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Sucio Placer por Lady Cadiie

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Notas del fanfic:

Incursión primera y úiltima en este fandom ¡Lo aseguro! (?) Mi debut y despedida en Bleach.

Dedicado a Kyohaku como reto para salir de nuestra zona de confort... y vaya que lo hizo ¡Me llevó a un fandom del que sé lo equivalente a nada!

Avertencias: Podría interpretarse como una violación. Universo Alternativo.

Disclaimer: Los personajes de Bleach pertenecen a Tite Kubo. 

Sucio placer.

.

.

La terrible ciudad de Tokio le causaba una jaqueca inmensa, y más si a ello le sumábamos que tenía que subirse al metro para dirigirse hacia su casa después de un fastidioso y largo día de escuela. Ichigo estaba exhausto y fastidiado por todo lo que tuvo que soportar en el día, más si contábamos que tenía que espantar a los pretendientes de su prima.

Y el verano no ayudaba demasiado con aquel sofocante calor.

Bufó y chaqueó la lengua con desgano al observar a su alrededor. En realidad no le sorprendía que el andén para abordar el transporte estuviese lleno, pues la hora del regreso a casa —para estudiantes y trabajadores— era justo en ese momento y por lo visto, nuevamente, le tocaría irse empujándose con las otras personas si es que quería llegar temprano a casa para la cena.

—Odio las masas de gente —masculló.

Dio un suspiro largo, sacando y metiendo el aire pausadamente para no perder los estribos antes de tiempo. Él no era una persona muy paciente que digamos y eso lo sabía, por ello intentaba controlarse siempre que pudiese en prevención a ese dolor de cabeza que le daba cuando se estresaba. Sacó sus audífonos de casco que traía en el maletín escolar y se los colocó para prender su reproductor y comenzar a escuchar música para relajarse.

Los solos de las guitarras eléctricas retumbaban en sus oídos distrayéndolos de los parloteos del ruido externo; aunque esto no le bastó para evitar prestar atención al gran gruñido que provenía de su estómago. Frunció el ceño al recordar que no había comido nada desde el almuerzo y ya eran cerca de las siete de la noche. Se prometió abordar el siguiente tren así le costara un brazo para poder llegar a su casa y cenar lo que su padre hubiese preparado o en un caso más extremo, prepararse él un gran emparedado que de sólo imaginar su altura, ya creía que le rompería la quijada al tratar de morderlo.

El sonido sordo y las luces verdes que avisaban que pronto arribaría el próximo metro lo alertó y decidió ir acercándose a un lugar dónde comúnmente se detenían las puertas para ser de los primeros en abordar. Tomó su maletín bajo el brazo para evitar que se lo robaran en el camino y en menos de lo que esperaba o tenía contemplado, ya se encontraba hasta el otro extremo de la entrada siendo aplastado contra una ventana por la masa humana que ya estaba dentro y la que acaba de entrar.

Durante algunas estaciones viajó de esa manera: siendo constantemente asfixiado por la multitud. Aunque no se quejaba, de cualquier manera, terminaría llegando temprano a casa y podría quitarse esa horrible cara por la falta de comida. El recorrido hasta su llegada era largo, pero afortunadamente sólo tenía que tomar ese metro; así que decidió tranquilizarse, como todos los días, y disfrutar del paisaje que podía ver a través de aquella ventana.

Se sorprendió al darse cuenta que en una estación, el vagón se vació de manera sorprendente. Ahora podía respirar aire sin dificultad, aunque eso no significaba que dejase de estar lleno.

La mata de su cabello naranja se aplastó contra el vidrio y comenzó a relajarse, ahora con la guía de una buena música de hip hop con la cual empezó a mover su pierna de manera inconsciente al son de la misma. Veía como el sol se ocultaba lentamente tras los edificios anunciando que daría paso a la noche y eso le trajo un vago recuerdo de una plática que tuvo con su papá días atrás; le había contado que recientemente, para los rumbos de su casa, una nueva pandilla se había instalado para causar disturbios y malos tragos a los vecinos de la localidad. En cierta forma, aquello le preocupó por sus hermanas más que por él mismo, después de todo, de chico, había asistido un tiempo a clases de Judo y sabía cómo defenderse al menos.

Había escuchado entre platicas de vecinas que el líder de la banda era una persona bastante insoportable, ruda y sin compasión por la vida de los otros, casi como si de un sociópata se tratase. Algunos decían que tenía la fuerza de cincuenta hombres y otros tantos mencionaban que medía más de dos metros de altura; para él, eran simplemente chismes y cuentos.

El vaho que expulsó por la boca dio contra el espejo y éste se empañó impidiendo que mirara por segundos más allá de algunas imágenes difusas. En cuanto esto desapareció y recuperó la visión, observó que a través del cristal una mirada azul le observaba con detenimiento y giró su cabeza contrariado por aquello, pero no pudo observar nada sospechoso y de lejos, unas pupilas color cielo como aquellas que le habían visto con tanto detenimiento.

¿Realmente le estaban mirando a él?

Suspiró hondamente intentando despabilarse un poco, tal vez ya estaba cansado por el largo y rutinario día de escuela. Sacudió su cabeza horizontalmente mientras sostenía el puente de su nariz ignorando aquel hormigueo en su abdomen que afloró al sentir el fulgor y malicia que desprendían aquellos ojos.

—Creo que ya estoy delirando —susurró mirando nuevamente el paisaje, intentando inútilmente distraerse de aquella ávida sensación de ser observado.

Su rodilla se dobló hacia adelante ante el inesperado golpe que alguien le propino desde atrás, haciendo que perdiese el control y la mitad de su cara se estampase contra el cristal. Con aquello, sus audífonos se cayeron de su cabeza y azotaron contra el suelo. Estaba molesto y muy dispuesto a enfrentar a la persona que lo haya tumbado de esa manera, pues era bastante obvio que aquello fue con intención de hacer mal; pero una mano se deslizó en su nuca, apretándola e impidiendo que pudiese darse la media vuelta para poder reclamar algo.

Su límite comenzaba a terminarse.

Sin embargo, un aliento cálido recorrió la unión de su cuello con sus hombros y después lo sintió en su oído izquierdo. Escalofríos recorrieron cada parte de su cuerpo ante el acto antes suscitado y sin esperarlo, un gran peso se recargó sobre él impidiéndole moverse mientras que una mano se deslizó hacia su entrepierna y esta fue apretada bruscamente.

—Si no quieres que todos se enteren de lo que tengo ganas de hacerte, será mejor que no hagas nada y mantengas esa puta boca cerrada.

Fue una orden, simple y pedante… pero la voz con la que fue dada había quemado sus neuronas por completo. No era alguien que fuese fácil de manejar, al contrario, él no obedecía a nadie y su actitud brusca le había ganado la fama de hacer lo que él quisiese, pero no pudo evitar tragar la poca saliva que tenía en su boca para quitar el nudo que crecía en su garganta.

—Al parecer has comprendido a la perfección, idiota.

Sus ojos se abrieron de par en par al escuchar aquel tono tan despectivo para referirse a él; eso terminó por enervarle la sangre. Una cosa era que un loco quisiera manosearle, pero otra muy diferente era que incluso quisiese dominarlo verbalmente con el manejo de los roles en ese momento. Con furia, intentó levantar su pie hacia atrás para dar una patada, pero rápidamente una de sus manos quedó atrapada por un firme agarre al punto de doblarla en una posición incómoda y de la cual peligraba una lesión en la muñeca.

—Tranquilo cachorro, no querrás tocarme los huevos antes de tiempo.

Aquella cínica voz seguía tocándole su orgullo y de paso, incrementando el deseo que crecía en su abdomen, un deseo del cual no se sentía bastante orgulloso, puesto sabía de qué se trataba aquella marea de calor que brotaba de sus entrañas.

Sabía que debió de haberse masturbado la noche anterior. Por desgracia, recientemente, había cortado con su novia; ya estaba acostumbrado a tener un ritmo de eyaculaciones a la semana y por desgracia, con aquella ruptura, ni ganas tenía de tocarse las bolas.

La mano que ya se había colado hasta su entrepierna empezó a moverse circularmente sobre la ropa. No quería aceptarlo, pero aquel movimiento resultó ser tan bueno como para arrancarle un gemido que fue violentamente reprimido al morderse el labio inferior para evitar que saliese; por ningún motivo le iba a dar el gusto a aquella persona retorcida de ver como, por alguna extraña razón, disfrutaba de las caricias rudas, pero precisas que le proporcionaba a su asténico cuerpo.

Los botones de su camisa iban siendo desabrochados lentamente por unos ágiles dedos que, al sentirlos sobre su pecho, se le erizó la piel de manera rápida y sorprendente. La rudeza de aquellas caricias sobre sus tetillas le arrebató un jadeo; su columna se curveó hacía adelante llevando y levantando su trasero, rozando con ello algo abultado que rápidamente reconoció.

La persona que lo tenía acorralado estaba erecto.

Abrió los ojos de par en par y vio como un par de ojos azules le miraban por la ventana del tren con una malicia impregnada en ellos, casi como si se tratase de algo innato.

—Vaya, creo que reconoces qué es lo que hay detrás de ti. —La mofa que traían consigo las palabras sacaron de quicio a Ichigo, quien lanzó una mirada al cristal para que se reflejase—. Oye, tranquilo, prometo que te divertirás mucho…—La persona se acercó hasta rozar con sus labios la oreja de Ichigo y susurró: — E incluso, me pedirás por más.

Más pronto de lo que pudo haberlo previsto, Ichigo tenía un pañuelo negro sobre sus labios para impedir que hiciera algo. Podía admitir que estaba preocupado de que alguien los viese y rodó los ojos todo lo que su capacidad ocular le permitía para ver si alguien los miraba, pero su sorpresa fue grande al darse cuenta de que nadie les prestaba atención. Claro, todos estaban ensimismados en sus propios mundos como para poder prestar atención a dos personas que sobrepasaban la estatura promedio y lo que hacían en aquel rincón del vagón.

De improvisto, la persona que le tenía acorralado lo volteó y empujó hacia atrás violentamente. Su espalda rebotó contra la ventana quejándose en el proceso por tan abrupto movimiento; lanzó una mirada venenosa por primera vez hacia el rostro de su depredador y lo que vio lo dejó perplejo: la blanca y nívea piel que poseía era mate, no tenía brillo, era opaca… pero contrastaba con aquella mirada y cabello azul que caía justo a los lados de sus ojos del mismo color. Las cejas tupidas y los labios delgados que jugaban con toda la armonía de su cuerpo delgado en algunas zonas, pero robusto en otras. Su atuendo era puro, inmaculado… los jeans ajustados y aquella venda que cubría su pecho era de un tono perla, pero la bata larga que portaba era más bien de aquel blanco impecable.

Intensidad y astucia. Aquellos colores tan claros sobresalían de toda aquella marea de gente que llevaba trajes de oficina en tonos grises y negros; incluso su propio uniforme escolar era la contraparte perfecta para aquella claridad.

—¿Sorprendido? —La petulante voz del tipo ojiazul le arrebató de sus pensamientos— No te preocupes, vamos a continuar.

El cinto y el botón de su pantalón fueron fácilmente desabrochados frente a sus ojos, para después ver como el cierre se iba abriendo lentamente dejando ver su bóxer azul y con ello —para su desgracia y disfortunio—, su pene endurecido por la excitación que le causaba aquel momento, pero que negaba fervientemente.

—Supongo que realmente te está gustando lo que estoy haciendo. —Con maestría, el joven ojiazul le bajó los pantalones y con ello su ropa interior dejando al aire su miembro. Un dedo tocó el glande y se hundió en la hendidura, robándole un espasmo de satisfacción—. Puedes mirarme como más se te dé la gana, incluso puedes estarme odiando en este momento… pero esto me dice que lo disfrutas más de lo que quieres hacerlo.

Sus cejas se fruncieron mucho más por aquella verdad dicha. Quería resistirse a la enorme tentación que le provocaba completamente el candente cuerpo del chico, pero no podía negar aquel inefable deseo que nacía en sus partes bajas.

Pero eso nunca lo permitiría.

Algunos dedos se enrollaron en su pene y comenzaron a moverse de manera ascendente y descendente una y otra vez. Hasta ese momento, en el cual quería detener ese movimiento, se percató que sus manos estaban atrapadas en un firme apretón sobre su cabeza. La diferencia de estatura no era mucha, pero sin duda su fuerza, en comparación a la de su captor, era abismal.

Abrumadores pensamientos volaban en su cabeza… pero estos eran remplazados por la sensación de placer que comenzaba a sentir en cada poro de su piel. Ahora una mano enrollaba todo su miembro continuando con el movimiento anterior. Y sin embargo, la rapidez aumentaba con cada minuto que pasaba. Ichigo, a pesar de haber retenido mucho sus impulsos para eyacular, no soportó la oleada de deseo que corrió por su cuerpo cuando el ojiazul le mordió con fiereza el lóbulo de su oreja y sentía como el semen acumulado en sus testículos estaba a punto de salir disparado al aire…

Pero pronto, la mano que lo masturbaba, se detuvo apretó firmemente la base de su pene, arrancándole un grito desesperado que fue detenido por el pañuelo en sus labios. Miro de manera furiosa y furtiva al sujeto, pero la sonrisa ladina que mostraba el ojiazul lo puso nervioso.

—Tranquilo cachorro, me toca a mí disfrutar de mi premio, ¿no lo crees? —dijo el ojiazul relamiéndose los labios.

Le molestaba. Le enervaba la sangre que el sujeto se dirigiera a él como si de una mascota se tratase. Y lo peor de todo, es que estaba gozando con aquellos roces que le daba. La mano que sostenía su miembro lo soltó y vio cómo se desabrochaba el ziper bajando sólo un poco sus pantalones para dejar al descubierto el pene erecto de su dueño. Algunos pelos de color azul —un poco más oscuros que el que cubría la cabeza— se encontraban alrededor de los testículos; rizados, gruesos, alborotados… podía decir eso con tan sólo echar una mirada a ese lugar.

—¿Te gusta lo que ves? Todo eso será tuyo… de una manera interna.

Abruptamente fue volteado nuevamente, estrellando ahora su mejilla derecha contra la ventana mientras una mano acariciaba suavemente la cadera, delicado, casi la antítesis perfecta de lo que había sido todo aquel encuentro sexual. Pero volvió a equivocarse y unas uñas se enterraron en la carne de uno de sus muslos para ser violentamente separado del otro. Ichigo, de esa manera, mostró su fruncida entrada al ojiazul.

La mano llena de fluido pre-seminal se coló entre su trasero y un dedo violó su ano sin pedir permiso y empezó a moverse de un lado a otro con el fin de estirar aquella piel rugosa y dura. Ichigo apretó los labios y las manos al punto de tensar sus músculos al máximo. Dolía, con un carajo que le dolía toda aquella brutalidad con la que era sobajado sexualmente.

Nunca, realmente nunca se vio —en un futuro cercano o lejano— tener sexo en un vagón del metro con un asfixiante clima y mucho menos, con un hombre que le ganaba en altura y fuerza. Sí, siempre hay una primera vez para todo, pero no creía que realmente algún día eso llegara. Ni siquiera había tenido esa etapa de experimentación adolescente.

Cuando sintió la punta del erecto pene en su entrada, se disiparon las dudas y un pequeño miedo le invadió. Pero su orgullo roto y doblegado era lo que más le dolía en ese momento. Lentamente, el miembro comenzó a introducirse de manera lenta y paulatina, pero pronto la fuerza implementada cambió y se introdujo certeramente dentro de él. Su abdomen se contrajo por la violencia del acto y mordió tan fuerte su labio que sintió como se partió y como la sangre brotaba de aquel lugar.

El sabor metálico de dio asco, pero no impidió disfrutar de aquel punzante y delicioso dolor que brindaba la penetración completa; un gran gemido se atoró en su garganta producto del deleite sentido en su cuerpo, olvidando por completo el lugar en donde se encontraba.

—Cachorro… estás muy apretado. —El sujeto con ojos azules se recargó completamente sobre él y susurró a su oído—. ¿Acaso es que eres virgen? —Ichigo se molestó con demasía con aquella prepotente pregunta ¡Era más que obvio que nunca le habían follado por el ano!

Se removió violentamente para intentar librarse del firme agarre, pero fue dominado de manera simple y patética con simplemente dar una embestida a sus entrañas, tocando fácilmente su próstata con el movimiento y doblegando sus piernas por los espasmos de placer en el cuerpo.

El movimiento pélvico dio inicio antes de que pudiese acostumbrar y el pene del ojiazul comenzó a salir y a entrar de manera rápida en él. Las penetraciones eran certeras, brutales, casi podía sentir como la piel de su ano era lentamente desgarrado por el grosor que tenía el miembro que le perpetraba de esa manera.

La noche comenzaba a hacerse presente con la oscuridad que se cernía sobre Tokio. Las luces de la ciudad y del mismo metro le iluminaron al punto de encandilarlo, pero no podía evitar pensar que todo aquello, en sus más retorcidos y perversos sueños, que era perfecto. Mírenlo, estaba disfrutando cual ninfómana que alguien desconocido estuviese follándoselo de esa manera tan exquisita. El constante roce en su punto de placer le hacía perder lentamente el juicio de todo lo que existía, porque sólo el momento ese, en dónde podía sentir el cuerpo sucumbir por aquel sujeto extraño de ojos azules como el cielo de día, era lo que le importaba.

Su mejilla se estrellaba cada que el pene, por medio de las embestidas, llegaba hasta el fondo de sus entrañas. El pañuelo sobre su boca amortiguaba los jadeos incomprensibles, improperios susurrados y gemidos que soltaba por cada vez que sentía perdía la cabeza por culpa del goce sentido.

Ichigo sintió como unos afilados dientes se cernían sobre su cuello y soltaban una firme mordida. Este acto fue repetido unas diez veces más repartiéndose por los hombros, la nuca y parte de su espalda descubierta por los tirones y jalones del momento. Todo aquello ayudó a que su libido aumentara de manera considerable, eyaculando en el acto y manchando parte de su uniforme escolar.

Su cuerpo se soltó y relajó al sentirse liberado, pero al parecer su perpetrador no pensaba igual y las penetraciones continuaron. En este punto ya no disfrutaba, y por el contrario, el dolor reinaba cada embestida que le daban.

—¿Sabes algo cachorro? —Preguntó el acosador—. Eres sumamente delicioso… quisiera estar así mucho más tiempo pero… el tren está a punto de llegar a su destino.

Ichigo no prestaba atención a eso, estaba lo suficientemente perturbado y desestresado como para hacerlo, pero aún seguía dando batalla, aún se movía con sus pocas fuerzas para impedirle al ojiazul eyacular dentro de él. Pero todo fue en vano; algunas embestidas después, el ojiazul derramó el semen dentro de él, llenándolo.

Un inusual calor llenó su ano y se deslizó derrotado al piso, siendo aún agarrado por el ojiazul. No podía decir que todo fue violación, pues en algún punto ya había aceptado que eso ocurría, más se prometió que sería la última vez.

—Cachorro… fue fenomenal. —La voz del sujeto sonaba cerca de él, pero no lograba reconocerlo del todo—. Acostúmbrate… serás mío de ahora en adelante.

Ichigo abrió sus ojos lo más que pudo para poder ver mejor a su acosador. Una insignia de una daga, flamas y una calavera abarcaba casi toda la parte derecha de su bata y sonrió perdido al entenderlo todo.

Escorpiones Albinos.

—Mi nombre es Grimmjow. Ese es el nombre de tu dueño, cachorro.

Un violento beso le fue dado por el ojiazul, robando parte de la sangre de su labio y abriendo otra herida en la comisura del mismo. El tren anunció su llegada. Grimmjow sólo acomodó su pene dentro de sus pantalones. Chasqueó los dedos y sus cómplices dejaron de rodearles.

Claro, por ello nadie notó nada extraño.

Aquella sonrisa torcida y mirada brutal serían su condena y sucio placer de ahora en adelante.

 

 

 

Notas finales:

N/A: ¡Realmente sufrí con esto! Kyo, realmente espero que no me mates después de leer este adefesio e intento de GrimmIchi. 

Vuelvo a repetirlo, es mi debut y despedida en este fandom y con esta pareja con la que sufrí desde un principio debido a un isomorfismo que hizo Kyo ¡Dijo que el GrimmIchi era un AoKaga decolorado! 

Bien, espero que si no te gustó, al menos hayas disfrutado de leer tus pelos azules (?)

Besos de té de limón.

Lady Cadiie.


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