Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Monochrome por Ellie77

[Reviews - 43]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Disclaimer: Todos los derechos de Owari no Seraph (Seraph of the End) pertenecen a Takaya Kagami, Yamato Yamamoto y a Daisuke Furuya.

Advertencia:  AU ǀ OoC ǀ Uso de sufijos honoríficos.

Pairing: MikaYuu (Mikaela x Yuuichirou).

N/A: Gracias a / Karin chan / Naomi / por sus reviews.

El amor es inocente como las rosas en mayo

Y sé que nada puede tirarlo por la borda

Pero a pesar de ello

Es igual de breve que una vela encendida en el viento

Es codicioso, es de un color puro

 Igual que el pecado

 

A Love Suicide Yutaka Minobe

 

.

—Monochrome

.

 

Era ella.

Y ella quería irse.

Su delgado cuerpo se retorcía bajo suyo; él no podía hacer nada más que retenerla por las muñecas y con sus propias piernas evitar que siguiera pataleando. La joven gruñía, intentando zafarse usando las pocas fuerzas que su frágil cuerpo aún mantenía. Mas era inútil. Estaba bajo el yugo de aquel desconocido.

Él no quería dañarla, todo lo contrario, pero temía que al soltarla ella se esfumase cual espejismo en el desierto. Tampoco deseaba que ella se fuera, anhelaba que se quedara junto a él al menos uno minuto más, una hora, un día o toda la eternidad. Tardo tanto tiempo en encontrarla, no iba a dejar que se alejara así como así; no sin antes luchar, sin agotar hasta el último aliento. Quizá ya no habría una segunda oportunidad para ambos.

Le pregunto su nombre y ella le escupió en respuesta. Cuestionó dónde vivía, qué grado cursaba, pensó incluso interrogarle acerca de las cosas que le agradaban, pero siempre respondía con lo mismo: ofensas, injurias, insultos, que a pesar de lo malsonantes, le sonaban a gloria saliendo de esa boca.

Su paciencia comenzó a agotarse al igual que su cuerpo. Hubo un momento de descuido en que aflojo ligeramente el agarre, instante que ella aprovechó para patearle aquel lugar tan vulnerable en la anatomía de cualquier hombre. Aprovechando la conmoción se lo quitó de encima y por fin pudo huir de aquel desquiciado con tintes de acosador.

A pesar del dolor insoportable, logró incorporarse lo suficiente como para verla marchar. Maldita sea. Mientras veía como su cabello negro ondeaba con el viento y su delicada silueta se iba alejando, supo que era un verdadero idiota por no haber sabido llevar la situación, por asustarla y por haberla dejado ir de su vida de esa forma tan patética.

Después de auto-compadecerse unos segundos, dio un respingo. No todo estaba perdido como creía. La ropa que ella vestía, el uniforme, el mismo uniforme que él también usaba era una contundente pista para encontrarla. Tal vez el destino no lo odiaba tanto como él pensó. Volver a verla era casi un hecho.

Su recién descubierta princesa no se volvería una fantasía más: se convertiría en su realidad.

 

 Capítulo I

En muy muy lejano

 

Había pasado una semana desde aquel encuentro, días que pasaron con una lentitud casi agonizante para Mikaela. De la casa a la escuela, de la escuela a la casa, siempre pasando por el mismo lugar con la esperanza de volver a toparse con aquellos ojos verdes como esmeraldas que le habían cautivado. Pero nada. Como si la tierra se lo hubiese tragado.

El uniforme delataba que estudiaban en la misma escuela; por su porte, rasgos y estatura, suponía debía ser de su mismo grado o cuando mucho uno menor; también debía tratarse de una persona de carácter fuerte, de esas que hablan a gritos y siempre llaman la atención. Indicios había muchos, no obstante la búsqueda no daba resultados.  

Se pasó todos esos días recorriendo pasillos, yendo al patio, ingresando a la cafetería y soportando convivir con sus semejantes con tal de verlo otra vez. Pensó que sería probable encontrarlo en el gimnasio o en las canchas al aire libre, sin embargo tampoco lo halló en esos lugares.  Y aunque no creyese que aquel chico fuese una persona muy dedicada a sus estudios, también visitó la biblioteca con tal de agotar posibilidades. Pero nada, no había nada de él, ni el menor rastro.

Como si se lo hubiese tragado la tierra.

Poco a poco caía en el abismo de la desesperación. ¿Cómo era posible no verlo? ¿Cómo era posible que aquel tipo tan llamativo no haya vuelto a resaltar ante sus ojos? ¿La vida realmente le odiaba tanto como para evitar que tuviera tan siquiera una ilusión? Peor aún, ¿por qué, entre tantos sentimientos que pudo experimentar, tenía que tratarse de un jodido flechazo por un chico? ¡Un chico! Tan concentrado había estado en encontrarlo que ni siquiera se había puesto a meditar que era un chico el que le quitaba el sueño ni en las consecuencias que eso conllevaba.

Mika no creía en el amor, menos en el enamoramiento a primera vista ni en ninguna otra cursilería parecida. El engaño de su madre hacia su padre y su posterior divorcio le había hecho poner los pies en la tierra a una edad temprana. Su madre se largó a quien sabe dónde y su padre bebió para olvidar cualquier mal recuerdo hasta que falleció. Tampoco le gustaba amargarse por lo sucedido, solo se consideraba más realista que el resto de las personas. Llegó a tener parejas, sí, había besado, acariciado, mordido, copulado con dos o tres chicas, no lo recordaba con exactitud; de esas veces en que su cuerpo sucumbió a sus revoltosas hormonas adolescentes. Pero nada parecido al amor. Y para cubrir cualquier necesidad romántica que pudiese tener, recurrió a utilizar su talento y crear algunas historias románticas muy aparte de todas aquellas tramas que también solía idear.

Tal vez se debía a que el chico tenía los ojos verdes y su cabello era oscuro, combinación que admitía le fascinaba; o simplemente porque su subconsciente le pedía a gritos obtener una verdadera inspiración y seguir escribiendo esos cuentos que tanto le gustaban a Akane para hacer sus días más llevaderos. O se trataba de un último vestigio de adolescencia. Quién sabe.

Fuera lo que fuera, se tratase de lo que se tratase, requería verlo. El asunto comenzaba a volverse alarmante en su vida. ¿Cuántas historias no había escrito ya pensando en él? Hojas y hojas llenas en su cuaderno evocando su encuentro con mejores desenlaces. Rayaba en la insano, lo sabía y eso le preocupaba. Se detestaría a sí mismo si aquello se le convertía en una obsesión y tuviera que depender de aquel muchacho.

No debía permitirlo, tenía que evitarlo pero también tenía que volver a verlo, ¡tenía que hacer algo!

—Bathory.

Ignorando cualquier llamado, Mikaela continuó perdido en sus cavilaciones. Con los dedos de la mano derecha golpeteaba la madera de su banco, esperando de esa manera canalizar un poco de la frustración que venía embargándole todos esos días.

Rememoraba aquel suceso, intentando recordar alguna otra característica de ese chico que pudiese considerar una pista. Nada. Tal vez faltaba algún lugar por revisar, ¡eso era! Debía enfocarse ahora en ello.

—Bathory.

O volver a inspeccionar la biblioteca, la cafetería, los clubes deportivos, los culturales, los…

—Mikaela Bathory.

La voz firme del profesor lo sacó de sus pensamientos. Escuchó risillas a su alrededor y algunos otros murmullos, cotilleando acerca del motivo de su distracción. Acciones que Mika ignoró olímpicamente. No iba a enfocarse en nimiedades como esas cuando tenía otro asunto más importante que tratar.

—Lo lamento, profesor —dio una pequeña reverencia para enfatizar más su disculpa. Tampoco era como si hiciera falta. A pesar de no haber puesto atención ese día, ante los ojos de ese y sus demás profesores, era un estudiante modelo.

El maestro en turno únicamente soltó un suspiro.

—Pasa a resolver la ecuación, Bathory.

Mikaela asintió y se dirigió al frente de la clase. Tomó uno de los gises que se encontraban en el escritorio y en un dos por tres resolvió aquella ecuación de tercer grado, tan rápido que ninguno de sus compañeros pudo ocultar su asombro. Cuando el profesor declaró que estaba en lo correcto, volvió a su lugar sin volver a pronunciar ni una sola palabra.  

Esa clase y otras más transcurrieron con perturbadora normalidad. Mika solo deseaba de forma férrea que la hora del almuerzo comenzara para poder volver a buscar a aquel chico. Odió el momento en que a la maestra de inglés se le ocurrió la genial idea de dictar la tarea en el último momento; la cual se veía obligado a escribir si es que quería mantener su registro de trabajos y tareas impecable como hasta ahora.

Cuando la dichosa profesora acabó, se dispuso a guardar sus cosas. Cuando solo le faltaba alzar su diccionario, un compañero de clase le llamó. La mirada de Lacus y su sonrisa ligeramente burlona no le importaron en lo más mínimo, y este tampoco pareció prestarle demasiada atención a la letal mirada que el otro le regalaba. Más que acostumbrado a los improperios de Mikaela, soltó en tono de voz relajado:

—Te busca una chica.

Mika contuvo un chasquido. Lo que le faltaba, una de las tantas chicas que llegaban entregándole una carta y confesando sus sentimientos. No era como si las infravalorara —él menos que nadie lo hacía—, y debía confesar que todas aquellas cartas también le servían como material para escribir ciertas escenas, pero justo ahora no tenía tiempo que perder. Esperaba que la chica de esta vez fuera fácil de tratar y no tan voluble como para que se pusiera a llorar en sus brazos luego del rechazo. Salió intentando ocultar sus pocas ganas y disfrazando su rostro con una amable sonrisa, una de las falsas, las normales, de esas de las que estaba más que acostumbrado a esbozar.

Y tal como Lacus había dicho, ahí en el pasillo recargada en el ventanal de enfrente se encontraba la fémina en cuestión. Un poco baja de estatura, buena figura, bonita cara y cabello rubio. Debía admitir que sus ojos eran lindos, lástima que no se trataban de los verdes que tanto llevaba añorando los últimos días.

—Mika… ¿puedo llamarte así, verdad? —Al contrario que muchas chicas que se le habían declarado, esta lucía bastante relajada, demasiado como para confesarle sus sentimientos —. Acompáñeme.

Ni siquiera le dio tiempo de poder preguntarle su nombre. La joven comenzó a caminar, suponía hacia el patio trasero. Le sorprendía que la declaración fuese a ser en un lugar con tantas personas. ¿Qué tramaba aquella chica? Ya no creía que fuese a declarársele; las probabilidades se redujeron todavía más cuando se detuvieron en uno de los pasillos más concurridos. Fue ahí donde Mikaela pudo por fin preguntar.

—¿Puedo saber tu nombre?

La chica se sonrojó solo un poco y desvió la mirada, frunciendo el seño levemente. Por primera vez en todo el rato asumía la actitud de chica avergonzada.

—Mitsuba. —respondió sin más. Se sorprendió por su actitud, de verdad que era una chica con demasiadas agallas —. Mika, ¿quieres salir conmigo? —cuestionó sin rodeos. La sorpresa fue demasiada y no pudo más que parpadear varias veces, confundido.

Ella soltó aquello demasiado fuerte, casi gritándolo; todos se voltearon para saber de qué se trataba. Al ver a Mikaela no se sorprendieron, las escenas así donde él se veía involucrado eran normales. Pero Mika alcanzó a escuchar que viniendo de Sangu —el cual supuso era el apellido de la chica— era impropio y más cuando se suponía ella tenía pareja.

—¿Disculpa? —Esa no era una declaración a la que estuviese acostumbrado. ¿Dónde estaban las mejillas sonrojadas y las cartas perfumadas en sobres rosas? Aunque esta era mucho mejor material para una historia, por mucho.

Pronto Mitsuba se cruzó de brazos y se golpeó la frente. Negó con la cabeza y miró de reojo a alguien. Se sonrojó por segunda vez debido a la vergüenza, y no precisamente por habérsele declarado a Mikaela Bathory.

—Olvídalo, Mika. No debí haber hecho esto… solo olvídalo.

—Escucha, pareces ser una buena persona. —Ese era el discurso de siempre para rechazar a una chica, lo tenía más que ensayado —. También eres muy bonita y a cualquiera…

—¡Cállate! —interrumpió de forma abrupta —. ¡Yo jamás me fijaría en un estúpido playboy como tú!

Sin más salió corriendo del lugar, tropezando con varias personas en el proceso. Por su parte, Mika seguía preguntándose qué se suponía había sido todo aquello. Al menos, todo aquel asunto logró que olvidara al chico de ojos verdes por al menos cinco minutos. Lástima que cuando su imagen volvió a ocupar su mente, se aferró todavía más a ella.

 

—¿Entonces realmente te atreviste?

Mitsuba se lavó la cara rápidamente, levantando el rostro en acto seguido. En el amplio espejo vio reflejado el sonriente rostro de la que se suponía su mejor amiga, aunque en lugar ofrecerle su apoyo incondicional, parecía más bien que Shinoa había llegado con el único propósito de burlarse de ella. Menudas amistades tenía.

—No sabes cómo me arrepiento de haberte hecho caso con tu estúpido plan —jaló sus coletas debido a la frustración, acción que Hiiragi catalogó como cómica —. Ahora todos creen que me gusta Mikaela.

Shinoa se encogió de hombros.

—Yo preferiría que la gente pensara que me gusta alguien como Mikaela Bathory: alto, guapo, deportista y estudioso —entrelazó sus manos y sonrió de forma tonta, para agregarle un plus a su actuación suspiro cual colegiala enamorada. Aunque después de esa acción, la sonrisa burlona regresó a su rostro —. A que supieran que únicamente quise darle celos al idiota de mi ex-novio que me terminó sin razón alguna.

—Deja eso, ¿sí?

—«Oh, pero si yo te amaba tanto, te había dado todo. ¿Acaso todos estos meses y las noches de sexo en tu casa mientras Guren no estaba no significaron nada para ti?» —recitó en una pésima imitación de la voz de Sangu. La otra estaba por golpearla cuando Shinoa la sostuvo por los hombros —. Sé que es duro, Mi-chan, pero debes afrontarlo.

—Fue una idea estúpida. Yuu no es tan idiota como para creer que lo he olvidado y busco salir con alguien más.

—Ese es el problema: Yuu da por hecho que te tiene segura y por eso hace lo que hace contigo. —Declarado eso, guió a Mitsuba hacia el espejo para que ella pudiese observar su reflejo —. Y eres atractiva, ¡cualquiera querría salir contigo! —jugó con uno de los mechones de cabello rubio, sonriendo de forma simplona. Sangu suponía esa ya era su expresión normal —. Y apuesto a que Yoichi o Kimizuki le contarán. Si él aún siente algo por ti, no tardará en confrontarte.

—Sigue pareciéndome estúpido.

—Será estúpido pero es tu única alternativa. Tu última oportunidad de recuperar a Yuu.

Mitsuba solo se zafó del agarre de la menor de los Hiiragi y salió del baño. Como odiaba cuando Shinoa tenía razón, o al menos aparentaba muy bien el tenerla.

 

Con el pasar de los días todos olvidaron el incidente a mitad de pasillo entre Mikaela Bathory y Mitsuba Sangu. Quizá acostumbrados a que sucesos como ese eran normales en la vida de Mika o por respeto a la supuesta pareja de Mitsuba; o quizá se debía a que había un mejor cotilleo del cual ocuparse.  Fuera cual fuera la razón, Mika lo agradecía.

Como todos los jueves había clase de deportes; esta vez al grupo de Mika le tocó enfrentarse en un partido amistoso de voleibol con un grupo de grado menor. Muy ajeno a la euforia de sus otros compañeros por ganar dicho enfrentamiento, Mikaela  se encontraba sentado en una de las gradas superiores que había en el gimnasio. Vio como los chicos se agrupaban y como los otros más jóvenes se acercaban. Por no perder la costumbre, examinó a los jovencitos de ese grupo. Uno llamó su atención, sus grandes ojos verdes resplandecían con un brillo casi infantil que hacia no pudiese quitarle la vista de encima; mas la tez pálida y el cabello castaño le desanimaron. No era él, ni se le parecía un poco.  

Dejó su libreta de lado con un borrador a medio hacer y se encaminó hacia el juego. Sus compañeros se alegraron, confiados más que nunca a que con la ayuda de Mikaela ganarían. Una vez cada uno se encontraba en su posición, con un silbatazo, el partido dio comienzo.

Transcurrido el tiempo, Mika comenzó a aburrirse. El otro equipo no daba pelea; fuera del muchacho teñido que usaba gafas, no había un verdadero rival al que temer. Junto a sus otros compañeros, estaban por tomar el segundo set sin que ninguno se hubiese esforzado demasiado, inclusive casi sin sudar. Mika consideró ese partido como tiempo perdido, minutos que pudo haber empleado en buscar a su «inspiración». 

—Maldición —escuchó decir al chico de tan llamativo cabello —. ¿Dónde está el malnacido de Yuu cuando de verdad se le necesita?

—¡Vamos, Kimizuki-kun! —El grito del chico castaño de ojos verdes casi logra desconcentrarlo —. ¡Tú puedes! —Aun así no dejó que aquello lo distrajera.

Mikaela ignoró cualquier otro sonido y apuntó otro punto a favor de su equipo. El silbatazo del profesor de física dio por finalizado el partido. La victoria de los alumnos de tercero contra los de segundo fue irrefutable.

Una vez acabada la práctica, vio como el tal Kimizuki se alejaba a sentarse en la grada inferior del gimnasio. Supuso que se había tomado el juego con mucha más seriedad de la que debería. El de cabello castaño se le acercó, también la molesta de Shinoa Hiiragi y Mitsuba quien ahora lo ignoraba vilmente, como si ni nunca se le hubiera declarado.

Ignorando el alboroto que comenzaron aquellos cuatro, Mikaela volvió a su antiguo lugar. Tomó su libreta y el lápiz y comenzó a escribir de nueva cuenta. Sin embargo cada línea que escribía terminaba borrándola o tachándola por lo mala que era. Precisamente ese día nada de lo que llevaba escrito terminaba de convencerle. Todo a causa de aquel otro chico que seguía sin dignarse a aparecer. Aunque quería encontrarlo más que nada, no pudo evitar maldecirlo por lo bajo en ese instante.

Transcurrieron algunos minutos en los que solo alcanzaba a escuchar los murmullos de todos los demás estudiantes. No fue sino hasta que el sonido de la puerta del gimnasio abrirse se hizo paso por sobre cualquier otro ruido que pudiese haber. Como acto reflejo, Mika alzó el rostro para mirar en aquella dirección. No obstante, en cuento posó su vista en aquel punto no pudo más que abrir los ojos lo más que su anatomía se lo permitió. Soltó el lápiz que sostenía a causa de la sorpresa.

—Yuu, idiota, ¿por qué no llegas antes?

Era él. El mismo cabello oscuro como la noche, la misma tez bronceada de seguro suave al tacto, los mismos ojos verdes grandes como esmeraldas que parecía que desafiaban a cualquiera que le mirara a los ojos. Era él. Él. ¡Él!

Observó como Kimizuki se le acercaba y como aquel muchacho también lo hacía. En ese instante, Mikaela experimentó una sensación parecida a los celos. Quería pararse y alejar al tal Kimizuki por lo menos diez metros de ese chico; lo hubiese hecho de no haberse quedado paralizado por toda aquella situación.

El chico de cabello negro se cruzó de brazos al igual que Kimizuki. De inmediato el castaño se colocó entre ellos para evitar algún enfrentamiento, al menos eso supuso Mikaela. Mas cualquier intento por calmarlos fue un fracaso total.

—¡Por qué me acaban de levantar el castigo, imbécil! —bramó la inspiración agravando un poco más su tono de voz, ese mismo que los oídos de Mikaela identificaron al instante.

—Pues deja de meterte en problemas y asunto resuelto. Para esta clase es para lo único que eres bueno, ¡y todavía tienes el descaro de faltar!

—¡Entonces también deja de provocarme o si no a ti también te irá mal, idiota!

—¿¡A quién llamas idiota, idiota!?

—¡A ti, idiota!

Si no continuara todavía tan sorprendido, Mika hubiera considerado esa discusión hasta cómica.

Pronto Hiiragi irrumpió la escena, nublando la vista que Mikaela tenía del chico e interponiéndose entre aquellos dos que al parecer eran amigos. El chico de cabello castaño se colocó a su lado para secundarla en cualquier acción mientras Mitsuba únicamente se mantuvo al margen.  

—Kimizuki, deja de hacer eso —se dirigió al muchacho de gafas el cual se limitó a resoplar. El chico castaño se acercó a él y lo alejó de los otros dos. En ese momento Shinoa se dirigió al moreno —. Y tú, Yuu, debes dejar de hacer cosas como esa o te suspenderán de nuevo.

Yuu. Yuu. Yuu. Yuu. Yuu.

Ese era su nombre y le quedaba a la perfección a ese chico. Un nombre corto, sonoro y muy fácil de recordar. Una sola silaba era capaz de monopolizar todo lo que aquellos ojos verdes, esa piel y ese cabello le significaban. Para Mika nunca más habría nombre más bonito que ese.

—Yuu-chan —tenía que pronunciarlo, saber qué se sentía decirlo, que su lengua pudiera saborearlo.

Sin poder contener más sus ansias, no tuvo más remedio que acercarse a él. A cada paso que daba su corazón se aceleraba mucho más de lo que lo había hecho durante ese partido amistoso; las manos le sudaban y sintió la boca seca, como si no hubiera tomado agua en días Y conforme la imagen de Yuu iba haciéndose más nítida a cada paso, el oxígeno parecía escaparse de su cuerpo.

Se mantuvo a una buena distancia de donde Yuu, una donde no fuera a perturbarlo pero tampoco dejar de detallarlo. El chico siguió intercambiando de mala gana algunas palabras con Shinoa hasta que la pesada mirada de Mikaela le hizo enfocar la mirada a donde este.

El ceño de Yuu se frunció al instante. Al parecer también lo recordaba.

—¿Tú… ? —comenzó con tono amenazante.

—Yuu-chan —le llamó sin meditarlo, como pocas veces no pensó previamente en su acción. Yuu sí que le había hecho algo.

No obstante, aquello pareció enfadar al chico.

—¿Por  qué me llamas así? ¿¡Y cómo mierda sabes mi nombre!?

De inmediato, Yuu volvió a adquirir el mismo porte que le vio al momento de enfrentarse con aquellos vándalos. Mika permaneció imperturbable. Tampoco era como si fuera a perder por completo los estribos en un momento tan importante como ese, menos estando en la escuela. Estaba preparado para detener y atajar cualquier golpe que Yuu pudiera propinarle, no importaba tener que montarse sobre él como aquella vez.

Mas no fue necesaria cualquier actividad. Shinoa se colocó frente a Yuu; puso una mano sobre su pecho y lo alejó un par de pasos de Mika. A pesar de que había intervenido de forma adecuada, Mika no pudo evitar molestarse con el hecho de que la odiosa de Hiiragi se metiera en la situación.

—Yuu, no seas tonto. Apenas regresaste al colegio.

Mika se preguntó si lo habían suspendido debido a la golpiza que les propinó a los tipos de ese día; las probabilidades de que esa fuera la razón eran altas. Decidió ignorar ese pensamiento y concentrarse en hablar con Yuu sobre… ¿sobre qué?

Tanto se había concentrado en encontrarlo que había pasado el detalle de qué haría una vez lo tuviera enfrente. Decirle que le había provocado un flechazo o alguna cursilería sobre el amor a primera vista quedaba descartada; aquello no haría más que desatar la furia de Yuu, y si de por sí provocar al chico era bastante fácil, no quería enojarlo de verdad.

Una charla casual, una disculpa por haber forcejeado con él hace dos semanas y quizá luego intentar ser su amigo. Sí, ese era un plan perfecto. Y la única opción que tenía.

Estaba por abrir la boca, sin embargo justo en ese instante la puerta del gimnasio volvió a abrirse. Sayuri, la psicóloga, asomó la cabeza y su dulce mirada se enfocó en Yuu.

—¡Yuuichirou Ichinose! — Se adentró al gimnasio con pasos suaves y se colocó a la par del chico —. Te hemos estado buscando. El director todavía tiene que hablar contigo y…

Ahora ella se vio interrumpida por el mismo sonido de la puerta abrirse, esta vez de forma abrupta. Un hombre joven y con el cabello tan oscuro como el de Yuu se hizo presente, perturbando todavía más el momento que Mika tanto había ansiado.

—Mierda, Yuu, que todavía no acabamos con este jodido asunto. —Ignorando por completo que Mika estaba ahí, aquel solo lo hizo a un lado para plantarse frente al aludido. A pesar de mantener el ceño fruncido, la expresión de Yuu se aligeró levemente además de que una ligera sonrisa burlona surcó su rostro —. Todavía que tengo que venir a dar la cara por tus problemas, te desapareces sin más.

—Quería venir a saludar —se justificó encogiéndose de hombros —. Y si puedo fastidiarte con eso, mucho mejor.

El otro se sostuvo el puente de la nariz con los dedos índice y pulgar, murmuró un par de maldiciones y tomó a Yuu brazo para después jalarlo hacia él.

—Haces todo lo que quieras después de hablar con el director, mocoso. Perdí una reunión muy importante por venir.

—Joder, Guren, suéltame. Además tú ni siquiera querías reunirte con Kureto. ¡Te hice un favor!

—Lo que digas, niño.

—¡Tengo dieciséis! —bramó —. ¡Y pronto cumpliré los...!

—Como sea.

Se hablaban con demasiada familiaridad, más de la que a Mika le gustaría. Si se sintió amenazado con la cercanía entre Kimizuki y Yuu, la que este hombre mantenía con el de ojos verdes le irritaba mucho más.

Dejaron de forcejear luego de unos minutos. También se sorprendió de que Yuu cediera ante Guren —o cómo fuera que se llamase— de forma tan fácil y rápida. Todo se volvía cada vez más inadmisible.

—Vamos, vamos, tampoco es bueno que peleen entre ustedes. —La dulce voz de Sayuri volvió a escucharse. Guren y Yuu parecieron calmarse a pesar de que continuaran mirándose tan fijo —. Vamos a hablar con el director, Yuuichirou. Y tú también, Guren.

Al menos algo bueno salió del asunto. Su nombre real no era Yuu sino Yuuichirou. También era precioso, pero por alguna razón sentía que con solamente llamarle «Yuu» era suficiente.

Los aludidos hicieron caso al llamado la mujer. Primero salió Sayuri y después Guren. Yuu se despidió de sus amigos con unas cuantas palabras y algunos gestos, mas cuando estaba por salir del gimnasio, su mirada volvió a toparse con la de Mikaela. La sonrisa se borró de su rostro y el ceño volvió a fruncírsele, no obstante, cuando apenas estaba por decirle algo, Guren volvió a hacerse presente.

—Andando, Yuu.

Volvió a jalarle del brazo para sacarlo del gimnasio de una vez por todas. Al perderlo por completo de vista, a pesar de las miradas de desconcierto que recibió, Mikaela salió al pasillo; tenía que seguir observándolo, no quería perderlo otra vez, no tan pronto. Al estar fuera, alcanzó a ver como las tres personas iban alejándose. Se vio tentado a seguirlos pero su sentido común lo detuvo.   

Sonrió un poco al entenderlo. Ya no iba a perder al chico de nueva cuenta. Ahora su inspiración tenía un nombre y un apellido, también sabía qué grado cursaba, las amistades que tenía e incluso el apodo cariñoso por el cual le llamaban. Teniendo eso no había necesidad de querer forzar las cosas. Él no se iría. Ya no. Porque Yuu-chan era él y sería para Mika.

Notas finales:

¡Hola!

Lamento la tardanza, de verdad, no tengo perdón de Cristo(?). Pero el semestre en la universidad ha estado bastante complicado y para ser honesta perdí un poco de inspiración respecto a esta historia. Pero no se preocupen, no tengo en mente abandonarla, al contrario; estoy más entusiasmada con respecto a la trama.

No prometo actualizaciones continuas (por la universidad y otros fics que tengo), mas prometo que ya no dejaré pasar tanto tiempo entre actualización y actualización. Todo el asunto de la segunda temporada y los sucesos en el manga me han hecho enamorarme todavía más del MikaYuu.

Sin más que agregar, me despido. Muchas gracias por leer :3

Ellie…                                                      


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).