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AMOR EN PELIGRO por perliix

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Notas del capitulo:

Bueno aqui les traigo el cap. dos, se que dije que el viernes pero quize adelantarles un poquito mas :)

por que yo se que se quedaron con la intriga ¬w¬ ....

 

PD: Aclaro que este fic esta basado en una novela que lei y me encanto, solo que le estoy modificando muchisimas cosas, espero les guste :3 y pues esa es la razon por la que no puedo poner omegaverse por que aun no entiendo como escribirlo, redactarlo y explicar cada cosa... espero de igual forma les guste como va siendo escrito. Bueno los dejo leer y no olviden que estoy abierta a criticas constructivas.

 

Saludos.

 

 

 

 

-¿te has vuelto loco? – le espeto John mientras lo sacaba por la puerta -. ¡Acabas de darle un puñetazo a mi jefe! –

 

 

-Algo me dice que ha dejado de ser tu jefe. –

 

 

La oscuridad había caído por completo en el exterior, que se había poblado de seré de la noche, las faldas de las mujeres eran más cortas que por la tarde y tenían los labios pintados de rojo brillante, mientras los hombres traían playeras ajustadas a su cuerpo y pantalones llamativos y demasiado pegados, así podían atraer a algunos hombres también. Nadie parecía darle importancia al hombre del abrigo de lana que se abría paso por la acera a través de ellos, ni el modo en que arrastraba a su víctima consigo.

John trato de razonar de nuevo con Sherlock.

 

 

-Hace frío. Mi abrigo…. Mis cosas…. Tienes que dejarme que recoja mis cosas.

 

 

Especialmente la mochila. No podía perderla.

 

 

-Tengo el coche aquí al lado. Y la calefacción funciona.

 

 

-¡No puedes arrastrarme de este modo! ¡Es…… Ilegal!

 

 

-¿Ah, sí? – pregunto Sherlock deteniéndose tan bruscamente que John estuvo a punto de caer sobre él.

 

 

John detuvo la caída apoyando la mano libre sobre su torso, evitando chocar contra él, cuerpo con cuerpo. Tenía el pecho duro, igual que su mirada. Y la curva sarcástica de sus labios no era una sonrisa. John recordó la sensación de aquella boca sobre la suya y se apartó con brusquedad.

 

 

-Si crees que estoy haciendo algo ilegal, deberías gritar para alertar a algún policía- dijo Sherlock.

 

 

El gesto de su boca se transformó en una sonrisa de desprecio al ver que él no respondía.

 

 

-Me lo imaginaba. Vamos.

 

 

John no sabría explicar cómo se las arreglaba Sherlock para encontrar siempre un sitio para aparcar justo donde lo necesitaba. Pero era típico  de aquel hombre. Tenía suerte, aura, estrella, o como se quisiera llamar. Sherlock lo tenía todo, desde riqueza hasta atractivo físico, pasando por una carrera profesional brillante y una familia que lo quería. Debería haber sido un niño mimado, un imbécil. Pero no lo era, era un hombre fascinante. Con personalidad, poco convencional y generoso. Aquella perfección era tal vez el riesgo más irritante de su personalidad.

John comprobó al llegar al coche que seguía conversando el colgante que una vez le dio para que colgara en el espejo retrovisor, pero lo que le sorprendió fue el propio coche. No era del tipo de los que se suponía que debería conducir Sherlock Holmes. Le pegaba llevar un deportivo rápido y peligroso, y no aquel coche familiar color azul marino.

Aquel era el segundo rasgo más irritante de Sherlock: nunca hacia lo que uno esperaba que fuera a hacer.

 

 

-Entra- Ordeno él tras abrir la puerta con el mando.

 

 

John exhalo un suspiro y así lo hizo. No tenía sentido seguir discutiendo. Sherlock ya había conseguido que lo despidieran, así que ya le quedaba poco que perder. Tal vez lo mejor sería enfrentarse a aquello de una vez, aunque sabía que no iba a resultar agradable. Él se colocó tras el volante, cerró la puerta de golpe y encendió el motor. Luego se quitó el abrigo con cierta dificultad y se lo paso a John sin decir una palabra. Él lo doblo sobre su regazo como si fuera una manta. Pronto comenzó a entrar en calor.

 

 

-Es mío, ¿verdad?. Pregunto el en voz baja.

 

 

No estaba hablando del abrigo. John cerró los ojos, pero aquel intento de evasión no funciono. Sherlock estaba allí le estaba preguntando, y el tenía que enfrentarse tanto a él como a los hechos.

 

 

-Sí. –

 

 

Sherlock golpeo el centro del volante con tanta fuerza que el dio un respingo.

 

 

-¿No te has parado a pensar en algún momento que a mí me hubiera gustado saberlo? ¿Qué tengo derecho a saberlo?

 

 

-Iba a contártelo en..... En cuanto pudiera.

 

 

-¿Y cuándo iba a ser eso? ¿Pensabas mandarme una postal cuando mi hijo se graduara? ¿Tal vez para pedirme dinero para enviarlo a la universidad?

 

 

John bajo los ojos. Tenía las manos muy juntas bajo el abrigo.

 

 

-A lo mejor es una niña- murmuro.

 

 

-¿Qué dices?

 

 

-Que puede que sea tu hija la que se gradué- respondió el levantando la cabeza-. Tu hija, y no tu hijo.

 

 

-Niño, niña… ¿Qué importa eso? El caso es que estas esperando un hijo mío. Y no se te ocurre otra cosa que huir, buscarte un trabajo mal pagado en el que tienes que pasarte las horas de pie y regresar a casa de noche cerrada. Y en este barrio.

 

 

John curvo los labios con amargura. El había crecido en barrios como aquel.

 

 

-Puedo cuidar de mí mismo.

 

 

-Sí, no hay más que verlo, teniendo en cuenta que la mafia te persigue para matarte,

 

 

El trago saliva y respondió.

 

 

-Desde luego, no se puede decir que te haya salido muy bien las cosas- aseguro Sherlock apoyándose contra la puerta para verlo mejor-. Traicionar a mi padre debería haberte reportado grandes beneficios, y sin embargo has acabado en el escalón más bajo de la cadena alimenticia- continuo sacudiendo la cabeza con mofa-. En el futuro deberías ser más selectivo con tus socios.

 

 

-Las cosas no son así- respondió John con voz baja.

 

 

-¿Ah no? ¿Quieres decirme como son, entonces?

 

 

John sentía que los labios le temblaban. Había imaginado que aquello iba a resultarle difícil, pero nunca hubiera supuesto que tanto, no contaba con que Sherlock diera por seguro que lo había hecho por dinero.

 

 

-Se lo conté a la policía. Por eso le han puesto precio a mi cabeza.

 

 

Sherlock soltó un suspiro y, durante un largo momento no pronuncio palabra.

 

 

-Dix me dijo que alguien estuvo a punto de atropellarte esta tarde-. Dijo finalmente revolviéndose el cabello con la mano.

 

 

-¿Hablas del hombre de gorra y pircings? Ya entiendo. Fue el quien te llamo. Trabaja para ti….

 

 

-Dix es un amigo, pero sí, me ha estado ayudando a encontrarte- respondió Sherlock endureciendo los músculos de la mandíbula-. Llevo meses buscándote.

 

 

-Ya claro- contesto el poniendo los ojos en blanco-. Me has buscado mucho.

 

 

-Te llame. Pero no me respondiste.

 

 

-¿Cómo he podido olvidarlo? Un mes después de bajarte de mi cama, se te ocurre reaparecer dejándome un mensaje en el contestador.

 

 

-Estaba fuera de la ciudad. Sabías que tenía que macharme a la mañana siguiente ¡Y, maldita sea, deje muchos mensajes, no solo uno!

 

 

Aquello era cierto. Había llamado tres veces. Era muy poco, y demasiado tarde.

 

 

-Si de verdad hubieras querido hablar conmigo, sabias de sobra donde estaba. Al menos hasta el mes pasado.

 

 

-Así es- respondió Sherlock con voz amarga-. Estabas en el despacho de mi padre fingiendo ser nuestro leal asistente mientras lo vendías a los Magnussen.

 

 

-Ósea, que soy una basura- aseguro el mirándolo de frente, dispuesto a no llorar-. Pero tú ya habrás decidido que yo no valía la pena mucho antes de que averiguaras lo que había hecho.

 

 

-No fue así- respondió Sherlock desviando la mirada.

 

 

De acuerdo John no quería escuchar la versión del “lo siento, no eres mi tipo”. Que el habría preparado para explicarse. John sabía de sobra que no tenía nada en común aparte de una misma revolución hormonal. Lo había sabido desde el principio. Y aun así, había hecho el idiota con él. John trato de relajarse aspirando con fuerza el aire, pero no funciono,

 

 

-¿Cómo me has encontrado?

 

 

-Utilizaste el número de seguridad social de tu madre en esa cafetería de la que acabo de rescatarte.

 

 

-¿Rescatarme? ¿Es así como lo llamas?- le espeto el colocando mejor el abrigo sobre su regazo-. ¿Y cómo supiste que numero había utilizado?

 

 

-Dix puede encontrar casi cualquier cosa que este en el archivo de un ordenador- aseguro Sherlock encogiéndose de hombros-. Es un “hacker” de los mejores. Descubrió que se habían registrado movimientos en la seguridad social de tu madre, algo realmente sorprendente teniendo en cuenta que murió hace nueve años.

 

 

Si Sherlock había sido capaz de encontrarlo de aquel modo, otros también podían hacerlo. De pronto, John volvió a sentir frio.

 

 

-Tal vez sería mejor que no regresará a mi apartamento.

 

 

-Felicidades. Es la primera cosa sensata que te oigo decir esta noche.

 

 

Pero ¿Dónde podía ir? Solo tenía algo de dinero suelto en la cartera, el resto estaba en su mochila, en el “Agujero la pared”. Tenía que regresar allí y recuperarla, aunque no fuera a ir muy lejos con doscientos trece dólares.

Cielo santo. Era prácticamente un vagabundo. Sabía lo que tenía que hacer, pero detesto tener que hacerlo. Lo detestaba.

 

 

-No me gusta pedirte esto- comenzó a decir con voz entrecortada-. Pero ¿puedes dejarme algo de dinero? No tengo suficiente para buscar otro sitio en el que quedarme.

 

 

Sherlock nunca pensó que llegaría a estar tan enfadado. Ni tan asustado. No le gustaba ningún de los dos sentimientos, pero sobre todo odiaba aquella sensación fría que se le clavaba en el pecho cuando pensaba en lo cerca que había estado John de ser atropellado aquella tarde.

 

 

-No, no voy a dejarte ningún dinero- contesto de pronto poniendo el coche en movimiento.

 

 

-¿Qué estás haciendo?- pregunto John con voz temblorosa.

 

 

-Siempre he pensado que eras muy inteligente. Adivínalo. Y ponte el cinturón de seguridad- concluyo mirándolo de reojo por si pretendía abrir la puerta del coche en marcha.

 

 

-Sherlock, tengo que recuperar mi mochila antes de que me la roben- susurro él.

 

 

John pronuncio aquellas palabras con el tono de voz equilibrado y razonable que siempre provocaba en Sherlock deseos de  desabrocharle algo. En aquel momento no tenían ningún botón a la vista, pero solía llevar a trabajar primorosas camisas de sedas abrochadas hasta el cuello, pensando sin duda que así mantendría a los hombres con los que trabajaba apartados de la posibilidad de convertirse en bestias salvajes.

Pues bien se equivocaba. Las camisas recatadas de John solo habían servido para hacerle caer en la cuenta de cómo la seda resbalaba por su torso y se ajustaba a su pequeño y delicioso cuerpo, cuyo sabor y textura el conocía.

 

 

-Olvídate de la mochila- dijo Sherlock sacudiendo la cabeza para intentar apartar los recuerdos- Te comprare otra.

 

 

-No quiero que me compres nada. Quiero mi mochila.

 

 

-Escucha, Johnny alguien ha intentado matarte cuando ibas a tu trabajo- respondió el deteniéndose en un semáforo en rojo-. No puedes volver allí.

 

 

-No me llames Johnny.

 

 

Sherlock se dio cuenta de que aquella respuesta le había salido del alma, del mismo modo que a él le había surgido llamarlo con aquel apodo ¿Cuántas veces le había llamado así en los dos últimos años, el tiempo que llevaba trabajado como asistente de su padre y él?

También lo había llamado Johnny cuando había alcanzado el éxtasis dentro de él.

 

 

-De acuerdo “John” – respondió Sherlock recalcando el nombre-. Ponte el cinturón de seguridad. No es seguro para él bebé viajar sin el puesto, y además, no quiero que hagas ningún amago de escaparte. Y no insistas: No pienso llevarte al “Agujero en la pared”.

 

 

-Si estás pensando en llevarme a la policía, te ruego que no lo hagas. La otra vez me dispararon justo cuando salía de la comisaria tras prestar declaración. Creo que alguien del departamento les dio el soplo. No quiero ir a ninguna casa protegida, porque no creo que estuviera a salvo.

 

 

-En eso estamos de acuerdo. Y ahora ponte el cinturón. Aún queda un trecho hasta Bucktown. Allí está mi apartamento.

 

 

-¿Tu qué? Ni hablar- respondió John sacudiendo la cabeza-. No pienso ir a tu apartamento.

 

 

-No tienes elección. Y Dios sabe que yo tampoco- contesto Sherlock exhalando un hondo suspiro-. Estas esperando un hijo mío. Nos casaremos.

 

 

-Eso no tiene gracia.

 

 

-¿Crees que estoy bromeando?- pregunto el tras soltar una breve carcajada que más bien parecía un ladrido-. Espero que no tengas en mente que será una gran boda por todo lo alto, porque no va a ser posible. Podíamos mandarle una invitación al francotirador sin darnos cuenta. Hasta ahora ha tenido mala suerte, pero no podemos confiar en que siga de tan mala racha.

 

 

John parecía paralizado, y no precisamente de alegría. Pero al menos no estaba intentando saltar del coche.

 

 

-¿No tienes ningún comentario que hacer? Bien. Nos haremos las pruebas de sangre mañana por la mañana.

 

 

-Tu no quieres casarte conmigo- le espeto el-. Tú no quieres casarte con nadie. Si esto es un gesto de nobleza por tu parte, pues ya lo has intentando. Te libero.

 

 

-Quiero a mi hijo.

 

 

-Y yo quiero que tu formes parte de la vida del niño- aseguro John cerrando los ojos e inclinando la cabeza hacia adelante- no hace falta que te cases conmigo para eso.

 

 

-No quiero pasar con el algún día de semana que otro. Quiero a mi hijo entero: los biberones de las tres de la mañana, el cambio de pañales, las funciones del colegio y los exámenes de ingreso de la universidad- aseguro Sherlock sacudiendo la cabeza-. Es extraño, ¿verdad? Nunca pensé que me sentiría de este modo, así que no puedo culparte por estar sorprendido. Pero así son las cosas. Quiero ser un padre a tiempo completo. Tenemos que casarnos.

 

 

-Y si me niego a casarme contigo ¿Qué harías?-  pregunto John pasándose la mano por el cuello- ¿intentaras llevarte al niño lejosde mí?

 

 

-¿Qué clase de monstro crees que soy? – inquirió el mirándolo con irritación-. Lo último que dese es una batalla por la custodia. Por eso me estoy declarando. Tú me necesitas.

 

 

-Yo no necesito a nadie. Y tú no me quieres. Quiero decir, que no quieres casarte conmigo.

 

 

-En eso tienes razón- confeso el arqueando una ceja-. No quiero casarme. Pero no me han educado para evadir mis responsabilidades. Si lo que te preocupa es la parte sexual, no te apures. En ese sentido podemos arreglárnoslas bien.

 

 

-Supongo que para ti no es condición indispensable que te guste un hombre o una mujer para irte a la cama con ellos- respondió John con gesto sorprendido-. Pero yo soy un poco más exigente no me casare con un hombre que me desprecia.

 

 

-Tanto si te gusta como si no, ahora mismo me necesitas. Estas huyendo de una pandilla de matones y no tienes los recursos necesarios para hacerlo. Si yo he podido encontrarte en ese restaurante, ellos también pueden.

 

 

John se mordió el labio inferior. Fue solo un pequeño signo de que estaba nervioso, pero al menos indicaba que estaba consiguiendo acercarse a él.

Sherlock cambio sutilmente de táctica. Le dejaría creer a John que le había arrancado un compromiso.

 

 

-Mira: No tienes que decidir todavía si te casas conmigo o no. Solo quédate en mi casa. Déjame protegerte. No pongas a mi hijo en peligro por culpa del orgullo.

 

 

Se hizo el silencio durante unos largos minutos.

 

 

-De acuerdo- dijo John bruscamente- no me casare contigo pero me quedare por ahora en tu apartamento.

 

 

Aquello era más de lo que hubiera esperado conseguir de él en tan poco tiempo. Sherlock frunció el ceño, dándole vueltas la cabeza sobre la capitulación de John. Tal vez estaba más asustado de lo que admitía. Pero sería inútil preguntárselo. Si alguien colocaba a John en una jaula llena de tigres, el seguiría diciendo que se encontraba perfectamente. Aunque tal vez tuviera algún plan en mente. Algo maquiavélico.

Sherlock consideraba así mismo un hombre sencillo los rompecabezas solo le gustaba en el ordenador. Trabajaba duro porque le gustaba su trabajo y también, para que negarlo porque llevaba en las venas la ambición de los Holmes. Pero en lo que se refiere a su vida personal, le gustaba las cosas sencillas.

Entonces, ¿cómo era posible que hubiera acabado teniendo una relación tan complicada con un hombre tan complejo?

La culpa la tenía, por supuesto, su cuerpo.

Sherlock lo miro de reojo. Era un cuerpo realmente magnifico, no es precisamente un gran cuerpo, pero igual era perfecto y tenía algo que a Sherlock lo volvía loco. Y era estupendo gastarle bromas a John. Siempre mordía el anzuelo, pero nunca de la manera en que el esperaba. También sabía devolverlas. Pero si su cuerpo y las bromas habían contribuido al interés inicial de Sherlock, no bastaban para explicar que se lo hubiera llevado a la cama en cuanto tuvo la primera oportunidad, sabiendo como sabía que John era una fuente de complicaciones.

Pero lo tenía fascinado. Era encantador y al mismo tiempo misterioso. Mantenía su vida privada fuera del alcance de las miradas ajenas. Y a pesar de sus reservas Sherlock creía conocerlo. No lo sabía todo sobre él, aunque si lo suficiente como para que le gustara, como para confiar en él sus propio padre había confiado en él, y el Sr. Holmes raramente se equivocaba en ese tipo de cosas.

¿Por qué lo había hecho John? ¿Por qué había traicionado la confianza de su padre?

Sherlock no entendí nada, las pasadas navidades, Mycroft, su hermano mayor había sorprendido a toda la familia, incluido él mismo, había confesando a la familia que mantenía una relación sentimental con el hombre que estuvo a cargo de su caso por supuesto atentado hacia Mycroft, el agente Greg Lestrade. El Sr. Holmes habia contratado al agente y un detective privado para no poner más en peligro a su familia e investigaran sobre el atentado que sufrio su hijo, pero jamás se supo del paradero del asesino, solo dieron con la idea de que podría tratarse de un profesional, y estaba relacionado con el puesto de Mycroft en la Corporación de su familia y ser alto funcionario en el gobierno.

En el mes de Mayo, los ordenadores de la Corporación Holmes habían sufrido un gran debacle. Aquello no fue una sorpresa. Sherlock llevaba dos años urgiendo a su padre para que renovara el sistema informático. En aquellos momentos, Sherlock estaba involucrado en un gran proyecto de investigación y le había resultado imposible hacerse cargo de otro trabajo. John había sugerido el nombre de un técnico familiarizado con el programa utilizando en la Corporación, y parecía haber arreglado el sistema fácilmente. No había razón para sospechar que hubiera relación entre la avería informática y el intento de asesinato de Mycroft. No la hubo hasta el más anterior. Fue entonces cuando apareció una conexión: Un hombre muerto.

Alguien había asesinado al detective privado que investigaba los problemas de los Holmes. Su cadáver apareció en un callejón detrás de las oficinas del técnico informático que habría arreglado el sistema de la Corporación Holmes tras la avería. Y, poco antes de morir, el detective privado había llamado al Sr. Holmes para sugerirle que revisara todo el sistema informático.

El técnico había desparecido.

John era el nexo de unión entre el técnico y la Corporación Holmes, y la policía lo había llamado para interrogarlo. Y cuando salía de la comisaria, alguien había estado a punto de meterle una bala entre los ojos.

Después de eso el había vuelto a hablar y luego desapareció. Sherlock ni por ser lo suficientemente inteligente había podido averiguar mucho sobre lo que John le había contado a la policía, el cuerpo había guardado un silencio casi absoluto respecto al tema. Solo se supo que  la madre de un amigo de John de la secundaria había convencido de algún modo a John para que llamara a aquel técnico en concreto.

Pero la madre del amigo de John estaba relacionada con la familia Magnussen, una banda mafiosa.

Y ahora, habían puesto precio a la cabeza de John.

Al conocer todo aquello, Sherlock había cancelado su siguiente trabajo, termino el que estaba haciendo y regreso a casa tan pronto como le fue posible. Desde entonces, estaba tratando de averiguar que había hecho aquel técnico con el sistema informático de la Corporación Holmes, pero sin dejar de buscar a John.

Sherlock le echó un vistazo al hombre que tenía a lado. Estaba mirando a través de la ventanilla del coche, como si hubiera olvidado de su existencia. Llevaba mucho tiempo callado.

 

 

-¿Se mueve?- pregunto Sherlock con brusquedad.

 

 

-¿Cómo? – dijo John volviéndose hacia él, como si regresara de un lugar muy lejano.

 

 

-El bebé. ¿Lo has sentido moverse alguna vez?

 

 

John se llevó las manos al vientre, como si tuviera una abultada barriga, en lugar de una leve redondez. Una sonrisa ilumino su rostro, modificándolo, haciéndole parecer más dulce de lo que Sherlock lo había visto nunca.

 

 

-Sí. Ahora está dormido, o dormida, creo, pero siento sus movimientos desde hace más o menos un mes. Es algo… - se interrumpió John sacudiendo la cabeza maravillado-. No sé cómo explicarlo.

 

 

-¿Pero es una sensación agradable? ¿Duele?

 

 

-Pues…. Es maravilloso no lo niego, pero aun no me termino de asimilar esto ya que no tenía en cuenta que era del tipo de gestar-. Respondió el con expresión tímida y un leve sonrojo.

 

 

-¿Me avisaras la próxima vez que se mueva? Me gustaría sentirlo yo también de alguna manera.

 

 

-Bueno – contesto John ruborizándose e inclinado la cabeza, como si hubiera pedido algo tremendamente íntimo.

 

 

-Gracias.

 

 

El asintió con la cabeza y volvió a quedarse callado.

 

 

Sherlock sabía que John no iba a ponerle las cosas fáciles. Seguramente no podía evitarlo: era un hombre difícil. ´pero él también tenía algunas dificultades en mentes preparadas para John. John no quería casarse con él, pero tendría que hacerlo. Por su propio bien, por el de Sherlock, y, sobre todo, por el bien de la vida que crecía en su interior. Así que lo persuadiría. Sherlock sabía como hacerlo.

 

 

Tendría que seducirlo.

Notas finales:

Bueno no se si haya sido corto o largo, pero espero les haya gustado ;) .... Gracias por tomarse el tiempo para leerlo :3

 

See you later!!! en el siguiente cap. ;) ♥


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