-Despierta, ya es hora –dijo una voz a mi lado, mientras me zarandeaba–. Vamos, Castiel, ya es hora… llegaremos tarde por tu culpa.
Solté un gruñido. Odiaba madrugar, no entendía la manía de la gente por levantarse a las cinco de la mañana.
-¡DESPIERTA! –gritó la persona y sentí algo jalándome de las piernas seguido de un dolor en el trasero. Enojado, me incorporé como pude y mire al hombre que me miraba con una sonrisa pícara–. Ya era hora, apenas tenemos tiempo, arréglate, podrás dormir lo que quieras en la van.
Gabriel, mi mejor amigo, no me dio tiempo de replicar, me arrojó una muda de ropa y salió con prisa. Refunfuñe y me dirigí al baño para darme una ducha rápida, el agua fría funcionó, me hizo reaccionar lo suficiente para recordar porque estaba fuera de la cama a estas horas.
-¿Ya estás listo? –preguntó Gabriel mientras entraba al baño para lavarse los dientes. Asomé la cabeza por un lado de la cortina para mirar al enano –él era bastante bajito a pesar de ser un par de años más grande que yo–, quien estaba completamente vestido, llevaba una camisa roja y un pantalón negro, lo cual favorecía su apariencia, pues contrastaba con su cabello castaño claro y sus ojos miel.
-Ya casi -le respondí–, ¿me pasas esa toalla?
-Toma. No te tardes. Recuerda que hoy es el gran día –dijo antes de salir por la puerta y empezar a gritarle a Baltazar, nuestro otro amigo y compañero de casa.
Me sequé y me vestí lo más rápido que pude para bajar a desayunar, sin embargo, los planes eran otros. Al llegar a la cocina Baltazar me puso la chaqueta por los hombros, tomó un vaso de yogurt y me lo puso en la mano antes de jalarme hacia el exterior, donde estaba estacionada una vagoneta negra.
-Anda, ya es tarde, ¡súbete! –apremió mientras me obligaba a trepar.
-No he desayunado –me quejé, mientras era desplazado hacia el otro extremo de la van para que los demás subieran.
-Eso es exclusivamente tu culpa, por no levantarte temprano –dijo Gabe mientras se acomodaba.
Iba a contestarle cuando Alfi abrió la puerta del conductor y encendió el auto mientras hablaba apresuradamente.
-Esto es malo, Uriel acaba de marcar, está molesto –explicó mientras arrancaba–, dijo que los patrocinadores adelantaron la hora de la conferencia, así que tenemos sólo media hora para llegar al stage. Así que iremos rápido por Miguel y Adam.
-¿Pero qué se cree esa gente?–refunfuñó Gabe–, ¿por qué avisan hasta el último momento?
-No tengo idea, ya nos tocará a nosotros, por ahora, más vale que aceleres Alfi –concluyó Baltazar.
Solté un suspiro mientras comía el yogurt, al parecer no podría comer nada más, una vez iniciado el tour. Cuando los chicos decidieron formar una banda estaba seguro de su éxito y compartía todo su entusiasmo, pero entonces el vocalista de la banda, Adam, el hermano menor de nuestro guitarrista principal, sufrió un accidente automovilístico del cual no salió bien, pues perdió la voz. Tras esa desventura, Gabe tuvo la idea de proponerme como nuevo cantante, aprovechando mi pasión por la música, así como los estudios de composición, vocalización y apreciación musical que cursaba en el conservatorio Juilliard, en New York. Aunque al principio algunos de ellos tuvieron dudas -evidentemente mis estudios no incluían el rock-, después de oírme cantar por insistencia de mi mejor amigo, todos los chicos depositaron su confianza en mí. Si bien, al principio no estuve de acuerdo, les prometí ser su apoyo hasta que encontraran a alguien mejor y con más experiencia; un mes después de integrare a la banda, se presentó la oportunidad de tocar en un club, donde un busca-talentos se interesó en nosotros y eso fue todo. En menos de un mes teníamos un contrato con una disquera, donde producimos nuestros primeros EP y yo me vi atado al grupo; según Balt, gracias a mi habían obtenido ese chance, él junto a los demás me hicieron ver lo injusto que sería abandonarlos en ese momento. Ahora, tres años después, logramos ser admitidos para participar en el Warperd Tour, que este año se año se realizaba en Brooklyn.
-Lo que no entiendo es por qué no podemos ir directamente al lugar donde se llevará a cabo –se quejó Gabe, quien buscaba algo en su mochila.
-Porque primero debemos dar una entrevista junto a otras bandas que también van a participar en el tour –volvió a repetir Balt con cansancio, en los últimos días había repetido el mismo discurso más de veinte veces seguidas–, deja de quejarte, tenemos suerte de vivir en un distrito cercano, una vez terminada la entrevista iremos con todos los demás a Broo...
-¡Aquí está!–gritó Gabe, mostrando una chocolatina en sus manos, ignorando por completo a Balt, quien se dio de topes en el asiento delantero. Antes de dirigirse a mí.
-Dime, Castiel, ¿por qué me pasa esto a mí?
Sólo atiné a reírme de las tonterías de Gabe, quien era un adicto a los dulces, estaba totalmente seguro de una cosa, si alguno estaba de nosotros estaba en peligro de muerte y para salvarnos él debía renunciar a un caramelo, nos podríamos dar por muertos.
Quince minutos más tarde estábamos frente a casa de Miguel, éste y Adam ya estaban afuera.
-Chicos, es bueno verlos –saludó Alfi, una vez que éstos subieron a la van tras acomodar sus cosas en la parte de atrás–, probablemente sea la última vez que estemos todos juntos.
-¿Quién le golpeó la cabeza? –preguntó Adam con voz ronca. No pude evitar sentir pena por él. Si yo perdiera la voz, me moriría, no sería lo suficientemente fuerte para buscar otro medio para relacionarme con la música, tal como había hecho él, quien aprendió a tocar la guitarra al igual que su hermano y se convirtió en nuestro segundo guitarrista.
-Nadie, sólo recibió una amenaza directa de nuestro brillante y gentil manager –contestó Balt.
-¿Uriel?
-Sí. Llamó para meternos prisa, cambiaron la hora de la conferencia y estamos cortos de tiempo. El futuro de nuestra carrera musical está en la audacia de Alfi al volante.
-Eso no suena nada bien –terció Miguel–. ¿Qué esperas? ¡Pisa el pedal!
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-¡Ahí están! ¡Rápido!, ¡muévanse! –apremió Uriel en cuanto nos vio llegar.
Nada más poner un pie dentro del área destinada al vestidor varias personas se nos acercaron y empezaron a arreglarnos. Una chica rubia casi me arrancó la playera antes de obligarme a usar una camisa azul, sin decirme una palabra me arrojó unos pantalones para que me los pusiera y se fue a desnudar a Gabe, quien no perdió tiempo para coquetear con ella. Tras abrocharme los pantalones, fui jalado por un hombre hacia una silla, donde peinó mi cabello hacia arriba, tratando de darle un aire casual y rebelde.
-Eres un chico demasiado guapo –dijo al finalizar, mientras ponía un espejo delante de mí para que me viera–, si tuviera tiempo te secuestraría, pero necesito arreglar a los otros chicos, ¡así que largo!
Al decir esas últimas palabras su sonrisa desapareció y el tono de su voz se volvió agresivo, sin dudarlo me retiré de ahí y fui a buscar a Uriel. Éste al verme sonrió.
-Mírate, pareces toda una estrella de rock. ¿Estás listo?
-Eso creo –no era la primera vez en salir al escenario ni dar entrevistas, pero me sentía nervioso.
-Tú tranquilo. Lo harás muy bien, sólo deja que los demás noten tu entusiasmo -me dio una palmada en el hombro antes de continuar–. Ahora ponte esto y espera a los demás -extendió hacia mí el pase para avalar mi estadía ahí y se marchó.
Varios minutos después, durante los cuales me dedique a conocer el lugar, llegó Gabe de mal humor.
-Esto apesta –dijo señalándose a sí mismo–, esa mujer no tiene idea de la moda. Me ha dejado como un retrato viejo.
A diferencia de mí, a él sólo le cambiaron el estilo de la camisa, pero el color era el mismo.
-Yo digo que te ves bien –dije para calmarlo–, no es tu culpa que ella no estuviera de humor para reírse de tus chistes –dije con una sonrisa traviesa.
-Cómo eres malo.... apoyas a una mujer que no tiene sentido del humor –dijo con un puchero en los labios. En ese momento llegaron los demás, todos habían sido arreglados con esmero menos mi bromista amigo, quien al notarlo hizo un berrinche, ocasionando que las burlas hacia él comenzarán.
-Ya es hora –dijo Uriel acercándose a nosotros–, serán los primeros en hablar.
Tras intercambiar nuestro grito de combate, lo seguimos. Salimos al stage, el cual se encontraba más lleno de lo esperado, y nos acomodamos en la mesa. Una vez comenzada la entrevista me relajé lo suficiente y actué con naturalidad; sin embargo, casi al finalizar, uno de los reporteros me hizo una pregunta que me descolocó por completo.
-Jimmy, tú eres responsable de varias letras, dinos, ¿cuál es tu musa inspiradora?
Me quedé callado sin saber cómo contestar, y de nuevo, un extraño presentimiento se anidó en mi pecho y no me abandonó.