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Cuando te conocí por Zhena HiK

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Notas del fanfic:

Kuroko no basket no me pertenece, este es un escrito por y para fanáticos sin fines de lucro. 

 

Notas del capitulo:

En primer lugar, este escrito se supone debería haber estado terminado el fin de semana, pero dada la longitud en que derivó... podrán darse una idea de lo que me llevó a tardar más en subirlo.

Aclaro que es parte de la convocatoria que se organizó en el grupo de facebook: Aomine x Kagami [Español] en la cual la dinámica de esta vez consistía en compartir una imagen y a partir de ella crear una historia. La imagen AoKa que recibí fue la siguiente: AoKa y sólo se me pidió que los roles de maestro y alumno fuesen invertidos. ¡Son Niki! Disculpa la tardanza pero aquí está. 

Como parte de las mil advertencias que esto debería tener, siento cualquier error que tenga, o si la historia es muy pesada de leer. Pero ya no tengo energía para más y sólo deseo dormir pero también cumplir así que sin explicarme más, les dejo con la lectura, esperando que si fue de su agrado o no, me lo hagan saber por medio de un mensaje. 

—I—

—No importa cuánto sigas pidiéndolo, Satsuki, no lo haré —su voz sonaba firme.

Caminaba por uno de los pasillos del edificio principal de aquella institución, cuando se encontró con su amiga y desde ese momento llevaba media hora pidiéndole lo mismo.

—¡Pero Dai-chan! —Reclamó, logrando que él se detuviese a medio pasillo y la mirara con el entrecejo apretado en molestia.

—Te he dicho que no me llames así, mucho menos en la escuela —dijo en un tono tranquilo, pero que ella conocía a la perfección, por ello mismo se quedó seria y sólo asintió.

La verdad es que el hecho de conocerse desde la infancia y tener la confianza que había entre ellos dos, a veces le complicaba un poco las cosas, ya que para ella era natural molestarlo con ese mote cariñoso con el que siempre le había hablado, pero entendía que en la escuela donde ambos representaban una especie de autoridad, no sería nada agradable que comenzaran a burlarse de Aomine llamándole de esa manera, o quizás podría convertirse en un homicida.

—Está bien, no lo haré, pero… Tienes que ayudar a Kagamin,o no podrá jugar en el equipo, ¡sólo tiene que pasar tu materia! —Dijo la chica desesperada de la situación—. En unos meses será el torneo de verano, tienes que dejarlo jugar y si no acredita cada uno de los exámenes…

—Dime una cosa, Satsuki —comenzó mientras retomaba su camino, con un par de libros bajo el brazo—. ¿Él te pidió que hablaras conmigo?

Los ojos azules de Aomine Daiki podían inquietar a cualquiera cuando se ponía así de serio. Justo como ahora cuando había soltado esa cuestión a la chica de cabello rosa, ella no había tenido la intención de delatar a su jugador, pero contra esa mirada de Aomine no tenía defensa, él la conocía mejor que nadie y sin necesidad de una respuesta verbal. Obtuvo la verdad.

—Hablaré con él si tanto quiere una buena calificación

—No, no lo hagas Dai…ki, por favor.

—¿No tendrías que estar dando alguna de tus clases? —Preguntó agitando su mano después de decir aquello como si quisiera sacudirse de la compañía actual—. Nos vemos luego, Satsuki.

Para Aomine era normal que su amiga de la infancia, Satsuki, intentara convencerle de que algún chico de su amado equipo de básquetbol pudiera jugar a pesar de no haber aprobado su materia, pero a él poco le importaba ayudar al equipo. Debía admitir que por lo general, hacía excepciones cuando ella se lo pedía y terminaba por pasar al chico en cuestión aunque fuese con la calificación mínima para acreditar, sin embargo, ahora estaba en completo desacuerdo.

Kagami se excusaba con haber llegado a Japón cuando inició la preparatoria y por ello no entendía por completo las reglas de la escritura japonesa, el moreno pensaba que podría ser esa una de las causas de su desagrado hacia el menor. Aunque para él ninguna excusa importaba, no eran válidas cuando se trataba del último año del chico en esa institución, estaba por graduarse y no hacía nada por mejorar su desempeño escolar, pero sabía por Satsuki quien era la entrenadora del equipo, que en los entrenamientos y los juegos se esforzaba al máximo, a ello sumándole que el chico se convirtió en el as del equipo desde su llegada en primer año.

Desde el inicio del ciclo escolar había notado y admitido ante sí mismo que Kagami le desagradaba, y eso sólo podía explicarse de una forma más que sencilla: Le recordaba bastante a sí mismo cuando estuvo en preparatoria.

No es que a sus 23 años hubiera olvidado lo que vivió en esa época, era joven para ser maestro, demasiado joven de hecho, pero apenas y terminó la universidad tuvo la oportunidad de entrar a esa institución a dar clases de Japonés a los chicos que cursaban el último año y aunque en su vida jamás se imaginó desempeñando ese rol, no estaba de más un ingreso tan bueno como el que recibía por hacerlo, y sobre todo con ese trabajo que le daba el tiempo suficiente para dedicarse a su verdadera pasión.

Jugar básquetbol

Jugar siempre fue su pasión, aunque nunca lo intentó de manera profesional a pesar de ser realmente bueno, porque sabía que lo era, pero fue gracias a un tiempo de rebeldía suyo, donde perdió interés por todo, que su oportunidad de brillar quizás profesionalmente se fue, una que por cierto, no le interesaba.

Él fue parte del club de básquetbol de su escuela preparatoria, al igual que Kagami, se convirtió en el as apenas entró a formar parte del equipo y comenzó a sobresalir de entre los demás compañeros que tenía, tanto que a muchos les caía mal. Tampoco es que su actitud fuese la mejor o que le importara un mínimo la opinión ajena, pero él podía admitir que cuando entró llevaba la mejor disposición de juego, pero apenas comenzaron a marginarle debido a su creciente talento se volvió huraño y su separación fue tal, que incluso para el tercer año dejó el equipo.

…Estaba harto de los demás, tanto de sus compañeros como de sus oponentes. Todos eran unos mediocres que se quejaban de su talento en vez de tratar de mejorar el suyo. Su tercer año en preparatoria fue el peor, tanto que estuvo a nada de salirse, si no hubiera sido por su amiga Satsuki que siguió insistiéndole hasta el final y le ayudó a graduarse, quizás él no estaría ahora ahí, dando clases en la misma institución que ella.

Aomine detuvo los miles de pensamientos que comenzaban a aglomerarse en su mente una vez que llegó al aula en la que daría su primera clase de la mañana, siendo también la primera de ese grupo que entraba a las siete; en donde la mayoría de los alumnos venían casi dormidos, sentados en sus pupitres pero sin estar ahí, ni siquiera le daban problemas de estar hablando o distraídos debido a lo mismo.

Su regla principal el primer día que llegó a dar clase fue muy clara:

Nadie entra después de mí.

Recordaba a Satsuki diciéndole “Pero si tú no eres nada puntual, Dai-chan, ¿cómo les pides a tus alumnos que lo sean?” Y aunque era una cruda verdad, mientras él estuviera como su profesor, él era la autoridad durante la hora que durase su clase y poco le importaba si les gustaban o no sus reglas, debían acatarlas.

Esa mañana entró al salón y buscó con la mirada al chico pelirrojo, era muy sencillo encontrarle no sólo por su distintivo y llamativo color de cabello, sino también por su nada despreciable altura de casi dos metros, la cual se notaba superior a los demás aún mientras estaba sentado. No sabía cuánto medía con exactitud, pero las pocas veces que habían estado frente a frente de pie, Aomine notaba que apenas y sobrepasaba al chico por unos cuantos centímetros que bien podrían parecer nada si no se les miraba con detenimiento.

—Buenos días —saludó apenas entró, recibiendo del mismo modo el saludo de sus alumnos que ya estaban ordenados en sus asientos esperando por él—. El día de hoy veremos algunas reglas sobre el uso de…

—¿Puedo pasar? —La voz ronca de Kagami se escuchó en todo el lugar. Parecía agitado, incluso tenía ambas manos en las rodillas como señal de cansancio y respiraba con fuerza.

Aomine no pudo evitar que una suave sonrisa apareciera en su rostro al verle así. Siempre lo supo, tener el poder sobre otros no traería nada bueno para las personas bajo su mando.

—Minami–kun, sería tan amable de recordarle a su compañero la regla que dejé en claro el primer día de clase, por favor.

Trataba inútilmente de reprimir la sonrisa divertida al ver la cara de Kagami cuando le pidió aquello a su compañero, aunque el pelirrojo se adelantó quejándose antes de que el otro chico pudiese hablar

—¡Tiene que ser una broma! Lo acabo de ver entrar, no lleva ni un minuto en clase…

—¿Está cuestionando mis reglas, Kagami–kun? Pensé que había sido lo suficiente claro al decir que nadie entraba después de mí. Nos vemos, por cierto, le aviso desde ahora que mañana hay otro examen y lo que veamos hoy, será parte de éste.

—Tsk…

Y tras aquello, Kagami se retiró en dirección al patio de la escuela para dormir bajo la sombra de algún buen árbol que encontrara por ahí. Gracias a la época, a pesar de ser temprano el clima se sentía agradable.

—Maldito Aomine… sé que ese tipo me odia, estoy seguro que por eso se la pasa haciéndome la vida imposible —murmuraba molesto llegando a la explanada central de la escuela con dirección hacia la parte donde estaban las áreas verdes. Pero en el camino se encontró con alguien y se quedó conversando.

—Qué pasa, Kagamicchi, ¿no deberías estar en clase? —Cuestionó Kise al ver al pelirrojo.

—Sí, debería estarlo pero el profesor no me dejó entrar —se quejó.

—¿Llegaste muy tarde? —Preguntó mirando su celular que llevaba en la mano y notando que no era tan tarde.

—Llegamos casi al mismo tiempo, pero es un pesado que no deja entrar a nadie después de él —gruñó el pelirrojo mirando al rubio frente a él.

—No debes hablar así de tus maestros, Kagamicchi… pero creo que tengo una idea de quién puedas estar hablando, ¿qué materia imparte?

—Lengua Japonesa.

—Jajaja aah ya veo, te da clase Aominecchi —comentó riéndose.

—¿Lo conoces? —Preguntó Kagami incrédulo. Si Kise estaba llamándole con esa terminación tan extraña que utilizaba para referirse a sus amigos o personas con las que tenía confianza, eso significaba que…

—Sí, lo conozco desde que ambos estábamos en la universidad.

—Pues sabrás entonces que es un pesado, arrogante y odioso —dijo Kagami sin reprimirse, después de todo tenía confianza con Kise como para admitir algo así frente a él.

La risa del rubio detuvo lo que el otro decía.

—Supongo que ya lo conoces bien —afirmó—, aún así no debes hablar de esa manera de tu profesor porque si te escuchan, podrías meterte en problemas.

—Tch… decir una verdad no debería ser considerado como una grosería —hizo una pausa y luego prosiguió—. ¿Vienes a ver a Momoi–san?

—De hecho, hoy estoy aquí para ver a tu querido profesor de lengua, Aominecchi~ —declaró sonriendo divertido—. Procuraré abogar por ti, por ahora te dejo que de lo contrario no me alcanzará el tiempo.

—Sí, nos vemos —dijo Kagami recibiendo la sonrisa alegre de Kise, misma que le provocó a él un gesto parecido mientras se alejaban uno del otro.

Desde la ventana del tercer piso de aquel edificio escolar, Aomine se mantuvo atento al par de figuras que se habían encontrado ahí y habían mantenido una conversación a su modo de ver, bastante larga para ser dos desconocidos, así que era más que obvia la respuesta a su interrogante inicial al verlos charlar.

¿Ese par se conocía?

…Peor aún, verlos despedirse con esa suave sonrisa. No era extraño en Kise, conocía al rubio desde la universidad aunque no estudiaron lo mismo, pero el chico era parte del equipo oficial y aunque él no perteneció a éste, terminaron conociéndose por el básquetbol. En Kise las sonrisas y los gestos amables eran normales, solía tomarle confianza rápidamente a las personas, pero de Kagami era… extraño.

Sabía que al meterse todo el tiempo con el pelirrojo, este terminaría por odiarlo; y no es algo que a él le molestase, sólo que tampoco lo había observado sonreír de ese modo con algunos de sus compañeros de clase o de equipo, porque sí, había asistido a infinidad de entrenamientos debido a su amiga Satsuki que le obligó en innumerables ocasiones a esperarla o incluso cuando le pedía algún consejo sobre alguno de los actuales jugadores.

Ahora su pregunta estaba en el aire y no podría evitar cuestionar a Kise en cuanto tuviera oportunidad.

¿De dónde conocía a Kagami?

Porque parecían haber estado hablando con mucha confianza. Quizás demasiada.

 

—II—

Kagami caminó de regreso al aula después de haber dormido aquella hora en la que sabía que aún era la clase de lengua, en el camino distinguió la cabellera rubia de Kise junto a la también distintiva azulina de Aomine. No pudo evitar seguirlos con la mirada, sobre todo cuando vio que Kise pasaba un brazo por encima de los hombros de Aomine y después le decía algo mirándolo muy de cerca mientras sonreía mostrando su dentadura.

Kise había dicho que se conocieron desde la universidad. Y aunque con el rubio llevaba buena relación desde que le conociera gracias a la entrenadora Momoi, no sabía mucho sobre él. Sólo que era un excelente jugador con el que en más de una ocasión ya había jugado en un uno a uno en el mismo gimnasio de la escuela.

¿Qué tipo de relación llevaba con Aomine?

Aunque era quizás obvio que se conocieran, después de todo a Kise lo conoció por ser amigo de su entrenadora Momoi, misma que había visto en incontables veces con Aomine, de hecho, se notaba que ellos dos eran muy cercanos aunque nadie en la escuela sabía qué tanto; pero los jugadores ya tenían sus propias especulaciones al respecto, sobre todo desde esas veces en que el odioso de su profesor se quedó acompañando a la chica en los entrenamientos y luego se iban juntos.

Nunca se detuvo a pensar la clase de relación de ellos dos, y no es como si le importara en realidad, así que trató de dejar esos pensamientos de lado y entró a su clase.

—Kuroko, ¿en verdad mañana habrá examen? —Cuestionó apenas se sentó tras el chico que había estado leyendo hasta antes de su llegada.

—Buen día, Kagami–kun. Al final dijo que lo dejará para el viernes, así que tienes tres días para estudiar.

—¡Tienes que ayudarme, Kuroko! —Pidió desesperado estirándose por sobre su mesa para estar más cerca del otro— Si no puedo aprobar este examen, entonces ya no me permitirán asistir ni siquiera a los entrenamientos —dijo en voz asustada.

El simple hecho de pensar en no poder jugar más dentro del equipo oficial le erizaba la piel y le ponía de malas, peor aún por la estúpida materia que sería la que le retuviera. No podía creer que incluso otras clases como álgebra o física las había aprobado, con lo mínimo y con un poco de ayuda de los profesores que le regalaron un punto, ¡pero las aprobó! Y la asignatura menos interesante, la más absurda a su parecer y que debía ser la menos complicada —después de inglés—, era la que le estaba causando problemas.

No se había detenido a pensar que estaba en último año, que si no aprobaba tampoco podría tener sus papeles listos para la universidad porque tendría que presentar un examen global de la asignatura para poder acreditarla. ¡Vaya mierda!

En serio que ese profesor estaba haciendo de las suyas.

—Tranquilo Kagami–kun, tengo pensado algo —comentó serio. Kagami suspiró y dejó caer su rostro sobre la mesa, quedándose así hasta escuchar al nuevo profesor que entró.

 

—III—

El viernes llegó y con él también el dichoso examen. Y aunque Kagami había pasado la tarde anterior estudiando las estúpidas reglas que se supone debía saber, no se sentía seguro y temía suspender.

—¿Cuál era tu genial idea, Kuroko? —Cuestionó sentándose como siempre en su lugar. Ese día había llegado media hora antes de la clase para que el odioso de Aomine no tuviera pretexto alguno para dejarlo sin presentar la prueba.

—Aquí tienes Kagami–kun, es un regalo de un amigo de secundaria.

—¿Un… lápiz? —Kagami lo miró con detenimiento, notó que tenía números en cada cara pero fuera de ahí no encontró mayor diferencia con un lápiz normal.

Fue ahí que Kuroko le explicó sobre la procedencia de dicho lápiz, el cual se supone que era algo así como de la suerte o alguna tontería de esas, la verdad es que no puso mucha atención por estar nervioso y sólo comprendió que debía girarlo y seguir lo que éste decía.

Estaba acomodado en su silla cuando llegó Aomine. Nunca lo había visto así, llevaba puesta una camisa color rojo quemado con suaves líneas de un tono un poco más oscuro, su corbata guinda perfectamente acomodada, así como también llevaba sobre ésta un chaleco de vestir ajustado a su cuerpo, dejando ver de forma clara su alta y estilizada figura bajo el pantalón negro del mismo color que el chaleco.

Nunca antes lo habían visto vestido de manera tan formal. Siempre asistía con vaqueros de mezclilla que le daban el toque casual a su camisa fuera del pantalón, apenas abierta de los dos primeros botones y por supuesto que sin corbata, a veces llevaba alguna cazadora encima si el clima lo ameritaba.

Escuchó algunos cuchicheos de sus compañeras que suspiraron nada más al verle entrar. Kagami notó que también esa mañana llevaba puesto unos lentes que tampoco le había visto antes, que ni siquiera sabía que utilizara.

Como cada mañana, lo primero que enfocó Aomine apenas entró al aula de clase, fueron los ojos rojos que buscó y encontró al final de la última fila, lugar donde se sentaba el chico. Dio como era debido los buenos días recibiendo el mismo saludo de regreso.

Aomine no era ciego, y pudo notar que esa mañana ese simple cambio en su vestimenta arrancó suspiros y miradas de muchas de sus alumnas, lo cual en lo personal le daba lo mismo. No estaba interesado en niñas como esas que sólo iban a ocasionarle problemas no sólo personales, sino legales al ser aún menores de edad.

Comenzó repartiendo los exámenes que llevaba, el silencio se hizo presente en todo el salón y él se sentó sobre su escritorio, vigilando que nadie tuviera el valor de copiar. Sabía que su amenaza al respecto por lo general funcionaba, ya que estaban advertidos sobre suspender por completo la asignatura si se les descubría haciendo trampa.

Aomine bajó su vista hacia su celular que comenzó a vibrar en el bolsillo de su pantalón, entonces lo sacó y miró el mensaje que había recibido.

No vayas a llegar tarde Aominecchi~, recuerda que el partido es hoy a las cinco—

Rodó los ojos y sin responder sólo guardó el aparato.

Trascurrido el tiempo de su clase todos comenzaron a entregar sus exámenes, algunos salían al baño y otros regresaban a sus pupitres para platicar y comparar sus respuestas.

—¿Cuándo publicará los resultados? —Preguntó Kagami al entregar su examen.

—¿Tienes esperanza de pasar? —Cuestionó sonriendo de lado y acomodando todas las hojas en una carpeta.

—Estudié bastante, estoy seguro que aprobaré.

—Entonces ve a mi oficina saliendo de clases, así te digo hoy mismo si puedes seguir yendo a entrenar o si mejor te dedicas a tus demás clases. Te desearía suerte pero…

Hizo una pausa en la que miró directo los ojos rojos y sonrió divertido.

—No creo que la necesites si estudiaste tanto como dices. A las tres en mi oficina, Kagami–kun

Kagami tenía un tic nervioso en su ojo izquierdo, ¿qué mierda significaba eso? ¿Qué rayos con la sonrisa estúpida de su profesor?

¡Sí que lo odiaba!

Lo más patético de todo, es que ahora dependía de una cosa por demás estúpida para aprobar. Un lápiz… ¿mágico? ¡Bah! A saber qué mierda se suponía que era ese lápiz, se sentía preocupado y estaba seguro que durante todo el resto de las clases no podría pensar en otra cosa.

—Gracias, Kuroko. Sólo espero que funcione —dijo sentándose una vez más en su lugar.

—Por nada, Kagami–kun, estoy seguro que aprobarás.

Y tal como lo supuso, había pasado el resto del día pensando en lo mismo, preguntándose si para esa hora ya estaría listo el resultado de su examen, o tal vez Aomine decidiera revisarlo cuando él llegara para torturarlo de ese modo. Todo podía pasar conociéndole.

“Seguro que me odia” pensaba Kagami mientras caminaba en dirección al edificio donde estaban las oficinas de los profesores, buscando la puerta que tuviera el nombre de Aomine Daiki escrito en ella. Segundo piso, cubículo al fondo.

Tocó y esperó por la respuesta de su profesor que sólo tardó unos segundos en hablar.

—Pasa.

Cerró tras de sí y con su mejor expresión de póquer se mantuvo de pie frente al escritorio. Miró a Aomine levantarse de su silla tras éste, rodeándolo y después subiendo una de sus piernas ahí para recargar su peso sin estar sentado por completo.

—¿Recuerdas qué dije al inicio del curso sobre los que hacen trampa?

—Sí, lo recuerdo.

Kagami apretó el ceño, no le agradaba la dirección de esas palabras.

—Estás reprobado —Aomine volvió a erguirse y dio un paso al frente quedando de pie frente a Kagami, a un solo paso de distancia mientras le extendía su examen.

El pelirrojo no creía lo que había escuchado y por ello mantuvo su vista clavada en la hoja que le era ofrecida pero sin tomarla entre sus manos, sólo observándola sin creer. Enojándose en demasía cuando miró que todas las preguntas estaban marcadas con un símbolo de “correcto”.

—¿Por qué? ¡Tengo todas las respuestas bien! —Reclamó enfurecido arrebatando el examen— ¡Sólo estás tratando de joderme! —Dijo hablándole sin el menor cuidado o respeto al otro.

—Cuida lo que dices, idiota. ¡Es obvio que hiciste trampa! No puedes volverte tan bueno de un examen al otro… todavía no sé qué hiciste pero lo voy a averiguar.

—¡No hice trampa! —Mintió aunque sabía que eso tenía que ser obra del dichoso lápiz mágico.

—¡¿No?! ¿Y si te hago un examen justo ahora mientras yo te estoy observando lo aprobarás igual? —Cuestionó retándolo.

Kagami se mantuvo callado, con los ojos enfocados en los azules del otro. Mantenía el ceño apretado en señal de molestia. Sabía que si ahora mismo hacía eso, se delataría por completo pero no estaba seguro qué hacer.

—Lo sabía. Olvídate de jugar y mejor ponte a estudiar, idiota —regañó Aomine.

Nunca esperó la reacción del pelirrojo que lo empujó con tal fuerza que lo hizo quedar sobre el escritorio sentado, con ambas manos tras su cuerpo deteniéndose para no caer. Kagami se acercó tanto que se posicionó entre sus piernas y le miró de cerca. Ambos tenían una expresión de enojo casi tatuada a sus facciones.

—¿Qué mierda tienes contra mí? —Cuestionó Kagami, olvidándose por completo del respeto.

—No me gustan los idiotas, eso es todo —Comentó tomando con una mano el cuello de la camisa de Kagami y jalándolo hasta tenerlo a escasos centímetros de distancia— ¿Sabes que si denuncio lo que acabas de hacer pueden expulsarte de la escuela? —Dijo sonriendo al tenerlo en sus manos.

—Lo negaría —dijo tomando la mano que todavía le arrugaba la camisa y le atraía hacia su profesor.

—¿Y a quién crees que le creerían más? A ti, un estudiante por debajo del promedio al que los demás profesores lo dejan aprobar sólo por ser buen jugador, o a mí, que soy un profesor que no ha tenido ningún problema hasta ahora con ningún alumno, ni siquiera una sola queja de mí.

—Eres un idiota engreído, no sé qué es lo que tienes contra mí —dijo Kagami.

El contacto permanecía, la cercanía ahí estaba. Kagami recargado al escritorio entre las piernas abiertas de Aomine que estaba sentado en éste tras haber sido empujado. Sus ojos no se apartaban de los contrarios, no hasta que fue Kagami quien sin poder evitarlo, o siquiera pensarlo, desvió su vista hacia los labios de su profesor. No era su intención hacer algo, pero… ¡estaba tan cerca!.

—Tú eres más idiota —murmuró Aomine casi sobre los labios del pelirrojo que de forma inconsciente se iba acercando como si la atracción hacia los labios contrarios fuera inevitable.

—No, no lo soy… es sólo que tú… —y antes de terminar con lo que decía, el contacto con los labios del otro fue necesario.

Kagami estiró sus brazos y tomó la cintura de su profesor jalándolo hacia él para rozar sus cuerpos, sintiendo como el mayor aún mantenía el agarre sobre su camisa y apretaba con fuerza. El beso fue correspondido, aunque más que un contacto tierno parecía una pelea, incluso ese beso podría parecer que eran los mismos deseos de ambos de golpearse pero sin dejar huella de ello.

Aomine se sentía extraño y de alguna manera sometido por su propio alumno al estar ahí sentado con éste obligándolo a abrir sus labios, por lo que le empujó con fuerza ocasionando que se separaran de ese arrebatado y efusivo beso. Kagami sintió su espalda golpearse contra la pared, conservando la expresión de enojo pintada en el rostro.

Tanto que no esperaba que ésta vez fuese Aomine el que se acercara a él y con ambas manos pegadas en la pared junto a su rostro, le mirara de cerca con esa sonrisa que le sacaba de quicio y lo molestaba más.

—¿De qué mierda sonríes? —Indagó.

—¿Por qué me besas, idiota?

—Porque no te puedo golpear.

—Así es como ganas tus peleas, ¿con la boca? —Cuestionó acercándose y tomando los labios contrarios entre los suyos sin detenerse a pensarlo. Incluso abrió su boca y obligó al otro a hacer lo mismo, pasando su lengua hasta perderla en la cavidad contraria y creando un choque agresivo; el beso tenía el mismo nivel de agresión que sus miradas cada que se veían, el mismo toque de molestia que sus palabras cada maldita ocasión que se dirigían el habla cuando estaban solos.

¡Se odiaban! Era un hecho. Se odiaban y no tenían ni puta idea de por qué se estaban besando ahora.

Pero lo estaban haciendo. Y cuando ambos se volvieron a separar y encontraron sus miradas, Aomine tomó con una mano el rostro del pelirrojo apretando ambas mejillas con ésta y obligándolo así para que mantuviera su atención en lo que estaba por decir.

—Te voy a aprobar con el mínimo pero sólo en este examen, si vuelves a suspender o a hacer la misma trampa que hiciste hoy, ni siquiera venir a mamármela te salvará. ¿Entendiste?

—Eres un puto imbécil, jamás haría algo así, idiota —y tras golpear la mano que le sostenía del rostro salió más rápido de lo que había llegado a esa oficina.

El corazón le latía como loco, no recordaba haberlo tenido tan acelerado ni siquiera en los entrenamientos, llevaba su mano sobre su pecho y en la otra tenía el examen casi roto por haberlo apretado con fuerza dentro de su puño.

¿Qué rayos le había pasado? ¿Por qué había hecho eso?

No podía acusar a su profesor de obligarlo a mantener ese contacto, porque casi estaba seguro de haber sido él mismo quien inició.

—Kagamicchi, ¿estás bien? —Preguntó la voz preocupada de Kise que le encontró antes de salir del edificio.

—Kise… sí yo, estoy bien —dijo hablándole con la familiaridad que el mismo rubio le había dicho hace tiempo.

—Pareces asustado, ¿seguro que no pasa nada? —Kise miró la mano sobre el pecho de Kagami y después la otra que iba hecha puño con el examen arrugado.— ¿Es tu examen? ¿Aprobaste?

Kagami asintió, no podía hablar, se sentía descubierto al ir saliendo de la oficina de Aomine, aunque estaba ahora en el primer piso y cerca de la puerta, sentía como si en sus labios se notara que apenas unos minutos atrás estaba besándose con su profesor. La culpa lo hacía sentir como si de su pecho colgara un letrero luminoso que anunciaba a cualquiera que lo mirara, lo que acababa de hacer.

—¡Felicidades! ¡Quita esa cara, Kagamicchi! —Regañó antes de pasar su brazo por el hombro de Kagami y despeinarlo con la otra para hacer reaccionar al pelirrojo que parecía en shock. Kise creía que era la emoción de haber aprobado, pero en realidad sólo era causa de lo que había sucedido para que él acreditara.

—Sí, gracias. Iré a decirle a Momoi–san, ¿ibas a buscarla? Ahora debe estar en el gimnasio.

—No, de hecho vengo con Aominecchi, vamos a salir ahora. ¡Te veo después! Suerte.

¿Salir? Kagami no estaba tan seguro si eso se refería a una salida de amigos o de qué tipo de salida tendrían esos dos, pero algo le molestó al saberlo. Quizás fue el hecho de pensar que si Aomine estaba saliendo con Kise, se dejara tan fácil besar por otra persona y peor aún, que correspondiera al beso.

De pronto recordó el modo tan formal en que iba vestido ese día. ¿Acaso era una cita lo que tenían?

Tras el pensamiento, trató de borrar a toda costa lo que había sucedido, para él, a partir de ese instante, eso no sucedió.

 

 

—IV—

Había pasado una semana exactamente desde el incidente con su profesor y las cosas para su buena —o mala— fortuna, habían seguido igual. Dejándolo fuera en un par de ocasiones que no alcanzó a tomar el metro a la hora adecuada y terminó llegando después que él.

Momoi le había felicitado por haber aprobado, y a pesar de que en el fondo él también se sentía bien por ello, lo sucedido le restaba puntos a su emoción, opacándola un poco.

Ni siquiera lograba comprender por qué tenía que aprobar todas las materias para poder jugar en el torneo, total, era en verano y él para verano estaría graduándose. ¿Cuál era todo el lío en si aprobaba o no? Sabía que era la última vez que jugaría con sus compañeros, no importa si ganaban o perdían, él deseaba estar ahí y de ser posible, llevarse el campeonato con ellos como un recuerdo de su último año en preparatoria.

Aunque entendía lo que les había dicho Momoi en uno de los entrenamientos al inicio del ciclo escolar actual, que los que estaban cursando tercer año, estarían condicionados para aprobar todos sus exámenes o de lo contrario no podrían entrenar con ellos durante el resto del ciclo y por tanto, no estarían en ningún torneo. Se suponía que para ellos lo más importante ahora era aprobar todas las materias para poder salir a tiempo y con todos tus papeles en regla, pero él amaba jugar, y no quería que algo tan absurdo como una materia le detuviera.

Esa tarde en el entrenamiento, la entrenadora les había impuesto un régimen de ejercicios para fortalecer sus resistencias al máximo, por eso ahora todos seguían la rutina que les dejó. Kagami corría a través de una serie de obstáculos ubicados en todo el gimnasio hasta llegar frente a la canasta y lanzar rápido, recibiendo como castigo para quienes no encestaran, cinco vueltas rodeando el gimnasio por la parte de fuera, corriendo a toda velocidad.

Todo iba bien, él casi nunca fallaba cuando lanzaba. O no sucedía hasta esa ocasión.

Aomine entró al gimnasio y apenas su voz ronca se escuchó por el lugar, la voz de Kise también se pudo oír.

—No voy a salir contigo, Kise

—Momocchi~ dile a Aominecchi que me haga caso… —fue el diálogo que escuchó Kagami y de manera inevitable giró su vista hacia los recién llegados al mismo tiempo en que lanzó. La pelota rebotó en la orilla del aro y como si eso no fuese suficiente, regresó golpeándole la cabeza logrando que perdiera el equilibrio al no esperarse aquello cayendo de culo.

—Kagamin, ¿qué sucedió? —Preguntó la chica.

—Kagamicchi, ¿estás bien? —Al mismo tiempo que habló, Kise caminó hacia él a prisa extendiéndole la mano para ayudarlo a ponerse de pie. Los demás compañeros se detuvieron unos segundos hasta que recibieron la mirada de Aomine que a pesar de no ser su entrenador, les miró de forma severa y por ello continuaron.

—Gracias, Kise —dijo después de unos segundos en los que miró la mano extendida hacia él, pensando si tomarla o no y decidiéndose por hacerlo—. Estoy bien, sólo creo que me tropecé con algo.

Kagami y Kise caminaron en dirección hacia la banca donde estaban Momoi y Aomine sentados, este último sonreía, con sus brazos cruzados sobre su pecho estando casi seguro que era debido a su llegada que el chico se había distraído, cayendo por ello. Aunque el pensamiento de que el pelirrojo se hubiera tropezado por escuchar la voz de Kise también le llegó como un balde de agua fría y le hizo arrugar el ceño, perdiendo la sonrisa que antes había tenido.

—Seguro te tropezaste con tus pies, porque ahí no hay nada más —dijo Aomine haciendo claro el hecho de que los obstáculos estaban a una distancia en la que no podían ser los culpables de haberle hecho caer.

Kagami le miró serio, su comentario no le pareció para nada gracioso y quería responderle como se debía, pero había demasiadas personas ahí presentes como para hacerlo y estaba seguro que por eso Aomine se estaba aprovechando.

—Voy a dar las vueltas al gimnasio —dijo el pelirrojo apretando ambas manos en puños y saliendo de ahí a trote calmado.

Estaba muy molesto con su maldito profesor, Aomine era un idiota, pero más molesto estaba consigo mismo porque comprendía la naturaleza de su distracción. No era Aomine, no era Kise… sino el hecho de que estuvieran juntos otra vez. Y no estaba seguro si era su maldita curiosidad la única que estaba deseando saber ¿por qué? Con ésta eran dos semanas seguidas que los veía juntos en viernes, ¿era acaso los días que tenían alguna clase de cita o algo así?

Y peor aún, ¿por qué estaba él consciente de eso? ¡¿Por qué rayos tenía él que pensar en esas cosas?!

Tras darle las vueltas indicadas al gimnasio a un trote veloz, se detuvo cansado en las llaves donde podían tomar agua y lavarse la cara. La orilla de éstas le llegaba a la cadera así que se inclinó al frente y se agachó lo suficiente para beber agua de ahí. No tuvo mucho tiempo para reaccionar cuando un cuerpo se paró tras el suyo y pasó sus manos al frente abriendo la llave de más ocasionando que se mojara todo y que comenzara a toser debido al agua que entró en su nariz por accidente al no esperar aquello.

—¡Qué mierda! —Dijo girándose y encontrándose con el cuerpo de Aomine que se había alejado tan rápido como se acercó, ahora le miraba a unos cuantos pasos de distancia. Por lo menos era prudente ya que alguien podría verlos y malinterpretar— Vete al diablo, no me estés molestando —habló, no importándole que fuese su maestro.

—¿No te he enseñado bien la forma en que debes hablarle a un superior, Kagami–kun? —Cuestionó llamándole formal sólo para molestarle.

—Eres superior sólo mientras esté en esta escuela, porque cuando salga…

—Tú lo dijiste, lo soy mientras estés aquí, deberías recordar quién puede cagarte tu idea de ir al último torneo y de graduarte con tus compañeros… si yo fuera tú, trataría a mis profesores con más respeto.

Kagami dio varios pasos hasta tomar al otro del cuello de su camisa con coraje.

—No me jodas, amenazarme con eso no va a funcionar. Bien te puedo acusar por estar diciendo esa clase de tonterías a un alumno.

—Y de nuevo, me encantará ver que te crean. Por cierto, ¿mencioné que el director es papá de Satsuki? —Comenzó a chasquear con la lengua mientras negaba con su cabeza, divertido de la situación.

Si bien era cierto lo del padre de Satsuki, nunca había tomado eso como un apoyo a su favor. Detestaba a la gente que se abría paso a través de tener conocidos influyentes, por ello él había entrado por mérito propio y se mantenía igual, hablando las cosas desde el inicio con el padre de su amiga y sabiendo que éste no actuaría de manera favorable sólo por tratarse de él, ya que ni siquiera su propia hija tenía beneficios extras. Agradecía que fuese un hombre recto.

Aunque siempre podía jugar con la mente de Kagami un rato… ¿no? De cualquier modo él no sabía sobre eso.

—Tsk… así que por eso estás dando clases aquí, ya decía yo que no tenías madera para ser profesor —dijo sonriendo.

Aomine le tomó de ambos brazos y girando el cuerpo de Kagami, le obligó a caminar de esa manera en reversa hasta lograr una vez más, tenerlo contra la pared y su cuerpo.

—En serio, te estás buscando que te castigue por ser tan osado al hablarme.

—No digas tonterías, tú estás siendo el idiota aquí por venir y amenazarme de esa forma. ¿Qué te ganas con eso?

—Molestarte —contestó rápido, elevando los hombros despreocupado.

—¡Suéltame ya y aléjate! —Pidió elevando un poco la voz.

—Te recuerdo que son tus manos las que siguen atrayéndome hacia ti —dijo cuando le soltó los antebrazos y en efecto, era Kagami quien al tenerle sujeto por el cuello de la camisa le atraía a sí mismo con la misma fuerza del agarre.

Al darse cuenta sólo le empujó y se mantuvo recargado en la pared. Aomine de pie a un paso de distancia, mirándole.

—Eres una puta piedra en el zapato, ¿sabes? Lo que no entiendo es por qué lo eres conmigo, ¡desde el inicio del año lo eres!

—No lo sé. Es raro porque me recuerdas a mí mismo, así que también me he hecho la misma pregunta… ¿por qué me caes tan mal si tanto me recuerdas a mí?

—No sé qué parte de mí, pueda recordarte a ti. Tú eres un jodido idiota.

—¡Basta de faltarme al respeto, Taiga! —Se quejó tomándolo del rostro con una mano, apretando ambas mejillas y mirándolo directo a los ojos. La reacción inmediata de Kagami fue abrir los ojos sorprendido por la acción impulsiva e inesperada de su maestro, pero más que nada por la forma en que le llamó por su nombre. Llevó su mano hacia la muñeca del brazo con el que Aomine le apretaba, presionando de la misma manera esa área para causarle daño, tratando de separarlo sin éxito—. Aprenderás a dejar de ser insolente conmigo por la buenas o las malas —dijo bajando la voz, siseando aquella especie de amenaza que se reflejaba en sus fríos ojos azules.

—En tus sueños, idiota, ¡por mí puedes irte al diablo con todo y tu calificación! —Kagami se soltó arrojando de forma brusca la mano que le había sostenido, comenzando a masajear el área de su rostro que seguro estaría enrojecida debido a la presión.

Ambos se miraban como queriéndose golpear pero sabían que no importaba quién comenzara aquella pelea, los dos saldrían perdiendo con ella.

—Kagamicchi, ¿por qué no… volviste? —Dijo Kise terminando su pregunta un par de segundos después, ya que se quedó callado al ver la escena; no porque fuese comprometedora o algo similar, de hecho ambos ahora estaban a una distancia considerable y prudente, pero las miradas que tenían dirigidas uno al otro daban a entender a quien sea que les mirara que ahí había estado a punto de iniciarse una fuerte pelea— ¿Aominecchi?

—Vámonos, Kise. Ya casi es hora, se nos hará tarde —y tras decir eso se giró mirando al rubio, este a su vez llevó su mirada preocupada a Kagami, pero antes de que pudiera preguntar cualquier cosa el pelirrojo se separó de la pared y caminó en dirección hacia la puerta del gimnasio.

—¿Qué rayos ocurrió ahí? —Preguntó Kise, estaba curioso pero al mismo tiempo preocupado de lo que pudiera haber estado sucediendo— ¿Ibas a pelearte con uno de tus estudiantes? ¡¿Estás loco?! —Aomine caminaba como alma poseída por el demonio, estaba muy enojado y necesitaba sacar sus frustraciones de inmediato o en verdad terminaría golpeando a alguien.

—Cállate ya Kise, no iba a hacer tal cosa… ese niñato es un insolente y necesita quién le enseñe modales.

—No es por llevarte la contra, pero… ¿estás seguro que no lo has estado provocando tú?

La mirada azul se posó sobre los ojos de color miel, la simple insinuación le molestó aunque sabía perfecto que era verdad. Sí lo había estado provocando, porque ese pelirrojo tenía algo que le molestaba y aún no lograba descifrar qué era, pero molestarlo se había convertido en uno de sus placeres culpables.

Ver esos ojos fieros retándole a pesar de ser menor, de tener más por perder que él mismo y, sin embargo, no se contenía en su insolencia, eso era lo que había comenzado a ser parte de su gusto. Debía admitir que no conocía ese lado sádico suyo, hasta ahora.

 

—V—

Kagami había terminado su entrenamiento después que los demás, de hecho se quedó cuando todos se habían retirado para poder sacar todo ese sentimiento de frustración causado por Aomine, por medio del juego.

Había mil cosas que podrían tenerle así de molesto, pero lo que más le enfurecía al grado de casi dejarse él mismo lesionado a causa de tanto entrenamiento, es que se había enojado porque Kise y Aomine se fueron juntos.

¡¿Cuál era su puto problema con eso?!

De entre todo lo que se había dicho con Aomine, y lo mal que se habían tratado, ¿en verdad era eso lo que más le molestó? ¿Qué rayos tenía él en su cabeza? Comenzaba a creer que como decía el imbécil engreído de su profesor, estaba siendo un verdadero idiota.

Tras ducharse ahí en el gimnasio salió rumbo a casa, habiendo decidido que esa tarde caminaría para despejarse y de ser posible agotarse más,  alcanzando sólo a comer antes de desvanecerse en su cama debido al sueño y el cansancio.

Pero claro, sus planes se vieron arruinados cuando en su camino pasó cerca de unas canchas públicas de básquetbol. Fue el ruido de la gente que miraba el juego lo que le alertó y decidió acercarse, sólo miraría un poco y entonces seguiría con su camino. O esa era la idea inicial, que terminó por ser olvidada cuando Kagami distinguió dos figuras por demás conocidas dentro de aquella cancha.

Al primero que notó fue a Kise, que justo en ese momento cuando él se acercó a mirar junto al resto de los espectadores, saltó logrando una canasta y terminando colgado de ésta justo como lo hacía él, un salto de esos que le caracterizaban tanto; se quedó perplejo al ver al otro usar una de sus jugadas pero ya conocía el talento de Kise, aunque nunca esperó que le copiara alguna de sus técnicas.

Pero al dejar vagar su mirada y encontrarse con la figura alta y morena de Aomine su entrecejo se apretó.

¿Él jugaba básquet?

Decidió quedarse a ver el juego, no estaba seguro cuál de los dos equipos era el de ellos pero al ver la diferencia en la numeración de los marcadores, supuso que el que iba ganando era el equipo de Aomine y Kise, y no porque conociera las habilidades del moreno, sino porque había presenciado las del rubio en más de una ocasión.

Hubo un momento en que Kagami deseó golpearse a sí mismo cuando se quedó casi con la boca entreabierta mirando la figura de Aomine dribleando desde un lado de la cancha hasta el contrario, pasando a cada uno de sus oponentes a una velocidad en la que los otros ni se daban por enterados, con fintas dignas de un profesional y cambiando de ritmo a su favor una y otra vez hasta llegar frente al aro, donde tiró de una forma en la que nunca creerías que el balón pudiese entrar, pero contra todo pronóstico, entró… ¡y sin tocar el estúpido aro!

¿Qué había sido todo eso?

El sonido que anunciaba el medio tiempo le sacó de su letargo. Entonces pasando a la gente se acercó hasta una de las bancas, siendo abordado por una persona que intentó detenerle.

—Se está llevando a cabo un torneo, si no eres parte de uno de los equipos no puedes pasar hasta acá —le dijo aquella persona.

En ese momento, Aomine, que estaba tomando agua de una botella giró su vista hacia él, abriendo los ojos con algo de sorpresa en su mirada al verle ahí. Kise al notar esta acción giró su vista en busca de lo que sorprendió a su compañero, notando a Kagami y acercándose hacia él.

—Está bien, déjalo pasar es parte de la banca pero llegó tarde —dijo sonriente el rubio logrando que el pelirrojo pasara— ¿Qué haces aquí, Kagamicchi?

Ambos caminaron hasta la banca, ahí estaban descansando los del equipo, entre ellos Aomine. Quien se limpió el sudor del rostro con una toalla y después miró a Kagami con desdén sin mediar palabra alguna, cubriéndose luego la cara con la misma.

—¿Cuál es tu puto problema, idiota? —Cuestionó Kagami sin poder evitarlo, olvidando que estaba ahí Kise.

—Kagamicchi, tranquilo… no creo que… deberías estar hablándole así.

—No estamos en la escuela, aquí no es mi profesor y puedo hablarle como se merece —se quejó. Kise le pasó el brazo por sobre los hombros y le sonrió tomándole el rostro  con una mano para que le mirara.

—Tranquilo tigre, estás poniéndote muy agresivo, ¿no lo crees?

Ante la frase, Aomine se quitó el pedazo de tela de su rostro, notando cómo el rubio estaba en una posición muy cercana a Kagami, mismo que se había sonrojado ante lo dicho por el otro, ya que era algo que no se esperaba.

—Kagamicchi, ¡te sonrojaste! —Expuso Kise sonriendo divertido y recibiendo una mirada molesta por parte del aludido.

—Deja de decir tonterías, Kise —regañó y se soltó. Dándose cuenta en ese momento que Aomine los estaba mirando serio—. No sabía que jugabas —habló Kagami dirigiéndose al moreno.

—Pues ahora lo sabes —respondió. Kagami bufó molesto.

—En serio, no sé cuál es tu maldito problema conmigo, pero puedes irte al diablo. Nos vemos Kise, te desearía suerte, pero no la necesitas —y tras sonreírle se alejó.

—Nos vemos, Kagamicchi —alzó la voz—. Tampoco lo entiendo, si te pones celoso de mi cercanía con él, ¿por qué lo tratas así?

—No te inventes historias, Kise. Aquí nadie se puso celoso de nada —fue el sonido que anunciaba el inicio del tercer cuarto el que le hizo ponerse de pie y caminar al centro de la cancha, donde con discreción miró en la dirección en que Kagami se había ido, notando que el dueño de la cabellera roja aún le veía desde su lugar entre los espectadores, logrando que sus miradas chocaran por varios segundos.

Regresó de inmediato su atención hacia el juego que dio inicio una vez más, robando el balón que entre fintas y haciendo gala de sus excelentes reflejos, llevó hacia la canasta de su oponente y con un salto exagerado que sólo pretendía alardear encestó, manteniéndose colgado de la canasta un par de segundos regresando después al piso de un salto, mirando al mismo lugar donde Kagami seguía. Le sonrió tras haber efectuado aquella canasta y elevó su puño en el aire cuando una vez más conectaron sus miradas.

Kagami no pudo evitar sonreír para sí mismo y retirarse después de ver tal escena.

¿Qué le había dado a entender? ¿Acaso fue una forma extraña de dedicarle aquella anotación a él? Porque si se lo preguntaban a Kagami, eso parecía.

En serio, comenzaba a repetirse una y otra vez la misma pregunta en su cabeza. ¿Cuál era su maldito problema?

Ese idiota de Aomine le estaba sacando de quicio.

 

—VI—

Esa mañana Satsuki se había acercado antes del medio día a hablar con Kagami, incluso había ido a buscarlo a su aula, pidiéndole permiso a su profesor en turno para comunicarle algo al pelirrojo.

—¿Por qué estoy fuera? ¡Pasé todos mis exámenes! —Reclamó gritando, recibiendo un golpe en el hombro de la chica que le mandó a callar.

—No seas escandaloso, tampoco estoy contenta con esa información, pero me dijeron que hay una nota que no aparece como aprobada entre tus calificaciones, ¿es la de Lengua Japonesa? —Cuestionó imaginándose que una vez más, su moreno amigo estaba haciendo de las suyas.

—No, se supone que aprobé esa materia… yo, iré a hablar con el idi… Con el maestro.

—El director no quiso darme muchas explicaciones, sólo dijo que mientras no hubieras pasado esa materia, no permitiría que juegues. No quiso decirme porque piensa que convenceré al profesor de que te pase y quiere que tú pases por ti mismo.

—Seguro es esa materia, hablaré con Aomine…san —dijo fingiendo respeto que no sentía por el profesor, pero Momoi no debía enterarse de sus constantes peleas con éste mismo.

Esperó a que el profesor de esa clase saliera del aula y se escapó rápido antes de que el siguiente llegara, caminando hasta la oficina de Aomine y entrando en ella sin intentar tocar. Se encontró con una imagen que le detuvo en seco; una chica estaba ahí dentro, no es que estuvieran haciendo algo inapropiado, de hecho la chica estaba sentada en una silla frente al escritorio y Aomine estaba tras éste. Ambos giraron a verle y fue el profesor quien apretó los labios.

—¿Puedo hablar con… usted? —Dijo tragándose sus ganas de ser normal y decirle alguna grosería.

—Nos permitirías, si puedes terminamos esto cuando salgas de clase —comentó viéndola. Ella sonrió ampliamente y asintió.

—Aquí estaré a las dos, Aomine–san —y tras decir ello salió de la oficina, cerrando la puerta tras ella.

—Sí que las haces buenas, ¿qué quieres? —La pregunta de Aomine sonó molesta y eso sólo ocasionó que Kagami cruzara sus brazos en su pecho y lo mirara entrecerrando sus ojos.

—Sabes que meterte con un alumno está mal visto y te correrán de la escuela, ¿cierto? Esa chica apenas tiene dieciséis años y tú ya estás bastante mayorcito, también te traerá problemas legales.

—Me halaga que te preocupes por mí, Kagami. Aunque en verdad no necesito que lo hagas.

—Nadie está… yo no estoy preocupado —se apresuró en corregir.

—Hace un momento juraría que sí lo estabas, y para tu información, esa chica está ayudándome a pasar calificaciones al sistema. Deberías cuidar tus celos, comienzan a ser bastante obvios y eso sí puede traerme problemas —dijo de lo más natural, mirando al otro parado ahí junto al escritorio.

—No digas tonterías, además de idiota, engreído. Quiero que me digas, ¿por qué me pusiste una calificación reprobatoria? Por tu culpa el director me mandó a sacar del equipo, ¿por qué me odias tanto?

Kagami había colocado ambas palmas sobre el escritorio e inclinó su cuerpo hacia delante, haciéndole frente con la mirada a la azul que desde abajo le observaba. Su dueño permanecía sentado en su silla.

—Kagami en serio, no sé de qué mierda me hablas, pero si lo que buscabas era venir a verme, ya… puedes retirarte. Estoy ocupado para tus tonterías.

—No estoy de broma, estoy hablando en serio.

—¡Pues buscaste en el lugar equivocado! No es mi materia la que tienes suspendida, yo me aseguré de aprobarte tal y como dije.

El puño que golpeó con fuerza el escritorio le hizo enojarse, logrando que se pusiera de pie y rodeara el mismo para enfrentar a su alumno.

—Tú deberías entenderme, ¡quiero jugar!

—Te equivocas, yo no te entiendo… yo dejé de jugar por mi propia voluntad —dijo mirando la desesperación en el rostro del pelirrojo sintiéndose extraño y algo conmovido—. Pero si lo que tú quieres es seguir haciéndolo, entonces ve y habla con tus profesores y demuéstrale a quien te reprobó, que sí sabes.

Kagami se mantuvo serio, la verdad que eso es más de lo que había esperado de parte del moreno, sobre todo considerando que sus únicas conversaciones habían sido más para pelear e insultarse que para cualquier otra cosa.

—Eso haré.

Se mantuvo curioso, quería preguntarle algo sobre el tema, ¿por qué dejó el básquet? No parecía que fuese por alguna lesión, ya que el viernes anterior que lo había visto jugando, parecía bastante capaz, haciendo uso de grandes habilidades mientras pasaba a todos sus oponentes y al final encestaba sumando así un puntaje ridículo en el marcador final.

Ambos se mantuvieron callados sin saber cómo interactuar después de esa que parecía el final de la conversación. No estaban acostumbrados a hacer otra cosa que no fuera pelear entre ellos cada que tenían oportunidad y se quedaban a solas, pero ahora era distinto, Kagami se sentía mal, estaba consciente de que lo más seguro es que cual fuese el maestro que le había puesto esa calificación, ahora era inevitable y tendría que aceptar que no iba a jugar con su equipo para el final.

Tanto fue su choque que se dejó caer en una silla sin importarle dónde estaba. Aomine lo observó pasar del coraje a la tristeza, y eso a él le causó una melancolía indescriptible e incomprensible. No quería analizar la profundidad de lo que estaba sintiendo, pero sabía que se debía al parecido que tenía Kagami con sus mismos deseos inquebrantables de jugar cuando estuvo en preparatoria.

Pero todo había terminado mal para él, el juego que en su momento amó, terminó casi odiándolo debido a la gente que lo jugaba, a las personas débiles que le arrastraron hacia la parte oscura de ser una persona habilidosa para el juego.

Se paró tras la silla en la que ahora estaba Kagami, dejó caer su mano sobre el cabello rojo y lo revolvió con cuidado, paseando después sus dedos entre éste.

—Averigua qué materia es, y te ayudaré con ella.

Kagami giró su vista hacia atrás, buscando la mirada de Aomine para saber si podía confiar en eso que estaba diciendo, ya que ellos dos no eran precisamente cercanos o amigos si quiera, pero ésta ocasión parecía ser honesto.

—¿Por qué dejaste de jugar? —Preguntó sin tacto alguno, dejando que ganara su curiosidad.

—Eso no importa ahora. Ya viste que retomé un poco el juego. No me dijiste, ¿qué te pareció esa canasta que hice para ti?

Kagami se quedó serio. Así que él había estado en lo correcto.

—Me parece que eres un presumido, eso creo.

—Para nada, sólo te mostraba lo bueno que soy.

—Tú y… Kise… —estaba por preguntar aquello que le había estado comiendo los sesos pero se detuvo al darse cuenta de lo que en realidad iba a decir y lo estúpido que sonaría en esa situación actual— ¿Desde cuándo están en ese equipo?

—Tenemos poco. ¿Habías asistido a alguno de esos torneos?

Kagami pensó un poco y negó con la cabeza. Aomine aprovechó para sentarse en el escritorio dispuesto a explicarle al chico.

—Sólo los hacen una vez al año, son torneos extra oficiales en donde tu mayor premio es un trofeo de plástico que tiene una estampilla pegada con el nombre de tu equipo. La verdad es que Kise me invitó a jugar con él, es sólo el gusto de jugar baloncesto del tipo callejero. ¿Alguna vez lo has jugado así?

—Sí, de hecho en América comencé a jugar con mi hermano desde que éramos pequeños, cuando fui creciendo sólo podía jugar en las canchas callejeras así que… en realidad ese tipo de básquet es el que conocía más, hasta que llegué a Japón de nuevo.

—Un día te retaré, quiero conocer qué tan habilidoso se supone que eres. Dudo que puedas ganarme, pero será bueno verte intentándolo.

Kagami no pudo evitar reírse ante las palabras de su profesor. Ni siquiera se había dado cuenta que terminaron compartiendo un buen momento en el que se dijeron algunas cosas un poco más personales. Por lo menos ese encuentro no había terminado como los anteriores hasta ahora, donde sólo con verse comenzaban a pelear e insultarse uno al otro.

—Creo que estás un poco fuera de juego como para retarme de ese modo y además asegurar que me ganarías, no te confundas Aomine, por algo soy el as del equipo desde que llegué, los jugadores en Estados Unidos no son como aquí, supongo que me enviaron bastante bien preparado para cualquier cosa.

—Los viernes juego ahí. Nombra otro día en el que te atrevas a retarme en un uno a uno y lo tendrás. Te patearé tu americano trasero para que dejes de alardear y te enteres que en Japón existimos jugadores mejores.

Kagami se rió, agradecía que con esa plática, su maldito profesor le hubiera devuelto la calma.

—Tengo que irme, la hora se acabará y yo no tendré oportunidad de averiguar qué materia me está marcando el sistema como suspendida, quizás debería hablar de frente con el director para saberlo.

—Ya era hora, me hiciste perder casi la mitad de mi tiempo para comer, ahora vete si eres tan amable —Kagami se levantó y antes de salir miró al de cabello azul, sonriendo divertido ante la reacción de éste último por haber pasado ese momento, parecía empeñado en arruinarlo con alguna grosería antes de separarse.

Ese fue el primer encuentro en el que ninguno terminó deseando arrancarle la cabeza al otro. Incluso podría catalogarse como amistoso.

 

—VII—

Kagami tras hablar con la profesora de idioma extranjero, que no era otra cosa que la maldita clase de inglés, discutía con ésta misma sobre la importancia que tenía el hecho de que él ya lo hablara, que se suponía que debía ser menos importante la escritura cuando ya tenía dominio de otro idioma.

Pero no, ahí estaba la tipa, aferrada a que debía escribirlo bien si quería aprobar. No podía insultarle como había hecho ya con Aomine, en primera por ser mujer y en segunda, porque vamos, para él había algo en Aomine que le impedía verle como una autoridad y eso facilitaba las cosas cuando de insultarle se trataba, quizás se debía a la poca diferencia de edades, eran poco menos de seis años según estaba enterado o algo así. Y verse casi iguales dificultaba las cosas, considerando que estaban prácticamente de la misma estatura y porte, con una mínima diferencia en la edad. Pero bien Aomine y él podrían pasar como dos compañeros de universidad.

Esa tarde se presentó en el gimnasio para darle la noticia a Momoi, quien estaba ahí con los chicos que ya calentaban para el entrenamiento; también estaba Aomine, éste se hallaba sentado en la banca y recargado en la pared trasera, parecía dormir.

—¿Qué pasó, Kagamin, pudiste resolver algo? —Dijo ella llamándole con ese mote cariñoso que solía agregarles a sus apellidos.

—No, lo siento entrenadora. La maestra de inglés se niega a permitirme hacer el examen una vez más —se disculpó. Llevaba en su hombro colgada la mochila en la que tenía su ropa para entrenar, con una mano apretaba el tirante que la sostenía. El agarre era tan fuerte que sus nudillos se notaban blancos—. Gracias por todo, Momoi–san, no quería fallarle —dijo y sonrió de forma tan fingida que ni él mismo se lo creyó, así que se giró para salir de ahí antes de que su gesto se volviera amargo como en realidad estaba en su interior.

—Kagamin… —murmuró ella mirándolo alejarse. Entonces escuchó el suspiro de su amigo Aomine que se puso de pie y se estiró perezoso.

—Déjamelo a mí, aún no les digas nada a los demás.

Y apenas dijo eso caminó en dirección a la salida, siguiendo de cerca al pelirrojo hasta alcanzarlo.

—Caminas lento —regañó llegando hasta él.

—No tengo ánimos de pelear contigo, Ahomine… déjame tranquilo.

—¿Aho…mine? Vengo tratando de ayudarte y eso es lo que consigo… un apodo estúpido de parte de un idiota como tú.

—Bah, te he dicho que no me apetece discutir.

—Y no vengo a hacerlo, Bakagami —regañó. Recibiendo la mirada molesta del pelirrojo ante la forma de juntar su apellido con una grosería justo como acababa de hacerlo él con el de su superior—. Voy a conseguirte una oportunidad con esa profesora, y más te vale aprobarla, ¿escuchaste?

Kagami se detuvo y lo miró perplejo. Le había solicitado una y otra vez que le permitiera presentar el examen una vez más para así aprobar la unidad y se lo negó hasta el cansancio, era obvio que Aomine también recibiría la misma negativa, pero el hecho de ofrecerse de forma tan segura le llenó de emoción.

—Gracias, pero se cansó de repetirme que no lo hará.

—Tengo mis métodos… que son bastante efectivos. Además es una mujer, ¿cierto?

Kagami apretó el entrecejo sin decir nada.

—Eres de lo peor, no quiero que me ayudes así. Tsk… vete al diablo, idiota —avanzó más rápido, molesto con el puro pensamiento de Aomine coqueteando con su maestra para… no, le molestaba pensar en Aomine coqueteando con alguien… punto.

—¿Qué idea te hiciste en esa cabeza hueca tuya? —Cuestionó deteniendo su paso y mirando al otro hacerlo también ante la nueva pregunta que soltó al aire.

—No me hice ninguna idea, creo que fue bastante obvia tu insinuación.

—Entonces estás celoso.

—¿Huh? ¿Por qué habría de estarlo? Si te gusta salir con tipas mayores que tú,  adelante, es tu problema.

—Nadie habló de salir con ella, tigre.

Kagami se mantuvo a la expectativa, ignorando la forma en que le llamó, como ya una ocasión lo había hecho Kise.

—¿Entonces?

—En este caso diré el pecador —dijo señalándose a sí mismo—, pero no el pecado —mencionó sonriendo—. Tú arréglatelas para pasar, haz uso de la trampa que hiciste en mi examen, yo no sé cómo o qué usaste pero no me di cuenta así que supongo con ella también será efectiva, pero no seas tan idiota para tener todas correctas, sé discreto y equivócate en algunas… novato —dijo mientras caminaba en dirección hacia las oficinas de los profesores. Se giró comenzando a caminar hacia atrás sólo unos cuantos pasos para guiñarle el ojo a Kagami, quien seguía sin palabras mirándolo alejarse después de dedicarle ese gesto tan sencillo que provocó en él una suave sonrisa.

¿Por qué de pronto parecía interesado en ayudarle cuando no hacía nada era el que lo amenazaba?

No estaba seguro ahora de qué debía hacer en ese momento, ¿debía ir con Momoi, debía esperarlo o correr a preguntarle a Kuroko si aún tenía su lápiz mágico?

Al final después de pensarlo un poco decidió que lo más prudente era esperar a que Aomine volviera con alguna respuesta, si es que en verdad conseguiría esa oportunidad extra o no.

—¿No deberías estar estudiando?

La pregunta de Aomine le despertó de su letargo, no estaba consciente de cuánto tiempo llevaba recargado en esa pared tras el gimnasio, donde precisamente había hablado con el moreno antes de que se marchara.

—¿Si lo… tú… lo conseguiste? —Preguntó manteniendo un poco abierta la boca sin poder creerlo.

—Y cuando lo acredites, esperaré entonces un agradecimiento. Prepárate para el lunes, ese día presentarás tu segunda y última oportunidad.

Kagami no tuvo tiempo de reaccionar con gratitud, porque el otro se retiró apenas y terminó de avisarle la fecha para su examen. No iba a depender sólo del lápiz, no cuando estaba tanto en juego, así que se pondría a estudiar lo más que pudiera.

 

—VIII—

Fue por eso que durante el resto de la semana se le miró poco, no asistió a los entrenamientos de manera justificada por la misma Momoi, quien le dio la semana libre para que se pusiera al corriente y poder así aprobar esa prueba. Se quedó un par de ocasiones con Kuroko a estudiar en la biblioteca, pero los demás días él tuvo asuntos personales que no pudo posponer y por ello Kagami terminó estudiando solo.

Sacó de la biblioteca un par de libros que consideró necesarios para estudiar, se iría a casa, después de todo no tenía caso seguir ahí estando solo. Caminó fuera de la escuela en dirección al metro cuando la voz de alguien le distrajo.

—¿Vas a casa? —Giró su vista hacia el coche que avanzaba lento para ir a su lado y la persona que lo conducía.

—Sí, tengo mucho que estudiar así que no molestes —continuó caminando y el carro igual.

—Sube, te llevo a tu casa.

—No, gracias.

—Dije que subas, te voy a llevar.

—Y yo dije que no.

—¿Seguro que puedes estudiar por tu cuenta? No parece que hasta ahora te haya funcionado antes.

—Tch… cállate.

—¿Vas a subir o me bajo por ti?

Kagami detuvo su andar y con la mano sobre su rostro, bufó cansado.

—Eres insoportable —tras decir aquello buscó con discreción alguna mirada que estuviera sobre ellos pero no había ninguna, así que aprovechando el momento se subió y le dio indicaciones hacia dónde debía dirigirse.

—¿Te da miedo que nos vean juntos? —Preguntó de pronto Aomine tras un silencio que se instaló en el carro mientras llegaban a casa del pelirrojo—. Te dejo frente a tu casa, ¿o hay algún problema con tus padres?

—Vivo solo.

—Oh —la respuesta de Aomine fue aquella al no saber cómo reaccionar, no estaba seguro de preguntar la causa y que fuese alguna tragedia que ahora le hiciera sentir culpable por tratar mal a Kagami todo ese tiempo cuando vivía una novela dramática en su vida. Sin embargo, el pelirrojo sintió aquel ambiente en el aire y comenzó a reírse.

—Es la reacción que tienen todos al enterarse. No hay ninguna tragedia detrás del porqué vivo solo si eso es lo que te estás preguntando —hizo una pausa y continuó—. Es en ese edificio de departamentos, puedes meter tu carro ahí hay estacionamiento —dijo sin pensar que al decir eso lo estaba invitando a que subiera con él, por lo menos de forma indirecta. Así que para desviar un poco la atención de eso, continuó con su explicación—. Mi padre viaja demasiado y ahora está en un proyecto importante con su empresa, por eso se instaló en América por un tiempo indefinido y yo me quedé acá para terminar la escuela, aún no sé si terminando preparatoria me iré a estudiar allá o continuaré aquí. No tengo hermanos y mi madre murió cuando era pequeño, por eso vivo solo.

Ambos se bajaban del automóvil de Aomine una vez le indicó el número del departamento para estacionarse en su lugar.

—No puedes culparnos de pensar de inmediato en una tragedia. No es lo convencional vivir solo a tu edad, incluso eres menor.

—Lo seré sólo por unos cuantos meses más.

Caminaron subiendo al elevador y presionaron el botón que les llevaría al quinto piso.

—Recuerdo que me dijiste que en América jugabas con tu hermano en las canchas callejeras, ¿estabas mintiendo entonces?

—No, no es una mentira. Err… lo que pasa es que no tengo hermanos de sangre, soy hijo único, pero cuando llegué a vivir a América de pequeño, no podía hablar el idioma inglés y me convertí en un niño sin amigos, Tatsuya fue el único que al ser mitad japonés como yo, se acercó a hablarme y entonces entablamos una fuerte amistad que con el tiempo derivó en llamarnos hermanos, éste anillo es algo así como una promesa entre nosotros —dijo tomando el anillo que colgaba de la cadena en su cuello, soltándolo para abrir la puerta y que ambos pudieran entrar—. No suelo recibir visitas… así que sólo tengo agua y… café pero no sé prepararlo, está ahí desde la última vez que mi padre estuvo aquí —Kagami hablaba desde la cocina buscando qué ofrecer a su invitado—, parece que también queda un poco de jugo de naranja pero…

Aomine al escuchar al otro hablar cosas a su parecer sin sentido, se recargó en el marco de la puerta de la cocina y desde ahí observó al pelirrojo.

—Sólo hay agua o café, ¿qué prefieres? —Cuestionó mirando al recién llegado.

—¿Qué hay de esa botella de jugo que traes en la mano? —Preguntó cruzado de brazos.

—Bueno, como vivo solo y no recibo visitas a menudo, siempre tomo directo del envase así que… no me parece apropiado ofrecerte —comentó restándole importancia.

Kagami miró entonces cmo Aomine caminó hacia él y tomándolo de la muñeca que sostenía el cartón de jugo, llevó la boquilla del envase a su boca y bebió de ésta. El pelirrojo pareció hipnotizado ante la acción, ya que no esperaba que hiciera algo así, mucho menos que mantuviera su vista fija en sus ojos mientras bebía. No sabía explicar lo que sintió pero esa mirada azul parecía retarle y eso en vez de molestarle le… gustó.

Tanto que de forma inconsciente tragó saliva y humedeció sus labios, entonces Aomine le soltó de la muñeca y el envase quedó vacío.

—Lo siento, tenía sed —admitió Aomine lamiendo sus labios para limpiar los restos de jugo que aún le humedecían.

—Idiota —regañó.

—¿Me vas a invitar a comer?

—Tengo flojera de cocinar algo, así que mejor pediré comida. ¿Qué se te antoja?

—Perfecto, no tengo intención de morir intoxicado por un estudiante. Lo que pidas está bien.

—Já, sería un lujo que yo cocinara algo para ti, créeme, lo hago muy bien. He pensado en estudiar algo así en la universidad.

—¿En verdad? —Aomine se sorprendió cuando el menor le dijo aquello.

—Sí, soy bueno aunque lo dudes… quizás algún día te invite a comer algo preparado por mí.

Y sin darse cuenta, de nuevo estaba invitando a Aomine de manera indirecta. Aunque ninguno dijo nada al respecto, ambos se mantuvieron en silencio mientras Kagami llamaba a un lugar de entrega a domicilio y pedí una cantidad de comida exagerada al punto de vista del moreno, pero necesaria si ya hubiera conocido el apetito insaciable del pelirrojo.

—Comienza a estudiar mientras llega la comida. ¿Qué temas están viendo?

Kagami le mostró en el libro algunos de los tiempos verbales que estaban viendo y lo que se le complicaba a él.

—No puedo creer que hayas vivido en Estados Unidos por lo menos cinco años, que hables el idioma y no puedas con la materia. Eres demasiado idiota para tu bienestar —dijo riéndose del pelirrojo, que sentado frente a la mesa baja de la sala le miró molesto.

—Cállate, apuesto a que ni siquiera sabes hablar inglés.

—Touché —contestó Aomine como toda respuesta, haciendo obvio ante ello que no sabía otro idioma—. Sin embargo, yo no he tenido la oportunidad de salir de Japón, mucho menos de vivir en otra parte, de lo contrario habría aprendido rápido el idioma, estoy seguro.

—Claro… hay tutoriales y podrías aprender solo si así lo quisieras.

—No te mentiré, no lo he hecho por el simple hecho de que no tengo ganas de hacerlo. Cuando te dije que tú me recordabas mucho a mí no mentí —hizo una pausa y se recargó en el sillón tras él. Se había sentado frente a Kagami en la mesita central de la sala y de ahí le miraba—. En la escuela fui un desastre, no porque no pudiera aprender, sino por la pereza que me daba asistir, poner atención y esas cosas. Creo que jamás entregué un trabajo, me limitaba a pasar los exámenes y eso para algunos maestros no es suficiente si no asistes y demuestras interés en sus asignaturas. Para ese tipo de profesores siempre tuve una respuesta única: Váyanse al diablo, presentaré el examen final.

—¿Y entonces por qué te comportas como un idiota ahora que también eres profesor?

—Porque me gusta serlo. Soy el tipo de persona que si tiene poder, hará uso de él. Así que… supongo que me es inevitable dejarles claro que quien pone las reglas ahí soy yo.

—En serio, no puedes ser más hijo de… tsk…

Antes de acabar la frase le arrojó un borrador que tenía a la mano, mismo que Aomine tomó en su mano al interceptarlo con rapidez. Entonces Kagami se apresuró a arrojarle el cojín que estaba junto a él en el suelo, mismo que también fue detenido por el moreno que hacía gala de sus reflejos veloces. Pero aquello se volvió una estúpida e infantil guerra en la que Kagami arrojaba todo lo que encontraba frente a él, incluidas libretas, bolígrafos, los libros y todos los almohadones del sillón.

En cada nuevo ataque, Aomine se movía un poco hacia Kagami, aunque no tuvo mucho tiempo para hacerlo gracias a la rapidez del chico para arrojarle cosas. Cuando lo que tenía a la mano se acabó, Kagami se puso de rodillas estirándose para tomar el último cojín del sillón, momento en el que Aomine aprovechó que le estaba dando la espalda para aventarse sobre el chico y presionarlo entre su cuerpo y el sillón.

—Nunca le des la espalda a tu enemigo —aconsejó sobre su oído, sintiendo el cuerpo bajo el suyo removerse un poco en busca de liberarse.

—No… te… no te acerques tanto —pidió girando un poco su rostro para ver el rostro que tenía pegado al suyo.

Kagami entonces sintió las manos de Aomine deslizarse desde su espalda hacia su estómago en un toque lento.

—¿Por qué? ¿Te estás poniendo duro?

Aquella burla por parte del mayor le molestó y aprovechó su coraje para empujarle lejos. Escuchando la puerta que sonó en ese momento. Se levantó a prisa y abrió, pidiéndole al repartidor que esperara un segundo mientras él iba por el pago, regresando rápido y saldando aquello.

—Ni creas que te ayudaré a acomodar este desastre.

La voz de Aomine se escuchó en toda la sala y Kagami sólo pudo rodar los ojos.

—Vamos a comer a la cocina, aquí no hay espacio —avisó el pelirrojo caminando con las cosas.

Durante la comida la conversación fluyó de manera amena. No hubo mención del incidente de antes, porque para ninguno había necesidad de hablar sobre eso, omitirían que pasó así como lo hicieron con aquel arrebatado beso que tampoco volvieron a traer a colación.

—Y… ¿por qué decidiste dejar el básquet si se supone que eres tan bueno? —Kagami enrollaba en los palillos varios fideos mientras realizaba la pregunta. Había estado mirando con detenimiento su comida al no saber si aquella dirección en la charla, molestaría a su maestro o no.

—Me aburrí.

—No me jodas, ¿qué no se supone que te gusta tanto como a mí?

—Sí, aún me gusta demasiado. Pero… cuando jugaba comencé a aburrirme de no encontrar algún oponente digno, ni siquiera pedía que fueran buenos como yo, sólo que tuvieran la voluntad de seguir jugando, pero todos terminaban por decirme que no podrían contra mí y mejor se retiraban. Comencé a sentirme marginado por el hecho de jugar bien, era lo contrario al chico que eligen de último, ¿sabes? A mí me dejaban al final porque de otro modo los demás renunciarían desde el principio.

Kagami se mantuvo silencioso, escuchaba atento lo que Aomine decía y no podía creer lo que estaba oyendo, en parte porque él se había sentido de algún modo parecido, quizás no de manera exacta, pero sí de una forma similar.

—Yo… tuve la intención de dejarlo también, fue hace tiempo pero… Tatsuya y yo peleamos por eso, él fue quien me mostró el básquet cuando llegué a América, pero como dicen el alumno siempre supera al maestro y yo le superé, comencé a ser mejor que él dejándolo muy por detrás. Teníamos una maestra que es como mi madre desde entonces, se llama Alex, ella nos entrenó a ambos desde pequeños. Todos notaron como la diferencia en nuestras habilidades se fue haciendo evidente y eso nos separó…

—Lo dejaste atrás, sí, entiendo lo que es eso.

—Pero mi indecisión fue momentánea, la verdad es que no podría hacerlo. Creo que primero está el básquetbol antes que nada para mí.

—Y por lo que veo, la comida también… —puntualizó Aomine mirando todos los platillos que llevaba el pelirrojo y aún seguía comiendo.

—Ahomine.

—Vas a tener que buscar una forma más agradable y respetuosa de llamarme o tendremos problemas en la escuela.

—Lo siento, no puedo verte como una autoridad.

—Pues te guste o no, lo soy.

—No cuando estamos fuera de la escuela. Aquí no eres mi maestro, eres un Ahomine.

—Entonces, si cuando estoy fuera de la escuela no soy tu maestro… ¿eso me da libertad de hacer cosas que no haría un profesor con su alumno?

Kagami enrojeció hasta las orejas, escuchando después la risa de Aomine quien no podía creer lo sencillo que había sido hacer sonrojar a ese chico. Había encontrado un nuevo e insano pasatiempo. Antes era hacerle rabiar, ahora verle ruborizado parecía una mejor idea.

El resto de la tarde Aomine trató de ayudar en lo que pudo, distrayendo lo menor posible a Kagami pero tratando de explicarle algunas reglas que venían en el libro descritas de forma demasiado técnica. Y a pesar de que no estaba familiarizado con el idioma, trató de hacerle entender de forma más humana lo que decían en ese texto que parecía escrito para que una máquina lo comprendiera. Tantos términos técnicos y complicados sólo lograban confundir más al estudiante.

 

 

—IX—

Para sorpresa de Kagami, el lunes por la tarde recibió la calificación de manos de la profesora, y aunque no pudo utilizar el lápiz ya que hizo el examen solo en la oficina de ella y frente a su mirada inquisidora, salió bien gracias a lo que había estudiado.

—¡Pasé, Ahomine! —Gritó con emoción entrando a la oficina y mirando ahí al rubio— …Kise.

Kagami tenía un gran aprecio por Kise, pero justo en ese momento no lo sentía, no cuando sólo al entrar a la oficina de Aomine los encontraba en una posición algo comprometedora. Aomine estaba sentado en la silla tras el escritorio y Kise sentado sobre el mencionado mueble, con el cuerpo inclinado hacia el moreno y mirándolo muy de cerca. El pelirrojo no alcanzó a distinguir si ellos estaban besándose o no, ya que sólo vio la espalda de Kise cuando entró debido a la posición de la puerta respecto al escritorio.

—Kagamicchi, ¿aprobaste? —Preguntó levantándose y acercándose hacia el mencionado.

—Sí, venía a restregárselo en la cara a éste idiota —dijo mirando serio al moreno que le regresaba la vista satisfecho y con una sonrisa plantada en el rostro. Aomine se puso de pie y le arrebató el examen de la mano a Kagami.

—Deja de llamarme así, niño insolente —leyó la nota del examen y luego lo miró— ¿Ni siquiera haciendo trampa pudiste pasar con una mejor calificación? Por poco y no apruebas, idiota.

—¡No hice trampa! Ella… me estaba viendo muy de cerca, no pude hacer nada y tuve que hacerlo solo.

—¡Felicidades Kagamicchi! —Kise rodeó a Kagami por los hombros mientras sonreía.

Aomine miró la escena, y notó que Kagami tenía la mirada fija en él. Pero de alguna manera estaba molesto, le miraba más serio que de costumbre y no lograba comprender ¿por qué?.

—Te invitaría a festejar bebiendo algo, pero eres un niñito menor de edad… seguro que en tu vida has probado una gota de alcohol —dijo Aomine burlándose de su edad.

—He bebido, pero no me gusta desperdiciar mi talento en vicios.

—¿Talento? Oi Kise, el niño cree que tiene talento.

Kise sonrió.

—Aquí vienen de nuevo ustedes dos, ¿no pueden dejar de pelear? —Preguntó apretando su agarre y atrayendo al pelirrojo hacia sí—. Eres el menor aquí pero eres más prudente que Aominecchi, así que deja de seguirle el juego.

—¿A quién llamas imprudente, rubio? —Cuestionó Aomine jalándolo para que soltara a Kagami. Acción que el pelirrojo interpretó en un sentido contrario a lo que pretendía Aomine.

—Aaauch, Aominecchi —se quejó al ser aplastado por el brazo del moreno que le rodeaba desde atrás por los hombros, pegando su espalda con el pecho contrario—. Eres un bruto… ¡Claro que lo decía por ti!

Y ante ello Kise soltó la risa, recibiendo una reprimenda por parte de Aomine aunque todo era parte de la misma broma.

—Yo los dejo para que sigan en lo que estaban —dijo Kagami sintiendo que estaba de más ahí.

—¿Irás con nosotros el viernes al partido? —Preguntó Kise notando lo que había insinuado Kagami, pero sin ánimos de corregirlo por el momento. Sabía que en su mayoría de tiempo él era un alma buena, pero incluso los ángeles como él a veces necesitaban sus ratos de diversión; sin importar que fuese a costa de otros. Aunque tampoco es que fuese a dejarlo creyendo algo que no era por mucho tiempo.

—No lo sé. La temporada comenzará la siguiente semana y debo entrenar duro porque la semana pasada me la perdí prácticamente completa por estar estudiando.

—Oh vamos, saliendo de tus entrenamientos seguro que puedes, tal vez y hasta podamos colarte en el juego si llegas temprano.

El primer pensamiento de Kagami en ese momento fue que jugar con Aomine a su lado sería brutal y amaba la idea. Buscó en la mirada del moreno aprobación a la invitación del rubio, pero éste sólo miraba a Kise.

¿Por qué?

—Ya veré.

—Estás invitado entonces, el juego comienza a las cinco.

—Gracias, Kise —y al decir aquello salió de la oficina, llevaba en su rostro reflejado un sentimiento que ni él mismo podía explicar. Porque aún no era consciente de lo que se estaba cocinando en su interior, no porque no entendiera, sino porque no deseaba entender— Esto es sólo una confusión, es culpa de que lo has estado viendo más seguido, comenzaste a pensar mucho en él por ser un idiota y ahora te estás confundiendo, no es que él… a ti no… él no te… ¡aaargh me gusta! —Se quejó revolviendo su cabello con ambas manos desesperado.

Esa tarde las clases habían terminado y ahora se dirigía al entrenamiento, parecía que esa ocasión también estaría ahí hasta sentirse sin un atisbo de energía en su cuerpo. Acababa de admitir ante él mismo, algo que quería mantener en el último rincón de su cerebro porque si lo evitaba, entonces no se convertiría en un hecho, ¿verdad?

—¿Por qué no aclaraste nada ante la insinuación de Kagami? —Preguntó Aomine que también se dio cuenta que el pelirrojo comentó que los dejaría para que siguieran en lo suyo en un tono que distaba mucho de referirse a simple trabajo.

—No sé de qué hablas, Aominecchi —dijo Kise sentándose en el escritorio y mirando hacia su amigo que ya estaba sentado de nueva cuenta en su lugar, revisando algunos exámenes pendientes y preparando el siguiente.

—Sabes que no puedes hacerte el angelical conmigo Kise, he descubierto hace mucho tus cuernos y la cola —comentó sin girar a ver al otro, manteniéndose en lo suyo pero continuando con la plática.

—¿Me vas a decir que no has notado la atracción de Kagamicchi por ti? ¿Lo celoso que se pone cuando me encuentra contigo?

Aomine sonrió y dejó de mover la pluma roja con la que revisaba y marcaba los errores. Después elevó su vista hacia los dorados ojos que le miraban divertidos; Kise mantenía la sonrisa dibujada en su rostro.

—Eres un maldito demonio, ¿lo sabías?

—Sólo cuando estoy aburrido.

Admitió ante la negación divertida de Aomine que no agregó más.

—Pero tú lo eres más, porque sabes que el chico siente una atracción por ti y ahí vas a toquetearme frente a él. No necesitas pretextos para hacerlo, eeh…

—Cállate Kise, ni quién quiera tocarte.

—Pero a él sí te gustaría tocarlo, ¿no? —Soltó divirtiéndose de lo lindo con ese par—. No hace falta que me respondas algo obvio, discúlpame, no sé ni por qué lo pregunté.

—¿Quieres callarte, Kise? Tengo trabajo por hacer a diferencia tuya.

—Por eso yo ya me voy, pero deberías pensar en que ese niño se graduará en poco tiempo y oficialmente dejará de ser tu alumno —caminó hacia la puerta y antes de abrirla añadió—, oh, y además… según me dijo Momocchi, cumple años el día dos de agosto, sólo te paso el dato por si te interesa.

Cuando Kise terminó su pequeño monólogo y se fue, Aomine rodó los ojos y luego bufó cansino. Estaba claro que también le gustaba el pelirrojo. Desde el momento en que le correspondió al beso para calmarse esa ocasión en que comenzaron a pelear, se dio cuenta que el chico no le era indiferente, pero no se detuvo a pensar hasta qué punto. Después de todo, Kagami es un chico bien parecido que para nada se veía como un menor de edad.

Pero no dejaba de ser su alumno, y una cosa era molestarlo e insinuarle cosas en broma para hacerlo sonrojar, y otra muy diferente pensar en algo más. No estaba seguro qué hacer al respecto, pero permitiría que fuera el menor el que decidiera cuando se diese cuenta de la atracción que sentía por él.

Ahora la pregunta estaba en el aire y rondaba la cabeza de ambos chicos. Tanto de Kagami como Aomine.

¿Cómo mierda pasaron de casi odiarse, a compartir cosas personales y gustarse?

Ninguno estaba consciente de en qué momento se dio la transición, pero se había dado y no había marcha atrás. No mientras uno de los dos no tomara la decisión definitiva de alejarse del otro y mantenerse como debía ser, con una relación estrictamente maestro–alumno.

De cualquier manera, como había hecho ver Kise. Sólo quedaba poco tiempo para la graduación. Y no es que él se destacara por ser una persona que se dejara regir por reglas y las llevase al pie de la letra, pero creía que para todo había un límite, ¿no?

 

—X—

A lo largo de la semana Kagami se mantuvo al margen de Aomine, incluso llegó temprano para que no lo dejara fuera como solía hacerlo, pero no hubo un mayor contacto. Aomine asistió a verlo entrenar un par de ocasiones en que fingió estar ahí sólo para acompañar a su amiga que siempre le reclamaba por no tener tiempo para ella, y que sin saber la realidad de esas visitas, se sintió feliz.

Ese día en particular, era jueves y Aomine notó que el pelirrojo no asistió a su clase, pensó que como era costumbre, se le había hecho tarde y decidió no intentar llegar porque ya había comprendido finalmente, que no le permitiría el paso. Pero grande fue su sorpresa cuando en la tarde que asistió al entrenamiento, por tercera vez esa semana, Satsuki le informó que su as, se había reportado enfermo y por eso no asistió a clase en todo el día.

Esperó prudente hasta que el entrenamiento pasó y se excusó diciendo que tenía cosas importantes por hacer y se retiró. Sabía dónde vivía Kagami, pero no contaba con algún número para marcarle, así que decidió llegar directo a su casa esperando que no fuera inoportuna su llegada.

Tocó a la puerta tras estacionarse donde lo había hecho la única vez que estuvo ahí; ahora esperaba porque le abrieran la puerta pero nadie respondía. Miró su reloj y volvió a tocar. ¿Dónde podría estar a esa hora?  No es que fuera tarde, apenas eran las seis pero, ¿no se supone que se reportó enfermo?

Suspiró haciendo una nota mental de pedirle su número telefónico a Kagami cuando escuchó el sonido del elevador abriéndose y giró por inercia su rostro, mirando al recién llegado.

—Ka-Kagami, ¿estás bien? —Preguntó asustado al ver el estado del otro que caminaba arrastrando los pies y con una bolsa en las manos. Su rostro estaba rojo y sus ojos también.

—Sí, es sólo… algo que me cayó mal al estómago y no he parado de vomitar en todo el día —dijo sintiendo la mano de Aomine en su frente.

—Tienes fiebre, ¿vienes del doctor?

—Sí, me acaba de dar unas pastillas para la infección y también para la temperatura —dijo al tiempo en que elevaba su brazo con la bolsa de la farmacia a la que había ido a comprar todo.

Aomine sintió un dejo de tristeza, ¿cómo era posible que nadie estuviera para Kagami cuando estaba enfermo? De alguna manera se sintió culpable aunque él no tenía nada que ver ahí.

—Vamos adentro, ¿compraste algún té?

—Sí, todo lo que me dijo el doctor… en verdad no me siento bien —comentó siguiendo al mayor.

Ambos entraron a la casa y Aomine mandó a Kagami a su habitación, diciéndole que él se encargaría de llevarle un té y los medicamentos que había comprado para que los tomara. No tardó mucho en preparar la infusión, ya que afortunadamente él también vivía solo, y aunque no era común que él tomara ese tipo de cosas, sí se había enfermado más de una ocasión teniendo que preparar aquel brebaje herbal.

—Aquí tienes… ¿Kagami? —Preguntó cuando no lo miró en su cama, y entonces en el baño de la habitación pudo escuchar la típica tos y el esfuerzo que hace tu cuerpo al contraerse debido a la acción de regresar la comida. Dejó en la mesita junto a la cama las medicinas y la taza con el té y entró al baño.

—No… no... entres —alcanzó a escuchar el balbuceo de Kagami, su voz ya se escuchaba rasposa debido al esfuerzo de haber hecho eso varias veces en el día.

—No digas tonterías —regañó parándose tras Kagami y sobándole la espalda mientras le detenía, rodeándole con su otro brazo por el pecho para que no fuese a caer mientras él también inclinaba al frente su cuerpo para detenerle mejor, se notaba que estaba débil gracias a la falta de comida— ¿Ya terminaste? —Cuestionó a su oído, Kagami sólo asintió y entonces le ayudó a erguirse y lo condujo hacia el lavabo, donde el pelirrojo enjuagó su boca— Vamos de regreso a tu cama —se acercó y tiró de la cadenilla del inodoro antes de salir con el pelirrojo casi a rastras.

Kagami sintió cómo el otro le ayudaba a acomodarse en la cama, arropándolo hasta los hombros, dejando sólo el rostro descubierto después de obligarle a que tomara sus medicamentos como decía en la receta.

—¿Qué rayos comiste para intoxicarte así? —Cuestionó saliendo del baño con una pequeña toalla mojada en la mano, misma que colocó sobre la frente del otro.

—Comí en la escuela y después pedí algo cuando llegué a la casa… no sé qué pudo haber sido —comentó casi en un murmullo, sentía la garganta rasposa y hablar no era cómodo.

—Eso te pasa por comer tanto, quizás no fue la calidad de la comida, sino la cantidad que seguro engulliste.

—¡Cállate idiota! —Se quejó, sintiendo que enrojecía, pero gracias a la temperatura que tenía, no se notaba diferencia alguna con su rostro.

Aomine se sentó en la orilla de la cama y le observó, retirando la toalla húmeda y acomodando los cabellos rojizos, antes de volverla a poner tras haberla mojado una vez más con agua fresca.

—No le hables así a quien está cuidando de tu trasero —se quejó— Hazte a un lado para que me des espacio —pidió y Kagami se movió pegándose casi a la pared, y girando su cuerpo para que su espalda estuviera pegada sintiendo así la frescura del muro— No hagas eso, te puedes enfermar peor —regañó.

—No molestes, se siente bien, tengo mucho calor —mencionó. Su cuerpo estaba sudando y la ropa se le pegaba pero aún así permanecía arropado hasta los hombros por lo menos por la parte frontal, ya que en la espalda prefirió pegarse en la pared para bajar su temperatura corporal.

—Deja de hacer eso, en todo caso quítate la playera —Aomine se sentó en la cama y descubrió a Kagami que se asustó ante la acción, sintiéndose aún más horrorizado cuando el moreno tomó la parte baja de la mencionada playera y comenzó a tirar de ella para retirarla—. Déjame ayudarte, idiota. Tampoco es como si me fuera a aprovechar de un virgen como tú —dijo riéndose ante la broma que sólo había dicho para molestar a Kagami.

Éste se sintió ofendido y por ello se incorporó a prisa, empujando a Aomine contra el colchón y sentándose sobre su entrepierna mientras clavaba ambas manos al lado de la cabeza del moreno. Acercó su rostro inclinándose lo más que pudo al frente y habló.

—¿Quién te asegura que soy virgen? —Aquella insinuación era molesta, aunque era cierta ya que nunca había tenido relaciones con una chica o… nunca había tenido relaciones y punto. Pero Aomine no tenía porqué saberlo y mucho menos burlarse de algo de lo que no tenía conocimiento.

Las manos de Aomine se posaron sobre la cadera de Kagami como un acto reflejo, casi por instinto cuando sintió al otro sentarse en su área pélvica. Apretó el agarre y subió su rostro, notando que los labios entreabiertos le esperaban deseando un beso suyo, pero él, adoraba molestar a Kagami y esta vez no sería la excepción; por ello deslizó su nariz por la mejilla aspirando el aroma de ese chico que lo estaba provocando. Sabía que no podía llegar muy lejos con él, pero por lo menos lo dejaría empalmado ya como mínimo por provocarle.

Sus labios entreabiertos rozaban la piel ahora expuesta gracias a la prenda que retiró previo a esa situación, sumado a ello la forma en que el pelirrojo había arqueado su espalda dejando su cuello expuesto, le daban el espacio perfecto para recorrerse por esa parte tan sensible, rozando pero sin tocar del todo. Sintiendo la respiración de Kagami que con cada roce suave se iba haciendo más y más profunda. Cuando sintió que el menor estaba excitado y su dureza chocaba con la parte baja de su estómago, entonces se permitió sacar la lengua y pasarla desde la clavícula hasta la barbilla, pasando por la manzana de Adán la cual se movió al sentir esa presión.

—No voy a hacerlo contigo, Kagami… Eres un virgen menor de edad, no podría con esa presión —dijo después de dejar un suave y superficial beso sobre los labios del otro.

Kagami despertó de su ensoñación al escuchar aquello y se bajó del cuerpo ajeno.

—¿Demasiada presión? Supongo eres un precoz y no quieres quedar en vergüenza con un menor virgen como yo —añadió—. Pero gracias por dejarme así, iré a hacerme cargo yo solo —admitió señalando el bulto que se levantaba entre sus piernas antes de perderse dentro del baño, azotando la puerta. Se recargó en ésta sintiéndose estúpido, ¿por qué había hecho eso?

La manera en que Aomine lo acababa de rechazar le dolía, no sólo por haberle dado en el orgullo, sino porque sólo significaba que ni siquiera de esa manera lo deseaba. Estaba claro que no sentía atracción física por él, pudo sentir que no se había empalmado a pesar de la situación, mientras él estaba tan duro como una maldita roca.

Se acercó al inodoro y abrió su pantalón, dejándolo caer al suelo y sólo bajando su ropa interior de la parte frontal para descubrir su miembro, comenzó a masajerlo deteniéndose con su otra mano del respaldo del baño. Su cuerpo inclinado hacia enfrente mientras él sacudía su mano con fuerza sobre su pene, de arriba abajo en un ritmo acelerado.

Mientras lo hacía no pudo evitar cerrar sus ojos y fantasear con que era la mano de Aomine la que se movía sobre su miembro, echó hacia atrás su cabeza con su boca abierta en busca del oxígeno que tantas sensaciones juntas le robaban. Tan concentrado estaba en ello que no escuchó la puerta hasta que sintió tras él un cuerpo caliente pegándose al suyo, como instinto y creyendo que tal vez era parte de su hiperactiva imaginación, arqueó su espalda restregando de esa manera su trasero al miembro que estaba tras él.

Sintió una mano que sustituyó la suya, moviéndose sobre su pene y creando una cadencia suave, menor al ritmo que había estado llevando él y por ello enloqueciéndole de ese modo. Creyó haber ronroneado cual felino que se restriega a su dueño cuando otra mano se encargó de sus olvidados testículos a los cuales comenzó a dar un masaje suave para no lastimarles pero suficiente para estimular.

—Arrgh… Ao… Aomine —Llevó su mano hacia atrás tomando la cabeza que permanecía recargada sobre su hombro y trató de atraerla hacia él para besarlo, la posición no era la mejor para aquel contacto, sin embargo, el beso se dio, torpe y de poca duración pero pasional y necesitado como se sentían ambos del otro.

—Kagami, no te reprimas, déjame escucharte cuando te corras… —pidió.

Si bien es cierto que Aomine había dicho que no estaría con él, las ganas de ayudarle a terminar con ese problema entre sus piernas fueron mayores a su raciocinio, y por ello, tras un par de minutos imaginando al pelirrojo que se tocaba a sí mismo, se paró y entró al baño, la imagen de Kagami masturbándose inclinado sobre el inodoro fue demasiado para él y terminó haciéndolo él.

Y aunque momentos atrás pudo contener su erección a pesar de tener al chico sobre él, ahora en estos instantes y con el menor gimiendo por lo bajo como lo hacía, era imposible, después de todo era un simple humano que también se sentía atraído por el chico.

—Nnhg… Dai... Daiki… más, más rápido —pidió entre jadeos.

—Lo que me pidas, Taiga —concedió, apurando el ritmo de su mano sobre la longitud contraria, apretando más el agarre y notando cómo esa simple acción logró que incluso las piernas contrarias temblaran un poco ante la nueva presión.

—Aaaarggh…

El gemido del pelirrojo, que pareció un gruñido animal se escuchó en todo el baño, dejándolos a ambos con la respiración entrecortada. Aomine elevó su mano a la altura de los ojos rojos que vieron cómo su propio semen espeso corría a través de los dedos del otro.

—Ahora ve a la cama.

Kagami giró su cuerpo y besó un poco los labios del mayor, obedeciendo después. Salió del baño y se desvistió por completo, dejando tirada por ahí la ropa interior y recostándose en la cama. Se sentía nervioso, estaba esperando a que el moreno regresara porque él creyó que continuarían, por supuesto que Aomine debía terminar también, no sólo él iba a obtener placer, ¿cierto?

Pero pasados un par de minutos, comenzó a escuchar una suaves sacudidas en el baño y el mayor no regresaba, por ello, Kagami volvió, abriendo la puerta y observando que Aomine había bajado la tapa que cubría el inodoro y se había sentado en ésta, con los pantalones completamente abajo al igual que la ropa interior y ahora se dedicaba a masturbarse con fuerza.

No dijo palabra alguna para silencioso como lo había hecho el mismo Daiki, tomar la erección de éste con una mano y comenzar a ayudarle con ese ritmo.

—No… no… vete a la cama ya voy en un momento.

—No me jodas, también quiero ayudar —dijo sentándose en las piernas del mayor, pasando una pierna a cada lado para mirarlo así de frente. Su mano derecha tomó el miembro del moreno y comenzó con las sacudidas.

Aomine aprovechó la posición y atrajo al pelirrojo por la cintura mientras le besaba los labios con fuerza, aprovechando que ésta vez estaban de frente para profundizar al máximo ese contacto, enredando ambas lenguas y pareciendo dos felinos queriéndose devorar uno al otro. Kagami no se detenía en sus movimientos, masturbando con rapidez y a un ritmo que volvía loco a su profesor de lengua.

—Eres un… pequeño pervertido —regañó Daiki sin fuerza en su voz, contrario a ello sólo soltó aquella frase en un jadeo cortado cuando pudo separarse de los labios del pelirrojo—. Virgen pero sí que sabes sacudirla —bromeó, recibiendo un jalón en el miembro por parte de Kagami, ocasionando que Aomine gimiera al sentir una combinación de placer y dolor muy extraña.

Tras varios minutos más en los que Aomine aumentó la presión en el abrazo sobre el cuerpo contrario, terminó en un gruñido que pretendió contener para no hacer demasiado ruido, pero sintiendo su semen caliente siendo expulsado sobre la mano del otro.

—Esto me traerá problemas, maldición —dijo Aomine viendo cómo su ropa ahora estaba manchada por su propio semen.

—Te prestaré algo de ropa, creo que somos de la misma talla —avisó Taiga tras varios minutos luego del orgasmo, cuando la respiración se había calmado y ellos podían hablar con normalidad.

—Ese no es el problema mayor —mencionó levantándose y yéndose a acostar a la cama con el otro.

El resto de la tarde Aomine cuidó de Kagami, aunque el pelirrojo había dejado atrás su malestar bastante rápido. Por la noche fue Taiga el que insistió en prestarle algo de ropa al moreno antes de que éste se fuera, así podría dejar su ropa ahí en su casa para que él la metiera a lavar después.

¿Qué es lo que seguía después de esto entre ellos dos?  ¿Volverían a fingir que nada sucedió como la ocasión en que se besaron? Porque ésta vez no era ni remotamente parecida la magnitud de lo que hicieron.

 

—XI—

La mañana siguiente pasó como si nada, no hubo muestra alguna de incomodidad entre ambos y eso al mayor le sorprendía, mientras daba la clase lo molestó como siempre lo hacía, haciéndole de vez en cuando preguntas cuando notaba que estaba más distraído mirando por la ventana. Y para Aomine no era una gran proeza notar cuando el pelirrojo no prestaba atención, ya que discretamente se la pasaba viendo a la esquina del salón donde éste se encontraba sentado.

Fue hasta cierto punto, una buena señal cuando Kagami no pareció cambiar. No es que Aomine estuviera esperando que se comportase como una niña adolescente enamorada buscándolo a toda hora o algo así, pero dado que el día anterior intercambiaron sus números telefónicos, esperó por lo menos un mensaje diciéndole alguna estupidez o sólo mandándole una grosería, pero nada.

Ese día Kise como era costumbre los viernes, llegó por él al término de las clases para irse juntos al partido. Estaban en lo que podría llamarse semifinal del mini torneo en el que habían estado jugando semanalmente en la categoría amateur de jóvenes. Y como era de esperarse, el equipo de ellos dos estaba ganando de forma aplastante en cada ronda, dejando a sus oponentes cansados y con el ánimo por los suelos debido a la diferencia en el marcador.

—¿Nos acompañará Kagamicchi? —Cuestionó Kise cuando caminaban ambos rumbo al estacionamiento.

—No lo sé. Ya lo invitaste, si lo desea asistirá.

—Sí, pero esa ocasión buscó que tú también lo invitaras y no lo hiciste, por eso te pregunto si lo hiciste en la semana, de lo contrario no irá.

—No digas tonterías, Kise. Si quiere asistirá y ya, así de sencillo.

Pero las palabras del rubio resonaron en su cabeza, recordaba vagamente que esa tarde en que Kagami fue a contarle que había aprobado su examen de inglés, estaba con Kise y había malinterpretado la situación —cosa que por cierto nunca le dijo pero fue bastante obvio—, y al invitarlo Kise, sintió la mirada roja sobre él, pero su mirada azul observaba a su amigo rubio en busca de una señal de ¿por qué no había aclarado que no estaba haciendo cosas? Trató de buscar en los ojos dorados de Kise la respuesta y fue cuando Kagami le observó.

¿En verdad Kagami buscaba su invitación?

Se debatió cuando iba en camino si mandarle un mensaje o no, pero al final decidió no hacerlo, era verdad que el partido era el penúltimo de dicho torneo, pero tampoco le prestaba demasiada atención cuando el resultado era tan sencillo y predecible, para lo único que había aceptado entrar en ese equipo con Kise, era para relajarse un rato y recordar sus viejos tiempos cuando jugaba en preparatoria.

Durante los momentos iniciales del juego se la pasó buscándolo con la mirada entre las personas que asistían para ver el juego pero no lo encontró. Terminado el primer cuarto pidió cambio sólo para revisar su celular notando que no tenía ningún mensaje, mandó entonces el texto que se había contenido en enviar.

¿No piensas venir al juego? Pensé que te vería aquí—

Tras mandar el mensaje regresó al juego.

Taiga que recibió de inmediato el mensaje, acababa de entrar a un local de comida rápida que era su favorito. Estaba a unos quince minutos caminando a paso tranquilo de las canchas donde se llevaba a cabo el juego. Miró el mensaje, lo leyó una y otra vez y terminó decidiéndose por pedir el resto de sus hamburguesas en una bolsa para ir comiendo en el camino.

No iba a admitirlo pero era lo que él había estado deseando, quería que fuese Aomine y no Kise el que le invitara al juego. No porque la invitación del rubio no valiera, sino porque sabía que éste era así, alegre y social con todos; pero él necesitaba saber que el moreno deseaba verlo ahí.

Caminó a paso rápido aunque se auto convenciera de que no era porque tenía deseos de ver al moreno, no era por su invitación que él estaba yendo a esa velocidad. No, no era eso… ¿menos de diez minutos? Podría haber hecho más tiempo pero se encontró con los semáforos que tenía que cruzar en verde peatonal, por eso tardó menos tiempo del que creyó.

Cuando llegó caminó hacia la barandilla, ahí esperó paciente, mirando las jugadas de Aomine y sonriendo como bobo por lo bueno que se veía que era el chico. No lo perdía de vista sin importar que ya no tuviera el balón, estaba tan metido en su mundo que no escuchó cuando el que cuidaba que no se saltaran le habló.

—¡Ey tú… pelirrojo! —Gritó para llamar su atención lográndolo.

—Eres parte de éste equipo, ¿no? Pásale —dijo recordándolo quizás de la vez anterior. Gustoso saltó la barandilla que le llegaba apenas a la cintura y luego caminó hacia la banca, aún con la bolsa en mano en la que llevaba varias hamburguesas que no alcanzó a comer en el local por ir al juego en cuanto el moreno le mandó un mensaje. Había dos chicos en la banca que lo voltearon a ver como bicho raro cuando se sentó en una orilla y esperó paciente a que sus dos amigos volvieran en el medio tiempo.

—Kagamicchi, pensé que no vendrías~ —soltó Kise mirando de reojo a Aomine, que fingió no notar aquel gesto.

—¿Qué tienes ahí? ¿Nos has traído comida? —Cuestionó Aomine tomándolo de uno de sus brazos para que abriera la bolsa y poder asomarse y ver el interior de ésta— ¿Son de teriyaki?

—No, no lo son —respondió soltándose del agarre—, y tampoco las he traído para ti, son mías pero recibí el mensaje cuando estaba comiendo y… pensé que no iba a alcanzar a venir si me esperaba a terminar allá.

Kise sonrió y se limitó a ir por algo de beber aprovechando para quedarse platicando con los demás compañeros de su equipo, dejando así al otro par a solas.

—¿Por qué no ibas a venir? —Cuestionó Aomine sentándose con Kagami a su lado mientras abría una de las hamburguesas y le daba una mordida, ante la mirada rojiza que parecía inconforme con ese robo.

—Porque no me daba la gana.

—No era ésta porquería la que te intoxicó, ¿cierto? —Cuestionó mirando la hamburguesa en su mano.

—No, no fue eso —Aomine volvió a morderla una vez que el pelirrojo le dio la confianza al aclararle que no había sido por ello que se enfermó— ¿Cuándo vas a jugar contra mí para patearte el trasero?

Aomine sonrió con genuina diversión impresa en su gesto. Su mirada enfocada en los ojos rojos de los cuales parecían brotar chispas quizás de emoción ante la idea.

—¿Qué te parece mañana? Ni tú ni yo tenemos clases…

—Me parece perfecto. ¿Dónde te veo?

—Iré por ti al medio día, te llevas tu mochila deportiva y listo. Pero nada que delate la escuela a la que perteneces, idiota.

Y el sonido que anunciaba el final del medio tiempo sonó con fuerza. Aomine regresó la mitad de la hamburguesa a Kagami para que éste terminara de comerla ya que él debido al ejercicio que estaba por realizar, no le sentaría bien si comía demasiado.

Kagami mantuvo su vista fija en los dos chicos que se movían a través de la cancha de una forma que hipnotizaba. Pero sus ojos se empeñaban en buscar los azules cada que el dueño de éstos encestaba de una manera más y más presuntuosa. ¿Lo estaba retando con esas miradas antes de encestar?

La sonrisa en el rostro de Kagami era obvia. Kise les miró, notó como antes de anotar Aomine miraba rápido en dirección al pelirrojo y después arrojaba el balón.  No sabía qué había pasado ya entre esos dos, pero la tensión sexual mal dirigida que antes les obligaba a pelearse a cada momento, parecía resuelta, o quizás en proceso de re-direccionarse por un mejor camino.

 

—XII—

Era más del medio día y Kagami viajaba como copiloto de su profesor de Lengua Japonesa, al cual hacía mucho tiempo había dejado de ver como su profesor y de tratarlo como tal. Primero porque no se soportaban, y el odio era mutuo así que solían llamarse con groserías y apodos poco educados. Después, todo cambió y ellos no se enteraron de en qué momento había pasado o por qué, sólo se dieron cuenta un día que comenzaron a compartir información más personal, que Aomine visitó a Kagami a su casa para ayudarle a pasar un examen, que le ayudó también cuando estuvo enfermo y que esa misma tarde… habían hecho algo que estaba prohibido.

No sólo por las reglas estudiantiles, sino por las de justicia también. Si bien Kagami estaba a nada de cumplir su mayoría de edad, aún era mal visto que un chico de veintitrés años, que impartía clases a tan temprana edad en una preparatoria, estuviera saliendo y peor aún, teniendo casi relaciones sexuales con un menor. ¿Qué clase de ética profesional tenía dicho maestro?

Ni siquiera era bien visto que los miraran por la calle, porque ellos dos eran maestro y alumno y su relación debía mantenerse como tal. Importaba una mierda si la diferencia en edades era poca, o si tenían gustos similares y una pasión como lo era el básquetbol para ellos, en común. Nada de eso le iba importar a las autoridades correspondientes si algo llegaba a pasar, y a pesar de ello ahí estaban los dos.

En camino a otro distrito donde Aomine decidió que irían a jugar, porque además quería mostrarle a Kagami algunas cosas —y aprovechar que estando más lejos era difícil que les reconocieran—. No es que fuesen a andar como una pareja porque no lo eran, pero tampoco debían andar saliendo por ahí como dos amigos.

—Acá estudié la universidad —mencionó Aomine mientras caminaban por una plaza de aquel distrito, era temprano así que decidieron que primero irían a comer algo y después a jugar, por lo que tras haber comido, caminaban admirando como dos turistas aquellas plazas y los grandes edificios del lugar.

—¿Y qué haces tan lejos? —Preguntó Kagami caminando con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón. La verdad es que se sentía extraño pero de una manera positiva, ya que nunca había tenido una salida con alguien por quien sintiera un interés como lo sentía por su profesor, y eso le hacía pensar en que quizás ese día pudiera contar como su primera cita.

—No lo sé, necesitaba salir de aquí. Comencé a tener problemas en casa a muy temprana edad, pero debo admitir que muchos de esos problemas me los busqué, me convertí en un vago que odiaba ir a la escuela, así que comenzaron a reprenderme y me harté de ello. Aún así me mantuve en casa durante la universidad y apenas tuve la oportunidad de marcharme de aquí, me largué sin pensarlo dos veces.

—Pero, Kise y Momoi–san… ¿también vivían aquí?

No es que el lugar estuviera del otro lado del mundo, pero se le hacía curioso que los tres estuvieran ahora viviendo en el otro distrito cuando se conocieron en éste. O eso es lo que supuso el pelirrojo ya que no conocía bien la historia.

—Vamos por allá —dijo Aomine. Habían estacionado el automóvil en una de las plazas comerciales más grandes. Cuando terminaron de comer ahí, fueron por sus respectivas maletas deportivas y ahora se dirigían caminando hacia unas canchas a las que Aomine les dirigió. Alrededor de éstas había un parque público en el que se sentaron bajo una sombra a reposar un rato antes de iniciar el partido, total, la cancha estaba llena de niños y otros adultos jugando en ella—. A Satsuki la conozco desde que tengo memoria, no tengo hermanos de sangre pero ellas es lo más cercano a uno.

Comenzó explicando su conexión con la chica mientras se dejaba caer sobre el pasto bajo la enorme sombra de un árbol. Kagami soltó su mochila y después la usó como almohada, tirándose junto al moreno, ambos mirando la espesura de ese árbol que les  brindaba la sombra.

—Por eso cuando te estaba molestando te dije que el padre de Satsuki es el director. Por eso me conoce, porque prácticamente me crié con ellos. A Kise lo conocí de una manera muy distinta.

Aomine sonrió recordando aquello y Kagami sintió una punzada de celos recorrerle el estómago ante el gesto que ese recuerdo provocó.

—A él lo conocí cuando entré a la universidad, no íbamos en la misma carrera pero una ocasión él me encontró jugando solo en una cancha pública cerca de la escuela. Se acercó y me retó, gran decepción que se llevó, así como la que te llevarás tú más tarde cuando juguemos… —comentó divertido.

—Claro, como si fueras tan bueno… ¿Y se hicieron amigos entonces por el básquetbol? —Preguntó Kagami, aún curioso por saber más sobre esa relación.

Aomine estaba consciente de eso y en admitía que en su interior mantenía una sonrisa de oreja a oreja por ello, aunque por la superficie, su rostro sólo reflejaba un suave gesto.

—Esa ocasión jugamos hasta tarde, de hecho hasta las clases se nos pasaron a ambos porque no parábamos de jugar, Kise es muy bueno, era el mejor oponente que había encontrado hasta ese día y me emocioné, te dije que dejé de jugar en preparatoria para no odiar lo que más amaba, y cuando conocí a Kise no sé… me dio una esperanza y jugábamos una y otra vez. Él no se daba por vencido, se la pasaba pidiéndome un juego más asegurando que ésta vez sí me ganaría. Al final tanto insistir nos convirtió en grandes amigos, hay mucha confianza entre nosotros.

—…Mucha confianza —repitió en un murmullo.

—¿Por qué lo preguntas?, ¿él te mencionó algo?

Kagami movió su cabeza hacia un lado, conectando así con la mirada azul que le observaba en espera de una respuesta tras haber soltado aquella cuestión tan repentina.

—Sólo que se conocieron en la universidad. ¿Por qué? ¿Debió mencionar algo más?

—No, sólo tenía curiosidad de saber si dijo algo o sólo imaginaste que lo conocí ahí. ¿Es mi turno de preguntar? —Indagó Aomine y Kagami sintió que se ponía un poco rojo, manteniendo la vista al cielo evitando así evidenciar su estado avergonzado.

—Sí, ¿qué quieres saber?

—¿Por qué sientes celos de Kise?

Era obvio que Aomine sabía la razón, pero quería escucharla del mismo Kagami. No estaba seguro si era su vanidad o qué era lo que le llevaba a exigir tal cosa pero quería conocer los sentimientos del pelirrojo de su propia boca y no porque fuese tan transparente.

 —Yo no… no… quien… ¡¿de qué hablas?!

—Tienes razón, no debí preguntar algo obvio. Pero me gustaría escuchar de tu boca decir que te gusto y por ello te sientes así de celoso.

Aomine se incorporó sólo un poco, recargándose en uno de sus antebrazos y sonriendo mientras miraba al pelirrojo, que no pudo evitar desear que la tierra se lo tragara en ese momento. Cubrió con ambas manos extendidas su rostro, tratando de ocultar  lo rojo de sus mejillas pero incluso sus orejas lo estaban así que era imposible.

—Eres un jodido engreído si crees que diré una tontería como esa —dijo girando su rostro en dirección contraria de Aomine, cruzando sobre su pecho ambos brazos.

—Deberías ser honesto con lo que sientes, no le veo nada de malo que lo digas… de cualquier modo ya lo sé porque eres bastante obvio.

—No sé de qué hablas.

—Si estuviéramos mirándome justo ahora y diciéndome esa tontería, quizás te lo creería.

—No voy a caer en tus provocaciones, es obvio que yo sé lo que quiero y lo que no.

Aomine se dejó caer de nuevo sobre el césped, viendo cómo poco a poco el cielo se tornaba naranja y el sol comenzaba a esconderse.

—Si no hubiera tanta gente ahora mismo estaría besándote, ¿sabes?

—¡¿Cómo puedes decir algo así tan fácilmente?! —Cuestionó sentándose para ver al mayor. No lograba comprender cómo lo hacía pero cuando se incorporó y miró al otro, le notó sereno, incluso mantenía sus ojos cerrados así como una ligera sonrisa en sus labios, pero el gesto no era más que arrogancia dibujada en su boca— No te atrevas a hacerlo, Aomine.

—Si no lo hago yo, entonces esperaré a que lo hagas tú… y viendo lo vergonzoso que eres, creo que moriré esperando.

—Yo hago las cosas que quiero, así que si no te he besado ahora es porque no me da la gana, ¡y vamos a jugar que se hace tarde! —Regañó levantándose y sacudiendo los restos de pasto que se pegaron a su ropa. Tomó la mochila con la cual golpeó un costado del moreno que seguía sin moverse del suelo y caminó hacia la cancha que ahora sólo estaba ocupada por adultos que jugaban en la mitad.

Cuando llegó, Taiga se acomodó del lado libre, sentándose en una esquina sacándose el calzado y buscando el que traía en la maleta; acomodaba las cintas de sus jordan cuando escuchó la efusividad de las personas que estaban ahí al ver a Daiki.

—¡Aomine! ¿A qué rincón del mundo te fuiste? —Preguntaron saludándolo con el puño cerrado y chocándolo con el que Aomine les extendió en respuesta, un saludo que Kagami miró en varias ocasiones venir del moreno hacia Kise.

—Me mudé al distrito de al lado por trabajo

—Vives donde está Kise, ¿no?

—Sí, algo así… —contestó dudoso.

—Es un gusto verte —dijo uno de los que estaba ahí.

—¿Qué te parece un juego, Aomine?

—¿Ustedes dos contra mí? No lo sé, no quiero que después dejen de jugar por mi causa —comentó seguro de sus habilidades. Kagami ya se había cambiado y estaba listo para jugar, posó sus manos en su cadera y elevó la voz para hacerse presente.

—¿Y yo estoy pintado o qué, Ahomine? También juego, una reta dos vs dos —dijo el pelirrojo acercándose hacia los otros que apenas le notaron— Kagami Taiga, conocido de éste idiota —mencionó

Los otros dos chicos se rieron por las palabras de otro y aceptaron encantados, presentándose ante Taiga y esperando a que Aomine se preparara con el calzado y ropa indicada para jugar de manera cómoda.

—¿Se conocen del trabajo?  —Preguntó uno de ellos sacando conversación al pelirrojo mientras esperaban.

—Sí, precisamente de ahí nos conocemos —comentó mirando en dirección a Aomine mientras giraba en su dedo índice el balón. Era hasta cierto punto gracioso pensar que en efecto, se habían conocido en el trabajo de Aomine, pero no se suponía que ninguno sintiera una atracción por el otro— ¿Ustedes lo conocen de la universidad? —Preguntó curioso, quería saber más sobre el moreno.

—Sí, éramos parte del equipo oficial y aunque él no lo era… lo conocimos por Kise, ¿le conoces?

—Sí, también lo conozco —comentó mirando al moreno que ya venía en dirección hacia ellos.

—Después no acepto reclamos por pérdida de autoestimas —dijo Aomine abriendo ambas manos a la altura de su pecho para que Kagami le arrojara el balón. El pelirrojo lo hizo y entonces el pequeño partido de dos contra dos dio inicio.

Para sorpresa tanto del pelirrojo como de Aomine, a pesar de que nunca habían jugado juntos y que sus estilos de juego eran parecidos —y de alguna forma completamente distintos a la vez—, supieron sincronizarse. Kagami sorprendiéndolos con sus saltos increíbles y Aomine con sus cambios de velocidades así como sus tiros sin forma.

Cuando recién comenzó el juego, Aomine no le pasaba el balón a Kagami, haciendo todas las anotaciones y quitándose de encima a los otros dos con extrema facilidad, por ello y harto de la situación, Kagami se enfrentó en un uno a uno contra Aomine a pesar de que se suponía que estaban en el mismo equipo.

Hasta ahora el único que podía hacerle frente así —pero seguía sin ganarle—, era Kise y por ello la sonrisa en el rostro de Aomine incrementó cuando Kagami le robó el balón y corrió del lado contrario de la cancha, dando un salto desde la línea de tiros libres dispuesto a encestar desde ahí. Para el moreno esa era una locura que estaba intentando lograr el otro, y no se detuvo a averiguar si en verdad podía efectuar esa canasta o no, ya que con la misma velocidad que el pelirrojo, él le siguió y se elevó; golpeando el balón con la palma de su mano y mandándolo hasta el suelo.

Ambos regresaron sus pies a la firmeza del suelo y se miraron con una sonrisa divertida en el rostro. Reconociéndose como rivales dignos tan sólo con esa simple jugada.

No hubo necesidad de que les dijesen algo a los otros dos, quienes al sentirse fuera de liga, decidieron retirarse excusándose de que tenían cosas que hacer.

—¿Qué era lo que… decías? —Dijo Kagami, llevando aire a sus pulmones con dificultad al estar tan agitado.

El cielo se había oscurecido y aunque la cancha era alumbrada sólo por una lámpara que iluminaba una mitad, no le tomaron importancia a ese detalle y continuaron con su juego aprovechando que el lugar era un parque abierto al público y no cerraban en ningún momento.

Ambos sudados, limpiando su rostro con la misma playera que traían puesta una y otra vez mientras tomaban la posición lista para detener a su contrincante. Ni siquiera podían detenerse, estaban tan absortos en su juego que el tiempo se había detenido para  los dos.

Fue el límite de sus cuerpos el que les trajo de manera abrupta a la realidad en el momento en que tras una jugada, Aomine se tropezó cayendo sentado en el suelo.

—Jajaja idiota, ¡Si estabas tan cansado sólo lo hubieras dicho! —Dijo Kagami, riéndose del otro mientras lo miraba desde arriba.

—Tsk… sólo me tropecé, vamos a seguir —estaba por levantarse cuando vio frente a él los pies del otro muy cerca de donde terminaba la longitud de sus piernas que estaban estiradas.

—No te levantes —dijo Kagami con voz baja.

—¿Huh? —Aomine no comprendió la petición hasta que vio a Kagami caminar hacia él, separando las piernas para que las del moreno, que seguían extendidas sobre el suelo cuan largas eran, quedaran entre los pies del pelirrojo. Este último parado como estaba y ahora a un palmo de distancia del torso contrario, estiró su mano y tomó el cabello azul entre sus dedos tirando de él con fuerza para que la cabeza de Daiki se hiciera hacia atrás y de ese modo pudiera verle directo a los ojos— ¿Te gusta jugar rudo, Kagami? —Preguntó Aomine mirando en lo alto los ojos rojos que le observaban con un brillo peculiar.

Pero Aomine no estaba satisfecho con esa posición, no cuando él estaba sentado sobre el suelo y la otra persona muy por encima de él, así que llevando su toque a la parte trasera de las piernas de su compañero, deslizó sus palmas abiertas por éstas hasta que llegó a la altura de la rodilla, ejerciendo la presión necesaria para que el otro cayera sobre su regazo, quedando hincado en el suelo con el cuerpo del moreno entre las piernas.

Kagami sonrió ante la acción que realizó Aomine y su única reacción fue dejar caer su peso en el regazo contrario. Llevó sus manos hacia la parte posterior de la cabeza del moreno y ahí enredó sus dedos en el cabello de éste. Sus rostros estaban cerca pero aún no unían sus labios.

Se tomaron un momento en el que Kagami juntó su frente con la otra y miró desde esa distancia los ojos azules.

—No importa cuánto me gustes… seguiré pensando que eres un idiota y un engreído, arrogante, imbécil y…

Los labios de Aomine callaron todos los adjetivos que le faltaban al pelirrojo para terminar de describir al moreno. Pero no importaba porque lo que estaba deseando escuchar era lo primero que había dicho. Llevó ambas manos extendidas hacia la espalda del pelirrojo para atraer el cuerpo de éste más hacia el suyo, pegado así ambos pechos mientras inclinaba su cabeza hacia un lado para profundizar el beso que ahora compartían.

No tenían ganas de separarse, pero sabían que aunque no estuvieran en el distrito en que vivían, podrían meterse en problemas si alguien los reconocía.

—Vámonos —murmuró Aomine sobre los labios del pelirrojo, que para su sorpresa, era el más renuente a la separación.

Aún así, con una que otra queja se puso de pie y ayudó al moreno a también hacerlo. Cuando éste estuvo de pie no soltó la mano del menor, que se sintió un poco avergonzado ante ello, pero era de noche y no había mucha gente en la calle así que… ¿qué más daba?

Caminaron así, con las mochilas al hombro y sus manos juntas en un agarre tan firme que incluso llevaban entrelazados sus dedos.

 

 

—XIII—

Después de tener su primera cita o lo que hubiera sido aquella extraña salida, no volvieron a tocar el tema de ellos dos, tampoco es como si estuvieran en contacto todo el tiempo o continuasen saliendo a otras partes.

Kagami no estaba seguro en qué lugar estaban, ¿eran algo más que amigos o sólo dos amigos que se gustan? Estaba tan confundido que no se sentía seguro en su proceder con Aomine y por eso terminaba esquivándolo. Era natural que como su profesor siguiera tratándolo de la misma forma, porque ante los ojos de los demás, no podía existir cambio alguno entre ellos.

Pero cuando se trataba en otro aspecto… no sabía qué hacer.

—Kagami–kun, Aomine–san dijo que saliendo de clases vayas por tu calificación, que le parece que no te ha ido tan bien como esperabas, pero que quizás apruebes.

—Gr-gracias Kuroko… sólo espero que ese… idiota de Aomine se equivoque, estoy seguro que estudié bien para el examen —Kagami bufó molesto mirando por la ventana. ¿Para qué lo querría Aomine en su oficina?

—No deberías referirte de ese modo cuando hablas de un profesor, Kagami–kun —comentó Kuroko con la misma expresión seria en su rostro.

Había pasado más de una semana y nada había sucedido entre ellos dos, ¿a qué se supone que estaban jugando ahora?

Incluso Kagami se había presentado al partido final del equipo en el que jugaba Aomine con Kise, y no había sucedido nada extraordinario, ganaron como era de esperarse y luego ellos tres decidieron —en realidad Kise decidió—, que sería buena idea ir a comer los tres para celebrar; y así lo habían hecho.

Al regresar, Aomine lo dejó hasta la puerta del edificio donde vivía, pero no intentó besarlo, ni siquiera aceptó cuando le dijo que podía pasar un rato y quizás jugar un rato con videojuegos. Kagami se sintió rechazado y pasmado por ello, así que no insistió.

…De hecho no volvió a insistir en las siguientes dos semanas. Se veían lo normal que se vería un profesor y su alumno, así como mantenían el mismo contacto pero no más allá.

Así que ahora esa petición le extrañó. Se sentía un poco nervioso y al mismo tiempo ansioso de saber qué rayos pasaría. Por eso al salir de la última clase, decidió pasar rápido a la oficina de Aomine para no estar pensando en eso durante el entrenamiento.

Tocó como era debido, no quería encontrarse con alguna sorpresa, y dentro escuchó la voz del moreno invitándole a que pasara.

—¿Qué sucede? —Cuestionó cerrando la puerta a su espalda y mirando al mayor. Sintió que la boca se le secaba en ese momento por lo que trató de tragar saliva sintiendo la garganta rasposa.

Aomine llevaba una vestimenta formal que no recordaba haberle visto en la mañana. Y estaba seguro de que de haberle visto así lo recordaría. Ésta vez también llevaba una camisa bien acomodada bajo el pantalón, mismo que se le ajustaba en el área de la cadera, dejando ver el buen trasero que tenía. La corbata que combinaba con el color de la camisa caía sobre su pecho de forma suave casi llegando hasta su ombligo.

—¿Me llamaste? —Preguntó, reprimiendo todas las ganas que tenía de caminar los pasos que les separaban y arrancarle la ropa al otro, a mordidas si era necesario.

—Sí, tengo tu examen y no hay buenas noticias —avisó. Tomándolo del escritorio y caminando hasta el menor, extendiéndole el papel.

—¡Falta un puto punto, tengo 69!

—La mínima aprobatoria es 70, ¿recuerdas?

—Oh vamos, Ahomine… ¡no puedes estar hablando en serio!

—¿Recuerdas que después del primer beso que me diste te dije algo?

Aomine caminó hasta estar a medio paso de distancia del cuerpo contrario. Kagami giró el rostro hacia un lado, no tanto por la molestia, sino por el fuerte aroma a perfuma que despedía el cuerpo del moreno.

—Dijiste puras idioteces, si me estás pidiendo que haga eso… no lo haré y de una vez te lo digo.

—Nadie te está pidiendo nada, idiota. Recuerdo haberte dicho que ni aunque vinieras a mamármela, te pasaría. Soy un hombre de palabra, lo sabes.

—No, no, no… no… no puedes estarme haciendo esto, tú no —repetía Kagami arrugando la hoja con coraje y arrojándola contra la pared.

Lo siguiente que sintió fue un brazo rodearle la cintura y después todo fue rápido. El mismo impulso de aquella extremidad sujetándole le obligó a girarse y quedar con el torso recostado sobre el escritorio, mientras uno de sus brazos era jalado hacia su espalda para causarle dolor.

—No seas… argh idiota me estás lastimando

Kagami estaba por quejarse nuevamente cuando sintió el cuerpo tras de él frotándose contra el suyo. Una mano de Aomine le detenía su brazo en la espalda inutilizándolo de momento y la otra extremidad del moreno le jalaba hacia atrás la cabeza tirando de su cabello.

Cualquier reclamo que estuviera por salir de los labios de Kagami, se terminó ante tremenda situación, porque aunque le costara admitirlo se sintió excitado al máximo con toda esa maniobra. Pero más le ponía duro pensar en que la puerta no estaba cerrada con llave y cualquiera podría entrar a buscar al profesor Aomine Daiki, encontrándole ahí, sometiendo a su alumno contra su escritorio.

El cuerpo de Daiki se inclinó al frente, adhiriendo su pecho a la espalda del menor, quedando separados únicamente por el brazo del chico que seguía torcido hacia atrás. Habló sobre el oído de Kagami lo más bajo que pudo y con la voz digna de una línea caliente.

—¿Qué tanto estás dispuesto a dar, Kagami–san? —Cuestionó usando las formalidades que jamás utilizaba con sus alumnos, y menos con ese alumno en particular, pero todo era parte del juego que estaba desarrollando.

Kagami cerró sus ojos al sentir que cuando terminó aquella frase, la cadera contraria chocó con la suya simulando una embestida, dejándole sentir la dureza de ese miembro que ya había despertado.

—Cierre la puerta profesor… y le muestro lo que estoy dispuesto a hacer —admitió.

Aomine se irguió advirtiéndole que no se moviera de ahí o lo castigaría. Después cerró la puerta no sin antes abrirla para ver si había alguien merodeando a esas horas por los pasillos pero no, el edificio de maestros a esa hora por lo general terminaba desértico. Cerró asegurándose de poner el pestillo antes de regresar a su posición.

Kagami tenía ambas manos pegadas al escritorio así como una de sus mejillas para así mirar de lado a Aomine. El moreno regresó a su posición inicial, pero ésta vez tomó con ambas manos el trasero de Taiga, masajeándolo antes de deslizar sus palmas por la cadera del menor hacia enfrente, aprovechando para abrir el pantalón y colar su mano hacia la erección del menor.

—Arrgh…. Pro-profesor Aomine —dijo con voz baja e inocente—. Sea cuidadoso… por favor —pidió muriendo de vergüenza por lo que estaba diciendo, pero ese mismo sonrojo servía para completar el cuadro del juego que ahora realizaban.

—Oh pero claro que no lo seré —dijo Aomine, inclinándose una vez más sobre su alumno y quedando paralelo a su espalda—. Nngh, Taiga… como quisiera penetrarte con fuerza, tomarte aquí y ahora…

—¿Y por qué no lo haces? —Preguntó Kagami en un gemido que invitaba al otro, arqueando su espalda para elevar su trasero y que lograr que éste chocara con la entrepierna contraria.

—No puedo, no ahora… pero pronto —dijo Aomine mordiendo el oído contrario—. Si te sigues frotando así… vas a lograr que manche mi pantalón —regañó.

—¿Y cuál es el problema? —Preguntó comenzando con un vaivén como si el otro le estuviese penetrando— ¡Vamos a mi casa!

Aomine se puso de pie y dio un par de pasos hacia atrás liberando al otro. Ahora estaba consciente de que eso había sido una mala idea, pero no esperaba esa cooperación del menor.

Kagami se giró recargando su cuerpo contra el escritorio, subiendo después a éste mientras abría las piernas y pasaba su mano por su pene que aún estaba bajo la ropa.

—No, no hagas eso —Aomine se acercó y entrelazó ambas manos con las del pelirrojo para que se detuviera, juntando sus labios entre besos suaves—. Lo siento, deseaba jugarte una broma y al final mira lo que logré.

—¿Una broma? —Kagami se sintió dolido y empujó al mayor pero éste no le soltó.

—Lo siento. No pensé que aceptarías hacer algo así aquí. Eres una maldita caja de sorpresas, pelirrojo.

—Me… siento tan estúpido. Olvídalo —Kagami lo volvió a empujar con mayor fuerza liberándose ésta vez y se puso de pie, acomodando su ropa para poder salir de ahí sin que se dieran cuenta, su erección apenas estaba disminuyendo pero considerando lo mal que se sentía con el desenlace no tardaría en volver a la normalidad.

—No, no… ey —Aomine se apresuró en abrazar a su pelirrojo obligándolo a verle a los ojos—. ¿Por qué dices eso?

—Porque soy un idiota, porque no sé lo que pasa aquí,  un día me buscas, hacemos cosas… como ésta y luego me dices que no y arrrrgh, ya no sé qué pensar, ¿qué somos? No sé si pasará algo entre nosotros y no quiero ser tan infantil de preguntar ¿qué somos, Ahomine?

—Jajaja pues estás siendo muy infantil porque lo estás haciendo. Hablemos de esto como debí hacerlo desde antes.

Kagami mantuvo la vista hacia un lado.

—Mírame cuando te hablo por favor, esto es importante —se quejó, tomando el rostro del otro y obligándolo a que le dirigiera la mirada—. Me gustas mucho, Taiga. No tienes ni idea de lo difícil que ha sido para mí contenerme contigo, pero aún eres menor de edad y mi alumno, así que… mientras no te hayas graduado y no hayas cumplido tu mayoría de edad, no puedo arriesgarme. Por eso he estado así de intermitente contigo, porque me alejo lo más que puedo pensando en buscarte cuando ya te hayas graduado, pero entonces te veo, en los juegos, en tu entrenamiento… en clase por las mañanas y... ¡no soy de piedra!

Kagami no pudo evitar reírse ante lo que le acababa de decir el otro, no porque le pareciera gracioso en sí lo que dijo, contrario a eso le parecía bastante… ¿romántico? No sabía ni cuál era la palabra para describirlo pero le hacía sentir contento y por ello sonreía.

—Eres un verdadero idiota, ¿no podías decirme eso desde antes? —Kagami pasó sus brazos por el cuello del otro y hundió ahí su rostro.

El celular de Aomine comenzó a sonar de manera insistente y por ello se separaron.

—Es Satsuki… creo que… ¿estás en horario de entrenamiento verdad? —Cuestionó conociendo la respuesta—, seguro le dijeron que habías venido para acá, tendrás que regresar o nos meteremos en problemas. Sabes lo insistente que puede ser, mejor ve, yo terminaré lo que hacía y… te veo cuando salgas.

—Seguro querrá matarme por no llegar a tiempo… estos días ha sido más severa que nunca —comentó Kagami estirándose y acomodando bien su uniforme.

—Lo sé, pero están a punto de entrar a los partidos realmente importantes del torneo, te he visto en algunos de los anteriores juegos, fue demasiado sencillo.

—No te miré en ninguno de ellos.

—Porque no quería que me vieras, seguro te pones nervioso y pierdes —dijo riéndose y recibiendo una mirada molesta por parte del otro—. Sabes que los dos partidos que tendrás el siguiente fin de semana son los decisivos, por eso ella está así de severa con ustedes —explicó.

—Lo sé, estoy demasiado emocionado por esos partidos, son los equipos más fuertes del torneo y sé que será un partido que valga la pena —Kagami ahora sonreía pensando en lo que decía, ya que hasta ahora les había tocado jugar contra equipos a su parecer demasiado mediocres, y por ello sólo le habían metido en un cuarto o dos a jugar, ya que ni siquiera era necesaria su presencia y Momoi no quería cansarlo, prefería que  tuviera todas sus energías para los juegos que significasen un verdadero reto.

Aomine se acercó y le dio un beso suave en los labios que tranquilizó al chico que ya se veía demasiado entusiasmado.

—¿Y qué esperas para irte a entrenar, idiota?

—Tsk… ya me iba, sólo… quería tranquilizarme.

—Tranquil… oh

Y entonces Aomine comprendió porque él estaba igual, no es que tuviera la misma erección que tenían un rato atrás, pero aún podía distinguirse con el pantalón de tela tan ligera, que su miembro estaba algo… despierto.

 

 

—XIV—

Cuando el entrenamiento acabó, Kagami al igual que sus compañeros salió del gimnasio, sabía que el moreno estaría esperándolo y supuso que lo haría en su automóvil pero en algún lugar fuera del instituto para evitar habladurías. Sacó su celular dispuesto a llamarle apenas salió por la puerta principal pero no logró hacer la llamada ya que fue interceptado.

—¿Vas al metro, Kagami? —Uno de sus compañeros se acercó a él para preguntarle aquello.

—No, no exactamente. Quedé de verme con un amigo y lo esperaré aquí —explicó evadiendo al chico para que éste se fuera.

—Ah, ¿quieres que espere contigo para que no estés solo?

—No te preocupes, es puntual, seguro ya no tarda en llegar.

—Bien, nos vemos mañana entonces

—Sí

No alcanzó a prever la acción que estaba por realizar su compañero y por eso no logró esquivar los labios de éste sobre los suyos, separándose de inmediato y viéndolo con ojos horrorizados, ¿por qué había hecho eso?

—Lo siento, apenas me enteré que sales con un chico y no pude evitar ponerme celoso de no ser él, así que por lo menos debía saber qué se siente besarte.

—¿De qué rayos hablas? —Cuestionó apartándose sin ser grosero, después de todo seguirían siendo compañeros de equipo hasta que el torneo finalizara.

—No tienes que esconderlo Kagami, prometo guardar bien tu secreto si tú guardas el mío. Nos vemos mañana.

Todo pasó tan repentino, tan de la nada que su reacción fue quedarse ahí parado, viendo cómo el otro se alejaba con una sonrisa divertida en el rostro. Mientras ahí estaba él, con una expresión que dejaba entrever que necesitaba que alguien le explicara lo que acababa de suceder.

Salió de su letargo una vez que su celular sonó, siendo consciente que lo tenía en la mano y contestándolo de inmediato.

—Si tenías una cita sólo lo hubieras dicho y me habría ahorrado esperarte tanto tiempo —a pesar de que Aomine se sentía molesto y celoso, su tono de voz delataba lo divertido que estaba al ver la expresión descolocada en el rostro de Kagami

—No es una…

—Tienes una expresión estúpida en el rostro. ¿Nos vamos o me voy?

Entonces Kagami pudo distinguir que ahí, estacionado de frente a la entrada pero a unos cuantos metros de ella, estaba el automóvil de Aomine y por eso había podido ser testigo de lo que sucedió así como del gesto atontado que esa situación dejó en el pelirrojo.

Apretó el entrecejo como ya era costumbre suya cuando estaba o hablaba con Aomine y caminó hacia el coche, mirando en diferentes direcciones antes de subirse y que el moreno arrancara de ahí.

—¿Por qué no me habías contado de ese pretendiente tuyo?

—Porque ni yo lo sabía, y ya cállate deja de burlarte de eso porque no es divertido —comentó Kagami una vez salieron del elevador y buscaba la llave indicada. Apenas abrió la puerta sintió que Aomine lo empujaba dentro hasta hacerlo chocar con la pared junto a la entrada.

—¿Crees que fue divertido para mí ver cómo otro te besó y no hiciste nada?

La mirada fiera en los ojos azules dejó frío a Kagami; el cuerpo que le presionaba contra la pared lo hizo jadear cuando las manos del moreno le tomaron de la cadera deslizándose hacia su trasero para hacer chocar sus entrepiernas con fuerza.

—¿Qué… qué haces? —Preguntó llevando sus manos hacia atrás en un inútil intento por alejar las de Aomine.

El moreno no contestó, contrario a eso besó la mandíbula del menor y se deslizó en besos húmedos por todo el cuello. Y aunque fuese una acción que había tomado por sorpresa a Kagami, no tardó en hacer hacia un lado su rostro para darle mayor espacio de juego a su contrario. Fue entonces que pudo sentir cómo le mordía y succionaba una parte del cuello mientras se frotaba insistente contra él.

—Sólo estaba marcando lo que me pertenece —dijo Aomine separándose de pronto, mirando los ojos rojos que le retaban.

—No soy tuyo —se quejó—. No soy un objeto, idiota posesivo.

—Es cierto, no eres un objeto… pero sí eres mío —repitió, llevando sus manos hacia la parte posterior de las piernas contrarias y elevándolo para que el pelirrojo las enredara en su cuerpo, manteniéndolo así en el aire recargado en aquella pared.

—No quieres hacerlo… pero me vuelves loco con estos cambios. Decídete —pidió Kagami tomando con ambas manos el rostro de Aomine para conectar sus miradas, pero éste sin decir nada, volvió a besarle sin apartarse o permitirle que se bajara.

Contrario a eso, las dos manos de Aomine se clavaron contra la pared para tener un mejor apoyo mientras besaba con insistencia los labios del pelirrojo, explorando la boca ajena y sintiendo la oposición de la lengua del menor, la cual por todos los medios trataba de dominar, profundizando así el contacto.

—Si.. argh… si te atreves a dejarme duro otra vez… te golpearé —mencionó entre besos, sintiendo ahora los labios que bajaban por su cuello, no importándole si estos dejaban alguna marca ahí o no.

—Te ayudaré a terminar… lo prometo.

—Házmelo ahora, no tienes que esperar —pidió Kagami apretando el cuerpo contrario con sus piernas para que así el miembro contrario golpeara su trasero.

—No… no aún. Pero te haré ver las estrellas hoy, cariño.

Apenas terminó de decir eso caminó con el otro enredado en su cuerpo hasta la habitación, ahí lo dejó caer sobre la cama mientras él liberaba su erección, notando que Kagami comenzaba a desvestirse por su cuenta, abriendo el pantalón y retirando la playera. Aomine se deshizo del resto de ropa, tanto suyo como del otro para dar inicio a esa actividad extra que no tenía planeada para ese día, pero que el simple hecho de ver a otro con su pelirrojo había ocasionado despertar su lado posesivo.

Se deslizó por entre las piernas de Kagami, besando la parte baja del estómago y notando cómo tensaba sus músculos abdominales ante ello, pero restó importancia y siguió su camino en ascenso apenas rozando sus labios con la piel contraria, exhalando aire caliente muy cerca de esa piel tan receptiva antes de detenerse en el ombligo, lugar donde metió su lengua; sintiendo al instante como el dueño hacía el intento por sentarse debido al cosquilleo que esa acción le causó.

—No hagas eso —regañó tomando el cabello azul con una mano.

—No te quejes, mírame mientras disfruto tu cuerpo, te aseguro que te gustará lo que te haga.

Y Kagami no pudo evitar sonrojarse ante esas palabras tan directas, porque estaba seguro que era cierto lo que el otro decía.

Aomine continuó con lo que hacía hasta que su rostro llegó a la altura de los pezones contrarios, ahí se mantuvo lamiendo y mordiendo uno de esos botones mientras apretaba con sus dedos el otro, recibiendo del pelirrojo un gemido bajo así como la mano de éste sobre su cabeza revolviendo su cabello y atrayéndolo más hacia su cuerpo, eso para Aomine era una luz verde que pedía más. Por ello y sin contenerse mucho tiempo más, su camino de besos llegó hasta los labios contrarios, asaltándolos como se había vuelto necesidad entre ellos dos.

A esa altura, sus erecciones quedaban juntas y aunque no lo esperó. Kagami tomó con una mano ambas y comenzó a masturbarles en conjunto, a un ritmo lento pero que los hacía desear más. Incluso Aomine que tenía el cuerpo paralelo a la cama y sólo se detenía con sus brazos clavados a ésta, escondió el rostro en el cuello del menor al sentir tantas emociones y sensaciones correr a través de él con ese simple toque.

—Hazlo Daiki… no te contengas —pidió Kagami y después elevó ambas piernas enredándolas en la cadera contraria, dejando así expuesta su entrada que ahora rozaba con el miembro de Aomine.

—¿Quieres volverme loco, Taiga? Porque lo estás logrando —comentó irguiendo su cuerpo, quedando de esa manera hincado sobre la cama, aún con las piernas del pelirrojo enredadas en su cuerpo— Gírate —pidió sin tacto alguno.

Kagami no era obediente, pero esta vez le hizo caso a la primera y se colocó a cuatro sobre la cama, mirando hacia atrás lo que el otro iba a hacer. Sorprendiéndose cuando sintió la boca contraria morderle la espalda y el miembro de Aomine entre sus nalgas tallándose pero sin penetrarle.

Los labios de Aomine se posaron sobre el oído del pelirrojo para murmurar ahí.

—No te tomaré hoy o no podrás jugar bien mañana por la incomodidad. Entiéndeme que lo hago por ti —explicó.

Deslizó una mano por toda la pierna contraria, subiendo por la cadera y deslizándose hacia el pene contrario, el cual comenzó a masturbar con un ritmo rápido. Al mismo tiempo, empujaba su cadera contra la de Kagami simulando una penetración pero ayudándose de las nalgas de éste para masturbarse, ya había hecho antes algo parecido pero entre los senos de una chica, y ahora usaba las abultadas nalgas del pelirrojo moviéndose de arriba abajo entre ellas mientras lo masturbaba.

Ambos cuerpos pegados sudando, dentro de la habitación se podían escuchar los jadeos de los dos, así como los gemidos que soltaban cuando ya no soportaban el cúmulo de sensaciones en su cuerpo. Kagami arqueó su espalda y tiró hacia atrás su cabeza cuando creyó que estaba a punto de terminar.

—Dai… ki más rápido, ya no voy a soportar… mucho —avisó elevando más su trasero ante la acción realizada por el moreno. Logrando terminar en la mano de éste y sintiendo el líquido del otro entre sus nalgas y parte de su espalda baja.

—Te regalaré una botella de lubricante y condones para tu graduación —comentó divertido una vez que ambos se habían dejado caer sobre la cama.

—Eso será un regalo para ti, idiota. A mí llévame a comer.

—Eso haré, te vas a comer todo este trozo de carne —dijo tocándose el pene que ya había disminuido su tamaño regresando a su estado de reposo.

—Jaja eres un idiota pervertido.

—No te hagas el inocente Taiga, que cuando estás caliente pareces convertirte en otro… te pones tan cooperativo que casi me haces terminar antes de tiempo —se quejó, aunque lo hacía como broma para molestar al otro, ya que tener a ese pelirrojo caliente y cooperando con él era lo mejor que le había pasado.

Comenzaron a quedarse dormidos, sintiendo la pesadez en sus cuerpos que llegaba después de un orgasmo, entonces Aomine se sentó y sacudió su cabello mientras bostezaba.

—Ya me voy o me quedaré dormido.

—Quédate, te vas mañana temprano.

Aomine lo miró y sonrió, regresando a la cama y abrazando el cuerpo del pelirrojo mientras buscaba sus labios y los unía en un beso superficial.

—Es tan extraño estar contigo… apenas al inicio de ciclo te detestaba —confesó Kagami.

—Já, no creas que eras muy de mi agrado tampoco —se recostó de lado para que el pecho de Aomine quedara pegado a su espalda, sintiendo la mano de éste abrazándole por la cintura y subiendo hasta su pecho en donde se detuvo, atrayéndolo hacia el calor del cuerpo moreno—. ¿Te vas a quedar?

—Sí, no podría rechazarte si lo pides con esa cara de enamorado —dijo sobre el oído del pelirrojo, notando que el menor se ponía rojo como su cabello.

—Te puedes ir si quieres, nadie está obligándote a que te qued…

—También quiero pasar la noche contigo, así que ya déjame dormir —regañó, apretando su agarre sobre el pecho del otro y recargando su rostro en el hombro del pelirrojo antes de quedarse dormido.

—Idiota.

 

—XV—

Podría decirse que habían tenido bastante suerte, porque a pesar de que después de aquella noche habían comenzado a salir con más frecuencia, hasta ahora no les habían descubierto. Y no es como si hubiera pasado una vida, pero Aomine había extendido su turno casualmente hasta la hora en que Kagami terminaba sus entrenamientos. Así como éste último parecía llegar temprano a clase, evitándose así quedar fuera y perder la única oportunidad de ver a su maestro de Lengua Japonesa de espalda escribir sobre la pizarra.

Era para el pelirrojo algo molesto escuchar los suspiros y los cuchicheos de las chicas de su clase, mismos que incrementaban cuando al moreno se le ocurría llegar con esos atuendos tan formales que dejaban a la vista la curva tan pronunciada que se creaba al final de su espalda y comienzo de su trasero. Pero en el interior de sus pensamientos él estaba consciente de que ese moreno era suyo.

Siendo esa la última semana de clases, ahora sólo asistían para realizar exámenes finales y en su caso particular también las prácticas. Y contra todo pronóstico, Aomine le había ayudado con algunas de sus materias para que así pudiera aprobar, en algunas más hizo uso de ese lápiz mágico al que le terminaría debiendo demasiado si se ponía a verlo en retrospectiva.

—Pasaste tus materias y además llegaron a la final, me sorprendes, no eres tan idiota como creí —dijo Aomine cruzado de brazos mientras sonreía hacia Kagami. Quien le devolvía la vista con molesto por el comentario.

—Pensé que quizás cambiarían un poco luego de liberar esa tensión sexual entre ustedes —comentó Kise por lo bajo para que sólo ellos dos pudieran escucharle.

—Kise, no digas tonterías —regañó Aomine—, este idiota no cambiaría ni aunque le diera duro todos los días.

—¡¿Qué mierdas estás diciendo?! —Regañó antes de decidir alejarse ante las idioteces que los otros dos estaban diciendo y regresar a celebrar con sus compañeros la victoria que acaban de tener, la cual les mandaba directo a la final, misma que se disputaría el siguiente día.

—Nunca pensé mirarte así de enamorado —comentó Kise, girando su vista hacia el moreno—, ¿qué piensas hacer cuando se gradúe? ¿Lo harán oficial?

—No lo sé. No he pensado en eso… aunque quizás no sea necesario —comentó en voz baja, recibiendo por parte de Kise una mirada que le indicaba que no comprendía de qué hablaba—. Es bueno jugando básquet… tú ya lo viste. ¿Recuerdas qué clase de personas van a las finales de los torneos como este?

Kise abrió los ojos con sorpresa, trató de decir algo pero en ese momento notó a Aomine sonreír.

—No me mires así, idiota.

—Aominecchi… —y tras murmurar su nombre giró su vista de nuevo hacia Kagami, quien platicaba con la entrenadora y los demás.

Aomine estaba consciente de que la mayoría de reclutadores estaba presente en ese tipo de finales, sobre todo si había jugadores de último año en los equipos rivales. Era mucho más sencillo ofrecer becas deportivas de las distintas universidades. Y al ser un evento que se transmitía también por televisión local, los videos llegaban rápido a la red y no dudaba ni por un momento, que Kagami recibiera muchas propuestas, no sólo de universidades japonesas.

Caminó hacia la salida, escuchando el grito de Kise y al girar la vista vio a Kagami observándole con una interrogante en el rostro. Elevó su celular para que el pelirrojo pudiera entender que buscara en el suyo y así lo hizo, leyendo el mensaje que le mandó.

Festeja con tus compañeros hoy, mañana me toca a mí—

“…porque quizás sea la última vez juntos.”

Aomine no había mandado la última parte de lo que pensó mientras escribía su mensaje para no perturbar al chico u opacarle su emoción. Satsuki no sabía de su boca que estuviera saliendo con Kagami, pero ella lo había descubierto en la manera en que el pelirrojo se ponía cuando él iba a los entrenamientos o el simple hecho de que hubiera comenzado a visitarla con mayor frecuencia ese periodo escolar.

Por eso, había comentado en una charla que tuvieron mientras comían, que su padre le había avisado de varios reclutadores americanos que estaban interesados en el pelirrojo. Universidades americanas…

No sería desquiciado pensar en que Kagami quisiera regresar, después de todo conocía el idioma y había vivido en el país durante varios años de su niñez y adolescencia, lo cual le facilitaba el haberse acostumbrado a ese estilo de vida tan distinto.

…De cualquier modo no haría mayor drama, le desearía mucha suerte, y que todo saliera bien con sus estudios y su juego.

 

 

—XVI—

Kagami había llegado entusiasmado como siempre al juego final, tanto que no había dormido bien y por ello sentía ahora arder sus ojos. Pero nada de eso importaba si venía frente a él un reto interesante como el que se suponía que era aquel equipo. Es por eso que cuando inició el partido comenzó con todo, jugando como si estuviera contra un rival como Aomine, aunque los jugadores de la otra escuela no fueran tan fuertes, pero trataba de demostrar algo, así que en cada minuto que pasaba trataba de anotar la mayor cantidad de puntos, pero sin olvidarse que estaba jugando en equipo.

Cuando el medio tiempo comenzó, miró hacia arriba buscando entre las gradas al moreno pero no lo encontró y eso le hizo sentirse de algún modo triste.

—Iré al baño, Momoi–san —anunció y salió de la cancha con rumbo a los vestidores. Los demás se quedaron en la banca hidratándose y descansando antes de regresar al juego para la segunda mitad.

Entró al baño, se miró en el espejo las ojeras que llevaba bajo sus ojos ese día, tomó agua entre las manos llevándola al rostro y mojándolo.

—Tiene sus ventajas ser profesor, ¿sabías?

Kagami se irguió y por el reflejo del espejo miró a Aomine recargado en la puerta. No pudo evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios.

—Te miré buscarme entre el público, ¿en serio creías que no vendría? —Cuestionó—. Miré tu cara de decepción y tuve que venir a los vestidores usando mis influencias para entrar hasta acá.

—Hablas demasiado y actúas poco —regañó Kagami caminando hasta Aomine y besándolo mientras apresaba el cuerpo del mayor contra la puerta del baño, tomando la cadera de éste para juntar sus cuerpos mientras comenzaban a explorar la boca contraria en un beso desesperado.

—Tienes un día sin verme y mira cómo te pones… Vete al juego o vendrán a buscarte. Recuerda que hoy en la noche saldremos a festejar,  Kise te ayudará a entrar a un lugar que él conoce, así que por eso no te preocupes.

—Sí, está bien —Kagami casi ni escuchaba lo que el otro decía, hipnotizado por los ojos azules que le miraban directo a los suyos.

—Qué esperas idiota, vete —regañó sintiendo una vez más los labios del pelirrojo sobre su boca y después se apartó de la puerta para que Kagami regresara al juego. La sonrisa que llevaba este último era indescriptible, muy diferente a la expresión amarga con la que había entrado a los vestidores momentos atrás.

La segunda mitad fue mejor de lo que esperaban, el equipo contrario pareció despertar de su letargo, dejando en claro que las cosas no serían tan sencillas como parecía, pero eso fuera de causar algún tipo de preocupación o miedo en el pelirrojo, logró que se emocionara y diera el cien por ciento mientras jugaba, despertando así a ese jugador con un talento nato que era capaz de dominar técnicas que tal vez sólo un profesional se atrevería a usar.

El resultado se esperaba. El otro equipo se quedó abajo con una diferencia de veinte puntos, dejando en claro que los únicos vencedores ahí, eran ellos.

El festejo no podía faltar, de hecho fue Momoi quien les llevó a un restaurante a comer, una comida que patrocinaba la institución a los jugadores ganadores de primeros lugares. Aunque nunca habían contado con un jugador que comiera en cantidades industriales como ahora lo hacía Kagami.

Kagami estaba contento, en unos días más era su graduación y además había logrado llevarse junto a su equipo el último campeonato en el que estaría él ahí, sentía que había cumplido su función como as del equipo. Aunque lo que más deseaba ahora era festejar con Aomine.

Cuando la comida acabó regresó a su casa, arreglándose para, según él, parecer mayor. Aunque la verdad es que no lo necesitaba, estaba a poco más de un mes de cumplir su mayoría de edad, además si a ello se le sumaba el hecho de que su estatura y su expresión siempre molesta le daban un aspecto mayor, no creía que se presentara ningún problema.

No tardó en escuchar que sonaba su celular y tomó la llamada a prisa, pensando que seguro era el moreno.

—¿Kagamin? —La suave voz de su entrenadora se escuchó del otro lado de la línea, dudosa al principio y segura una vez que le escuchó responder—. Te tengo buenas noticias, ¿estás sentado? —Preguntó ella jugando.

—¿Qué sucede, Momoi–san? —Cuestionó desesperado.

—Me acaban de contactar varios reclutadores, quieren verte y les dije que hablaría contigo para concretar una cita con ellos y —hizo una pausa. Kagami no estaba seguro de qué decir, se sentía abrumado pero contento, eran demasiadas cosas en un día así que le tomó la palabra a ella y se sentó en el sillón, esperando porque la chica continuara ya que al parecer aún no terminaba lo que estaba diciéndole—, algunos son de universidades en América, justo del lugar de dónde vienes.

“…algunos son de universidades en América”

Aún después de la llamada seguía pensando en lo mismo, escuchaba en su mente la voz de la chica repitiéndose como una grabadora descompuesta que se había quedado trabada ahí. Justo en esa frase, tenía la oportunidad de regresar a América y estudiar en una universidad donde seguramente y si seguía por el mismo camino, podría ser reclutado en un futuro por algún equipo profesional.

América… regresar ahí no sonaba tan mal. No cuando dejaba de lado el hecho de que entonces estaría muy lejos de Japón y las personas en él.

La puerta sonó, así que trató de dejar esos pensamientos de lado, debía festejar ahora y pensar después. Sí, eso iba a hacer.

Abrió y el primero en entrar abrazándolo con fuerza fue Kise, quien siempre era así de efusivo.

—¡Felicidades, Kagamicchi! Cuando terminó el juego no pude acercarme a felicitarte porque se fueron rápido.

—Ya fue un abrazo muy largo, ¿no? —regañó Aomine cruzado de brazos aún parado bajo el marco de la puerta. Kise se rió de lo celoso que podía llegar a ser su amigo mientras Kagami frunció el entrecejo y se sonrojó un poco.

—Idiota, y celoso —dijo Kagami quejándose. Sintiendo después los brazos que pasaron por su cintura y el rostro que tras besarle rápido en los labios, se hundió en su cuello aspirando su aroma.

—No esperaba menos de ti, sabía que iban a ganar —dijo cuando se separó para mirar el rostro contrario—. Te tengo un regalo —mencionó.

—No me digas que compraste eso porque te voy a golpear —amenazó recibiendo la caja entre sus manos.

La sonrisa de Aomine y la risita de Kise los delataron. Kagami caminó hasta el centro de la sala, miró por varios segundos las caja que estaba ahora entre sus manos y después la dejó en la mesita baja de centro.

—Lo abriré más tarde cuando vuelva.

—¿Seguro, Kagamicchi? A mí me daría muchísima curiosidad saber si es lo que yo  sospecho o es algo más… —dijo dejando la duda en el aire.

—Lo que quieres es verme avergonzado cuando saque lo que seguro este pervertido me regaló.

—Bueno, como tú prefieras, aunque también te tengo un regalo, pero el mío sí tienes que abrirlo cuando regreses.

Kagami entonces notó que el rubio había llevado una bolsa de regalo en las manos, misma que ahora el extendía.

—Pero tienes que abrirlo hasta que regreses, ahora no— exigió antes de soltarla.

—Sí, sí. Lo haré cuando vuelva.

—¿Nos vamos? —Preguntó Aomine abrazando por detrás a Kagami y besándole el cuello. El pelirrojo se estremeció ante el contacto de esos suaves y húmedos labios contra la sensible piel de esa área.

—Si prefieren me voy y los dejo estrenar tu regalo, Aominecchi —dijo Kise burlándose.

—No sería una mala idea Kise, ¿quieres quedarte a ver? —Comentó Aomine sólo por molestar, recibiendo un codazo de Kagami en las costillas.

—Pervertidos, cállense los dos y vámonos —exigió.

 

 

—XVII—

—¿Qué te pareció el lugar? —Preguntó Aomine al oído del pelirrojo, mordiendo intencionalmente el área apenas terminó su interrogante.

—Me gustó, aunque quizás la compañía no es la mejor pero… —dejó sin terminar la frase y comenzó a reírse ante la expresión de Aomine, quien elevó una ceja y apretó los labios ante la respuesta que acababa de obtener por parte de su pareja.

Llevaban rato sentados en una mesa redonda con un asiento tipo sofá que la rodeaba, un mesero les atendía trayéndoles de inmediato las bebidas que pedían a pesar de que el sitio estaba a reventar.

Ventajas de conocer al dueño del lugar. Y no es que fuesen ellos precisamente los amigos del dueño, pero Kise sí lo era. Ahora, éste se había excusado diciendo que ellos dos estaban de enamorados y mejor se apartó yendo a platicar con su amigo, un chico pelirrojo de menor estatura con el que de pronto desapareció entre la multitud del lugar.

—Creo que Kise nos ha abandonado, ¿por qué no nos perdemos también por ahí? No me gustaría que termines tan ebrio que no sepas ni con quién estás follando —dijo Aomine sonriendo, paseando su mano por el muslo del pelirrojo hasta llegar a su entrepierna la cual apretó con cuidado de no lastimar pero sí tratando de estimularle.

—Pervertido —fue la única respuesta, cubriéndose la cara con una de las manos que tenía recargada en la mesa—, no hagas eso aquí, nos pueden ver —comentó avergonzado.

—Mira a tu alrededor y dime… ¿quién te está viendo? —Retó Aomine al otro, continuando con el suave masaje sobre la entrepierna del pelirrojo. Aprovechó para acercarse lo más que pudo al cuerpo contrario y besar el cuello tratando de llegar a los labios, que seguían cubiertos por la mano que ahora protegía el rostro sonrojado del pelirrojo.

—Aún así… mejor vamos a mi casa —pidió.

—¿No te excita la idea de hacerlo en un lugar público? Algún sitio donde puedan sorprendernos y...

—¿Ya te dije lo pervertido que suenas al decir esas cosas? —giró a ver al mayor, tomándole de la nuca y atrayéndolo para besarlo y que de una vez se callara, chocando sus labios en un beso hambriento, tan necesitado como ahora se sentía Kagami tras haber sido tocado de la forma en que su pareja lo hacía.

Debía admitir que estar en ese lugar, con poca luz y música alta, donde todos estaban en su propio mundo lleno de alcohol y baile, mientras él era tocado bajo la mesa de esa forma le excitaba todavía más; sumado a eso las bebidas alcohólicas que había ingerido ahora le pasaban factura. Él no solía tomar bebidas embriagantes, en absoluto, y ahora tras unas cuantas se sentía extraño, no podría definir su estado como de ebriedad, pero sí algo… desinhibido.

No tardaron nada en llegar al carro cuando la situación comenzó a calentarse de más. Aomine tenía pensado soportar hasta el departamento y ahí tomar al pelirrojo como se debía, ¡al diablo con la puta edad! Había terminado el torneo; así que podría dejarlo inválido una semana y no habría reclamo alguno. Pero era Kagami quien tenía una idea distinta, por eso cuando subió y cerró la puerta del lado del copiloto, se brincó hacia el asiento del chofer quedando a horcajadas sobre el mayor.

El espacio era pequeño y no les permitía maniobrar, mucho menos en ese lado del auto donde Kagami tenía a su espalda el volante, pero no le importó, se limitó a besar al moreno como si no hubiera un mañana, llevando su toque por el contorno del cuerpo ajeno hasta llegar al pecho donde dejó vagar las palmas de sus manos tratando de sentir la firmeza de los músculos de su pareja.

Mordió su labio inferior cuando sintió bajo él la erección que cada vez se ponía más dura, no perdió de vista los ojos azules en ningún momento, abrió un par de botones de la camisa y se desesperó, arrancando los demás al abrirla con un tirón. Se inclinó al frente y con una mano empujó el rostro de Aomine hacia un lado para que le diera espacio, paseando su lengua por la línea de la yugular hasta llegar al oído contrario en donde se limitó a jadear mientras movía la cadera con insistencia sobre la pelvis contraria.

Aomine no había querido detenerle pero era necesario que lo hiciera o lo tomaría ahí mismo, sin lubricante… sin nada. Trató de mantenerse tranquilo pero era imposible ante tales acciones, por eso sus manos sobre la cadera contraria cada vez  la apretaban con más fuerza, enterrando sus dedos ya tensos ante las fuertes sensaciones que experimentaba.

En cuanto los labios contrarios bajaron por su cuello y llegaron a su pecho, no pudo evitar soltar una pregunta que era necesaria.

—Kagami… ¿Has tenido relaciones antes con un chico? —Preguntó con la respiración entrecortada.

—No, ¿importa? —Cuestionó sin detener su lengua ahora sobre uno de los pezones del moreno, tratando de que éste se sintiera tan bien como hasta ahora lo había hecho sentir a él.

—…Nnggh sí… sí importa si sigues haciendo esto.

—Tú eres el que quería hacerlo en un lugar público, ¿no?

—Vamos entonces atrás, aquí no puedo desvestirte —pidió sacando la camisa del pantalón del pelirrojo y abriéndola poco a poco mientras daba suaves y cortos besos en los labios contrarios entre cada palabra.

—Tengo una idea… maneja a casa.

Y tan descolocado como nunca. Aomine se quedó con la boca abierta al sentir al otro acomodarse en su asiento como copiloto. ¿Qué mierda pasó de pronto?

—No te vayas a enfriar o te lo haré a la fuerza —dijo Aomine dando reversa y saliendo del estacionamiento tan rápido como pudo. Era de madrugada y para su fortuna, eso significaba que en un distrito tan pequeño como ese en el que vivían, no había nada de automóviles y por ello podría llegar más rápido.

Esperaba muchas cosas de Kagami, muchas, pero definitivamente no esperaba que se acercara a besarlo mientras manejaba, y peor aún, que se deslizara por su pecho en suaves besos, quedándose en uno de sus pezones mientras él trataba con todas sus fuerzas de no perderse en el placer y terminar estrellando el auto por ahí.

—No te vayas a detener —pidió subiendo a su oído antes de volver a bajar. Sentir la mano de Taiga abrirle el pantalón para sacar su erección y después envolverla con su boca, fue algo que definitivamente no esperaba. Abrió la boca en busca del oxígeno que sintió perdido ante la sensación de esa lengua que ahora recorría su longitud, mientras una mano del chico le masajeaba los testículos con suavidad.

—Estás loco… quieres hacer que… arrgh… harás que nos estrellemos —dijo tomando con ambas manos el volante y apretándolo con tanta fuerza que la punta de sus dedos perdía color.  

Pero a Kagami era lo último que le importaba, él estaba concentrado en hacer aquello bien, porque nunca antes había realizado una acción como esa, y dado que tampoco tenía una experiencia similar, ahora hacía las cosas como creía que debía, mordiendo con los labios la punta del pene contrario antes de tragarlo por completo y succionar, subiendo y bajando por el miembro, ayudándose de su lengua que golpeaba la punta para brindar una sensación más placentera.

Aomine trataba de concentrarse en el camino, bajó una mano y la enredó en el cabello rojo imponiendo un ritmo más rápido de succiones, incluso se acomodó mejor en el asiento para que el chico tuviera un mejor acceso a su miembro porque ya no soportaba, estaban cerca de chocar o de que él explotara en la boca del pelirrojo.

—Taiga, ya… ya aléjate —pidió jalando el cabello rojo y separando así al otro de su miembro. Pero la imagen sólo logró que casi terminara en la cara del chico, que tenía los ojos cargados en pasión, la mirada parecía perdida debido al éxtasis, los labios entreabiertos mientras un hilo de saliva corría de entre estos hacia la barbilla.

No tardó mucho en llegar y meterse en el estacionamiento subterráneo del edificio departamental. Bajó a prisa arrastrando al pelirrojo, eran pasadas las tres de la mañana así que lo último que le importó es subirse al elevador con la ropa desaliñada, la camisa abierta así como el pantalón desabotonado, dejando ver gracias al bulto que se formaba bajo la tela, que estaba por completo erecto.

Apenas se abrieron las puertas del elevador, Aomine empujaba a Kagami contra la pared que había al fondo sin despegar sus labios de los contrarios, llevando una de sus manos por todo el costado del menor hasta llegar a la pierna de éste y obligarlo a que la subiera, creando así un contacto más íntimo entre sus erecciones. Kagami mantenía el equilibrio con una sola pierna en el suelo, pero eso no importaba porque además tenía enredados sus brazos alrededor del cuello contrario, dedicándose a compartir ese nexo entre la boca propia y la ajena.

—El… el botón —dijo Kagami apenas moviendo su rostro para liberar sus labios y hablar, sintiendo cómo Aomine aprovechaba eso para recorrerse en besos a través de su cuello sin prestar atención, llevando sus manos por el pecho y pellizcando los pezones mientras él se ocupaba de la clavícula.

—¿Estos botones? —Cuestionó apretando más el agarre sobre los pezones.

—N-no idio…ta, el elevador —dijo—. Nú-mero de piso —logró articular cuando las puertas de aquella caja de metal se cerraron, entonces Aomine lo tomó con brusquedad de la cintura y lo cargó mientras se giraba para golpear la espalda del pelirrojo esta vez contra las puertas cerradas.  Kagami al no sentir el suelo, enredó sus piernas en la cadera contraria, aferrándose a ese cuerpo que le sostenía en el aire y ahora de nuevo contra el muro.

Sin despegar su boca del pecho que ahora se dedicaba a besar, estiró la mano y contó mentalmente hasta que calculó el piso cinco y presionó el botón. Kagami arqueaba su espalda sintiendo a través de la tela de su camisa la frialdad de las puertas metálicas, pero eso no era lo que le llevó a realizar esa acción, sino el hecho de sentir los dientes de Aomine sobre su pezón, creando una sensación dolorosa pero al mismo tiempo placentera.

Las manos de Daiki se recorrieron por la espalda del pelirrojo hasta llegar a su trasero, colándose por debajo de la ropa para así apretar las nalgas, masajeándolas y aprovechando la acción para mover su pelvis contra el trasero contrario.

La puerta del elevador se abrió, y antes de que se cayeran por estar recargados ahí, los reflejos rápidos de Daiki llevaron a Kagami hasta la pared frente al elevador, logrando que la espalda del pelirrojo golpeara con fuerza, tanta que sacó un quejido fuerte de entre sus labios que pareció más un gemido de placer que uno de dolor.

Ahí se mantuvieron besándose por unos segundos más, incapaces de seguir avanzando sin tocar más piel del contrario.

—¿Dónde están las llaves? —Cuestionó Aomine— Necesitamos entrar o te tomaré aquí en el pasillo —avisó.

Kagami bajó sus piernas y sintió que el otro le soltaba. Tropezó un poco ante el primer paso que dio pero se recuperó rápido antes de encontrar en su pantalón las llaves, entrando al departamento a prisa.

Aomine cerraba la puerta a su espalda mientras veía a Taiga que ya había comenzado a desvestirse, arrojándole a la cara la camisa, misma que se quedó tirada ahí junto a la puerta. El pelirrojo caminaba hacia atrás para no despegar su mirada de esa otra que le observaba como si en cualquier momento fuese a saltarle encima. Llegó así, con paso lento hasta la mesita donde había dejado el regalo de Aomine y cuando lo tomó entre sus manos, ambos sonrieron.

Sonrieron porque sabían a la perfección que no había vuelta atrás.

El camino a la habitación fue más rápido, entre besos y manos que tocaban por todos lados se fueron terminando de desvestir uno al otro, quedando como habían llegado al mundo, sin una sola prenda encima. Taiga seguía caminando hacia atrás durante todo ese trayecto y por ello no previó tropezarse con su propia cama, en donde cayó por haber estado tan distraído con esa mirada azul que le hipnotizaba, obligándolo a olvidar todo a su alrededor.

—No te muevas —ordenó Aomine mirándolo tendido contra la cama, con las piernas aún colgando de ésta—. Abre tu regalo.

El tono autoritario del moreno hizo al otro sonreír, ya que le hacía recordar los días en que aún se odiaban y que Taiga deseaba golpearlo. En su mano aún llevaba el pequeño envoltorio que abrió desesperado, encontrando en éste algo que no supo qué era y una botella pequeña de lo que imaginó era lubricante.

—¿Qué rayos es esto? —Cuestionó curioso y algo preocupado.

—Algo que vas a disfrutar, ¿quieres que te muestre cómo funciona? —Preguntó inclinándose sobre el cuerpo del pelirrojo y tocándolo de nuevo.

—Estás loco…

Apenas iba a replicar algo cuando sintió una de las manos de Daiki sobre su pene y la otra viajar peligrosamente hacia su trasero.

—Te gustará, confía en mí —solicitó con voz suave pero segura.

La única respuesta que recibió fue un jadeo del chico y el movimiento positivo de su cabeza. Por ello, recorriéndose en besos, estiró su mano hasta tomar los regalos y retirarse quedando erguido una vez más.

—La mejor posición sería que te gires —pidió, parado junto a la cama y mirando al otro ahí.

—Quiero ver tu cara de pervertido mientras lo haces… ¿no hay otra manera? —Cuestionó, recibiendo la sonrisa satisfecha de Aomine.

—Siempre hay maneras, Taiga —dijo acercándose y tomando las piernas del chico, subiendo los tobillos de éste a sus hombros, miró hacia abajo la ahora expuesta zona del chico.

Abrió la botella de lubricante caliente que había comprado, vertiendo la palma de su mano, envolviendo después esa especie de collar de perlas de distintos tamaños, iniciando en la punta con una pequeña, hasta la última que era de un tamaño tan grande como el grueso de un pene. Se encargó de lubricar bien aquel juguete y luego miró a Kagami con una sonrisa en sus labios, tan amplia que reflejaba esa diversión en sus ojos azules también.

—¿Vas a meter… eso? —Preguntó viendo ese collar de perlas en la mano contraria.

—Poco… a poco —dijo haciendo pausas. Llevó uno de sus dedos previamente lubricado hacia la entrada contraria, ejerciendo presión, de forma lenta pero sin detenerse hasta que aquella cavidad había envuelto por completo su dígito; no esperó una reacción por parte del pelirrojo cuando comenzó a sacar y meter de nuevo su índice, retorciéndolo en ese estrecho espacio.

Taiga ante el primer contacto con ese espacio inexplorado, arqueó su espalda y se tensó por instinto, apretando la mandíbula para no dejar salir una maldición ante la sorpresa. Lo siguiente que sintió el pelirrojo, fue la primera de aquellas perlas en su interior, seguida de otra y una más.

—¿Qué tal se siente, huh? —Preguntó Aomine en tono pervertido, introduciendo poco a poco el collar en el interior contrario hasta que la mitad estuvo dentro, entonces tiró de él con rapidez.

—Aarggh, idiota… eso fue…

—¿Fue… qué Taiga? —Cuestionó volviendo a comenzar con esa actividad, introduciendo poco a poco aquello pero en esta ocasión metió todas las perlas, incluso la más grande, la cual introdujo con un poco más de delicadeza. Ahora, inclinándose hacia delante lo más que pudo y aún con las piernas de Taiga sobre sus hombros, se estiró hasta poseer los labios del pelirrojo—. Di lo bien que se siente y lo sacaré —ordenó divertido.

—Sólo sácalo ya —se quejó entre besos, apretando con ambas manos el rostro contrario y obligándole así a que le viera directo a los ojos.

—Di-lo.

—Te quiero dentro… a ti, Daiki —no, eso no era lo que él había pedido, pero era mucho más de lo que esperaba, así que con una sonrisa divertida accedió.

—Si lo pides así, nunca podría decirte que no.

Se irguió una vez más y tiró del collar en un movimiento rápido que provocó en Taiga un grito de placer. Aquella parte se sentía caliente y palpitante al igual que su olvidado miembro, pero Aomine no tardó mucho en llenar su miembro de lubricante, jalándolo unas cuantas veces antes de colocar la punta en la entrada que ya había dilatado con antelación.

Fue poco a poco que introdujo su miembro al igual que su dedo, sin detenerse hasta que estuvo dentro por completo.

—Nngh… Daiki —estiró sus brazos a los costados aferrándose a la cama mientras arqueaba su espalda lo más que aquella posición le permitía. Su rostro tenía un gesto que dejaba claro lo mucho que disfrutaba aquello a pesar de ser su primera vez.

—¿Esto era lo que tanto me pedías? —Preguntó sacando sólo un poco su miembro y volviendo a meterlo, manteniendo ese vaivén suave por un rato, entrando y saliendo sólo un poco, dejando de ese modo que el otro se ajustara a su tamaño pero al mismo tiempo sintiera placer con ese suave y constante movimiento.

—Muévete más —exigió sin prestarle atención a la pregunta que soltó antes el otro; sintiendo de inmediato cómo las caderas del moreno ahora chocaban con más fuerza, cómo la longitud que le penetraba salía casi por completo de su interior y volvía a adentrarse con la misma rapidez, repitiendo aquella acción una y otra vez de manera incesable.

Pero eso es lo que Kagami había estado deseando, ahora que tenía al moreno en su interior sabía que no se arrepentía de nada, quería que ese momento no se acabase porque lo estaba disfrutando en demasía, tanto, que sus propias manos ya dolían por aferrarse con tanta fuerza al colchón, su rostro lo movía de un lado a otro manteniendo la boca abierta en busca del oxígeno que se le iba ante el cúmulo de sensaciones placenteras.

Para Aomine, era tan placentero escuchar el ruido que se creaba con el choque de sus caderas, así como estar viendo las emociones reflejadas en el rostro casi desfigurado de placer de su pelirrojo. Intentó algo más, se inclinó hacia delante hasta tomar entre sus manos las del otro entrelazando sus dedos, y sintiendo la fuerza del agarre de manera instantánea. La nueva posición de su torso en paralelo con la cama, dejaba a Kagami con las piernas flexionadas hasta casi tocar sus rodillas con su pecho.

La variación de la postura, aunque fuese mínima, permitió al moreno entrar un poco más dando en un área más sensible en el interior de Kagami; aquello era su próstata la cual recibía de manera directa la fricción del miembro de Aomine que entraba y salía a un ritmo ésta vez más rápido, tratando de que el pelirrojo experimentara un orgasmo anal.

—Ahora soy yo… el que te pide que no te contengas, gime, grita todo lo que necesites —pidió.

Y aunque no era necesario decirlo, Kagami se sintió de cierto modo liberado, comenzando a gemir por lo bajo, aumentando poco a poco ese tipo de sonidos que venían desde su garganta sin poderlos detener. Pronto Daiki se unió a Kagami creando un coro de jadeos y suaves gemidos que opacaban el sonido de sus testículos y su cadera chocando con la del otro.

No estaban en una posición cómoda para besarse de forma prolongada, pero por lo menos unieron sus labios de manera superficial cuando sintieron que no soportarían mucho más esa presión, separándose rápido ya que sus agitadas respiraciones les obligaban a respirar por la boca.

Unas estocadas más y finalmente Aomine terminó en el interior de Kagami, este sintió la calidez contraria llenarle y después dejarle un vacío cuando salió de él. El moreno besó la parte interna de la rodilla del otro y mantuvo su vista fija en el rostro sonrojado que le devolvía la mirada.

—Eres un niño muy caliente, debería castigarte.

—Castigarme, ¿tú a mí? —Preguntó moviendo su pierna y dejando que su pie recorriera la piel del pecho contrario hasta que bajó por completo y se perdió en camino hacia la espalda del moreno—. Ahora que ya me mostraste, deberíamos usar ese collar de perlas contigo.

—Eso no va a suceder mi pelirrojo —ambos habían regularizado su respiración después de aquella actividad por lo que Aomine se dejó caer junto al pelirrojo, se acomodaron de modo que Daiki miraba el techo de la habitación y Kagami estaba con el pecho sobre la cama mientras sus brazos estaban elevados abrazando la almohada bajo su cabeza.

—…Ya verás que sí —dijo algo adormilado, sintiendo algo de frío en la espalda, pero estaba tan cansado por ese día que no soportaba un minuto más estando despierto. Incluso a través de la ventana podía notar que el cielo estaba aclarándose.

Kagami sintió el cuerpo de al lado moverse; Aomine se había parado por unas sábanas y para cerrar la persiana evitando así que en un par de horas más, el sol les diera de lleno en la cara.

 

—XVIII—

El insistente sonido de la alarma de su celular despertó al pelirrojo, estiró la mano hacia la mesita junto a su cama palpando la superficie sin éxito. Ahí no estaba su celular. Con renuencia se sentó en la cama, sintiendo en su espalda baja un dolor agudo, algo como un suave pinchazo que le hizo quejarse en voz alta. Entonces recordó lo bien que la había pasado durante toda la noche, girando su vista hacia el otro lado de la cama, donde apenas envuelto por la parte de la cadera, se encontraba su ex profesor y ahora pareja. Aomine Daiki.

—Daiki, despiértate, llegarás tarde a dar clase —regañó mientras se ponía él mismo de pie y caminaba hasta encontrar su ropa interior y su pantalón, se puso ambas prendas sin molestarse siquiera en cerrar la prenda y caminando hacia el baño, donde lavó su cara y comenzó a lavarse los dientes—, Daiki, levántate —volvió a regañar, saliendo un par de minutos después del baño y dirigiéndose a la cama— Perezoso, te he dicho que te levan…

Antes de poder terminar, Aomine lo tomó de la cintura y se giró en la cama arrojando al pelirrojo a ésta, aprovechando la nueva posición dejó descansar su rostro sobre el pecho contrario, acurrucándose para seguir durmiendo.

Kagami rió con la situación y llevó su mano al cabello contrario.

—Sabes que yo tengo entrenamiento hasta la tarde, pero tú tienes que ir a dar clase en un par de horas más.

—No quiero —dijo como niño pequeño.

—No seas perezoso, no me hagas arrastrarte al baño.

No hubo respuesta o movimiento alguno que indicara a Kagami que Aomine estaba por levantarse así que volvió a tomar la palabra, elevando un poco más su voz.

—Un poco más, sólo un poco más.

—Te dije ayer que pararas pero no querías, ahora irás así de desvelado a dar clases. Me compadezco de tus alumnos, seguro estarás de un humor horrible —comentó acariciando el cabello contrario.

—Mmm… ¿crees que después de una noche de puro sexo con mi flamante prometido pueda llegar de malas? Yo diría que llegaré con una sonrisa.

—Eres un pervertido —regañó—. Nunca vas a cambiar.

—Pensé que después de cinco años juntos ya lo habrías comprendido, eso no sucederá, Taiga —Aomine se incorporó sólo un poco, besó los labios de su pareja de manera superficial y se paró de la cama sin importarle su desnudez en absoluto mientras caminaba hacia el baño sacudiendo su cabello; perdiéndose tras la puerta de la ducha.

Kagami sonrió, estaba bastante contento porque el día anterior habían cumplido cinco años desde que decidieron oficialmente que serían pareja, por ello sin importar que al día siguiente él tenía entrenamiento y Aomine tenía que dar clase, se fueron a festejar regresando algo tomados y con ganas de tener sexo. Actividad que practicaron durante toda la noche sin parar hasta que vieron por la ventana que el cielo estaba aclarándose, avisando que pronto amanecería.

Era inevitable pensar que algo parecido, exactamente cinco años atrás, se dio entre ellos cuando tuvieron su primera relación sexual. Recordaba como si hubiera sido apenas una semana atrás.

Esa mañana despertó con un terrible dolor de espalda, se sentía adolorido del trasero a pesar de que Aomine lo había preparado bien para su primera vez; no obstante, al sentarse cuando el sonido insistente de una llamada a su celular le obligó a pararse de la cama. Caminó hacia el pantalón que estaba tirado en alguna parte de su departamento y cuando lo encontró notó que tenía nueve llamadas perdidas de Momoi, así que le devolvió la llamada.

—¿Qué sucede, Momoi–san? —Preguntó educado—. No escuché el celular hasta ahora.

Tengo una propuesta muy interesante para ti, te mandé un correo con la información, así que deberías abrirlo, te conviene~

La vocecilla cantarina parecía alegre, pero él no estaba tan seguro de estar así de contento. Peinó su cabello hacia atrás con una de sus manos antes de preguntar:

—¿Es sobre la universidad en Estados Unidos? —Indagó preocupado de la respuesta.

—Sí, es de las mejores y están interesados en un talento del básquetbol como tú, incluso ofrecen una beca, el pago de tu traslado y todo. Te mandé un documento con un poco de investigación que hice sobre los diferentes programas, te conviene, míralo —repitió haciendo un énfasis en aquello último que dijo.

—Sí… lo haré —respondió, sonando muy poco entusiasmado.

—Suerte Kagamin, espero que tomes la mejor decisión, me avisas para despedirles como se debe.

Y tras esa conversación que arruinó su mañana, Kagami permaneció en estado casi catatónico en la sala, sentado en el sillón como si no tuviera nada mejor qué hacer. Después se paró sin muchas ganas y tomó la bolsa de regalo que había dejado ahí el día de ayer, era la que Kise le había dado así que la abrió con curiosidad.

En ella había una nota que suponía fue escrita por el rubio ya que no había conocido su letra hasta ese día.

Kagamicchi~

Felicidades por tu logro, sé que te irá excelente en la universidad así que sigue esforzándote por lo que deseas, no dejes que ningún profesor amargado como Aominecchi te detenga. Y hablando de Aominecchi… Sería una excelente idea que hagas algo así como lo que viene en la imagen que imprimí para ti usando lo que te acabo de regalar, ¿no crees?

Sólo es una opinión. Seguro a él le gustará.”

Kagami no pudo evitar sonrojarse cuando sacó de la bolsa el regalo. ¿Qué rayos pensaba Kise cuando le compró eso?

Escuchó la voz de Aomine hablándole mientras se acercaba y entonces guardó las cosas en la bolsa y la escondió bajo la mesita para que de momento no recordara que existía, aunque no estaba seguro si el moreno estaría al tanto de lo que era ese regalo.

—¿Qué sucede, por qué te despertaste tan temprano? —Preguntó llegando a la sala. Kagami se sintió avergonzado al verle entrar ahí desnudo y sin tapujo alguno, aunque considerando lo que habían hecho horas atrás, era hasta cierto punto hipócrita asustarse por verlo así.

—Es medio día Ahomine… no es temprano —comentó mirando el celular en su mano. Se levantó sin ánimo ignorando el malestar en su entrada y caminó de regreso a la habitación casi arrastrando los pies.

—¿Qué te sucede? —Cuestionó Aomine mirando la expresión en el otro—. Pensé que te despertarías de buen humor, ni siquiera parece que hayas tenido una buena sesión de sexo.

Kagami encendió su portátil que estaba llena de polvo sobre su escritorio, la utilizaba sólo en raras ocasiones para buscar información que necesitara en alguna asignatura. Aunque hoy era distinto, hoy la necesitaba para revisar esa información.

Aomine entró tras él viéndolo sentado frente al escritorio en una silla giratoria.

—¿Qué mierda te sucede, Bakagami? —Regañó girándolo y mirando el rostro que evitó el contacto con su mirada, así como los ojos rojos y el ceño fruncido—. ¿Sucedió algo mientras dormía?

—No es que haya sucedido algo… es que…

—¿Fue la llamada?

—Era Momoi–san.

—Oh.

Aomine asintió tras soltar ese sonido que expresaba sorpresa y se giró buscando su ropa en la habitación.

—¿Eso es todo? ¿Sabes de lo que se trata, no?

—Sí, lo sé, ¿qué quieres que te diga? ¿Crees que te voy a pedir que te quedes en Japón? —Aomine sonrió casi con burla—. Nunca haría algo así, no seas idiota.

La mirada roja aterrizó en el suelo, una vez más se sentía como un estúpido porque pensó que si Aomine le daba una mínima esperanza, él se quedaría ahí; había muy buenas universidades en ese país así que no tenía necesidad de regresar a Estados Unidos, aunque allá estuvieran los mejores jugadores de básquetbol.

—No es porque no me importes pelirrojo idiota, estoy seguro que estás pensando eso ahora —regañó acercándose y tomando la barbilla del chico, que al estar sentado le miraba desde abajo— pero eres un niño, y aunque no vuelva a repetirlo en la vida, tienes mucho talento para el básquet, ambos sabemos que debes irte a ese país donde seguro te irá mejor en ese deporte. Yo no voy a retenerte aquí por lo que podría ser un amor de preparatoria. ¿No crees que es algo lógico?

—Lo es pero no por eso me parece menos… doloroso —se giró en la silla evitando la mirada contraria y notando que su portátil había encendido por completo, así que abrió su correo.

—¿Qué haces? —Cuestionó Aomine mirando al otro.

—Momoi–san me mandó algo, me dijo que me conviene y que lo vea, es información sobre una universidad.

Aomine no dijo nada y salió de la habitación en busca de su ropa, encontrando en la sala parte de ella y comenzando a vestirse cuando encontró bajo la mesa de centro la bolsa que la noche anterior había recibido Kagami del rubio. Revisó ésta por curiosidad y sonrió ante la nota y la idea, Kise podía ser todo un genio en algunas ocasiones.

Kagami llegó a la sala con una nueva expresión en su rostro, parecía emocionado con algo y aunque Aomine se sintió olvidado antes de que siquiera se fuera, le alegró ver el cambio de actitud tan repentino.

—¿Crees que todavía nos dé tiempo a usar esto? —Cuestionó riéndose melancólico mientras mostraba la vara flexible que en la punta tenía agarradera, era como esas varas con las que se les pega a los caballos para que avancen; además había también unos lentes transparentes— Creo que te mirarías muy bien utilizando algo así y pretendiendo ser mi maestro, ¿no crees? —Dijo repitiendo lo que Kise sugería al regalarle aquellas cosas.

—Es tu decisión si nos dará tiempo o no —mencionó avanzando hasta Aomine, deslizando sus manos por el estómago de éste y abrazándolo después.

—¿De qué hablas? —Indagó sin comprender del todo, pero pasando uno de sus brazos por la parte trasera de los hombros contrarios.

—A que Momoi–san te quiere tanto que investigó y hay un programa muy interesante en el que puedes entrar también si te vas conmigo, ¿no te gustaría demostrarme que tan rápido eres aprendiendo otro idioma?

—¡¿Qué?!

Aomine no creía lo que el otro le decía hasta que éste siguió explicando.

—Incluso ella se dio a la tarea de explicarme que si puedo convencerte de aceptarlo, ella convencería a su padre de ayudarte a conseguir trabajo allá en alguna universidad, puedes estudiar una maestría o idiomas, ¡te ayudaré con el inglés!

—Kagami estás loco, ¿cómo voy a ir para allá?

—¿Por qué no? ¿Qué tienes qué perder?

Aomine se mantuvo en silencio durante unos segundos. Kagami se separó sólo para verlo bien y permitió que el otro se sentara en uno de los sillones, quizás meditaba las cosas.

—No se trata sólo de estar conmigo, si lo nuestro no funciona, ¿qué es lo peor que sucedería? ¿Regresar a Japón?

—Esto es una locura, Taiga. ¡Sabes que lo es!

—¿Y cuántas locuras has hecho hasta ahora? ¡Tienes 23 años y lo más loco que has hecho es dejar el básquetbol! Podrías incluso retomarlo.

—¿Y si no quiero que me ayuden a encontrar trabajo?

—Entonces nadie lo hará, sólo… dime que vendrás conmigo.

—Esto es una locura, es una locura… —dijo suspirando. Cuando miró hacia arriba, Taiga llevaba puesto los lentes y en sus manos tenía aquella especie de vara flexible golpeando una de sus palmas mientras la sostenía con la otra.

—Cuando te enseñe inglés tendrás que llamarme sensei Kagami —dijo sonriendo, sintiendo los brazos de Aomine enredándose en su cuerpo antes de arrastrarlo de nuevo a la habitación.

Fue el grito de Aomine pidiéndole que le pase una toalla desde la regadera lo que devolvió al pelirrojo a la realidad, esa realidad en la que ahora vivían juntos en un departamento propio —que su padre les había regalado—, en la ciudad de Los Ángeles, California. Aomine daba clases en una universidad a sus aún escasos 29 años, mientras él, a sus 23 estaba en el último año de su carrera y era parte del equipo de la universidad.

Ambos estaban seguros que ese año se iba a repetir lo que pasó en su último torneo con el equipo de preparatoria. Taiga era un excelente jugador, y era seguro que muchos reclutadores estuvieran ahí en el partido final. Aomine se sentía orgulloso de su pelirrojo y éste a su vez se sentía igual del moreno, quien había llegado a un país donde no comprendía el idioma y había terminado hablándolo a la perfección apenas un año después de vivir ahí.

…Parecía que no mentía cuando aseguró que su problema no era su capacidad para aprender, sino su pereza que no le dejaba intentarlo.

Ahora, después de cinco años viviendo juntos, el día anterior Aomine le había pedido que se casaran, aprovechando que allí en el estado de California era legal la unión entre personas del mismo sexo, y él, sin dudarlo había decidido aceptar porque se sentía seguro, tan seguro como se había sentido desde el inicio de esa loca y extraña relación que parecía no tener ningún futuro, y que contra todo pronóstico había crecido sin problemas.

.:Fin:.

 

—¤Žhenα HîK¤—

“Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros.”
—Hermann Hesse

Notas finales:

~A quien sea que llegue al fin sin dormirse en el camino, en verdad merece un premio, sólo que no estoy en condiciones de dárselo cuando ya no puedo con mi alma. 

¡Gracias por leer, agradecería un comentario! 


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