Desde su nacimiento siempre consideró que casi todo respecto a su vida estaba equivocado, no le gustaba el día en que había nacido, ni siquiera el mes, le desagradaba la casa donde vivía, creía fervientemente tener los padres equivocados, creía incluso tener pensamientos equivocados… y por ende tomar decisiones equivocadas.
Marchando en ese erróneo compas no pudo discernir lo que a sus ocho años le iba a ocurrir, solo y a merced de un equivocado progenitor fue salvado por un pequeño desliz, ignorante de aquel casi aberrante hecho siguió cultivando sus incorrectos métodos.
A sus trece años cuando fue consiente de todas aquellas cosas decidió simplemente aceptar que había algo malo en él, tal vez una falla genética dentro suyo culpa de los genes equivocados que sus igualmente erróneos padre mezclaron en su interior. Obviando incidentes pasados y ya con la usencia de su padre permaneció viviendo en ese hogar equivocado.
De ser algo parecido a un príncipe en la secundaria paso a involucrarse con la peor escoria en la preparatoria descendiendo su imagen a la par de los “amigos” que había conseguido, las metas simples que alcanzó como mantener sus impecables calificaciones fueron obtenidas tal vez del modo equivocado; pagando o amenazando por trabajos y prácticas realizadas, aprobando exámenes tan solo con su lógica y aunque erróneamente dotadas neuronas.
Pero pese a que Uchiha Sasuke consideraba toda su vida una auténtica equivocación había algo que no lo era…
Su hermano…
El hecho de pertenecer a la misma familia convertía la sangre de Sasuke en equivocada, pero ese error le permitía vivir muy cerca de su hermano mayor… y eso no era una equivocación.
Hermano que siempre le cuido y protegió desde que podía recordar, lo que podía recordar, el único que olvidaba sus responsabilidades y placeres para consolarlo jugando con él cuando niños. Todos los demás, todo lo demás salía sobrando… todo. Y todo hubiese seguido igual y su devoción hubiese permanecido en la línea de lo inofensivo de no sentirse abandonado.
La segunda vez que era abandonado por su malsana fijación.
Equivocado.
Sin estar seguro, tal vez tan solo por su madre terminó la preparatoria, el día de su graduación fue silente y absurdo a su percepción, como si todo aquel cuadro fuera ajeno a sus deseos, como si un vórtice imaginario consumiera su sentido común a pasos agigantados.
Fue un evento vacío y carente de sentido para él, las risas de sus compañeros, de los dos únicos que habían decidido permanecer a su lado cuando todo su porte de chico perfecto desapareció fueron Uzumaki Naruto y Haruno Sakura y aunque la chica parecía algo recelosa por las constantes peleas y peligrosos hábitos que había adquirido nunca dejaba de dedicarle una sonrisa.
Desde aquel momento tan solo su degradación fue mayor. Lo odió por no asistir aquel día, odió a su hermano y la insanidad de su deseo desmedido, de ese deseo que refulgía entre las cenizas de su moral, añorando épocas más felices donde Itachi jugaba a su lado, donde respondía a sus preguntas y le ayudaba a pulir sus habilidades.
Se había marchado dejándolo con siete años aquella vez, regresando luego de dos para entregarle nueva esperanza a su vida que le arrancaría cuando se marchó por segunda vez, lo recuerda más claramente, tendría casi catorce años en ese entonces e Itachi tal vez algo más de dieciséis, no entiende porque su cerebro se rehúsa a brindarle cierta información sobre su niñez.
Los llantos de su madre ya no parecían cobrar efecto en él, Sasuke prefirió odiar al mundo entero y juzgarlo de erróneo antes de admitir que su fascinación por su hermano lo estaba. Como competir contra la degradación que este mundo enfermo puede ofrecer, tomando el camino equivocado fue fácil abandonarse a la perdición.
Tampoco recuerda con mucha lucidez como terminó viviendo allí, viviendo así, en la inmundicia de lo que alguna vez pudo brindarle su brillante porvenir. Juugo y Suigetsu, los que ahora se encargaban de espabilarlo cuando caía cada vez más bajo y Karin, aquella mujer que solo le servía como un medio de escape, un desahogo a esa fiebre mental que en ocasiones amenazaba con fundir todas sus neuronas, como decirles, como decirle a cualquier ser pensante que a quien deseaba en su cama, gimiendo y abriéndose para él no era otro más que su propio hermano mayor, que ese abominable deseo no parecía haber desaparecido de su psique ni después de tanto tiempo.
En sus momentos de mayor lucidez podía tocar la guitarra y ganar algo de dinero llenando algún abandonado bar junto a ellos y a ella.
El día fatídico en el que esa infame publicación impresa en papel llegó a sus manos fue que el último resquicio de su cordura se esfumo, una diminuta fotografía en la que apenas era visible y una absurda narración donde Itachi figuraba como “un brillante y prometedor leguleyo” terminaron por colapsar sus defensas y volvió a odiarlo.
Lo odió por haberlo abandonado sin decir siquiera adiós, lo odió por haberse superado, por haberlo superado en tanto Sasuke se consumía en la pútrida mezcolanza de sus incorrectas acciones. Por lo que planeó la manera de satisfacer su absurda e innecesaria venganza, sus paradójicos deseos y toda la bruma que consumía su raciocinio.
Buscando y recolectando toda la información que pudo llego a él, pudo cazarlo así como se lo propuso. En esa casa abandonada en la que antaño fueron tan solo hermanos es que lo encontró, allí fue que lo citó, una reunión familiar la falsa propuesta que resultó.
— Sasuke.
La genuina expresión de sorpresa en el rostro de su hermano mayor le brindo una mórbida satisfacción, tanto que Sasuke deseaba gritarle: Gracias por abandonarme, en esto me he convertido.
Como si Itachi no reconociese a Sasuke, como si esperase ver a otra persona, no el adefesio de la sociedad en que se había convertido, la ropa casi maltratada con intención, la chaqueta de cuero tal vez, las oscuras y pesadas botas llenas del fango por el cual atravesó, muy distinto a los mocasines del mayor, al impecable traje que lucía y a todo lo que entre ellos era una contradicción.
Un falso abrazo fue lo que a Sasuke se le ocurrió, extendiendo los brazos en un cálido recibimiento — Nii-san — exclamó, como cuando niños, en un tono de infante intentó.
Al menos estoy vivo.
Quiso agregar pero solo en silencio esperó a que su protector hermano mayor su gesto pudiese corresponder, Itachi dudoso y cauteloso se acercó y para cuando quiso imitar la acción y concretar aquel inusual abrazo, alguien a su espalda emergió, girando con violencia no creyó que el alguna vez pequeño Sasuke aprisionara su boca y nariz con aquella narcótica sustancia y que sus cómplices ya descubiertos lo retuvieran poco antes de abandonarse a su inconciencia.
Al menos había pasado una semana desde ese reencuentro, Sasuke lucía eufórico, dichoso como en años no se había sentido, insistía en tocar con su banda más a menudo, argumentando necesitar más dinero y desde luego Juugo y Suigetsu sabían la verdadera razón, razón que cada vez era menos válida para ellos.
Como si de un juguete nuevo, adquirido en liquidación fue que encadenó a su propio hermano mayor, en esa repugnante y pequeña habitación, allí lo retenía hasta que Itachi aceptase la situación.
— Si este es un mal secuestro, creo que debiste elegir a alguien que no fuese de tu propia familia, no creo que pienses pedirle dinero a Madara o a Obito — hizo repiquetear los eslabones metálicos acomodándose mejor en su incómoda posición, sentado en el piso con el tobillo izquierdo aprisionado por el metal, al igual que su brazo sujetado a la enorme argolla empotrada en el piso rasposo de frío cemento. La corta cadena apenas le daba espacio para recostarse sobre la cama si deseara hacerlo y para llegar hasta el diminuto cuarto de baño a un lado.
— ¿Secuestro? — Sasuke torció los labios en una mueca parecida a una sonrisa, como si le agradase ver a su perfecto hermano mayor en aquel estado. — Te equivocas Itachi, este no es un secuestro — se acercó inclinándose para apreciar el rostro ajeno — esta es nuestra nueva vida.
Itachi sonrió, casi con sarcasmo, creía que su hermanito solo deseaba recuperar algo de tiempo de calidad entre hermanos. — No tenías que secuestrarme si lo único que querías es que jugase contigo, ¿a las escondidas está bien?
Se mordió los labios conteniendo su enfado, si Itachi quería irritarlo para que se hastiara de esa actitud y terminase aburriéndose de todo, por su madre que no sería así.
— Pronto sabrás a que quiero jugar, Itachi. — sinuosa su mano derecha se paseó por los muslos del mayor, siendo repelida por un manotazo de inmediato dando paso a una pequeña risa que Sasuke no pudo evitar. — Te veré después.
Por fin pudo relajarse en su cautiverio cuando el pequeño berrinchudo se hubo ido, tan fácil e improductivo sería el decir “déjame ir”, siendo ahora su único salvamento que alguno de sus amigos hubiese notado su ausencia.
…
— No pienso ir a prisión por secuestro — afilando su algo espeluznante sonrisa fue que Suigetsu se plantó delante de Sasuke en la ruinosa salida de esa maltrecha casa donde retenía a su hermano.
— No es un secuestro.
— ¡Lo es Sasuke, joder! — Casi se mordió la lengua — Dijiste que solo querías darle un escarmiento, ya va una semana y si la policía nos descubre…
— No lo harán y si alguien lo suficientemente estúpido les informara — esta vez fue el pelinegro quien tornó su mirada amenazante, oscura y hasta siniestra. — No podría decir nada más e Itachi no va a poner ninguna denuncia.
— Como… como puedes estar tan seguro — el de albinos cabellos dio un paso hacia atrás.
— Es mi hermano. — Dicho eso último Sasuke se dispuso a salir del lugar.
— Karin se fue, no creo que vaya a volver.
Ignorando la noticia no detuvo su andar, que más daba si esa mujer desaparecía, ahora que tenía a Itachi a su lado y nada más importaba, sería su hermano mayor quien ahora calentaría su cama, si el cielo no lo recibiría por lo profano de sus deseos que así fuese, gustoso aceptaría una eternidad consumiéndose en un abismo a cambio de que su incestuoso amor fuera correspondido.
…
“Nii-san, tengo frío”
“Solo un poco más Sasuke, ya casi llegamos”
El pequeño Sasuke se aferró a la mano de su hermano mayor en tanto era guiado por las frías y oscuras calles de la ciudad, su hermano mayor se veía muy preocupado y hasta asustado, siguieron recorriendo calles y callejones hasta detenerse en un edificio con grafitis pintarrajeados por todos lados, el jalón en su mano fue mayor cuando subieron las escaleras.
“Nii-san” volvió a llamar “tengo sueño y me duelen las piernas”
Su queja no pasó inadvertida, Itachi se inclinó para que el pequeño niño se subiera a su espalda “sube” le dijo ayudándolo para que se sujetase bien. Sasuke podía escuchar los jadeos de cansancio de su hermano mayor, ambos aun eran niños, pero aferrado a la espalda de Itachi podía sentirse a salvo de cualquier peligro. Cuando los escalones por fin parecieron terminarse es que llegaron a su destino, su hermano mayor golpeaba con insistencia una de las puertas de ese oscuro pasillo, hasta que unos minutos después les abrieron.
Algo agobiado Sasuke despertó, viendo a su alrededor, al parecer se había quedado dormido, dando un vistazo a la ventana pudo ver que ya había anochecido.
— Solo fue un sueño — suspiró casi aliviado revolviendo sus propios cabellos con su mano antes de levantarse del todo, colocándose sus botas antes de pisar la dura superficie de cemento, pensando que pronto tendría que buscar un lugar más acogedor, pero no sería antes de que Itachi hubiese aceptado la situación.
Solo vestido con una camiseta y unos jeans fue que se asomó a la habitación contigua, pudo apreciar a Itachi quien parecía dormir sentado en el piso, acercándose con cuidado de no despertarlo quiso cubrirlo con una de las mantas de la cama.
— Si quieres vengarte puedes matarme.
Se sobresaltó un poco al oír la voz de Itachi en medio de la penumbra.
— No quiero que mueras — Al menos aun no, se inclinó cubriéndolo del frío.
— Entonces puedes odiarme.
Llevo intentándolo demasiados años, Sasuke paseó sus ojos por el rostro de su hermano, aun en la oscuridad escasamente iluminada por la luz de luna podía distinguir sus ojos fijos en los suyos, en esa semana Itachi casi no había probado bocado, de seguir así podría enfermar en cualquier momento.
— ¿Tienes hambre? — preguntó con fingido desinterés.
Itachi casi se suelta a reír a carcajadas con amarga ironía, conteniendo su impulso con una sonrisa divertida negando suavemente. — Ya podré comer después.
—Tal vez después sea tarde. — Sasuke susurró a su oído inclinándose sobre su hermano mayor — ¿Te gustaría jugar ahora?
Continua.