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No te preocupes por mi. por Mache

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Notas del fanfic:

Me rete a mi mismo a escribir este one-shot en una noche, y la verdad que me costo... bastante.

Tarde unas cuatro horas para poder escribir todo, y aunque no estoy muy conforme con el resultado... queria compartirlo.

Desde ya, muchas gracias por darle una oportunidad.

 

 

 

 

 

Desde ya aviso... nunca antes habia intentado escribir lemon, es muy patetico, sepan disculpar.

Marcos se despertó nervioso y cansado, había pasado la noche entera pensando en cómo le diría a su mejor amigo que era homosexual y durmió poco. Se levantó sin muchas ganas, eran las 06:00 de la mañana, había dormido dos horas, pero debía prepararse a tiempo para ir al colegio, entraba a las 07:15 y debía bañarse. Tomo una ducha de agua fría, con la música de su celular fuerte, necesitaba tranquilizarse. Salió de la ducha, dispuesto a alistarse con su uniforme de colegio: una camisa blanca, un pantalón de vestir gris y un sweater color bordo con el escudo del colegio del lado izquierdo. Se preparó el desayuno y después de comerlo se puso sus auriculares y salió camino al colegio. Faltaban tres calles para llegar, todo el camino estuvo pensando la mejor manera de decirle a Jaime, su mejor amigo, sobre su orientación sexual. Entonces Jaime se apareció junto a él sacudiendo su mano frente a su cara para llamar su atención. Marcos se sacó los auriculares, y los guardó en su pantalón. Jaime iba a lado, podía decírselo ahora mismo, y quitarse el peso de encima, pero no se atrevió; por lo que siguió el tema de conversación que llevaban hasta entonces: el examen de historia.

—     ¿Estudiaste?— preguntó Jaime a Marcos— Yo pasé la noche entera leyendo del libro, ya sabes que nunca tomo nota.

—     Claro— claro que no, no pude, buscando la forma de decirte la verdad—, los temas no son complicados, mucho menos si prestas atención.

—     Lo sé, pero no puedo concentrarme en lo que la profesora dice con esas faldas tan corta que siempre lleva.

—     No cambias nunca— espero no me odies más tarde—, ni que la Señora Frei fuera tan atractiva.

—     Lo es, ¿acaso no has visto sus piernas?

—     En lo personal prefiero prestar atención a su materia— no hay nada de la Sra. Frei que me llame la intención—, es interesante.

—     No te engañes a ti mismo, no hay nada más aburrido que estudiar Historia.

—     Como digas—ya no quiero engañarte a ti, Jaime—, hay algo que debo decirte…

Se vio interrumpido por la campana del colegio, anunciando que llegarían tarde, comenzaron a correr hacia la puerta. Para su suerte se encontraban a media cuadra del colegio, y llegaron lo suficientemente rápido como para que el profesor que vigilaba la puerta los dejara pasar con una advertencia. “Que sea la última vez que llegan tarde muchachos” dijo, igual que las veces anteriores. La mayor parte del tiempo se repetía la misma escena.

—     Dímelo en el recreo— dijo Jaime antes de entrar a su clase, Marcos se apresuro para entrar en su salón antes de que le cierren la puerta.

Jaime y Marcos se conocieron en la primaria, y fueron mejores amigos desde entonces. Siguieron juntos en la secundaria, pero en orientaciones distintas: Jaime se inclinaba más por las exactas y Marcos por las humanísticas. Era difícil comprender como dos personas tan distintas podían llevarse tan bien. A primera hora, Jaime tenía Historia, lo que significaba que tendría el examen de la Señora Frei, mientras que Marcos tenía Literatura. El que no compartieran salón, le dio tiempo a Marcos para que siguiera pensando como decirle su secreto a Jaime, ya que su primer intento se había visto frustrado por la campana. Pasó el primer bloque y los mejores amigos volvieron a encontrarse, como habían acordado y hacían siempre. Jaime no mencionó nada sobre lo que Marcos había mencionado, por lo que supuso que se había olvidado o no le había dado mucha importancia. Pasaron los minutos, y Jaime le decía a Marcos las preguntas que la Señora Frei había hecho en el examen.

“¿Cómo se lo digo?”, “¿Se lo tomara bien?”, “¿Seguirá siendo mi mejor amigo?”; estas y otras eran las preguntas que se formaban en la cabeza de Marcos, cada vez que pensaba en Jaime y en el secreto que venía guardando. Tomo coraje y decidió que era el momento, primer recreo, quedaban dos minutos para volver al salón de clases, y sería su turno de rendir el examen de Historia.

—     Jaime, tengo que decirte algo—por favor, no te lo tomes a mal—.

—     ¿Qué sucede?

—     Yo, la verdad, lo vengo pensado hace mucho— vamos Marcos, dilo de una vez— yo…

—     Estás muy nervioso Marcos —rió— que no sea que te mas vas a declarar—rió un poco más fuerte.

—     Lo que sucede— se directo— es que— no te pongas nervioso— yo — vamos, hazlo— soy —hizo una pausa—gay.

—     Vamos, en serio. No jodas con eso— cambió su rostro completamente— es una enfermedad grave.

—     Jaime, es en serio—lo siento—.

—     Tu… Marcos… —no podía formar las palabras— no puede ser, dime que es un chiste.

—     No lo es Jaime, es lo que soy—perdón—.

—     No, Marcos… todos estos años, ¡fuiste un maricón!— gritó finalmente, llamando la atención de los demás estudiantes que permanecían ajenos a la situación.

Jaime empujó a Marcos y se marchó a su salón lo más rápido que pudo. Marcos, sin poder evitar las miradas acusadoras y ofensivas de los demás alumnos se fue a su salón. La Señora Frei a se encontraba en el aula y saludo amablemente a Marcos, que fue a sentarse silenciosamente a su lugar, a esperar que pasara el día y así poder irse a su casa. Sus compañeros comenzaron a llegar, dirigiéndole miradas de todo tipo: de decepción, vergüenza, odio y pena. El examen comenzó, la Señora Frei repartió los papeles. Marcos no podía aclarar sus pensamientos —ahora sí que la cague—, podía escuchar a sus compañeros hablando de el—perdí a mi mejor y único amigo—, todos comentarios hirientes—estoy solo—.

—     Puedo oírlos murmurar —dijo la Señora Frei— espero no se estén pasando las respuestas.

Mientras, en la cabeza de Marcos toda clase de pensamientos se acumulaban:

“Necesito concentrarme, debo completar el examen ¡Te odio Jaime!”

“Todos están hablando mal de mí, los decepciones a todos”

“¿Qué dirá mi madre si se entera? No me quiero imaginar cómo reaccionara ella si mi mejor amigo… ex mejor amigo mejor dicho reaccionó de esa manera.”

—     Quedan cinco minutos chicos. Vayan terminando.

¡¿Cinco minutos?! Pero si acaba de entregarnos los exámenes… ¿Qué hora es? Necesito escribir algo, no quiero desaprobar. A ver, mi nombre… la fecha de hoy… pregunta número uno… no me acuerdo la respuesta. Veamos si puedo responder las dos… tampoco. No puedo concentrarme así.

—     Alumnos, voy a pasar a recoger sus exámenes.

Mierda.

La Señora Frei se acerco al asiento de Marcos, quien avergonzado le entregó la hoja en blanco.

—     ¿Qué es esto Marcos?  Tuviste el mismo tiempo que los demás, no puedo creer que no hayas contestado ninguna de las consignas.

Lo siento.

Todos los compañeros de Marcos voltearon a verlo, nunca se había sentido tan observado y acusado en su vida. Ese día no podía ser peor. Sonó la campana, anunciando el recreo. Los alumnos se despidieron de la Señora Frei y salieron la por la puerta. Marcos sentía las miradas de sus compañeros antes de salir, y la de otros estudiantes al pasar frente al salón.

—     Marcos, quiero que hablemos —dijo la Señora Frei—, tú no eres así. ¿Qué te ocurre? Eres de mis mejores estudiantes, prestas atención en clase, tomas apuntes, presentas los trabajos en tiempo y forma. Esto no es normal en ti, nunca antes habían entregado un examen incompleto, y mucho menos en blanco.

—     Lo siento profesora, hoy no me siento bien. No ha sido un gran día—quiero volver a casa—.

—     Lo entiendo, pero no dejes de lado el estudio.

—     De acuerdo profesora, lo tendré en cuenta—quiero dormir—. Hasta luego.

Salió al recreo, para su sorpresa Jaime estaba hablando con sus compañeros, él nunca hacia eso. Todos los recreos los pasaban juntos, Jaime y Marcos, siempre había sido así. Supongo que tendré que acostumbrarme a ya no estar contigo Jaime. Marcos se apartó del resto, y de esa manera pasó el resto de su día escolar, solo, apartado, hundido en sus propios pensamientos. Puedo acostumbrarme a no estar contigo Jaime, pero nunca me acostumbrare a que me mires así, decepcionado, avergonzado de haber sido mi amigo. Llegó el mediodía, y Marcos volvió a su casa, solo. Normalmente volvía con Jaime, pero ya no será así. Camino a su casa pasó por un kiosco y compró una caja de cigarrillos. Hacía tiempo que había dejado de fumar, cuando Jaime descubrió que lo hacía. Lo que Jaime no sabía era que fumar era la única manera que Marcos podía aguantar la ansiedad que le producía el mantener su homosexualidad en secreto. Pero ahora volvería al vicio, para calmar la ansiedad que le producía el haber hecho público su ya no tan secreto. Llegó a su calle, el Señor Lerman, su vecino estaba saliendo, Marcos sospecha que el hombre se estaba separando: su mujer y su hija ya no estaban en la casa, aunque él aseguraba que estaban de viaje. Marcos entró a su casa, su madre no volvería hasta la noche, ya que tenía dos trabajos y solo estaba en la casa para dormir. Marcos siempre contaba con la compañía de Jaime, pero ya no era así. Ahora sentía lo que es en verdad estar solo, sin nadie. Empezó a hacer las tareas de la casa; cocinarse a sí mismo, limpiar los pisos, ordenar los cuartos, y demás. Cuando se quedó sin hacer nada, decidió ver televisión; no encontró nada para ver. Se acostó en su cama, estaba cansado, pero no lograba dormirse. Su cabeza no dejaba de pensar en lo que había ocurrido ese día con Jaime. Se arrepentía de habérselo dicho, se culpaba por haber nacido homosexual… comenzó a llorar, y sus razonamientos eran cada vez más negativos, hasta que se quedó dormido.

Marcos despertó horas más tarde, por el dolor en su estómago producido por el hambre. Se sentía mejor. Se levantó de la cama y fue directo al baño a lavarse la cara. Salió del baño y se dirigió a la cocina buscando algo de comer, no encontró nada que se le apetezca por lo que decidió ir al mercado más cercano. Entró al mercado, buscando algo que se le antojara, optó por unas papas fritas, no tenía mucha hambre. También necesitaba algo para beber, así que fue hasta la sección de heladeras, pensó en comprar una lata de gaseosa, pero una cerveza se le antojaba más. Pero aun no cumplía dieciocho años y no podía comprar nada de alcohol. Se quedó un rato viendo las diferentes latas de cerveza, aun sabiendo que no le venderían ni una sola.

—     ¿Marcos?—dijo una voz detrás de él.

—     Sí, soy yo, Señor Lerman, ¿qué hace aquí?

—     Vine a comprar cerveza, ¿se te antoja?

—     Sí, pero soy menor, no me venderían.

—     Tranquilo, yo la compro, te la doy cuando estemos afuera.

—     Gracias, Señor Lerman.

—     Dime por mi nombre: Jorge.

—     Está bien. Gracias, Jorge.

—     Así  está mejor.

Marcos compró su bolsa de papas fritas y salió, esperando al Señor Lerman afuera. Una vez salió caminaron juntos hasta su casa.

—     ¿Cuánto te debo?—preguntó Marcos por la cerveza.

—     Nada, considéralo un regalo de mi parte.

—     Muchas gracias, Jorge— Marcos estaba por entrar a su casa—.

—     Oye Marcos, ¿No quieres entrar un rato?—preguntó Jorge, invitándolo a pasar a su casa.

—     Está bien.

La casa del Señor Lerman no estaba mal, pero no era la gran cosa. Comenzaron a beber y hablar de temas sin importancia. El Señor Lerman comenzó a cocinar, mientras seguían bebiendo y hablando. La comida estaba lista, Marcos y el Señor Lerman se sentaron a comer. Se acabaron las cervezas que el Señor Lerman había comprado, pero abrió la heladera y sacó un par mas, una para cada uno. Marcos no estaba acostumbrado a beber, por lo que sus sentidos no estaban completamente despiertos, pero aun así siguió tomando. La estaba pasando bien y el Señor Lerman no parecía una mala persona.

—     Marcos, ¿sabías que eres un chico muy atractivo?—dijo el Señor Lerman, en quien el alcohol ya había afectado.

—     No, al menos no me siento así, no sé.

—     Pues lo eres, créeme.

—     Gracias, Jorge.

—     Debes tener muchas chicas desesperadas por estar contigo.

—     No te creas, y aun de ser así no me interesaría —respondió sin pensar—.

—     ¿Por qué no?

—     Porque, bueno, no me gustan las chicas.

—     Ah, te van las mujeres mayores…

—     No, no, no me entiendes. No me atraen las chicas, me atraen los chicos —rió—, los hombre.

—     Y… ¿ya has estado con uno? —preguntó con curiosidad.

—     No, la verdad que no.

—     Y… ¿te gustaría?

—     Si— no se dio cuenta del momento en que el Señor Lerman se había levantado de su asiento y acercado tanto—. ¿Jor…— el Señor Lerman le dio un beso en los labios.

—     ¿Qué pasa?

—     ¿No te gustó?

—     No es eso, es que… me tomó por sorpresa.

—     ¿Y ahora? —tomó a Marcos por los hombros y comenzó a besarlo apasionado, Marcos no se resistió a los besos del Señor Lerman, y se dejó llevar hacia el cuarto del hombre.

Marcos cayó en la cama del Señor Lerman, que comenzó a quitarse la ropa. Marcos estaba nervioso, a pesar de que el alcohol no le permitía tener el control de lo que estaba sucediendo no le desagradaba. El Señor Lerman ayudó a Marcos a despojarse de sus prendas. Ambos quedaron en ropa interior, el Señor Lerman siguió besando a Marcos, mientras acariciaba su espalda. Marcos se dejaba llevar por las expertas manos de su acompañante. Las caricias siguieron, las manos del Señor Lerman bajaron hasta la parte más baja de su espalda. El cuerpo de Marcos tembló por la sensación, le gustaba; aunque en cierta forma, al ser su primera vez, le incomodaba. El Señor Lerman dejo de besarlo y las caricias, tomó la cabeza de Marcos por la nuca y la dirigió hasta su entrepierna. Las manos inexpertas de Marcos temblaban mientras bajaban la ropa interior del Señor Lerman, cuyo miembro erecto golpeó el rostro de Marcos.

—     Chúpamelo… —presionó el rostro de Marcos contra su pene.

Marcos tomó el pene del Señor Lerman y comenzó a lamerlo lentamente, primero la punta, hasta humedecerla completamente… Marcos se guiaba por lo que había visto en videos porno, entonces se metió el pene en la boca; el Señor Lerman tomó a Marcos de la cabeza y comenzó a menear su cadera hacia delante y atrás fuertemente, metiendo y sacado su pene del interior de la boca de Marcos. Mientras le quitaba la ropa interior y volvía a acariciar el trasero de Marcos. El Señor Lerman hizo que Marcos lamiera uno de sus dedos, una vez lo humedeció volvió a ponerle el pene en la boca. Llevó su dedo humedecido hasta la entrada de Marcos y lo metió lentamente, produciendo un leve quejido por parte de él. Una vez su dedo estuvo dentro comenzó a hacer movimiento circulares, y fue introduciendo los demás dedos. Una vez Marcos ya estaba abierto, y su pene humedecido, dio vuelta al chico, poniéndolo en cuatro. E introdujo su miembro lentamente hasta que el trasero de Marcos se acostumbró a su presencia. Comenzó con movimientos lentos y suaves, que rápidamente se convirtieron en rápidos y fuertes, variando las posiciones. Los gemidos y los gritos no faltaron, se escuchaban por toda la casa, como estaban solos poco les importaba a ambos. Marcos estaba con sus manos sobre el pecho del Señor Lerman, y saltaba sobre su pene a la vez que gemía siente como en su interior su acompañante esta por correrse, al mismo tiempo ambos hombres se corren. El Señor Lerman dentro de Marcos, y él sobre el pecho de su acompañante. Cae rendido a su lado.

—     Lo hiciste bien, para ser tu primera vez—dijo el  Señor Lerman con la respiración todavía agitada.

—     No estuvo mal, me gustó—dijo Marcos, al mismo tiempo que se sentaba en la cama y empezaba a ponerse su ropa.

—     ¿Qué pasa, ya te vas?

—     Si, debo ir a casa. Ya es tarde, y sé que usted me trajo aquí solo para tener sexo conmigo.

—     No digas eso, Marcos.

—     No soy idiota, Señor Lerman. ¿Para qué fue al mercado?

—     Para comprar cervezas, me viste.

—     Pero usted ya tenía cervezas en su heladera.

—     Pero…

—     No diga mas, usted fue solo para verme… y aprovecharse de mí.

—     Tienes razón, no eres tan imbécil como pensé. Eres inteligente, bastante a decir verdad.

—     Lo sé, también se que su esposa e hija lo abandonaron—no debí decir eso—.

—     ¿Qué dijiste—el tono de su voz cambió totalmente—?

—     Este… dije que… —un golpe en el rostro lo calla—…—lo siento—.

—     Vete— empieza a llorar— ¡por favor, vete!—le grita.

Marcos toma su ropa, termina de vestirse en el pasillo y sale de la casa, mientras escucha al Señor Lerman llorar en su habitación. Afortunadamente el efecto del alcohol se le ha pasado notablemente, aunque ahora tiene un fuerte dolor en la cara. ¿Se verá tan mal como se siente? Decide volver a su casa, sabiendo que ya era hora de que su madre estuviera en su casa.

—     ¡¿Dónde estabas jovencito?!—lo interroga su madre.

—     Afuera, había salido a caminar— por su puerto que no voy a decirte que acabo perder la virginidad con el vecino—.

—     ¿Por qué hueles a alcohol? ¡¿Y ese golpe?!

—     Estaba caminando cuando unos borrachos intentaron asaltarme—me estaba emborrachando con el vecino, mama; tuvimos sexo y por culpa de mi gran boca me termino golpeando—. No te preocupes por mí, estoy bien.

—     No puedo no hacerlo, soy tu madre.

—     Ya lo sé— perdón, mamá.

—     Ve a dormir.

—     Está bien, adiós.

Marcos fue a su cuarto, y se acostó en su cama. Espero pacientemente hasta que escuchó la puerta del cuarto de su madre cerrarse, cuando creyó que ya estaría dormida salió sigilosamente, para no despertarla. Salió a la calle y empezó a caminar sin un rumbo fijo.

Definitivamente hoy no es mi día, nada ha salido como quería; he desilusionado a algunos y herido a otros. Pasó frente a la casa de Jaime. He perdido a alguien muy importante para mí, mi mejor amigo. Jaime, lamento no haber sido quien creías que fuera, aun así… te sigo queriendo a como al hermano que nunca tuve. Pasó frente al colegio. Señora Frei, aunque no lo crea… yo si sabía las respuestas del examen, es solo que… estaba confundido, había… mejor dicho, hay demasiadas ideas en mi cabeza. Es bastante difícil mantener la concentración cuando algo nos afecta desde adentro. Volvió a pasar frente  a su casa. Señor Lerman, gracias, de algún modo… usted me ayudo, o algo así… no me rechazó cuando le hable de mi sexualidad… y lamento hacer mencionado lo de su matrimonio. Mamá, perdón por preocuparte, pero es lo que soy… soy joven, cometo mis errores y de ellos aprendo, tal vez ahora no valore todo lo que haces por mi… pero estoy seguro que algún día me voy a arrepentir de no haberte agradecido ni valorado cuando pude. A todos gracias.

Marcos llegó hasta un puente peatonal, debajo de él están las vías del tren. Se sube al barandal, hace frio, frota sus manos. Puede oír la bocina del tren acercándose… ya es hora. Se prepara para saltar… se concentración se ve interrumpida por fuertes y rápidos pasado que escucha en los escalones de la escalera del puente, se da vuelta.

Con sus manos en las rodillas y la respiración agitada está Jaime.

—     Recibí tu mensaje. ¡No saltes!—corre para bajar a Marcos del barandal.

—     Lo siento —dice sin poder contener las lagrimas.

—     Ya pasó— lo abraza.

—     No quería perderte.

El tren pasa por debajo de ambos.

Notas finales:

Gracias por leer :)


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