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Hablamos de segundas oportunidades por Vanille

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Notas del capitulo:

Weño aqui como cada viernes les traigo la continuacion de este fanfcis. Escrito con musho amorsh para ustedes.

 

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Se que Miguel les parecera cargante y repetitivo en algunos momentos....pero yo se que lo amaran al final!!.

 

Besos!! y disfruten.

Vanille.

 

Capítulo 2 Descender.

 

-Rumiel- pronuncio- que nombre más extraño- agrego después.

Y Rumiel sonrió.

Sahara noto de inmediato que no estaba sola. Por un momento el pánico le invadió ¿Un ladrón?, no, no era eso, ella lo sabía pues luego de unos segundo se sintió fuera de peligro.

Se giró despacio sobre su cama viendo al fin al intruso de su habitación. Se encontraba parado con una mano en su pecho y la otra en su espalda. Sus ojos eran azules, su piel como bronceada y su cabello muy rubio.

-Rumiel, guardián del séptimo infierno, para servirle- Sahara no estaba asustada, había visto un ángel llevarse a su hermano un dominio no le cohibía-he esperado mucho. Pero no es momento de hablar de eso. Antes de que la noche se transforme en día, debes descender conmigo.

-...¿Por qué?-Sahara titubeo al preguntar, pues sabía la respuesta. "para ser un demonio"

-te gusto mi regalo por lo que veo- pronuncio él apuntando el medallón que colgaba de su cuello- estaba oculto, pensé que debía volver con su dueño.

-no has respondido mi pregunta- Había dos cosas que Sahara no tenia, y una de esas era paciencia.

-Sí, está bien - Rumiel se acomodó el rubio cabello tras la oreja- porque eres el juez del séptimo infierno, es hora de que tomes tu lugar.

 

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La pluma se movía casi por sí sola, Miguel escribía por inercia, él era el encargado de escribir el destino de los que estaban a punto de morir. Unos metros más allá se encontraba Abel, ahora Rachel, contemplando como el arcángel suspiraba con cada palabra escrita.

- Tan malvado fui que me quieres matar de aburrimiento-  comento riendo y es que llevaba horas sin hacer absolutamente nada más que mirar.

El arcángel ni se inmuto, siguió con lo suyo sin prestarle atención, no aria ningún movimiento si su señor no se lo pedía. Rachel sin nada que hacer recorrio con su mirada al arcangel. Miguel no era muy alto, sus ojos eran entre verdes y azules; su piel era como porcelans, sus pestañas eran largas, su cabello igual lo era, de un negro brillante, le llegaba mas abajo de los hombros.

 Noto  que apesar de ahora ser angel aun sentia las necesidades mundanas. Como dormir.

Los ángeles nunca dormían, siempre estaban al pendiente del cielo, pero eso no dignificaba que no pudieran hacerlo. Rachel sabía que Miguel no acabaría pronto por lo que se recostó en el largo sillón de plumas para tomar una siesta. Tras beber de la copa su apariencia era otra, seguía teniendo facciones de adolecente pero su cuerpo ya era de adulto. Tanto ángeles como demonios nacían con apariencia única.

Se despertó con el suave toque de una mano en su hombro. Frente a él, arrodillado estaba Miguel murmurándole algo que comprendió unos segundos después. "Sahara ya no existía"

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Sahara beso la frente de sus padres los cuales dormían con expresión apacible y preocupación en sus rostros.

-no soy quien para conceder perdón...pero yo los perdono. A ambos. - sin más salió en dirección a donde Rumiel le esperaba.

Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando el demonio saco una caja hecha de plata donde reposaba un cáliz dentro, la saco y le extendió la copa de plata que tenía incrustaciones de rubí. Sahara la tomo en sus manos, un poco insegura de lo que iba hacer.

- Este cáliz se llenara de tu rencor, de tu impureza y de la maldad que reside en tu alma.-

La copa se llenó de una sustancia liquida y rojiza como la sangre la cual Sahara derramo en su cabeza, dejándose manchar de pecados.

Sahara abrió los ojos ya no estaba en su patio, si no que en un lugar nada bonito. El suelo estaba cubierto de pezados de vidrio que simbolizaban los sueños rotos. Pues el septimo infierno era el de la desesperanza. Ella habia muerto. Muerto para nacer como lo que era. Un demonio.

-Bienvenido a tu ahora nuevo hogar, Juez del séptimo infierno, Saga.- Sahara se miró en uno de los fragmentos de espejo rotos que estaban en el suelo. Y lo noto. Ya no era Sahara, no era mujer, era hombre. Era Saga, un demonio.

Llevo sus dedos a su cara sin dejar de mirarse al espejo. Recorrió con ellos sus nuevas facciones, admiro sus ojos rojos y sus pálidos labios. Tiro el espejo con fuerza hacia otro lado. Ahora lo sabía todo. Al momento de despertar toda la verdad le fue rebelada y ahora la ira le recorría.

Rumiel estaba maravillado. Nunca había visto tanta maldad en un ser, ese era su nuevo señor, la parte más oscura de Dantalión.

Lo primero que hizo al entrar en su castillo fue poner todo en orden, reasignar a sus soldados, darle a cada demonio de su infierno una tarea que hacer para que luego lo dejaran en paz.

Aun no se podía acostumbrar a su cuerpo, aun no podía reconocerse en el espejo, se preguntaba a si misma...a si mismo si a su hermano...bueno si a su otra mitad le pasaba lo mismo.  ¿Acaso Abel se habría sentido fuera de lugar como él se sentía ahora?...La respuesta era sencilla "No", Abel se había preparado para ser un ángel, en cambio ella...él nunca lo supo hasta esa noche.

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-Rumiel- grito tan fuerte que los cuervos posados en su ventana volaron deprisa espantados. El guardián ingreso con los cabellos rubios pegados en su frente. Estaba entrenando cuando escucho el llamado de su señor.- ¿Por qué este infierno es tan frío?

-Usted sabe la respuesta señor- Saga le fulmino con la mirada, llevaba cerca de una semana en ese lugar congelándose hasta los huesos.

-No, no lo sé, dímelo- Claro que sabía el porqué del frio pues el infierno en el que estaba era suyo. Rumiel le miro con esos ojos que solo significaban que lo estaba sacando de sus casillas.  Era bien sabido que el regente del séptimo infierno era algo… irritable.

-Es frio…porque tu no estas feliz-

El séptimo infierno se caracterizaba por estar conectado a las emociones de su dueño. Si Saga no estaba feliz el infierno tampoco. Y es que Todos le caían mal, incuso él se tenia rabia a sí mismo, deseaba nunca  haber deseado conocer el nombre de Dantalión.

 

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El "puente" era el lugar donde ángeles y demonios conversaban el futuro de sus reinos. Había pasado menos de un año desde que Sahara se convirtió en Saga para regir el infierno. Ese día los arcángeles le presentaron a su nuevo miembro. Al dar Rachel un paso al frente su mirada se tomó con su hermana...bueno hermano... Jamás pensó en volver a verle, no porque no quisiera. Si no porque no quería que se cumplieran las últimas palabras de Dantalión. Saga fue presentado de la misma manera. Sus rojos ojos se toparon con Abel y luego con Miguel. Este último prefirió apartar la mirada.

El resto de la reunión Rachel evito a Saga y pues a él le dio lo mismo. A quien no le daba lo mismo era a Miguel. Aun se cuestionaba  el haber dividido al demonio en dos. Tenía miedo de que la pura maldad de Dantalión se revelara de nuevo, provocando la segunda guerra entre ellos. Negó con la cabeza, gesto que Rachel no paso por desapercibido, los ángeles no tenían pensamientos negativos. A veces el dudaba ser un ángel, pues lo único que pensaba desde hace diecinueve años era cosas malas.

 

 

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-¿Que pasa por tu linda cabeza, mi querido Miguel?- el arcángel detuvo sus pasos a la biblioteca. Giro sobre sus talones. La voz de Rachel era ahora más grave que hace un año y eso lo estremecía.

-no puedo comprender a que te refieres- su serena expresión de siempre ahora estaba adornada con una pequeña arruga entre sus ojos.

-hoy parecías desconectado, estoy seguro de que ni siquiera escuchaste los tratados establecidos hoy en el puente-

-Si las escuche- reprocho el mayor.

-¿Entonces por qué no me las comentas?-

-Solo estoy cansado- le restó importancia volviendo a su camino.

-Pues deberías descansar. Si gustas hacerlo, puedes venir a mis aposentos.-Ofreció con cortesía.

-Tengo mi propia cama ¿Por qué querría la tuya?.-al momento de encarar al insolente joven noto que este ya no estaba. Trato de borrar la pequeña sonrisa de sus labios, es que ese mocoso siempre le hacía poner cara de idiota.

Se arrodillo frente al árbol en donde dios se comunicaba con sus ángeles.

- Mi señor, ya no puedo...es mucho castigo. Sé que...sé que peque antes y eso no estuvo bien. Por favor ayúdame- las lágrimas de Miguel se fundieron en la tierra, pero por mucho que espero no obtuvo respuesta.- señor líbrame de la tentación- pidió de nueva cuenta. Se levantó dispuesto a irse cuando escucho la voz de Dios.

Sonrió un poco, afirmando con su cabeza.  Su señor era piadoso, el perdonaba a los pecadores. Él fue un pecador que quería ser perdonado, pero no por haber traicionado al cielo si no por haber dañado a Dantalión.

-pensé que no vendrías-   comento el joven refregándose los ojos,  casi se dormía de tanto esperar.

-no lo iba a ser- comento el arcángel retirando sus ropas quedando solo con una ligera camisa- pero imagine que me esperarías. Me sentí comprometido contigo. Por eso vine.

-recuéstate aquí conmigo-

Miguel se encontraba dándole la espalda a Rachel fingiendo que dormía. Rachel estaba pensativo. Llevo una de sus manos al negro cabello de Miguel, enredando sus dedos en él. Miguel estaba tenso, ese toque le gustaba, pero...debía fingir que no le gustaba. Luego sintió un cuerpo pegándose al suyo. Se vio rodeado por uno de los brazos del más alto. Rachel le abrazaba y él se dejaba.

-que duermas bien mi querido Miguel- beso su cabello y cerro sus ojos.

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-¡¡Me voy!! Rumiel ya suéltame- se encontraba sometido por el guardia de dorados cabellos.

-No puedes irte, te fuiste por dieciocho años.

- y en ese tiempo nada se salió de control- forcejeaba pero no podía zafarse.

- Señor Saga piénselo por favor. No puede volver al mundo de los humanos no pertenece ahí- el menor dejo se retorcerse pero comenzó a llorar. Alarmado, Rumiel trato de hacer que parara - Mi señor Saga... No puede irse para siempre, pero puede ir unos días.

- explícate ahora- la voz del demonio sonó quebradiza  debido al reciente lloriqueo.

-puedo pedirle un brazalete que lo ara cruzar al otro lado por tiempo limitado-

-¿A quién se lo pedirás?- cuestiono el chico sentándose en el suelo con ayuda de Rumiel.

-Pues a Luzbel-

A Saga no le gustaba el máximo regente del infiero principal. El rey de todo, Luzbel, no era más que un pedófilo desde el punto de vista de Saga. Un pedófilo horrible, cruel y despiadado. A veces Saga se preguntaba si siempre había sido así de malo. A Luzbel le gustaba ser llamado Luzbel, pues con ese nombre fue desterrado al infierno, con ese nombre había logrado crear su propio reino.

A la hora después Rumiel llego con un sobre el cual extendió a su amo.

-Son tres días arriba. Piénselo bien porque al momento de ponérselo no podrá volver hasta que los días sean completados- Advirtió el guardián usando las mismas palabras dichas por Luzbel. - cuando vuelva y quiera subir nuevamente debe pedírmelo. Yo conseguiré los días que usted quiera.

-Ocúpate de mí reino mientras no estoy- sin más se puso el brazalete.

Saga confiaba en Rumiel y Rumiel lo hacía en Saga, solo esperaba que su amo no cometiera una locura.

 

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Era de noche cuando llego, no sabía  con exactitud a que parte del mundo había llegado. Quizá debió  preguntarle a Rumiel a que sitio le llevaría el brazalete.  También tendría que haberle preguntado si sus poderes quedarían suspendidos  mientras estuviera en la tierra.

Camino con tranquilidad, intentando encontrar alguna calle que reconociera para poder ubicarse. Pero todo era inútil.

De pronto sintió hambre...esperen. ¿Hambre? Siendo un demonio el no sufría de los problemas mundanos, no sentía hambre y tampoco  sentía sueño. Tal vez solo de momento sería un humano.

-ey preciosa...por qué tan sola...oh...perdóneme precioso- tres hombres se le acercaron acorralándole en la pared. Intento hacerlos arder fue ahí cuando comprobó lo que temía. Era humano.

-aléjate cerdo- no se dejó intimidar por ellos. Trataba con demonios todos los días, un par de gusanos no podrían contra él.

-ey! - se oyó una voz dulce pero muy masculina - ¿Todo bien?- pregunto el hombre que vestía de oficial.

-solo le ayudábamos a llegar a casa- respondió uno de ellos-

-Me estaban acosando- fue la sincera respuesta de Saga, total la pregunta iba dirigida a él.

El hombre les fulmino con la mirada mostrándole las esposas. Minutos después estaban solos en la calle.

-no pienses que te daré las gracias-

-jjejeje está bien, no lo hice para recibirlas.-

-¿Eres policía?

-  yo...bueno soy stripper-  el joven bajo su rostro avergonzado, pues no acostumbraba contarle a extraños su profesión. Levanto el rostro solo cuando escucho el fuerte rugido del estómago del muchacho frente a él. -¿Tienes hambre?

- Tú que crees- comento mordaz. Rumiel siempre le decía que debía ser amable con los extraños pero tratar mal a la gente era un don que el poseía.

-Que si lo tienes. Mi casa está a unas cuantas calles más allá, si gustas puedo invitarte a comer algo- ofreció el extraño.

-que te hace pensar que aceptare- se moría de hambre pero su venenosa lengua no dejaba de responder por él.

- No sé si lo hagas.  Si no quieres ir comprendo. Es normal no confiar en extraños-

Saga asintió con su cabeza y retomo su trayecto.

Luego del hambre vino el sueño por lo que se recostó en una de las bancas de las plazas públicas. Listo estaba hecho, estaba en la tierra de nuevo, hace mucho que no la visitaba. Pensó en ir a visitar a sus padres, pero descarto la idea de inmediato por dos razones. La primera, no sabía si ellos le reconocerían ahora. Pues ya no era Sahara y no lo seria nunca más. La segunda razón era que ni siquiera sabía dónde estaba.

Era cierto que Saga extrañaba a sus padres, nunca fue tan apegados a ellos como Abel, pero los quería. Despertó todo  calado hasta los huesos. Su nariz estaba helada al igual que todo su cuerpo. Se encontraban en invierno.

Se maldijo mentalmente. Odiaba ser tan impulsivo, si hubiese escuchado a Rumiel no estaría pasando hambre ni frío.  A pesar de aun ser muy temprano las calles estaban atestadas de gente todas muy abrigadas pues era invierno. Saga no lo negaba, estar entre tantas personas le hacía sentirse en casa. En ese lugar era solo uno más.

Doblo una esquina chocando con chico delante de él. Gimió unos segundos después cuando noto que el contenido del vaso del joven estaba derramado sobre él, quemaba como los mil demonios,  dejando una gran macha sobre su polera. La sangre le hirvió, apretó los puños con fuerza, estaba listo para agarrar a ese chico a golpes cuando la bufanda de este fue colocada en su cuello.

-Si la acomodamos bien tapa la mancha ¿Ves?-levanto su rostro asombrado, se sonrojo como cuando era Sahara y estaba enamorada de un chico nerd de su escuela, su hermano siempre le decía que  había hombres más lindos,   pero ella siempre reclamaba que lo importante eran los sentimiento. Noto que el chico le miraba como esperando respuesta fue ahí cuando noto que llevaba unos minutos en sus pensamiento.

- El stripper de ayer- Saga menciono asombrado - la ciudad es muy grande podría haberme topado con cualquiera...pero lo hice contigo dos veces, ¿A caso me sigues?

- Destino tal vez- menciono abotonándose por completo su chaqueta de cuero ya que sin la bufanda le daba frio en el cuello -por cierto no me llamo stripper, Soy  ¡Maldición!- un auto paso cerca de ellos salpicando el charco que la pasada lluvia había dejado en el suelo. Ahora ambos estaban mojados, Saga con mucha hambre y el joven con su desayuno derramado en Saga.

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Miguel abrió los ojos despacio, estaba solo en la cama. Puso su mano en el lado donde se suponía que tenía que estar Rachel. Aún estaba tibio. Giro hasta quedar mirando por la ventana y ahí lo vio, siendo acariciado por los tibios rayos del sol. Miguel no quería querer a Rachel. Mejor dicho él no DEBÍA querer a Rachel. Se reincorporo en la cama llevando sus rodillas al pecho. El no debía estar ahí, en la cama de otro hombre y más aún si ese otro hombre era parte de Dantalión.

-Lo que te abruma déjalo de lado- la cálida voz de Rachel le llego como bálsamo a sus oídos.- ahora solo disfruta de esta mañana, mi querido Miguel.

 Rachel había cambiado desde esa primera vez que llego al cielo, ya no era el niño que miraba todo curioso. No ya no más. Ahora era todo un hombre. Había sido nombrado capitán de la legión secundaria de ángeles, una gran responsabilidad requería a una persona responsable y seria. Rachel era ambos. Serio, responsable y se estaba acercando a él para... ¿Besarlo?


 

Notas finales:

Bueno nos vemos el proximo viernes, no olvides comentar si te gusto el fic, o si no  te gusta como va la historia. Eso besotes.

 

Recuerda que un comentario no te quita tiempo...y hace feliz a una autora.!!

Vanille.


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