La noche del 17
El taxi paró a diez metros de la entrada de la discoteca y es cuando cayó en cuenta que había llegado quince minutos antes de lo acordado. Bueno, antes o después nada quitaba que el personal de seguridad recién los dejaría pasar alrededor de las nueve y media, y para eso aún faltaba treinta minutos.
Terminó de acordar con el taxista la hora en que debía pasarse por él para llevarlo a casa. Espero que comenzara la marcha y alzo la mirada buscando algún rostro conocido o mejor aún, el de sus amigos.
– ¡Jae Ho! – gritó sin importarle si detrás del nombrado se encontrase el par de tórtolos, que de un tiempo acá le empezaban a caer pesados por su eterna manifestación de amor público e incrementado también por su amargura de no haber sostenido relación alguna desde hace dos años y medio. – Hola – saludó a todos los presentes sacudiendo únicamente las manos para ahorrarse la tortuosa “formalidad” de besar a las chicas y abrazar a los varones.
Como pudo se integró a la conversación y fingió interés en su absurdo tema de discusión. Vaya espera, eh. Con cada segundo que pasaba junto a ese grupito una de sus neuronas explotaba mágicamente y una cana anunciaba su nacimiento. El único que se salvaba era Jae Ho, el resto era una bola de estúpidos.
Al menos solo quedaban veintiún minutos para entrar.
– Y bueno, Kiseop me llamó y dijo que estaba a cinco cuadras de aquí, ya llegará… no desesperes Joo Hyeon. – la tórtola mayor habló con un notorio sarcasmo en su voz. Ridícula, pensó Joo Hyeon. Jamás desesperaría por un tonto como Kiseop, continuó. Pero contuvo esa lengua inquieta que sus padres le habían dado y que ciertas veces le provocaba conflictos, no quería peleas y mucho menos con el idiota del novio.
– Graciosa – respondió.
– ¡Pero mira quien viene allí! Si no es más de quien estábamos rajando. – Bromeó de nuevo la muchacha – Kiseop, guapo como siempre… – observó lo más discreto que pudo de un lado a otro hasta que por fin ubico entre los demás asistentes la esplendorosa presencia que era el chico. Si no fuera que es consciente de sus sentimientos y los límites de estos ya hubiera soltado un silbido o corrido desesperado dispuesto a abrazarlo.
El chico se acercó a paso lento mientras tomaba su celular y por lo que deducía, estaba llamando a alguien.
El celular de Joo Hyeon comenzó a vibrar y capto entonces que el chico que le gustaba no lo había notado. Tan graciosa la situación. Iría por un cuchillo y empezaría a hacer el trabajo sucio.
Kiseop era así, idiota, tonto, lindo. Lo era todo.
Y por un momento afirmo en su mente que pensaba tonterías cuando tenía a ese hombre cerca de él.
– Hola – saludó Kiseop, quien a diferencia de él si se tomó la molestia de ir persona por persona. – Joo Hyeon – el mayor sonrió, y algo en él se agitó.
Mierda, tan hermoso e inigualable.