Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

AMOR EN PELIGRO por perliix

[Reviews - 21]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Holis solo me queda decirles que les pido disculpas por no cumplir como acorde de cada viernes... y bueno aqui les dejo el capitulo tres terminado, recien hechecito, solo que estoy batallando mucho con esta pagina en subir D: Q.Q me odia....

 

John no sabia que esperar del apartamento de Sherlock. Estaba seguro de que no parecía a la mansión de sus padres. El Sr. Y Sra. Holmes vivían en una casa de estilo gregoriano, muy elegante y decorado con antigüedades. Estaba rodeada de grandes jardines que incluían una piscina ornamental y un laberinto construido en madera. Se trataba de una mansión tradicional y al mismo tiempo de buen gusto, por no mencionar que era además abrumadoramente lujosa.

 

Pero Sherlock no le interesaban las antigüedades ni la tradición, le gustaba lo ecléctico lo vanguardista. Así que a John no le sorprendió llegar a un edificio de oficinas reconvertido, situado en una zona más comercial que residencial. Y sin embargo….

 

Todo lo que inconscientemente había imaginado, pensó mientras se detenía en medio del salón de la casa de Sherlock, no era desde luego aquello. John se pasó la mano por la nuca. A excepción hecha de la cocina, toda la parte de abajo era una única habitación. Los espacios estaban definidos por los materiales del suelo y por los muebles, no por paredes. La zona del comedor, con suelo de barro para diferenciarlo del resto, en madera, estaba presidida por una inmensa pintura de bufón tocado por un extraño sombrero, vestido de borlas y rodeado de bolas de colores.

 

Un sofá de tono melocotón en forma de “ele” marcaba el área de conversación frente a la chimenea, de construcción moderna. La pared que la acogía era de un azul eléctrico y los sillones que rodeaban el equipo de música y la televisión estaban tapizados en rojo, verde y amarillo. Cerca de la ventana una impresionante talla en madera de una mujer desnuda remataba la escena.

 

 

- Tienes una expresión extraña- Comento Sherlock-. Si no te gusta el sitio culpa a mi hermano Mycroft. El eligió la mayor parte de los muebles.

 

 

John dejo de mirar las cosas de Sherlock para fijarse en el propio Sherlcok. Estaba de pie en medio de todo aquel colorido. Parecía fuera de lugar, con su oscura cabellera y sus ojos de color tan azules como el cielo.

 

 

- Hay una corbata en el candelabro- dijo John.

 

 

- Así que aquí estaba- respondió Sherlock levantando la vista sorprendido.

 

 

John se dio la vuelta para disimular una sonrisa. La decoración era cara y extravagante. Y el desorden, también era extravagante. Había cosas tiradas por todas partes: libros, revistas, periódicos, ropa… un violín. Dos enromes plantas ya muertas. Había componentes de ordenador tirados por encima del cristal de la mesa del comedor, junto a más papeles, un par de calcetines y una gorra que más bien era un sobrero gracioso de detective.

 

John encontró aquel desastre extrañamente tranquilizador, Sherlock siempre le había parecido demasiado perfecto: demasiado atractivo, demasiado rico, demasiado seguro de sí mismo…

 

Aquel apartamento tan desordenado lo hacía más humano. Algo se suavizo dentro de John.

 

 

- Es un desastre, ¿Verdad?- pregunto Sherlock con un suspiro.

 

 

- Bueno…  -comenzó a decir John, tratando de no ser demasiado brusco, aunque finalmente opto por ser sincero-. La verdad es que sí.

 

 

- A mí no me importa el desorden, pero yo sé que a ti te gustan las cosas ordenadas- aseguró el echando un vistazo a su alrededor-. Eso sí, está muy limpio. Por eso no tienes que preocuparte. La Sra. Hudson viene al menos una vez a la semana, es dueña de estos apartamentos y bueno de vez en cuando es muy amable en ayudarme a limpiar todo este desorden. Limpia todo lo que encuentra a su paso. Una vez estuvo a punto de succionarme a mí con la aspiradora mientras estaba durmiendo la siesta.

 

 

Maldito Sherlock. Estaba consiguiendo que volviera a sonreír.

 

 

- ¿Y dónde estala habitación de invitados? – Pregunto John para cambiar de tema-. ¿Aquí abajo o en el piso de arriba?

 

 

- Lo cierto es que no tengo habitación de invitados como tal – confeso el pasándose la mano por la nuca-. La utilizo como despacho.

 

 

- No pensaras que voy a dormir en tu cama… - aseguró John con altanería.

 

 

- Dormirás allí, pero solo… si eso es lo que quieres.

 

 

John decidió no darle importancia a aquel comentario, y no respondió. Simplemente se dio la vuelta y se dirigió a las escaleras.

 

Las habitaciones del piso superior eran más pequeñas que la parte de abajo, pero aun así seguían siendo más grandes que el salón de su antiguo apartamento. Al entrar en el dormitorio Sherlock, lo primero que vio fue la cama. Era muy grande y está sin hacer, con las sabanas arrugadas y las almohadas desordenadas. Se parecía mucho al aspecto que tenía su propia cama una mañana de cinco meses atrás.

¿Había compartido alguien la cama de Sherlock hacia poco?

 

 

- No te preocupes – dijo el con mueca burlona-. La mera visión de una cama no me hará saltar sobre ti.

 

 

- No estaba pensando en eso – murmuro John.

 

 

- Yo creo que sí. Estas recordado la última vez que estuvimos juntos en un dormitorio.

 

 

- No. En absoluto.

 

 

Los recuerdos lo atravesaron. Aquella oleada persistente de calor y deseo. El sabor de su boca. El tacto de sus manos, rápidas y voraces. Y su propio alocado deseo, preparado para satisfacer sus demandas.

 

 

- Pues yo sí. Estoy recordado como sabes cuándo te late el pulso aquí – dijo Sherlock levantando la mano colocándola sobre la base de su propio cuello.

 

 

John repitió de forma involuntaria aquel gesto, pero dejó caer la mano a toda prisa.

 

 

- No tengo interés en vagar por la senda de los recuerdos esta noche. Prefiero darme una ducha y quitármelos todos de encima.

 

 

- ¿Por qué me gustara tanto esa boca tuya, tan fría y sarcástica? – se preguntó el sacudiendo la cabeza-. No tengo ni idea.

 

 

Los labios de Sherlock sonreían, pero no así sus ojos. Tenían una mirada intensa, caliente. John conocía muy bien aquella expresión, que lo tenía ahora tan fascinado como cinco meses atrás.

Y no pudo evitar dar un paso atrás cuando él se le acerco.

 

 

- Toma, tu pijama – dijo el tendiéndole una pijama que hasta aquel momento John no se había dado cuenta que tenía en la mano-. Te he dicho que no saltaría sobre ti, pero si te entran ganas, no dudes en acosarme.

 

 

- Ni en sueños – aseguro John arrancándole la pijama de las manos alejándose de él con toda la dignidad de la que fue capaz.

 

 

 

El agua caliente lo envolvió como un manto cálido. Su cabello olía ahora a shampoo de Sherlock, y John se hundió en aquella reconfortante sensación. Aquel cuarto de baño parecía sacado de alguna de sus más íntimas fantasías. John no tenía más remedio que reconocer que sentía una fascinación especial por las cosas bonitas. Era el “resultado de una infancia de privaciones”, pensó con humor amargo mientras sacaba una pierna por el borde de la bañera llena de espuma. No era algo de lo que estuviera orgulloso, pero lo aceptaba. Las cosas materiales siempre le importarían seguramente más de lo conveniente. Pero también había tenido otro sueño… pero no, aquella era una manera demasiado ampulosa de llamar a su locura. Una loca fantasía, eso era lo que había sido. En su momento, le había parecido algo inofensivo. Llevaba tres años trabajando en la Corporación Holmes, dos de ellos como asistente personal de Sr. Holmes y Sherlock, pero Sherlock nunca le había pedido una cita. John pensó que jamás se la pediría, que el deseo que el sentía se quedaría a salvo y sin satisfacer… hasta aquella noche, cinco meses atrás, cuando los Holmes habían organizado una barbacoa en su casa del lago.

 

El había acudido para que El Sr. Holmes le firmara un contrato urgente, y Sherlock, maldita fuera su inquisidora mirada, se había dado cuenta de que algo no marchaba bien. Echando mano de la primera excusa que se le vino en mente, John dijo que no se encontraba bien. Craso error. El Sr. Holmes no había ni querido oír hablar de que el regresara a su casa conduciendo. Y Sherlock se había ofrecido a llevarlo. Y el, como un soñador idiota, no había protestado con suficiente fuerza…

 

 

 

 

**********************

 

 

 

 

Una noche de Mayo

 

 

 

- ¿Qué te ocurre? – le pregunto Sherlock cuando regresaban a la ciudad por la carretera del lago.

 

 

- Sera un virus, supongo.

 

 

El aire exterior estaba cargado de polvo. A su izquierda, las aguas del Lago Michigan iban torneándose lentamente grises bajo la misteriosa luz crepuscular. También había misterios dentro del coche. Secretos que pesaban sobre John, hundiéndolo, haciéndolo desear estar en cualquier otra parte menos allí al lado de aquel hombre.

 

 

- No sé por qué, pero imaginaba que tendrías un deportivo de dos plazas – comento el estirando las piernas apoyando la cabeza en el respaldo en un intento de relajarse.

 

 

- Cuando siento la necesidad de viajar con las rodillas clavadas en el pecho, me saco un billete de avión de clase turista. No hace falta comprarse un coche para eso.

 

 

Una sonrisa curvo los labios de John. Sherlock sabia como hacerlo sonreír, como enfadarlo, como hacerle sentir todo lo que no quería sentir.

 

 

- Me apostaría lo que fuera a que tú nunca has viajado en clase turista-

 

 

- Pues perderías – aseguro el suavizando la marcha del coche-. No creo que estés enfermo.

 

 

- Tal vez tengas la autoestima tan alta que te creas que me lo e inventado para sacarte de la fiesta y tener una oportunidad contigo – respondió el de inmediato poniéndose tenso.

 

 

- Ojala hubiera sido así – contesto Sherlock con una mueca-. Pero no, has hecho todo lo posible para que no te llevara. Tienes un sentido de la independencia demasiado estricto, Johnny.

 

 

- Me llamo John – corrigió el automáticamente bajando la vista.

 

 

Había algo íntimo en el hecho de viajar con Sherlock en el coche a solas mientras la noche caía sobre la ciudad. Pero aquello era lo último que necesitaba en aquel momento. Le distraía, y tenía que estar pensando en que habría podido hacer el técnico para después poder deshacerlo el, y no en el aspecto de los antebrazos de Sherlock con las mangas de la camisa remangadas.

 

 

- ¿Nervioso por estar a solas conmigo? – le pregunto Sherlock mirándolo de reojo.

 

 

- No seas tonto.

 

 

- Si papá no hubiera estado allí para darte la lata, insistiendo, nunca te habrías subido al coche conmigo.

 

 

- Tu padre no me da la lata. Se porta de maravilla conmigo.

 

 

Y a cambio, él lo había traicionado. Pero, ¿Qué otra cosa podía haber hecho? “¡Oh, Brad!”, pensó, sintiéndose desgraciado por el peso de la culpabilidad y del cariño. Pero encontraría la manera de arreglar las cosas. Aunque tuviera que ir a la oficina todos los fines de semana, las arreglaría.

 

“para los demás”, le susurró una voz interior. Tal vez consiguiera arreglar las cosas para los demás, pero sus propios sueños se habían acabado para siempre. El y Sherlock no habían tenido nunca ninguna posibilidad de futuro. Eran demasiado distintos. A él le gustaba bromear, coquetear, pero había tenido tres años para enamorarse de John, y no lo había hecho.

 

John cerró los ojos, en busca de un descanso que su mente inquieta no iba a permitirle. Sherlock debió pensar que estaba dormido, o tal vez no quería continuar con aquella conversación, pero el caso fue que ninguno de los dos abrió la boca durante al menos quince minutos. Pasado aquel tiempo, Sherlock rompió el silencio.

 

 

- Ya Hemos llegado.

 

 

- ¿Adónde? – pregunto John, estirándose mientras él paraba el coche.

 

 

- A dos manzanas de un restaurante italiano estupendo.

 

 

Sherlock apagó el motor, se bajó del coche y se acercó hasta la puerta del copiloto. John permaneció en su sitio, enfadado.

 

 

- No estoy de humor para un secuestro – aseguro cuando Sherlock abrió la puerta.

 

 

- Esto no es un secuestro. Te estoy llevando a cenar.

 

 

- No recuerdo que nadie me preguntara.

 

 

- Si te lo hubiera preguntado, habrías dicho que no. Escucha, Johnny: no estas enfermo. Lo has puesto como excusa para no hablar de lo que te tiene preocupado. Seguramente, algún problema de hombres. Pero no soy malo escuchando. Tal vez podrías intentar no abarcarlo tu todo, y ver si funciona.

 

 

¡Oh, si desde luego! Sherlock era la persona más indicada en la que confiarse: “Es que unos gángsteres me han obligado a dejarles hacer algo en los ordenadores de la Corporación de tu familia…”

 

 

- No – dijo en voz alta con rotundidad-. Gracias, pero no. Estoy bien.

 

 

- Me lo imaginaba – aseguro Sherlock asintiendo con la cabeza-. Como sé que no vas hacer uso de mis anchos hombros para llorar, he decidido en su lugar darte de comer. Tony hace una lasaña deliciosa.

 

 

Para alarma de John, el temblor que sentía dentro amenazaba con salir al exterior. Se mordió el labio inferior para mantenerlo a raya.

 

 

- Estoy seguro de que conoces muy bien a las mujeres, pero creo que ignoras los efectos terapéuticos de una buena sesión de llanto hacia un hombre.

 

 

- Te olvidas de que tengo un hermano, que a pesar de ser el mayor actúa como nena refinada – respondió Sherlock tomándole de la mano-. Vamos, Johnny. Come. Te sentirás mejor. Y si eres bueno, te pediré un tiramisú de premio.

 

 

 

 *********************************

 

 

 

John se hundió en la bañera al recordar aquel pequeño y abarrotado restaurante, con sus mesitas de madera cubiertas con manteles rojos de cuadros. Compartieron una botella de vino mientras charlaba, discutían y bromeaban. Y él se olvidó de sus preocupaciones, o al menos las dejo de lado, regodeándose en la deliciosa sensación de sentirse feliz a manos llenas, como un niño goloso.

 

Sherlock lo había llevado a casa. Insistió en acompañarlo hasta la puerta de su apartamento. Al llegar al umbral, lo había besado… y todos aquellos sueños, aquellos sueños locos e irrealizables cobraron vida al mismo tiempo que su cuerpo.

 

John recordó la mirada que tenían los ojos de Sherlock cuando este levanto la cabeza. Las sensaciones que le habían atravesado cuando él le acaricio el cabello. Y recordaba claramente lo que le había dicho.

 

 

- Quiero entrar, John. Quiero estar contigo. Pero tenemos que ser muy claros el uno con el otro – susurro Sherlock repasando el dedo pulgar desde el cabello hasta la mandíbula-. No nos hagamos ilusiones más allá de esta noche.

 

 

Él lo dejo entrar. Aunque hubiera matado sus secretas esperanzas, lo dejo entrar, porque quería vivir aquella pasión para luego recordarla.

 

Sherlock se había comportado como un amante tierno y a la vez apasionado. Y se había marchado antes del alba. John fingió dormir mientras el buscaba su ropa en la oscuridad. Siguió fingiendo incluso cuando se inclinó sobre él y le rozo la mejilla con los labios, porque tenía miedo de que ambos se sintieran avergonzados si John hacia algún movimiento que delatara que era consciente de que se estaba marchando.

 

Nada de ilusiones. Sherlock quería estar con él, pero una vez había sido suficiente para él.

 

John exhalo un suspiro y se incorporó para hacerse con una de las toallas. Al menos, Sherlock le había dejado una nota. John la había quemado después.

 

Aquella inmensa toalla olía a Sherlock. John compuso una mueca y comenzó a secarse con energía para no darle ninguna oportunidad a sus excitadas hormonas. Desde la noche en que se había metido en la cama con él tan fácilmente, había hecho un buen trabajo apartando de sí aquellos estúpidos sueños. De hecho, ya apenas le quedaban sueños.

Notas finales:

Espero les haya gustado y no olviden dejar sus comentarios (no recuerdo como se les dice) xD y bueno por mientras contestare los anteriores que me han dejado :3 ♥

 

Hasta pronto :* 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).