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Poder y Deseo por DADELOS

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Notas del capitulo:

Cha cha cha chan…

 

Se vienen muchas explicaciones. El capítulo está cargadito ya que no hice un prólogo ni introducción. Sin embargo este es la intro al objeto de por qué uno de nuestros protagonistas es llamado “El hechizo del desierto”. Va relacionado con el título mismo del fic, pero aun no llegamos a ello: la esencia de la historia. Toca sumergirse en la misma, ¿quién acompañará a Kagami en su viaje de inmersión a la primera y segunda zona?

 

Advertencias: Capítulo sin betear, por lo que podrían encontrar algo de enrredo en la narración (Se aceptan sugerencias, no muerdo). Saltos de perspectivas por escenas numeradas e interrupción/salto de flash back.

 

Dato importante al final del capítulo (en las notas finales, of course).

Aclaración de lectura:

-letra en cursiva: flash back.

-letra normal: diálogo, narración.

-letra entre comillas + cursiva: pensamiento de los personajes.

 

  

Capítulo Dos

Atrapado

 

 

 

6

-Veo que no tienes noción del idioma o dialectos de la región, pero entiendes perfectamente el inglés.

 

Taiga rememoró cómo había llegado a aquella situación en primer lugar…

 

Inicialmente se había escabullido de aquellas habitaciones a la mínima oportunidad… dos horas más tarde.

 

¿Por qué esperó tanto?

 

En realidad no fue voluntario, algunas mucamas le encontraron en la misma posición que le había dejado el moreno y a partir de allí se sucedieron una serie de acontecimientos bochornosos. Nunca creyó que tuviese en peligro la vida útil de su sexualidad.

 

O que existiese tal término en general.

 

Después había escapado al patio, donde pudo tomar un poco de aire y respirar tras la corrida que dio. En verdad no sabría cómo explicarse si a los guardas les daba en perseguirle por parecer sospechoso, así que actuó de lo más fresco y natural, cual invitado.

 

Era plausible y hasta suertuda la forma en que logró romper de correr agitado como alma que lleva el diablo a “Señor por su casa.”

 

Y entonces lo vio. Aquel sujeto que le había atacado y “atropellado” horas atrás; el dolor en su cuerpo, las marcas y su dificultad para moverse sin sentir que debía estrenarse como asesino, eran alicientes suficientes como para distraerse de su meta: hacer lo que sea con tal de salir de aquel maldito lugar!

 

Pero las prioridades habían cambiado. Primero debía hacerle pagar al malnacido.

 

Aunque sus planes podrían no salir como esperaba, no había pensado en un plan C cuando llegara hasta aquí.

 

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- Flash Back -

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Una exclamación enojada fue lo único que el moreno poseedor de aquellos divinos ojos dejó salir de sus labios, en una mueca irritada. Y esto lo vio y escuchó cierto pelirrojo, quien se había arriesgado a salir más temeroso de las mucamas que querían asearle, vestirle y desvestirle. Todo en ese mismo orden. Al parecer era parte del cuerpo de seguridad de palacio, si sus cálculos no le fallaban: vestía muy ricamente para ser un simple sirviente o un simple soldado, además de qu ese veía muy involucrado con el entrenamiento en el patio.

 

Perra suerte.

 

Pero no lograba entender lo que hablaba, se entretuvo y gozó malditamente bien de cómo perdía la paciencia, lástima que se le diese tan mal interpretar el idioma de la región; era un problema al contactar con gente de bajos estratos que no dominaban más que su propio idioma.

 

Por eso había llegado a caer en aquella situación en primer lugar. ¿Podía estar más jodido?

 

Tenía que elaborar un plan para vengarse de aquel sujeto, sin salir afectado en el proceso. Luego podría ingeniárselas para volver a casa. Se tiraría del avión si su mente no dejaba de rememorar el ultraje al que fue sometido horas antes.

 

“Más fácil decirlo que hacerlo.” Le reprendió su consciencia.

 

Incluso aquella perra traicionera insinuaba que no podía elaborar un plan escabroso.

 

-¿Qué haces aquí?

 

Tomado con la guardia baja mientras se regodeaba en sí mismo espiando en el patio.

 

Uno de los centinelas del palacio dio con su ubicación y le miró con desconfianza, pese a que vestía las ropas del lugar. Había escapado antes, pero jugar con las criadas y jugarse el pellejo lo valía en ciertas ocasiones.

 

-Uno de los criados de palacio dijo que necesitaba tomar algo de sol. Creo que me estaba tomando el pelo, pero igual seguí su consejo.

 

Improvisación, pura improvisación.

 

Aunque de todas formas dudaba que el hombre le entendiera, le haría ver el punto: era un extranjero, moviéndose con toda confianza bajo sus propias narices. Eso debía darle alguna idea, ya que sospechaba en aquel lugar los extranjeros eran codiciados cual carne fresca.

 

Si lograba entenderle, entonces estaría jodido, porque dudaba que los criados en aquel lugar dominasen el idioma inglés y menos el japonés, pero más letrados que sean no le entendía cuando les hablaba, y esto debían saberlo todos en palacio.

 

El centinela no pareció convencido, algo frustrado por la barrera del idioma tal vez, y le tomó del antebrazo para remolcarlo de vuelta al interior antes de empujarlo contra otro de sus colegas. Intercambiaron algunas palabras, de las que apenas logró entender poca cosa, como “llevar” y “Malik”, la primera ya estaba harto de escucharla y había aprendido su significado por sí mismo tras tanto arrastrar de aquí para allá, ya que desde su arribo en oriente todo mundo parecía “querer llevarlo.” Y la segunda… bueno, Malik era “Malik.”

 

“Al fin veré al Malik. Le ofreceré mis respetos y luego negociaré con él mi salida de estas tierras olvidadas de Dios.”

 

Solo esperaba no tener que ofrecerle su culo.

 

Uno de los centinelas abrió las enormes puertas dobles que dieron a una rica e iluminada estancia, interrumpiendo el brindis silencioso y privado de su ocupante, quien miró con sus penetrantes y fríos ojos azul pétreo primero a su guarda y después a su acompañante.

 

Una ceja se alzó arqueada de manera elegante y demasiado sexy.

 

Taiga se encontró extrañado ante la familiaridad del gesto y la apariencia del hombre frente a él, entonces sintió como era tirado al suelo de rodillas y apenas registró una que otra exclamación ofensiva contra su persona antes de que el silencio se hiciera ensordecedor.

 

Bueno, ¿podía cagarla de una mejor manera?

 

Se había equivocado dos veces. Primero había mirado a los ojos de un hombre que confundió con un noble por su aspecto y luego miraba a los ojos del verdadero sultán.

 

“Tienes las suficientes agallas, Kagami. A ver si consigues salir ileso de esta.”

 

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Flash Back Interrumpido. Continúa en otra escena

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7

-¡Espera!

 

Daiki maldijo a todos sus ancestros. Había bajado al patio para ver la instrucción de los nuevos prospectos a su ejército y estuvo a punto de azotar al inepto instructor. De allí su humor, que había sido sofocado apenas horas antes entre las piernas de un exquisito pelirrojo, fue disparado a los cielos.

 

El moreno no estaba logrando convencer a su padre de que en verdad no necesitaba un harem. Por lo menos allí tendría algo más en qué dejar salir su frustración y estrés, aparte del derramamiento de sangre. De todas formas ya no había tantos infortunados con la osadía de intentar invadir sus tierras.

 

-Pasarás a formar parte de sus filas, “ex instructor.”

 

8

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-Flash Back retomado.

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Este hombre sí era en verdad el sultán y se estaba acercando a él, seguramente a emitir su castigo por ser tan insolente.

 

-¿Quién eres, joven extranjero? 

 

O podría equivocarse una tercera vez. ¿Quién dijo que no podía ser su día de suerte?

 

Unas manos grandes, fuertes y callosas le hicieron alzar el rostro, ojos vivaces examinaron cada tramo de su cuerpo para finalizar en los suyos. Él habló en su idioma, un inglés fluido que parecía tan natural... Luego cambió al local, dio ciertas órdenes al centinela y en solo instantes algunos criados hicieron entrada llevando bandejas con frutas y bebidas, otros procedieron a retirar una que otras piezas de ropa de su cuerpo ante la aprobación del mayor, dejándole solo cubierto con telas cómodas y ligeras.

 

-Así está mejor. No había tenido el placer de hospedar un varón extranjero en mucho tiempo. ¿Cómo llegó hasta aquí? ¿Algún presente del este, tal vez?

 

Por desgracia allí estaba el mismo hombre que le había descubierto la primera vez, y lanzado sin la menor consideración en las últimas peripecias, por confundirle con algún chico juguete, explicando su propia versión.

 

-Sí, majestad. Ya sabe que algunos jeques desean contentarse con su excelencia y quisieron enviarle algo diferente esta vez.

 

Esperaba que se mordiese la lengua y muriese. O en su defecto un castigo divino por mentirle a su rey. ¿En aquellas tierras lo considerarían así si lo hacía parecer un accidente, no? Mira que ponerle en aquella situación y luego lavarse las manos con tamañas mentiras.

 

Ahora, si lo veía de otro modo quizás pudiese usarlo a su favor y luego sobornar al mayordomo, sirviente o lo que sea.

 

Le dio cierto desazón ante el dejavú y la incertidumbre de volver a vivir la misma experiencia con este hombre, cuando fue rodeado y examinado a lo sumo un escalofrío le recorrió de pies a cabeza; su mirada era ciertamente intimidante y tan penetrante que podía sentirla bajo la piel.

 

Advirtió en su asentimiento la misma reacción del otro hombre y su cuerpo se tensó de golpe.

 

¿Otra vez?

 

“Damn it...”

 

Si ser utilizado como mercancía y moneda de intercambio, arrastrado hasta las habitaciones de un pervertido con problemas de carácter y tener que hacerse pasar como vil cualquiera fue el precio para llegar allí…

 

Jodidas las parcas.

 

Bueno, nadie tenía por qué saberlo cuando volviese a Estados Unidos. Solo sería parte de una aventura macabra.

 

Negó sin embargo. Aun le quedaba algo de orgullo de hombre y lo demostraría cuando volviese a encontrarse con ese sujeto otra vez.

 

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- Fin Flash Back -

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-Ciertamente, desconozco el idioma y los dialectos de la región. Ha sido… desventajoso.

 

Se sintió frustrado y estresado ante los inconscientes intentos de mirar al rostro de su interlocutor, por lo que resolvió arriesgarse y mantener su mirada por encima de los hombros contrarios; ambos poseían la misma altura y complexión. No pudo evitar compararles con el otro sujeto en cuestión.

 

¿Y por qué siempre terminaba pensando en el imbécil?

 

Ah, sí; ahora era una constante en su vida mientras le durasen las heridas. Pensando en ello tendría que hacer algo al respecto, lo menos que quería era contraer alguna infección…

 

Y eso le llevó a la conclusión de que no había sido cuidadoso, aquel sujeto no solo había obviado el usar protección sino que también se había corrido en su culo.

 

¡Oh, prometía un infierno de dolor cuando lo tuviese en sus garras…!

 

-Puede corregirse. Primero, quisiera saber los motivos que le trajeron a mis tierras.

 

Doblemente genial. Otra ronda de emociones encontradas. Seguramente aquel gobernante no toleraría que le mintiesen y menos en público y en su propia cara. Lo había descubierto.

 

“Muy astuto…”

 

De acuerdo, sus ideas de venganza podían esperar en el lado oscuro por el momento, era tiempo de ejecutar su plan y hablar de negocios.

 

9

-Puedes salir de tu escondite, Momoi.

 

Daiki había optado por volver al papeleo, antes de hacer una escena de sí mismo perdiendo el control. No era que le importase mantener una imagen ante nadie, pero consideraba debilidad perder los estribos.

 

Debía ser cosa de la abstinencia. Desde su regreso no tenía una pelea y estaba ansioso por descargar tanta adrenalina.   

 

La pelirrosa hizo una mueca ante el tono irritado del moreno y salió de su escondite para lanzarse presurosa contra el torso del mayor, sin embargo apenas pudo rodearle en su escritorio, el respaldo dificultándole en su camino. Con el mismo espíritu tomó distancia, sin salir de su punto de visión e intencionalmente buscando llamar su atención del trabajo.

 

Un modo de escapar de cualquier represalia fue actuar con cautela cuando no podía adivinar el humor del moreno y a Daiki le encantaban los momentos de ocio y silencio. Generalmente Momoi se callaba y masajeaba los hombros tensos, en aquella ocasión sin embargo Daiki pareció más dispuesto a otras actividades.   

 

-Esto no es un juego, Satsuki. Estás yendo más allá de lo prudente aun sabiendo que eres una extraña para ellos y su postura ante el hecho de que una mujer se inmiscuya en estos asuntos.

 

La expresión aburrida y el puchero posterior fueron su respuesta, lo que arrancó de él un suspiro.

 

Siempre era lo mismo con la pelirrosa. Aprovechando los privilegios que tenía andaba como dueña por su casa dentro y fuera de palacio, consiguiendo así llamar la atención más allá de lo debido y llegando al punto de escabullirse en los salones cuando había alguna junta importante; por suerte no había sido sorprendida aun, aunque sospechaba que su padre no era ignorante de este hecho, parecía tener cierta afinidad para la con la mujer que había llegado a sus tierras como polizón. 

 

-Si en dado caso necesitase de alguna consulta estratégica, sería mejor que esperes ser solicitada y no te involucres por ti misma. A menos que estés tan aburrida y desees regresar a Japón, hazme caso mujer.

 

No necesitaba llevar más allá la advertencia, pese a que la chica había pasado por una horrible experiencia en los primeros meses de su llegada, era obvio que estaba decidida a vivir allí y acosarle hasta la muerte. Pero gracias a ellos conocía los peligros de su encontrado paraíso exótico. Aquellas tierras podían ser exóticas como su gente, pero también inclementes como el desierto mismo. La pelirrosa nunca había temido por su vida y en solo tres días había vivido los mayores sustos. Haría caso del moreno, siempre y cuando sintiese que estaba a salvo y por ahora lo estaba; de todas formas nadie se atrevería a tocar a la candidata a esposa del futuro rey y menos en palacio. Si el problema era dejarse atrapar o salir de allí, tendría cuidado.

 

-Es que es tan aburrido aquí, Dai-chan ~

 

El ojiazul se incorporó, sin molestarse tan siquiera en ser cuidadoso de no llevarse por delante a la pelirrosa y solo le dedicó unas palabras sin detener su andar hasta la salida de su estudio, asegurándose de dejar fuera de la estancia a la mujer.

 

-Tengo asuntos importantes que atender. Compórtate en mi ausencia y limítate a ser una simple mujer por lo menos en apariencias.

 

Lo que hiciese la pelirrosa, fuera de su oficina, no le importaba en lo absoluto. Afortunadamente la mujer no era codiciosa del oro, aunque como toda fémina gustase de las joyas, así que no temía por nada más que por la salud mental de sus empleados y todo desafortunado que tuviese la mala fortuna de visitar su palacio cuando estaba ausente. Debía conceder que la pelirrosa le era útil ya que gracias a ella nadie sospechaba cuando salía de palacio o del país, de manera no oficial. Solo su padre, que poseía la misma habilidad y parecía tener cierta debilidad por la mujer hasta el punto de hacerle gracia todas sus locuras y cumplirle cada capricho.

 

Esta vez no era una excepción y Momoi lo sabía. Aunque hiciese rabietas. Nunca se enteraba de antemano cuanto tiempo estaría fuera, pero siempre sospechaba o se enteraba por algún medio sobre los intereses del moreno, ya que velaba por los mismos; así fuese sonsacárselo a su padre. Si no fuese porque solo le consideraba amiga y amante, sería perfecta como reina, pero Daiki aún no tenía planeado establecerse con una pareja. El reino podía permanecer pasivo en su interés de un futuro heredero o la continuidad de la línea real Al Sabah, para eso había abierto la posibilidad de un harem y se estaba trabajando en escoger solo lo mejor de lo mejor, aunque eso lo juzgaría él luego.

 

Sin embargo el rey parecía tener otros planes.

 

La desaparición de Sheikh Khadim Sharif al-Ahmad, hijo del difunto jeque Jaber al-Ahmad, y el revuelo causado tras el hecho podía jugar a su favor y sin embargo no podía dejar las cosas sueltas al viento. Tendría que salir un tiempo al extranjero y dar un cierre absoluto a aquel teatro, para siempre.

 

No sabía que de paso la vida le enseñaría que aunque fuese tan poderoso en sí mismo, como un ejército en un solo hombre, podía encontrar la horma de sus zapatos…

 

…Otra vez.

 

10

-Siendo sincero llegar a este lugar fue la única opción que tenía. Constantes problemas he encontrado por intentar pedir ayuda en la carretera. De alguna manera el karma se asegura de que no llegue a mi destino deseado.

 

Kalid le observaba pensativo; el chico se había limitado a contarle de manera resumida cómo llegó engañado a oriente y la ocurrente manera en que las circunstancias no iban a su favor.

 

-Sin duda algo he estado haciendo mal.

 

-Ciertamente.

 

No podía creerle en su totalidad, la historia parecía demasiado empujada a lo creíble y sin embargo tenía un tinte de sospechoso y risible.

 

-Me gustaría solicitar su ayuda, si no es demasiado el atrevimiento. No encuentro modo alguno de salir de esta situación    

 

-¿Qué me ofreces a cambio?

 

Sin rodeos. Ciertamente el sultán no tenía necesidad de nada, pero obviamente no haría un favor de gratis, no cuando podía tener algo a cambio.

 

-¿Qué deseas como pago, Malik?

 

Y el chico tenía las suficientes agallas para mirarle de frente. No creía que fuese ignorancia, había notado la incomodidad al tener que evitar mirarle a los ojos.

 

11

Kalid Al-Sabah estaba preocupado por vez primera en muchos años. La llegada de gente extranjera seguramente era la causa, pero igual había otras cuestiones aparte de los asuntos políticos y de gobierno.

 

La situación actual en la estructura familiar de los Al-Sabah se estaba viendo alterada con la indiferencia del príncipe por tomar esposa y su renuencia a gozar de las ventajas de poseer un harem. Aunque su propio padre había disuelto el anterior como igual hiciese con el de su antecesor.

 

Sheikh Kazima Al-Sabah ya poseía la edad para tener su propio harem y esposa, a su edad si bien él no poseía interés alguno en encausar de manera fija y establecida su vida sexual e íntima, a diferencia de su hijo tenía en claro lo que deseaba. Su hijo no daba a demostrar ninguna inclinación por algún sexo en específico tampoco. Creyó que sus años en el extranjero le harían más consciente al respecto, pero al parecer se había centrado más en sus estudios y en practicar básquet durante sus años de escuela.

 

Ahora era lo suficientemente mayor para tomar el mando de las empresas familiares en el extranjero, pero era tan indiferente a las ventajas de todos los bienes obtenidos en su familia y de los placeres en general que empezaba a preocuparle. Eso pintaba un gran contraste entre ambos, él se consideraba un hombre apasionado y sexualmente activo.

 

Y cómo le chocaba la situación actual, en otros tiempos él hubiese deseado tener todo lo que su hijo poseía ahora, así mismo su antecesor aunque no fuese de igual forma.

 

Observó el árbol familiar de los Al-Sabah y se trasladó a aquellos tiempos en los que su reino y pueblo no eran más que un puñado de gente desesperada por tener un lugar donde tirarse a dormir o morir en su defecto, en unas tierras tan áridas y extensas…

 

La historia de su mayor crecimiento empezó con su predecesor, quien poseía cualidades afines con su hijo ahora que lo pensaba con mayor detenimiento.

 

El sultán de las tierras del oeste, Kalid Rassha Al-Sabah I, había tomado para sí más de una concubina, pero nunca una esposa; tras terminar su formación en el extranjero y apenas siendo un mozo de poco más de diez y siete años se fijó la meta de no distraerse con asuntos vanos y poner todo de su parte para hacer desarrollar su pueblo. La vida en el desierto después de todo suponía muchos riesgos; entre la sequía, la falta de alimentos en temporadas de tormentas y los constantes saqueos, incluso a pleno día, eran factores a considerar cuando algún viajero en busca de asentamiento llegaba a sus tierras. Sin embargo muchos fueron más allá ofreciendo su lealtad y servicios por un trozo de terreno donde vivir. El indiferente joven fue dejando su máscara de frialdad al ver la situación en la que se encontraba su pueblo y deseó poder hacer más, tener el poder de controlar los vientos, el inclemente clima del desierto y la arena.

 

Sus plegarias fueron escuchadas con el paso de los años, cuando los esfuerzos por sembrar en tierra árida dieron los primeros frutos, pero sabía que no les duraría la dicha por mucho tiempo. Aunque lograron conseguir semillas y plantas modificadas, el periodo de vida útil era muy corto y tardaban mucho en germinar. Resolvió volver al extranjero en busca de asesoría y puso en marcha algunos proyectos para proteger su gente de la arena que arrasaba con las cosechas, creando algo parecido a una fortaleza donde no tenían que preocuparse más por ello; todos los materiales así como procesos necesarios para hacer una tierra fructífera llegaron a sus manos y aunque otros ya lo habían hecho sin efectos, de alguna manera resultó en sus tierras.

 

Era innecesario escavar en la herida monetaria que había quedado como resultado en los arcones familiares, todo invertido en la “limpieza” del terreno para disminuir el grado de arena y sal, así mismo en excavaciones que dieron como resultado pozos de agua y un afluente subterráneo no muy distante del palacio.

 

¿Qué más valía una fortuna familiar celosamente guardada por centurias en pro del desarrollo?

 

Llevó cuarenta años de su vida el lograr consolidar sus tierras y su gente como un reino, pero fue menester mucho trabajo y sangre para ello, ya que al ver los frutos de sus esfuerzos otros quisieron hacerse de ellos; los atracos e invasiones eran cosa diaria, hasta que logró reunir un ejército. Más tarde este mismo fue comandado por su hijo, el que tuvo con una de sus concubinas, su único hijo. Sheikh Kalid Rassha Al-Sabah se formó a sí mismo bajo las presiones del peligro que asechaba su cabeza al ser el único heredero, consciente de que debía darse a respetar por aquellos ignorantes.

 

Y vaya que supo agradecerlo a sus enemigos, encargándose de enviar las cabezas y miembros de aquellos que osaban con lanzarse en la estúpida empresa de acabar con su vida, solo por el hecho de nacer futuro heredero de un reino en florecimiento.

 

Sheikh Kalid llegó a pensar que había algo raro en todo aquello, no en los constantes ataques a su persona sino a las riquezas y la vida misma que se desarrollaba en su alrededor cada vez que volvía a casa, las tierras del oeste presentaban un marcado contraste con las demás provincias de oriente. Su pueblo lo adjudicaba a un dios del que mucha gente se había olvidado, asegurando la justicia del mismo y proclamando que la maravillosa forma en que sus tierras parecían un paraíso no podía ser cosa posible por mano del hombre ni en centurias.

 

Tenían un punto allí, ya que sus ancestros habían intentado lo mismo sin resultados. O quizás debía adjudicarlo a la ciencia y a todo el dinero que su familia invirtió en ello. Se había dado prioridad al desarrollo del mismo que a su propia educación en las ciencias y prueba de ello era que entrando en el periodo de madurez aun no recibía la primera instrucción de algún idioma extranjero. No obstante no todo era malo.

 

A los veinte y tres años el príncipe de las tierras del oeste era tan pobre como cualquiera en su reino: sin una sola moneda, pero con todo lo que pudiese necesitar para sobrevivir al alcance de su mano y suficiente actividad cazando a sus enemigos como para aburrirse.

 

Bueno, eso creyó por un tiempo, luego estaba tan aburrido que nada más conseguir establecer un tratado de comercio con otras provincias empezó a ahorrar dinero para ir al extranjero, pero sus intentos eran frustrados cuando debía invertir en tantas cosas: la caballería, la protección de las murallas, las caravanas y el transporte de mercancía, todo eso corría por cuenta de su bolsillo.

 

A los veinte y seis años su pueblo hizo un gran banquete en su nombre y una ceremonia de renovación de votos al Malik y por extensión al príncipe: lealtad, servicios y hasta su propia vida. Fue la oportunidad perfecta para el Sheikh de aquellas tierras, con los regalos que le fueron ofrecidos- entre ellos piezas de oro que vaya a saber el cielo como gente tan pobre de monedas lo tenía- dejó de preocuparse por sacar de sus pobres ingresos y logró reunir el dinero suficiente para irse al fin al extranjero.

 

Tardó un periodo de seis años en volver y no lo hizo solo.

 

El siguiente en la línea de sucesión de la real casta Al-Sabah había nacido en el extranjero y fue llevado a sus tierras legítimas a la tierna edad de cinco años, justo a tiempo para conocer a su abuelo antes de que este partiese a reunirse con sus ancestros.

 

12

El pelirrojo fue llevado de vuelta a aquellos aposentos, nada más llegar se armó un revuelo de mover cosas de un lado a otro.

 

-¿Qué sucede?

 

Preguntó aun sin importarle la barrera del idioma, pero las circunstancias y el momento jugaron a su favor, pues parecieron entender su disyuntiva.

 

-Estamos instalando un lecho para usted.

 

Pero no funcionó el sistema de comunicación ni lenguaje corporal en la otra línea, ya que no le llegó el mensaje.

 

-El sultán ordenó fueses acomodado en estas estancias. Estas son las estancias del príncipe, o parte de sus antiguas habitaciones desde ahora, debo decir.

 

Sus ojos se abrieron cuan grandes eran y tuvo que obligarse a no demostrar ninguna otra expresión de sorpresa, como que su quijada llegase al suelo de la impresión.

 

Frente a él una voluptuosa mujer de enormes pechos, cuerpo de diosa y ademanes sensuales. Lo que más llamó su atención fueron sus cabellos y ojos sin embargo: rosados.

 

¿Acaso tenían la manía de coleccionar gente como si fuesen juguetes?

 

“Juguetes sexuales de todos los tamaños y colores. Si no los tienen en mayoría quizás están iniciando la empresa.”

 

-¿Quién eres?

 

Y Quizás los juguetes eran posesivos de sus dueños. Quién sabe, aquel era un mundo extraño. Oriente era la dimensión de La Oca en su opinión.

 

13

Malik Rassha, como se había hecho llamar tiempo después de su regreso del extranjero, se había negado a tomar esposa como lo hiciera su antecesor y dio dotes a las concubinas antes de disolver el harem, estableció un nuevo orden en su casa hasta llevarlo a la altura de algunos castillos europeos y consolidó su gobierno monárquico de manera formal ante el resto de las naciones, empezando con una proclamación ante las demás provincias y su participación estratégica en algunos conflictos entre castas, hasta el punto de asegurar la seguridad de su reino. 

 

Veinte años más tarde podía sentarse y admirar los frutos del esfuerzo de sus antepasados, de su pueblo, el suyo propio y del de su hijo. Pues obviamente su heredero continuaba el legado de cooperar e invertir pensando primeramente en su pueblo y después en su bolsillo.

 

No es que Daiki, como prefería ser llamado en privado, fuese ambicioso o apegado a tales cosas. El chico había heredado de su abuelo y de su padre mismo la terquedad, la ambición de lograr el control de todo al alcance de su mano y el desapego de las cosas brillantes, llámese dinero y piedras preciosas, considerando que esto último era más propio en una mujer.

 

Lo único brillante que agitaba el aplomo de su hijo era su apego al rojo. En batalla, era casi diabólico verle satisfecho por desangrar a sus adversarios sin inmutarse en empaparse del líquido carmesí. Cuando encontraba ese tono en las hebras de cabello era otra cosa. Esperaba que su hijo nunca se encontrara con algún enemigo tras su cuello con pelirrojas calientes como cebo, sino correría la misma desafortunada suerte de su difunto primo, aunque este había caído más por estupidez al actuar tan inconscientemente en tierra extraña, sabía que su hijo era más astuto que eso.

 

Y su aparente apatía por el sexo quizás le salvaría de su propia debilidad.

 

Por eso dudaba que la misma suerte se aplicara si su objeto de fascinación estaba más que al alcance de su mano y mejor aun: en un chico.

 

Quizás le serviría para curarse de aquellas bajas pasiones, sabía que era consecuencia de haber perdido a su madre tan joven, en vez de demostrarlo de alguna otra manera o deprimirse su hijo perseguía el rojo de los cabellos de su madre que recordase de su niñez en todo y era macabramente selectivo: psicótico al punto de no querer ver cabelleras rojas y lascivo cuando involucraba la sangre.  

 

Solo esperaba no matase al chico, aunque quizás pedía demasiado del pobre extranjero. De lograr lo demandado no escatimaría en gastos y esfuerzos por devolverle a su mundo, mientras le tocaba sobrevivir en el suyo propio. Sino, más se había perdido bajo la arena del desierto.

 

“No es como si debiera darle mayor importancia o preocuparme por ello.”

 

Lejos estaba de imaginar que por su propia orden había llevado a un pelirrojo extranjero a las cámaras de su propio hijo que reunía todas las cualidades afines a su debilidad. Por su propia mano la antigua casta Al-Sabah estaba a punto de terminar.

 

 

TBC

 

Notas finales:

Los roles seme/uke aun no están definidos, así como la preferencia sexual de Daiki en esta trama. Sin embargo puse AoKaga porque es la primera alineación preferida en el fandom de KNB- y últimamente mi favorita involucra a estos dos en general -.

 

 

 

Ahora quisiera consultar sus preferencias al respecto, ya que me vale el orden de los factores- arriba y abajo es lo mismo para mi, incluso quien esté arriba puede ser el follado en mi opinión-, pero tomaría en cuenta su opinión:

 

 

 

En orden seme uke, su preferencia. O si les vale como a mí el orden de dominancia, hablando básicamente de una orientación flexible en la que ambos son iguales, no importa quién penetre a quién. 


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