—Y no te olvides —decía Minseok con tono de advertencia, sin dejar de moverse, guardando cosas y asegurándose de que no faltara nada en su maletín. —En media hora tienes que sacar el pollo del horno. Pero asegúrate de que esté bien cocinado. —El hombre finalmente tomó las llaves del auto y se acercó al pequeño bebé que chupeteaba su pulgar.
—¡Mami! —chilló Jongin, sonriendo adorablemente. Minseok le besó ambas mejillas regordetas con cariño y tendió su cuerpecito a su padre, quien lo tomó entre brazos.
—¡Pero no te olvides! —volvió a decir el mayor.
—¡Claro que no! —contestó Jongdae, limpiando con el dorso de su mano la baba de su hijo.
—Bien… —Minseok le miró durante unos segundos, con obvia preocupación, pero finalmente reparó en que se le hacía tarde y se despidió a prisa con un beso para su hijo y otro para su esposo.
Jongdae se dirigió hacia el sofá de la sala de estar, sentándose junto al niño y encendiendo la televisión. Estaban transmitiendo Pororo, la serie animada preferida de Jongin. En el instante que Krong, el dinosaurio verde apareció en pantalla, el pequeño se rió con fuerza, logrando contagiar a su padre. La escena era demasiado preciosa.
Aquel día Junmyeon y su familia vendrían a cenar, de modo que Minseok se había pasado la tarde entera preparando la comida, mientras Jongdae jugaba con Jongin. Fue entonces que en el trabajo de Minseok había ocurrido un problema (“¡Pero es domingo!”, se había quejado Jongdae), y su presencia era urgente. Y de esa forma habían llegado a tal situación. A Jongdae no le preocupaba. Él no sería capaz de olvidarse… ¿No? No, seguramente que no.
—¡Dati! —dijo alegremente Jongin, su padre volteó su cuerpo para poder verle el rostro.
—No —corrigió con ternura—. Es pa-pi —moduló exageradamente.
—¡Tati!
—¡Pa-pi!
Jongin se echó a reír lindamente, y Jongdae se inclinó para hacerle cosquillas a su pequeño estómago.
—¿Qué haremos mientras mami no está, Nini? —preguntó distraídamente—. No podemos aburrirnos, ¿verdad?
—¡Oh! —Asintió.
—¿Quieres que te cante? —Jongin negó con la cabeza, haciendo que el mayor frunciera los labios.
—¿No te gusta la voz de papi? —Esta vez, el niño asintió.
—La voz de papi es la mejor, ¿no crees? —Otro leve asentimiento. —Lo sabía —dijo el hombre sonriente.
—Bo~ —murmuró Jongin con dificultad.
—¿Bo…? —preguntó confundido, pero finalmente comprendió—. ¡Ah! ¿Quieres ver Bob Esponja?
El infante sonrió entusiasta, y Jongdae se puso de pie para poner el DVD de la famosa serie. Con seriedad, Jongin observó la pantalla, con las manitas reposando en sus cortas piernas. Sólo vestía un pañal y una camiseta con motivos de ositos, y a Jongdae le costó reprimir un chillido. Era demasiado adorable para su propio bien. Temía morirse de amor algún día, tanto su Minseok como su Jongin eran su perdición, y no dejaría que nadie ni nada los lastimara.
Lo volvió a sentar en su regazo y se dedicó a peinarle el cabello y a reírse junto a él, así relajándose. Demasiado. Porque en algún momento los párpados empezaron a pesarle. Anoche no había dormido bien, y la semana se había hecho muy pesada. Además, el calorcito contra su pecho… Y la comodidad del sofá…
—Así que, para resumir la historia —dijo un divertido Yixing—. ¿Jongdae echó a perder la comida y tuvieron que pedir comida china?
Minseok suspiró con frustración antes de realizar un gesto afirmativo. —Así es. Pero no te puedo negar que cuando llegué y los vi a ambos, dormidos y abrazados, lo que menos se me pasó por la mente fue el enojo. Se veían muy tiernos… Incluso les tomé una fotografía. —Tomó su teléfono y le mostró tanto a Yixing como a Junmyeon la imagen de padre e hijo en un profundo y dulce sueño. —¿No se ven lindos?
—¡Son preciosos! —exclamó Junmyeon—. Las mismas cosas me pasan a menudo con Yixing y Sehunnie. Y van a seguir sucediendo, sin dudas.
En ese mismo momento Jongdae irrumpió la escena con una amplia sonrisa en la cara. —¡Necesitan ver esto! ¡Jongin y Sehun se quedaron dormidos juntos!
Los cuatro mayores se acercaron al dormitorio compartido por el matrimonio del departamento. Con los meñiques entrelazados, Jongin y Sehun dormían juntos. Sus respiraciones eran acompasadas y rastros de saliva se asomaban por sus boquitas. Todos murmuraron palabras de adoración y sacaron fotografías, comentando entre ellos lo muy tiernos que lucían.
Minseok sintió cómo las manos de su esposo abrazaban su cintura, y su mentón se apoyaba en su hombro.
—¿Minseok?
—¿Mmmh…?
—Consigamos una hermana para Jongin.
—Seguro. Espera, ¿QUÉ?
—¡¿Por qué no quieres?!
—No es que no quiera… Pero… —susurró dubitativo.
—¡Ah! ¿Es que quieres dejarme? —exclamó dramatizando. A su lado, Junmyeon y Yixing intercambiaron miradas cómplices y divertidas.
—¡No! —respondió espantado—. Es que… ¿Tan de pronto? ¿No deberíamos hablarlo mejor?
—No es necesario —bufó Jongdae—. A Jongin le encantaría la idea. Además, cuando crecieran él la cuidaría y no dejaría que nadie se le acercara. Es un plan perfecto. —Mostró todos los dientes con orgullo.
—¡¿O sea que tus hijos son un plan?! —Esta vez, el enfadado era Minseok. A la otra pareja que era testigo de todo, se le fue imposible reprimir una carcajada.
—¡No quise decir eso! Me refería a que… —Pero Minseok lo interrumpió.
—¡Eres un idiota! ¡Quiero el divorcio!
—¡¡Minseok!!
Aquella iba a ser una noche muy larga. Pero Jongdae sabía de sobra la fórmula para hacerle desenfadar. Desde luego que sí.