Un fuerte ruido golpea el vidrio de la ventana, el viento se arrima contra el alféizar y un ruido silbante hace eco en la habitación. El tiempo de las nevadas está en su máximo apogeo y la nieve cae sin tregua al suelo, juntándose en pequeños montones que juntos forman una enorme masa blanca que obstruye las puertas y ventanas, aislando la cabaña del resto del mundo.
Un fuego acogedor repiquetea en la chimenea, dos tazas de café descansan en la alfombra frente a ésta y los almohadones se posiciona desordenados en la estancia. Junto al improvisado living de la vivienda se encuentra la cocina, nada más equipada con un antiguo refrigerador, un fogón y algunos muebles maltrechos que han sido reparados poco a poco por su dueño. Separados por una fina pared de troncos, que solo llega a la mitad de la estancia, se ubica la cama y junto a esta el cuarto de baño, equipado con un lavamanos, el retrete y una fina tina de loza.
El ambiente emanaba tranquilidad, salvo de vez en cuando por los fuertes azotes de las ventanas por el viento.
—Mierda— gritó Yixing cuando se incorporó en la cama. Se sentó entre las cobijas y agarró su cabeza con ambas manos; se inclinó hacia sus piernas para parar el fuerte sentimiento de angustia que se había apoderado por completo de él —Estúpida pesadilla— gruñó, soltando la incómoda posición y levantándose de la cama, pensando que un buen vaso de leche lo haría dormir de nuevo.
Tomó la bata que colgaba a un lado de la cama, sostenida por un destartalado mueble que en algún momento sirvió de velador, y se la puso rápidamente. Aún con el fuego encendido la nieve hacía de las suyas congelando el ambiente y logró que el castaño tiritara en su lugar antes de ponerse en marcha hasta la cocina. Miró el reloj que estaba sobre la chimenea, el cual tenía un retraso de media hora, y constató que eran las tres de la mañana.
—Medianoche— murmuró, mientras tomaba una taza de la mesa y ponía un poco de leche a calentar en la estufa.
Se apoyó en la mesada de la cocina mientras esperaba y bajó la vista hacia sus pies, pensando en todo y nada. Las últimas semanas habían sido un vértigo de situaciones y emociones que se sentía demasiado agotado como para dormir un mes, pero no parecía posible por la seguidillas de pesadillas que tenía todas las noches desde que habían llegado a ese lugar, donde la inclemencia del frío los había aislado.
—Quizá no fue la mejor decisión...— miró hacia la “habitación” y suspiró. No debía pensar en eso ahora que ya se habían hecho las cosas, no podía dar marcha atrás cuando había logrado su cometido y era feliz.
Alguien comenzó a aporrear la puerta; demasiado insistente para tratarse del viento, concluyó el chino. Extrañado, y con un mal presentimiento en el pecho, que le decía que era mejor dejarlo e ir a dormir, fue y abrió la puerta.
El viento entró como un torbellino y apagó el fuego, la nieve entró rápidamente hasta sus pies y Yixing tuvo que dar un salto de espaldas para que no lo mojara. Miró sorprendido cómo las dos personas que no quería ver nunca más estaban paradas frente a él con la mirada enrabiada: Mai y la madre de Yifan.
—Hasta que te encontramos— reprochó la mujer, mirándolo de pies a cabeza con su típica superioridad —Engendro desagradecido, ¿dónde lo tienes?— bramó, apartándolo de un empujón y entrando en la estancia con rapidez.
—Oculto, bueno, lo tenía. Te encontramos, Zhang— enfatizó la chica, que meció su larga cabellera negra y entró también empujándolo. Yixing pensó que era bastante obvio que los habían encontrado, por algo estaban ellas ahí, pero no quiso decirlo... Aunque ya nada tenía que ver con él, era descortés tratar así a la señorita “casi perfecta” de Mai.
—No te bastó con todo lo que te dimos en nuestra casa, ¿no? Siempre supe que eras así. Mai, ve a buscarlo, nos vamos ahora— ordenó la señora y la chica partió casi corriendo a la habitación, perdiéndose por un par de minutos. Minutos que la señora Wu aprovechó para gruñir todo lo que se había guardado contra él: —Yo le dije a mi marido que no debía aceptarte en nuestra casa, ¡se lo dije! Un hijo de los Zhang, viviendo en las mismas condiciones que nosotros, como si pudiera merecerlo... ¡Pero no te quedaste ahí! Tenias que ser un veneno en nuestra familia cada año que crecías, asqueroso. Nada salía bien contigo ahí, ¿te diste cuenta de eso, engendro?
—Yo no hice...— se trató de defender, aún cuando las lágrimas se le acumulaban en los ojos y los sollozos salían a trompicones de su garganta. La voz le temblaba y su cuerpo entero sufría espasmos, por el frío y el terror.
—¡No me hables! Después de que nos vayamos no te quiero ver nunca más cerca de nuestra familia, ¿lo entiendes? ¡Es lo único bueno de que se hayan fugado! Pero hasta aquí llega, ¿me oíste? No volverás— lo apuntó severamente y tiró de su cabello, como cuando era niño y lo maltrataba hasta que el chico le jurara que no lo volvería a hacer. Yixing cayó de rodillas y lloró silenciosamente mientras asentía con la cabeza.
Mai llegó del brazo de un vestido y recompuesto Yifan. La madre de éste lo agarró de la chaqueta y ambas tiraron de él hasta la salida de la cabaña, sin dirigirle ni la mirada al hombre que se hallaba llorando sin consuelo tirado al lado de la puerta, mecido por el gélido viento de invierno.
—Yifan...— balbuceó, alargando una mano hacia él, pero el rubio no lo miró. Ambas mujeres desaparecieron con él en medio de la noche, perdiéndose entre la oscuridad del bosque donde un poco más allá brillaban unos nítidos focos de vehículo, una vez se subieron el auto se fue.
Yixing se levantó de su lugar e hizo el intento de salir, incluso si tenía los pies descalzos y su único abrigo era la bata de levantarse, pero un imponente hombre, igual de alto que su novio, lo tiró hacia atrás y cerró la puerta.
—Señor Wu— musitó, con el claro tono de respeto que siempre había tenido con el hombre, y bajó la mirada, intimidado.
—Yo confiaba en que serías un buen hombre, Yixing— empezó, con su siempre seria y grave voz. Sus ojos centellaban ante un sentimiento que el menor no podía comprender y la vergüenza se apoderó de su entumecido cuerpo, brindándole una sensación de estarse quemando.
—P-Perdón, señor Wu, pero yo... Yo amo a su hijo, lo he amado siempre— arguyó, buscando en su benefactor un signo de comprensión. El hombre suspiró largo, como queriendo botar algún inmenso peso de sus hombros, y le miró, con algo que hizo temblar de pánico al menor.
—¿Y él te ama a ti? Todos creemos que lo engatusaste para traerlo aquí y no cumplir con su compromiso. Yixing, te estimo... Estimaba mucho, ¿sabes todas las cosas que tuve que decir para defenderte de mi esposa? ¿Las veces en que tuve que dejar de lado mi orgullo para tenerte en mi casa?— Yixing se mordió los labios y bajó la mirada, ¡claro que lo sabía!
—Perdóneme, por favor. Yo no quise hacerle ningún mal, ni a usted ni a su familia. Le estoy eternamente agradecido por mantenerme en su casa cuando no era su responsabilidad cuidarme.. Pero, ¿cómo espera que renuncie a mis sentimientos cuando usted fue el que me enseñó a luchar por ellos? Yifan y yo nos amamos, no nos habíamos dado cuenta y todo sucedió muy rápido... ¡¿Cómo íbamos a reaccionar cuando se anunció su compromiso con la señorita Mai?!— gritó, incapaz de contener sus fuertes sentimientos de pérdida que lo estaban volviendo loco —Decidimos huir y ganar un poco de tiempo, Yifan nos iba a llevar fuera del país y...— cayó en cuenta y llevó ambas manos a su boca, abriendo mucho los ojos debido a la sorpresa. Nunca había sido capaz de ocultarle nada al señor Wu, excepto su relación con Yifan, que había empezado hace poco más de dos meses.
—¿Ibas a llevarte a mi hijo?— rugió el mayor, lanzándole una fuerte bofetada. Yixing chilló del dolor cuando cayó de espaldas debido al golpe, pero su dolor fue mayor cuando entendió que el señor Wu ya no lo quería más, que ya no iba a perdonarlo —¡¿Ibas a robarme a mi hijo al igual que tu padre se llevó a mi mujer?! ¡¡Entonces eres igual de engreído y desgraciado como él!! ¿Por qué tuve que recogerte?
—M-Mi padre no pudo robarse a su mujer, él estaba muert...
—¡Tu madre, Yixing! Antes siquiera de que me casara con la madre de Yifan...— tomo otro largo suspiro y continuó: —Tu madre era mi prometida e íbamos a casarnos, pero un día antes de la boda ella desapareció y no supimos de ella hasta que regresó contigo en brazos... Para entonces yo ya me había casado y tenía a Yifan que había cumplido sus dos años, ella llegó muy enferma y me pidió que te cuidara hasta que ella muriera, me rogó que me asegurara de darte un buen lugar... Pero yo no pude deshacerme de ti, eres igual a ella— Yixing miraba sorprendido cómo el señor Wu se iba desmoronando de a poco frente a él, cómo la verdad salía y veía la luz; al fin comprendía por qué el hombre cuidaba tanto de él y lo mantenía en su casa aún cuando no era su hijo y ni siquiera era un sirviente.
—Yo... Señor Wu, perdóneme...
—Aléjate de nosotros, no quiero volver a verte. Yifan se casará y no te inmiscuirás más en su vida, ¿quedó claro?— Yixing volvió a llorar, sin emitir ninguna respuesta —Si estás tan agradecido como dices, no volverás. Seguiré pagando tus estudios hasta que te gradúes... vive bien, Yixing. Olvidemos que todo esto pasó— se giró y salió de la cabaña, cerrando la puerta. Yixing se sentó en el helado piso de madera y sollozó un minuto más.
Un extraño ruido lo sacó de su letargo, pues incluso había empezado a salir un desagradable olor a quemado. Exaltado se levantó y corrió a la pequeña cocina, donde aún hervía el resto de la leche que quedaba en la olla, intentó apagar el fuego, pero ante su vista borrosa le fue muy difícil incluso que pasó a llevar el mango y la lata cayó sobre él salpicándole el líquido hirviendo.
—¡¡AAAAAH!!— gritó, llorando incluso más fuerte. Abrió los ojos asustado y descubrió que estaba sentado en la cama, tocó las cobijas y los almohadones, intentando convencerse de que realmente estaba ahí.
—¿Yixing?— escuchó, la grave voz de Yifan lo devolvió a la realidad. Él le miraba preocupado a su lado e incluso lo rodeo del pecho con sus brazos y lo abrazó fuerte contra su pecho —Ha sido una pesadilla, no llores— intentó calmar, pero Yixing aún estaba demasiado sorprendido cómo para notar que lloraba incluso con sollozos, que se escuchaban por toda la casa.
—Y-Yifan...— sollozó, aferrándose a su cuerpo con todas sus fuerzas. Aspiró su aroma y se perdió en su dulce calor que lo reconfortaba aún en las más heladas noches. Lloró en su hombro murmurando un montón de cosas que Yifan no entendía, pero que lo acongojaron al punto en que también terminó llorando.
—Ya, Xing, no llores. Mírame— lo tomó de sus mejillas y lo besó, para luego mirarlo directo a los ojos— Hey, no sé qué fue lo que soñaste esta vez... Pero no te tienes que sentir culpable por nada, bebé— arrulló, besándole de nuevo. Yixing asintió aún con las lágrimas rodando por su rostro, acariciando los rubios cabellos de su novio, convenciéndose de que él estaba ahí y no era el muñeco de sus sueños, aquél que siempre arrancaban de su lado.
—Tu padre... Esta vez estaba tu papá— explicó, cerrando los ojos y recordando la mirada decepcionada del hombre de sus sueños. Yifan le miró con pesar, comprendiendo por qué su chico estaba tan afectado.
Volvieron a abrasarse mientras el fuego repiqueteaba en la habitación continua y daba un pequeño resplandor al pasillo. El cuarto comenzaba a iluminarse, pues estaba amaneciendo, y las ventanas dejaron ver un manto de nieve que las cubría a la mitad, dándole a entender al mayor que tendría que despejar el camino si querían salir de allí pronto.
—Mi papá no está enojado contigo— confesó el rubio.
—¿Qué?— Yixing soltó su abrazo para mirarlo, deseaba saber qué es lo que el señor Wu pensaba de él, pues lo quería como a un padre. Un hombre cariñoso que apostó todo para cuidarle, para no abandonarlo.
—Mi padre... Él sabía que nosotros nos amábamos. Yo se lo dije— aclaró, al ver que Yixing iba a preguntar. El menor cerro la boca y se acomodó mejor en el respaldo de la cama, sentándose derecho a pensar y escuchar a su novio —Yo quería que intercediera con mi madre y cancelara el matrimonio con Mai, ella lo había planeado desde que nosotros éramos unos niños, por eso Mai pasaba en la casa más que en la propia... Ella te trataba mal, ¿recuerdas? Estaba tan celosa de ti— rió, como recordando una vieja anécdota —Mamá no lo tomó a la ligera y le pidió a mi padre que te echara de la casa... Todo tuvo mucho más sentido cuando nos confesamos, Yixing. Tenía una verdadera razón para luchar y intentar convencer a papá de que nos aceptara y nos dejaran en paz.
—Pero tu padre se enojó muchísimo conmigo... Cuando no quise participar del ensayo de tu boda. La carta que encontré refleja sus pensamientos que tiene sobre mí... Yo sé que él piensa que soy como mi padre...— masculló, arreglándose el flequillo.
—Mi padre piensa que eres su hijo, Yixing. Él te ama como el legado que dejó el amor hacia tu madre, así como yo te amo a ti ahora. Puede que no seas su hijo, pero el no pensaría que eres como tu padre, o como él cree que era tu padre... Nunca supimos si él se la llevó o ella se fue con él como hemos hecho nosotros ahora. Pero mi padre no podría odiarte, menos cuando me haces tan feliz.
—Yifan...
—Así que no te preocupes por eso, tú no tienes la culpa de nada, más que de volverme loco— rió, besándole cariñosamente la frente, atrayéndolo a su cuerpo para abrasarlo nuevamente —Te amo y nunca me arrepentiré de estar a tu lado... Así que no te culpes y dejarás también de tener esas pesadillas.
—Yo también te amo. Espero de verdad que no te arrepientas de haber hecho esto por mí— murmuró, subiéndose a su cuerpo y besando sus labios. Estar acoplado a Yifan de esta manera siempre le llenaba de paz, así que utilizaría todos los recursos para olvidar el trago amargo del que sería la peor pesadilla hasta ahora.
Continuaron besándose largo tiempo e incluso empezaron a acariciarse con mimo hasta terminar. Yifan lo tomaba como si fuera más delicado que un pétalo y lo arrullaba entre sus brazos como si fuera un niño, era algo que Yixing simplemente no podía dejar de amar.
Antes del medio día, ambos comían de la poca comida que les quedaba y atizaban el fuego mientras planeaban la segunda etapa de su huída.
—¿Adónde te gustaría ir?— preguntó Yifan, conectando el módem a su computador. Yixing miraba los distintos anuncios económicos de viviendas en el país.
—No sé, creo que Beijing sería una buena opción.
—¿Sí?— el mayor se puso los lentes y conectó el internet —¿Haz encontrado algo bueno?— preguntó y abrió su correo para ver si tenía algún mensaje de la agencia, pero un e-mail de su padre fue lo único que encontró.
—Mm... Hay un piso de estudiantes que está a buen precio, incluso lo podríamos comprar; creo que estaría bien para ambos en lo que encontramos otro lugar— explicó, dejando el marcador de lado y viendo cómo su novio estaba muy interesado en la pantalla de su computador —¿Me estás escuchando?
—Sí, bebé— dijo, levantando la vista y sonriéndole —Me gusta tu plan, pero creo que ya nos arreglaron eso— Yixing giró a un costado la cabeza, su típico signo de estar confundido, y Yifan lo llamó con la mano —Ven, mira.
El castaño se arrastró por la alfombra hasta quedar a su lado y ver lo que tenía tan interesado a su rubio. Lo primero que vio fue el correo electrónico y luego leyó el mensaje, frunciendo el ceño pues la luz lastimaba sus ojos.
—Creo que podríamos considéralo...— murmuró el mayor, acomodando al más bajo entre sus piernas para poder abrazarlo por la espalda.
—¿Irnos fuera del país? No sé hablar otro idioma, Yifan— razonó, mordiendo sus labios llenos. El rubio no aguantó y le besó apasionadamente, incluso recostándolo más sobre sí mismo.
—Ya verás como nos acostumbramos rápidamente— lo intentó convencer, aún picándole los labios con los suyos. Era demasiado dulce para su propio bien.
—¿Es lo que quieres? Dejaremos todo atrás, incluso tu familia.
—Creo que al único que extrañaré será a mi padre... Pero el nos está dando esta oportunidad de empezar de nuevo, ¿no crees que podría ser la última cosa que dejemos que haga por nosotros? Si el cree que es mejor que nos vayamos... Deberíamos hacerle caso— arguyó, incapaz de aguantar la emoción que le provocaba la idea de irse de China y empezar de nuevo con su chico, en un lugar donde nadie los conociera y pudieran hacer una vida normal. Esperó con ansiedad que Yixing quisiera dar ese gran paso con él.
—Está bien, Yifan— exhaló, rindiéndose. Los dos hombres mas importantes en su vida estaban tratando de cuidarlo, ¿por qué negarse a ello? —Vámonos a Corea— el rubio sonrió tanto que Yixing pensó que lo cegaría con su resplandor, se contagió de su entusiasmo y felicidad y lo besó otra vez, sellando el nuevo pacto.
Porque empezar de nuevo era un excelente plan para los dos.