Capítulo 11B - Los Hombres También Lloran.
- No te ofendas, pero tu madre es un dolor en el culo – medio gruñó Greg mientras se cambiaba la camisa mientras Mycroft terminaba de deshacerse de su saco no sé de qué te quejas, te lo llevo diciendo desde hace años, que no te hayas dado cuenta hasta ahora es otro asunto – se burló el pelirrojo con una sonrisa maliciosa a lo que el albino le lanzó a camisa manchada de whisky sin muchas ganas. Al final, habían terminado por echarse la bebida del menor encima siendo obligados por Alyssa a ir a cambiarse.
No que fuera nada del otro mundo, se habían visto desnudos millones de veces antes y después del matrimonio del mayor y ahora era algo tan corriente que Mycroft (MYCROFT) se paseaba con la ropa de dormir por cualquier parte del departamento en cualquier momento. Ya la señora Palecki le había preguntado si tenían algo y Greg no había sabido como tomarse aquello. Pero había algo que no le cuadraba en aquella ocasión, más allá de lo que su amable casera pueda pensar, algo en el cuerpo del pelirrojo, más concretamente en su espalda.
- Mycroft Holmes ¿te hiciste un tatuaje? – tragó grueso el albino. Aunque más que el hecho de que Mycroft de todos los seres del mundo se hiciese un tatuaje no fue lo más impresionante, no, fue que junto en la línea que separa el cuello de los hombros y la espalda Mycroft tenía escritos su nombre y el de su hija. Los nombres de Gregory y Sharon estaban escritos en una sencilla letra cimbria uno sobre el otro coronados con la imagen de una simple diadema y respaldados por un par de alas negras que bien pudieron ser de cuervo o de halcón y a Greg le hubiese dado lo mismo.
Porque Mycroft había tatuado su nombre y el de su hija.
La garganta se le tranco mientras veía como la espalda del más alto se tensaba, internamente recriminándose haber olvidado aquel pequeño detalle. Se había hecho el tatuaje luego de aquella vez en el departamento de Greg, y, contrario de lo que muchos pensarían, fue idea de Clint, el castaño tenía una amiga (Natalia, Dalia…algo) en el cetro que tenía una tienda de body art y que hacia trabajos muy buenos y limpios (incluso le había mostrado fotos). A estas alturas no sabía a ciencia cierta si había cosido gracias al entusiasmo de su asistente o la su creciente necesidad de mantener a su familia cerca. Pero había terminado sorprendiendo al castaño pidiéndole que le hiciera una cita para el tatuaje. La verdad, tenía los nombres de su madre y Sherlock escritos en el tobillo derecho y el de su padre en el izquierdo, así que no tenía por qué ser tan sorprendente. Aunque claro, Greg no podía ver sus tobillos.
Fue a abrir la boca, tal vez para dejar salir aquello, hasta que se dio cuenta de que Greg tenía los ojos aguados. Mycroft no sabía qué hacer cuando Greg llor5aba – oh, por favor, no me digas que vas a llorar… Greg, no, dios… -.
Al final salieron del cuarto bastante después, dejando a Alyssa con las ganas de saber qué diablos había hecho su hijo para hacer llotrar a Greg.