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Monochrome por Ellie77

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Todos los derechos de Owari no Seraph (Seraph of the End) pertenecen a Takaya Kagami, Yamato Yamamoto y a Daisuke Furuya.

Advertencias: AU ǀ  Yaoi (Boy’s Love) ǀ Incesto ǀ Yuri (Shojo ai) ǀ Heterosexual ǀ OoC ǀ Uso de sufijos honoríficos ǀ Contenido sexual.

Pairings: MikaYuu (Mikaela x Yūichirō) ǀ Secundarias: GureYuu (Guren x Yūichirō). MikaKrul (Mikaela x Krul). MitsuNoa (Shinoa x Mitsuba). KimiYoi (Kimizuki x Yoichi).

N/A: Gracias a LadyBondage♥ y a LucyKRY♥ por sus reviews :3

Tal como lo prometí, y como uno de mis propósitos de año nuevo, aquí está el último capítulo de esta historia. Espero que lo disfruten :3

Si nuestro amor es una tragedia

¿Por qué tú eres mi remedio?

Si nuestro amor es una locura

¿Por qué tú eres mi claridad?

 

Clarity Sam Tsui

 

.

ǀ Monochrome ǀ

.

«El chico llamó a la chica para que le siguiese, y tomó su mano. Él la protegería, saldrían de ese castillo opresor y combatirían a los malvados enemigos hechos de humo y duda, escapando a una vida de libertad y unión [1]».

¡Já, tonterías!

La historia de amor entre el caballero y la princesa no llegó a concretarse.

No era cuestión de cariño, más bien las circunstancias evitaron que sus caminos continuaran por un mismo rumbo. Tal vez eran las personas correctas pero se conocieron en el momento equivocado. Quién sabe. De seguro nunca lo descubrirían.

El caballero siempre pensaba en la princesa; a veces más, a veces menos, pero lo hacía. Y la princesa, cada vez que rememoraba su vida, cuando recordaba los momentos buenos, el caballero normalmente se encontraba presente en ellos.

Y se querían, se querían tanto, eran tan importantes en la vida de cada uno.

Para el caballero, ella era su primer amor; para la princesa, él sería la persona que le brindo las fuerzas para continuar.

El caballero de oro y la princesa melancólica.

Fin.

 

Capítulo XVIII

Felices por siempre

 

El ambiente en el hospital central se volvió un completo caos con la llegada de ese paciente.

Apenas los paramédicos lo bajaron de la ambulancia, estos mismos pidieron que se le tratara de inmediato; no por su condición sino más bien por su apellido, como si la vida de una persona con dinero fuera mucho más importante que la de cualquier otro individuo. Ferid siempre se había cuestionado interrogantes como esa: ¿por qué los seres humanos estaban empecinados en ponerle precio a sus vidas en cualquier ámbito? No cabía duda que todos por igual eran unos monstruos. Él también se incluía.

Se acercó a un paramédico para preguntarle todo acerca del caso. Una vez respondió, se alejó hacia donde el hombre. Mientras llevaban al sujeto en la camilla se dedicó a revisar sus signos vitales; respiraba, su corazón latía, sus pupilas eran del mismo tamaño. Comenzó a preguntarle algunos de sus datos para saber qué tanto le había afectado el golpe, el tipo respondió entre balbuceos; al final volvió a caer inconsciente.

Crowley, su colega y amigo, le pidió que fuera a darle el reporte al familiar que llegó junto al paciente mientras él se encargaba de atenderlo. Ferid asintió. No se sintió desplazado, al contrario, había sido mejor. No parecía ser un caso que representara un reto, a simple vista parecía solo una simple concusión [2].

Se acercó al chico que permanecía a unos escasos metros de donde él y comenzó a darle el reporte del que el mismo muchacho dijo que se trataba de su hermano. Ferid observó al joven con atención. Le llamaron la atención los ojos verdes y el cabello oscuro. Recordó las tantas historias que llegó a leer sin el consentimiento de su sobrino; también vino a su mente la imagen que observó en el teléfono de Mikaela, la foto de contacto que tenía de su amor. Sonrió levemente al unir las piezas.  

Frente a él se encontraba el mismísimo Miyu.

El mundo sí que era pequeño, demasiado para su sorpresa.

Cuando terminó la charla con el joven, este fue a sentarse en la sala de espera; sacó su celular y llamó a alguien. Por otro lado Ferid se alejó en dirección a urgencias. Antes de volver para auxiliar a Eusford, también sacó su móvil y buscó deprisa el contacto de su sobrino. Esperaba que al menos tomara la llamada. 

—¿Qué quieres? —Mika contestó al tercer pitido. Ferid se alegró por ello.

—No te quito mucho tiempo.

—Ya lo estás haciendo así que dime de una vez lo que necesitas.

—¿Adivina a quién acabo de atender?

—No estoy para adivinanzas. —A pesar de esa negativa, continuó.

—Grandes ojos verdes cuales esmeraldas, cabello oscuro como la noche… ¿no te recuerda a alguien?

Antes de poder aclararle la situación, Mikaela colgó. Ferid se extrañó de que no indagara más en el asunto.

.

.

.

Mika arribó como alma que lleva el diablo al hospital en donde laboraba su tío. Estaba seguro de que, a pesar de su odiosa personalidad, Ferid no le jugaría una broma de ese calibre. Yuu debía encontrarse en verdadero peligro, debía estar lastimado o algo mucho peor. ¿Guren habría tenido algo qué ver? Lo mataría si es que se atrevió a dañar a Yūichirō.

Se adentró al recinto a paso apresurado. Había movimiento por todos lados; gente entrando y saliendo, doctores y enfermeras yendo de un lado para otro. Dejó de perder el tiempo y fue directo a la recepción, ahí podrían darle informes. Sin embargo, para aumentar su jodida mala suerte, la recepcionista no se encontraba. Aguantó una rabieta mordiéndose los labios y se dirigió a la sala de espera. Si Yuu estaba hospitalizado, Guren debía encontrarse ahí y, aunque no quisiese, lo obligaría a darle un informe acerca de la salud del de ojos verdes.

Al llegar a la sala algo dentro de su pecho dio un vuelco, de inmediato sus hombros se relajaron y soltó un suspiro de puro alivio. No recordaba otro momento en el que se hubiera sentido tan feliz en su vida. Ahí, parado frente a un hombre desconocido para él, se encontraba Yūichirō sano y salvo.

Quiso acercarse pero apenas estaba por dar un paso, su raciocinio lo hizo retroceder. Recordó lo sucedido la última vez que se vieron y que en esa misma ocasión lo había sacado de su vida para siempre. Sería absolutamente contradictorio ir a su encuentro después de todo ese intercambio de palabras. Ya había podido confirmar que Yuu se encontraba bien, lo único que le quedaba por hacer era marcharse.

—¡Mika! —Aquel grito lo puso en alerta.

Subió la mirada para encontrarse de frente con la de Ichinose el cual, contra todo pronóstico, sonrió ampliamente al verlo.

Yuu se alejó de aquel hombre y corrió hacia donde Mikaela quien continuaba parado como idiota sin hacer nada más. Al moreno parecía importarle poco lo que habían discutido ya que, aún y cuando Bathory permaneció estoico, se lanzó a abrazarlo. No fue un abrazo que se hubiera esperado, sin embargo, Mika no pudo evitar el devolverlo con mayor intensidad que la de Yuu.

Permanecieron unos minutos así, solo entrelazados y acariciando la espalda del otro. Mika fue el primero en separarse para poder encarar la situación. Ahora Yuu le miraba con los ojos abiertos, con suavidad, como si hubiera anhelado el encontrarse de nuevo con él. Mika no pudo evitar sonreír.

—Estás bien. Creí lo peor —comenzó Bathory.

—¡Claro que estoy bien! —Yuu lucía un tanto confundido, debía tener un sinfín de preguntas qué hacerle —. ¿Cómo supiste que estaba aquí?

Mikaela esperaba que preguntara más bien algo como «¿qué estás haciendo aquí?». Tal vez Yuu era tan idiota que se olvidó de que ellos se habían despedido el uno del otro aquel día de octubre o quizás solo la supuesta felicidad que sentía le estaba impidiendo pensar con claridad. Mika quería creer que era lo primero aunque deseara lo segundo.

Él sentía algo más o menos similar, igual de contradictorio. Por un instante se olvidó de que debía detestar a Yūichirō para solo dejar aflorar el cariño que le tenía; su emoción era mayor al resentimiento. Aun así, fuera como fuera, no quería dejarse llevar por esa actitud de Yuu y del hecho de que huyó de Guren. Y a propósito, ¿dónde se suponía que se encontraba él?

—Mi tío trabaja aquí. Eso no es lo importante. —Mika zanjó ese tema. Miró detrás de Yuu y se fijó en que el hombre le miraba insistentemente. Volvió a enfocarse en el joven —. ¿Qué fue lo que pasó?

Ichinose guardó silencio. Pidió unos minutos para ir a con su anterior compañía y después volvió a donde Mikaela se encontraba. Pidió en voz baja que salieran fuera del hospital y así lo hicieron. Caminaron fuera hacia una de las áreas verdes del lugar. Bajo un gran árbol, Yuu se recargó en el tronco mientras Mika, a unos pasos de él, se acomodaba la bufanda.

Era una situación extraña. La mente de Mikaela evocó algunos recuerdos en los que Yuu y él caminaban por las calles con el frío calándoles en los huesos. El otoño y el invierno le recordaban a su historia de amor; lo conoció en la época en que las hojas caían de los árboles y comenzaron su romance cuando las nevadas se hicieron presentes. Irónicamente, la temporada en la que las flores de cerezo empezaron a emerger marcó el final del cuento[3].  

El cuerpo del moreno tiritó levemente. Abrió su boca dándole paso al vaho, también procedió a cerrar de forma correcta su chaqueta. Mika recordó que Yuu era un tanto intolerante al frío, lástima que en esta ocasión no pudiera acercarse para ofrecerle un poco de calor humano.

—Arrojé a Guren por las escaleras —reveló Yuu sin más, de una forma tan tranquila que le provocó escalofríos a Mikaela —. Fue un accidente. Estábamos discutiendo, me exigió que me quedara. Yo solo quería que me dejara ir.

—Entonces es verdad que huíste.

—Te encontraste con él, ¿verdad? ¿Estás bien? —Bathory asintió; Yuu pareció aliviado —. Cuando discutimos me reclamó por lo que hubo entre nosotros; no había manera de que lo supiera si no era por ti o por mí.

—¿Eso provocó todo? —Mika temió por la respuesta.

—No, no fue solo eso. Es más complicado, te dije que lo era. —El chico suspiró, más vaho saliendo de su boca —. Yo me había escapado de casa hace un par de días pero tuve que volver para enfrentar la situación. Tenía que hacerlo, tenía que liberarme yo mismo, además necesitaba mis cosas. Pero los planes de Guren eran distintos, yo ya había descubierto cosas de él que… Bueno, el punto es que no quise seguir siendo utilizado. Le dije que él podía largarse a Estados Unidos si quería, que yo iba a quedarme, pero estaba tan obstinado en sus ideas de que soy su pareja y de que le pertenezco y no sé qué tanta mierda más. Luego me reclamó por Mitsuba y por ti, que lo había engañado y que no lo amo y… y... y le revelé que jamás lo he querido de esa manera. Es que yo era muy chico para poder distinguir la situación del todo. Guren me hizo creer en una idea todo el tiempo, yo era estúpido… soy estúpido y caí. Pero dentro de mí siempre supe que era mi hermano, jamás pude olvidarme de eso. Y que lo que siento por él no es lo mismo que sentí por Mitsuba o lo que siento por ti.

Lo escuchó con atención durante todo el rato que permaneció hablando. Cuando finalizó, no pudo evitar sorprenderse con la última declaración. Sí, Yuu ya le había dicho desde la vez anterior que lo quería pero de eso no pasó, no obstante, en esta ocasión sentía una connotación diferente. Un tanto más real y no por puro compromiso. Dentro de sí saltó de gusto pero no dejó que su rostro expresara lo que sentía. Debía mantener su postura.

Aceptar cualquier muestra de afecto de Yuu sería traicionarse a sí mismo. Se negaba a olvidarse de todo lo que tuvo que pasar por culpa suya; desde que lo vio besándose con su hermano hasta el momento en que le reveló toda su verdad, eso sin contar que durante todo el tiempo que duró su relación solo lo estaba usando. Si rememoraba todo eso, su orgullo estaba bien justificado.

Así que se abstuvo de abrazarlo de nuevo, de acunar el rostro de Yuu entre sus manos y de plantarle un beso. Continuó mirando al moreno, meditando su relato de la forma más analítica posible.

—Has dado el primer paso, Yuu-ch… —El apodo quedó a la mitad. ¿Estaría bien que siguiera llamándolo de esa manera? Suponía que no —. Si dices que es un accidente, entonces no es tu culpa. En cierta forma Guren lo provocó.

—No me siento tan mal por eso. Estoy un poco preocupado pero también es como si hubiera podido contra él. Debe estar mal que me sienta así.

—No lo creo. Eso no es nada comparado con todo lo que él te ha hecho —reconfortó Mika, después no pudo evitar preguntar —. ¿Está grave?

Yuu negó con la cabeza.

—El doctor dijo que fue una concusión muy leve, que está respondiendo bien. Solo están preocupados de que haya vuelto a desmayarse. Quedaron de avisarme en un rato más qué tal seguía.

—Entonces dejo de quitarte el tiempo. Ya debes entrar.

—¿Te vas tan pronto?

—No tengo nada más qué hacer aquí. Me alegró verte de nuevo. Espero todo salga bien.

Ichinose caminó hacia donde Mika, poniéndose frente a él para impedirle que diera un paso más. Bathory lo odio por hacer las cosas más complicadas de lo que de por sí ya eran.

—Es que todavía no termino —dijo Yuu —. No creí que volviera a verte pero ahora…

—Yo tampoco lo esperaba y, a decir verdad, no creo que haya sido lo mejor.

—¿Por qué? —Ichinose frunció levemente el ceño.

—Bueno, no somos amigos ni nada por el estilo. —Antes de que Yuu replicara, continuó —. Sabes, Yuu-chan. —No pudo evitarlo, se le salió —. Cuando me encontré con Guren y me dijo que huiste de él, me sentí muy feliz por ti, de que por fin estuvieras haciendo lo correcto. Me prometí que te ayudaría si lo necesitabas así que por eso vine. Pero ahora que veo que estás bien siento que ya no vale la pena, tú puedes defenderte solo.

El moreno chasqueó la lengua, irritado. Se cruzó de brazos y su mirada se endureció en pocos segundos. Ahora estaba molesto; Yuu era demasiado transparente y sus emociones eran fáciles de identificar con solo verle el rostro.

No logró entender del todo la causa de su enfado, tampoco hizo un gran esfuerzo por hacerlo. Mientras menos tiempo pasara al lado de Yūichirō, mucho mejor. Estaba por pasar de nuevo de él cuando el mismo Ichinose volvió a bloquearle el camino.

—No necesito un salvador, Mika.

—Lo necesitabas. Estabas en un pozo del cual no parecía que quisieras salir. Por eso ahora me alegra que decidieras tomar el rumbo de tu vida.

—Pero yo no te quiero en mi vida de esa manera.

—Yo ni siquiera voy a seguir estando en tu vida —aseveró, queriendo hacerse a la idea de eso —. Ya te dije, yo solo vine a saber cómo estabas. Estás bien, entonces me voy. No sé qué más puedes esperar de todo esto.

—Que me des la oportunidad de demostrarte que todo lo que te estoy diciendo es cierto. Que yo te…

—No lo digas —cortó. No quería ni necesitaba escucharlo de nuevo —. Ya no lo digas más —clavó la mirada en la de Yūichirō, intentando parecer más firme. Debía ser directo y tajante porque si se quedaba más tiempo terminaría por caer de nuevo en sus garras —. Escucha, ya no te quiero en mi vida, ya no eres necesario. Estoy tan decepcionado de ti que no creo poder volver a verte como antes. Eres un imbécil, un inmaduro, una persona horrible que todavía cree que después de lo sucedido voy a seguir tras de él. En palabras simples: ya no siento nada por ti.

Era una mentira, una vil mentira. Mika se sintió arrepentido al terminar de hablar. Era difícil sostenerle la mirada a Yuu, más cuando este se veía decaído. Quiso retractarse pero sacó fuerzas de quién sabe dónde para mantener su postura.

De nuevo, contrario a lo que esperaba, Ichinose comenzó a reír. Pronunció después de un rato:

—Es gracioso, ¿no? Yo estoy enamorado de ti ahora.

Yuu permaneció en silencio. Estaba triste, sí, decepcionado, también, pero eso no iba a lograr que se derrumbara. Era la primera prueba y podría enfrentarla. Mika ya lo había hecho, ahora era su turno.

—Deja de decir idioteces y hazte a un lado. Tengo cosas por hacer. —Bathory intentó retirarse.

—¿Que estoy enamorado de ti? ¡Pero es verdad!

—Déjate de estupideces, Yuu-chan.

—Nunca creí que fuera a extrañar que me llamaras de esa manera —soltó entre risas.

Mikaela dio un suspiro. Era imposible. Yūichirō era todo un caso. ¿Cómo podía decir algo así tan a la ligera? Debía ignorar las mariposas en su estómago y continuar de la misma forma. Su dignidad no iba a doblegarse con un truco tan bajo, Ichinose ya no tenía ese efecto sobre él.

Quiso avanzar y Yuu volvió a impedírselo, intentó por el otro lado y obtuvo el mismo resultado. ¿En verdad el tipo frente a él tenía dieciocho años? ¡Era un niñato infantil! ¿Cómo es que se enamoró de él? A pesar de que ya había pasado más de un año seguía sin obtener una respuesta. Como detestaba sentirse de esa manera.

Estaba por poner en su lugar al moreno cuando este, sin que Mika pudiera hacer algo para evitarlo, lo arrinconó en el tronco del árbol donde él había estado. Yuu acercó su rostro y Mikaela lo odio aún más por dejarlo en esa encrucijada. ¡Ese ya no debía ser un punto débil! También se odio por ser tan pálido y que fuera tan evidente cuando se sonrojaba. Aún y con el gélido clima, sentía el rostro arder, incluso hasta las orejas. La irritación fue mayor cuando escuchó a Yuu reír de manera suave.

—Sabes, Mika… ¿puedes mirarme cuando te hablo?

—No.

Sin importar la invasión a su espacio personal, Yuu tomó el mentón de Bathory con delicadeza para poder alzar su rostro. Por fin el verde encontrándose con el azul nuevamente. Mika pudo percatarse de que Ichinose también se encontraba avergonzado.

—No sabía qué sentía por ti con exactitud pero cuando te vi en la sala de espera cualquier duda se disipó. Me dio tanto gusto verte, no termino de creerme que ahora estemos juntos. Y me siento tan idiota por no haberte dicho desde esa vez en el cementerio que te quiero de esta forma. Si me lo propusieras ahora, huiría contigo sin pensarlo.

—Eres un idiota. —No sabía qué hacer mas que insultarlo.

—Tal vez sea un idiota pero un idiota que está enamorado de ti. Por favor déjame demostrarte que soy honesto.

—La idea de estar juntos es extraña.

—Te lo ruego. Haré lo que sea.

—¿Entonces de verdad te alejarás de Guren?

Yuu no respondió de inmediato.

—Me alejaré de él, es en serio.

—Lo dudaste.

—No es lo que piensas. Nunca volvería con él de esa ni de ninguna otra manera. Solo estoy pensando cómo cerrar esta etapa.

—Pues cuando la cierres, me buscas. Ya te dije que no voy a dejar que me humilles de nuevo.

—Te prometo que cumpliré mi palabra. Por favor confía en mí.

Antes de que pudiera explicarse de nuevo, Yuu escuchó que lo llamaban. Se alejó de Mika para poder localizar a la persona, encontrándose con la silueta de un hombre a lo lejos.

Mika lo reconoció como el hombre que estaba con Yuu en la sala de espera cuando llegó. Quiso preguntar quién era pero el mismo Ichinose pronto respondió.

—Ya voy, Saito.

Así que se trataba del famoso tío de Yūichirō, ese que prefirió darle la custodia de Yuu a Guren y lo condenó a ese infierno. No pudo evitar sentir una punzada de desprecio al verlo y pensar que de haber sido por él, la vida de su princesa hubiera sido muy diferente.

Principalmente, Yuu habría pasado una etapa de preparatoria maravillosa; tendría los mismos amigos, seguiría practicando deportes, tendría con quien compartir sus inquietudes y también seguiría siendo pareja de Mitsuba. De no haber estado Guren de por medio, esa relación habría prosperado muchísimo. Yuu estaría más prendado a su chica y hubieran durado muchos años más; lo más seguro es que también siguiera a su lado en su etapa universitaria. Y Yuu, con lo impulsivo que era, le propondría matrimonio antes de siquiera graduarse.

Si todo eso hubiera sido así, Mika ni siquiera habría participado en la historia. Como Yuu estaría enamorado de Mitsuba lo habría rechazado desde el principio, tal vez ni siquiera lo habría visto peleándose con esos tipos aquella tarde. De ser así no lo hubiera conocido ni se habría enamorado de él. Su existencia continuaría siendo vacía.

Fue en ese momento en el que volvió a plantearse si debía odiar o agradecerle a Saito.

Conocer a Yuu le había hecho sentirse vivo. A pesar del daño y de los malos ratos, estaba agradecido con él por haberlo ayudado a encontrarle sentido a su existencia. Enamorarse de Yuu fue, dentro de todo, una bendición. Un regalo.

Una inspiración.

Abrumado de nuevo, aprovechó que Ichinose se había entretenido con su tío para poder huir de dónde él. Su mente era un caos, su estómago estaba revuelto y el corazón le latía demasiado rápido. Sin importarle que Yuu gritara su nombre y quién sabe qué cosas más, no retrocedió. Estaba cansado de sentirse de esa manera.

Ahora solo le quedaba esperar a que Yūichirō cumpliera su palabra o volviera a destrozarlo otra vez. Estaba preparado para el segundo resultado. Y como se esperaba la segunda opción, Mika decidió que no iba a atenerse al futuro de Yuu; no iba a esperarlo a pesar de aquella confesión que lo había hecho tan feliz. Necesitaba darle fin a esa etapa de una vez por todas, aunque una parte de él todavía se negara a hacerlo.

Punto y final.

.

.

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Una vez que Mika se alejó por completo, su tío se acercó a dónde él. Lucía serio, demasiado; ese semblante solo le decía a Yuu una cosa: aún necesitaba respuestas.

—Dejamos una conversación pendiente. ¿Podemos continuarla o vas a seguir evadiéndolo?

El moreno negó con la cabeza. Ya no podía ni debía seguir posponiendo esa revelación. Después de todo, su tío Saito era la única persona sobre la faz de la tierra que podría ayudarlo a salir del hoyo en el cual se encontraba. Además era su única familia, técnicamente lo último que le quedaba en ese ámbito; ya no podía contar a Guren como tal.

—¿Vas a decirme cómo ocurrió ese accidente? Más bien, ¿qué lo provocó? —insistió Saito.

—… Sí —respondió después de algunos segundos —. Solo que no sé cómo comenzar. Es… difícil. No lo entenderías.

—Eso voy a juzgarlo yo —sentenció; suavizó la mirada al instante —. Yuu, por favor, confía en mí. Yo… desde hace mucho tiempo sospecho algo y, por más que desearía que eso no fuera verdad, creo tener una idea de a dónde va encaminado todo este asunto.

Yuu le miró, incrédulo. ¿Su tío lo intuía? ¿Cómo? Según palabras de su hermano mayor, ellos eran bastante discretos; hasta hace unos meses tenían el secreto mejor guardado que en una mismísima caja fuerte. ¿Entonces cómo…?

—Comencé a sospecharlo desde aquella vez que te vi esa marca. —Como adivinando sus pensamientos, empezó a relatar —. Aparte de todo, su relación era bastante peculiar. Guren solía jugar con fuego y muchas veces ustedes dos usaban un doble sentido que pecaba de descarado. Yuu, no te pido que me cuentes detalles, solo aclárame: ¿mis sospechas son ciertas o no?

Ichinose se quedó sin palabras. Se sintió acorralado pero, a diferencia de las sensaciones que su hermano mayor le provocaba, en esta ocasión se sintió aliviado; un peso que le carcomía el alma se esfumó de encima e incluso sintió hasta ganas de llorar; afortunadamente pudo contenerse, no era momento de caer, no, ahora debía mantenerse firme y, por Mikaela, resolver su mierda de vida de una vez por todas.

De su garganta no salió nada; al verse incapaz de contestarle a su tío, comenzó a asentir, dándole la razón en cuanto a sus sospechas. Saito cerró los ojos. Yuu vio como las manos de su tío se volvieron puños. Su rostro también se deformó en una mueca indescifrable; parecía estarse conteniendo de gritar, de golpear algo o de buscar a Guren para asfixiarlo con una almohada.

Saito se sentía decepcionado de sí. Le falló a su hermana y al juramento que le hizo tantas veces antes de que ella volviera a encontrarse con Sakae, donde le pedía que si algo llegase a sucederle cuidara de Yuu. Fue tan mala persona. Prefirió la comodidad antes de cumplir con su palabra y ahora no había manera de reponer el daño. No podía retroceder el tiempo para evitarle todas esas penurias a  Yūichirō.

—¿Por qué no me dijiste nada?  

De nueva cuenta las palabras tardaron en aflorar de la garganta del aludido.

—No lo sé —admitió. Por más raro y estúpido que pudiera ser, era verdad —. Llegó el punto en que creía que estaba bien y que era lo correcto. Yo daba por hecho que también lo quería así.

—¿Te forzó? —preguntó Saito, temeroso.

—No… sé. Digo, jamás fue violento, nunca me obligó. Al principio, bueno, las primeras veces… era extraño. Sí forcejeamos pero terminé cediendo.

—Que te manipulara es igual de bajo.

El de ojos verdes no supo qué decir ante eso, tampoco sabía qué responder ante futuros cuestionamientos de Saito. Se sentía tan idiota. La realidad siempre estuvo en frente sin embargo él continuó siendo un reverendo idiota que no supo manejar esa situación y terminó involucrándose con su hermano en lugar de detenerlo.

Habiendo asimilado lo sucedido tan solo un poco, Saito comenzó a considerar las posibles opciones de lo que deberían hacer ahora. Sabía que era demasiado tarde para denunciar a Guren; ya habían pasado demasiados años, no había testigos, Yuu ya no era un niño, aquel maldito jamás usó la violencia como tal y no tenía manera de demostrar que su sobrino mantuvo relaciones sexuales con él ya que dudaba que con lo sucedido hubiesen tenido un encuentro reciente —y sabía que siempre se podía alegar que fue con otra persona—. Aun así el mayor de los Ichinose tampoco podría salir limpio de todo ese enredo. Tanto Guren como Yuu tenían las mismas posibilidades de perder o ganar en un hipotético juicio y, pasara lo que pasara, la imagen de ambos quedaría manchada de por vida.

No quería que Yuu cargara con ese peso sobre sus hombros, suficiente había pasado ya como para hacerlo todavía más infeliz. Y aunque sabía que Guren merecía la muerte, debía ser objetivo, también considerar lo que su sobrino quería.

—¿Quieres denunciarlo? —cuestionó.

Parecía que Yūichirō ya se esperaba esa pregunta. Lo meditó por un rato para luego soltar, decidido:

—Lo único que quiero es ser libre.

Los años vividos junto a su hermano mayor formaban parte de una pesadilla que deseaba dejar atrás. Ahora solo quería concentrarse en el futuro: en una vida lejos de cualquier opresión y esforzarse para que Mikaela lo perdonara. No pedía demasiado; con esas dos cosas sería la persona más feliz del mundo.

Ya sabiendo lo que el muchacho quería, para Saito fue más sencillo formar un plan. Asumiría de nuevo la tutela de Yuu, se marcharía con él y jamás volverían a verle ni la sombra a Guren. 

—Estarás conmigo a partir de ahora —aseveró. Yuu asintió al instante—. Mientras tanto, ya no vas a seguir quedándote en esa casa. Iremos por tus cosas y te quedarás en el hotel donde me estoy hospedando, tienes que ir a clases y continuar con tu vida normal. Cuando Guren esté en condiciones de que lo enfrentemos arreglaremos toda esta mierda.

—¿Crees que Guren lo acepte?

—Lo amenazaremos de ser necesario. Además, no podemos quedarnos sin hacer nada, de alguna forma tiene que pagar. Y el muy imbécil tampoco puede quedarse así como así; la mitad de lo que tiene es tuyo.

—No me interesa demasiado el dinero, solo quiero que esto se acabe.

—Yuu, es tuyo. Tienes tanto derecho como él, también eres hijo de Sakae Ichinose. Que te quede claro que tú no eres menos que Guren. Ambos son lo mismo. Aparte, yo estaré contigo, voy a ayudarte a pelear. Quiero que te quede clara una cosa: ya no estás solo.

Yūichirō jamás se consideró sentimental pero de un tiempo a la fecha no podía evitar que las situaciones le afectaran demasiado. Esta vez no fue la excepción. Saito se acercó hasta él y, cuando este lo rodeo suavemente con sus brazos, no pudo resistirse a devolver el gesto y abrazar a su tío de igual forma. La sensación de sentirse respaldado era acogedora.  

.

.

.

Un par de días después de aquella conversación, Guren fue dado de alta. Se encontraba estable, el accidente no pasó a mayores, incluso él mismo consideró exagerado que le dejaran más tiempo en observación. Por suerte su encierro en esas cuatro paredes blancas no fue demasiado largo.

No le llamó la atención que Yuu no se encontrara a su lado, sabía que debido a lo ocurrido su hermano debía sentirse culpable. Aunque detestaba el haber tenido que parar hasta el hospital, decidió enfocarse en el beneficio que ello acarrearía: Yūichirō no podría soportar el peso de lo ocurrido y terminaría por quedarse a su lado, tal cual debía ser desde un principio.

Cuando salió del hospital, para su verdadera sorpresa, Saito se encontraba esperándolo en la entrada con el argumento de lo que llevaría a casa. Decidió ignorar el hecho de que Saito debía encontrarse en el extranjero —y que seguramente fue Yuu quien lo llamó— para tomarle la palabra y subirse en el coche de este; después de todo el doctor Eusford le recomendó, por mera prevención, que se abstuviera de realizar actividades que requirieran algún esfuerzo mental tales como el trabajo o algo tan simple como conducir. Aquellas indicaciones también posponían su viaje a Estados Unidos.

El ambiente entre en el coche era pesado. Saito jamás fue santo de su devoción pero tampoco era como si pudiera decir que se detestaban. Por Yuu estaban obligados a relacionarse y Guren etiquetaba su trato como cordial. Sin embargo, en esta ocasión, Saito no le había dirigido la palabra, ni siquiera para preguntarle algo tan primordial como su actual estado de salud.

Cuando llegaron a la residencia Ichinose, las cosas no cambiaron ni una poco. Saito bajó del auto primero y Guren le siguió de cerca. Cuando entraron a la casa, el ama de llaves se acercó a Guren. Aquella mujer siempre lo había tratado con respeto pero en esta ocasión lucía todavía más sumisa que de costumbre; ella sí le pregunto acerca de cómo se encontraba y seguido de eso salió con dirección al auto para bajar el pequeño equipaje que Guren necesitó.

Como el semblante de Saito no cambiaba, y no era como si Ichinose se sintiera con ánimos de soportar malas caras, decidió pasar de su comportamiento y llamó a Yuu en voz alta; necesitaba verlo y su presencia entre Saito y él siempre aligeraba la tensión.

—¡Yuu! —Era extraño. Ya había pronunciado su nombre varias veces y el muy idiota no se dignaba en bajar. ¿Seguiría molesto? ¡Pero si el molesto debía ser él! —. ¡Yuu!

El semblante de Saito por fin cambió un poco. De no mostrar nada apareció una suave mueca irritada que no pasó desapercibida para Guren. Ichinose decidió no prestar demasiada atención a ese hecho y continuó en lo suyo.

—¡Yuu!

—Él no está aquí.

—¡Yuu! —decidió proseguir a pesar de la anterior advertencia —. ¡Yuu!

—Ya no vivirá contigo. Yo me haré cargo de ahora en adelante.

Guren se giró en dirección al hombre, incrédulo.

—¿De qué mierda estás hablando?

—De algo muy simple. —Saito intentaba mantenerse calmado a pesar de todo —: que si no quieres que todo lo ocurrido salga a la luz, vas a alejarte de mi sobrino y tendrás que hacer tu vida muy aparte de él. Eso o atente a las consecuencias.

Eso explicaba la irritabilidad de Saito y el hecho de que Yuu no lo hubiese visitado durante ese tiempo.

Al final, Yūichirō abrió la boca; dijo la verdad a pesar de todo lo que habían vivido juntos. Guren no pudo evitar sentirse traicionado. Con tan solo haber revelado su secreto, Yuu mandó al diablo absolutamente todo y, para empeorar todavía más las cosas, se lo dijo a Saito, una persona que sí podría hacer algo en contra suya.

Su hermano se le escapó de la palma de la mano.

No obstante, no iba a dejar entrever sus pensamientos. Todavía no perdía, aún no podía asumirse como derrotado. Le quedaban un par de ases bajo la manga y ahora más que nunca tenía que utilizarlos de una manera correcta.

—Antes de que continúes, lo que sea que Yuu pudo contarte, déjame contarte cómo sucedieron realmente las cosas…

—No voy a caer en tus juegos. A mí no vas a poder manipularme como lo hiciste con Yuu —aseveró Saito. Guren tuvo que desechar su primera jugada —. Deja de evadir tu responsabilidad y enfrenta la situación.

Ichinose soltó un largo suspiró. Bien, no podría librarse de parte de la culpa como supuso en un principio, lo mejor era recurrir a su plan B:

—De acuerdo. A estas alturas ya no tendría sentido negarlo, ¿verdad?

—Eres un cínico.

—Mientras tú te realizabas como profesionista, yo cuidé de él. Era tu responsabilidad y tú preferiste delegármela. Para ti fue más fácil deshacerte de Yuu que hacerte cargo de él así que no vengas ahora con ese cuento de que eres un buen familiar.

—Confíe en ti. Se suponía que eras un hombre recto, dentro de todo tu padre lo era. Creía que te había educado bien, que cuidarías a Yūichirō.

—Y lo cuidé mejor de lo que yo mismo creí. Le di todo y hasta más. Puse mi vida en sus manos mientras él resultó ser un malagradecido.

—Esa no era la manera.

—Así sucedió y hagan lo que hagan jamás podrán borrarlo. Hacerte un buen tío ahora no va a justificar tu abandono y el que Yuu se aleje no significa que volverá a ser puro. Él y yo somos la misma mierda, tu amado sobrino no es una blanca paloma.

El silencio volvió a hacerse presente. Tanto Saito como Guren continuaban de la misma forma; no iban a dejar de defender su postura y ninguno estaba dispuesto a ceder.  

Aunque algo dentro de sí sabía que Guren tenía un punto, Saito decidió no meditar mucho aquello. Desechó ese pensamiento apenas su subconsciente decidió considerarlo. Por más elocuente que fuera la palabrería de Ichinose, no iba a permitir que simples frases bien conjugadas arruinaran todavía más la vida de su sobrino. Yuu tenía fe en él y esta vez no estaba dispuesto a fallarle.

—No estoy aquí para hablar del pasado —habló Saito de nuevo, firme otra vez —. Vengo a intentar arreglar lo que sucede hoy. Y como por suerte ya aceptaste tu culpa y pareces ser consciente de todo, sé que será más sencillo.

—¿Qué me aleje de Yuu?

—No solo eso, sino que además le des la parte que le corresponde de todo lo que tienes.

—No voy a dejar en manos de Yuu algo tan importante como lo son las acciones de la farmacéutica.

—Pero tienes otra casa, algunas propiedades, cuentas e incluso joyas y dinero en efectivo. Como veo que para ti lo único de valor es esa parte del negocio que perteneció a tu padre, podemos arreglarnos de otra forma.

—¿Y si no estoy dispuesto?

—Pues estoy seguro que cualquier revista, periódico o noticiero se interesaría en la historia que hay detrás de los hermanos Ichinose. Piénsalo, si aceptas mi trato, todos ganamos; si lo rechazas, saldrás perjudicado igual o hasta más que Yuu. Y yo no amenazo en vano.

A Guren jamás le había agradado Saito, sin embargo, esta vez el sentimiento fue más allá de esa afirmación. Sintió que lo odiaba como a pocas personas en su vida. Al final no fue ni Mitsuba ni Mikaela quienes alejaron a Yuu de él… fue Saito, quien ni siquiera había tenido antes grandes intervenciones en la trama.

Ironías de la vida.

Aunque su doctor le recomendó que no se esforzara, pasó lo que restaba de esa hora y otra más ajustando un par de detalles con Saito. Acordaron una posterior visita con sus respectivos abogados y futuras reuniones para decidir cómo finiquitarían el asunto de la herencia de Sakae Ichinose. De esa manera, cualquier vínculo que pudiera quedar entre Yuu y Guren, quedaría roto de por vida.

Le hubiese gustado poder luchar más por su hermanito pero sabía que Saito era un tipo de armas tomar; durante todos esos años tuvo cierta sospecha de que los negocios en los que se veía envuelto no eran precisamente lícitos. Además, ¿con qué fin lucharía? Yuu era tan testarudo que dudaba que fuera a cambiar de opinión. Si ya había decidió alejarse de su vida, así lo haría sin que nada ni nadie pudiese detenerlo.

Esta historia tuvo el mismo final que la que tuvo con Mahiru: sin que Guren pudiera evitar que se fuera de su lado. Era tan patético, la situación y él mismo. ¿Qué sentido tendría su vida ahora sin Yūichirō? Su alma se pudriría en la miseria y en el trabajo.

—¿Podría al menos despedirme de Yuu? —preguntó al final de todo.

Saito no tardó en negar.

—Mantente alejado, te lo advierto.

Habiendo pronunciado esas palabras, Saito le dio una última mirada para después salir de la casa. El ama de llaves entró poco después, continuó con sus labores, ni siquiera dirigiéndole la mirada a Guren. Ichinose presintió que pronto ella le presentaría su renuncia.

Subió a su recamara para descansar un poco; logró dormir menos de una hora. Algo dentro de sí le hacía ver como si algo le hiciera falta. Sabía lo que era mas no quería mayores problemas de lo que de por sí tenía. No obstante, no pudo soportarlo más tiempo. Entrada la madrugada explotó.

No podía darse por vencido tan fácilmente.

Ignorando las amenazas de Saito, tomó su celular y marcó el número de Yuu; tenía la esperanza de que le concediera al menos unos minutos o de que estuviera medio dormido y ni siquiera pudiera percatarse de quién le marcó a deshoras.

Lo intentó sin mucho éxito, probó de nueva cuenta y obtuvo el mismo resultado; como no estaba dispuesto a dejarse caer tan pronto, trató una tercera vez. En esta ocasión, al cuarto pitido, escuchó al otro lado de la línea la voz somnolienta de su hermano.

—¿Shinoa? —pronunció el otro. Guren lo sabía: contestó porque lo confundió con alguien más —. ¿Qué pasa? ¿Por qué llamas tan tarde? —finalizó soltando un bostezo.

—Yuu, soy yo.

El silencio fue lo que obtuvo como contestación. Escuchó como Yuu se incorporaba en su cama, el sonido de las sábanas deslizándose por su piel; Guren se preguntó cómo se vería o si durante esos días se habría masturbado pensando en él; eso último lo dudaba pero fue hasta divertido contemplarlo. Quiso creer hasta el último minuto que Yuu seguía pensando en él de la misma forma en la que él lo hacía.

—No cuelgues.

—¿Qué se supone qué quieres? —Yuu se pudo a la defensiva, Guren podía hasta imaginarlo con el ceño fruncido —. Se acabó.

—No te preocupes, será una despedida bastante corta, también algo insignificante para mi gusto; me hubiera gustado verte por última vez, la última imagen que tengo de ti no es mi favorita.

—Voy a colgar.

—Quiero que tengas muy clara una cosa…

—Yo también te pido que tengas clara una —lo interrumpió —: le prometí a mi padre que cuidaría e ti, sin embargo ya no podré cumplir mi palabra, no después de lo ocurrido. —Vaya, así que Yuu también le había hecho esa promesa a Sakae. De nuevo no pudo evitar pensar en lo irónica que era la vida —. Somos hermanos, Guren, eso jamás podrá cambiar. Y, a pesar de todo, de verdad deseo que todo te vaya bien.

—Me agrada tus palabras, significa que aún me consideras.

Escuchó a Yuu suspirar profundamente, de seguro exasperado.

—Quiero golpearte, sabes, tal vez eso te ayude a reaccionar. Siento como si estuviera hablando con un enfermo mental o, peor aún, con una pared. Eres el mayor y parece que jamás vas a entender las cosas con claridad. Tú eres el caprichoso, el insensato y el inmaduro. Déjame en paz. ¡Soy tu hermano!

—Y mi alma gemela. Aunque te vayas y que te alejes de mí, siempre estaré presente en tu vida. Nunca podrás olvidarme ni deshacerte de mi recuerdo porque a pesar de que termines conmigo nunca dejaré de ser tu hermano mayor, una especie de primer amor y la persona que te arrebató la inocencia. ¿Lo ves? Estarás unido a mí de una u otra forma, seré tu eterna sombra. Tarde o temprano volverás a mí y yo te estaré esperando.

Guren supo que pasarían muchas noches hasta que pudiera dormir tranquilo. Solo le quedaba esperar que su última jugada funcionara y que Yuu volviera algún día.

Yūichirō cumplió su amenaza: colgó.

 

.

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Yuu supo que no podría contestar a eso, no porque creyera que Guren tenía razón sino más bien debido a que sería imposible sacarle eso de la cabeza. Su hermano necesitaba ayuda y él ya no podía ni quería brindársela.

Se dejó caer en la cama y cerró los ojos. Ya no tenía por qué pensar en Guren. Saito le ayudó a salvarse, casi todo estaba resuelto. No le quedaba más que vivir su vida como hasta ese momento había querido: sin opresiones de por medio.

Era libre para hacer lo que quisiera; libre para quedarse en Japón, estudiar donde se le diera la gana, convivir con sus amigos, recuperar a Mika y tratar de vivir con todo lo sucedido a cuestas.

Ahí todo llegaba a un fin.

La historia de la princesa en peligro se terminó.

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El tiempo avanzó; ni rápido ni lento, los días tan solo se esfumaron sin ningún ritmo premeditado. La primavera volvió a arribar y con ello las flores de cerezo y los sueños de los futuros universitarios comenzaron a emerger.

La graduación de la generación de Yūichirō y compañía fue bastante emotiva, el moreno siempre la recordarían de esa forma. Durante la ceremonia fue Saito quien lo acompañó en todo momento posible. Después del evento ambos fueron a celebrar; un elegante restaurante italiano fue el escenario de aquello.

Las vacaciones también se fueron acabando. Saito tenía que volver a atender sus asuntos y Yuu debía prepararse para su próximo ingreso a la universidad. Al final la convivencia familiar les duró menos de lo esperado. Su tío partió mientras Yuu se mudó a su propio departamento, volviéndose vecino de Yoichi y Kimizuki.

Salió un par de veces con sus amigos, incluidas Shinoa y Mitsuba. Con Sangū pudo forjar una nueva relación de amistad la cual, aunque ahora parecía superficial, confiaba en que se fuera afianzando con el paso de los meses; Yoichi y Shihō ya eran capaces de besuquearse frente a ellos y el mundo en general, los dos felices, dichosos, derrochando amor a su paso; en cuanto a Shinoa parecía verse y sentirse más a gusto consigo misma en comparación con el tiempo pasado, para Yuu fue una sorpresa que de pronto comenzara a hablar más de su fallecida hermana y que también se deshiciera del yugo del apellido Hīragi, decidiendo a vivir sola; ella se convirtió después en su roommate. Solo faltaba que Mitsuba diera ese paso y así podrían estar reunidos los cinco amigos en un mismo espacio.

Yuu tenía la vida que quería; sus amigos, su ciudad, una carrera que le interesaba, a simple vista todo era perfecto o lo más cercano a ello. Sin embargo faltaba una cosa. Ahora que había resuelto sus problemas, era momento de buscar a Mika y cumplirle la promesa que le hizo hacía unos meses. Como no tenía un número o una dirección a la cual comunicarse con él, recurrió a viejos trucos como el visitar lugares públicos cerca de Tōdai o pasearse por la facultad de literatura de dicha universidad. Los resultados fueron nulos. A Mikaela Bathory la tierra se lo había tragado.

No quiso dejarse caer tan fácilmente así que decidió continuar con esa rutina algún tiempo más. No sabía si se trataba de su espíritu optimista o que en verdad era un idiota pero quería mantener la esperanza de poder volver a verlo, de que Mika siguiera sintiendo lo mismo y ahora sí poder demostrarle cuánto lo quería. Que todo lo que había hecho en parte era por él.

Le contaría de Saito y todo el apoyo que le dio, de las visitas con el abogado y con el psicólogo, que pudo lograr quedarse con lo suyo y que Guren sí se había largado a Estados Unidos muy lejos de ambos; le diría también acerca de sus sentimientos, que estaba muy enamorado y de seguro intentaría ofrecer algún discurso cursi para al final solo terminar diciendo que los ojos de Mikaela eran los más bonitos que vio alguna vez en su vida y que además el azul es su color favorito.

Los días continuaban siendo tachados en el calendario, Mika continuaba sin aparecer. Una parte de Yuu quería seguir aferrándose a la idea de encontrarlo y seguir con su historia; la otra le gritaba que dejara de ilusionarse, que había pasado demasiado tiempo y demasiadas cosas, que no se trataba de no encontrar a Mika sino más bien que este no quería ser encontrado… que no se merecía los sentimientos que alguna vez ese chico le profesó.

Yūichirō Ichinose —o Amane— no era la princesa de Mikaela, ni siquiera pertenecía a la realeza; no era más que un muchachito corrompido con un pasado demasiado turbio para el gusto de cualquiera. El «había una vez» estaba pasado de moda y el «felices por siempre» era la mierda más sobrevalorada del planeta.

Cuando el calor se volvió abrumador, durante las vacaciones de verano en un viaje exprés a la playa de Odaiba[4] con sus amigos, Yuu decidió que se daría por vencido con esa idea.

Quizá lo mejor que podía hacer por Mika era alejarse definitivamente de él para siempre. Ya le había hecho demasiado daño como para seguir torturándolo con lo ocurrido. Recordaba la expresión que tenía cuando lo vio con Guren y también las palabras que le dedicó frente a la tumba de Akane; se sentía un verdadero hijo de puta por haberlo hecho sufrir tanto. Mikaela se merecía algo mucho mejor de lo que Yuu era y podía ofrecerle.

Ahí fue cuando comprendió que sí que estaba enamorado hasta las entrañas. Para su mala suerte ahora era demasiado tarde.

Mientras miraba el cielo teñirse de naranja dando paso a la noche, Yūichiro se despidió de manera simbólica de Mikaela Bathory.

Ese debía ser el punto y final de esa etapa en su vida.  

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«El tiempo volvió a transcurrir y apenas fui consciente de ello».

Mikaela se levantó animado ese día. Se lavó la cara, buscó ropa adecuada para la posterior ocasión e incluso decidió hacer algo con su cabellera que no se había molestado en cortar desde hace meses. Al terminar solo se colocó un abrigo ligero y salió con rumbo a la universidad.

Incluso durante el trayecto no había demasiado tráfico. Llegó pronto a su facultad y, todavía con ese mismo ánimo, disfrutó de sus clases y demás actividades. Su buen humor no pasó desapercibido para ninguno de sus compañeros ni para los profesores; fue el profesor Urd Geales el que se atrevió a hacer la pregunta del millón:

—¿Qué te tiene de tan feliz hoy, Bathory-san?

—Voy a encontrarme con alguien —respondió, una suave sonrisa iluminando su rostro —. Lo demás es un secreto.

El mejor guardado que tenía hasta ahora. Por el momento no deseaba que nadie se enterara.

Estudió, escribió ensayos, pasó el rato con algunos amigos de la facultad. Ansiaba la hora de salida y, cuando esta llegó, sonrió todavía más. Hasta él mismo se desconocía. ¿Hacía cuánto tiempo no se encontraba de esa manera? No recordaba una última vez.

Primero pasó a su edificio a dejar el coche; el restaurante al que iría era bastante concurrido y además poseía un estacionamiento pequeño, le parecía mejor idea no batallar con ese asunto. Subió rápido a su departamento por una bufanda —el frío otoñal había aumentado— y sin más tiempo que perder caminó hacia su destino.

Para su buena suerte dicho restaurante tampoco quedaba demasiado lejos; solo cruzar un par de calles y cortaba camino pasando por un callejón para salir directo hacia el lugar. Cuando vislumbró el local algo dentro de su estómago se revolvió, los nervios apareciendo. Ignoró el malestar y comenzó a caminar, eso no iba a detenerlo para encontrarse con esa persona tan importante.

Metió las manos en sus bolsillos para guardar calor; el viento le despeinó más de lo que hubiera querido. Vista al frente, labios temblando, su cita se encontraba dentro esperándole. Nada ni nadie podían detenerlo.

Tan distraído iba que no notó que una persona se dirigía rápidamente a donde se encontraba, menos fue capaz de retirarse y evitar que el joven en cuestión chocara con él, tumbando a ambos en el proceso.

Cerró los ojos. Estaba de tan buen humor que no se quejaría de nada y dejaría ir al muchacho sin más. No tenía tiempo que perder.

—Mika…

Cuando reconoció esa voz, sus ojos se abrieron de golpe. Sobre él, a escasos centímetros de su rostro, se encontraba la persona que creyó nunca volvería a ver.

Cabello negro, piel tostada, ojos cuales esmeraldas.

Yūichirō Ichinose.

El moreno rápido se levantó y le tendió la mano para ayudarlo a incorporarse. Mika aceptó la ayuda a pesar de no necesitarla. Se sacudió un poco y verificó que nada se le hubiera caído, después posó su vista en el muchacho junto a él; las palabras no afloraban, no se le ocurría qué podría decir.

—¿Cuánto tiempo, no crees? —Afortunadamente fue Yuu quien comenzó la conversación.

—Demasiado —respondió. Se sentía hasta tonto por no saber cómo continuar.

Yuu también parecía algo incómodo. Se rascó la nuca y miró hacia otro lado, torciendo los labios con delicadeza. No había cambiado mucho desde la última vez; no parecía más alto, su cabello también estaba del mismo largo, tal vez la diferencia radicaba en que se veía un tanto más bronceado, ¿quién sabe? Pero a Mika le parecía igual de guapo que la última vez y todas las demás.

Le pareció curioso el hecho de quedarse sin palabras frente a la persona que tanto significó en su vida. Fue su primer amor, no iba a negarlo ya a estas alturas; también su primera decepción y su encuentro con un mundo que no conocía. Yuu era tanto. También debía admitir que se alegraba de verlo.

Sin embargo, cuando volvió a mirar hacia el restaurante, recordó que todavía tenía algo por hacer. Esta vez Yuu y su presencia no tuvieron el suficiente peso para impedirle continuar con sus planes. Sonrió suavemente y pronunció lo más cortes que pudo.

—Disculpa, pero llego tarde. —Mika señaló hacia el local.

Se despidió con un gesto de mano y se encaminó de nueva cuenta. Para su sorpresa, el agarre repentino de Ichinose detuvo cualquier acción.

—Espera —masculló demasiado apurado —. Yo… la verdad no creía que fuera a verte de nuevo, así que me alegra mucho que estés bien.

—A mí también, Yuu-chan —percibió que Yuu dio un respingo cuando lo llamó de esa manera. Le salía natural, no podía evitarlo.

—No quiero perder la oportunidad, no de nuevo —aseveró, tan seguro de sí mismo como Mika lo recordaba —. Tengo tantas cosas qué decirte. Respecto a lo último que hablamos.

—Yuu-chan, en verdad yo…

—Por favor, Mika, déjame contarte todo lo que sucedió después, además yo sigo ena…

—Alguien me espera.

Aquella frase a Yuu le cayó como balde de agua fría. Soltó el brazo de Bathory y su tez se volvió pálida. Comenzó a balbucear incoherencias, el nudo que recién se formó en su garganta le impidió seguir con la charla. ¿Qué se esperaba? El tiempo había pasado y para Mika también, después de todo no iba a esperarlo para toda la vida.

—Ya veo… —intentó no desmoronarse en ese momento —. No te preocupes, mi intención no es quitarte el tiempo.

Mikaela volvió a mirar hacia el restaurante.

—No te preocupes.

—Nos vemos, entonces.

Ichinose se marchó antes de que pudiese decirle otra cosa o pedirle algún número para estar en contacto de nuevo. Mika quiso volver a hacerse a la idea de que era mejor así. Volteó a ver una última vez por donde Yuu se había marchado y sin más qué perder entró al restaurante.

Le dijo al host[5] el nombre de la persona que lo esperaba y este lo llevó hacia una mesa. A Mika no le sorprendió que su cita ya se encontrara en el lugar bebiendo una copa de vino. Suspiró para deshacerse de los nervios que aún quedaban y se acercó con una de sus mejores sonrisas.

—Lamento la tardanza.

—No te preocupes, Mikaela-kun. Toma asiento, por favor.

—Es usted muy amable, Shinya-san.

El hombre le sonrió, su encanto era natural. Pidió a uno de los meseros que trajera otra copa y apenas la tuvo en la mesa sirvió un poco de vino. Le señaló a Mika la copa y este le dio un sorbo con algo de duda.

Seguido de ello, Shinya sacó de su portafolio un engargolado que después entregó a Mikaela. La respiración se le cortó a Bathory en ese instante.

—Estoy enamorado de Owari no Seraph, y a mis jefes les encantó igual.

Mika tragó en seco.

—Gracias.

—No quiero hacerte el cuento muy largo, tampoco deseo quitarte mucho tiempo así que iré directo al grano. —Shinya le sonrió ampliamente. Alzó su copa de vino —: la editorial va a publicar tu novela. Felicidades, Mikaela-kun.

Bathory contuvo un grito de pura felicidad. Sonrió todavía más de lo que ya lo había hecho en todo el día. También tomó su copa y brindó con su ahora editor[6].

Ese podía ser un final perfecto.

.

.

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La reunión con Shinya duró poco más de una hora. Hablaron de la novela, de algunos detalles de esta y otros asuntos acerca de su posterior lanzamiento. Mika no podía ser más dichoso. Pensó en Akane, ella debía encontrarse muy feliz y orgullosa donde quiera que estuviera. Este logro se lo dedicaba a su memoria.

Su editor se ofreció a llevarlo a casa mas Mika rechazó la oferta, tenía ánimos para una caminata. Shinya terminó yéndose por su lado mientras Bathory tomaba la misma ruta que usó para llegar. Cuando pasó por el callejón, aprovechando que se encontraba solo, pegó un brinco de pura alegría. Jamás fue una persona demasiado expresiva pero las emociones se le desbordaban sin que pudiera evitarlo.

—Mika, vamos a hablar quieras o no.

El aludido detuvo su festejo; reconoció de quien se trataba la voz —aparte de ese tono de amenaza— por lo que dirigió su mirada hacia atrás. Se sorprendió de ver a Yuu, realmente lo hizo, y su sorpresa aumentó mucho más cuando este se acercó rápido y lo tomó por ambos brazos, impidiéndole irse y que mirara hacia otro punto que no fuera él.

Yūichirō lucía firme, algo molesto y como si estuviera a punto de explotar y golpearlo, le recordó al primer encuentro que tuvo con él; era septiembre, otoño, las hojas comenzaban a caer y el viento hacía de las suyas, también se encontraban en un callejón. Irónico era que justo ahora también estaban en un callejón, en septiembre, con el otoño a flor de piel.

—No me importa si ya tienes a otra persona… —comenzó Yuu. A Mika le pareció escuchar un deje afligido en su tono de voz —. Al final cumplí mi palabra. Me alejé de él y comencé una vida desde cero; intento volverme una mejor persona por ti a pesar de que ya me había dado por vencido con encontrarte. Tal vez ya no vale la pena ni que te diga esto, ya no importa, pero no podía quedarme con todo atorado. Yo sigo enamorado de ti y tan solo quería que lo supieras.

Los sentimientos de Mika lograron llegar y calarle hondo a Yūichirō. 

No supo contestar a ello. Miró a Yuu a los ojos, sus bonitos ojos color verde. Mariposas volvieron a revolotear y el otoño dio paso a la primavera en cuestión de segundos. Su felicidad, aunque lo creyó imposible, aumentó más. Tenía tantas ganas de besarlo y olvidarse de todo lo que había sucedido.

Y eso era lo que haría.

—Es tu turno de ser la princesa —susurró el moreno.

¿Para qué seguir haciéndose el fuerte? Todo lo que ansió en algún momento, la vida se lo estaba regalando en ese instante: dicha, felicidad, la redención de Yūichirō Ichinose, la oportunidad de ser un escritor publicado…

—Quiero ser yo. Y tú eres tú, Yuu-chan.

Mika sonrió para sí. Decidió no pensarlo demasiado, se había cansado de pensar y de que las casualidades y él mismo lo flagelaran. Su momento había llegado. Quería intentarlo otra vez, conocer y lidiar con Yuu, ahora con el verdadero, no con la princesa del pasado oscuro sino con la persona que era ahora. Quería darle esa oportunidad al muchacho que tenía en frente, al que parecía que se le iba a quebrar la voz, al que después de tanto tiempo logró enamorar.

Acunó el rostro del otro entre sus manos; Yuu hizo lo mismo. Juntaron sus frentes para después cerrar los ojos.

Quizá las historias no terminan.

Los finales no existen.

Y los cuentos son eternos.

.

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Próximo capítulo: Epílogo.  

Notas finales:

Aclaraciones:

[1]: Fragmento perteneciente al primer epílogo de Braid, videojuego creado por Jonathan Blow.

[2]: La concusión o conmoción cerebral es un tipo de traumatismo cerebral común y de poca gravedad.

[3]: Los árboles de cerezo florecen durante la primavera.

[4]: Odaiba es una isla artificial situada en la bahía de Tokio.

[5]: El host es el mesero que recibe a los comensales en la puerta del restaurant y el encargado de llevarlos a su lugar.

[6]: Solo por si quedó la duda, en esta historia Shinya no es un Hīragi.

¡Hola!

Estoy muy emocionada, se los juro. También quiero saltar de felicidad. Hoy, después de un año y seis meses, doy esta historia por terminada. ¡Estoy que lloro!

Esta historia comenzó como nada y se volvió demasiado importante para mí. Recuerdo que pensaba que no pasaría de los diez capítulos y miren, al final llegamos hasta los dieciocho. Este fic me ha dado más de lo que esperé y por eso le tengo tanto cariño a pesar de todo.

Muchas gracias por todo su apoyo, por leer, por seguir pendientes de esta historia a pesar del tiempo. Gracias por sus comentarios. Gracias, gracias, ¡gracias!

Nunca pararé de agradecerles :3

No me queda nada más que despedirme. No sé si volveré tan pronto al fandom, quiero darme un descanso y concentrarme en otros fanfics, sin embargo, no descarto la idea de volver a publicar otro MikaYuu; aunque esta vez sería algo más liviano jajaja.

Gracias de nuevo, maravillosas personas.

Nos leemos~

Arrivederci…


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