Mark había tenido la suerte de nacer en una gran familia, con un apellido de prestigio, su padre tenía una gran casa, un gran coche…. Y Mark también tenía una gran cantidad de amigos, a pesar de no ser precisamente el más hablador de todos ellos, aunque ya se encargaba de opacar los silencios Jackson, su mejor amigo.
El tener 12 años y estar en su “casita” del pueblo pasando las vacaciones de verano acompañado de simple y llanamente de su perro, no era lo que se dice divertido para un niño de esa edad. Spiderman, su perro, hacía lo mejor que podía para alegrarle las tardes, ya que las mañanas se las pasaba durmiendo. Uno de sus pasatiempos, después de estar una semana sin hacer nada, era explorar los alrededores con Spiderman y encontrar tesoros tales como un balón pinchado y despintado por el sol a un lado del carril de la entrada, un paraguas sin varillas que usaba a modo de espada y una moneda de poco valor y tan vieja que ni siquiera podía reconocerla, pero que guardó sin dudarlo.
Un día decidió que el lugar en el que iniciaría la búsqueda de su nuevo tesoro sería la cocina de la gran casa, se notaba que era una casa antigua, todo era de piedra y había una mesa en medio donde comían los empleados del lugar. Buscando por la alacena algún objeto que fuera tan viejo como sus padres (según él) empezó a oír voces, Mark se quedó muy quieto con la esperanza de que no entraran a la pequeña habitación hasta que la puerta de esta comenzó a chirriar y un pequeño niño de mejillas y manos regordetas apareció al otro lado.
Desde el día que el pequeño Yugyeom lo encontró buscando su nuevo tesoro ya no estuvo solo en sus aventuras. Yugyeom era el hijo de la cocinera y el jardinero, el pobre con tan solo ocho años de edad estaba siendo obligado por su madre a ayudar en la cocina y casi no salía a jugar, por eso no lo había visto antes. Esto le parecía tan injusto a Mark que prometió cuidar de él a su madre, y también estaba eso de que no iba a estar tan solo cuando jugara con Spiderman. Mark era como dos palmos más alto que él y eso lo hacía sentirse algo feliz, ya que todos sus amigos eran más altos que él. No había visto niño que se riera más a lo largo del día, siempre reaccionaba positivamente a todas la propuestas de Mark, y Mark era muy feliz por tener un nuevo amigo.
Un día estando en el pequeño bosque que había alrededor de la casa comenzó a lloviznar, el agua caía muy suave pero corrieron muy fuerte para poder estar en casa lo antes posible y no coger un resfriado, la madre de Mark solía ser muy sobreprotectora y no quería una regañina. Mark no paraba y no miraba hacia atrás hasta que escuchó un golpe y al pequeño Yugyeom llorando, se paró en seco y volvió a donde estaba su amigo. Yugyeom había caído de rodillas porque se había resbalado con el barro que se había formado con la lluvia, no paraba de llorar y su rodilla sangraba. Mark comenzó a acariciar su espalda para intentar calmarlo, no tenía ni idea de cómo hacer para que el otro parara de llorar.
- Yugyeom no llores… ya vamos a llegar a mi casa..-
Yugyeom no paraba de moquear y sorber, pero como hacía todo lo que el mayor decía intento ponerse en pie y dejar de llorar. No paraba de quejarse y Mark le tendió la mano para que pudiera mantenerse en pie. Yugyeom cojeaba un poco e intentaba aguantarse las ganas de llorar solo por Mark y eso le pareció tan tierno a este último que rió un poco sintiéndose algo culpable por el estado de su amigo. Se agacho ante Yugyeom y lo alentó a que subiera a su espalda.
- Yugyeom, no hace falta que me hagas caso en todo. Yo solo no quiero verte triste, pero si necesitas llorar solo hazlo.
Este asintió y se agarró muy fuerte rodeando sus brazos alrededor del cuello de Mark casi ahogándolo, este lo notaba temblar y llorar, se levanto y comenzó a caminar hacia la casa con cuidado de no caer él tampoco. Se había dado cuenta ese día que tenía una persona a su lado que lo apreciaba verdaderamente y que él sentía exactamente lo mismo.
El último día de vacaciones llegó y con esto el último día en ese pueblo, esa casa y por lo tanto el último día que compartiría aventuras con Yugyeom. Y era lo único que le dolía verdaderamente. La última noche ambos pidieron por favor a sus padres que dejaran a Yugyeom dormir en casa ya que era el último día de Mark en el pueblo y querían despedirse antes de que se marcharan por la mañana.
Esa noche también dejaron entrar a Spiderman a la habitación y formaron una gran fortaleza de sábanas y cojines. Una gran cantidad de gominolas , barritas de chocolate y un poco de refresco fue lo que robaron de la despensa para celebrar la última noche. Ambos lo estaban pasando genial, pero Mark se había dado cuenta durante las vacaciones que Yugyeom era un verdadero llorón (y él un blando ante las lágrimas de este) y ahí estaban de nuevo, Yugyeom estaba tan triste de que, ahora, su mejor amigo lo dejara al día siguiente que no lo podía evitar. Mark se autoproclamaba siempre un niño de 12 años muy varonil, pero un pequeño abrazo no haría daño a nadie, además, él también estaba muy triste. Se puso frente a Yugyeom y extendió sus brazos para que este lo abrazara y así lo hizo, pero con tanta fuerza que los dos acabaron enrollados entre sábanas y a la vez que Yugyeom lloraba Mark reía, Spiderman se unió minutos después. Al final acabaron durmiendo así durante toda la noche hasta que llego la hora de levantarse y antes de salir por la puerta Mark metió uno de los tesoros que había logrado encontrar, la moneda, en el bolsillo de los pantalones de Yugyeom para que este se acordara de vez en cuando de él y este le devolvió el favor con un beso en la mejilla y un abrazo. Mark estuvo todo el camino a casa tan colorado que su madre incluso le medía la temperatura por miedo a que tuviera fiebre.