Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Nictofobia por XingJing

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola, sólo para aclarar voy a hacer variaciones de narrador dependiendo del capítulo, espero no les molestes. Gracias por leer.

Lo mejor que me había pasado desde que llegué aquí fue verte en esa parada, o al menos es lo que pensé en ese momento.

No hace mucho que me mudé a Guadalajara. Fue el verano en el que pasé del tercero de secundaria a la preparatoria y la verdad no tenía la más mínima ilusión.

Es una ciudad de mierda, demasiado grande y hace demasiado calor, no quería creerlo cuando me dijeron que llegaban a los 50 grados en el verano, hombre, eso tiene que ser un crimen, me dije aunque fuera cierto.

En mi antigua ciudad, Pequeño Valladolid, el clima es infinitamente más frío, hay muchos pinos y el paisaje es bonito. El problema es que todo el mundo vive como en una granja. No estoy seguro si puedes considerarlo un pueblo o una ciudad. Es decir, había dos cines, supongo que eso tiene que significar algo, la diferencia es que aquí en Guadalajara hay como cincuenta. Realmente esta sí es una gran ciudad.

Pero no por eso quería mudarme.

Allá en Valladolid tenía alguno que otro amigo, y digamos que mi vida ya estaba establecida. Pero aquí tenía que empezar de cero, lo único que creí una ventaja era que, al ser tan grande y la gente tan abierta, posiblemente no tuviera el mismo tipo de problemas por ser gay.

En mi otra ciudad había vivido desde siempre, y desde siempre tuve conflictos por las ocasionales veces en que se me escapaban las amaneraciones. No son tan frecuentes pero a veces no me doy cuenta, y en Pequeño Valladolid eso significaba una sentencia de muerte social.

Al mudarme pensé que la cosa podía ser diferente, pero igual no deseaba tener expectativas muy altas. No importaba donde estuviera, todo parecía estar en una gama permanente de grises. La vida en general no me daba mucha ilusión.

Hasta el día en que, saliendo de la escuela, decidí tomar otro camino.

En Guadalajara ingrese en el Tecnology and Economics Institute, un colegio para hijos de padres ricos que pueden pagar 10 mil varos al mes, y que seguramente después  compraran una plaza a sus hijos en alguna universidad el doble de cara. Empecé a llevarme con algunas chicas de la escuela, no me desagradan pero un par de ellas se me figuraron demasiado superficiales. Lo bueno es que nadie me molestaba realmente. Edna me dijo que para llegar al estacionamiento del colegio era más rápido rodear la cuadra, la ignoré una semana hasta que por fin me convenció.

-Yo no sé por qué insistes tanto en tomar ese camino, te digo que el otro es mejor.

-Ya pues, hoy me voy por allá, ¿feliz?

Así que lo hice, y cuando daba vuelta en la esquina un auto lo hacía en sentido contrario. Tenía la música muy alta así que me paré para ver quién era, un tipo vulgar sin gracia alguna como me esperaba. Vi de reojo que alguien, del otro lado, me observaba, era otro tipo que estaba sentado en la parada de camión. Tenía una gorra negra y el uniforme de las escuelas públicas. ¿Por qué carajo me estaba viendo? Seguro notó que traía ropa de colegio de ricos y ya estaba planeando como robarme el celular. Ah mierda, ¿para qué tenía que haberle hecho caso a Edna y pasearme por esa calle? Es lo que ocurre en estas malditas ciudades grandes, hay crímenes en todos lados, me dije.

Le regresé la mirada sin saber si hacerme el valiente iba a intimidarlo (o al menos mi altura lo haría) y entonces me cayó la sorpresa como un balde de agua fría.

Lawrence Tena.

Ahhh, mierda, eras tú, Lawrence Tena.

Estuve a punto de hablarte cuando de repente te pusiste de pie y rápidamente subiste al camión de la ruta 108.

Me quedé parado sin saber qué hacer, sólo observando cómo te alejabas por el boulevard. Definitivamente mañana vendría por este camino, tenía que hablar contigo y sabía que aquella noche no dormiría pensando y rogando que por favor estuvieras ahí al día siguiente.

Para mi suerte así fue, pero las cosas no resultaron como tenía planeado.

-¿Tu nombre es Lawrence, verdad?

Era martes 7 de septiembre, estabas sentado en el mismo lugar del día anterior, tenías la mochila en la mano y la gorra negra con la visera hacia adelante. El sol estaba fuerte así que no me sorprendió que usaras una gorra, lo que no entendía era porque ocultabas el cabello en ella. Lo poco que alcanzaba a ver me hizo sospechar que lo llevabas largo, je, ¿siempre te gustó así, no? Estaba tan emocionado que apenas podía respirar.

-¿Para qué quieres saber? –mierda, ¿por qué me veías de esa manera?

-¿No te acuerdas de mí? Soy Esteban

-¿Se supone que debería acordarme? –tenías los mismo ojos negros y rasgados, pero en ellos había una mirada tan fría que me hiciste tragar saliva, me observabas como si fuera una mosca que te estuviera fastidiando. Hombre, si yo no te estaba haciendo nada más que hablarte.

-¿Lo dices enserio?

-¿Qué cosa? –seguías con la misma actitud de desprecio y al parecer sin ninguna intención de levantarte a hablar conmigo.

-Es imposible que no te acuerdes de mí.

-¿Según quién? –algo en ti pareció dudar, sólo habían pasado tres años, la gente no olvida así de rápido a las personas, no tenía sentido.

-No lo entiendo… -no te pregunté y me senté a tu lado, tú te hiciste hacia atrás como si estuvieras asustado, pero luego me di cuenta que sólo era indignación.

-¿Quién carajo te dijo que te podías sentar?

Vale, esto realmente se estaba tornando incómodo

-Este… mira, no te quiero molestar ni nada, es sólo que pensé que…

-Que pensaste una mierda, lárgate -entonces fui yo quien se indignó. Únicamente quería hablar contigo y me estabas mandando al diablo como si te hubiera insultado. La ilusión original que me dio el verte se había esfumado por completo.

-Mira, no tengo por qué darte explicaciones, puedo sentarme donde me venga en gana.

Tal vez ni siquiera eras tú, tal vez te había confundido y estaba poniéndome en ridículo ante un extraño. Pero recordé la manera en que me miraste el día anterior y supe que sí me habías reconocido. Sabías quien era pero por alguna extraña razón fingías que no, eso sólo me puso de peor humor.

-No vengas a decirme lo que puedes o no hacer, quiero que me dejes en paz, ¿está claro?

-Eres de Pequeño Valladolid –comencé a decir mientras te miraba con el ceño fruncido, tú volviste a retroceder, fue entonces que sospeché que acostumbrabas estar a la defensiva. Alrededor de nosotros la gente de la parada nos miraba con curiosidad-, tu tía se llama Katia y fuiste a la primaria Libertatis, ¿o me equivoco?

Te quedaste callado, observándome con una expresión que no supe descifrar.

-¿Qué es lo que quieres?

-Hablar.

-Pues ya estamos en eso, ¿no te das cuenta? –sonreí. Tú pusiste los ojos en blanco y volteaste la cara hacia adelante. Los autos pasaban y yo comencé a desear que tu camión no estuviera cerca todavía, la emoción estaba volviendo a invadirme y el montón de preguntas que quería hacerte regresaron a llenar mi cabeza. No sabía cuál de todas decir primero.

-¿Por qué te mudaste?

-Mi tía consiguió un mejor trabajo –ni siquiera volteabas a verme pero no me molestó demasiado.

-¿Y por qué no me dijiste nada? –trataba de no sonar demasiado dolido. Había pasado hace tres años, éramos aún niños y no tenía por qué ser tan importante, o al menos traté de convencerme de eso.

-¿Por qué tendría que haberlo hecho?

-Hmm, no sé, tal vez porque éramos amigos.

Seguías sin mirarme, pero noté que movías las manos con nerviosismo y pensé que quizá sí estabas arrepentido de lo que pasó, aunque también era posible que sólo fueran conjeturas mías y no te importaba en absoluto.

-Tú lo dijiste, “éramos”.

Me dolió.

Te miré con toda la atención de la que fui capaz, tratando de captar algo que me dijera que no lo decías enserio. Pero no había nada en tu expresión que me diera esperanza, yo ya ni siquiera tenía ánimos para sentirme resentido. Agaché la mirada y me levanté del asiento.

-Vale, te dejo en paz –iba a marcharme pero quise agregar algo para no verme como si hubiera perdido-, pero lo mínimo que podrías hacer es tener la educación de no fingir que me olvidaste.

Me acomodé la mochila al hombro y estuve a punto de irme cuando capté en tu mirada algo nuevo,  parecido a la preocupación. Iba a dejarte así por puro orgullo pero la curiosidad me ganó.

-¿Qué tienes? –te pregunté, tú frunciste el ceño y esquivaste mi mirada.

-Que no es mentira.

-¿Mentira? –no quería sonar demasiado consternado, me habías tratado tan mal que no sentía que merecieras mi interés, pero no podía evitar ver que habías bajado la guardia.

Miraste hacia ambos lados, parecía como si te estuviera obligando a decir algo que no querías, sospeché que te preocupaba que escuchara el montón de gente a nuestro alrededor, pues ninguno de esos entrometidos había dejado de prestar atención a nuestra plática. Volví a sentarme a tu lado para ver si hablarías en voz más baja.

Tragaste saliva, seguramente nervioso, pero todo sobre tu persona me decía que no querías verte débil, no entendía por qué pero parecía que no querías hablar porque ibas a decir algo que te avergonzaba. Mi curiosidad aumentó.

-Sí, de verdad no me acuerdo de ti.

Joder ¿seguías con el cuento ese? Ahora fui yo quien puso los ojos en blanco. Me levanté por segunda vez, enojado, y antes de que me fuera para definitivamente no volver a pasar por ahí noté que tu estado a la defensiva había desaparecido.  Mirabas el suelo con una actitud de decepción que me intrigó enserio.

-Es imposible que no te acuerdes –hablé, más para buscar una confirmación de tu parte.

-Cree lo que quieras –dijiste, claramente retomando la actitud arrogante quizá porque no había caído en lo que afirmabas. Te paraste y subiste al autobús que acababa de llegar sin volver a mirarme y, exactamente igual que el día anterior, me quedé viendo cómo desaparecías dejándome aún con más dudas que antes.

Sí, definitivamente tenía que volver a verte.

Ese día me fui a mi casa nuevamente sin poder dejar de pensar en ti. Llegue a mi cerrada, puse la tarjeta de pase en el escáner y entré, tenía que estirarme un poco de la ventanilla del vehículo para poder alcanzar el lector. Las puertas eléctricas se abrieron ante mí y pasé, no prestando realmente atención a lo que ocurría, casi atropello al perro de un vecino que había corrido a ladrarle a mi auto. Odio los animales.

Pero recordé que a ti te gustaban los perros.

-¡Ah, mierda!

No dejaban de llegar pensamientos a mi cabeza que tuvieran que ver contigo, era increíble, parecía como obsesionado. Hacía mucho que no te veía pero no era motivo para comportarme así, seguramente yo no te interesaba para nada, es decir, habíamos sido amigos en la primaria y nadie en su sano juicio se toma enserio las amistades que surgen en esa época. Tenía que pensar con lógica y hacerme a la idea de que, en el mejor de los casos, lo único que pasaría sería que me aclararías esas dudas que me habían estado carcomiendo los últimos tres años.

Abrí la puerta principal de mi ridículamente enorme casa y subí las escaleras de mármol en dirección a mi cuarto, cuando entré sólo pude arrojarme a la cama y pensar en lo que había ocurrido.

¿Por qué reaccionaste así? ¿Te había hecho yo algo malo? No tenía ninguna memoria de que la última vez que te había visto hubiéramos quedado en malos términos, así que no encontraba explicación para tu actitud de vete-a-la-mierda. Y también, ¿para qué habías cambiado tanto? Parecías uno de esos delincuentes de escuelas públicas de los que más le valía cuidarse a la gente como yo. ¿Sería acaso la ciudad? ¿Tenías que actuar y verte así para poder sobrevivir en una metrópoli peligrosa? Tal vez hubiera sido solamente el cambio de escuela, cuando vivíamos en Pequeño Valladolid estábamos en una privada, quizá sólo tenías esa actitud porque necesitaste adaptarte a los vagos que van en esos lugares, para que no te fuera peor con ellos. Y es que si de algo me acordaba era de cómo te fastidiaban los niños de la primaria, las veces que te encontré solo en alguna esquina mientras dibujabas e ignorabas al mundo. ¿Aún te gustaba el dibujo?

Seguro sólo había malinterpretado las cosas, tal vez esa personalidad de peligroso la habías tenido que adoptar por la fuerza y todos los chicos de escuelas públicas actuaban igual. ¿Qué iba yo a saber si jamás me había llevado con ese tipo de gente? Pero no… no podía ser, es decir, no era creíble que todos los de escuela pública fueran unos vagos, estaba siendo prejuicioso y peor aún discriminando a la gente sin dinero. Odiaba eso de mi padre y no iba a permitirme actuar en lo más mínimo de una manera que me recordara a él.

Je, recuerdo que tú le temías a mi padre.

Comencé a sentirme encerrado en mi habitación, di un par de vueltas en la cama y miré hacia la pared libre de posters, siempre he pensado que son ridículos. Tú tenías el de un montón de bandas de rock en el cuarto del apartamento donde vivías. ¿Habrías cambiado esa costumbre? Joder, tal vez ahora tenías posters de grupos de rap o sobre narcotráfico y esas cosas. La idea me hizo sonreír, qué va, no creí que tu pinta de delincuente hubiera llegado a tal grado, estaba seguro de que era pura fachada.

No sabía qué tan equivocado estaba.

Me paré de la cama, harto de no tener qué hacer. Había tarea esperando por mí en la mochila pero no tenía el más mínimo interés de cumplir con ella, nunca me ha gustado hacer cosas a las que no les halle un propósito y la tarea de historia estaba en lo último de mis prioridades.

Bajé las escaleras y me dirigía a la cocina, que era mucho más grande que la de mi casa en Valladolid. La señora de la limpieza me sobresaltó de inmediato.

-Disculpe, no lo escuché llegar –me dijo, tenía todavía el trapo de limpiar la mesa en la mano.

-Ah, no, está bien –odio cuando las de la limpieza están en los cuartos a los que entro, la otra terminba siempre la cocina primero-, voy a ir a la sala.

-No, no joven, ya acabé aquí, de hecho quería que me cerrara la puerta.

Perfecto, me dije. La acompañé a la entrada y puse llave al cancel después de que ella salió, era mi única tarea en la casa porque todos los días venía una señora de limpieza y se encargaba del resto. La única tarea de mi padre era pagarles los viernes.

Cuando por fin tuve la casa sola, como ocurría siempre a esa hora, volví a la cocina y me dispuse a preparar algo, eso ayudaba a despejarme la mente, aunque por desgracia mi amor hacia la comida me había hecho gordo toda la vida.

Incluso en la primaria. Te burlabas de mí por eso, pero yo me vengaba diciendo que tu cabello largo te hacía parecer una niña. ¿Lo tendrías más largo ahora? Quería verte sin la gorra para saber si habías cumplido tu sueño de tener el cabello de uno de esos metalheads que tanto escuchabas.

Los martes y los jueves la señora no hacía comida, así que yo me preparaba algo y mi padre por su parte comía afuera, lo bueno es que entonces no tenía que verlo hasta que más noche.

Saqué a descongelar algo y mientras empecé a cortar ingredientes para preparar una salsa. Cocinar siempre había sido un placer en mi vida, recuerdo que de niño te convencí una vez para que me ayudaras a hacer un postre, obviamente no era igual de experimentado y lo que resultó de nuestro intento fue completamente diferente a lo que esperábamos. Ambos nos habíamos reído.

-Hombre, enserio que no te dediques a esto –dijiste. Teníamos once años. Te reías del extraño producto de galletas blandas que habíamos creado pero no dudaste en cucharearlo para comprobar que supiera bien -. Al menos sabe igual.

-¿En serio? –yo ya había empezado a deprimirme de mi falta de habilidad cuando dijiste eso. También lo probé y sonreí, cierto, no estaba tan mal.

-Hay que volver a intentarlo, pero uno más difícil ahora – volviste a llevar la cuchara a tu boca y te relamiste los labios, al menos mi intención de que te gustara estaba cumplida, obviamente me sentí feliz.

-No pudimos ni hacer el postre más fácil del mundo y tú esperas que intente otro –sacudí la cabeza-. Pides demasiado.

-Ya, no seas llorón –hiciste una pequeña mueca en espera de mi respuesta.

Quise decirte que estaba bien, lo haría pero sólo porque tú me lo pedías, aunque obviamente no te contesté eso.

-Vale Lawry, pero la próxima vez yo decido qué cosa.

Lawry… Vaya, no recordaba que te decía así. Era la forma en que te llamaba tu tía y al inicio sólo ella tenía el derecho, a ti te avergonzaba cómo sonaba pero con el tiempo me diste el permiso. Sólo ella y yo podíamos decirte de esa manera pero estaba casi seguro de que si te dijera ese apodo ahora que te había reencontrado, me darías un buen golpe en la cara.

Lo más probable es que no volviéramos a llevarnos jamás como en aquel entonces. La cosas estaban muy diferentes, tú específicamente estabas muy diferente. ¿Pero cuáles eran las posibilidades que debajo de toda esa imagen de delincuente se encontrara el mismo Lawrence Tena de cuando éramos niños? Mi primer mejor amigo y la primera persona me gustó.

Seguramente mi emoción cuando volví a verte era precisamente por eso, todo mundo sabe que el primer amor no se olvida pero debería, sobre todo porque es estúpido que te cause ilusión volver a ver a la persona que te gustaba a los once años, más aún cuando ni siquiera le importas ya.

El pensamiento volvió a dolerme. ¿Sería acaso posible que ya no me recordaras? No, fuiste mi mejor amigo desde los ocho hasta los once años, no tenía lógica que simplemente me hubieras borrado de la memoria.

Pero claro, tampoco tenía lógica que hubieras desaparecido de un día para otro.

 

Cerré los ojos. Me estaba muriendo por volver a verte.

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

De nuevo gracias por seguir leyendo, les recuerdo que acepto todas su críticas. (:


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).