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Dime "te amo" por Juvia Loxar

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Notas del fanfic:

Saliendo de la rutina de puros fanfics de Fairy Tail, esta vez traigo algo sobre lo que en mi vida había escrito.

Hace años (literalmente años) que no veo Hetalia y no recuerdo muy bien la personalidad de los personajes, pero creo que era algo así xD.

Pero bueno, tenía ganas de escribirlo (son tan bonitos juntos >u<) y aquí está. Espero que les guste.

Llevaban ya tiempo saliendo, tiempo n el cual Antonio diariamente le decía a Lovino que lo amaba. Siempre le ponía atención cuando hablaba y lo consentía. Pero, ¿qué era lo que él recibía a cambio? Maldiciones, gritos e insultos.

Romano nunca le había dado las atenciones que él quería recibir, tampoco le había dio lo que sentía y el español sólo quería hacerlo feliz, pero no podría hacerlo si el otro no le decía nada.

Fernández soñaba con el día en el cual su pareja le dirija palabras dulces, pero por más que quisiera, el día no llegaba.

-Lovino, hay que salir, ¿sí?

-Cállate, spagnolo stupido. Estoy ocupado.

-Pero si sólo estás viendo imágenes de pizza en Internet.

-Estoy ocupado- repitió sin moverse de su silla.

-¡Pero, Lovi! Nunca salimos y cuando estamos juntos casi siempre me ignoras… ¿Lovi?

-Ah, ¿qué pasó? No te estaba escuchando.

-¿Ves? Me ignoras.

-Pues tú sólo andas a mí alrededor diciendo osas como “vamos aquí”, “amos allá”. Fastidias.

Para el ojiverde eso era algo deprimente. Nunca quiso ser un estorbo o una molestia para su pareja, todo lo que hacía o decía eran muestras de amor sinceras, pues, hacía mucho tiempo desde que el italiano había captado su atención, desde que era pequeño. Esa manera tan grosera de hablar no era algo para elogiar, y su personalidad tampoco, pero, era manera que corría hacia él cuando pasaba Francia y le exigía que lo proteja era adorable. Aquellos momentos que habían pasado juntos para el español eran como oro y todos juntos habían dado como resultado su amor hacia él.

El español se acercó para abrazar al italiano.

-Lovi, yo siempre he querido que me trates como a alguien que amas, ¿sabes? Yo te amo muchísimo y por eso quiero que seas feliz.

El italiano sonrojado como tomate se soltó de su abrazo bruscamente.

-Cazzo, no me abraces… Y no digas cosas vergonzosas.

-Bien, si no quieres salir entonces nos quedaremos- el ojiverde tomó al contrario de la mano-. ¿Qué te parece si dejas de ver imágenes y cocinamos un poco?

-Quiero pizza… Y muchos tomates.

-Pues pizza aremos.

Ambos fueron a la cocina, sacaron lo necesario para hacer la masa, los ingredientes, y claro, muchos, muchos tomates.

Comenzaron a cocinar, o más bien, Romano comenzó a cocinar, Antonio sólo se quedaba viendo cómo lo hacía y de vez en cuando lo pasaba lo que necesitaba.

-¿Y después de esto podemos hacer paella?

-No, cazzo, no. Sólo pizza.

-Pero yo quiero paella.

-Entonces, ¿no vas a comer mi pizza? ¿Prefieres tu paella?

-¡No! Eso no es lo que quise decir, sabes que amo tu pizza… Pero te amo más a ti.

Lovino no contestó, o lo estaba ignorando o la pizza que estaba haciendo tenía toda su atención, que era prácticamente lo mismo.

Fernández suspiró y apoyó su cabeza en el hombro del italiano.

-Dime que me amas.

Lovino se sobresaltó y se alejó de un salto.

-¡¿Pero qué mierda dices?! ¡Vaffanculo!

- Lovi…

-C-cállate, estúpido…

Vargas lo ignoró y siguió cocinando. No es que lo odiara y tampoco lo consideraba un fastidioso realmente, simplemente el español le pedía cosas muy vergonzosas para él. Nunca le había dicho a nadie que lo amaba, ni si quiera a su hermano, era algo que no estaba acostumbrado a decir. No es que no lo amara, de hecho, lo hacía, y mucho; ¿qué tan difícil era decir esas simples palabras? Si el español podía hacerlo entonces él también, ¿no?

Terminó de cocinar, se sirvieron y comieron con, a petición del italiano, vino tinto. Comieron en silencio. Todo ese tiempo Lovino se la pasó en un debate mental, no sabía si decírselo o no, y tampoco cómo, ¿debería simplemente soltarlo y ya o esperar algún tipo de momento especial? Incluso el simple hecho de pensarlo lo hacía sentir tan incómodo que parecía que quería destruir la pizza con su mirada, esto obviamente fue notado por Antonio.

-¿Qué pasa, Lovi? ¿Te sientes mal?

-No…

- ¿Estás molesto? ¿Hice o dije algo mal?

-No, no. No es nada de eso.

-¿Entonces?

-Nada.

A Fernández le extrañó eso, usualmente cuando a Vargas le molestaba algo se lo decía y si era algo que él había hecho o dicho se lo restregaba en la cara hasta que se sintiera mejor.

Terminaron, recogieron los platos y se sentaron a ver televisión, como siempre Antonio estaba en un extremo del sofá y Lovino en el otro, ya que esto era normal para el español concentró su atención en la tele. Por el rabillo del ojo alcanzó a ver que su pareja se movía y ¿parecía que se estaba acercando a él? Mayúscula fue su sorpresa cuando al voltear a ver se topó con la cabeza del italiano apoyándose en su hombro pero con la vista al suelo, luego susurró algo que el español apenas alcanzó a escuchar.

-T- te amo, idiota…

-¿Qué?

-¡Ya lo dije, no lo voy a repetir!

-Es broma, te escuché.

-¡E-entonces no hagas como si no!

El italiano sonrojado se levantó con la intención de irse, sin embargo el español lo detuvo tomándolo de la mano y levantándose y se acercó a él.

-Yo también te amo, Lovi.

Antonio besó a Lovino, fue un beso suave y tan lleno de amor como el ojiverde pudo; en ese beso quiso demostrarle todo lo que sentía y cuanto lo amaba. Cuando se separaron, Fernández lo miró a los ojos con una sonrisa radiante y con la expresión más feliz que posiblemente había hecho en toda su vida. Regresaron al sofá y el español abrazó dulcemente a su pareja.

-¿Ves que no fue tan difícil?

-Cállate, cazzo. Fue lo más vergonzoso que he hecho en mi vida.

-Puede que para ti haya sido así, pero para mí fue lo más hermoso que he escuchado.

-Exageras…

A pesar de haber dicho eso, la cabeza del italiano retomó su lugar en el hombro del español y el brazo del ojiverde pasó por los hombros del contrario, abrazándolo. Así se quedaron hasta que después de un rato Lovino se durmió y Antonio al ver eso apagó el televisor, lo tomó en brazos y lo llevó a su cuarto y lo arropó.

-Te amo, Lovi. Gracias por hacer de este uno de los mejores días de mi vida.

Besó su frente y salió de la habitación con la esperanza de que aquello se llegara a repetir algún día.


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