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El Nieto del Conde por Vamp Neko chan

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Era una noche fría y llena de niebla donde, en un espeso bosque se había perdido Andel Kedward. Era un niño de apenas 4 años.

Andel caminó buscando una salida, pero sin embargo logró llegar a un castillo gigantesco y muy abandonado, creyó que si tocaba a la puerta, algún adulto lo auxiliaría, así que decidió tocar aquella puerta de madera vieja y pesada. Al instante, la puerta rechinó mientras se abría lentamente, pero nadie estaba allí.

Andel entró para buscar a alguien, pero el techo y las paredes estaban llenos de telarañas y todos los muebles tenían una gruesa capa de polvo, el lugar estaba aparentemente deshabitado, pues era notorio un fuerte olor a humedad.

Pasó hasta una sala, pero sólo encontró unas ratas ruñendo unos trozos de panes, pero en cuanto él se acercó, las ratas huyeron. Él se acercó a comer un trozo de pan, cuando en eso, de la nada escuchó una voz infantil.

—¡No comas el pan! ¡Mi abuelito se enojará!.

Andel asustado volteo a todos lados, de un rincón muy oscuro vio unos grandes y brillantes ojos turquesa. Andel se acercó lentamente al rincón.

—¿Quién eres tú?.

De las sombras salió una pequeña silueta casi de su tamaño, ¡Era un niño!. Andel se acercó al otro pequeño que estaba algo asustado, pues jamás había visto otros niños de su edad.

—Soy Andel, ¿Cuál es tu nombre?.

—Mi nombre es Vladislav— dijo el pequeño temblando de miedo —, pero mi abuelito me dice "Bebek".

Vladislav jamás había tenido contacto con más niños de su edad, pues su abuelo lo sobreprotegía demasiado. Andel se acercó a Vladislav y le extendió la mano, al instante, Vladislav sonrió dejando al descubierto unos colmillos muy afilados para la edad que tenía, pues le faltaba poco para cumplir los 4 años. Al verlo, Andel se sorprendió.

—¡Tienes unos colmillos muy grandes!.

Vladislav se asustó y se tapó la boca algo tímido, pues sabía que el otro niño podría salir corriendo. Andel sonrió.

—¡Mira!— abría la boca —¡Yo también tengo colmillitos!.

Vladislav se río, en eso, se escuchó el rechinido de la puerta principal.

—Escóndete, mi abuelo se enoja si me ve con más niños.

Vladislav le indicó a Andel que se ocultara, Andel corrió hacia debajo de una gran mesa comedor.

Después de unos minutos, se escucharon unas pisadas recias, era el abuelo. Andel intentó asomarse por debajo, pero sólo logró ver la pura silueta del abuelo, era un sujeto muy alto y delgado.

—Bebek, ¿quieres que te lleve a una de las batallas?.

Vladislav negó con la cabeza.

—Bueno, allí hay pan para que comas.

—Está bien, yo voy a comer.

El abuelo de Vladislav se alejó del lugar. Con señas, Vladislav invitó a salir a Andel debajo de la mesa.

—¿Por qué mirabas a mi abuelito?— Vladislav se acercó a Andel.

—Quería ver su cara.

—Jamás mires los ojos de mi abuelito— indicó Vladislav mientras sacaba un trozo de pan —Es malo si le ven los ojos otros niños.

Vladislav le dio el trozo de pan a Andel y comenzaron a comer. Se hizo media noche y ambos niños se dirigieron al bosque.

—Mi abuelito se pelea mucho— comentó Vladislav mientras caminaban.

—¿Con quien pelea?— preguntó Andel.

—Pelea con las señoras de las escobas que vuelan.

—¿Porqué?.

—No sé— contestó Vladislav —No me dice.

Andel se quedó pensando un rato.

Los primeros rayos del sol comenzaron a asomarse entre los densos arboles.

—¡Oh no!— dijo Vladislav inquieto —¡El sol va a salir!.

—¿Te da miedo el sol?.

—Dice mi abuelito que no quiere que salga al sol.

—¿Por qué?.

—No sé, pero si mi abuelito no me ve se va a enojar.

Vladislav tomó a Andel de la mano y corrieron al castillo. Ambos entraron al castillo antes de que el sol pegara en la blanca piel de Vladislav. Andel tenía ganas de jugar con su nuevo amigo, pero cuando menos lo pensó, Vladislav había desaparecido de su vista, por lo que se le hizo algo sospechoso. Andel estuvo buscando a su nuevo amigo por todo el castillo creyendo que quería jugar a las escondidas, pero no logró tener éxito.

Andel se dirigió a la biblioteca del castillo y se puso a ver los dibujitos de los libros, notando que la mayoría tenían dibujos de seres con colmillos y piel blanca como su amigo Vladislav. Después de ver mucho los dibujos se quedó dormido. Andel volvió a abrir los ojos y vio por el gran ventanal como el sol se ocultaba entre densos árboles y unas montañas, entonces descubrió que sólo significaba algo: ¡Su nuevo amigo volvería!.

Andel se dirigió lleno de alegría al comedor, pues suponía que su amigo aparecería en esa zona. En cuanto llegó, vio a Vladislav sentado en una de las sillas con un trozo de pan y un biberón.

—¡Ya volviste!— dijo Andel muy emocionado abrazando a su amigo.

—Escóndete, mi abuelito está en casa.

Andel corrió debajo de la mesa. El Conde llegó al comedor.

—¿Con quién hablaste, Bebek?.

—Con nadie— Vladislav sonrió mostrando sus colmillos.

—¿Estás seguro?— el Conde se acercó a su nieto.

—El ratón se fue— Vladislav sonreía mostrando sus colmillos.

—Bueno, Bebek— el Conde le dio un beso en la frente —Ya me voy ¿Quieres venir hoy?.

Vladislav negó con la cabeza, haciendo una mirada tierna con esos grandes ojos turquesas que tiene.

El Conde salió del castillo, Vladislav se asomó debajo de la mesa.

—Ya se fue mi abuelito— Vladislav sonreía dejando ver sus blancos colmillos.

Andel salió debajo de la mesa, caminando como gato.

—¿Por que caminas así?.

—Me gustan mucho los gatitos— Andel sonrió haciendo cara de gato.

Vladislav se rió y se bajó de la silla, bajando el biberón. Andel veía como Vladislav bebía aún en biberón.

—Vamos a jugar en el bosque— dijo Andel.

Vladislav terminó de beber el biberón y salió con Andel al bosque. Ambos llegaron a un árbol muy enorme y viejo y se sentaron bajo este.

—¿Por qué llegamos a este árbol?.

—Mi abuelito dice que aquí se pueden contar cosas y el árbol las hace verdad.

Andel veía el árbol, esperando verle una cara.

—¿Te gustaría ser mi amigo para siempre?— Vladislav veía a Andel.

—¡Si me gustaría!.

—Puedes venir todas las noches a mi casa a jugar.

Ambos se dieron un abrazo y regresaron al castillo. Vladislav llevó a Andel a la biblioteca y sacó unas tintas con las que se ponía a rayar.

—Mira— Vladislav sacó un libro —A éstas personas no les gusta morir.

Andel veía los dibujos muy sangrientos.

—¿Por qué dibujas eso malo?.

Vladislav volteó a ver a Andel desconcertado.

—No sé— respondió.

Ambos sacaron unas hojas y comenzaron a rayar en ellas, dibujándose juntos. Después de varias horas, Andel vio que los rayos del sol estaban entrando al lugar, así que volteó a ver a Vladislav, pero este ya no estaba ni tampoco estaban los dibujos que habían hecho juntos.

Andel siguió rayando hojas mientras se hacía de noche nuevamente para jugar con su amigo. Andel se aburrió de hacer dibujos y se fue a explorar todo el castillo. La mayoría de puertas estaban cerradas, así que se dirigía a otros cuartos. Después de varias horas, Andel vio que el sol estaba a punto de ocultarse así que corrió hacia el comedor y se ocultó debajo de la mesa.

Del rincón vio a Vladislav salir del suelo y caminó al comedor, el Conde llegó enseguida y cargó a Vladislav en brazos.

—Bebek, hoy voy a ir a otra batalla— le acariciaba el cabello dorado —Las señoras malas han juntado más personas.

—¿Abuelito, por qué peleas?.

El Conde se quedó callado.

—¿Quieres venir?— le sonrió —Va a ser divertido.

Vladislav negó con la cabeza.

—Está bien, pero no quiero que salgas al bosque hoy.

—No, abuelito, no lo haré.

Vladislav sonrió mostrando sus colmillos y el Conde se retiró, cerrando la puerta. Vladislav caminó hacia la mesa comedor, en eso alguien le agarró los pies.

Vladislav volteó asustado y se asomó debajo de la mesa.

—¡Miaw!— Andel sonrió.

Vladislav comenzó a reírse. Andel salió de abajo del comedor gateando.

—¿Jugamos a las escondidas?— Andel preguntó entusiasmado.

—Está bien.

Andel se tapó los ojos y Vladislav se ocultó. Andel abrió los ojos y se puso a buscar a Vladislav, su risa se escuchaba cerca, pero Andel no lograba verlo. Andel se dirigió a la mesa y lo buscó debajo, pero escuchó que detrás de él corrió Vladislav riéndose. Andel se transformó en un gato y con sus orejas rastreaba el sonido. Andel llegó al rincón.

—¡Te encontré!.

Vladislav se volvió visible.

—¡Vamos a jugar al bosque!.

—Tu abuelito dijo que no tenías que salirte.

—Mi abuelito no va a saber— Vladislav tomó a Andel de la mano.

Ambos niños salieron del castillo y se fueron al bosque, caminaron mucho cuando comenzaron a oír estruendosos ruidos.

—¿Qué fue eso?— Andel estaba asustado.

—¡Vamos a ver!.

Vladislav jaló a Andel hacia donde se encontraba la batalla y se ocultaron entre los arbustos viendo como el Conde exterminaba con las brujas.

—A ellas les encanta morir.

Andel veía como Vladislav tenía una cara maquiavélica.

Ambos veían como la batalla continuaba, hasta que vieron como el Conde fue atravesado por un tronco.

Vladislav se levantó asustado queriendo ir hacia su abuelo, pero Andel lo detuvo.

—¡Mi abuelito!— Vladislav lloraba.

—No salgas, tu abuelito va a saber que lo desobedeciste.

El Conde sacó el tronco y lo aventó hacia una de ellas, regenerándose en el instante. Vladislav se alegró.

—¡Mi abuelito es invensible!.

Andel tomó a Vladislav y regresaron al castillo del Conde.

Ambos llegaron al comedor, Vladislav tomó unas hojas y se pusieron a dibujar. Mientras dibujaban, ambos platicaban de los dibujos que hacían y reían, pero cuando menos lo pensaron, el abuelo de Vladislav estaba en el lugar. En su rostro se veía un gran rencor.

—¡Bebek! Regresa a esa escoria a su lugar...

—Es mi amigo— Vladislav comenzó a llorar.

—¡La servidumbre se hizo para que te sirvan, no son amigos!.

El conde sacó un látigo y golpeó al suelo cerca de los pequeños. Ambos salieron llorando asustados. Los dos niños caminaron por el bosque, el viento soplaba fuerte, por lo que se abrazaban para no caer en el fangoso suelo. Después de dos horas de caminata, llegaron cerca de una pequeña aldea, donde vivía Andel.

Andel se iba a dirigir rumbo a casa, pero vio que Vladislav estaba muy triste.

—Duró muy poco el deseo— lloraba Vladislav.

—Amigo, te voy a extrañar— Andel le dio un abrazo.

—Yo también.

De su bolsillo, Andel sacó un muñeco de tela. Vladislav, al ver esto se llenó de emoción y a cambio le entregó una figura de madera.

—Te lo regalo, para que después que volvamos a vernos, sabremos que somos nosotros— Andel sonrió.

—¿Lo prometes?.

—Promesa de amigos.

Ambos se abrazaron y de sus ojos comenzaron a rodar lágrimas.

—¡Adiós, Vladislav!— Andel se alejaba y le sonreía.

Vladislav estaba abrazándose por el frío volteó a ver a Andel y sonrió mostrando sus colmillos.

—¡Adiós, Andel!.

Ambos se alejaron a sus respectivos hogares, pero jamás supieron el secreto del otro, Vladislav era un vampiro y Andel era un brujo, las batallas entre ambos seres de oscuridad era constante.

Pasaban los días y nada supieron el uno del otro, pero ambos anhelaban volver a encontrarse.


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