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Sirius por Mise_Hanakotoba

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Notas del fanfic:

Nuevo fic

Llevaba mucho tiempo en mi mente, espero que les guste. Siempre intento hacer cosas distintas a las anteriores y espero haberlo logrado en esta ocasión. Estaba pensando también hacer algo de otras parejas, pero será más adelante.

Sak, Alex, esto va por ustedes uwu gracias por su apoyo siempre. 

Notas del capitulo:

Nuevo fic

Llevaba mucho tiempo en mi mente, espero que les guste. Siempre intento hacer cosas distintas a las anteriores y espero haberlo logrado en esta ocasión. Estaba pensando también hacer algo de otras parejas, pero será más adelante.

Sak, Alex, esto va por ustedes uwu gracias por su apoyo siempre. 

Sirius

Rojo, el piso de la pequeña habitación estaba manchado de éste por todos lados ¿cuánto tiempo habría pasado desde... Seguramente había sido el suficiente para no tener remedio. Un fuerte dolor le oprimió el pecho a tal grado de cortarle la posibilidad de respirar, intentó hablar pero nada salió de entre sus labios. Quiso correr, pero las piernas le temblaron al intentar dar un paso. Esto no podía ser real, todo y cuanto estaba mirando era una terrible pesadilla producto de su subconsciente. 

Hace un par de años jamás habría pensado en ver algo como esto, en aquel tiempo vivía a plenitud: Asistía a una de las mejores universidades, tenía todo y cuanto pudiera desear alguien de su edad, lo único que podría pedir era encontrar el amor. Esa mezcla de emociones que le fue negada por largo tiempo la encontró en el amigo de toda su vida. Aquel chico de delgada figura, de mirada intensa y labios preciosos; éste poseía las sensual y atractiva personalidad y, no sólo eso pues además era brillante, hermoso en muchos sentidos. 

Luego de muchas bromas pesadas y enfrentamientos por tonterías, de pasar cosas que con nadie más habrían vivido, se enamoró de una manera dulce y apasionada de ese que había sido su compañero de juegos y apasionado rival de deportes. Debido a su amistad decidió ocultar sus verdaderos sentimientos, no valía la pena perderlo; siendo su amigo podía procurar su felicidad de una manera u otra. 

Todo marchaba bien hasta que un terrible día Yo-ka llegó con la devastadora noticia, el pelinegro había formalizado su relación con una chica de su propia clase. ¿Cómo demonios no se dio cuenta de lo que sucedía? Su amor y dedicación por el otro le habían impedido ver más allá de él, lo que había alrededor de ambos. 

Fue el inicio de todo, en aquellos primeros días sólo fue incomodo tener que soportar la presencia de la hermosa castaña –no se atrevió en su momento a negar la belleza física de ésta-, que les siguió a todas partes. Dónde antes dos miraban el atardecer después fueron tres y paulatinamente lo excluyeron de una a una de las actividades de después de clases. 

Imposible fue hablar con Yo-ka luego de la universidad pues ni siquiera en ésta pudo acercarse para tener un momento a solas. Le pareció lógico que esto sucediera -lo tuvo claro-, para cualquiera su pareja se volvería más importante que cualquier otra cosa o persona y eso pasó: Kei dejó de ser tan importante para el pelinegro.

Quiso culpar a sus celos, pero algo le decía que aquella relación no era normal. El pelinegro se veía decaído cuando no contaba de la presencia de su novia, situación que se invertía al verla; parecía un esclavo sin pensamientos, el cual hablaba, comía y respiraba sólo si esa mujer lo indicaba. Pensó que tal vez eran figuraciones suyas, porque le era inevitable sentirse morir al ver como el ser amado se alejaba a pasos agigantados de su lado. Se le desgarraba el alma al no poder hacer lo que antes, cuando ambos gozaban de la soltería. Añoraba el simple hecho de abrazarlo para oler su perfume con el pretexto de molestarlo.

De ahí en adelante sólo recibió las despectivas miradas de la novia aquella, las cuales se volvieron más constantes con el pasar de los días. No dio importancia al trato que le daba, le tenía sin cuidado alguno lo que ella pensara de él. El caso de Yo-ka era distinto, la indiferencia de éste le tuvo envuelto en dolor, ansiedad y frustración. Le amaba, tanto como para dar todo con tal de verlo feliz, como para aguantar la sensación de mil espinas clavadas en su corazón.

Justo por ello, resolvió no ser más una molestia para la pareja en cuestión. Dejó de buscar al chico de piel de nieve, a penas si lo veía en las aulas que compartían. Lo más punzante del proceso fue, darse cuenta que al hombre añorado le dio igual su presencia o la ausencia de ésta. Kei no paró en ninguno de esos días de sentir que había hecho lo correcto, además de recriminarse lo idiota que fue al esperar una reacción contraria.

Así como un día fue excluido de todo, así un día vio llegar a un pelinegro devastado con los ojos hinchados y tan rojos que era evidente había llorado por largo tiempo. A su apariencia normalmente desalineada se sumaron, unas ojeras impresionantes, una mirada perdida y una lenta y pesada respiración.

—Ha terminado conmigo, ayer por la noche… debí hacer algo mal, Kei… pero no sé que fue ni como remediarlo…

En un sin fin de intentos fallidos, quiso hacerle ver a Yo-ka que no había sido su culpa. Escuchó la versión del pelinegro eso y el saber a la perfección como era su amigo, le decían que no había hecho algo imperdonable es más no había incurrido en ninguna falta. Mas bien parecía el capricho de una chiquilla estúpida, como con el pelinegro no logró nada fue en busca de la causante de su reciente dolor de cabeza. 

La buscó hasta por debajo de las piedras y sólo pudo encontrarla en su residencia, un lugar de baja categoría y no porque se encontrara en un barrio pobre, sino por los bares y prostíbulos que lo circundaban. Lo que vio no le causó sorpresa, pero sí una rabia profunda que lo llevó a separar de golpe al tipo que estaba tragándose -literalmente- la boca de la antes novia de Yo-ka. Peor aún fue ver que por ese cobarde imbécil hacían sufrir al pelinegro, pues la escoria esa salió corriendo.

—Así que por eso dejaste a Yo-ka... 

—Por eso y porque era un pobre diablo. —Respondió la chica sin pena o vergüenza alguna—. No te imaginas lo ingenuo e idiota que se veía cuando se ponía romántico, tuve que morder mi lengua un sin fin de veces para no reírme en su cara. —Si bien se burló al final soltó un pesado suspiro—. Sólo quería su dinero, él no pudo darme más... No puedo perder mi tiempo y juventud con alguien así, necesito quien me saque de este infierno, no con quien hundirme más...

Tenía unas inmensas ganas de golpearla, pero las palabras de su madre sobre como tratar a una mujer habían salvado a la chica de una golpiza. La miró entonces con el asco y desprecio que se merecía.

—Eres una maldita perra.

Con esas palabras terminó tan desagradable encuentro, no veía motivo alguno para seguir ahí. No iba a pedirle a esa mujer que volviera con Yo-ka, el pelinegro no necesitaba a alguien de esa calaña en su vida. Lo complicado sería convencerlo de eso.

Pasaron un par de semanas sin tener noticia de Yo-ka, al menos no de primera mano. La madre del pelinegro le mantuvo informado de todo lo que llegaba a saber, lo cual era muy poco. Cansado y angustiado fue que después de esas dos semanas se animó a ir a la casa del chico, donde se le permitió la entrada sin mediación alguna. Ignoró en su trayecto las mil recomendaciones que le daba la madre del otro así como también las peticiones que ésta le hacia. Abrió la puerta y...

Ver a su mejor amigo y la persona que amaba devastado fue algo que le destrozó, no pudo recordar algún día u ocasión en que su compañero hubiera derramado tal cantidad de lágrimas, mucho menos vencido sobre la superficie del suelo. La escena había sido desoladora y, para ser sincero Kei no esperó otra situación, Yo-ka no fue el mismo de mucho tiempo atrás. Con cautela había encaminado sus pasos hasta el pelinegro, se hincó junto a él y sin pronunciar frase o palabra alguna lo levantó del suelo hasta conseguir envolverlo entre sus brazos. 

El cuerpo ajeno tembló como si de alguien enfermo se tratara, los quejidos que emanaron de entre ese par de carnosos labios pudieron asimilarse a los de un niño pequeño que se ha perdido y no encuentra a su madre. El dolor en ambos no fue similar, pero sí cercano, al rubio se le partió el alma no poder hacer más por sanar al chico que le robaba el aire; ante la rabia que le produjo la impotencia apretó contra su pecho a Yo-ka con la fuerza suficiente para hacerle sentir su apoyo, su amor.

Sin percatarse del momento exacto comenzó a llorar en silencio, sus lágrimas empaparon su rostro y parte del cabello del otro. No pudo más con todos los sentimientos que golpeaban contra su pecho, que le gritaron a todo pulso por salir de entre su garganta y entonces no pudo pararlos más…

—Te amo…

Lo dijo tan claro y fuerte como siempre había deseado hacerlo, en medio de su ahora evidente llanto. Tardó varios segundos para darse cuenta del tremendo error que hubo cometido, y no lo hizo por cuenta propia, fue Yo-ka quien lo evidenció con las siguientes palabras luego de haber sido empujado:

—¿Qué demonios has dicho? ¿Por quién me has tomado? Eres un imbécil, Kei. 

Intentó remediar su torpeza una, dos veces y en el tercer intento recibió una fuerte bofetada que le hizo perder la visión por un instante. Yo-ka estuvo vuelto loco en furia, su llanto cesó y sólo mantuvo sus ojos rojos mirándole con enojo.

—Lárgate, no quiero verte nunca más. Lo que menos necesito en este momento es a un marica que quiera aprovecharse de mí. 

Pudo haber intentado aclarar su situación una vez más, pero aquellas palabras le habían herido de una manera incalculable. Salió tan pronto como había entrado, de nueva cuenta sin decirle palabra alguna a la madre de Yo-ka quien se quedó más angustiada. El único que habría podido consolar a su hijo había salido con cara de no querer volver nunca más, la pobre mujer no sabía que más hacer.

A partir de ese día cada noche repitió hasta el cansancio aquellas duras palabras, mismas que lo llevaron al llanto en incalculables ocasiones. Seguía amándolo, ahora mucho más que antes, pero sabía que ya nada sería igual. Había sido el más grande idiota al haber confesado sus sentimientos en tan mal momento. A pesar de todo quería ayudarlo, su amor y la gran amistad que alguna vez tuvieron le hacia desear verlo feliz.

Pero era demasiado tarde para salvarlo, todo esfuerzo por hacerlo despertar seria en vano. Bien lo decía aquel dicho "No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír" Y definitivamente Yo-ka no quería ver, oír, comer, dormir, respirar... no quería vivir. La mayoría de las adicciones pueden superarse luego de haber tocado fondo, pero siempre podía darse espacio para la otra posibilidad. La posibilidad de caer en un profundo pozo, escarbar más y más en el mismo yendo tan dentro hasta que un día se es incapaz de encontrar el camino de vuelta.

Yo-ka había caído en ese pozo desde el momento en que inició tan inestable y tormentosa relación, en un parpadeo abandonó todo cuanto le fue preciado y especial, le entregó su ser por completo a una falsa promesa de amor. No había manera de recuperarse y él lo sabía, los demás lo ignoraban o intentaban hacerlo; Yo-ka tenía claro que no había nada más para él.

Eso no le impidió ver lo cruel que había sido con Kei, lamentaba tanto haber reaccionado de esa forma a sabiendas desde hace mucho lo que sentía el rubio por él. Lo supo cuando le presentó a su novia, lo reafirmó cada que lo miraba, cada que le escuchaba hablar. Sabía a la perfección todos y cada uno de los sentimientos del rubio y por eso le había intentado alejar lo suficiente para no hacerlos crecer y lo necesario para no perderlo como amigo.

Ahora mismo se sentía como una basura, Kei sólo dejó salir lo que en algún momento habría de hacerlo. Su reacción no fue guía por el enojo, eso sólo había servido para disfrazar su miedo. El miedo que le recorrió cada fibra de su ser al escuchar por vez primera un Te amo, uno tan sincero que dolía no poder corresponder.

Era mejor reconciliarse con Kei, no podía partir sin decirle cuanto lamentaba no amarlo, haberle tratado de manera tan injusta y recordarle que siempre habría de llevarlo en su corazón. Tomó una pequeña libreta de su escritorio y en una de sus hojas escribió un pequeño mensaje que dejaría sobre la butaca de Kei.

Dicho mensaje decía:

Necesito hablar contigo, es importante.

¿Recuerdas el departamento que me regaló mi padre? 

Te espero a las cinco, voy a dejarte la llave bajo el tapete.

Hasta en entonces.

Sabía que nadie más que el rubio vería la nota, para cuando esto sucedió faltaba poco menos de media hora para la cita. Kei no dudó en momento alguno, salió a toda prisa esperando llegar a tiempo. Yo-ka siempre había sido exigente con la puntualidad y lo que menos deseaba era darle motivos para molestarse.

Después de que las situaciones más absurdas se atravesaran en su camino consiguió llegar, con un retraso de quince minutos pero lo había hecho. Estaba entusiasmado con la idea de charlar, aunque también temía que el pelinegro siguiera resentido, que esto fuera para recordarle cuanto lo despreciaba. Pero existía la esperanza de que su actitud hubiese cambiado, Kei planeaba esforzarse para hacerle ver que su amistad era lo único que deseaba, que nunca había sido su intención aprovecharse de su debilidad.

Como decía en el pequeño pedazo de papel encontró las llaves bajo el tapete de bienvenida, uno de pésimo gusto según la opinión de su mejor amigo. Recordar justo esas cosas hizo que los nervios antes del encuentro se esfumaran de momento, cada cosa que tuviera relación con Yo-ka le ponía de ese modo.

Pero sabía que quedarse meditando sobre un tapete era una simple excusa para retrasar su visita, así que continuó su camino. Como era costumbre dejó sus zapatos en la entrada mientras daba un rápido vistazo, no parecía haber señales de Yo-ka ¿Se habría marchado poco antes? No, el chico podía llegar a molestarse por la impuntualidad, pero siempre le esperaba para poder proponerle un merecido golpe en la cabeza.

Peinó por completo el departamento hasta sólo faltar la recámara, pero dentro de esta tampoco le vio. ¡El baño! gritó en su interior, dirigió sus pasos a dicha habitación y en un impulso habría la puerta entonces se encontró con...

Rojo, el piso de la pequeña habitación estaba manchado de éste por todos lados ¿cuánto tiempo habría pasado desde... Seguramente había sido el suficiente para no tener remedio. Un fuerte dolor le oprimió el pecho a tal grado de cortarle la posibilidad de respirar, intentó hablar pero nada salió de entre sus labios. Quiso correr, pero las piernas le temblaron al intentar dar un paso. Esto no podía ser real, todo y cuanto estaba mirando era una terrible pesadilla producto de su subconsciente. 

"El cruel destino pintado de rojo nos quema a ambos hasta dejarnos en cenizas, no soy yo quien puede disponer si debemos estar cerca o lejos, tampoco si llegarás a iluminarme de nuevo."

Yo-ka, su preciado Yo-ka estaba recostado boca arriba en el suelo junto al lavabo, su aspecto lucía tal cual como antes de salir con esa tipa. Vestía de negro por completo con ropa entallada que dejaba a la vista ciertas partes de su cuerpo, en especial esa camisa por la cual se entre veía su pecho y gran parte de su abdomen. Sus ojos cerrados mostraban las sobras oscuras que usaba sólo en ocasiones especiales, su blanca piel que hacia juego con todo.

La escena le habría hecho babear de no ser por las dos profundas heridas en las muñecas de su amado, de las cuales emanaban hilos de sangre. No había que pensar demasiado para saber que, ellas eran las responsables de las manchas en el suelo. Siguió congelado por varios segundos más, algo dentro de sí se negaba a tocar al pelinegro y darse cuenta de que había muerto. Quería salir corriendo para encontrarse con el mundo real, ese en el que Yo-ka le miraba y sonreía por cualquier estupidez. 

Cuando finalmente aceptó el cruel destino su deseo se transformó en desesperación, debía haber una manera de regresarlo a la vida. Mataría a la maldita mujer si eso borraba las terribles aberturas de las muñecas. Llevó ambas manos a su rostro queriendo apartar tan dolorosa imagen, fue entonces que se percató del sin fin de lágrimas que no paraban de salir de sus ojos. 

No pudo más se dejó caer de rodillas mientras lloraba y gemía dolorosamente, con desesperación tiró de su cabello y entonces habló—: No, Yo-ka ¿Porqué carajos lo hiciste? Eres un idiota... el más grande idiota... -La voz se le desgarró y no pudo continuar.

 

 

Escuchar su nombre le hizo despertar, después de haber cortado sus venas se había tendido sobre el suelo a esperar que la vida se le fuera lentamente. Estaba agotado, de respirar, de existir si todo carecía de sentido. Sus sentimientos eran una total confusión, había amado a esa chica con su ser y alma entera. Dejó que alguien le viera por completo sólo para después ser botado como un muñeco viejo, jamás podría volver a confiar en nadie. 

Sólo Kei pudo haberlo amado por entero, y era eso lo que le hacia sentir aún más miserable. Era doloroso no poder amar a la única persona que podría amarlo. No merecía vivir, se repitió ese pensamiento una y otra vez, aún más fuerte cada que iba a buscarla, todas esas veces en que le pidió perdón de rodillas por un inexistente error. Pero la decisión de terminar con su vida vino cuando aquella hermosa mujer en el exterior, le hizo ver lo patético que había sido y sería por el resto de su vida. No se detuvo hasta humillarlo y romper las pocas esperanzas en su corazón.

Sus párpados descubrieron sus bellos ojos y aunque borroso puedo observar la figura de Kei quien no paraba de llorar arrodillado a casi a su lado. Extendió su diestra con una dificultad que nunca antes conoció, le pesaba, pero a pesar de eso pudo tocar la mejilla del rubio y al instante sintió sus dedos humedecerse.

"A pesar de las lágrimas que se deslizan sobre las puntas de mis dedos, extiendo mi mano tratando de alcanzar ese lugar distante."

Su brazo se venció y a punto de caer fue sostenido por su gran amigo, el quien aún incrédulo cesó su llanto.

—Estás vivo, resiste un poco.

Kei no demoró en extraer su móvil, Yo-ka sabía bien para que lo hacia, pero también sabía que era demasiado tarde para recibir asistencia médica. Aún así lo dejó, no iba a gastar sus últimos esfuerzos en convencerlo de no llamar. Después de eso lo vio sacarse la camiseta, la cual desgarró hasta hacerlos parecer vendajes. Con una delicadeza casi abrumadora le vendó las muñecas, aunque no pudo evitar pensar que ya no había mucha sangre que detener.

—Pensé que no te vería más... eso me asustó mucho... -Agradeció que su tono de voz mantuviera a un un aceptable volumen—. Siempre llegas tarde...

—No para esto Yo-ka, aquí estoy y pronto estarás bien. Ya verás cuanto vamos a reírnos de...

—Eso no va a pasar. —Lo detuvo en seco—. La vida se está yendo de mis manos, por fin me siento en paz y no voy a renunciar a ello...

—No seas idiota, tú vas a vivir muchos años, serás un gran arquitecto como tanto lo deseabas ¿recuerdas? —Su voz sonaba desesperada, sus argumentos convincentes, pero el rostro de Yo-ka le angustiaba pues no había en él las mínimas ganas de aferrarse a la vida.

—Abrazame... -

Pidió aún más bajo que antes, señal de que se iba apagando cada vez más. Kei no vaciló en complacer el deseo de Yo-ka, con cuidado le levantó del suelo abrazándolo con brazo zurdo por los hombros. Su diestra fue directo a retirar los pequeños mechones de cabello que le cubrían el rostro.

—Deja que este idiota se disculpe...

—No tienes que disculpar...

—Dejame terminar, no quiero morir sin antes haberte dicho esto... 

Odiaba el simple hecho de pensar en verlo muerto, ya hace unos minutos había experimentado lo doloroso que eso sería, pero no podía negarle nada en ese momento. Sólo esperaba que los para médicos llegaran a tiempo, si Yo-ka moría él iba a seguirlo.

—No te amo... —su voz estaba cada vez peor, ahora le temblaba—, aunque habría querido hacerlo, tienes que creerme. Si algo puedo lamentar de todo esto... 

Un fuerte ataque de tos detuvo su narración, y no era lo único que había desmejorado. No le había dicho al rubio que ya lo veía del todo y que su voz sonaba tan lejana. Su único deseo era poder terminar de hablar, sólo entonces se iría sin remordimiento alguno. 

—Ya basta, Yo-ka, no hables más. Por favor... 

A pesar de rogar algo le decía que ni con eso sería capaz de hacerlo callar, estaba aterrado. No quería oír eso que sonaba a una despedida, a lo que sabía eran las palabras del último aliento de un futuro muerto.

—En esta vida no hecho más que cometer errores, en la siguiente lo haré bien... Quiero que me busques... quiero estar contigo. Esta vez no fue posible, pero la siguiente sé que voy a poder amarte...

Si otro hubiera sido el momento, esas palabras hubieran sido lo más hermoso que jamás habría escuchado. Pero en esta ocasión le habían dolido tanto. Fue entonces que algo le asaltó con terror, Yo-ka estaba intentando enfocarlo mientras estiraba su diestra para alcanzar su rostro, pero no dio en el blanco por muchos intentos que hizo. Le sostuvo la mano y la guió hasta su mejilla, mientras ponía todo su esfuerzo en detener sus lágrimas. Era demasiado tarde, lo fue desde un inicio.

—Besame, Kei... cumpleme su último deseo...

Todo cuanto pudiera añadir estaba de sobra, además ese beso había sido también su deseo desde hace tanto tiempo. Acercó hasta acariciar los labios del pelinegro con los propios, entonces los amoldó tiernamente para así dar comienzo a un beso suave moviendo con parsimonia sus labios. Cerró también sus ojos para fundirse con el otro, a pesar de lo resecos y casi inmóviles belfos pudo sentir como todo su ser vibró ante el contacto tan íntimo con el amor de su vida.

No quiero morir.

Quiso gritarlo y aferrarse al cuerpo de Kei, pero la fuerza se le había ido por completo. Ese beso le había dado una fuerte razón para aferrarse a la vida, le había dado el calor suficiente. Nunca antes un beso había sabido tan dulce, tan sincero y tan reconfortante. Quería vivir para poder volver a besarlo, quería volver a sentir como todos sus sentimientos y sensaciones se agrupaban en un sólo punto para luego hacer explosión.

Era ahora que se sabía un idiota, como pudo haber estado tan ciego. No sabía exactamente lo que sentía por Kei, pero estaba seguro que era algo realmente hermoso que jamás podría disfrutar. 

"Y pienso en ti mientras me dirijo al abismo infernal, no puedo tocarte pero te seguiré deseando eternamente."

Entonces la oscuridad se apoderó de su alrededor, era el final.

Kei no pudo evitar soltar un grito desgarrador al tener entre sus brazos el cuerpo vencido de Yo-ka. Estaba dispuesto a seguirlo, sin él no podría vivir nunca más.

"Suponiendo que mañana llegará a morir, incluso este cuerpo putrefacto te pertenecería y aquella conversación truncada podría continuar, acerca de ti y mí."

 

La mañana siguiente una serie de periódicos amarrilistas llenaron sus titulares con la devastadora historia de dos chicos que, arrastrados por un amor imposible habían tomado una terrible decisión. Al menos esa era la versión de los más renombrados, otro decías que dicho incidente era causa de la marcada homofobia que aún había por ese barrio. Los menos detallaban que todo era producto de deudas, mezclado la tragedia con el mundo de las drogas.

 

Lejos de todos esos rumores que habían vendido grandes tiradas a los curiosos y morbosos, en un pequeño hospital privado uno de los jóvenes de los cuales se hablaba estaba recuperándose. Había sido todo un milagro rescatarlo de las garras de la muerte. 

—¿Dónde estoy?

Susurró al despertarse, poco a poco comenzó a poder distinguir a las personas a su alrededor. 

—Tranquilo, ahora estás bien cariño, no hagas esfuerzos.

Le consoló su madre, justo fueron las palabras de ésta las que le hicieron recordar lo sucedido.

—¿Dónde está él? 

Con desesperación intentó levantarse, un intento fallido que lo regreso de inmediato a la cama. Su cuerpo aún estaba débil, pero habría de recuperarse si guardaba el reposo necesario. Pero a él le importaba poco el reposo, quería verlo quería saber que no estaba...

—Calmate ya, Yo-ka. Aquí estoy, sólo fui por un café. Que posesivo eres, no te bastó con tenerme toda la noche a tu lado.

Kei estaba ahí en el marco de la puerta, jamás podría describir que tan feliz se sintió al verlo ahí parado. Deseo tener la fuerza necesaria para poder levantarse y correr hacia él, abrazarlo y... besarlo.

—Los dejó solos.

Sentenció la mujer mayor, quien no espero más para salir de la habitación, cuando ésta ya no estuvo Yo-ka fue el primero en hablar, mientras Kei se acomodaba en la silla junto a la cama para beber su café.

—Lamento haberte hecho pasar por esto. Kei lo que te dije ayer...

—No te preocupes, sé que todo salió por el drama del momento, yo estoy bien con ser tu amigo pues mi mayor recompensa en verte aquí, vivo.

—Lo que dije fue cierto. —El rubio se vio ampliamente sorprendido, no le dio tiempo de protesta—. Te dije que iba a amarte en mi próxima vida, pues bien aquí estoy en ella.

—No voy a pedirte que cumplas algo así, no seas bobo.

—Kei, esto no es un juego... cuando me besaste quise ya no morir, me di cuenta de que sentía algo especial por ti. No sé que sea, sólo que quiero estar junto a ti y descubrirlo.

El otro seguía sin parecer convencido y lo entendía, pero no estaba dispuesto a desperdiciar de nuevo su vida. En un rápido movimiento que no esperaba el rubio, le robó un beso con el cual él mismo comprobó que era a Kei quien su débil corazón deseaba. Éste también lo supo pues a pesar de haber sido un contacto casi nulo, la sonrisa traviesa de Yo-ka le decía con cuanta sinceridad hablaba. Esa sonrisa que le hizo babear, hace tanto que no le veía así que, no importó su mal estado; Yo-ka lucía precioso.

Nada estaba seguro, pero sí el simple hecho de intentarlo le daba la posibilidad de hacer feliz al pelinegro... Esta vez no lo dejaría escapar con tanta facilidad, iba a cuidarlo y amarlo al doble por lo que le fue negado antes.

Notas finales:

¿Qué tal estuvo? 

He de decir que al final modifique el final (?) Ambos iban a morir en ese cuarto de baño, pero luego lo pensé mejor y ahí va mi razón. Si yo escribiera sobre personajes originales no tendría problema en matarlos, pero estoy mentando a personas que en realidad existen y matarlos en un fic se me hace como desearles la muerte así que por eso al final modifique la última parte.

Las frases de la parte final son parte de la cancion Sirius de DIAURA. La traduccion es de la señorita Saya.


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