Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

See you again por LoveShonenai

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Segundo capítulo. Disfruten.

II. Nostalgia

- Para siempre-

 

Hace más de tres noches que me levanto sudoroso de la cama, tengo siempre la misma pesadilla, una que al despertar recuerdo vagamente. Aún quedan estragos de ella en mi cuerpo, en mi corazón. Me levanto con un extraño sentimiento de nostalgia, de un vacío inexplicable que no sé identificar, como si en esos extraños sueños buscara algo que se me perdió y hasta ahora no he logrado encontrar. La rutina llega después de levantarme de la cama. Son las seis y treinta de la mañana, me ducho rápidamente, me arreglo para salir y tomo un improvisado desayuno. Salgo inmediatamente de mi departamento y toco con insistencia la puerta del de mi vecino Onodera Ritsu, mi subordinado en el trabajo, mi primer y único amor por más de diez años. Toco y hago un ruido incesante durante más de diez minutos. Decido rendirme. Puede que él se haya marchado antes que yo a Marukawa.

Al llegar, soy recibido por todos los del departamento de mangas shojo, y me llevo con la gran sorpresa de que Onodera no está en su asiento. Kisa dice que él aún no ha llegado a trabajar. Saco inmediatamente mi celular y marco su número, preocupado por él. El tono de espera no deja de sonar y, finalmente cuelgo la llamada. Otra vez tengo esta fastidiosa sensación de vacío en mí, me siento intranquilo, asustado, como si algo se me estuviera yendo de las manos. Finalmente, Onodera aparece en la entrada, mi respiración comienza a normalizarse, mis articulaciones parecen relajarse. Él se ha quedado mirándome desde la entrada, es extraño. Onodera no se mueve desde el umbral de la puerta. Parece pálido y puedo notar perfectamente unas ligeras ojeras arruinando la blancura de su piel.

Un momento ¿él está llorando? ¿Por qué? ¿Es que le dolerá algo?

Me pongo de pie rápidamente con el corazón bombeando a mil por hora. Una vez que llego, él se desvanece repentinamente en mis brazos. Todos en la oficina entraron en pánico en cuestión de segundos. Tomo aire tan fuerte como puedo y le pido a Kisa que se haga cargo de la oficina en mi ausencia. Cargué a Onodera ante la mirada aterrada de todos y desaparecí de ahí hasta la sala de espera del piso. Lo deposité en el sillón largo. Comprobé su temperatura. Estaba normal, aunque sus mejillas estaban frías. Estuve a punto de llamar a la ambulancia cuando lo vi llorar mientras estaba inconsciente. Comenzó a respirar entrecortadamente mientras emitía pequeños gemidos y sonidos indescifrables. Me asusté. Lo moví ligeramente y este despertó con una gran expresión de terror.

Me agarró por sorpresa su posterior abrazo. Se aferró tanto a mí que dolía.

—Onodera ¿estás bien?

—Lo siento, yo…

Yo entré en pánico, él no parecía querer soltarme. Claro que ansiaba su contacto, pero era consciente del riesgo que corríamos haciendo públicas esas demostraciones de afecto. Dos mujeres pasaron por delante de nosotros y comenzaron a murmurar después de vernos con extrañeza.

—Deberías soltarme. Alguien podría…

Ruego a los dioses porque me suelte, o yo no me contendré.

—Onodera… ¿sabes lo que estás haciendo?

—Perdóname. Yo sólo…tengo miedo. No recuerdo qué soñé, pero siento que si te vas, volveré a ese lugar oscuro del que no podía salir por más que quisiera.

—¿Has tenido una pesadilla?

—No recuerdo nada…

Siguió aferrado a mi pecho y yo no sabía qué hacer. Apartarlo de mí sería brusco y empeoraría las cosas.

—Llegaste, comenzaste a llorar y te desmayaste. Estaba a punto de llamar a la ambulancia.

De repente deshizo el contacto. Suspiré aliviado. Pensé que todo volvería a la normalidad, pero creo que me equivoqué. Él ahora me miraba fijamente, lagrimeando, Paseaba sus manos libremente por mi rostro, y una melancolía que no supe explicar me invadió en cuanto nuestras miradas chocaron y nuestras pieles hicieron contacto. Lo vi llorar nuevamente. ¿Qué rayos estaba pasando? El toque de sus manos me hizo recordar la sensación de aquel vago sueño que tengo todas las noches. ¿Por qué siento que quiero quedarme con él para siempre, abrazarlo y no dejarlo ir nunca? ¿Es que acaso lo volveré a perder como hace diez años? No. No quiero perder a Ritsu. Moriría esta vez si no lo vuelvo a ver.

No, mi querido. No te quiero perder nuevo.

—¿Por qué estás llorando? —Solté sobresaltado—.

Pero él no me respondió, solo siguió ahí, llorando como si alguien hubiese muerto.

—No quiero morir… —soltó de repente.

—¿O-Onodera?

Lo asimilé muy lento. Se me fue la respiración por un instante. ¿Morir? ¿Por qué Onodera moriría? ¡No! ¡Odio eso! Lo abracé fuertemente con la vana idea de así poder retenerlo sin cansancio, para que no se me fuera de las manos otra vez.

¡No voy a permitir eso!

—¿Takano-san?

Deshice el abrazo con brusquedad y lo tomé de un brazo, llevándomelo de ahí lo más rápido posible.

¿Por qué esta sensación de vacío no me deja en paz? ¿Qué demonios es lo que me está pasando? ¿Por qué ese maldito sueño me persigue hasta cuando estoy despierto?

Hemos salido de la editorial y nadie se ha quejado por ello. Siento las ahora frías manos de Onodera tornarse sudorosas. Volteo a mirarlo sin soltarle la mano. Nuestras miradas nuevamente se conectan, y fue como si el espacio-tiempo nos hubiese transportado hacia otra dimensión. Sus ojos llorosos volvieron a hechizarme y me sentí envuelto por mi gran deseo de acapararlo. El mundo parecía haberse detenido, pero nuestros corazones eran viajeros del tiempo, nuestros sentimientos se unificaron con un solo toque, con el choque de nuestras miradas. ¿Por qué este tipo me ha enamorado tanto? ¿Qué haría yo sin él? Sequé sus lágrimas con mis besos, suavemente, dejándome enviciar por el aroma de su piel, quisiera que me la contagiara, así yo siempre lo recordaría.

Te he vuelto a ver…

—Kuroda…

Solté su mano. De un momento a otro, mi ternura se apagó y mi deseo de acapararlo se hizo más fuerte. “¿Kuroda?” ¿Quién demonios era ese hombre y por qué su nombre había salido de los labios de Onodera? ¿Por qué él me está llamando Kuroda?

—¿Me estás hablando a mí? —solté visiblemente enojado—. ¿Te estás burlando de mí, Onodera?

—¿Eh? ¿A qué te refieres? —dijo apenas. Parecía confundido, como si hubiera salido de un trance—. ¿Dije algo?

Él sabe lo celoso que soy, sabe que detesto que se relacione con otras personas, sean hombres o mujeres y ahora me confunde con otro. ¿Es en serio? ¿Lo hace adrede o no?

—Vete a casa, Onodera. Descansa y regresa a trabajar mañana.

—¿Estás molesto? ¿Hice algo?

No quiero mirarlo, de lo contrario no me contendré y comenzaré a llenarlo de preguntas. Me haré la nota mental de que no escuché ese extraño nombre y lo dejaré ir como si nada hubiese pasado, aunque me muera por sacarle toda la información que fuese posible. Sin embargo, él no me hace las cosas fáciles. Sigue ahí de pie donde lo dejé, martillando mi conciencia con esa mirada de inocencia que tanto me irrita.

—¿Por qué sigues ahí parado? Te dije que te fueras a casa.

—Ya estoy bien, Takano-san. No sé qué me pasó, pero ya me siento mejor, así que puedo regresar a mi labor.

—Es una orden. Largo.

¡Diablos! Tiene un semblante que refleja que le han herido mis palabras.

—No entiendo por qué luces tan molesto conmigo. ¿Acaso hice algo?

Diablos. ¿Por qué haces esto tan difícil?

—Hablaremos cuando regrese a casa. Ahora vete.

Gracias a Dios y a todos los santos de todas las religiones, parece que me ha hecho caso. Suspiro aliviado y entro de nuevo al edificio. En el sector Esmeralda me esperan Kisa y Hatori con mirada expectante, con un Yokozawa notoriamente molesto sentado descaradamente en el que viene a ser mi asiento.

—¿Se te ofrece algo, Yokozawa?

Él se pone de pie con su porte autoritario de siempre, haciendo temblar a todos los que se encuentran en la oficina, se acerca a mí con la misma expresión de oso a punto de atacar a su presa y me lanza unos papeles a la cara.

—Se supone que debes estar aquí, sentado en la silla de tu escritorio trabajando como se debe, pero… ¿pierdes el tiempo velando por los enfermos?

—¿De qué hablas, Yokozawa?

—Te vi saliendo en plan de carrera cargando a Onodera. ¿Ya terminaste de atender a tu Cenicienta, príncipe?

—Ricchan se puso mal, Yokozawa-san. Ya se lo dije cuando me preguntó. Todos nos llevamos un buen susto.

Suspiro. ¿Qué Yokozawa nunca va a cansarse de molestar a Onodera?

—Creo que Kisa me ahorró el trabajo de explicártelo. Revisaré estos documentos y te los enviaré a la oficina de ventas en media hora, Yokozawa.

Vi como Yokozawa comenzó a respirar con más tranquilidad.

—¿Tienes un minuto? —dijo haciéndome señas para salir al pasadizo—.

Salimos hacia la sala de fumadores y cerró bien la puerta después de que yo entré.

—¿De qué quieres hablar? No creo que a Kirishima-san le guste esto.

Noté en él un leve sonrojo. Tosió un poco para no ponerse en evidencia.

—Escucha, Masamune. No tengo nada en contra de ese chico. La cuestión es que unas empleadas del área de ventas te vieron corriendo con Onodera en brazos y comentaron sobre la rara cercanía que mostraron en la sala de espera. ¿Sabes que eso generará rumores que pueden afectarlos a ambos? Si van a tener demostraciones de afecto, mínimo háganlo en privado, y no en su lugar de trabajo. Si Isaka-san los hubiera visto así, podrían haberse considerado sin trabajo.

—Lo siento. Tendré más cuidado de ahora en adelante. Onodera no estaba en sus cabales, eso es todo.

La mirada de Yokozawa se suavizó.

—No olvides que aún soy tu mejor amigo. Solo estoy preocupado. Ten más cuidado.

Me dio una fuerte palmada en la espalda y salió de allí, dejándome impresionado.

Volví a la oficina y me senté en mi lugar. Tomé mi celular. Tenía un mensaje.

“Recordé lo que pasó. Perdona, no sé por qué te llamé así. No conozco a ningún Kuroda.

Onodera.”

 

Ya pasada la noche, a eso de las siete, llegué a casa sumamente cansado. Erika, mi mangaka, me había hecho rabiar como siempre con el último manga que había dibujado. Dejé mis cosas en casa y toqué la puerta de mi vecino, quien inmediatamente me abrió las puertas de su casa. Todo parecía sombrío.

 

—¿Te han cortado la luz? —dije, tratando de encontrar el interruptor—. 

—Estoy bien así —dijo, alejándose de mí—. Pasa.

 

Encendí la luz a pesar de su requerimiento. Su casa era un total desorden. Intenté encontrar sus ojos, pero él en todo momento evito cruzar su mirada con la mía. Avanzamos hasta su habitación, que lucía igual de desastrosa que la entrada. Me preocupé al ver retazos de lo que parecía ser un espejo, esparcidos por el suelo. Lo miro. Está sentado en la cama, aún con la mirada gacha.

 

—¿Se ha roto un espejo? ¿Estás bien?

—Me siento extraño. Llegué a casa, lavé mi rostro, me miré al espejo y no me reconocí a mí mismo. Tengo miedo. No sé por qué me está pasando esto. Había un hombre reflejado en ese espejo, dice que soy yo, pero no lo conozco, no sé quién es. Lancé un objeto hacia el espejo y se rompió.

—Yo velaré tu sueño hoy ¿sí? Acuéstate y descansa.

—No quiero dormir. Si lo hago, él volverá a atormentarme.

—Yo estaré aquí. Si él viene a molestarte, yo estaré aquí para despertarte.

—¿De veras?

 

Asentí. Gradualmente se quedó dormido. Lo arropé con cuidado e hice un poco de limpieza para eliminar aquel desastre. ¿Qué estará pasando con Onodera? Dijo que un sueño lo atormentaba, eso me hace recordar al sueño que tengo cada cierto tiempo. Creo que deberé esperar a que Onodera pueda decirme un poco más sobre esos extraños sueños que no lo dejan tranquilo.

 

Oí un pequeño ruido en la habitación. Dejé todo en su lugar y regresé al lado de Onodera, no sin antes encender la luz. Estaba tratando de sentarse, con mucha dificultad. Corrí hacia donde estaba y lo obligué a acostarse de nuevo.

 

—¡Tienes mucha fiebre! —exclamé después de tocar su frente— ¡Debes acostarte!

 

Él me miró finalmente a los ojos, ellos me miraban de forma distinta a la usual. La mirada que me ofrecía era dulce, melancólica. Me sentí conmovido.

 

—Yo…finalmente te encontré después de tanto…

—¿De qué hablas?

—Yo quería permanecer para siempre contigo, lo hubiera dejado todo por ti…pero me tuve que ir.

—Onodera, no te entiendo.

Sentí nuevamente su asfixiante abrazo, impulsándome a caer encima de él.

—Sólo quédate conmigo. No me sueltes nunca…

—Ritsu…

Finalmente te he encontrado, Kuroda. No te vayas nunca…

 

 

Continuará…

Notas finales:

Gracias por leer.

Realmente espero sus críticas y comentarios, agradecería mucho sus opiniones.

 

LoveShonenai.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).