Jongin volvió a suspirar como si fuese lo único que le quedase por hacer. Era su día libre, por lo que en primer lugar había buscado a Minseok para pasar el rato, pero debido a que el mayor había salido temprano del departamento, se le fue imposible encontrarlo. Ni siquiera le contestaba los mensajes.
Resignándose, se aisló para practicar y perfeccionar un poco más los pasos de la nueva coreografía. Eso no había sido suficiente para entretenerlo, sin embargo. Mientras más pasaban las horas, más ganas tenía de ver a su novio.
—¿Cansado? —inquirió Joonmyeon quien lo encontró terminando de estirar en el suelo.
—Un poco —admitió—. De casualidad, ¿sabes dónde está Minseok hyung?
—¿Minseok? —Le miró con sorpresa—. Es un poco obvio, ¿no? Ejercitándose, como siempre.
Jongin estuvo a punto de golpearse la cabeza, recriminándose por no pensar en la posibilidad más cercana. Dejando al otro con la palabra con la boca, se marchó al gimnasio que siempre frecuentaban.
Lo encontró acostado, haciendo abdominales mientras un entrenador le sujetaba las pantorrillas. Frunció un poco los labios al ver la escena, pero intentó deshacer la mueca rápidamente, sentándose en un rincón a la espera de que terminara.
Finalmente lo hizo, y Minseok se puso de pie para tomar una toalla y secarse el sudor, su remera apegándose a su torso que cada vez estaba más robusto y definido. Inconscientemente, el menor tragó saliva, y se levantó de su lugar para ir a su encuentro.
—¡Bu! —exclamó sonriente desde atrás.
Minseok se volteó, sorprendido. —¡Jongin! ¿Qué haces aquí? ¿Viniste a ejercitarte? —Le devolvió la sonrisa.
Negó con la cabeza. —No. Venía a buscarte a ti. ¿Por qué tienes que entrenar hoy, en nuestro día libre? Podríamos tener una cita —protestó, moviendo sus pies en forma de descontento.
La sonrisa de Minseok se amplió aún más. El chiquillo era adorable, de verdad.
—Es como si te preguntara por qué bailas en tu día libre —argumentó, medio burlón.
—No, no es lo mismo y lo sabes —insistió—. Tú no necesitas hacerlo más. Ya te lo dije, extraño tu cuerpo como era antes. Era lindo. —Le miró con seriedad, directo a sus ojos, y Minseok no pudo evitar estremecerse.
—¿Por qué? No lucía para nada bien, me veía muy rechoncho.
—¡Claro que no! —Frunció el entrecejo—. Estabas perfecto. Quiero decir, eres perfecto. —Jongin evitó su mirada—. Pero... No necesitas seguir haciéndolo.
Esta vez, la pregunta de Minseok fue curiosa. —No lo entiendo. ¿Por qué tanto empeño a que vuelva a ser como antes?
El menor se quedó en silencio, abriendo y cerrando la boca sin atreverse a decir lo que pasaba por su mente.
—Es... que... Cuando estoy cansado...
—¿Cuando estás cansado? —le animó el más bajo.
—Puedo recostarme en tu pecho. Es cálido. Y es cómodo. Es como un hogar, y ahí puedo dormir. Estos días estoy muy cansado, ¿sabes? —murmuró avergonzado, sin mirarle a los ojos.
Minseok le contempló en silencio antes de tomarle de la mano. —Ven, ¿quieres? Recuéstate aquí.
—¿Q-qué? ¿Por qué? —tartamudeó empalideciendo.
—¿Confías en mí? —El otro asintió, parpadeando repetidamente—. Entonces hazlo.
Jongin finalmente lo hizo, mitad confundido y mitad azorado. Se quedó allí, boca arriba, a la espera de que su chico dijera o hiciese algo.
Entonces Minseok se posicionó sobre él, apoyando sus manos a cada lado de su cabeza y mirándole con una mezcla de cariño e intensidad.
Flexionó los brazos y le robó un beso. Lo volvió a hacer, esta vez robándole dos. El menor, quien primero le miraba con vergüenza y asombro, ahora le miraba con una enorme sonrisa.
—Lo hago. —Un beso—. Por cosas como estas. —Otro beso—. ¿Entiendes? —Y otro.
Jongin ya no sabía dónde en donde meter toda la explosión de sus sentimientos. —¿Para besarme?
Minseok rodó los ojos. —Claro que no. Quiero protegerte, ¿no lo ves?
El moreno le miró boquiabierto, y susurró con incredulidad. —¿En serio? —Recibió un asentimiento—. Vaya. De verdad que no lo sabía. Tendrías que habérmelo dicho. Pero no necesitas protegerme, sé hacerlo yo solo —espetó falsamente con voz débil.
Se lo pensó por unos cortos segundos antes de entrelazar los brazos detrás del cuello del mayor y de atraerlo hacia él, estampándole los labios. Escuchó su risa resonando como música en sus oídos, y eso fue lo último en lo que pensó antes de concentrarse en Minseok y nada más que él, en lo que implicaba ser parte de su mundo.