CAPÍTULO I: ¿COINCIDENCIA?
La enorme cancela de metal oscuro y desgastado se encontraba cerrada. Varias siluetas camiban frente a ella, esperando con impaciencia.
- ¿Pero qué coño está haciendo ahí dentro? Hace más de cinco minutos que deberíamos estar dentro. - Espetó la voz más grave al resto.
De repente, un leve sonido, similar a un "click" perturbó el silencio nocturno. La cancela se movió, Kai lo había conseguido de nuevo.
- ¡Disculpad! He pretendido no hacer demasiado ruido... -Afirmó el chico de piel más oscura, inclinándose levemente en señal de perdón.
- No eres tan inútil después de todo, reconozco que eras el único que podía hacerlo. -La voz femenina era dulce como el néctar de la flor más bella. Su figura estaba definida por una cintura estrecha y caderas anchas, pero combinadas de una bella forma. En la organización era conocida como Krystal, pero nadíe sabía realmente su nombre.
- No deberíamos perder ni un segundo, la cuenta atrás ha comenzado. No tardarán en darse cuenta de que algo no va bien. -Dijo el cuarto de los integrantes, cuya apariencia menuda quedaba compensada con su bello rostro, conocido como Lu.
- No hagáis uso de las armas si no es estrictamente necesario, por favor... -El quinto y último componente tenía la voz calmada, tranquila e incluso pausada. Era uno de los mayores, y era el encargado de asegurar el bienestar de sus compañeros, por eso era conocido irónicamente como el "sanador", se hacía llamar Lay.
Las cinco escurridizas siluetas cruzaron la cancela para acceder a lo que parecía ser una porción de cualquier selva del mundo. Colosales árboles, arbustos y flores adornaban lo que los dueños de aquella mansión denominaban su "Jardín Céfiro". Los pies de Kai se movían con rapidez y agilidad, pese a ser el nuevo integrante, era también el más talentoso.
Kai era un joven de unos 19 años, alto, esbelto y extremadamente bello. El óvalo definido de su rostro quedaba enmarcado por mechones castaños, que parecían acariciar su tez morena al escapar rebeldes del gorro que cubría su cabello. Tenía una definida constitución atlética, y era especialista en trepar y saltar, pero si en algo destacaba, era en velocidad.
- Silencio. No sabemos con certeza el número de cámaras, los posibles perros u trampas, no sabemos casi nada. -La chica parecía la más inteligente de todos, y no tardó en deducir que en aquella oscuridad absoluta algún detalle podía escapar a su vista; algo perjudicial para todos.
Decidieron separarse, bajo la promesa de que si uno caía, jamás confesaría la existencia de tal grupo, eso supondría su sentencia definitiva. Cada uno se dirigió a una parte del inmenso jardín, tanto para vigilar, como para buscar una posible salida de "emergencia". Kai fue el encargado de buscar la Mansión y obtener el objetivo de aquella noche, aquello que estaría protegido por todo tipo de trampas y cámaras.
Kai maldecía por lo bajo mientras avanzaba. Gracias a su astucia y su rapidez, divisó la enorme vivienda en una zona bastante inusual, apartada lo suficiente de la cancela por la que entró como para desear haber realizado el trayecto en coche. Una única luz permanecía encendida, era la habitación cuya ventana parecía apoyarse en una pequeña caseta, era evidente que con semejante jardín necesitasen una caseta de un tamaño mucho más grande de lo normal.
- Perfecto. - Suspiró Kai aliviado. Se frotó las manos antes de comenzar a trepar por la pared lateral, hasta llegar en pocos segundos al "tejado" de aquel almacén para el jardín. Una vez recuperó la estabilidad, miró con precaución al interior de la habitación, en la que un joven parecía dormir.