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Monochrome por Ellie77

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Todos los derechos de Owari no Seraph (Seraph of the End) pertenecen a Takaya Kagami, Yamato Yamamoto y a Daisuke Furuya.

Advertencias:  AU ǀ  Yaoi (Boy’s Love) ǀ Incesto ǀ Yuri (Shojo ai) ǀ Heterosexual ǀ OoC ǀ Uso de sufijos honoríficos ǀ Contenido sexual.

Pairings: MikaYuu (Mikaela x Yūichirō) ǀ Secundarias: GureYuu (Guren x Yūichirō). MikaKrul (Mikaela x Krul). MitsuNoa (Shinoa x Mitsuba). KimiYoi (Kimizuki x Yoichi).

N/A: Gracias a LadyBondage♥ y a kurotenshi Kimi shirooni♥ por sus reviews :3

Tal y como dije, aquí está el epílogo. Gracias de nuevo por todo.

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ǀ Monochrome ǀ

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Epílogo

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Los meses pasaron.

Las estaciones, los sentimientos y las emociones también.

Los amigos, miembros de la realeza, pudieron superar sus diferencias y estrecharon todavía más sus lazos afectivos.

Solían reunirse por las tardes en el castillo donde residían la princesa amable y el príncipe sabio.

Podían pasarse toda la tarde hablando de nada y perdiendo el tiempo en juegos de azar. Fuera como fuera, los cinco pasaban momentos increíbles que atesorarían de por vida.

—¡No puedes quitarme esta propiedad, Kimizuki! ¡Es lo único que me queda!

Shinoa sonrió ante el berrinche de Yuu mientras Yoichi intentaba calmarlo inútilmente, Mitsuba y Kimizuki rodaron los ojos, el segundo exigiendo su pago.

—Has caído en una de mis propiedades, tienes que pagar. Y como veo que ya no tienes nada me conformo con eso.

—Eres un insensible.

Kimizuki sonrió con suficiencia, contento de poder aplastar de nueva cuenta al idiota de Yuu en una partida de Monopoli.

—Vamos, Yuu-kun, no es personal —habló el siempre conciliador Saotome —. Shihō también me dejó en la ruina a pesar de que somos pareja.

—No intentes justificarlo porque lo amas, Yoichi-san. Kimizuki-san es un magnate despiadado. —Shinoa no podía quedarse sin meter cizaña.

—Lo dices porque también vas perdiendo. —La voz de Mitsuba se hizo presente —. Mejor aceptemos nuestra derrota y veamos una película.

Todos menos Kimizuki estuvieron de acuerdo, como la mayoría gana pasaron el resto de la tarde viendo películas de terror.

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La relación entre el príncipe sabio y la princesa amable floreció tal rosal en mayo. Sin lugar a dudas, en poco tiempo se volvieron el uno para el otro.

Salían durante las tardes, paseaban tomados de la mano, compartían anécdotas del día a día y también, cuando su libido lo requería, aprovechaban la privacidad en su hogar para jugar debajo de las sábanas.

El príncipe sabio había logrado pasar del enamoramiento al verdadero amor y la princesa amable ya no concebía la vida sin su amado.

Su amor se respiraba en el aire.

—¡Yoichi! —Kimizuki anunció su llegada —. ¡Mira!

El aludido salió de su habitación para acercarse al chico de gafas. Al mirar el bulto cubierto con una manta, alzó una ceja; también la emoción le invadió.

—¿Qué trajiste, Shihō? —preguntó con curiosidad.

Kimizuki quitó la manta dejando a la vista una jaula con un ave dentro. Saotome no sabía mucho acerca de pájaros pero pudo percatarse de que se trataba de un loro.

—¿Compraste una mascota?

—¿No te gusta? Me lo ofrecieron en un bazar y al ver las condiciones en las que lo tenían sentí la necesidad de comprarlo.

Yoichi miró al ave con detenimiento. Nunca había tenido a su cargo ningún animal, sin embargo el gesto de su chico le enterneció.

—Puede llamarse Gekkōin —propuso —. Me gustará tenerlo en casa.

—Lo sabía.

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El primer caballero y la heredera olvidada también lograron superar las adversidades que se presentaron en su amistad.

Luego de confesarse la princesa se sintió liberada; a pesar de la respuesta negativa, una vez que la asimiló, logró estar bien consigo misma.

El caballero también logró canalizar sus emociones, se alegraba por todo lo que tenía: a su mejor amiga, los demás del clan, a su familia y un futuro prometedor.

—Mira, el pequeño Tenri está dando sus primeros pasos. Es porque yo le estoy enseñando —presumió Mitsuba a Shinoa.

Hīragi sonrió. Miró al bebé y luego a su amiga la cual lucía sumamente feliz; prefirió no decirle nada acerca de que Tenri comenzó a caminar de acuerdo a sus enseñanzas y no a las de ella.

Ya bastante tiempo había pasado desde que le abrió su corazón a Sangū y esta respondió solo quererla como amiga. Shinoa no negaba que sufrió al principio pero hoy en día ya era mucho más sencillo sobrellevarlo. Estaba superado.

Seguía queriendo a Mitsuba pero ya no como antes. Expresarle su sentir, además del desahogo, sirvió como un primer paso para la superación.

—Sabes, Mi-chan, si llegó a tener un bebé nunca le pondré el nombre de algún miembro de la familia —dijo de pronto —. Por ejemplo, pobre Tenri, ¿qué culpa tiene de llamarse así?

—Creo que nuestros hermanos solo quisieron quedar bien con tu padre.

—Pues a mí eso me tiene sin cuidado. Me da igual.

Mitsuba sonrió.

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El primer caballero, a falta de una princesa en su camino, decidió concentrarse en su profesión.

Decidió que era momento de quitarse la armadura y meter las narices entre libros y pergaminos para poder aprender mucho más.

Quería superarse y demostrar que podía llegar a ser una mejor versión de sí mismo.

—Me gustó muchísimo su ensayo, Sangū-san —le felicitó la profesora al momento de entregar los trabajos ya revisados —. Le aseguro que su calificación de este parcial se verá beneficiada.

Mitsuba tomó la carpeta y asintió para después dirigirse a su lugar. Reprimió una sonrisa y continuó con su semblante serio.

En la reunión de hoy, les contaría a todos sus amigos acerca de lo bien que le estaba yendo en la universidad.

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La heredera se dio un tiempo para sí, para volver a encontrarse ya que incluso ella se tenía olvidada.

Descubrió que no tenía razones para sentirse de esa manera. Sus amigos siempre la tenían presente y con solo tenerlos a ellos le bastaba, no necesitaba de la hipocresía de su familia ni de nadie más.

Aunque, curiosamente, como alguna vez supuso el primer caballero, el hechicero del reino estaba haciendo ademanes para entrar a su burbuja.

—Gracias, Shinoa, que puedas seguir viniendo al hospital es una gran ayuda —agradeció el doctor Narumi dando una pequeña reverencia.

Shinoa quiso hacer alguna broma valiéndose de su sarcasmo y falso ego pero prefirió callar. No quería dar esa clase de escenas ahora, menos delante del doctor.

—No tiene qué agradecer, doctor Narumi. No tengo nada más por hacer y siempre me gustó venir.

A diferencia de sus amigos, ella no ingresó a ninguna universidad. Optó por tomarse un año sabático para ordenar sus ideas y elegir el rumbo de su vida.

Ya sabía que le gustaban los niños y ayudar a los enfermos. Makoto Narumi era su ejemplo a seguir. Tal vez podría estudiar medicina, psicología o quizá pediatría.

—Sabes, puedes llamarme solo Makoto —pidió el joven —. Llevamos mucho tiempo de tratarnos, no es necesaria tanta formalidad. Además ya no eres estudiante de preparatoria.

Shinoa no supo por qué pero terminó sonrojándose un poco.

—Está bien... Makoto.

—Mucho mejor. —Él le sonrió. Después de unos segundos en los que ambos permanecieron en silencio, agregó —: mi turno está también por terminar y me preguntaba si te gustaría salir a tomar algo.

La primera palabra que llegó a la mente de Shinoa fue «cita». Se avergonzó de solo pensarlo. No obstante, aún con su nerviosismo, terminó por aceptar.

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La reina roja olvidó pronto al caballero de armadura de oro. No era como si no le hubiese querido, como si sus palabras no hubieran dolido, no obstante, no fue honesta con él tampoco durante todo ese tiempo.

También lo había usado principalmente con un objetivo en mente: olvidar al rey de espadas que decidió abandonar a causa de la distancia.

A pesar de su supuesta madurez, en el fondo continuaba siendo una niña resentida con su más grande amor, por eso lograba entender un poco la postura del caballero. Sin embargo, también era demasiado orgullosa como para reconocerlo.

Pero ante su hermano, el rey de tréboles, no podía seguir usando máscaras de frialdad.

—Deberías volver a mantener contacto con él.

Krul dio un sorbo a su café y rodó los ojos.

—Por ahora Mika está demasiado concentrado en su amorcito, además no sé qué tan celoso pueda llegar a ser el tal «Yuu-chan».

—Yo me refería a Lest.

La chica dio un respingo; Asura rio ante el gesto de su hermana melliza. Para él, Krul era como un libro abierto el cual le era demasiado fácil de leer.

—En fin. ¿Sabes también qué deberías hacer? Enfrentarte a Lest —declaró. La expresión que se formó en el rostro de Krul fue épica —. Digo, entre ustedes quedaron muchas cosas pendientes. Él aún me pregunta por ti cuando hablamos.

—¿Acaso estás insinuando que vuelva con él?

—Yo no he dicho nada. Tú lo pensaste.

A veces odiaba a su hermano.

—La conversación tomó ese rumbo.

—Sería más fácil que admitieras que todavía sientes algo por Lest.

Sí, lo detestaba.

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El dragón azul no volvió a tener noticias de la princesa melancólica nunca más.

Durante los meses transcurridos meditó acerca de todo lo que ocurrió y lo que le estuvo haciendo a su hermana durante años. Aunque llegó a sentirse arrepentido por causarle tanto dolor, no pudo enterrar los sentimientos que ella logró despertar en él.

Mantenía la esperanza de que su amada quisiera volver algún día. Estaba seguro que tarde o temprano su sueño se haría realidad y volvería a retomar su historia con la princesa.

Oh, su princesa.

Para siempre.

Eternamente.

La vida de Guren se redujo a una sola palabra: trabajo.

Desde muy temprano en la mañana hasta altas horas de la madrugada. Trabajar, trabajar y, si quedaba tiempo, volver a trabajar.

Esa era la medicina que se autorecetó. Si mantenía la mente ocupada en otras cosas no comenzaría a divagar imaginando un desenlace que no ocurrió, no pensaría en Yuu ni en el amor que todavía sentía.

Y pensar que todo debía ser distinto. Su hermano debería estar ahí con él siendo su compañero de vida y apoyándolo en todo lo que necesitara. Pero el maldito se había esfumado. Lo peor del caso es que no podía odiarlo por más que lo intentara.

Yūichirō Amane tendría que estar a su lado.

A pesar de intentar no atormentarse más con ello, una parte de él, una muy minúscula, mantenía la esperanza de que regresara, de que volviera a amarlo como tantas veces aseguró hacerlo.

Oh, Yuu.

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La princesa melancólica quiso dejar atrás sus tormentos. Con ayuda del hermano de su madre, logró contactar con un consejero el cual escuchó todas sus penas.

Pudo desahogarse, se sintió liberada, también se dio cuenta que su vida no era tan miserable y que hoy por hoy tenía muchos motivos para ser feliz: sus clases, sus amigos, su tío y su caballero.

—... A veces dudaba pero otras sentía que hacía lo correcto. Creo que aunque siempre le dije que nunca me disculparía con él, esa era mi forma de pedirle perdón.

El tono de voz de Yuu era suave, inusual en él. Ky Luc, su psicólogo, escuchó con atención toda su historia.

—Esa puede ser la razón de todo, o una de tantas al menos. Lo que me complace es que ya puedas hablar con más soltura del tema.

—Supongo. —El moreno asintió, nervioso, rascándose la mejilla.

—También me alivia que ya no afecte de forma negativa en tus relaciones. Por cierto, ¿cómo va lo de Mika?

Su expresión cambió drásticamente; pasó de la melancolía a la euforia en segundos.

Las cosas con Mikaela iban bastante bien, tanto que hasta desconfiaba de tanta buena suerte.

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El caballero de oro dejó de ser un amargado, la vida volvió a sonreírle y hasta él mismo se sorprendió de verse reír más seguido.

Su princesa estaba a su lado y los cuentos que tanto escribía comenzaron a llamar la atención, en especial uno, al que más empeño le puso los últimos meses.

La historia que su princesa inspiró.

Ahora que esa historia fue reconocida por un cazatalentos y ya tenía el libro impreso en mano, más feliz no podía ser. Tenía todo lo que había deseado en la vida.

Agradeció a la infante que lo miraba desde el cielo; sin ella, él no sería nadie. También, aunque le pesara un poco, en la dedicatoria el nombre de su tío se hizo presente, ahora que era tan dichoso hasta se sentía capaz de tolerarlo.

—Hasta que por fin me invitas a conocer tu departamento, Mika —canturreó Ferid apenas su sobrino le abrió la puerta.

—Entra antes de que me arrepienta.

Ferid obedeció e ingresó a la residencia de su único sobrino. Recorrió con la mirada el espacio, sonriendo complacido.

—Adoro el lugar. Tienes buen gusto —dicho eso se encaminó al sofá. Antes de sentarse, preguntó —. ¿No follas aquí con Miyu, verdad?

Mika no pudo contener la rabieta y le amenazó con que si seguía haciendo ese tipo de comentarios lo echaría a patadas de su departamento. Ferid no pudo hacer más que sonreír ante los berrinches del joven.

—Y se llama Yūichirō, no Miyu —recalcó Mikaela.

—¿Preferirá que lo llame «princesa», entonces?

Yuu haría una rabieta al tamaño del mundo si su tío llegaba a decirle de esa forma.

—Creo que «Miyu» le gustara más.

—Por cierto, hablando de él, ¿cuándo vas a presentármelo?

—Para eso te llamé. También lo invité a comer y no ha de tardar.

Al ver a su sobrino sonreír ante la idea, no pudo resistirse a decir:

—No te preocupes, me iré temprano para que puedas follártelo.

Su tío era un experto en arruinar momentos, solo esperaba que durante la comida con Yuu se comportara.

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El caballero comenzó a ganar reconocimiento por sus acciones.

Se hizo conocido en una buena parte del reino gracias a sus escritos que cautivaban a más de una persona, hombres, mujeres y niños por igual.

A la princesa le alegraba que por fin todos sus esfuerzos rindieran frutos.

—¿¡De verdad es usted Bathory-sama!?

El grito de la chiquilla se escuchó en toda la redonda. Mika asintió, conmovido por el entusiasmo de la joven.

—El mismo.

—¡No puedo creerlo! —hiperventilaba —. Admiro mucho su trabajo, ¡amo su novela! ¡Espero con ansias la continuación! Y… y… y también es usted muy guapo —lo último lo soltó en un susurro.

Mikaela sonrió. La chica sacó el libro de entre su mochila y lo abrió; pidió con una reverencia un autógrafo. Bathory plasmó su firma y una dedicatoria en el papel.

La chica, sonrojada, volvió a agradecer cientos de veces. A Mika le sorprendió que aún no se retirara. Estaba por preguntar justo en el momento en que ella lo interrumpió, pidiendo una foto.

—¡De verdad es muy guapo! —bramó ella al ver la imagen en su celular.

Comenzaba a sentirse azorado por tantas atenciones. Estaba por retirarse, necesitaba un poco de aire fresco, mas cuando distinguió una cabellera oscura acercarse a donde él, cualquier mal sentimiento terminó por esfumarse.

—¡Yuu-chan! —Ahora el eufórico era él —. Te estaba esperando.

Para la chica no pasó desapercibida la alegría de su ahora ídolo y las miradas que él y el recién llegado cruzaron.

Se sentía de más en la escena. Optó por ahora sí retirarse.

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La infante no alcanzó a compartir su alegría.

Ella hubiera amado la noticia de que ahora ambos, la princesa y el caballero, se estaban dando una oportunidad. Era una verdadera lástima que ya no se encontrara en este mundo.

No obstante, ninguno la olvidaría jamás.

Yuu y Mika llegaron juntos al cementerio, el primero con las manos en los bolsillos mientras el otro cargaba un ramo de flores diversas.

Dejó el arreglo a un lado de la tumba. Después de un par de rezos, se tomaron de la mano, observando con detenimiento la tumba de la pequeña que en algún momento les alegró la vida a ambos.

—Lo logré, Akane —mencionó Mika de forma suave —. Conquisté a la princesa.

El moreno le dio un leve golpe en el hombro, el de ojos azules rio bajito.

Hablaron con ella y le contaron todo lo sucedido en los últimos meses.

Ese día Mikaela Bathory le dio el «sí» definitivo a Yūichirō Ichinose.

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Todo era dicha y felicidad.

Ya no había dragones que enfrentar, sólo los obstáculos que ellos mismos se pusieran de ahora en adelante.

El caballero de oro y la princesa melancólica estaban seguros de que podrían superarlo todo, de que lo que viniera, comparado a todo que tuvieron que pasar, no era nada.

Con esa idea en mente continuaron con su romance, esa era la recompensa que tanto tiempo estuvieron esperando.

Ambos se besaron con dulzura para sellar el desenlace de su historia.

Y vivieron felices por siempre.

Se dio de una manera natural.

Shinoa había salido a quién sabe dónde así que Yuu tenía el departamento a su total disposición.

Había quedado de verse con Mika, sin embargo, a causa de una tormenta imprevista, decidieron transformar su ida al cine por una tarde de películas en el sofá.

La película era una comedia con clichés a morir aun así a Yuu le pareció entretenida, en cambio Mika comenzó a aburrirse casi desde que comenzó. Para matar el rato, optó por molestar al moreno con pellizcos en el cuerpo y soplando muy cerca de su oreja; Ichinose intentó retirarlo a manotazos. El forcejeo llevó a que Yuu se sentara encima de Mika, ambos mirándose a los ojos de manera intensa.

Y tal como sucede en las películas cliché, fue el momento perfecto para un beso.

Caricias por debajo de la ropa, besos que simulaban robar el alma, roces que arrebataban el aliento. El encuentro terminó sobre la cama, sus pieles desnudas sirviendo de abrigo para el otro.

Fue diferente, fue mucho mejor que todas las veces anteriores.

Mientras Mikaela entraba y salía de él, Yuu juró haber visto estrellas y galaxias sin siquiera haber abierto los ojos, su corazón latiendo a mil por hora y no pudiendo evitar sonreír como un idiota justo en el momento en que Bathory consiguió que se corriera.

Cuando fue el turno de Mika de recibir este ya no sintió dolor alguno; Yuu respiraba contra su cuello y oírlo gemir era un verdadero deleite. Cuánto había extrañado el tener intimidad con Ichinose o, mejor dicho, cuánto anheló el hacer el amor con él.

De esa manera continuaron con su apasionado romance, sintiéndolo a flor de piel.

Amándose como desde el principio debieron hacerlo.

Y vivieron...

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FIN

Notas finales:

¡Gracias por leer!

 

Arrivederci…


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