Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Monochrome por Ellie77

[Reviews - 43]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Disclaimer: Todos los derechos de Owari no Seraph (Seraph of the End) pertenecen a Takaya Kagami, Yamato Yamamoto y a Daisuke Furuya.

Advertencias:  AU ǀ  Yaoi (Boy’s Love) ǀ Incesto ǀ Yuri (Shojo ai) ǀ OoC ǀ Uso de sufijos honoríficos ǀ Contenido sexual.

Pairings: MikaYuu (Mikaela x Yūichirō) ǀ Secundarias: GureYuu (Guren x Yūichirō). MitsuNoa (Shinoa x Mitsuba). KimiYoi (Kimizuki x Yoichi).

N/A: Mi hermana se apiadó de mí y me prestó su portátil, apartehe tenido un par de días libres así que aquí me tienen :D

Es claro ver que está tratando de decir

Preciados sueños por siempre dormidos

 

Endlessly Muse

 

.

ǀ Monochrome ǀ

.

Era ella, no había duda. Ella, su princesa, su amado y anhelado tesoro, besaba con hambre a otro hombre que no era él. Un hombre que conocía, a quien más confianza le tenía y del que nunca se hubiera atrevido a dudar. Un sujeto que resultó ser el villano del cuento. Otro príncipe... El dragón.

Se suponía que ellos compartían un lazo filial, amor puro sin pretensiones ni pecados. Hijos de los mismos padres, criados a la vez. Hermanos. ¿Entonces por qué se besaban de esa manera? ¿Por qué se tocaban de esa forma tan obscena? Sintió algo parecido al asco de tan solo mirarlos.

El que cayera al suelo provocó un ruido sonoro, alertando a la princesa y a su amante. La chica tardó en espabilar, quizá el beso había sido demasiado intenso; pero una vez que estuvo en sus cinco sentidos y logró enfocarlo, su expresión se deformó en una que jamás le había visto. Su rostro destilaba terror puro.

El dragón también cayó en alerta mas logró mantener la calma. Ambos, el dragón y la princesa, se acercaron a donde él. De aturdido que estaba no lograba escuchar con claridad las palabras que le dirigían. La princesa balbuceaba disculpas y le pedía que la dejase explicarse; el dragón, siempre serio y reservado, le exigía calma y que los escuchara.

Sin embargo, no podía. Estaba sorprendido, desconcertado, molesto, decepcionado y molesto de nuevo. Nunca se esperó observar tal escena entre ambos hermanos. Además se sentía traicionado; la princesa le había apuñalado por la espalda, besó a otro que no era él y quién sabe cuántas cosas más habría hecho a sus espaldas. Jugó con sus sentimientos, con el amor que le profesaba, con su persona, con su orgullo y su dignidad.

No quería explicaciones ni disculpas, lo único que necesitaba era huir de ahí antes de que el aire del lugar lo envenenara. Retiró a la princesa con un jalón brusco y empujó fuertemente al dragón. Y corrió y corrió lo más que sus piernas se lo permitieron. Las lágrimas corrían por sus mejillas y el corazón amenazaba con salírsele del pecho.

Así terminaba el cuento, ya ni siquiera hacía falta el punto y final.

 

Capítulo XII

Dragón azul

 

A pesar de ser catalogado como un irresponsable por la mayoría de sus compañeros, Guren siempre asistía todos los días a su trabajo; sin importar el clima, su estado anímico o de salud, a veces ni siquiera importaba si se trataba de alguna fecha festiva.

Curiosamente, nunca había podido quitarse el mal hábito de pasearse por toda la farmacéutica, de estar en todos lados menos en su oficina. Una mala maña que pocos parecían tolerar, como su adicción al tabaco. El único que parecía tolerar ambas a la vez era Kureto.

—Sabía que iba a encontrarte aquí.

Y hablando del rey de Roma.

Giró su rostro para encontrarse con la figura robusta de su pseudo jefe el cual mantenía las manos ocultas en los bolsillos de su bata, apoyaba su peso en una sola pierna y le sonreía de forma ladina, esa sonrisa que solo esbozaba cuando tramaba algo o tenía algo importante por decir. Guren apagó el cigarrillo en el barandal y dejó que el viento se llevara cualquier rastro de humo. Le gustaba fumar mas detestaba que lo vieran hacerlo; el único indicio que delataba su gusto por el tabaco era el olor que a veces quedaba impregnado en sus ropas.

—¿Ahora eres adivino?

—No precisamente. Solo estoy al tanto de que te gusta venir a este balcón ya sea para fumar o relajarte. Eres una persona algo predecible —explicó Kureto de manera tranquila.

Ichinose también se consideraba una persona predecible y algo simple también. Tenía sus hábitos y costumbres tan marcadas que parecían cumplir con algún estándar impuesto por él mismo.

—Como sea. ¿Qué es lo qué quieres? —De igual forma se consideraba un tanto tosco; no por aparentarlo o estar molesto sino que ya le salía de manera bastante natural.

—Vamos a un lugar más privado. ¿Te parece mi oficina?

—La mía queda más cerca.

No espero respuesta a eso. Comenzó a caminar en la dirección que había indicado; sacó la llave y en menos de un pestañeo ambos ya se encontraban en territorio Ichinose.

Eran pocas las veces que entraba en dicho lugar pero Kureto se sabía de memoria todo lo que había y dónde se encontraba ubicado. Un librero con una amplia colección de libros de farmacéutica, química y biología; pinturas que parecían ser sacadas de algún bazar adornaban las paredes; una mini sala, sillas, un escritorio color caoba y para finalizar la infaltable foto de Yūichirō sobre este. 

—Al grano. —Guren volvió a alzar la voz, grave y exigente —, ¿qué es eso tan importante que quieres decirme?

—No es necesariamente importante pero no es un tema que podamos tratar sin más en los pasillos.

—¿De qué se trata? —insistió.

—De Mahiru.

Guren se quedó callado. Kureto sabía que el tema de su difunta hermana —o la sola mención de su nombre— era todavía tabú para Ichinose, ya fuera porque aún guardara sentimientos por ella o porque siempre se trataría de un episodio difícil en su vida.

—¿Qué sucede exactamente con ella?

—Hemos decidido dejar de lado su investigación. Llevamos años con el trabajo que ella dejó incompleto y no hemos tenido ningún avance.

—La idea de Mahiru era… —intentó rebatir Guren.  

—Arriesgada —finalizó Hīragi —, arriesgada y costosa. No vamos a seguir perdiendo el tiempo en una de sus «ideas brillantes» que no dan frutos.  

—Mahiru hubiera sabido llevar todo a cabo.

—Pero ella está muerta —declaró —. Creía que ya lo habías superado.

—Lo he hecho pero es imposible no ponerme melancólico al recordarla. No soy como tú, sabes. Hablas con demasiada frialdad de tu propia hermana.

Hīragi volvió a sonreír. Guren juraría que a él le alegró la muerte de su hermana.

—En fin. No es algo en lo que te esté pidiendo tu opinión, es un hecho. He cumplido con avisarte —continuó Kureto, al parecer el tema de Mahiru no era el único que iba a tocar —. Los fondos que financiaban esa investigación ahora serán destinados al proyecto de expansión en Estados Unidos. Quero que para el primer trimestre del próximo año la cede en Boston ya se encuentre funcionando adecuadamente.

—¿Cuándo vas a querer que me vaya a Estados Unidos?

—¿Tanta prisa tienes? —bromeó de forma escueta. Como el rostro de Guren no se inmutó ni un poco, prosiguió —. Si todo va como hasta ahora, quizá durante el otoño. Con algo de suerte celebran el cumpleaños de Yūichirō allá [1]. —En ese punto, hizo una pausa —. ¿Él va contigo?

—Obviamente.

La pregunta sí le hizo algo de gracia. Era el momento que su hermano y él habían estado ansiando desde hacía años. Alejarse de todos, vivir lo más lejos posible de todas aquellas personas que sabían de la existencia del lazo filial que los unía. En Estados Unidos podían iniciar de cero, siendo una pareja como cualquiera; el único inconveniente que podrían tener ante la sociedad era los años que se llevaban, no obstante era más sencillo lidiar con ese hecho que con una relación incestuosa.

Además estaba el hecho de que el amigo de Yuu los había descubierto. Así como podría quedarse callado también podría hablar. Su relación con Yuu peligraba, siendo su hermano todavía menor de edad se complicaban las cosas. ¿Aparte quién le garantizaba que nadie más los descubriría? La opción más viable era huir a Estados Unidos. Cuando antes, mejor.

—Bueno, siendo casi un hecho, creo que comenzaré a buscar quien pueda sustituirte. —La voz de Kureto lo sacó de sus pensamientos. Sus palabras esta vez le parecieron algo interesantes, también sentía algo de curiosidad por saber quién lo reemplazaría.

—¿Será Aoi? Ella era tu asistente antes de convertirse en tu esposa.

—La maternidad la mantiene ocupada, además no es tan eficiente como tú.

—También hablas con demasiada frialdad de tu esposa —mencionó de manera distraída; Kureto no dijo nada —. ¿Y Seishirō? Según recuerdo no debe quedarle mucho para terminar su carrera. Así todo sigue quedando en familia.

—Seishirō es un imbécil que no sé por qué sigue yendo a la universidad. Nunca le permitiría involucrarse en la farmacéutica.

Guren asintió. Pensó un poco más, a su mente vino otro nombre; esperaba adivinar esta vez.

—¿Y Shinoa?

La mención de la menor de todos sus hermanos sorprendió a Kureto. Alzó ambas cejas, pareció meditarlo. Al final solo contestó:

—Honestamente no pienso demasiado en Shinoa.

Guren estuvo por llamarle frívolo una vez más pero lo consideró una pérdida de tiempo. Recordó que así eran los Hīragi, apáticos y distantes incluso entre ellos mismos. Eso era algo que Ichinose jamás podría comprender; Yuu siempre ocupaba parte de sus pensamientos después de todo.

.

.

.

Ferid siempre consideró a su sobrino Mikaela como una persona solitaria. Nunca fue de tener muchos amigos, de salir a reuniones o de hablar demasiado; más bien era serio, callado y algo apático. Sin embargo, aún y con todas esas características, a veces se esforzaba por ser un poco más social e intentar encajar entre los demás. Hipócrita también era una palabra que usaría para definirlo.

Como cualquier otro muchacho asistía a una que otra fiesta, se reunía con algunos compañeros de clase y tenía citas; nunca le había conocido alguna novia pero sabía que las había tenido. Así que sí, a grandes rasgos Mika era un joven normal, con actividades normales y una aparente vida normal. Aunque de un tiempo a la fecha, algo parecía haber acabado con esa monotonía.

Desconocía su nombre pero había terminado llamándolo «Miyu»; de piel morena, ojos verdes y de sexo masculino. La misma persona que logró que Mika sonriera de manera boba durante varias horas al día apuntaba a ser la misma que parecía haberlo recluido en su habitación.  

—¿Mika? —Ferdi tocó por quién sabe cuánta vez la puerta de la habitación de su sobrino —. Vamos, basta de berrinches. Te traje algo para que comas.

Desde el día de su graduación Mikaela no había vuelto a ser el mismo. Tuvo una involución altamente negativa. Ya no salía, no comía —lo hacía poco y después de varios días—, dudaba que incluso se bañara o saliera de la cama. La depresión que le ocasionó lo que sea que haya ocurrido lo derrumbó.

Esperaba como respuesta un «cállate, no me molestes» o un tajante «vete», mas estos nunca llegaron. Curioso, tomó el picaporte, intentó darle vuelta mas no abrió.

Ese hecho lo alertó. Mika ya no daba señales de vida y seguía encerrado con seguro. Llamó a Horn para que le trajera el juego de llaves de la casa y así poder abrir la habitación.

La puerta esta vez sí cedió. Entró lo más rápido que pudo, bastante alarmado de lo que pudiese encontrar. No obstante lo que vio, si bien logró que se calmara un poco, no evitó que no siguiera preocupado por Mikaela.

El cuarto estaba completamente a obscuras, lo único que brindaba algo de luz era el resplandor de la pantalla de la portátil del muchacho. Mika se encontraba frente al aparato, tecleando como si su vida dependiera de ello.  Ferid se acercó hasta donde él, logrando vislumbrar la silueta del joven con un poco de mayor claridad. Se encontraba frente a su escritorio, con la misma pijama con la que lo había visto desde hace días, con el cabello recogido en una curiosa coleta baja; masticaba con ímpetu lo que parecían ser papas fritas, Ferid no recordaba habérselas llevado, quizá preguntarle de dónde las había sacado sería una buena manera de iniciarle conversación, sin embargo Mika no parecía haberse percatado de su presencia.

Los minutos pasaron, Ferid no sabía exactamente cuánto tiempo llevaba parado ahí. El tecleo fue disminuyendo poco a poco, un último movimiento alertó a Ferid de que Mika, por fin, había terminado.

—¿Trabajas en una nuevo cuento? —preguntó casual para que por fin lo notara, por algo de curiosidad también.

Mikaela salió de su burbuja de ensoñación y cerró su laptop de manera brusca. Se giró a ver a Ferid, molesto.

—¿Quién te dio permiso de entrar a mi habitación?

—Sabes, deberías abrir al menos las cortinas. —Ignorando cualquier reclamo de Mika, Ferid se acercó al ventanal para correr los doseles.

La luz le lastimó los ojos a Mikaela por lo cual tuvo que entrecerrarlos; Ferid se giró a donde él en ese momento. El aspecto de su sobrino era realmente deplorable, las profundas ojeras no lucían nada bien en su apuesto rostro.

—¿Puedes largarte? —Le pareció demasiado cortés que se lo pidiera de esa forma, tomando en cuenta que parecía querer asesinarlo con la mirada —. Necesito privacidad.

—¿Para continuar autocompadeciéndote? ¿O quieres masturbarte? Créeme, si fuera por lo segundo no me tendrías aquí.

—¿A ti qué te importa lo que me pase?

—Soy tu tío, Mika, aunque a veces parece que ambos nos olvidamos de eso —mencionó tranquilo, intentando que su tono de voz saliera lo más neutro posible; una lástima, el deje juguetón ya parecía ser parte de él —. No sé lo que pasó, no te pido que me lo digas, solo te digo que debes dejar esto. A ver, en menos de dos semanas ingresas a la universidad, ¿acaso vas a continuar con esta actitud tan infantil?

Mikaela permaneció callado. Ferid, por extraño que fuera, tenía algo de razón. Su actitud era demasiado patética, tan impropia de él que apenas y se reconocía. ¿Pero qué más podía hacer? No tenía ganas de nada, no quería hacer nada; ni tratar con nadie o ver a alguien. Descubrir la verdad acerca de Yuu había sido un golpe demasiado duro. Sabía que era una pésima persona aunque jamás se hubiera imaginado que tuviera tanta mierda a su alrededor.

Yūichirō Ichinose había jugado con él y con sus sentimientos. Le había  apuñalado por la espalda, le había engañado… y con su hermano, precisamente con su propio hermano.

—Solo déjame en paz, ¿quieres?

—No lo haré —declaró Ferid —. Sé que lo que te pasa tiene que ver con Miyu y lo que tenías con él, y déjame decirte que no eres ni el primero ni el último que ha sufrido por esas cuestiones. Millones de personas pierden un amor y no se dejan caer como tú.

—¿Y tú qué sabes? —rebatió, furioso —. No tienes ni la menor idea de lo que sucedió, ¡no sabes cómo me siento y dudo que puedas llegar a imaginártelo!

—Si me dijeras…

—¿Y crees que voy a decírtelo? —le interrumpió —. Por favor, eres la persona en la que menos confío. Confórmate con saber que nunca voy a volver a relacionarme con esa persona.

—¿Miyu te rompió el corazón acaso? —Al ver el rostro de Mika palidecer todavía más, supo que había dado en el blanco —. Vaya, así que es eso —canturreó —: Te rompieron el corazón. Wow, nunca me imaginé que fueras tú a pasar por algo así. Pero dime, ¿jugó contigo, te engañó o resultó ser hetero?

Mikaela no lo soportó más. Se levantó de su silla, aventándola con violencia. Dio un par de pasos a donde su tío. Por mero respeto al hecho de que él lo crio, no lo había golpeado aún.

—Cállate.

—Mika, si los príncipes azules no existen, las dulces princesas tampoco.

—¡Qué te calles!

Ferid sonrió; sus labios se alzaron logrando una curva tan fina que apenas y parecía denotar burla.

—Todavía eres un niño malcriado que hace berrinche cuando las cosas no salen a su favor —pronunció Ferid. Aunque aquellas palabras le irritaron, Mika intentó no demostrarlo —. Si quieres mi consejo, supéralo. La vida, las personas son así. Nunca debes ilusionarte tanto. Y ahora ve, date una ducha y vístete. Sal y haz algo, disfruta de los pocos días que te quedan de vacaciones antes de entrar a la universidad.

—¿Sabes qué? Eso voy a hacer —replicó —. Voy a buscar un lugar al cual largarme lo antes posible, después de todo ahora puedo. Digo, soy mayor de edad, ya puedo disponer del dinero que mi padre me dejó. Me refundiré en una nueva habitación y haré de mi vida una mierda si quiero.

—No voy a impedírtelo, hazlo si quieres. Al final quién recibirá las consecuencias serás tú. Eso sí, te advierto que llegaré en el momento en el que menos te lo esperes para decirte «te lo dije».

El ceño de Mikaela se frunció. Esa conversación con su tío era un absurdo que no le estaba dejando nada bueno, solo más coraje del que era capaz de soportar.

—Da igual —intentó restarle importancia al asunto —. Ahora, si no es mucho pedir, ¿puedes retirarte de mi habitación? Ya tengo cosas qué hacer —mencionó con irónica amabilidad.

—Al menos ya has entrado un poco en razón —exclamó Ferid de forma exagerada —. Si necesitas algo, estaré abajo. Y mandaré a que te suban algo de comer; no puedes seguir llenándote de comida chatarra.

A Mika no le importó lo demás que su tío tuviera por decirle. Apenas Ferid cruzó el umbral de la puerta, cerró nuevamente su habitación con seguro.

Había llegado a su límite. 

.

.

.

La cobardía perduró en Yoichi gran parte de las vacaciones. No obstante, al saber la fecha de ingreso a clases tan cerca, supo que no podía seguir postergándolo más. Esa mañana se levantó decidido, hoy mismo iba a hablar con Kimizuki.

Ya no debía esperar más tiempo; no quería pasarse su último año escolar evitando a su amigo, además estaba el tema del servicio social el cual realizaba en compañía de Shihō en la empresa donde laboraba el padre de este —por suerte el señor Kimizuki les había autorizado a faltar durante el tiempo que tenían de vacaciones—. Así que era ahora o nunca, no creía que otro destello de valentía fuese a llegarle.

En cuanto llegó a la residencia de Kimizuki, tocó el tiembre. Aun y cuando quería echarse a correr, esperó a que le abrieran.

—¡Yoichi! —exclamó Mirai, la hermana menor de Shihō, cuando le abrió la puerta —. Hace mucho no te veíamos. Pasa, pasa.

—Gracias.

Saotome acató la orden y se adentró al hogar de su amigos. Antes de tan siquiera exponer el motivo por el cual se encontraba en dicho lugar, Mirai exclamó:

—¡Hermano, te buscan! ¡Es Yoichi! —Las palabras quedaron al aire, no hubo respuesta. Infló las mejillas a manera de berrinche. Continuó gritando —: ¡Yoichi te busca!

Yoichi bajó la mirada, pensativo. También cabía la posibilidad de que Shihō no quisiera recibirlo.

—Al parecer está ocupado. Puedo volver…

—Oh, no, Yoichi. De seguro solo está con los audífonos puestos o jugando videojuegos a todo volumen —explicó. Tenía un buen punto —. Ven, subamos a su habitación.

—Espera, no…

Yoichi no alcanzó a objetar nada. Mirai lo tomó de la mano y lo jaló escaleras arriba hacia la habitación del mencionado. Cuando estuvieron frente a la puerta de Kimizuki, la niña tocó un par de veces, no hubo respuesta; tan solo rio por ello y abrió el cuarto sin permiso alguno.

—Entra, no creo que se moleste.

De nueva cuenta no alcanzó a rebatirle nada. Lo empujó levemente, adentrándolo a la habitación; cerró la puerta segundos después. Lo último que Yoichi escuchó fueron sus pasos alejándose.

Tal y como había predicho la pequeña Shihō se encontraba jugando videojuegos usando sus audífonos. Se veía demasiado concentrado, por un momento le dio pena incomodarlo, mas l recordar la razón por la que había ido a visitarlo se acercó a donde él. Tocó su hombro con suavidad, pronunciando su nombre suavemente.

Como era de esperarse, su presencia sorprendió al muchacho de lentes. Dio un respingo y de la impresión soltó el mando de la consola. Yoichi se hubiera reído de eso si las cosas entre ellos no se encontraran tan tensas.

—¿Qué se supone que haces aquí? —le cuestionó Shihō de una manera demasiado brusca para su gusto.

—Es obvio, ¿no? Vine a visitarte. Mirai es muy amable y me dejó entrar hasta acá.

—Sí, pero, ¿por qué? No se supone que esta…

—Sé que no estamos en los mejores términos pero supuse que ya era el momento de solucionar el «problema» que sea que tengamos. Digo, las clases comienzan pronto y tu padre nos quiere de vuelta en su oficina a los dos. Además estoy seguro que en este nuevo semestre seguiré siendo malo con los números por lo todavía necesitaré que me ayudes a estudiar, ¿no crees?

Bien, había comenzado de la mejor manera, tartamudeó un par de veces pero eso era algo irrelevante ahora. Se sentó en el suelo junto a Kimizuki para poder charlar de mejor manera; al mismo nivel, de alguna manera frente a frente… Juntos.

—Tienes razón, creo… —comenzó Shihō algo inseguro —. Aunque no sé de qué esperas que hablemos exactamente. Tú fuiste el que se alejó primero.

—Pero tú fuiste el que dijo eso cuando fuimos al bar a festejar a Shinoa —informó Yoichi. De recordarlo sentía como comenzaba a sonrojarse; vio por el rabillo del ojo a Kimizuki, se encontraba en las mismas condiciones — y después solo te desentendiste de todo.

—No lo recuerdo.

—Lo recuerdas. Por eso reaccionas así. Además Shinoa y Yuu me lo dijeron.

—¿Qué te dijeron? —Shihō tardó en volver a tomar la palabra.

—Que sientes algo por mí.

Escuchó como el muchacho dejaba caer su cara entre ambas manos. Soltaba lo que parecían ser quejidos y maldiciones. Cuando por fin dejó de lamentarse, volvió a enderezarse; estaba rojo, tal vez e vergüenza o de furia.

—Voy a matar a esos imbéciles —se retiró las gafas para limpiarlas con el borde de su camisa; se las volvió a colocar —. Como sea, si eso era todo, puedes irte. Sé lo que viene ahora y realmente no me siento preparado para escuchar un rechazo. Soy un cobarde, lo sé, pero así son las cosas.

Yoichi frunció el ceño.

—El problema es que estás dando por hecho que voy a darte cierta respuesta y ni siquiera me estás dando oportunidad de decir algo.

—Sé lo que vas a decirme, vas a rechazarme.

—No lo haré.

—¿Estás enamorado de mí acaso? —le retó.

—No, pero podría estarlo.

—No jodas.

Yoichi lo encaró en ese momento. Se colocó entre Kimizuki y la pantalla para poder acercarse lo más posible a él.

—No jodo. —A pesar de los nervios, intentó sostenerle la mirada —. Esto no me causa repulsión ni asco, al contrario. Tampoco me eres indiferente, podría decirse que me gustas un poco. Si saliéramos de esa forma, podríamos ver qué sucede. Pero no vamos a llegar a ningún lado si seguimos evitándonos.

Kimizuki continuó callado. No se esperaba esa clase de propuesta, suponía que el rechazo sería tajante y contundente. Nunca se imaginó que Yoichi fuese a darle ese tipo de oportunidad. Era mejor a nada, sin duda.

—¿Estás seguro? —preguntó, quería cerciorarse.

—Muy seguro.

—¿Entonces seremos algo así como amigos que verán si tienen oportunidad como pareja?

—Si quieres verlo de ese modo, está bien.

—¿Y si no funciona?

—Seguiremos siendo amigos —le reconfortó —. Nada de dejarnos de hablar o de alejarnos de nuevo. Vamos a disfrutar de nuestro último año de preparatoria.

Kimizuki guardó silencio algunos minutos.

—Suena bien —terminó por decir —. Pero por el momento seguimos siendo solo amigos, ¿no?

—Supongo, ¿por qué?

—Entonces retírate un poco. Pareciera que vas a besarme.

Yoichi rio de manera nerviosa, alejándose un poco para volver a sentarse a su lado. Comenzó a rascarse la mejilla como si esperara que con esa acción disminuyera su sonrojo.

—En fin —mencionó Kimizuki mientras esperaba que la pena se le pasara a Yoichi —. Entonces como estamos bien, somos amigos que se dan oportunidades y esas cosas, ¿quieres jugar un poco? Este juego también tiene player dos.

Yoichi asintió. El plan de pasar el día jugando videojuegos con Kimizuki era una idea genial para comenzar con ese tipo de convivencia, además de reforzar su amistad algo rota.

.

.

.

Guren llegó temprano del trabajo esa tarde. Entró a su residencia, le sorprendió en sobremanera el silencio que la envolvía. La ausencia de ruido era también indicio de que Yuu no se encontraba. Miró la hora en su celular, si al no recordaba el moreno apenas y debía estar saliendo del hospital Hyakuya. Suspiró y guardó el aparato. Aprovecharía el rato de calma para relajarse mientras tanto.

Ingresó a su estudio a dejar algunos papeles y después subió a la planta, necesitaba un baño y un cambio de ropa de manera urgente. Puso algo de música para hacer su ducha más relajante, lo cual también provocó que tardara más de lo esperado en el cuarto de baño. Al final, cuando acabó escuchando todas las pistas del disco, supo que era momento de salir.

Luego de ello se colocó la pijama, bajó a por alguna fruta a la cocina para matar el hambre y hasta vio un poco de televisión. Y Yuu todavía no llegaba. Miró de nueva cuenta el reloj, ya era hora de que el muchacho hubiera llegado. Estaba por marcar su número para preguntarle donde diablo estaba cuando justo en ese instante escuchó la puerta principal abrirse. Poco después la imagen de Yuu apareció delante de sus ojos.

—¿Dónde se supone que estabas? —No tardó en encararlo. Yuu tan solo se encogió de hombros.

—Por ahí. —Antes de que pudiera decirle algo más, el muchacho aclaró —: Lo que pasa es que visito a otra niña en el hospital, se me fue el tiempo con ella.

—¿Y eso también forma parte de tu servicio social o lo haces por tu cuenta?

—Es cosa mía. Ella era la paciente que Mika visitaba, me la encargó cuando él se ocupó en sus cosas.

Al escuchar la mención de ese nombre, Guren no pudo evitar preguntar:

—¿Has sabido de él?

Yuu guardó silencio. En ese instante, se dirigió a la cocina. Le fue imposible mirar la expresión en su rostro.

—No desde ese día. No contesta ni mis mensajes ni mis llamadas.

—¿Crees que diga algo?

El moreno volvió a la sala. Jugaba a hacer malabares con una manzana, al final optó por darle un mordisco al mismo tiempo que se sentaba junto a Guren el sofá.

—No lo sé. Quiero suponer que no. Digo, si hubiera querido decir algo, ya lo habría hecho. Y pues todo ha seguido igual.

—Por raro que sea en eso tienes razón —comentó Guren —. Al parecer ya comienzas a usar la cabeza.

Extrañamente, Yuu no le siguió el juego. En lugar de iniciar alguna pelea absurda, continuó abstraído en sus pensamientos. Aquello no era para nada una buena señal.

Guren se acercó todavía más a donde él. Pasó un brazo por los hombros del muchacho y lo atrajo hacia sí. Si Yuu no estuviera tan absorto de seguro hubiera hecho una broma acerca de que estaba jugando a ser un buen hermano mayor, Guren le habría contestado con una ofensa y el muchacho lo hubiera mandado a callar. Se conocían tan bien que ambos eran capaces de predecir algunos momentos.

—Lo de Estados Unidos se concretará muy pronto —comenzó a decir, supuso que aquello podría relajarlo —. Kureto me dijo que tal vez para octubre ya estemos allá. Lejos todo será más fácil. —Como Yuu seguía sin mencionar ni una sola palabra, continuó —. Cuando estemos allá tú comenzarás a usar tu otro apellido para que nadie se dé cuenta.

—Ya me sé el plan, idiota —contestó de mala gana pero al menos se había dignado a hablar —. Es solo que… bueno…

—¿Qué sucede? —le instó a hablar.

—No le he dicho nada a mis amigos, no sé cómo puedan tomarlo.

—¿No me habías dicho que estaban peleados?

—Peleados o no, no dejan de ser mis amigos. Además no quiero dejarlos, los voy a extrañar.

Guren rompió el abrazo. Colocó ambos brazos sobre su pecho, algo irritado; no quería parecer molesto pero estaba seguro que todo su lenguaje corporal lo delataba. Miró a donde Yuu el cual también ya parecía haberse enojado.

—¿Te estás arrepintiendo? —cuestionó Guren de forma tosca. El chico a su lado rodó los ojos.

—Solo te estoy diciendo que voy a extrañarlos. ¿Tiene eso algo de malo?

—Pareciera que me estás insinuando que quieres echarte para atrás.

Yūichirō se hundió en el respaldo del sofá. Con ambas manos se tapó el rostro, tal vez también intentaba ahogar un gruñido. A Guren le daba igual. Las rabietas del muchacho le eran hasta cierto punto soportables.

—¿Es muy difícil de entender que son importantes para mí? Son parte de mi familia. —Yuu intentó explicarse —. Kimizuki, Yoichi, Shinoa, incluso Mitsuba. También están Taichi y Akane, los niños del servicio. Y Mika… —suspiró cansinamente —. Necesito arreglar las cosas con él.

—Puedes resolver ese asunto antes de irte, con todos puedes seguir manteniendo contacto a través de internet. ¿Ves que no es tan difícil?

—Eres un idiota.

—Tú lo eres más. Te gusta ponerte trabas tú solo.

Ambos permanecieron en silencio, cada uno enfadado con el otro. A veces, muy de vez en cuando, cada vez que tenían ese tipo de peleas, Guren se preguntaba cómo es que seguían funcionando, si seguirían haciendo a pesar de los años; los dos con un carácter bastante similar y explotando a la mínima causa, ¿podrían sobrellevarlo? Quería creer que sí. Siempre uno terminaba cediendo.

—Dejemos este tema por la paz. —Esta vez le tocó a Yuu dar su brazo a torcer —. Estoy cansado y quiero bañarme.

—Como quieras.

Yuu se levantó de donde se encontraba. Caminó escaleras arriba y lo último que Guren escuchó de él fue el portazo que le dio a su puerta al cerrarla. Era un mocoso malcriado en toda la extensión de la palabra.

.

.

.

Algunos días después, Ferid confirmó que Mikaela no le mentía.

—Así que hablabas en serio —enunció, más para sí que para su sobrino —. Realmente no creía que fueras a hacerlo, menos tan pronto.

Mika no contestó nada a eso, no tanto por no tener ganas de hablar con su tío —como la mayoría de las veces—, era más bien que no sabía con exactitud qué decir. Hasta el mismo se sorprendía de lo que estaba haciendo; cuando se dedicó a buscar por internet información acerca de departamentos en renta, y cuando lo encontró, mientras concretaba el contrato de compraventa, no meditó lo que hacía, ya fuera por la emoción de adquirir independencia o por el coraje que todavía sentía hacia Yuu, su tío Ferid y la vida.

Pero ahora ahí estaba, con maleta en mano y con todas las intenciones de seguir adelante con sus planes. Tampoco era como si pudiera echarse para atrás en ese momento; ya había firmado, tenía pagado un mes por adelantado y por sobre todo estaba su palabra de por medio. Además, podía marcar ese hecho como el comienzo de una nueva etapa, sí, podía verlo también de esa forma, como una especie de terapia extraña para salir de la depresión que tenía.

—¿Qué clase de lugar es? ¿Queda lejos?

—Queda cerca de la universidad. Es un lugar espacioso y agradable —contestó Mikaela con suavidad, brindando la información necesaria sin aunar en tantos detalles.

—¿Me dirás tu dirección?

—Prefiero que no lo sepas.

—Vamos, Mika, no es como si fuera a ir a visitarte todos los días.

—Aun así es un dato que prefiero reservarme. Si necesitas algo, puedes comunicarte conmigo por celular; para eso te pasé mi nuevo número.

—Eres tan malo conmigo…

Después de aquella frase, ninguno dijo algo más. Mikaela tomó su maleta y salió de la residencia hacia su automóvil. Guardó sus pertenencias en la cajuela de este para luego adentrarse en el vehículo. Encendió el motor a los pocos segundos; esperó un momento mientras este se calentaba un poco más.

—¿No vas a despedirte al menos?

Mika giró en dirección al llamado. Ferid estaba a unos cuantos metros el coche, con las manos apoyadas en su cintura y sonriéndole ladinamente. Con la gracia que le provocó la situación fue inevitable que no soltara una risa. Era verdad, ¿cómo había podido pasar de ello? Fuera como fuera, una despedida era necesaria. Muy, muy pero muy en el fondo —tal vez no tanto— extrañaría vivir con su tío.

—Nos vemos —alzó un poco la voz. Esas palabras le parecieron más adecuadas que decir «adiós». No quería que su despedida sonara escueta y tajante.  

—Llámame cuando puedas. —Al parecer Ferid pensaba algo similar. También le sacudió la mano en  gesto de despedida.

Ya sin tener nada pendiente por hacer, emprendió marcha hacia su nuevo comienzo.

.

.

.

Cuando llegó a su nuevo departamento, Mika se sintió más solo de lo que hubiese esperado; durante la oscuridad de la noche, el lugar le pareció lúgubre y demasiado grande, aun así le fue fácil conciliar el sueño. No obstante terminó levantándose más temprano de lo que hubiera querido; antes de que amaneciera por completo ya tenía los ojos bien abiertos y algo de ganas de comenzar el día.

Decidió no perder el tiempo y levantarse de la cama. Se vistió con ropa deportiva y comenzó a ordenar su nueva residencia; desempacó su ropa y comenzó a guardarla en el closet que se encontraba en su habitación, tendió su cama y corrió las cortinas sin importarle que el sol todavía no apareciera.

Salió del cuarto para ver qué más podía hacer. A pesar de estar acostumbrado a siempre tener servicio de limpieza, sabía hacer lo básico; su padre, antes de todo lo ocurrido, le enseñó a hacer las cosas más fáciles al menos, por lo que hacer camas, limpiar muebles y mantener ordenado un cuarto eran pan comido para él. Además, por suerte, el departamento estaba en increíbles condiciones.

Cuando se dirigió a la cocina pudo percatarse de que también se encontraba en impecables condiciones; en los cajones y gavetas también habían cubiertos, platos, vasos y demás utensilios.  Todo era perfecto a excepción de un no tan minúsculo detalle: no había absolutamente nada en el refrigerador. El frigorífico y la alacena estaban vacíos.  

Si no quería morir de hambre tenía que ir a comprar algo. No perdió tiempo en volver a cambiarse, tan solo regresó a su cuarto a por la billetera. Esperó a que el cielo esclareciera para poder salir a comprar víveres.

Ya listo, salió del departamento. Buscó sus llaves para cerrar entre sus bolsillos mas cuando dio con ellas estas cayeron al suelo. Soltó un chasquido y se hincó para recogerlas. En ese momento escuchó la puerta de enfrente abrirse y en su campo de visión pronto aparecieron unos zapatos muy monos color rosa.  

Subió la vista. De los zapatos recorrió un par de piernas envueltas en mayas, un conjunto de ropa igual de bonito que los zapatos para después observar de frente un rostro precioso que le resultó inquietantemente conocido. El cabello rosa sujetado por broches la dio la pista contundente para recordar.

—¿Mikaela? —al parecer ella también le recordaba.

Mika rebuscó entre su memoria. ¿Cómo era que se llamaba?

—Tepes… —Solo pudo recordar su apellido. Una vergüenza.

Ella le sonrió.

—Debo agradecer de que al menos no me olvidaras. —Mika estaba por disculparse pero ella se le adelanto —. Soy Krul, la chica que te guio a tu facultad el día de tu examen de admisión. Por cierto, ¿pasaste, no?

—Sí, sí. Por lo pronto asisto a los cursos de inducción.

—Y ahora también eres mi vecino, de verdad que el mundo es muy pequeño.

—Demasiado.

—Y también eres madrugador como yo. Sabes, tenemos bastante en común.

Krul volvió a sonreírle. Terminó de abotonarse su saco y comenzó a caminar. Mika, quien todo el rato había seguido de rodillas, se levantó rápidamente, cerró su departamento y fue tras ella. Le parecía descortés que luego de haberse saludado, dejarla sola. Al estar a su par caminaron en silencio. Tomaron el elevador para llegar a la planta baja; ya ahí, juntos se dirigieron a la puerta principal. En ese momento Krul se giró el rostro a donde él.

—Supongo que vamos a diferentes lugares pero por suerte nos veremos más seguido, ya sea aquí o en la universidad.

—Eso sí. Aún me pierdo en la universidad, seguiré necesitándote de guía.

—No aprendiste la lección —mencionó ella a la vez que sonreía.

La chica asintió. Con un gesto de mano se despidió para luego salir del edificio. Mika también cruzó el umbral poco después.

La vida no era tan mierda después de todo.

.

.

.

Próximo capítulo: La reina roja.

Notas finales:

Aclaraciones:

[1]: El cumpleaños de Yūichirō es el 16 de octubre, ya entrado el otoño.

¡Hola!

Como siempre, lamento la demora. El fandom ha estado algo inactivo desde hace algunos meses pero por si alguien continuaba esperando esta historia, aquí está la actualización :)

Por cuestiones del aniversario de la institución a la que asisto, tuve varios días libres. Esta historia tenía que actualizarla sí o sí.

Muchas gracias a UmiKawaiid84;, Alizond84; y a Namyd84; por sus reviews.

¡Gracias por leer!

Arrivederci… d84;


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).