Capítulo I – Miradas.
La primera vez que John Watson vio a Sherlock Holmes lo primero que pensó es que este era demasiado pequeño y rosado. Esto puede deberse, claro, a que Sherlock solo tenía 4 horas de nacido. Alyssa Holmes era una vieja amiga de su madre, y aunque normalmente no frecuentaban los mismos aires, ambas se habían vuelto inseparables cuando se enteraron del embarazo de la más joven. Harry le dijo que eso se debía a que su mamá estaba resentida por no poder tener más bebés y que por eso ayudaba tanto a la mujer morena de vestidos caros. Pero claro ¿qué iba a entender John de eso, si solo tenía tres años? Si ni siquiera sabía describir a su madre. Estelle Watson era una figura incierta en su vida, desde que tenía memoria había sido Harry quien había cuidado de él, y que su madre de pronto decidiese que lo mejor era llevarlo al hospital porque su amiga estaba de parto no tenía mucho sentido en su cabeza. Tal vez eran las miradas ansiosas que les mandaba a el y a su hermana de vez en cuando lo que en verdad comenzó a asustarlos. Cuando la enfermera salió (quien sabe cuanto tiempo después) anunciando que podían entrar a ver a la mujer que tanta curiosidad le daba a John su madre casi los deja tirados en la sala de esperas, de no ser porque Harry se aferró a su mano y lo llevó casi como si fuera un bolso les habrían cerrado la puerta en la cara.
Alyssa era una mujer muy bonita, tenía los ojos de muchos colores, a veces azules, a veces verdes, a veces grises y a veces todos, tenía el cabello pelirrojo profundo, casi como un tuli-cosa de esos que la señora McTaggert planta en su jardín, y tenía pecas, pero estas eran tan pequeñas que al principio no se dio cuenta. Cuando John la conoció la mujer le miró tan fijamente que parecía que quería atravesárlo, desde entonces a John le da un poco de miedo, pero, no obstante, Alyssa nunca lo ha tratado mal. Y ahora sostenía un pequeño bulto en sus brazos, envuelto en una manta azul, que contenía al ser humano más pequeño que hubiese visto en su corta vida, no es que John no hubiese visto bebés antes, pero este era tan pequeño y tan rosado que comenzaba a preocuparse.
Ahí también estaban Sherrinford y Mycroft y mayor se acercó a ellos para saludarlos. A John le gustaba Mycroft, el siempre le sonreía y le daba caramelos cuando su madre no lo estaba mirando, pero era un poco demasiado aburrido para su gusto, como si fuese un adulto a pesar de tener la misma edad de Harry. Sherrinford por otro lado siempre se burlaba de él y decía que no quería tener que lidiar con un mocoso que no hacía más que llorar, por lo que procuraba no acercarse a el. Mycroft le ofreció ayudarle a cargar a su hermanito y el asintió entusiasmado. Sherlock (se llamaba el bebé) tenía las manos y los pies cubiertos por manoplas verdes y tenía la cara suavecita, no abría los ojos y tenía un solo mechón pelirrojo adornando su cabeza.
John pensaba cuidarlo muy bien.