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Siete Pecados por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Aquí les entrego un nuevo capítulo.

Está dividido en dos, porque a decir verdad, los habia escrito casi en simultaneo y no me decidía con cual de las dos historias quedarme. Así que hice lo más simple; publicar las dos XD

Hablando de otro tema. A todos nos pegó la "fiebre Soul of Gold" si, ya he dejado mis opiniones sobre los fics de Aioria y Lyfia que comienzan a aparecer. Tambien los fanarts...

Pero ayer vi uno que bueno... ¡Me encantó!

Es de Andreas x Aioros... Debe ser mi preferencia hacia el yaoi, pero me encantó la pareja. No sé. Andreas como personaje me gusta mucho, demás está decir que también me parece guapísimo.

¿Qué opinan? XD

Bueno, sin más, les dejo con la lectura.

II

Pereza

 

Una vuelta.

 

El hijo consentido. Aquel que nace cada tantos siglos, envuelto en la benevolencia infinita y amor al hombre. El sacrificio de los inocentes, que lleva consigo el corazón del héroe. Aquel que acarrea cual piedra, el destino del infierno.

 

El niño compasivo, de ojos cándidos, envuelve con su dulzura el fragüe del corazón. Y aun así ha de recibir injustos calificativos, despectivos, infames… alguno verdadero. Miradas penosas, condescendientes con la fragilidad que muestra, miradas rabiosas, envilecidas por la misma debilidad.

Él era el único incapaz de ser lo que se supone, debía ser. Y tal vez tenían razón…

Después de todo, tener el “alma más pura” era una carga pesada. No le importaba, desde luego. Pero, ¿Qué sabían ellos? Nada.

No cargan consigo el dolor del mundo, la aflicción de ver al prójimo convalecer, sufrir por levantar el puño contra un hombre, aun si sea enemigo, no.

La sangre derramada, la vida extinta.

 

¿Cuántos más? ¿Cuántos han de morir por su culpa?

 

Dos vueltas.

 

Así ha de ser. Que uno debe vivir allí, donde otro muere, porque ambos no caben. Por eso mueren las plantas, por eso muere el pez, el conejo… el hombre.

¿Cuántos más han de morir para que él deba vivir? ¿Y sí gritara? ¿Y sí comenzara a clamar con toda voz?... ¿Alguien lo escucharía? ¿Alguien reconocería su sacrificio?

 

Si le hubiera dado la fuerza, habría sonreído ¡cómo le gustaría sonreír! Frenéticos impulsos ante lo inevitable; el abandono de toda esperanza.

El arco en la entrada al Inframundo se burlaba de él, como macabra realidad, de falsas esperanzas e inocentes credos. Su mantra sagrada destruida, hecha trizas sobre sus ojos.

 

Quería pedirle perdón a su Diosa, por sentir el cansancio en sus hombros, por no poder seguir con la falacia de guerrero que era, porque deseaba morir ahí mismo, sentirse derrotado en cuerpo y alma. Deseaba que eliminase hasta el último vestigio de su ser.

 

Y que el resto se olvidara de él.

 

Tres vueltas.

 

Así poder por fin llegar a liberar aquel sentimiento oculto y profano. Ese que palpitaba en su interior con fuerza, mientras lo enterraba capa tras capa de dolor. Ya no quería herir, ya no quería sentir el repudio por aquella sangre que baña su cuerpo de vergüenza y desolación, aquella que alimenta las lágrimas, los gritos de los guerreros caídos. Por él y por todos.

 

Ya no más.

 

Total. Qué era su vida… en comparación a las miles de personas que existen en la Tierra. Qué le impulsa a pensar que es su sacrificio el que salvara al autodenominado «mundo de amor»

 

Cuatro vueltas.

 

Son esas voces, las de la incomprensión, las que trae el viento hacia sus oídos. los ruegos de jóvenes violadas, pidiendo morir. Los maltratos de niños esclavos, pidiendo comida. Los enfermos, devastación, miseria y muerte. Son esos susurros eróticos que limpian su mente de todo lo anterior. Intensificado por el peso que sentía – en ese momento más que nunca – del medallón.

Besaba sus labios inoculando el sabor hasta ese momento desconocido, del placer, del sadismo y el resentimiento. Rodea su cuerpo en brazos insustanciales, pero igual de sensuales.

 

Él no era el niño bueno. Nunca más.

 

«Yours Ever»

 

Palpita, y trae consigo llantos y plegarias, ofrendas y sacrificios.

 

Le susurraba concupiscente. Abrazaba su cuerpo de manera espectral, profiriéndole escalofríos en  la espina dorsal. Invitándolo a cerrar sus ojos y dejarse arrastrar para ya no llenar sus oídos con el sufrimiento del mundo terrenal.

 

«Yours Ever»

 

Le pertenecía. Quería liberar la verdad que oculta, corroe su virtud…

Pues su vida encomendada al prójimo era una mentira. Porque sus promesas de niño, aquellas que le hizo al medallón de su madre, se sustentaron bajo una mentira. Un engaño. Sus entrañas se estrujaron, mientras el dolor nauseabundo en su interior, lo precipitaba sin escalas a una acidia y pérdida de fe inevitables.

 

El mundo ya no parecía bondadoso.

 

—Los humanos no merecen tu compasión, son ellos mismos los incapaces de levantar el puño en su propia defensa, demasiado ocupados por lo mundano, llenando al mundo que dices amar de perversión, y pereza en sus corazones.

 

Nunca antes había sentido esa voz en su cabeza tan fuerte y clara… y tal vez era su propia aversión hacia la lucha. Pero eligió creerle. Y sellar así, su unión.

 

—Soy tuyo por siempre…

 

El susurro se escapó de sus labios, al tiempo que el aura invisible a los ojos de los demás le sonreía para besarlo, tocarlo y demostrarle que así era, que le pertenecía… para siempre.

 

Cinco vueltas.

 

El látigo de fuego, envolvió su cuerpo al completo, engañando a víctima y victimario, cuando su cuerpo estalló en mil pedazos.

 

Luego su consciencia volvería y en ese momento Shun no lo sabía. Pero ya había marcado su destino.

 

 

II.I

Pereza

 

Estallaba su último esfuerzo heroico y estúpido.

 

Caía… pues bien, no sabía dónde. No sabía cómo. Sí sabía el porqué.

 

A parte de eso no encontraba nada más que experimentar, ya nada más que sentir. Tal vez alguna que otra cosa que recordar… ojos cielo, malditos ojos cielo.

 

El cielo ya no se encontraba en su campo visual, ahora limitado por el punzante dolor y la inquietante oscuridad. El frío manto que se sabe trae consigo el beso último de la muerte. Y pocas veces lo deseó tanto como en ese momento, presa de la desesperación, la incertidumbre y la oscuridad nuevamente.

 

La locura le hacía sonreír agobiado, lo acusó a la falta de aire que comenzaba a experimentar. Cerró sus ojos, y trató de recordar un poco más… si el camino tenía irremediablemente ese destino final, quería que el viaje le fuera ameno.

 

Y ahora los ojos  celestes, los ojos cielo se transformaban en hielo, en un claroscuro de impenetrabilidad, en la mano más justa que jamás conoció, en el puño más poderoso y respetado… en el más amado.

 

Aquel día en que le escuchó hablar de los vivientes del Mar. Ese día en particular recordó. Sus ojos maravillados ante cada leyenda fantástica, ante cada relato que le sabía más a justicia que a tragedia y sobre todo el respeto con que él hablaba.

Ese día había decidido su destino, el que complementaria a su ya condición de Santo – o aprendiz – ese día forjó sus obligaciones y su compromiso con su deber.  Y luchó, sudó y lloró por noches y días enteros a su lado, siendo su orgullo, su pequeño orgullo. A él ese calificativo le sabía a gloria.

Entonces se dedicó por entero a cumplirlas a respetarlas y sobre todo a alcanzarlas, por él, por sus semejantes, por la Diosa que suponía, debía proteger… y claro que por ese hombre en particular.

Que extraño le resultó siempre, pero había algo en toda su majestuosidad que le obligaba a superarse para alcanzar su aprobación.

 

Y ahora todo eso no tenía valor alguno… Aquel puño ya no sería nunca jamás el más justo, el más poderoso, el más respetado… ni el más amado.

Solo entre torbellinos, apenas y podía sentir la muerte que lo arrastraba colina abajo, sintió miedo. Pues comenzó a experimentar algo que nunca en su corta vida había experimentado; rencor. Por todo, por su cruel destino, por la terquedad de su amigo, por el abandono del hombre que amaba y respetaba por sobre los Dioses mismos.

 

Y bajó los brazos.

 

En un acto de impotencia e indignación que les cobraría a quienes se lo merecían.

 

Sucumbió al dolor cansado de luchar contra la corriente – literalmente – agotado de fuerza y voluntad para erguir su cuerpo, para activar su cosmos. Solo, era testigo inerte del fracaso que poco a poco comenzaba a carcomer su cuerpo en ese fondo negro. Repugnado por la mentira de los Dioses, que se suponen protegen la vida de los humanos y dejan que un niño caiga sin freno hacia el fondo gélido del Mar.

 

Y volvió a sonreír en desquicia por su destino mísero, pues ya no habría gloria ni lores para él… y así estaba bien, pues prefería morir solo y en el olvido, que volver a levantar su brazo en honor a Athena.

Lloró también, porque los niños también lloran cuando sienten miedo, cuando descubren que detrás del destino que persiguen y vanaglorian, se esconde una cruel mentira, un engaño y un… nada.

 

Es inevitable que la tristeza se precipite en su interior así como su propio cuerpo se precipita hacia lo desconocido. Es inevitable dedicarle sus últimos pensamientos coherentes, pues es a él al que le debe desprecio por enseñarle tal mentira. Es a él, a Camus de Acuario, a quien le dedica su nuevo y férreo destino.

 

Porque ya nada de sus obligaciones y deberes  “divinos” le importa. Porque los odia, y los acusa de su muerte. Relaja sus músculos, llenando su interior de la acidia universal.

Y cierra su ojo, aquel que le queda sano, aquel que no duele y conserva el color que alguna vez enorgulleció su alma y que ahora… ha perdido.

 

La esperanza.

 

Poco sabía él, Isaac, que un segundo después, su verdadero destino se presentaría ante él. Y que arriba, en la superficie de la tierra que ahora desprecia, dos pares de azules, uno más frío y curtido que el otro, lloran su perdida, su ausencia…

 

Que conocerán ante su pérdida, que tan real, sobrecogedor y doliente, es el fracaso.

Notas finales:

¿Y, qué les pareció?

Debo de aclarar un punto, porque a decir verdad de la pereza era algo bastante dificil de retratar, cuando la usamos como comunmente la conocemos.

Pero si de pecados capitales se habla, el termino tiene otro significado "«tristeza de ánimo» que aparta al creyente de las obligaciones espirituales o divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran" "Concebir pues tristeza por tales cosas, abrigar voluntariamente, en el corazón, desgano, aversión y disgusto por ellas, es pecado capital"

Tomando en cuenta todo eso, creo que Shun e Isaac eran candidatos a este pecado, y si bien no puse una pareja, creo que lo deje bastante explicito al Hades/Shun y mi favorito oculto Camus/Isaac XD

Espero hayan disfrutado de la lectura. Será hasta el próximo capítulo.

Gracias por leer.


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