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El Perdedor por Whitekaat

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Notas del capitulo:

Como dije este es el último cap, gracias por los lindos comentarios de todos y espero leerlos en algún otro fic besitos <3

CAPÍTULO III
MARCHITO

 




Aioria aceptaba que estaba ebrio, no, que estaba borrado por el alcohol todo lo que estaba presenciado era demasiado surrealista para ser cierto, su corazón estaba latiendo desmesuradamente al ver al hombre que descansaba y tarareaba una melodía que probablemente él mismo inventaba, era demasiado precioso para permanecer tras las rejas, era un ave enjaulada, una flor sin luz marchitándose, pensó. Se dejaba llevar por la melodía y por los grados de alcohol sobre su cuerpo, se apoyó contra la pared, sus ojos se cerraban y con cada pestañear su cuerpo se deslizaba por la pared buscando el descanso.

El metal deslizándose contra la piedra alertó a Saga y detuvo su cantar, quiso saber de que lugar provenía el sonido, nadie bajaba por esos lados a excepción de los soldados que le traían comida y  uno que otro capricho que le cumplían, no era una vida digna, pero era exactamente lo que merecía, de cierto modo agradeció el confinamiento absoluto, agradeció la soledad porque después de un mes tras los barrotes las voces de “su maldad” habían cesado, ya no aparecía, incluso Saga muchas veces creyó que todo aquello fue un sueño, pero al notar donde se encontraba recordaba que no era ni un sueño, ni pesadilla era al realidad misma, había sido acusado de traición y debido a su naturaleza peligrosa fue confinado a permanecer oculto bajo el mismo templo que quiso para él.

El geminiano podía salir cuando él quisiera y tanto él como el patriarca lo tenían claro, no había jaula que pudiese controlar la energía de su cosmos, pero el encierro ya se había transformado en un acto de palabra y prácticamente de redención propia, esas tres paredes y los barrotes de hierro eran su mundo, un limitado y pequeño mundo que buscó acondicionar durante años, había conseguido libros, cosas para aseo personal, cosas para no pasar frío por las noches, aquellas velas que adornaban la litera que se encontraba frente a la suya y el trato más digno que pudiese conseguir en su condición, las cortas charlas con los soldados que bajaban cuatro veces al día le permitían no volverse loco, ni perder la orientación de los días que pasaban y la oportunidad de hablar y ver a otro ser humano.

Saga gateó por el suelo hasta llegar a la puerta, sacó su cabeza lo más que pudo por entre las rendijas para observar quien estaba en el lugar y aquella dorada armadura le traía amargos recuerdos que prefería no volver a revivir, ese chico frente a él se parecía a alguien a quien ya no recordaba, el dorado dormía sobre el frió piso de piedra comos si fuese el lugar más cómodo para descansar, se preguntó que haría ahí, no era un lugar el cual fuese de fácil acceso, nadie conocía esa prisión y menos de su propia existencia exceptuando al patriarca, Shura y Aioros.
— Cantas hermoso, no te detengas. —Saga parpadeo incrédulo de la situación, se notaba que al castaño se le dificultaba hablar, su voz no sonaba como normalmente lo haría una, era más descoordinada, pausada y cansada, pero el mensaje estaba claro e implícito en las vibraciones que llegaron a su oído, le pedía que cantara porque al parecer le gustaba la melodía que estaba tarareando hace unos minutos atrás, se avergonzó por unos instantes nadie lo había escuchado nunca hacerlo y así lo prefería, frunció el seño frente a la especie de orden que le habían impuesto, no lo pensaba hacer, extrañaba su perpetua soledad, no quería a un chico extraño que portaba una armadura dorada rondar cerca de su mundo.

— No sé que haces aquí pero deberías irte ahora. —su lenguaje era tosco y bien lo sabía, no quería parecer amable porque lo único que deseaba era que aquel caballero abandonara el lugar, no le interesaba quien era, que hacía ahí, como se llamaba sólo pedía que se largara y lo dejara tranquilo sumiéndose en su desdicha eterna, pero Aioria no tomó en cuenta sus palabras, de hecho su voz al hablar lo había cautivado aun más, algo raro sucedía con él, algo debió tener su bebida porque las cosas que sentía en ese momento las catalogaba como anormales y más aun para él un caballero dorado que debía ser el ejemplo de moral y ética.

Deseaba estar más cerca del otro, pensando que quizás al reconocer al otro como un hombre esa bella ilusión que visualizaba su iris se acabaría. Levantó su cuerpo del suelo y a paso tambaleante se ubicó frente al de cabellera azulada, sus ojos verdes se encontraron frente a los azules del otro y para la mala suerte de Aioria el hechizo no se rompió, lucía más hermoso desde cerca, más frágil como porcelana y mucho más deseable, el prisionero despedía un cosmos especial, uno que jamás había podido sentir, las ligeras vibraciones de energía se mezclaban entre un sofocante calor y un oleada de frío, así se sentía la cercanía del otro como dos polos opuestos que busca envolverlo.

— Eres mucho más hermoso de cerca. — Se reprendió por sus palabras internamente, ya no pensaba detenidamente lo que estaba diciendo su cerebro estaba nublado entre licor y belleza, las palabras salían como un impulso directo desde su corazón, era un hombre el cual jamás tuvo ese tipo de comportamiento ni si quiera con una mujer y ese personaje misterioso que estaba encarcelado lograba quebrantar cada uno de sus ideales dejándose llevar sólo por los impulsos.

Saga sintió un escalofrío que abarcó toda su piel, aquellas palabras vergonzosas seguidas por un mano que acarició su rostro lograron sacarle un suspiro que no alcanzó ahogarse, no podía decirse que extrañara el tacto de una persona, si lo recordaba bien a él nunca le gusto ser tocado por los demás, si alguien no respetaba su espacio personal se sentía incomodo e inclusive el sólo hecho de estrechar las manos siempre fue un tema de importancia para él, pero ese calido tacto de la mano del joven castaño contra su piel se sentía tan bien que tiritaba gozo, varios de sus músculos se contrajeron, sus ojos se cerraron y sus sentidos se agudizaron aun más, el castaño olía a alcohol y algo más lo cual no podía identificar, pero le gustaba, le encantaba sentir ese aroma colarse por sus fosas nasales. Llevó su mano hasta la otra que se posaba en su mejilla y la aprisionó aun más, necesitaba más, se estaba dejando llevar por el momento, por el calor del dorado el cual ni su nombre conocía.

Saga no lo vió venir pero se lo esperaba, la situación se daba para aquello y respondió gustoso frente a aquel beso, se estaba perdiendo, se estaba dejando gobernar por su emociones y nunca le había gustado tanto dejarse llevar por ellas, no le molestaba el sabor a licor mezclarse con su saliva, no le molestaba la cercanía del otro y ya hasta había pasado por alto que quien lo besaba era un chico que no conocía y por su apariencia, mucho menor que él.

En un momento de lucidez cortó toda conexión y se tiró hacia atrás apoyando sus palmas contra el suelo, su pecho agitado y sus mejillas sonrojadas por el calor y por como se sentía, no era normal, nada de eso lo era concluyó— Será mejor que te vayas. —Sentenció dándose la vuelta mientras lograba normalizar su respiración y sentimientos, escuchó el metal moverse, al parecer el otro había captado en esta ocasión, esperaba que aquel santo se fuera y que nunca más volviese a toparse con él, prefería fingir que aquello nunca pasó para así seguir sumiéndose en el marchitar de su alma.

—Volveré, eso te lo prometo. —La voz del menor era decidida, todo rastro de alcohol parecía haber sido drenado por el beso, estaba más lúcido que nunca y entendía muy bien lo que había hecho, pero no le importaba haber besado a un hombre y que este hombre fuese un recluso que ni si quiera su nombre conocía, deseaba volver a verlo, su corazón se lo pedía, aquel beso lo había acercado a lo que muchos llamarían placer, aquella emoción mundana y básica de la cual había escapado tras largos años se materializaba frente a él en color azul índigo y dentro de una jaula como un hermoso ruiseñor, volvería, el siempre cumplía sus promesas.

Tendría tiempo para aclarar sus pensamientos, para saber el nombre del otro, para conocerse y descifrar el misterio que guardaba su prisión, pero no debía preocuparse de nada de ello en ese momento, sabía que volvería y él estaría esperando dentro de la jaula de piedra y metal sin poder volar.

FIN.


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