Capítulo 2B - Encuentros.
Mycroft siguió yendo a aquella librería varias veces durante una semana hasta que pasó, siempre que iba lo hacía desde la misma hora hasta la misma hora (1:45-2:20) esperando a encontrarse al chico de la última vez, no sabía que, pero tenía algo que le llamaba enormemente la atención y no pensaba parar hasta saber que era. Y ese día, justo cuando se disponía a irse, le vio entrar y saludar al dueño, traía el mismo abrigo que la última vez, solo que abierto, dejando ver una camisa blanca y unos pantalones negros de cintura alta igual de viejos pero que marcaban su figura de buena manera y le hacía ver enormemente atractivo. No tenía la bufanda, por lo que su nariz y cuello presentaban cierto tono rojizo, seguramente por la crueldad del viento. Como en la ocasión anterior, el peliblanco se dirigió hacía la sección de criminalística y comenzó a ojear los títulos. Él, por su parte, estuvo un buen rato analizándolo de pies a cabeza, tratando de distinguir que era eso que llamaba poderosamente su atención - ¿sabes? La mayoría de las personas simplemente dicen “Hola, mi nombre es...” y no se quedan mirando a la gente sin respirar – escuchó que decía él muchacho en cuestión, y entonces se percató de que estaba sonriéndole con una ceja alzada. En esos momentos, la cara de Mycroft podía competir con su cabello, estuvo un rato abriendo y cerrando la boca, tratando de recordar como se hablaba, porque santa madre, me está mirando, se dio cuenta de que lo estaba mirando y no me dio un puñetazo ¿que clase de chico es este? No pudo evitar que todo esto pasase por su cabeza mientras el otro se acercaba a él – empecemos desde el principio. Hola, me llamo Gregory Lestrade, pero si me llamas así te voy a meter un libro por donde no da la luz, así que mejor llamame Greg, y me gusta el café y el pay de cereza.
Definitivamente algo debía estar mal con el porque de pronto su cerebro había dejado de funcionar y solo podía quedarse viendo la mano que en esos momentos sujetaba la suya como si fuese la boca de un cocodrilo – eeh... mmm.... yo me... - dios, quería morirse, que bueno que Sherlock no había ido con el porque no habría soportado semejante ridículo – recuerda, es lo básico “mi nombre es...” - bromeó Gregory (Greg) con una sonrisa traviesa sin soltarle la mano, los ojos negros seguían brillando con alegría – mi nombre es Mycroft Hol... Holmes – sacudió la cabeza rápidamente, buscando aclararla. Entonces (para su decepción) el peliblanco soltó su mano, y se puso las propias sobre las caderas – bueno señor acosador, creo que lo menos que me debe es invitarme un café ¿no es así? Muévase porque conozco un sitio en este mismo centro comercial que sirve uno muy bueno, y que hace un pay de manzana divino – fue lo único que explicó antes de tomárle por la corbata (su pulcra y perfecta corbata) y jalárlo fuera de la librería y de su zona de confort.
Definitivamente esa no había sido la forma en que esperaba que se desarrollasen las cosas.