Al caer la noche, el firmamento se coloreó de suaves polvos de estrella y el delicado astro plateado roció su luz sobre los inmensos jardines que adornaban la fortaleza. Como todas las noches, un joven de tez pálida se reunía en torno a la ventana para apreciar ese hermoso suceso. Esa vez no hubiese sido la excepción, de no ser porque su padre decidió entrar en el momento en que decidió posar su mirada sobre la brillante luna.
KyungSoo rodó sus ojos, pero no volteó, simplemente continuó como si sus oídos no hubiesen captado sonido alguno.
—KyungSoo —su padre se acercó al pequeño azabache, colocándose frente a él—. Necesito hablar contigo —KyungSoo volteó y posó su mirada sobre su padre, sin expresión alguna.
—¿Es tan importante? —preguntó con aburrimiento. Normalmente su padre hablaba de cosas no significativas para él, como que pronto heredaría los terrenos de la familia y que tenía que hacer buen uso de él, y no fijarse en tonterías tales como el estudio del cielo nocturno. KyungSoo por supuesto, nunca le escuchaba.
—Es muy importante, verás, KyungSoo —el hombre se relamió con nerviosismo los labios, no sabía que reacción podría tener en su hijo lo que estaba a punto de proponerle—. Como sabrás nuestra situación no está muy bien últimamente. Por desgracia, nuestros terrenos son cada vez más infértiles y si no producimos productos suficientes para mostrarle al rey que somos buenos beneficiarios, nos quitaran el fuero—. Tenía razón, hace muchos años, antes que KyungSoo naciera, su padre junto a su difunta esposa eran unos buenos campesinos que se dedicaban a la agricultura. Sus frutos gustaron tanto al rey, que les concedió una gran extensión de suelo, y campesinos a su disposición a fin de conseguir mayores resultados. Sin embargo, sus tierras estaban decayendo, y esa no era una buena señal.
—¿Y acaso hay algo que yo pueda hacer? —preguntó KyungSoo con un dejo de irritación.
—Pues sabrás, el príncipe está a punto de convertirse en rey, y para eso tendrá que conseguir una princesa —el azabache no entendía hacia a dónde se dirigía todo aquello, así que siguió escuchando con atención—. Así que hará una elección de todas las chicas que se encuentren solteras y dentro de sus límites de edad de este país —su padre dirigió una mirada de nerviosismo hacia el más bajo antes de proseguir—. Y bueno, tú estás dentro de esos límites de edad —KyungSoo abrió los ojos ante las palabras sin sentido de su padre.
—¿Y cómo piensas qué haga eso? Buscan a una chica, no a un chico, tú lo has dicho —pronunció con incredulidad, aún sin tragarse las palabras de su padre.
—Eso puede arreglarse.
KyungSoo frunció el ceño. Él no iba a dejar que su padre manejara su vida a su antojo.
—¿Sabes lo que pasaría si me descubrieran? —preguntó con enojo—. Y como sea, el príncipe no se puede enamorar de mí, si así fuera, adivinaría que soy un chico.
—Pero el príncipe no se tiene que enamorar de ti —aclaró mientras acariciaba los lisos cabellos de su hijo—. Lo único que tienes que hacer es que el príncipe te seleccione en la ceremonia de presentación. Las jóvenes que sean escogidas serán premiadas con un monto de dinero que le vendría bien a la familia. Y después de eso, las chicas que van por la corona se encargarán de lo demás.
El chico mostró una mueca de desagrado, al parecer su padre ya tenía todo bien planeado.
—¿Y qué pasa si no quiero? —exclamó, rehusado a realizar lo que su padre dictaba. Su padre esbozó una sonrisa triste que KyungSoo no vio venir.
—Entonces todo el esfuerzo de tu madre será tirado a la basura. Después de todo, esta propiedad es el recuerdo más vivo que tenemos sobre ella.
Al mencionar a su madre, despertaron en KyungSoo viejas memorias que no quería recordar. Dirigió su mirada una última vez más hacia el firmamento, donde Sagitario apuntaba a un destino muy lejos de ahí. Cerró sus ojos, y soltó un suspiro.
—Lo haré.