo.

.::Fin::.

—¤Žhena HîK¤—

 

“El instante es la continuidad del tiempo, pues une el tiempo pasado con el tiempo futuro.”
—Aristóteles

Notas finales:

¡Gracias de antemano por leer, y también por hacerme saber tu opinión! 

<3 ~Nos leemos pronto, con otro AoKi que ya casi termino y es un regalo atrasado (para variar) para Nayen <3 

... Besos. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).