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Arte por yuki shindo

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Notas del fanfic:

Hola! Caray, hacía tiempo que no me animaba a poner algo, y en cuanto lo hago, es para resubir. Para las que me recuerden aún, borré casi todos mis fics porque hubo tiranteces por aquí una temporada con plagios y tal, y temí que me robaran mis ideas.

Pero últimamente he estado escriendo nuevos fanfics que quiero compartir con tod@s vosotr@s, pero primero quiero resubir los que borré, así que, si os suena, puede que fuera porque lo leisteis hace tiempo.

Y para las que no han leído nada mío antes, espero que os guste.

En mi perfil pondré una lista de los fics que voy a resubir (todos de NARUTO), y luego empezaré a poner cosas nuevas (me he aficionado a Marvel, así que serán sobre eso, aunque también habrá más sasunarus e itadeis en un futuro).

Rojos como la sangre.

 

Con aquellas aspas negras decorándolos.

 

Aquellos ojos eran… arte… ¡y él quería disfrutar del arte!

 

Pero ¿cómo podía hacerlo? Estaba claro que no podía hablarlo con él por dos cosas:

 

1º Porque con esa personalidad tan hija de la gran… qué demonios, puta, pasaría de él y no le respondería.

 

2º Porque si le daba la vena y decidía escucharle, si le respondía, entonces sería solo para…

 

-          Deja de mirarme como un idiota.

 

… Insultarle.

 

Deidara, que hasta ese momento no se había dado cuenta de que sus pensamientos le hicieron moverse sin su permiso, se alejó del rostro de Uchiha Itachi. Para concretar más la posición, su rostro estaba exactamente a cuatro centímetros y medio de la mejilla derecha del moreno; este miraba una revista cualquiera y estaban en un largo sillón, en una pequeña mansión abandonada en medio del bosque. Era la guarida temporal de Akatsuki y en ese momento, todos echaban una siestecita reparadora, pero el Uchiha no acostumbraba a dormir por la tarde, así que se puso a leer, y Deidara por su parte estaba amasando arcilla con las bocas de sus manos, pero sin explotarlas por si había bronca, cuando su subconsciente le hizo girar la vista.

 

Se puso en su posición inicial -es decir mirando a sus manos en el sillón- y… ¡es que quería ver esos ojos! Deidara meditó. Hace tiempo asumió que eran arte en sí misma, aunque odiara el haberlo asumido. Pero Itachi no podía permitirse abusar de esa técnica o acabaría ciego, así que, como mucho, sólo la sacaría a relucir un ratito si estaba peleando o… amenazando… y sólo amenazaría si…

 

Él le ponía de los nervios…

 

Pero por si acaso, decidió atacar primero la vía diplomática, aunque no era su estilo.

 

-          Itachi-san, hum- el silencio le respondió- ¿Puedes mostrarme tus ojos rojos?- durante un instante sus aún negras orbes le miraron fugazmente, pero luego volvieron a la lectura. Su afilada mirada estaba más interesada en un puñado de hojas antes que en él, así que rodó los ojos. Fuera la idea de la vía diplomática; eso era un NO rotundo.

 

No sin pensarlo detenidamente primero, decidió levantarse y ponerse casualmente tras el sillón, entre este y la ventana que daba al patio de la mansión, y acercar sus manos a la larga cabellera negra de Itachi. Sabía de sobra que el moreno era quisquilloso con su melena, al menos eso suponía ya que él mismo se cuidaba bastante la suya -siempre en la intimidad claro, no quería que le mirasen demasiado raro-, por lo que puso sus manos en la coleta.

 

No esperaba lo que pasó, la verdad.

 

Sintió como si lo que tuviera entre las manos fuera arcilla o algún material hecho para ser tocado.

 

Suave, manejable… perfecto. Cuando se dio cuenta, estaba peinando todo el cabello; había quitado la goma que lo sujetaba y lo amasaba con adoración entre sus manos. Tragó con dificultad cuando notó un leve movimiento y el Uchiha, cabello suelto incluido, se giró y le miró, evidentemente molesto, pero aún con sus ojos negros. A pesar de haberle dejado hacer al principio, el mayor se sintió irritado por sentirse más relajado ante el toque de esas manos en su cabello. Estaba claro que tanto tiempo manipulando arcilla hizo de las manos del rubio unas expertas acariciando, pero por eso mismo la negra mirada de advertencia.

 

Estiró la mano y Deidara, no sin algo de reticencia, le devolvió el coletero y volvió a sujetar su cabello, ambos en un incomodísimo y profundo silencio. Siguió leyendo pero atento a los movimientos de su “compañero”, que ahora estaba pensativo. Antes siquiera de que el rubio lo hubiera pensado ya sabía -entre otras cosas por cómo le miraba a los ojos- que quería enfadarle para ver su sharingan, pero él, Uchiha Itachi, no pensaba darle el gusto a ese artista de psiquiátrico. Y efectivamente, a los pocos minutos de nuevo hubo un intento; el rubio aprovechó que estaba cerrando los ojos porque le molestaban un poco de llevar rato leyendo y puso unos pequeños explosivos en sus manos y cerca de sus orejas.

 

Es más que evidente el hecho de que algo se sorprendió, pero logró contenerse de saltar o hacer algo que mostrara sorpresa.

 

Pero nadie salvó a Deidara del derechazo que hizo impacto en su estómago, dejándole tumbado en postura fetal en el suelo, sujetándose la cintura y cagándose en su familia. Rodó los ojos y fue tras el sillón, donde el menor “descansaba” despotricando contra su existencia y lo cogió del cuello de la camisa -allí dentro no llevaba la capa ninguno de los dos por comodidad- y lo lanzó al sillón de nuevo. Se sentó él también y cogió otra revista.

 

Por su parte, Deidara estaba, más que enfadado, adolorido. Sin embargo, aprovechó los minutos que no pudo moverse al máximo, para pensar qué hacer. Y diez segundos después logró poner una de sus manos cerca de la mejilla del Uchiha, sacar la lengua de esta y darle un lengüetazo a la…

 

Tersa piel.

 

Blanca, pálida y suave…

 

Mierda.

 

Ahora a la lista de cosas que hacían de Uchiha Itachi un trozo de arte con patas se había ampliado de sólo los ojos al cabello y ahora también la piel. Maldiciendo los siguientes minutos que pasó encerrado en el armario del pasillo atado y amordazado, al fin sucumbió a su manera de ser habitual. Comenzó a soltar bombas y se cargó un ala de la mansión, recorriendo luego lo que quedaba de la otra -donde estaban los demás durmiendo la siesta- casi volando y saltando al sillón donde el estúpido moreno seguía leyendo una jodida revista como si nada.

 

Pero ah no, señorito don perfecto, durante el camino se le había ocurrido la mejor de las ideas para cabrearle.

 

Apenas se le acercó y logró distraerle con un par de bombas leves, -que fueron casi como petardos de fiesta de cumpleaños para no armar escándalo y poder actuar a gusto-, se le tiró encima.

 

Con sus ojos abiertos, dilatados y expectantes, mantuvo sus labios pegados a los del contrario, con sus ojos también abiertos, esperando pacientemente a que sacara el sharingan.

 

Pero no sólo no pasó eso, si no que cuando quiso darse cuenta, le habían llegado al cerebro un par de cositas que probablemente no iba a olvidar en mucho tiempo, si es que las olvidaba.

 

La primera, que los labios de Itachi quedaban automática y permanentemente incluidos en la lista que lo hacía “el arte hecho carne” y la segunda…

 

Que era la primera vez que alguien le daba una bofetada en su vida. Más o menos.

 

Cuando restableció la conexión con su sentido del espacio y del tiempo, estaba en el suelo y con una mano tapándose una mejilla. De pie, el Uchiha le miraba con verdadero odio, y con sus ojos… rojos.

 

Bueno, al fin lo había conseguido; los ojos de Uchiha Itachi de nuevo con ese hermoso color y “diseño” le estaban mirando pero… ¿Por qué le molestaba tanto el haberlo conseguido así? Ni que fuera para tanto…

 

En milésimas de segundo volvieron a su opaco y casi soso color negro y el moreno se giró, rumbo al pasillo y, seguramente, a su cuarto asignado en esa casa. El rubio siguió con su mirada las ondulaciones de su coleta al caminar y luego se quedó solo en el salón.

 

-          Ni que fuera su primer beso, hum.

 

En menos de cinco minutos y como si acabase de despertar de un sueño, advirtió las imbecilidades -sí, incluso a él se lo parecían- que había hecho y subió al dormitorio de Itachi. Fue a llamar a la puerta cuando vio esta mal cerrada, por lo que se atrevió a entrar. En la cama y tumbado con la capa de Akatsuki a modo de manta, al fin el moreno parecía haber aceptado que la tarde era larga y estaba dormido, por lo que el rubio se acercó lentamente y se sentó a su lado, cruzándose de brazos y pensando en qué hacer; si despertarle, o dejar que se le pasara el enfado.

 

Mientras se decidía, no pudo evitar mirar detenidamente su rostro.

 

Se maldijo internamente; ¡todo ese hombre era arte, maldita sea! Y aunque él no entendía demasiado de lo que era el estilismo y lo relacionado con ese tipo de arte, reconoció que Itachi era algo elegante.

 

Vale, muy elegante…

 

Que mierda, ¡rezumaba la elegancia y porte de un príncipe, maldita sea! Todo su mundo pasó a un segundo plano mientras ponía cada una de sus extremidades a un lado del cuerpo dormido -ya que sabía que si le tocaba le despertaría, si no es que estaba ya despierto y se quería reír de su cara o matarle cuando más cerca de él lo tuviera- y lo examinaba con cuidado. Olvidó que su rubio cabello podía caer sobre su cara y estropearle el paisaje o peor, despertar a la bestia, pero es que…

 

La piel, los labios, los ojos, la nariz el cabello… ¿seguro que no era una estatua de mármol pintada con unos pocos colores para que no se notara lo que era en realidad? Algo así de perfecto no podía existir.

 

Levantó en absoluto mutismo una de sus manos y casi con adoración rozó levemente sus labios, que aún recordaba como esponjosos, suaves y cálidos, al tiempo que tragaba saliva. Si el exterior de su boca era así, su mente divagó unos instantes; ¿cómo sería su lengua?

 

¿También suave y blandita? ¿O áspera y rugosa? ¿Y sería juguetona o modosita?

 

Vale, ahora su cabeza estaba errando demasiado la línea recta; prácticamente estaba tan desviada que había hecho un círculo. Aunque ni círculos ni mierda, la línea de su cordura se puso a hacer garabatos y sudokus cuando se agachó un poco y puso sus labios -que a este paso le parecerían imperfectamente asquerosos- sobre los otros…

 

Y la línea hizo un borrón cuando una cosa que reconoció como una lengua desconocida se metió entre sus labios. Sus ojos abiertos de la inmensísima sorpresa vieron a los negros del Uchiha mirándole con un brillo que hizo que incluso la “sosería” de ese color se fuera a la mismísima mierda… pero todo pensamiento fue sustituido por otro.

 

Oh dios, cómo besaba el jodido.

 

Itachi les hizo girar en la cama y Deidara terminó tumbado en el lecho con el moreno encima. Su coleta cayó a un lado y rozó al rubio, que rodeado de perfección perdió los estribos y hundió los dedos en esa melena negra. Más tarde sus manos se deleitaron, y todas sus bocas echaron babas, con el resto del cuerpo…

 

-          Ah… perfecto, hum… eres arte…

 

El Uchiha, ya ambos desnudos y él entre sus piernas, mostró una sonrisa prepotente, que era la primera muestra real para él de que en esa cara había movimiento, y volvió a unir sus perfectos labios con los del artista al tiempo que otra “cosa perfecta” hacía contacto con el moreno cuerpo.

 

-          Déjame en paz.

 

-          Vamos, sólo un poco hum- apenas unas horas más tarde hubo una “reasignación” de parejas de la organización para mejorar la combinación de todos los miembros, y de nuevo cada uno fue libre de ir a donde quería, claro está, dentro de la mansión, ya que su siguiente objetivo lo buscarían al día siguiente y hoy podían descansar. El rubio estaba dormido en el cuarto del Uchiha cuando eso pasó, por lo que este, muy a su pesar y casi en monosílabos, le explicó que le había tocado ir con él.

 

-          No me quedaré ciego por ti.

 

-          No quiero que me enseñes tus ojos- con el cabello rubio suelto y desnudo, Deidara se tapaba pobremente con la capa de Itachi mientras sus brazos rodeaban el cuello del mayor y le soltaban el pelo.- Con cualquier parte me conformo; todo tú eres… arte… desgraciadamente para mí, hum.- ronroneó acariciándole el cabello negro azabache.

 

-          Haber empezado por ahí…- su prepotencia y orgullo Uchihas le hicieron ceder y dejarse quitar la camisa.

 

 

-+-+-

 

 

-          Esa no es manera de pescar.- Con una ceja ligerísimamente más elevada que la otra, Itachi miraba a Deidara lanzar explosivos al río y recoger los peces que por la explosión salían volando. Aunque no lo pareciera, actuaban tan bien juntos que se quedaron así divididos desde aquel día en la mansión abandonada, hacía unos seis meses o más.

 

Por su parte, ambos se acostaban, sí, pero descubrieron que para ambos el otro era la perfección a su manera, por lo que algo más fuerte se forjó entre ellos, y que fue lo que provocó que Deidara pareciera más estable mentalmente hablando e Itachi fuera algo más hablador, aunque ambas cosas eran más evidentes cuando estaban juntos y en soledad.

 

-          Qué más dará si así conseguimos comida antes…

 

-          Que gastas chakra a lo tonto, por ejemplo.

 

-          Eres un tonto, Itachi hum…- el aludido rodó los ojos.- Por cierto, ahora que me acuerdo…

 

-          Qué…- dijo sentándose en la hoguera que habían hecho para preparar el pescado con su katon.

 

-          ¿Por qué me abofeteaste aquella tarde?

 

-          Porque quisiste probar…

 

-          ¡No decía esa hum!- se sentó a su lado algo rojo sin saber muy bien por qué.- Digo cuando quise ver tu sharingan…

 

-          Ah… porque…- el rubio mordió su pescado ya hecho mientras le miraba expectante.- Me besaste por una tontería.

 

-          ¡El arte no es una tontería!

 

-          No decía esa tontería. No quiero quedarme ciego, y tú te lo tomaste a broma. Me molesté, solo eso.

 

-          Hum… era por eso…

 

-          Pareces decepcionado. ¿Acaso creías que me habías herido el orgullo?- volvió a levantar imperceptiblemente la ceja derecha, pero Deidara lo miró como si lo hubiera gritado en tono burlón.

 

-          ¡Claro que no! Es solo que… hum…- se puso a su lado y le tomó el rostro con ambas manos, recibiendo como respuesta que el perfectamente torneado brazo del moreno le sujetara la cintura.- Quería saber más sobre como moldeas tu perfecto rostro, supongo… no sabía nada ni de tu pelo ni lo demás de todos modos… así que quise ver lo único que conocía, hum.

 

-          Entonces supongo que ya no tienes nada nuevo que ver en mí.

 

-          Yo no he dicho eso; el arte es cambiante… así que quiero verte cambiar, hum.

 

-          Ya…- eso sonaba a propuesta de relación a largo plazo, por lo que mostró su sharingan unos segundos. Cuando sus ojos volvieron a tornarse negros, y tal y como esperaba, el rubio estaba derretido en sus brazos.

 

-          ¿Qué tengo que hacer para volver a verlos?- a Deidara le molestaba mucho el hecho de que las veces que le había visto los ojos así a Itachi desde que se “juntaron” fuera de las peleas, era cuando decía o hacía ciertas cosas, pero sin terminar de saber qué era el detonante.

 

Él quería ver más de esos ojos… ¿era tanto pedir? Por lo visto sí pero... ¿quién le decía que no iba a ser también muy interesante averiguar cómo sacarle esos ojos escarlata de nuevo?

Notas finales:

Es la primera vez que subo un fic desde una hoja de word, así que espero que se haya cargado bien. Respondo los reviews más que encantada, así que no dudeis en comentar lo que queráis.

Un beso ^^


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