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Popular, nerd; lo mismo. por Baozi173

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—Ninguno de ellos, por suerte. Un amigo nuevo, Chang Min. ¿Lo conoces?

Jongdae dejó que su mirada se guiara sola hacia la señora al volante. Una ceja se contrajo en una mueca que mostraba parte de su dentadura inferior. Agitó las pestañas, cambiando por completo la expresión, batiendo una sonrisa que se dibujaba caricaturesca en su rostro.

—Oh, claro que sí, desde pequeño de hecho. Que coincidencia, ¿cómo es que lo conoces, Min-ah? —el inusual tono amigable y cercano, o por lo menos amable del contrario tensó a Minseok desde las pantorrillas hasta los nudos que en su cuello se han formado.

—Del trabajo. —interrumpió la señora antes que su hijo soltara alguna palabras— Minseok trabajó en una cafeterías durante sus vacaciones, ¿no le habías dicho?

La mujer le dio un repaso al muchacho por el retrovisor, aunque este le evitara la mirada contestó con un tosido «olvidé mencionarlo» para empezar a contemplar el tránsito que se había estancado entre algunos edificios.

Fue extraño, mucho, así lo declara Minseok. Jongdae parecía un libro abierto, de la nada y como si hubiera ensayado para ese momento impartió una conversación tan llena de todo que Minseok se sintió ajeno a su propia madre, viéndola reír con las cosas que decía su compañero de clase podía pensar que él era el invitado y él su hijo. No le dio ni tiempo de sentir celos cuando notó que Jongdae también le incluía en la charla, llamándolo con ese «Min-ah» que sonaba tan raro y ajeno a todo lo que tuviera que ver con él.

Cuando el auto se estacionó Jongdae dio un salto fuera del carro, tomando antes que nadie más las bolsas de compras en sus manos. Caminó derecho hasta la puerta, esperando que la mujer le abriera. Ella entendió el mensaje de inmediato y con las llaves que tenía en el bolsillo abrió camino para que él siguiera avanzando.

—¡Que bello muchacho! Deberías salir un poco más como él, Minseok. —le dijo emocionada a su hijo mientras ambos permanecían en la entrada.

La señora se había enamorado por completo de los gestos del invitado. Avanzó a la cocina, tenía que empezar a preparar la cena. En menos de una hora todo estaba listo y tendido sobre la mesa en platos alineados a la perfección. Era la obra y gracia de…

—Jongdae-ah, qué lindo eres.

—No me lo diga así, señora, me siento un poco abochornado por no ayudarle a cocinar, pero es que para la comida no tengo mano.

Minseok creía que se podía atragantar. Estaba asomando la cabeza por las barandas de la escalera. No veía el comedor, pero la estruendosa voz de su madre le llegaba a los oídos, junto con lo escandaloso de Jongdae y su simpe existencia. Sintió invadirle un poco el asco que tenía Baekhyun por estas personas, pero después de que su madre le mandara a cambiar de ropa para estar presentable, ya nada se podía hacer en contra. Tendría que aguantar la cena más incómoda de su vida por las buenas.

Dio un respiro más, bajando las escaleras con pasos arrastrados. Avanzó por donde los murmullos le guiaban, la sala-comedor que se ubicaba pasando el pequeño recibidor al pie de la escalera tenía a tres personas. A su padre sentado en el sofá mirando el noticiero, sordo a lo que ocurriera fuera de la pantalla; su madre junto a Jongdae aplaudiendo a la porcelana especial para invitados junto a las servilletas dobladas de forma tan complicada.

—¡Min-ah, qué lindo te ves con eso!

Jongdae fue el primero en percibir su presencia, volteó rápido y alagó sonriente. A Minseok le temblaron las muñecas, halando un poco de las mangas qua ya por sí solas le quedaban largas. El color rojo vino estaba combinando con sus mejillas que adquirían un rubor nato.

—Min-ah, te ves tenso, ¿quieres algo? ¿Un té quizás?

—Claro, yo te acompaño a prepararlo.

Lo tomó del brazo, su pecho se contrajo un poco con la tensión. Nunca había estado tan cerca de Jongdae por voluntad propia, no desde ese extraño momento en la parada del bus que Minseok prefiere reprimir para no confundir cosas que no eran.

—¿Qué se supone que haces? —preguntó aturdido cuando pasaron el umbral de la cocina. Se colocó frente al contrario, buscándole la mirada sin parecer demasiado nervioso por quedarse solo con él.

—Mira, no es que me encante comportarme bien contigo, pero no sé si termines de entender aunque te lo explique.

A Minseok se le quería salir un par de insultos, cosas como que él por lo menos tenía más de una neurona y un sátira sobre su vocabulario tan reducido que se sorprendía que hubiera usado la palabra abochornado. Pero no, decidió guardárselo para sí mismo.

—Inténtalo.

Lo miró molesto, con los brazos cruzados, Jongdae detestaba como se metía en su vida. Sus asuntos solo le competían a él mismo. Nadie le preguntaba el por qué hacía las cosas, había repetido ese proceso más de una vez y nunca se le hubieron pedido las explicaciones correspondientes al asunto. No pretendía cambiar eso por nada, menos por Minseok.

Pero por otro lado, el escenario en el que estaba aplicando sus acciones no le pertenecía y al dueño le interesaba.

—Chang Min y yo nos conocemos de niños, mejor amigo del hermano de Suho. Siempre ha sido de esas personas insoportablemente perfectas. ¡Me resulta insufrible! —exclamó— Por su culpa en la casa de Suho dejaron de recibirme como antes, su hermano prestaba su atención a Chang Min y Suho como cola lo seguía a todos lados.

El menor escupió rápido sus palabras. Bastante simple la situación, Jongdae buscaba la atención de siempre y Chang Min desde que lo conoció le quitó un poco de su esplendor. Cada que lo encontraba era inevitable, como su personalidad se desviaba, esperando ser una mejor versión que su mayor. Uno más amable, carismático, gracioso y acomedido.

—Eso es un juego de niños.

—Te dije que no entenderías.

—Si te he entendido. Estás resentido, como un niño de cuatro años al que ya no le hacen caso cuando nace su hermano menor.

Antes de poder responder el timbre de la puerta alertó la llegada del invitado, el que si estaba previsto desde el comienzo. Chang Min entró galante, besó en las mejillas a la señora Kim, al igual que se acercó a su esposo para intercambiar un apretón de manos.

—¡Chang Min-Hyung, que coincidencia!

Jongdae salió de la cocina, tenía de la mano a Minseok, lo mantenía junto a él posesivo como el mejor de los amigos.

—Oh, Jongdae, que raro verte aquí. —Chang Min le sonrió al menor un poco confundido— ¿Conoces a Minseok?

—Min-ah y yo estudiamos juntos, me ayuda con matemáticas a veces.

—¿Min-ah?

La sonrisa del mayor se fue distorsionando un poco. Estimaba mucho a Jongdae, le había visto crecer pues era un niño cuando le conoció. Nunca había sido una molestia, ¡todo lo contrario! Le pacería la persona más tierna, tan amable y atenta. Cada que lo veía Jongdae resplandecía.

Y eso ahora era un problema, tenía de la mano a Minseok y eso no le gustaba.

—Chicos, todos a comer, a eso hemos venido. —la señora Kim llegó para combatir las miradas que no sabía que se estaban dando.

Los tres intercambiaron miradas. Chang Min no pudo acercarse a Minseok, lo saludó con la mano puesto que Jongdae no lo soltaba. Se sentía atrapado entre dos personas opuestas en su totalidad. Minseok estaba incómodo de todas las formas posibles. Las palabras melosas de su menor cuando le pidió sentarse a su lado se hundieron en una sonrisa forzada del invitado.

Los padres del dueño de la casa tomaron los asientos de los extremos. Los dos menores ocuparon las dos sillas de un lado, dejando al más alto solo del otro costado.

—Minseok, se ve bien, ¿ayudaste a cocinar? —preguntó Chang Min mientras se sentaba frente al aludido.

—No, fue mi madre.

—Yo ayudé un poco, con lavar verduras y esas cosas. Min-ah, ¿te gusta lo que hemos hecho para ti?

Chang Min miró un poco enojado a Jongdae, Minseok estaba enrojeciendo y no había sido por su causa. Los platos ya estaban servidos. Era un salteado de vegetales. Todas las cosas que Minseok odiaba se reunían junto a una generosa ración de arroz blanco.

La conversación inició. En ningún momento Minseok tuvo el interés de abordarla, los halagos se debatían en el aire. Tantas cosas que le daban un interés mínimo. Levantaba la cabeza cada que mencionaban su nombre. El mayor de los jóvenes no le quitaba la mirada de encima, sonreía sin parar. Sus mejillas podrían doler de tanto mantener esa expresión en el rostro. Jongdae por su lado hacía reír a todos, y mucho. Su lado sarcástico estaba siendo usado a su favor. Minseok conocía esa ironía en su habla, era la primera vez en la que estaba del lado del los que bromeaban y no era él la broma.

—Minseok es muy bonito, —empezó— ¿acaso no son sus ojos hermosos y únicos?

Minseok clavó sus ojos en el guisado, su tenedor se movía resentido de un lado, separando disimulado los grandes trozos de cebolla y pimiento. ¿Tenía sentido sonrojarse con las palabras de Chang Min? El interés por él no existía, podría estar sepultado bajo tierra y Minseok tenía la confianza de decir que no sería desenterrado nunca. Que decir, no era su tipo. Era muy alto para su gusto y mayor que él. Toda su vida ha sido marginado, de todas las maneras, y Minseok por lo menos quería que en una futura posible relación que él podría tener el honor de no sentirse como el más ingenuo e inferior.

—No son únicos, pero tienen su brillo especial. ¿No es cierto, Min-ah?

La voz de Jongdae le causa un revoltijo en el estómago y no pudo culpar a la comida, puesto que aún no había probado los vegetales como era debido. Aunque todo fuera fingido y preparado con un libreto que Jongdae ya tenía impreso en su mente.

«De hecho yo creí que te terminaría gustando alguien como, no sé, Jongdae. Carita bonita y cierto interés inconsciente hacia ti en el pasado» Las palabras eran claras, Minseok no recordaba bien que fue Yixing quien se las dijo, pero con esa memoria de pez que se manejaba no se le podía culpar de nada.

—Tú sonrisa me parece más admirable, se curvea al final, Jongdae-ah. —concluyó el tema colocándose un pimiento en la boca.

Le estaba otorgando las de ganar a Jongdae por puro deleite.

{*}

Era domingo según el calendario, uno de los pocos días en los que Junmyeon tenía libre de vida social y a Yixing le habían sudado las manos más veces que las que KyungSoo ha llorado por un libro. Las frotaba con su pantalón antes de pasar los dedos por las páginas del cuaderno mientras revisaba sus apuntes y a la vez le exponía las fórmulas a Junmyeon. El menor se tragaba los temblores que su cuerpo por naturaleza le emitía. La bufanda que tenía puesta le cubría hasta la nariz con el propósito de cubrir su sonrojo. Ese ataque carmesí brotaba con violencia cuando Junmyeon sin darse cuenta se acercaba más de lo debido. Su actitud rígida había bajado considerablemente, aunque aún echaba a Yixing de la habitación cuando se cambiaba la ropa, lo mandaba a la sala cuando las clases terminaban y consideraba que ya no era necesaria su presencia en la alcoba y su desconfianza seguía siendo tal como para que después de cuatro reuniones esa fuera la primera vez que lo dejara sentarse en la cama junto a él sin discutir sobre su espacio personal y mandarlo a sentar al suelo solo porque sí.

Y Yixing adoraba eso.

Luhan le discutió antes de ir, porque sí, Luhan ya estaba enterado. Reclamó saber en qué momento Yixing se había vuelto tan distraído y no podría resolver un par de ecuaciones que cualquier mocoso de primaria haría en un dos por tres. No era del todo cierto, Yixing estaba centrado, tenía los dos pies sobre la tierra y era consciente de todo lo que pasa a su alrededor, al igual que pudo darle respuesta a los problemas de matemáticas que Luhan le pidió, demorándose un par de minutos más de los acostumbrado pero pudo.

Yixing no era distraído, solo pensaba en Junmyeon un poco más de lo que debido.

—¡Yixing! —gritó Junmyeon agitando el hombro del menor.

Oh, bueno, sí estaba un poco fuera de sí.

—¡Ah, lo siento! Me distraje un poco.

—Lo noté. Aquí tienes.

El mayor tomaba su lugar al lado derecho de la cabecera de la cama mientras que Yixing sostenía el vaso de agua que le había traído. Dio un trago que refrescó su garganta y carraspeando un poco guardó sus pensamientos para más tarde, cuando hubiera llegado a su casa y su estómago lleno de la cena estuviera reposado entre los edredones.

—¿Vas a quitarte eso en algún momento? Me da calor de solo con verte. —espetó Junmyeon rechinando los dientes.

—Ehm, no, estoy bien, no es nada.

—Te ves ridículo.

Intentó hacer caso omiso a las palabras que se lanzaban en su contra. Volvió la mirada a los cuadernos, aunque ya sentía como la temperatura bajo su chalina subía. Si usara anteojos las lunas ya se hubieran nublado por la respiración que salía cual vapor de su cuerpo. Mordió la parte interna de sus mejillas, observando por el rabillo del ojo como su mayor seguía observándole. Estaba con los nervios encima, desviaba sus pensamientos para calmar las ansias que lo carcomían; las mismas que si dejaba salir terminaría haciendo algo estúpido.

Junmyeon le dio vueltas a Yixing con la mirada, completamente indiferente a lo que viera, agradable a la vista o no seguía fastidiado por la prenda que le envolvía el cuello al menor. Si él se estaba muriendo, quemando cual horno después de que a su madre se le ocurrió instalar el sistema de calefacción en su casa.

Entendía que era invierno, pero eso era de la puerta para afuera, ahí el verano permanecía vigente y no entendía cómo era que el chino se mantenía indiferente a la temperatura, le molestaba, le jodía la paciencia y mucho.

Junmyeon pasó sus dedos por encima de las tiras de lana que se dejaban caer. Tiró un poco de ellas con total delicadeza y suavidad, el dueño no lo notó ya que había puesto en marcha su labor y dictaba fórmulas que la verdad, Junmyeon no entendió.

Siguió con su juego, pero ahora levantando su brazo y tirando más fuerte e imponente que antes. Las palabras de Yixing se cortaron en un la variable pasa a desaparecer atragantándose con la frase atropellada que no logró llegar más allá de sus labios.

—¡Hey! —chilló el menor, fastidiado, volviendo a la postura original.

El otro no le tomó importancia a su quejido, como el niño malcriado que era volvió a ejercer tensión en la bufanda, esta vez con ambas manos intentando conseguir su objetivo. Su gesto permanecía sin inmutarse, tranquilo su semblante; era un trabajo fácil, como molestar al niño más pequeño del aula.

—¡No me lo quites!

El chino podía sentir como su cara hervía ahora. Minseok era contagioso, ¡tenía que contárselo al mundo entero! ¡Llevar la buena nueva a todos! Pero antes, salir de esa, sino tal vez ni volver a ver a Minseok podría.

—Te ves estúpido. —afirmó Junmyeon con la voz más gruesa y demandante.

Haló con la fuerza justa, haciendo que al cuello de Yixing la bufanda le funcionara cual correa de perro. Se estampó el rostro contra la cama, dando un ojo en la esquina del cuaderno. «¡Maldición!» Gruñó y dio un sobresalto con el dolor, cubriéndose por completo el ojo izquierdo. Junmyeon pudo notar mientras se frotaba por encima del parpado que el rubor subido hasta las orejas imponían presencia caprichosamente.

—Estás rojo, y mucho. —soltó sin escrúpulos.

—Ya lo sé.

—¿Por qué?

—Porque estás aquí, estúpido.

Pasó por alto el insulto. Miró detenidamente el rostro de Yixing, lo nervioso que se reflejaba y que sus ojos ya no caían sobre los suyos. Le evitaba la mirada, lanzando su atención a cualquier otra cosa que no fuera Junmyeon.

—¿De nuevo con eso?

—¿Con qué?

—Con ese juego, no es gracioso, te lo advierto.

Estaba poniéndose a la defensiva, carraspeando la voz y con ganas de cruzar los brazos. Yixing contuvo la respiración, se mordió el labio inferior, no quería hacer el ridículo. Las cosas estaban mal, ahora la cobardía iba en aumento. Por el contrario de lo que deseaba hacer, sus pies le ordenaban salir corriendo.

—No estoy jugando, no ahora.

—Entonces antes si lo hiciste.

—No me siento orgulloso de eso.

—¿Y cómo podrías hacerlo? Te ganaste una buena por todo ese circo.

Yixing se atragantó con aquella respuesta. Levantó la mirada con lentitud para encontrase con el semblante frío de Junmyeon. No se veía tan enojado como esperaba, pero tampoco estaba nervioso. Las declaraciones seguro no eran algo nuevo para él. De hecho, el discurso entero se lo sabía de memoria, los tartamudeos y el sonrojo que coronaba la situación. Nada nuevo.

Yixing quería esforzarse. Pero su cerebro solo repasaba una y otra vez el rostro del mayor. Como su cabello ya un poco más largo le caía sobre la frente y sus ojos tan oscuros.

—Me refería a otra cosa...

—¿Cómo qué?

—Lo de antes, estoy avergonzado por haberte hecho eso, por culpa de lo que ocurrió tal vez nunca puedas creerme esto;

—¿Qué cosa? —interrumpió Junmyeon arqueando las cejas.

—Que ahora si me gustas, de verdad. —y ahí estaba. Lo más predecible, las palabras bonitas y azucaradas que cubrían un sentimiento tan ido y poco real. No era más que la superficie. Junmyeon no estaba para perder el tiempo.

—Estás más rojo que antes.

Pero si el de los demás.

—No estoy mintiendo.

—No te he dicho nada.

—No, pero lo piensas. Que no soy sincero.

—¿Debería pensar lo contrario?

Tenía las de ganar, Yixing lo sabía y estaba temblando por eso. Tenía que terminar lo que inició, así que tomó otro respiro. Hablaría lento y conciso, iría al punto rápido para no aburrirlo. No esperaba ser correspondido, no quería una respuesta. Solo quería dejar de ser el chico que jugó con lo delicado que podía ser un beso.

—Tú me descolocas. No sé cómo, ni me di cuenta de cuando empezó, pero para cuando percibí todo esto ya estaba hundido en algo tan extraño como pensarte tanto. ¿Es normal que me gustes de una forma tan complicada? Estoy hasta el cuello...

El «siquiera eres bueno conmigo» y el «no me notas» se quedaron en sus labios. Yixing se había desviado por completo; tenía un poco más que decir, tal vez agregar un par de «me gustas» y echarle un poco de culpa a Baekhyun para que el momento se aligerara. Podía salir de eso, pero su atención se extravió sobre los labios ajenos.

Junmyeon no se movió, eso era nuevo, era interesante. Solo dejó de pensar un par de segundos cuando vio que Yixing se fue acercando con una paciencia impresionante. Debería correr, alejarlo; para proteger su honor y el orgullo ajeno. Pero no, se quedó ahí, sintiendo el intruso aliento que se colaba sobre su olfato por la cercanía.

De pronto a Junmyeon también se le apeteció un poco, una probada tal vez. Pero no…

—¡Sabía que esto podría terminar así! —vse escuchó la voz ronca con un par de palmas que daban coros a la euforia emitida.

Junmyeon quería matar a su hermano mayor, y ahora más que nunca enviarlo de vuelta a Estados Unidos a que hablara su inglés masticado y dejara de arruinar su vida.

—¡Siwon, largo de mi cuarto!

—Encima que te salvo, me gritas. —respondió casi burlón— Mi madre está descargando el auto, así que si quieres besarte con Yixing-ah, cierra la puerta del pasillo por lo menos.

Siwon cerró la puerta por su tras, pero en realidad no permaneció así mucho más. Yixing se levantó de inmediato, cogiendo sus cuadernos con velocidad y cargando todos encima, nada metido en la mochila. Acumulado en sus manos estaban a salvo.

—Creo que debería irme. —soltó dando media vuelta y caminando a la salida.

—Hey, espera.

El mayor se levantó rápido de la cama. A tropezones se puso las pantuflas y bajó las escaleras. Vaya el momento que interrumpió. Su madre efectivamente estaba ahí, como le había informado su hermano, estaba entrando a la casa. Que malo fue que en el proceso se encontrara con Yixing apurado por salir de la casa. Ahí, al pie de la escalera frente a la puerta de entrada estaban hablando. El menor temblaba, lo veía en sus piernas.

—Madre, Yixing ya se iba. —habló Junmyeon bajando los escalones restantes.

—¿Qué acaso tú no sabes saludar?

—Lo siento. Buenas tardes, madre.

La señora con las justas si le miró de frente, mantenía su atención sobre el chino, analizando su existencia. Desaprobaba tanto la sudadera que traía puesta y los jeans que en realidad le quedaban un poco largos para sus piernas. Yixing no era su persona favorita y no se molestaba en disimular la mueca que se formaba cuando lo miraba.

—Bueno... ya deberías irte, Yixing. Ven, te acompaño a la puerta.

Tomó con firmeza a su compañero del brazo, soltando un «con permiso» dirigido a su madre para abrir la puerta y cerrarla con fuerza por detrás. En la entrada, ya afuera, el menor podía afirmar que el aire se sentía más denso. Como esponjoso, impidiendo que la respiración regulara su fuerte latir. El invierno era más notorio ahí, le temblaban hasta los dedos de las manos. Estaba frente a frente con Junmyeon.

—¿Puedo irme?

—No.

—¿Por qué?

—No me gusta la intriga, por eso.

—No hay mucho que aclarar. —suspiró— No esperaba que correspondieras a todo lo que te dije, de verdad. Y si lo hubieras hecho, tal vez no te hubiera creído. —declaró— No quiero ser tu juguete, me gustas de verdad y no espero que tú sientas lo mismo. Confundirte, obligarte a interesarte no es lo que busco. No busco sentimientos falsos.

Yixing echó a correr, por fin las piernas le funcionaban.

 


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