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Nos conocemos de nuevo por maxi anime

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Notas del capitulo:

Hola a todos

Aquí un nuevo capítulo del cap, tarde más de una semana pero menos de diez días, les aseguro el próximo viene pronto.

Espero les guste, gracias a todos los que me animan a seguir escribiendo y nos leemos al final con las notas finales.

Según los relatos y los hechos científicos demostrados, en todo el mundo había una persona idéntica a otra esperando ser encontrada, sin ninguna clase de parentesco con la persona físicamente igual a ella, pero una copia exacta de la misma. El sosias era llamado a aquella persona idéntica a otra, posiblemente con claras diferencias sociales o culturas, pudiendo estar una al otro lado del mundo de la otra, habitando en países o continentes tan distintos como donde se encontraba su igual,  pero el parecido físico era claramente visible. Gracias al auge de las redes sociales el Sosias era fácilmente identificable con solo buscar perfiles o ponerse a mirar una de las aplicaciones para buscar idénticos, cualquier personas podía encontrar a su sosias fácilmente, aunque podría no encontrarlo si por esas casualidades del destino  su igual había fallecido tiempo atrás.

Cuando Hyoga llego de Siberia a Francia se llevó una sorpresa con la misión encomendada, pensó quizás estaba viendo una visión o quizás su mente le estaba jugando una broma pero noto que la persona que veía era exactamente igual a su fallecida madre Natassia, luego supo, gracias a que se puso a investigar de ciertas situaciones bastantes llamativas, con el objeto de acercarse más a la mujer sobre que estaba emparentada con su maestro y entonces pensó que los dioses se habían ensañada con quien fuera su maestro en el pasado. Hyoga veía en ese broma algo que quizás los dioses querían que su maestro escarmentaba, ya que, si bien Camus le predico que debía dejar el pasado atrás, abandonar el recuerdo de su madre, el pequeño Camus estaba siendo castigado por ello de la manera más cruel, viviendo con una persona físicamente idéntica a la madre del santo de cisne, con el mismo nombre y quizás, solo quizás, con la misma personalidad.

Natassia era una madre soltera, de largos cabellos rubios y ojos celeste, casi dando con un tono azulado, esbelta, de buen cuerpo según se podía ver, no parecía tener heridas o cicatrices visibles, mucho menos parecía estar enferma, solo era una mujer más en la gran ciudad. Trabajaba gran parte del día en un centro de salud de barrio carenciado al norte de París, su trabajo más reciente desde que había sido derivada de otro centro de salud al oeste. Vivía en una casa con dos habitaciones y bastante austera, junto a su hijo pequeño Camus y su padre Albert. Era una mujer sencilla que emanaba humildad y amor por donde se viera, amaba a su hijo y su anciano padre, luchaba por salir adelante y que su hijo fuera una persona de bien en el mañana, aunque el pasado podría decir lo contrario de ello, siete años en el pasado pudieron haberla catalogado como una mujer rompe-familias, aunque esta no lo sabía a ciencia cierta,  al creer ella en la bondad de la gente a pesar de todo había sido su más grande virtud como su más grande error.

La historia del pasado de Natassia era la típica historia que se contaba en los hospitales, una enfermera que se enamoró de un doctor y de ese amor nació un niño que los unió, solo que el final de la historia no era nada feliz. Natassia había conocido a Acel cuando estaban en un caso de urgencia, el era un médico destacado en el área de la cirugía y ella la enfermera en guardia para el caso de un accidente entre dos autos con uno de los implicados gravemente herido. Con el tiempo su relación afloro, Acel no parecía un mal hombre, tenía mucho en común con la enfermera, desde sus gustos personales hasta ciertas situaciones familiares que se repetían, como un padre enfermo al borde de la muerte o la muerte prematura de su madre cuando era un niño pequeño,  un hombre dedicado a su trabajo como a sus pacientes llegando incluso a encargarse de la medicación  y los tratamientos de Albert  hasta que la joven  quedo embrazada, en ese momento comenzó una batalla legal que termino con el traspaso de la joven de centros de salud en centros de salud, y negándose a reconocer al hijo de Natassia como propio, esto se debía a que el niño por nacer fruto de una infidelidad.

Al momento de conocer a Natassia el medico llevaba ya más de quince años casado, teniendo dos hijos en su matrimonio, una hija de diez y un pequeño de pocos más de dos cuando todo ocurrió, al saber de su aventura en el hospital tendría una consecuencia por nacer vio que su prestigio se vería gravemente implicado y las consecuencias a la larga con sus hijos y su esposa eran de temer, por lo que prefiero silenciar todo y hacer lo posible para aparentar que su aventura con la enfermera jamás había ocurrido. Era claro que Camus sería un problema, no debía nacer  por todos los problemas que implicaba su nacimiento, intento persuadir a Natassia sobre que debía abortar, pero esta se negó a hacerlo al formar parte de un movimiento contra el aborto, entonces el Acel comenzó la batalla legal. Con varios conocidos abogados, siendo gran amigo de funcionarios públicos y también mano derecha del gerente del hospital, logro que la enfermera saliera del sanatorio donde trabajaban, trasladándola a centros de salud, luego se firmó un contrato, con varios vacíos legales, que impedían a Natassia hablar sobre quién era el padre de su hijo así también como quitaban de cualquier cargo a Acel por él, con una condena a prisión si se llegaba a romper lo pactado en papel, lo que era una terrible advertencia para la rubia ya que ella estaba a cargo de su hijo y de su padre, por lo que debía cumplirlo sin reprochar nada.

Los años de todo ello pasaron bastante rápidos, Natassia pasaba de traslado en traslado gracias a las influencias de Acel, ya que este la quería lo más lejos posible de sus hijos y de su esposa, mientras más traslados sería más sencillo evitar que la mujer optara por tomar acciones en su contra. Natassia estaba a cargo de un anciano que permeancia en cama y  niño en edad de crecimiento que pasaba gran parte del día en casa, no podía pedir ayuda del gobierno al ella tener un título y una profesión, su padre era jubilado y cobraba una pensión que solo bastaba para la compra de sus medicamentos. Ante todo lo que su vida implicaba opto por lo más sencillo, ella trabajar tanto tiempo le fuera posible para pagar los gastos de la casa y dejar a su pequeño hijo a cargo de su anciano padre, quien se convertiría en la figura más cercana a un padre para el menor.

Camus entonces nació en una familia pobre, tiendo un padre que prácticamente nadaba en dinero que nunca lo reconoció, después de la escuela pasaba su tiempo junto a su abuelo, siendo el único niño de siete años de edad que jamás había ido a un cumpleaños de sus compañeros de escuela e incluso el mismo no había festejado los propios por ese hecho, dormía en la misma habitación de su abuelo, muchas veces abrazado a él temiendo perderlo. Era un niño brillante que siempre aspiraba a becas estudiantiles de las cuales era rechazado por su madre trabajar, solía el encargarse del aseo de la casa porque no había nadie más para hacerlo y su madre no podía pagar por ayuda, a sus siete años de edad había conocido la cara más terrible de la humanidad.

Hyoga cuando lo encontró en un principio se sintió conmovido de su maestro, creyendo que el buen corazón  de quien fuera su mentor lo hacía quedarse horas y horas al lado de su abuelo, pero cuando supo la verdad del pasado en su investigación juro vengarse de aquel hombre que había sentenciado a su maestro a tal cruel destino. El caballero de cisne entonces busco la forma de ayudar a aquella familia por el cariño hacia su maestro, hoy un niño, pero no sabía por dónde empezar, no iba a descargar su ira por un hombre que se convirtió en intocable pero tarde o temprano lo iba a ser pagar.

Las noches en Francia tenían buen clima a pesar de todo, no era frio como en Siberia ni mucho menos caluroso como en Grecia, el clima era el ideal para cualquier persona que no se sometiera a los entrenamientos para ser un santo, para el santo de cabellos rubios era un buen lugar para que su maestro empezara una nueva vida. El cisne se había instalado en un hotel modesto y cercano a la residencia de su maestro, de este modo podía analizar todo aquello que su maestro necesitaba, y gracias a la fortuna de la fundación Graude, veía cierta facilidad por ayudar a su maestro y ya tenía un plan. Lo había planeado todo, se haría pasar por algún miembro de una iglesia católica, que era lo que le salía mejor, como un ayudante o algo por el estilo, un buen samaritano que quería ayudar a su maestro Camus, lograría adentrarse en la casa de este y saber por dónde comenzar para ayudarlo.

Se vistió con un pantalón de vestir color negro, una camisa blanca que dejo desprendida los dos últimos botones y un saco del mismo color que su pantalón, se preparó con cierta sonrisa cómplice en su rostro, había decidido ese día acercarse más a su maestro, intentar ser ayuda para la aquella mujer que se parecía demasiado a su madre y el anciano que en casa esperaba. Corrió a una velocidad prudente, para no sacar sospechas de su procedencia, para llegar frente a una escuela primaria donde los niños comenzaban a salir, espero paciente a los segundos grados, mientras los años más avanzados salían primero a toda prisa, para cuando salieron los niños que esperaba vio con ternura como todos corrían a los brazos de sus padres o niñeras que los iban a buscar, más un niño de cabello turquesa comenzó su camino a casa.

-Camus- lo llamo viéndolo alejarse-Camus- repitió acercándose, el niño solo lo miro con desconfianza mientras se acercaba- ¿te llamas Camus?

-Si señor - exclamo el menor recordando haberlo visto más de una vez merodeando su casa-  ¿Cómo sabe mi nombre?

-Mi nombre es Hyoga y soy ayudante en la iglesia nuestra señora de la misericordia, nos dijeron que cada domingo asistes a la santa misa con tu madre y nos llegó la noticia que buscan ayuda – le explico con una sonrisa- y fue elegido para ayudarles en todo lo que ustedes necesiten.

-Asistimos cada domingo a misa pero no necesitamos ayudar, señor - exclamo serio, lo que hizo que el santo de cisne mirara con sorpresa, no recordara su maestro en el pasado que profesora alguna religión, pero eso le dio una idea de cómo comenzar con el pie derecho acerca de su acercamiento desde la religión-Mi abuelo tiene una biblia al lado de la mesa de luz que me lee todas las noches y cada domingo voy a misa,  esa es toda la ayuda que necesitamos.

-A veces la palabra del señor puede hacer feliz a tu corazón pero no cambiara nada a tu alrededor, la palabra del señor debe estar en todo lo que te rodea- exclamo dándole la mano-¿No crees que eres muy pequeño para caminar todo ese trayecto solo?

-Mi abuelo me espera, con su permiso- exclamo desviando la mirada y soltándole la mano- mi mamá me dijo que no hable con extraños.

-No somos extraños, yo ya me he presentado, pero por con gusto me volveré a presentar, mi nombre es Hyoga- le interrumpió- Ya no somos extraños, un buen católico si puede cuidar a otro lo hace, yo te acompañare a tu casa para que no te pase nada, con tantos peligros en la calle, como adulto responsable es mi deber velar por los más pequeños en la parroquia.

El niño lo miro con desconfianza antes de darle la mano, no estaba seguro de si acceder a su pedido o no, pero tenía una ventaja, si ese hombre intentaba hacer  algo con él podría gritar y siempre alguien lo escucharía, como hacia cada día cuando se peleaba con algún compañero de escuela, con solo gritar o llorar la maestra corría a ver qué había pasado. Sintió extraño al tomarle de la mano, ese hombre le generaba confianza y a la vez tranquilidad, a pesar de desconfiar de el por no conocerle dese antes, pero a sus ojos no parecía mal hombre como para comenzar a gritar y que la policía hiciera algo para alejarlo de él, se sintió tranquilo y feliz en ese momento, olvidando lo que le esperaba en su casa.

Ambos caminaron de la mano por las calles acercándose a la residencia del menor, el mayor estaba feliz por al menos tener cierta confianza de quien fue en el pasado su maestro mientras el otro miraba precavido lo que hacia el otro no fijaba la mirada. Para cuando llegaron a la casa Hyoga estaba listo para la siguiente fase de su plan, mientras Camus quería dejarlo fuera.

-Gracias por acompañarme- exclamo adentrándose a su residencia, pero cuando quiso cerrar la puerta vio al rubio que estaba esperando que le diera permiso de entrar.

-Como dije, soy un buen samaritano que viene a ayudarte a ti y a tu familia, y no me voy a ir hasta haberlos ayudado en lo que necesites, si me permites entrar podré ayudarte.

-No necesitamos ayudar.

Camus estaba a punto de negarse nuevamente a recibir alguna ayuda de parte del rubio cuando escucho la fuerte tos de su abuelo, dejo sus cosas tiradas en el suelo antes de correr al cuarto que compartía con el anciano. Hyoga entro y cerró la puerta detrás de sí, comenzó a observar la casa en cada centímetro, el piso parecía tener suciedad acumulada, la cocina tenía una montaña de platos por lavar a pesar de ser tres personas que vivían en aquella modesta casa, había polvo en los muebles, moscas entrando y saliendo por la ventana de la cocina y que venían de un basurero fuera de la casa. Luego de revisar la parte del frente fue a las habitaciones, eran bastante pequeñas y poca luz entraba, en la habitación donde dormía Camus con su abuelo había dos camas, en una estaba el anciano hombre tosiendo con un pañuelo de color blanco tapándose la boca y la otra, frente a esa, estaba arreglada.

Albert era un hombre anciano de cabellos canosos y ojos color gris, el tiempo no había sido benevolente con él y podría decirse que su  futuro no se veía alegre tampoco. Albert había pasado grandes pérdidas en sus años y sufrimiento como si se lo sirvieran en bandeja de la plata, veinte años atrás, cuando su hija aún era una niña, perdió a su amada esposa Marie, se vio solo criando a su hija trabajando para un ferrocarril como maquinista, hasta que lo obligaron a jubilarse diez años atrás,  fue cuando sus malos hábitos con el cigarrillo le dieron un revés a su vida y comenzó con problemas respiratorios. La obra social dejo de cubrirle por no poder pagar mensualmente por ella, Albert se valió entonces del sistema publica quien le dio todos los beneficios que podría necesitas salvo por los medicamentos,  su pensión iba siempre a ese gasto y no le alcanzaba para más, por lo que los gastos de su casa estaban a cargo de su hija, una enfermera joven. Siete años atrás  llego a aquella familia primero Acel, quien luego los abandono, Acel fue de gran ayuda en su tiempo como supuesto novio de Natassia, llegando a pagar por sus medicamentos y tratamientos para mejorar la calidad de vida de Albert, pero cuando Acel se fue ese gasto paso a ser el doble, nunca supo porque, meses después llego el pequeño Camus a ese hogar austero, pero como fiel creyente de la sagrada biblia nunca dudo en que todo era un plan de dios, un plan de dios en el que el niño salía perjudicado a pesar de todo, intento ser un padre para el pero le era imposible, cuando ya no pudo aguantar la tos estando parado opto por recostarse y nunca más volvió a levantarse, seguía con las mediciones pero le era más placentero estar recostado, ya que tosía con menos frecuencia. Aquella imagen de un hombre débil y marcado por la vida, un hombre que sufría pero siempre miraba con una sonrisa, era la imagen que tenía Camus de cómo debía ser un hombre a futuro, un hombre bueno, trabajo y que amaba a su familia, no había duda en que era un buen ejemplo aunque Camus no quería terminar en las mismas condiciones, postrando en una cama con una tos que nunca acababa.

-Buenas tardes- exclamo acercándose el rubio- Mi nombre es Hyoga, vengo de la iglesia nuestra señora de la misericordia para ayudarles en lo que necesiten.

-Discúlpeme, nosotros no pedimos ayudar- exclamo el anciano antes de volver a toser.

-Note que si la necesitan, no se preocupe, no hay ningún costo- acoto sonriendo- yo me encargare de las tareas que se requieran.

-No es necesario.

-Señor, con todo respeto por su amplia sabiduría, necesitan ayuda- intento persuadirlo- si una asistente social visita la casa, la apreciación no será positiva y podrían- se interrumpió mirando a Camus, el cual lo observaba con asombro, se acercó al menor y le tamo los oídos para que no lo escuchara y dijo casi en susurro- Podrían llevárselo para llevarlo a una familia adoptiva que cubra sus necesidades, usted sufrirá, el sufrirá, por más que sea por su bien, necesita a su familia no a quienes finjan serlo- termino sacando sus manos- déjame que me encargue de lo que necesite.

-Muy bien, lo que usted diga- exclamo el hombre cansando- Camus, obedece al señor en todo lo que te diga ¿Si hijo?

-Como digas abuelo- exclamo bajando la mirada sin comprender por qué su abuelo cambio de opinión.

-Ven Camus, mientras limpio te ayudare con la tarea y preparare tu merienda ¿Está bien?- pregunto poniéndose a su altura.

-Mi abuelo me ayuda con mi tarea- bufo molesto- no necesito ayuda de nadie más.

-Bien, como digas- asintió levantándose y fue a comenzar a limpiar la casa con el objeto de dejarla lo más limpia y salubre posible, por el bien de su maestro y el abuelo de este.

Hyoga se quedó hasta muy entrada la noche, limpiar fue algo rápido, no tuvo demora, pero vio que la madre de quien en el pasado fuera su mentor llegaba muy entrada la noche, cuando el peli turquesa ya estaba durmiendo en la cama con su abuelo. Logro definir en ese tiempo sus prioridades, no solo debía velar por el bien de Camus, sino también por el bien del abuelo de este y la mujer a cargo de todo en la casa, debía cuidar de la familia de por sí, limpiar la casa o encargarse de llevar a Camus a la escuela y después retirarlo era un inicio, pero no era de mucha ayuda.

Varias semanas pasaron entre que el rubio comenzó a ayudar en aquella modesta casa, nadie se preocupó por averiguar si lo que decía era real o no, más bien se encargaron de facilitarle cada cosa, Camus jamás se negó a que el rubio se encargara de hacerle el desayuno, de llevarlo y retirarlo de la escuela o de ir a la plaza con él, accedía a todo, y aunque en un principio lo miraba con desconfianza con el tiempo sonrió solo para él. Con ayuda de Shun y de los teléfonos en la calle, logro tener la suficiente información para poder ayudar a la familia, pues Shun como buen doctor le explico sobre las necesidades que todo ser humano debía satisfacer para vivir en un ambiente sano y así mejorar la calidad de vida.

Hyoga noto las cosas más importantes que faltaban, según Shun, en aquella casa, no había ayuda para las actividades domésticas, Camus era un niño solo, Albert un hombre postrado en una cama y Natassia trabaja gran parte del día solo para cubrir los gastos del domicilio. Su ayuda debía basarse en satisfacer las necesidades básicas de la familia, alimento, techo, vestimenta, agua corrientes, recolección de residuos y tratamiento de aguas residuales estaba saldado, pero el ambiente en el hogar era otra cosa, si Hyoga no estaba los platos sucios se acumulaban por días, Camus comía deficientemente por no haber quien prepare las comidas, el baño jamás se limpiaba y no había mucho que decir de los grandes pastizales fuera de la casa, en síntesis la familia necesitaba una mano mas siempre, una mano que el daba, pero ¿ Y si de pronto ocurría una nueva guerra santa y él tenía que responder? ¿Y si moría en aquella guerra que pasaría con esa familia?

Después de divagar sobre qué hacer Hyoga decidió ir contra su moral, jamás había accedido a usar algún objeto divino de Athena por que el, en orgullo, decía que sus heridas se curarían a la larga y era la mejor forma para hacerse más fuerte tras las batallas. Pero en aquella casa donde ayudaba había algo que alteraba a toda la familia y era Albert, su salud siempre pendiente de un hilo y generando grandes gasto, así que decidió buscar ayuda de lo impensado.

-Camus- exclamo aquella tarde mirando el menor haciendo su tarea.

-¿Qué pasa señor?- pregunto levantando la mirada- Ya término la tarea.

-Ya te he dicho me llames Hyoga, no es necesaria tanta formalidad- sonrió poniéndose a su altura- ¿te gustaría jugar más con tu abuelo?

-Si- asintió antes de volver sus ojos al cuaderno de ojos rayadas.

Aquella noche Hyoga hablo con Natassia, le dijo que saldría a un viaje de la iglesia, como misionero para seguir profesando la palabra de dios, la rubia asintió y le deseo suerte, esperando verlo pronto de nuevo.

Hyoga fue a paso lento hasta Jamir y pedir ayuda a Kiki sobre el lugar donde estaba la montaña Jandara, del donde buscaría el agua milagrosa, aquella que Seiya busco para Shiryu y en palabras  del antiguo santo de Pegaso, tenía poderes milagrosos, capaz de sanar heridas y curar la más terrible enfermedad.  Recorrió el mismo camino que Seiya y se aseguró de hacer lo mismo, no matar a los cuervos y demostrar su valor, y que estaba buscando el agua por una buena causa, cuando al fin obtuvo lo que quería, una cantimplora con agua, regreso a paso lento hasta Francia.

Su regreso, dos semanas después de su partida, fue esperado con alegría, Camus lo recibió abrazándolo con emoción, algo que no esperaba el ruso, Natassia le agradeció que volviera y Albert solo le sonrió. Esa misma tarde de su regreso preparo un vaso con el agua milagrosa y se la dio a Albert con sus medicinas, la cual se bebió sin dudar de su procedencia, confiaba en el santo de cisne ciegamente por todo lo que le había ayudado en ese tiempo en pos de Camus y no echaría fácilmente su confianza a la basura.

Al día siguiente Albert se veía igual de enfermo, por lo que el santo de Athena miro con pesar, termino de hacer el desayuno para Camus y lo llevo a la escuela, para luego ir a su habitación de hotel y gritarle a Seiya sobre la función del agua, que no había surtido efecto, y pedirle más consejo a Shun sobre cómo actuar de ahora en adelante. Llegada a la tarde fue a retirar a Camus de la primaria y al regresar a casa noto algo llamativo, todo estaba más ordenado y limpio que como lo dejo amanecida y ante sus ojos de sorpresa, y la de Camus, el que estaba limpiando era Albert.

-¿Señor Albert?

-Abuelo- corrió Camus a abrazarlo.

-Me sentí con tantas energías como cuando era joven, Hyoga- Sonrió el hombre de cabellos canosos levantando en brazos a su pequeño nieto y mirando sonriente- y me puse a limpiar hasta dejar todo limpio mientras me aburría.

-¿Se siente bien señor Albert? Yo puedo hacer lo que falta.

-No falta nada muchacho, me siento un hombre nuevo- exclamo alegre – hoy me levante como si hubiera renacido.

-Me alegro mucho señor Albert.

Alberti sin pensarlo salió a toda prisa de la casa, sin importarle llevar una chaqueta o algo para abrigar a Camus, poco más correr, se alejó hasta llegar a una plaza cercana para disfrutar ese lapso que sintió donde creyó tener las fuerzas y energías de un joven de 20 años, con su nieto, por única vez. Hyoga se ocupó de buscar abrigo antes de salir de casa y cerrar con llave, los alcanzo poco después, viendo a Albert corriendo tras Camus y una pelota de futbol, el ruso sonrió ante lo que veía, su maestro feliz y un cambio en la calidad de vida a la familia.

Por primera vez en años Albert se sintió cumpliendo su deber de abuelo, jugando con su nieto, dándole todo el afecto y atención que antes no pudo darle, corría de un lado a otro tras Camus como cualquier padre joven tras su hijo, y no dudaba que le hubiera gustado ver a Camus disfrutando tiempo con su padre biológico, pero la situación no ameritaba a ello.

Un hombre pelirrojo se acerca al anciano que por un momento estuvo solo y lo miro sonriente, llevaba varios papeles en su mano- Señor ¿quiere comprar un bingo? Son solo 100 euros.

-¿Cien? ¿Por qué tanto?- pregunto Albert que se había sentado en una banca a descansar después de jugar hora a la las escondidas con Camus y Hyoga, los vio a los dos alejarse cuando sintieron a unas campanas, algún vendedor de golosinas se acercaba y al parecer el pequeño peli turquesa quiso una y no dudo en pedírsela al rubio.

-Es para la iglesia, el mayor premio es de cincuenta mil euros- exclamo sonriendo-

-¿La iglesia nuestra señora de la misericordia?- exclamo tomando el papel- Es de donde viene Hyoga ¿Lo conocen?

-Oh sí, es uno de nuestros misioneros- sonrió extendiéndole el papel-  siempre esta con otros cuatro chicos armando desastres, uno de ellos toca la guitarra.

-Entonces por supuesto- exclamo sacando su billetera, la cual casualmente tenía un billete dentro, que no recordaba alguna vez estuviera, no era el típico hombre de andar cargando dinero, para eso estaba su hija, pero nunca estaba de más tener un billete a la mano- aquí tiene.

El pelirrojo asintió con la mirada antes de retirarse para seguir vendiendo los bingos o eso aparento, se alejó sonriendo mientras un joven de largos cabellos rubios, casi hasta su cintura, lo esperaba del otro lado de la plaza con una sonrisa maliciosa.

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Cristian Milo era el actual nombre que llevaba Milo de Escorpio, vivía en la capital de una provincia Argentina* junto a sus padres, Héctor y Atenea, y sus dos hermanos, Alice su hermana mayor y Ramiro, su hermano menor (el único nacido en Argentina). Su familia había emigrado cuando él era muy pequeño, el con unos seis meses de nacido, su padre había conseguido un traslado desde su natal Grecia, primero a Chile donde se trasformó en un profesor de renombre y luego a Argentina, donde pensó encontraría más tranquilidad para vivir, aunque no pensó en los cambios sociales.

Milo nunca vivió los traumas de las mudanzas, siempre tomaba cada cambio como una nueva oportunidad de abrirse al mundo, conocer nuevos amigos y destacarse en la escuela como el bufón de la clase. A sus siete años, gracias a sus “hazañas”, su clase se había convertido en un descontrol que casi ningún maestro podía parar, salvo la maestra de Ciencias Sociales, donde Milo prestaba atención y hasta callaba a sus compañeros para que no interrumpieran a la maestra.

Héctor era un hombre alto y corpulento, de cortos cabellos azulados y ojos color castaño, solía vérsele siempre con una pantalón de vestir, una remera de cualquier color y un saco desentonado su imagen, era el típico hombre joven que mantenía su postura ante todos,  era profesor en la universidad nacional, vivía de un buen sueldo enseñando historia en la carrera de historia, también daba clases de historia de la literatura para la carrera de letra, también era profesor de Griego en la carrera de idiomas, por lo que era el profesor más preparado y que pasaba gran parte del día en la universidad, al punto de quedarse sin vos de tanto hablar al final del día. Atenea era una joven rubia de ojos celestes, siempre vistiendo largos vestidos y una que otra vez un traje color azul no había estudiado nada en cambio en Grecia, comenzó a estudiar cuando Milo aún era muy pequeño en las universidad nacional, durante cinco años había estudiado una licenciatura en salud y estaba finalizando el postgrado en salud pública, trabajaba para un consejo de epidemiologia en la universidad donde trabajaba su marido, siendo también profesora en la catedra de epidemiologia, quería ir a la maestría y luego llegar al doctorado.

Alice, era una joven de cabellos rubios, como su madre y ojos  cafés, delgada y alta, pero siempre viéndose como una niña mayor a su edad. Siempre había cuidado a sus hermanitos desde que podía recordar, cuando había cumplido seis ya era la encargada de cuidar de Milo, que era un pequeño de pocas menos de un año, por las malas niñeras que tuvieron, a los ocho años ella era la encargada de cuidarlo solo a él por los constantes despidos de niñera, y un año después llego Ramiro, por lo que a los diez años ya tenía que encargarse de sus dos hermanos menores, Milo a los tres comenzó el pre jardín, por lo que callo en su encargo llevarlo y retirarlo día a día de su salita,  y a Ramiro lo dejaban en una guardería para que ella lo retirara después de la escuela. Alice era la típica hermana que le gustaba molestar a sus hermanos menores, debido a la diferencia de edad con ambos, seis años con Milo y nueve con Ramiro, era fan de molestar a Milo a toda hora y hacerle alguna que otra broma solo para hacerlo enojar, cosa que al ex santo de escorpio no le gustaba, y siempre se unía a su hermano Ramiro para intentar hacer la vida imposible a Alice, solo que las cosas le salían mal.

Milo era tan unido a su hermanito desde que podía recordar, Ramiro era idéntico a él, de largos cabellos azulados y ojos azules, aunque la diferencia de edad era evidente, Ramiro se había convertido en una extensión de él cuándo comenzó a caminar y hablar, y no había momento en que los dos hermanos no estuvieran fraguando un plan para molestar a Alice.

Normalmente los niños siempre estaban peleando delante de sus padres, en un momento de llamar la atención y los fines de semana era el día ideal para hacerlo, ya que ninguno de sus progenitores trabajaba. Normalmente Atenea estaba corrigiendo exámenes y trabajos prácticos, mientras Héctor estaba frente a al computadora preparando sus múltiples clases.

-MAMA- grito Milo llorando- Alice me tiro tempera en el cabello.

-Alice, tienes casi quince años- grito Atenea mirando a Milo, que venía con el pequeño Ramiro de la mano, tomo al pequeño de cuatro años en brazos y lo subía la mesada- Alice, Alice.

-No hice nada, fue el- señalo la adolecente a su hermano de siete años- rompió mis auriculares.

-Yo no lo hice mami, a ella se le rompieron ayer en el colectivo.

-Es mentira, recién los estiro para romperlo.

-Ella vacío mis temperas en mi cabello- acoto Milo enfatizando el mí en sus palabras- mami ya no tengo temperas para hacer plástica.

-Nadie te mando a romper mis auriculares, estaba escuchando la radio.

-Silencio- grito Héctor mirando la pelea, inmediatamente los dos hermanos se señalaron ente si para enfatizar quien había tenido la culpa- Milo ve a bañarte, ahora.

-Si papi- sonrió victorioso antes de salir corriendo al baño.

-Voy a prepararle la bañera, toma- interrumpió Atenea dejándole en brazos a Ramiro.

-¿A ti también?- bufo molesto antes de bajarlo para que fuera a salir corriendo a donde Milo.

-Papá- le interrumpió Alice- Tamara va a ir con su familia y nos invitó a las chicas, todas van a ir ¿Puedo ir con ellas?

-Ya hemos hablado de eso, es peligroso y mi respuesta es no, en cuanto a lo de la pintura.

-Es tempera, se sale con el agua.

-Quiero ir, quiero ir- exclamaron Milo y Ramiro a la vez, haciendo que su hermana los mire con fastidio.

-Tengo mucho trabajo en la universidad.

-No es justo, mis amigas van a ir a la quebrada ¿Por qué no puedo ir con ellas?

-No conozco a sus padres.

-Papi vamos nosotros- acoto Milo- ¿Qué es una quebrada?

-Quiero ir-

-No, no y no- señalo a cada uno- no iras con tus amigas y no iremos acampar, se van a bañar los dos ahora- señalo el baño.

-Eres injusto, cuando Milo quiere una de esas cosas que salen en la televisión se la compras, cuando Ramiro quiere escuchar la música de esas series infantiles le compras el disco, pero cuando yo quiero algo me dices que no- se quejó molesta la hermana mayor- claro, ellos son los hijos varones, importan más que tu hija primogénita.

-Comprar un juguete o un disco compacto no es lo mismo Alice, es peligroso, no vas a ir a la quebrada para ir con tus amigas ¿Acaso si tus amigas fueran a caerse desde la quebrada lo harías también?

-Da, claro que no papá, soy una persona pensante, tengo mi propio juicio, hablo de ir a acampar, ni siquiera me dejaste ir al campamento de la escuela en la primeria, eres injusto.

-En excursiones se pierden niños, el tema se termina ahora Alice- ordeno alzando la voz- ahora ve a hacer tu tarea.

-Papá es viernes, mañana es sábado-Exclamo dándose vuelta para regresar hasta su habitación, llevando sus manos tras la nuca.

-No dejaras la tarea para la última hora del domingo- ordeno mirando con molestia.

Esa noche Héctor sintió la necesidad de irse de campamento, a pesar que había negado la autorización a su hija, era verdad que muchas excursiones de escuelas solían tener ciertos riegos y por ello no autorizaba a su hija de asistir, y no aceptaría para sus hijos. Pero el hecho de no dar permiso a su hija para ir con sus amigas y la familia de una de ellas, no simbolizaba que ellos tampoco fueran, tiempo libre tenía como para salir con su familia a pasar el fin de semana, disfrutar del día y los atractivos turísticos de su provincia.

Aquella mañana salieron a las siete en punto, con los niños con el pijama puesto, no llevarían más que un par de muda de ropa y una hielera con bebidas, el resto de las cosas las comprarían en el camino, siempre había tiendas de camping cerca de la quebrada y debían estar abiertas ese sábado, como lo hacían en vacaciones.

Llegaron a al quebrada más famosa de la zona de la capital, un atractivo turístico muy alejado de la gran ciudad, a eso de las nueve de la mañana, en el camino desayunaron lo que el camino les dio en las tiendas de autoservicio, una barra de cereal, café y Ramiro su mamadera con leche chocolatada. Milo se bajó cuando llegaron y corrió al baño, ya que no tuvo tiempo de pasar en casa ya que el viaje no fue planificado antes, cuando salió noto a un niño caminar vestido de manera que le dio risa.

-Turista- se acercó y lo miro, el niño tenía el típico traje a lo indiana Jones con un sombrero que le cubría la cabeza, se puso tras el e intento asustarlo, haciendo que el niño se sobresaltara.

-Touristique- exclamo el niño dándose vuelta, dándole a entender que lo había entendido perfectamente.

-Habla español, yo hablo español- le critico Milo- Turista.

-Se español, me enseñan en la escuela- bufo el niño molesto acercándose y le dio un pisotón.

- Ha, eso dolió-Milo se tomó el pie ante el pisotón- eres bruto.

-Tu comenzaste- lo acuso- no asustes a la gente, eso es de malos.

-Quítate del medio, quiero pasar.

-No quiero- exclamo el niño cruzándose de brazos.

-Quítate.

-No.

Milo pensó su siguiente movimiento, aquel niño extranjero lo miro petulante y orgulloso, pensó que esa mirada se le hacía muy familiar, como si la hubiera visto antes, pero estaba seguro a ese niño no lo conocía, comenzó a sollozar para llamar la atención y busco a su familia antes de gritar-Mami el niño me golpeo- a pesar de su llanto nada paso, al mirar atrás su madre estaba ayudando a su hermanito a cambiarse mientras su padre sacaba la hielera del baúl y su hermana se encontraba mandando mensajes de texto.

-Je ne faisais rien mami- busco el niño a su madre, la cual estaba sacando fotografías a diestra y siniestra.

-Tu mami no te escucho- se burló sacándole la lengua.

-La tuya tampoco- lo señalo con intenciones de hacerlo enojar.

Milo bufo molesto mirando al niño, altanero, egocéntrico y petulante, en su interior sabía que no podía hacerle la contra, el niño saldría ganando, y aunque lo intentara pasaría igual.  Se había enojado, inflo las mejillas a no más poder, y miro al niño como se reía de su hazaña, eso lo molesto aún más. Cegado por la ira se abalanzo contra aquel niño extraño, quintándose su sombrero de aventurero y tirando al barro, con sus pequeñas manitas comenzó a golpearlo con el puño cerrado, mientras el otro niño hacia lo mismo.

-Milo- grito su madre al verlo y corrió a separarlo de aquel pequeño.

-Camus- se escuchó un grito detrás, su madre corrió a separar a ambos niños.

-El comenzó- gritaron ambos a la vez cuando al fin se calmaron, siendo agarrados por sus madres.

-Disculpe, Milo es buen chico, no sé qué le paso, Milo discúlpate hijo.

La mujer de largos cabellos rubios asintió y tomo su traductor, un pequeño aparato que le dieron en el hotel, escribió un poco y luego comenzó a leerlo- Lo siento mucho también, Camus nunca se comporta de esa manera, hijo discúlpate.

-No- negaron los dos menores cruzándose de brazos, a la misma vez, poniéndose de igual manera, lo que a ambas madres les sorprendió.

-Camus discúlpate con Milo.

-Milo discúlpate con Camus.

-Es un tonto- Gritaron a la vez antes de un flash regresara a ellos, por un breve momento los dos menores se miraron con sorpresa, imágenes a su mente llegaron rápidamente causándoles asombro y desconcierto. Camus parpadeo varias veces antes de caer en cuentas a quien tenía en frente, era su gran amigo Milo, su gran amor, a quien había visto por última vez frente al muro de los lamentos, pero era un niño, tenía su larga caballera, sus ojos azules abiertos y su rostro infantil. Milo se pasó las manos por los ojos para asegurarse que aquello que veía era real, la larga caballera turquesa, los ojos abiertos como dos zafiros y el porte de rey, no había duda, sus ojos no lo engañaban, era Camus, su amado santo de acuario.

Natassia y Atenea soltaron a sus hijos cuando los vieron más calmados, ambos niños se quedaron estáticos, mirando al otro como si vieran algo fuera de lo común que los asustara o causara asombro. Las dos mujeres volvieron a disculparse por el accionar de sus hijos hasta que Milo decidió hacer al fin algo, dio un paso lento, con temor, y abrazo a Camus tan fuerte como pudo, asegurándose que no era un sueño, que era real y dándole a entender que no lo iba a soltar.

-Camus… ¿volvimos a pelear de esa manera infantil?

-Tu comenzaste- le señalo molesto y correspondió el abrazo-me da gusto verte de nuevo.

Pronto se vieron rodeados por sus familias, Albert saludo amenamente a Héctor estrechándole la mano, con ayuda del traductor explico que su nieto no era mal muchacho y Héctor hizo exactamente lo mismo, excusándose sobre el payaso de su hijo. Ramiro miro a su hermano con ninguna intención de soltar al francés, intento persuadirlo llamándole pero nada paso, Alice saco un par de fotos  y le aseguro a Milo que las enviaría a sus amigas, pero eso no hizo que dejara a Camus.

-Milo ya suéltame, si soy yo- Camus intento soltarse- espera…ven.

-¿No te soltare aunque me lo exijas?

-No quieres ver a Hyoga- propuso sonriendo.

-¿Hyoga? ¿Está contigo?

-Mi abuelo gano un bingo y henos aquí, Hyoga nos acompaña- le respondió sonriendo, Milo lo soltó y en ese momento el francés le tomo la mano para guiarlo hasta el bus turístico, de donde Hyoga no se había bajado.

Continuara. 

Notas finales:

Notas finales:

-          Si, después de mucho divagar decidí que la familia de Milo viva en Argentina, soy Argentina y no conozco chile como para hacerme una idea.

-          La familia de Camus llego a Argentina por ganar un Bingo, hay un Bingo que se juega en la iglesia principal de la localidad donde vivo cuyo premio mayor es de 50.000  pesos y para comprarlo solo gastas 100, y cada tantos meses  se juega el Bingo de la Liga salteña de futbol y se que tiene como premio autos cero km y departamentos, no se cuento cuesta pero los grandes premios en el Bingo si existen.

-          Decidí tomar el tema de la religión como un modo de acercar a Milo y Camus porque ¿Quiénes pasan casa por casa de vez en cuando y no son los testigos de Jeova? Los misioneros que vienen de distintas partes, cantan canciones, hablan de la palabra del señor y bla bla bla.

-          El lugar donde se encuentran Milo y Camus es una quebrada, Milo vive en el norte Argentino, donde hay muchas.

-          El segundo nombre de Milo se debe a que mi hermano tiene amigos con nombres griegos que odian ser llamados por tales, y pensé a Milo le pasara igual.

-          Hay algo que ha pasado que nadie se dio cuenta, a ver si lo notan, pueden reeler los capítulos si quieren, una pista, todos los rencuentros se dan el mismo periodo de tiempo y es por algo.

Espero les allá gustado y nos esteremos leyendo quizás el próximo sábado o antes, vere que puedo hacer

La siguiente pareja a encontrarse es: Shaka y Aioria

Lugar: La india.

Un abrazo y nos leemos en el siguiente cap


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