-¡Señor Conejo!- grito hasta desgarrar su garganta, pero el bosque era enorme, peligroso.
Hyoga lo buscaba entre arbustos y árboles, unas ramitas por aquí y frutos por acá, ni una huella de conejo u algun otro ser vivo. El joven estaba desesperado, sentía la presión en sus hombros pues esa noche su Tío daría una elegante fiesta para hacer que su sobrino viera lo que es la vida y pensar en su futuro, eso nunca pasaría...
Giraba aquí y allá, mientras que cuatro curiosos ojos lo miraban, giraba aquí y acá, unos extraños hombrecitos levantaban sus cabezas de entre arbustos. Vestidos con un oberol, uno morado y el otro rojo, con camisas blancas y bordados sobre ellas, con sombreros algo extravagantes y con una punta de bandera amarilla, sus calcetas casi llegaban hasta las rodillas y unos enormes zapatos negros hacian la diferencia.
Aquí y acá,allá y acá, aquí y allá, se movía Hyoga buscando al conejo y esos extraños jovenes lo seguían sin que se diese cuenta, a sus movimientos ellos lo imitaban perfectamente, pero claro Hyoga sentía esa presencia. Un movimiento rápido y el susto de su vida.
Los vio a ambos, con rareza.
-¿Oye que pasa?- dijo el del overol rojo.
-Oye no se.- respondió el del overol morado.
Hyoga se acercó y vio el bordado de las camisas de ambos.
-Seiya-teed, Jabu-tood. Pero que extraños nombres.
-¡Extraños!- dijo el de overol rojo, Seiya-teed.
-¿Extraños?- Jabu -tood miró a su hermano y comenzó a reir.-Mira tu, con ese traje negro sin color. Mira como tienes el Sol en tus cabellos.
-¿El Sol?
-El Sol
-Tengo que irme.- dijo algo enojado.-Adiós.
-Adiós es lo último que se dice.-Seiya-teed dio una vuelta y le dio la mano.-Apenas ha empezado la visita.
Jabu-tood dio una vuelta y le dio la mano al rubio, sosteniendose, daban vueltas, que para Hyoga era incómodo, pues lo hacian una agresividad y saltaban cada que querían.
-¡Vamos, jugemos un poco!
-¿Vamos, jugemos un poco?
-Me temgo que ir.- decía más iritado.-Por favor, busco a mi conejo blanco.
-¿Conejo blanco? No he visto un conejo blanco por aquí.- le dijo Jabu-tood.
-Conejo blanco ¿No he visto un conejo blanco por aquí?
-¡Te enseñaremos a boxear!
-¡A cantar!
-¡A bailar!- y ambos bailaron con Hyoga haciendolo de aquí a allá, dando más vueltas.-Además ese conejo siempre tiene prisa, el rey lo quiere ver urgentemente.
-Si y con elrey rojo no se juega, peligroso es. ¡Pero jugemos!
-Que no entienden que necesito al Señor Conejo.- y se iba de ellos.
-Muy curiosos, el chico.- dijo Seiya-teed.-Lastima que es como las ostras.
-La otras no volvieron nunca más, pobres.
-¿Las ostras?- a Hyoga le intrigo esas palabras.-¿Quiénes son las ostras?
-No vete con tu conejo.- dijo Jabu-tood giñendole el ojo a Seiya-teed.-Tienes mucha prisa, no debes perder tiempo.
-Solo será un momento. Dijanme quienes fueron las otras.
Seiya dio una vuelta y comenzó a tararear, Jabu se sentó y comenzó a cantar:
-"La morsa y el carpintero"
-"Las ostras furiosas"- se tomaron de las manos y comenzaron a cantar.
-"El Sol salio para mandar calido su fulgor"-Jabu fue con Hyoga y le movía sus cabellos rubios que para él era el sol.
-"Y en ese día de calor la Luna iba a brillar."
-"Y como el Sol también brillo pudimos observar."
-Un carpintero fue a pasear con una morsa.- ahora recitaban.-Le sorprendio ver tanta arena junto al mar.
-Señor Morsa yo calculo que en un año, la arena ya no existirá más, bariendo barriendo toda la arena será más hermoso el mar. Dijo el carpintero, agregado. Claro a usted si le interesa el trabajo.
-¿Trabajo? Es tiempo ya de descansar junto al mar. No me hables de trabajo que para eso no nací. ¡Trabajar, trabajar, esa es la ley que así lo manda el rey!
-Y la morsa levató al carpintero, mandandolo al mar, donde vio pequeñas ostras que se cubrieron apenadas al verlo y tímidas al miedo que hay afuera.- dijo Jabu.-Silvó el carpintero llamando a la morsa, quien fue a ver y como era una morsa en día de descanso, la comida no debía faltar en ese día.
-La morsa le hizo señas al carpintero, este buen trabajador, iba pues a sacarlas pero la morsa era más sútil y más lista aunque perezosa. Dijo al verlas.- Seiya-teed se levantó y comenzó a mover las manos como decía la morsa.-¡Oh, ostritas las invitó a pasear! Primero andar, después charlar sería un gran pacer,
-La mamá ostra sin tardar el peligro adivinó...le adviritó a sus hijas, pero la morsa insistente siguio.
-¡Es tiempo ya de ir a pasear, de la mar salir! ¡El mundo a ver y a conocer, os vas a divertir! ¡Venir preciosas ya veréis tendremos un festín! Oh a trabajar esa es la ley, así lo manda el rey.
-Las ostras salieron bailando, una tras otra y el carpintero hacia una pequeña choza con todo lo que encontraba, así sería mejor. Las ostras se sentaron en una mesa.
-¡Oh que nos falta!¡Nos falta el pan!. Dijo la morsa mandando al carpientero muy trabajador.Mientras la morsa se preparaba abrazo a las ostras y...¡CHAZ! se las comio a todas.
-El carpintero trabajador, llegaba muy servicial con una salsa y pan, pero la morsa llorando le dijo.
-¡Oh, que triste estoy! ¡Oh, porque el pacer que me habeis dado no lo sabreís jamás!
-¡Ostritas, ostritas! Dijo el carpientero, quien se acercó a la mesay su sorpresa, la morsa se las comio todas.
-La morsa trataba de huir.
-Pudo más la ira del carpintero. ¡ASÍ LO MANDA EL REY!
Hyoga pensó mucho en esa canción, ya la había oído antes lo sabía muy bien.
-Pero que triste.- dijo Hyoga.
-¡Una más!- grito Jabu.
Hyoga quien al oir la historia lo único que quería era irse, sentía que ese cuento era de algo que ya había pasado. Minetras giraban los dos, Hyoga a provecho el momento para escapar...
Pero una hermosa casa con ladrillos rosas llamo su atención, una voz tan dulce gritaba:
-¡Es tarde ya! ¡Y no lo encuentró!-esa voz tan dulce solo le pertencecía al ser más hermoso que Hyoga había visto.