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De Mycroft Holmes y DI Gregory Lestrade, Carta de Presentación por LadyRed

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Capítulo 9B – Zona de Confort.

 

Sintiendo el peligro, Mycroft accedió a quedarse a dormir. No era bueno discutir Greg cuando se le metía en la cabeza y menos si Sharon participaba en la extorsión. Había llamado a Clint para que mandase un auto a buscarlo a las nueve de forma que pudiese quedarse a ayudar al mayor antes de que tuviese que irse a trabajar - ¿no sabes cuándo quedarte quieto? - le gruño Gregory a eso de las ocho de la noche, cuando ambos se habían acomodado para dormir. Al albino le daba algo de risa la forma en que la camisa que le había prestado a Mycroft se le subía por el torso para caerse en los hombros. Era ridículo, el pelirrojo se veía tan fuera de su zona de confort en conjunto con los pantalones que ni le llegaban a los tobillos que Greg casi no quiso regañarlo más. Entonces el pelirrojo se quejó - deberías escuchar lo que dices, pareces un cadáver andante, no has dormido más de dos horas en las últimas semanas y te apuesto a que si sigues tomando esas pastillas para la migraña te dará una sobredosis. Ve a dormir, que yo lo haré en un rato, tuve que relevar unos trabajos para poder venir a verte y tengo que corregirlos, pero a las diez estaré en cama, no voy a quedarme aquí comiéndome tu comida e invadiendo tu cuarto como para no ayudarte en algo tan simple como vestir a tu hija - ante aquel ultimátum el mayor comenzó a protestar, deteniéndose nada más por la mano del Holmes que de pronto le cubrió la boca - no Gregory, cállate un rato, no eres el único al que le duele la cabeza...

 

El mayor frunció el ceño, más no se quejó y siguió meciendo a su hija, que ya para entonces estaba más que rendida. Sabía que no duraría mucho, los dolores y la fiebre por los dientes la harían levantarse varias veces en medio de la noche, por eso había puesto la colchoneta en su cuarto, para poder escucharla no más comenzase a llorar. La Sra. Palecki le había preguntado si no quería que le regalara los viejos monitores de su nieta pero Greg tuvo que negarse, había leído sobre demasiados casos de hackeos a esas cosas en los libros de consulta de la librería (la misma en la que había conocido a Mycroft) como para arriesgarse a que le pasase algo así a su hija. Justamente, Mycroft se había reído de eso aquella tarde, admitiendo el ingenio que tenía Greg para resolver los problemas de vivir justo de dinero sin salirse de su presupuesto (como el "sistema de seguridad casero" que había montado en su puerta usando partes de una cámara vieja, que todavía no entendía como daba descargas eléctricas tan fuertes) y mofándose de que su paranoia a veces superaba la suya por mucho. Cuando el albino acostó a la bebé en su cama con sumo cuidado el mayor de los Holmes se había quedado apoyado en el marco de la puerta, viendo a Greg arrodillado junto a la cama-cuna de Sharon. Se notaba que las largas horas de trabajo sin descanso y el estado de su bebé le habían consumido bastante en esos meses. Mycroft casi se sentía culpable de abandonarlo así, pero procuraba recordarse que los que hacía, ya no lo hacía por sí mismo, sino por Greg, Sharon y su hermano, y que no había más forma de avanzar en su trabajo que tomando (y venciendo) cada reto que le lanzasen hasta poder darse en lujo de poder escoger. Por el momento se limitó a acercarse al mayor y poner sus manos en cada uno de sus hombros, masajeando de la forma en que recordaba que Clint le había enseñado a hacerlo. Casi de inmediato Gregory dejó escapar un gemido casi obsceno mientras dejaba caer la cabeza hacía atrás, cuidando de no interrumpir su trabajo.

 

Mycroft tragó, tentado a hacerle una maldad, pero sin atreverse por lo cansado que se veía - gracias - dijo de pronto Greg con la voz ronca, apenas abriendo los ojos para mirarlo. El Holmes mayor sonrió (de esa forma tan característica suya) como diciéndole que no se preocupara por eso.

 

- Hace tiempo que nadie me daba un masaje - bromeó el albino, sin percatarse de la expresión sombría que se había apoderado del rostro del pelirrojo. Estuvieron un rato sumidos en profundo silencio, lo suficiente como para que Greg se diera cuenta de que algo andaba mal, pues su amigo jamás le dejaba una odiosidad sin responder, entonces el pelirrojo se detuvo, dejando sus manos sobre la zona ahora relajada antes de acariciar suavemente su rostro.

 

- buenas noches Greg - se despidió Mycroft a la par que se daba la vuelta, dejándole solo en el cuarto.

 

- buenas noches - repitió Gregory, preguntándose que había hecho mal esa vez


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