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A partir de ti por Azhel

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Notas del capitulo:

Vamos con el segundo capítulo. Espero que os guste!

 

II

Aprender a vivir

 

Durante los días que siguieron a su despertar, Alex recibió las visitas de varios compañeros de universidad y otros tantos amigos. A veces le abrumaba no tener ni un minuto de soledad, pues cuando no venían a visitarle, su madre permanecía pegada a él. Aun así, en cierta forma lo agradecía, pues sabía que, sin entretenimiento, volvería a pensar en sus amigos fallecidos. Volvería a pensar en Dan.

Los médicos le realizaron varias pruebas que descartaron lesiones irreversibles en su cerebro, y físicamente se encontraba bien. Hambriento, pues la comida de hospital era tan insípida que se le cerraba el estómago en cuanto tenía la bandeja delante. Moría por un par de huevos fritos con patatas, o por una pizza familiar para él solo. Shane le visitaba dos veces al día y en una de sus últimas visitas le informó de que no tardarían en darle el alta. La noticia supuso un alivio para Alex, y también para su madre. Al fin podría regresar a casa. Pero le apenaba no poder volver a hablar con Shane. En esa semana y media que permaneció en el hospital tras despertar del coma, había mantenido algunas conversaciones con el doctor. Éste le había contado que tenía 28 años, que acababa de terminar la residencia y que llevaba unos meses como médico interno. Alex no se había equivocado, era muy joven. El menor le contó que estudiaba Telecomunicaciones en la universidad, y que había elegido especializarse en robótica. Shane le miró con admiración; algo que el menor no alcanzaba a comprender, pues para Alex, nada podía compararse con salvar vidas como hacía Shane.

El día de su alta, su madre llegó pronto al hospital y le ayudó a vestirse. Entró al baño de la habitación y se miró al espejo. Tenía mejor aspecto que hacía unos días. El color había regresado a su cara y ya no se le marcaban tanto los pómulos. Se mojó la cabeza, tratando de domar su castaña cabellera. Pero sus ojos, de un verde casi comparable al de dos esmeraldas, aún no habían recuperado su brillo. El cargo de las muertes de los de su grupo aún pesaban sobre su espalda, y sabía que la salida del hospital supondría tener que visitar a los padres de sus amigos.

Cuando salió del baño, encontró a Shane hablando animadamente con su madre. Ella sujetaba unos papeles y escuchaba las indicaciones del doctor. Al escuchar a Alex salir, Shane se giró, mirándole a los ojos.

-Bueno Alex, ya le he dado los papeles del alta a tu madre, así que ya has dejado de ser mi paciente.- el mayor sonrió y le tendió la mano. El castaño esbozó una sonrisa forzada y se la estrechó- Es posible que en los próximos días sientas algún que otro mareo, pero si persisten después de una semana, ven al hospital ¿de acuerdo?- como había hecho en varias ocasiones, Shane le apretó el hombro y se despidió de ambos, madre e hijo. Alex tendría que aprender a vivir de nuevo.

****

 

Volver a la universidad no fue tarea fácil. Sus compañeros le acogieron con calidez y los profesores le prorrogaron las fechas de entrega de varios trabajos pendientes. Pero él ya no estaba para recogerle a la salida. Ni para ayudarle con sus dudas en cálculos matemáticos – Dan estudiaba la carrera de matemáticas puras-. A menudo su mente terminaba divagando en clase, y dejaba de prestar atención a las explicaciones de los profesores. Eso le costó más de un suspenso que le supuso sudor y lágrimas remontar.

Sin tan siquiera percatarse de ello, poco a poco fue aislándose de sus colegas de universidad. Se pasaba las horas muertas en la biblioteca, a pesar de que no lograba concentrarse durante más de media hora seguida en sus estudios. La rutina se convirtió en su peor y más agónico enemigo.

Sus amigos de siempre, con los que salía los fines de semana, ya no estaban, el que creyó el amor de su vida, le había abandonado para siempre, y Alex se recluyó en casa, dispuesto a no volver a poner un pie en una discoteca en su vida. Su madre, sin embargo, se mostraba insistente en que volviera a salir con otros amigos. Era consciente del estado depresivo de su hijo y no consideraba lo más acertado que Alex se encerrara en sí mismo. La visita a las familias de sus amigos fallecidos había sido traumáticas. La madre de Gero, al ver a Alex, se abalanzó sobre él en un mar de lágrimas, acusándole de la muerte de su hijo y gritándole que él también debería estar muerto. Alex también lo pensaba. Incontables veces se había reprochado a sí mismo ser el único superviviente, a pesar de que su madre trataba de convencerle, sin demasiado éxito, de que él no era culpable de lo ocurrido. “Ella qué sabía” pensaba Alex.

Cayó en la cuenta de que su grupo de amigos, y en especial Dan, eran los únicos al tanto de su orientación sexual. Su muerte implicaba un regreso automático al armario ante su madre y sus compañeros de carrera. Volvía a estar solo.

Habían pasado dos meses desde que salió del hospital y tres semanas desde que había iniciado terapia con un psicólogo de la seguridad social. Le había recetado antidepresivos y se sentía algo mejor. El psicólogo coincidía con su madre en que debía comenzar a salir otra vez, hacer nuevos amigos y recuperar, dentro de lo posible, su vida antes del accidente. Esa noche, mientras se miraba al espejo sin estar del todo seguro de cómo peinarse, suspiró acongojado. Salir era lo último que le apetecía, pero debía hacerlo si quería que su madre y el psicólogo le dejaran tranquilo. Mintió a su madre, le dijo que iría con algunos colegas de la universidad, pero esa noche saldría solo, se daría una vuelta y regresaría a casa.

Sus piernas temblaban ligeramente. Se sentía irracionalmente nervioso. Jóvenes de todas las edades ya habían comenzado a salir ese sábado. Podía seguir a alguno de los grupos y descubrir por dónde se movía la gente; así no tendría que decidir por sí mismo. Al fin y al cabo, nunca lo había hecho. Sus amigos siempre decidían, y él estaba bien con cualquier cosa siempre que Dan se apuntara al plan. Pero ¿y si ahora que no tenía ataduras, por una vez elegía a dónde ir? Y solo un lugar apareció en su mente.

Sus amigos aceptaron de buen grado la relación entre Dan y Alex, pero eran endemoniadamente heterosexuales, de modo que el castaño nunca se planteó la posibilidad de visitar uno de esos pubs gays del distrito nocturno. Se mordió el labio y tomó el bus que le llevaría hasta allí.

El ambiente no era muy diferente a los lugares que frecuentaba con Dan y los demás. Música estruendosa, escasa luz y parejas besándose y bailando por todo el local. La diferencia: todas esas parejas estaban conformadas por personas del mismo sexo. Alex sintió un escalofrío ¿Qué demonios hacía allí él solo? Pero ya no había vuelta atrás. Se acercó a la barra y pidió una coca-cola.

-En seguida, cariño.- contestó el camarero con una sonrisa burlona. Claro, nadie allí pedía un simple refresco para beber- ¿Quieres algún licor o solo la coca-cola?

-Solo esto, gracias.- contestó Alex escuetamente. Se sirvió toda la bebida en el vaso y se apoyó en la barra, observando la escena que acontecía frente a él. No podía negar que ese ambiente le ponía nervioso. Solo había besado a un chico, Dan, a quien conocía desde muy joven. ¿Cómo sería besar a un completo desconocido? Abrió los ojos, sorprendido ante su propio pensamiento y sacudió la cabeza.

-¿Alex…? Eres Alex ¿verdad?- una voz algo familiar llamó su atención y casi dejó caer el vaso al percatarse de quién era.

-¿Shane?

-¡Vaya, qué sorpresa! ¿Qué haces aquí? Nunca me imaginé que bateabas para este lado.- preguntó con una sonrisa radiante- ¿Has venido tú solo?- agregó, mirando alrededor del muchacho.

-Pues ya ves… Sí, he venido solo. Solía salir con… bueno, ya sabes.- contestó el menor, notablemente avergonzado. ¿Por qué de entre todos los pubs tenía que encontrarse a su médico en un lugar como aquel?

-Ya, los chicos del accidente. Lo siento.

-Dan, Daniel era mi novio.- no sabía por qué dijo eso. O más bien por qué se lo contó a Shane, pero bueno, su secreto había sido descubierto con solo acudir a un lugar como aquel pub gay, y Shane parecía pertenecer a su gremio, así que ocultarlo carecía de sentido.

-Vaya… lo lamento, Alex, no tenía ni idea ¿Cómo lo llevas?

-Lo llevo.- Alex esbozó una media sonrisa y alzó su refresco- Coca-cola.- Shane soltó una carcajada y se apoyó junto a él en la barra- ¿No deberías estar con tus amigos?- el médico le miró y sonrió de manera peculiar.

-No he venido con amigos, hoy.- contestó.

-¿Hoy?- preguntó Alex sin entender.

-He venido de caza.

            En cuestión de segundos, las mejillas de Alex ardieron en rubor y apartó la vista de Shane. No tenía ni la más remota idea de qué decir a eso. Sabía lo que significaba, Shane había venido a por alguien a quien follarse esta noche. Y ese alguien sería otro hombre. Joder. Su estómago se hizo un nudo y se bebió el resto de la coca-cola de un solo trago.

-Bueno, creo que ya me voy.- anunció el menor, dejando el vaso sobre la barra, notablemente nervioso.

-¡Espera!- Shane le tomó del brazo, deteniendo su  huida- Ya que estás aquí ¿por qué no bailamos un rato?- sin tan siquiera esperar respuesta, Alex se vio arrastrado hacia la zona más profunda del pub, donde la mayoría de la gente se congregaba para bailar de forma que Alex jamás había visto en los antros a los que iba con sus amigos.

Miró a su alrededor, sin saber qué hacer, él nunca había bailado así, y tampoco estaba seguro de querer hacerlo. Shane le pellizcó la nariz para llamar su atención, y cuando Alex regresó la vista a su acompañante, se percató de que le estaba viendo por primera vez en ropa casual. Aunque no estaba muy seguro de que ese atuendo pudiera considerarse “casual”. Shane vestía unos vaqueros algo ceñidos, con rasgaduras en las rodillas, y una camiseta negra ajustada que hacía resaltar sus ojos azules, los cuales incluso en la oscuridad del local podían compararse con el color del cielo diurno. Alex ya se había percatado de ellos en el hospital, pero ahora, en conjunto, con el pelo negro más alborotado y, por qué negarlo, ese abdomen bien marcado bajo la ajustada camiseta, no pudo evitar pensar en lo atractivo que se veía. Aunque claro, no se había dado cuenta antes porque nunca había tenido ojos para nadie más que para Daniel.

El moreno se acercó a él y le sujetó de la cintura. Alex se estremeció y su respiración se volvió errática.

-¿Estás bien?- le preguntó el mayor, con sincera preocupación. Escucharle tan cerca de su oído debido al volumen de la música le erizó el vello de la nuca.

-Sí, es solo… que no estoy acostumbrado a estos sitios. Nunca he bailado así.- confesó. Shane soltó una carcajada y atrajo al chico hacia sí.

-Lo entiendo, la primera vez es un poco impactante. Pero luego puede volverse adictivo.- Shane comenzó a moverse, arrastrando a Alex con él. Sus cinturas se movían al son de la música e instintivamente, el menor se sujetó a los brazos del contrario.

Bailaron sin intercambiar palabra durante un buen rato. Shane le sujetaba con tal firmeza, que aunque Alex hubiera querido, no habría podido huir de aquella situación. Pero tampoco quería. Se sentía torpe bailando, pero cómodo a pesar de todo en los brazos de Shane. Éste último de vez en cuando reía ante las torpezas del chico, una risa que hacía al menor ruborizarse.

Comenzaba a hacer calor y Alex tenía la boca completamente seca.

-Necesito beber algo.- le dijo a Shane al oído. Éste coincidió y asintió, abriéndose paso de nuevo hasta la barra para pedir una cerveza para él y otra coca-cola para el chico. Continuaron en silencio mientras paliaban su sed- Lo siento.- se aventuró a decir de pronto Alex. Shane le miró confundido- Por arruinarte tu noche de caza.

El aludido volvió a reír y negó con la cabeza.

-Ha sido decisión mía. Además ¿quién te dice que me la hayas arruinado?

-¿Eh?

-A lo mejor te estoy cazando a ti.- ante semejante declaración de intenciones, las mejillas de Alex volvieron a arder.

-Ya, claro.- contestó, esbozando una sonrisa que ocultaba su nerviosismo. Miró a Shane pero éste ya no sonreía. Le tomó del mentón y unió sus labios con los del menor. De manera instintiva, Alex abrió los labios, permitiéndole la intrusión al otro. Shane acorraló a Alex entre la barra y su cuerpo, y no tardó en profundizar el beso, aferrándose de nuevo a su cintura, tal como había hecho en la pista de baile. Alex correspondía al frenesí con el que el médico le besaba, pero antes de dejarse llevar, el recuerdo de Dan le hizo empujar al mayor y cortar el beso de manera brusca. Shane le miraba contrariado y Alex fue incapaz de sostenerle la mirada.

-Lo siento, pero Dan murió hace apenas tres meses. No me siento cómodo haciendo esto…- admitió agachando la mirada.

-Tienes razón, ha sido muy desconsiderado por mi parte. Perdóname.- accedió Shane. Alex levantó la vista, sorprendido de que Shane se mostrara tan comprensivo, y esbozó una media sonrisa arrepentida- En serio, no te preocupes. Me alegro mucho de haberte vuelto a ver.- le acarició la mejilla con un dedo- ¿Prefieres irte a casa?- Alex asintió y Shane rodeó sus hombros- Venga, te acompaño.

El menor trató de hacerle entender al médico que no era necesario que le acompañase a casa, pero sus intentos fueron en vano. Shane estaba decidido a dejarle en la misma puerta. Cogieron un taxi y no volvieron a cruzar palabra durante el resto del viaje.

Cuando llegaron a su destino, Shane se empeñó en pagar y Alex tuvo que darse por vencido.

-Oye, ¿te apetece que volvamos a vernos? Sólo como amigos, te lo prometo.- Alex le miró incrédulo, pero no lo dudo un segundo más. En realidad le apetecía mucho volver a verle. Intercambiaron números de teléfono y el taxi se marchó dejando a Alex en la puerta de casa, aferrando con fuerza el móvil en el interior del bolsillo.

 

Notas finales:

Gracias por leer este segundo capítulo. Espero vuestros reviews! Abrazos!


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