Do Kyung Soo es mi nombre, tengo dieciséis años y desde muy pequeño he sufrido abusos por parte de mi padre, quien me ha criado desde que mi madre nos abandonó, hace ya doce años; al principio él sólo me golpeaba, pero esos golpes terminaron en violaciones, las cuales aún comete.
Estoy en quinto año de secundaria, soy un estudiante promedio y mis notas son lo que se denomina “normales”. Amigos tengo varios, pero el más cercano a mí es Lu Han, a quien conozco hace unos diez años. Lu Han vino aquí con sus padres desde China a hacer sus estudios, es en verdad muy aplicado y sus notas son excelentes.
Hace unos cuatro años entró un chico nuevo a nuestro instituto, su nombre lo desconozco, y ninguno de mis amigos lo sabe con exactitud, siempre está rodeado de chicas, pero nunca lo he visto con alguna, es bastante atractivo y siempre está observándonos a Lu Han y a mí.
- Kyung Soo, ¿tienes idea de por qué ese chico nos mira tanto? – Preguntó el rubio.
- No lo sé. – Respondí. – Pero es molesto que siempre lo esté haciendo.
- Yo creo que quiere hablar con nosotros pero no se atreve. – Dijo. - ¿Qué te parece ir a hablarle?
- No lo sé. Lu Han, quizás otro día. – Respondí desviando la mirada.
- Kyung Soo, te conozco lo suficiente como para saber que tienes vergüenza de hablarle. – Dijo Lu Han.
- Cállate, no tengo vergüenza de hablarle. – Negué.
- Entonces ve y háblale. – Ordenó.
- Pero… está rodeado de chicas. – Protesté. – Además, ya es hora de irnos.
- Tienes razón. – Afirmó. – Ya debo irme.
- Nos vemos mañana. – Me despedí.
- Hasta mañana. – Se despidió el rubio.
Ni siquiera Lu Han sabe las cosas que mi padre me ha hecho, ni las que aún me hace, pero sí sabe que odio regresar a mi casa; siempre tomo el camino más largo para llegar a ese lugar donde se encuentra mi padre, donde sufro.
- ¡Oye, espera!- Gritó alguien a lo lejos.
Volteé mi vista hacia donde la voz se oía más fuerte y vi que ese chico, quien siempre anda observándome, venia caminando detrás de mí. Sinceramente no entendía por qué este chico estaba siguiéndome y mucho menos llamándome.
- Ho – hola. – Saludé al morocho apenas me alcanzó.
- Hola, se te ha caído esto mientras salías del instituto. – Dijo sacando de su bolsillo una lapicera. - Te llamas Do Kyung Soo ¿verdad?
- Sí. – Afirmé tomando lo que el otro llevaba en su mano. – Gracias.
- Bien, creo que debo irme. – Dijo. – Hasta mañana.
- Espera, ¿cómo te llamas? – Pregunté.
- Kim Jong In. – Respondió mientras se alejaba.
- Entonces así te llamas. – Me dije a mí mismo.
Aún quedaba un largo tramo de camino por recorrer hasta mi casa, en el cual sólo pensaba en el nombre de aquel chico.
- ¡Muchacho idiota ¿recién llegas?! – Preguntó mi padre. – Vete a tu cuarto, como siempre lo haces.
Apenas entré a mi cuarto deje mi mochila en el piso, cerré la puerta y me senté en el piso, apoyando así mi espalda contra la pared.
- Odio este lugar, ojalá mi padre estuviera muerto. – Dije en voz baja.
Deslicé mi mano hacia mi bolsillo derecho y extraje la lapicera que se hallaba en el mismo. Empecé a observarla detenidamente y noté que no era mía pero… tenía mi nombre puesto.
- Kim Jong In, ¿Esta lapicera es tuya? – Pregunté mirándola. - ¿Por qué demonios me la dio?
Volví a guardar la lapicera en mi bolsillo para así poder levantarme del piso y descambiarme. Me recosté en mi cama a pensar en por qué ese chico me dio una lapicera que no era mía.
- Idiota. Mañana iré a devolvérsela. – Afirmé. – Pero… ¿cómo sabe mi nombre?